San Cristóbal de La Laguna en Tenerife como ciudad de paz y modelo de colonización cristiana
San Cristóbal de La Laguna posee una imagen compleja y rica de formalización urbanística que condensa la idea cristiana de la regularidad, la concepción del núcleo urbano ideal como expresión de las propiedades de significación del número, el contraste entre la forma urbana abstracta y los datos físicos del territorio. Siendo fundada como villa de carácter jurisdiccional para garantizar el regimiento del territorio conquistado para la Corona con la finalidad de ganar para la fe habitantes y tierras, La Laguna es la única fundación del quinientos que refleja una superación de los trazados de fortificación y defensa aplicados en los restantes núcleos fundacionales de su tiempo. Se asienta en un ámbito alejado de la costa, abierta al territorio circundante, estableciendo como único límite la regularidad de sus formas construidas. Esta singularidad de su emplazamiento en un territorio elevado, una llanura circundada por montañas, bosques y rutas de pastoreo y dominada por una laguna alimentada por manantiales, la caracteriza como un emplazamiento de paz, el ámbito de una República que surgida del fin de la Baja Edad Media, expresa simultáneamente una concepción nueva de la ciudad, de carácter renacentista, en la fecha emblemática de 1500. La ciudad conserva la significación de los lugares que, en contadas ocasiones de la historia del urbanismo, fueron creados coincidiendo con un acontecimiento singular, sin preexistencias de uso, vinculados a una idea de conjunto teórica e ideal, y se han hecho realidad en un corto espacio de tiempo. Todas las intenciones y las decisiones tomadas como producto de este proceso han quedado marcadas en la trama y en la imagen global que la ciudad devuelve hoy con el paso del tiempo.
Esa imagen, un artilugio mecánico perfectamente acompasado, una maquinaria creada para establecer un control riguroso sobre una sociedad colonial, es la que nos permite desvelar el misterio de la ciudad de San Cristóbal de La Laguna. Hasta ahora, se había considerado acertadamente que existía una relación histórica entre la fundación de la ciudad de La Laguna y las ciudades americanas, y por este motivo, se había dado por hecho que su trazado obedecía a principios regulares similares a los americanos. Sin embargo, al partir de este supuesto, se invertía el sentido histórico de una relación que por meras razones cronológicas e históricas e incluso geográficas, se había iniciado en Canarias, y de Canarias había viajado a América, desarrollándose en su sentido definitivo un siglo después de que comenzara la conquista y colonización del Archipiélago.
Durante muchos años se había sugerido que Canarias había sido un laboratorio de experimentaciones para la monarquía española durante el reinado de los Reyes Católicos. Sin embargo, no se había podido determinar su alcance ni su significado. Por otra parte, la distancia cronológica entre las sucesivas fundaciones urbanas canarias hasta la refundación definitiva de San Cristóbal de La Laguna en 1500 indicaba una diferencia de objetivos entre las fundaciones de las denominadas Islas de Señorío y las Islas Realengas de Gran Canaria, La Palma y Tenerife. Y, a su vez, el caso de La Laguna, una ciudad completamente definida en sus límites como una ciudad completa, proyectada y construida conforme a una idea teórica, resultaba de una enorme novedad.
Ahora sabemos que este cambio de estrategias coincidió con una planificación rigurosa que obedecía a una conciencia nueva sobre el significado de la ciudad en la política de colonización de territorios de ultramar para la Corona. Esta conciencia había despertado por el impulso de las nuevas necesidades de control en territorios de ultramar a partir del descubrimiento del Nuevo Mundo y del proyecto de conquista de nuevos territorios en Africa. El Descubrimiento contribuia a dotar de un significado nuevo al Archipiélago, que fue interpretado por Colón como una posición geográfica de significación simbólica con relación a la hazaña americana. Desde esta perspectiva, se produjo entonces una refundación mitológica del Archipiélago en la que las Islas cobraban el valor de un lugar mágico en el que se había cumplido una profecía, asociada desde la antigüedad al duodécimo trabajo de Hércules, teniendo como escenario el Jardín de las Hespérides. Y al mismo tiempo, se afianzaba su valor estratégico como puente de comunicación con el Nuevo Mundo y con el proyecto de conquista dirigido entonces al continente africano. No es una casualidad que los Reyes Católicos llamaran a Granada en 1499 al conquistador de las Islas de La Palma y Tenerife, Alonso Fernández de Lugo, con la intención de capitular con él nuevas condiciones de conquista, esta vez en territorio africano. Tampoco es una casualidad que al regreso de este viaje comenzara el proceso de refundación definitiva de la ciudad y una intensa confrontación social entre dos villas, dos conceptos de ciudad, dos grupos sociales que debían poner en práctica tal proyecto.
El significado de esta pugna se desvela cuando comprobamos que la idea en la que se basaba la novedosa planificación de la ciudad proyectada era el texto de «Las Leyes» de Platón, su última obra, inacabada, en la que había perfilado todos los ingredientes de una ciudad utópica, como mecanismo de control de una sociedad ideal en un territorio insular, la isla de Creta [17] . Platón consideraba que la sociedad ideal debía carecer de ánimo de lucro, debía orientarse a una forma de vida de autosubsistencia y garantizar su progreso mediante una orientación comercial a gran escala confiada a comerciantes profesionales que no tendrían la condición de vecinos de la ciudad. De este modo, el texto del filósofo permitía a Alonso Fernández de Lugo y a los influyentes comerciantes genoveses y florentinos que operaban entonces en España, programar una estrategia socioeconómica en la que los vecinos de la ciudad de San Cristóbal de La Laguna quedaban sometidos a obligaciones económicas de carácter agrícola y ganadero, utilizando una moneda local sin valor intrínseco, y reservar las actividades altamente lucrativas y el intercambio en moneda nacional y metales preciosos a sus parientes, amigos y los comerciantes extranjeros con los que había mantenido estrechas relaciones desde la cuna, y que habían financiado sus conquistas. Así se comprenden las constantes referencias de los documentos de la época a sucesivos procesos contra el Adelantado, a la existencia de dos villas enfrentadas en una misma ciudad, y a un clima de tensión social que no tiene paralelo en otras ciudades hispanas de la época, expresado en múltiples documentos en los que los vecinos aluden de manera continuada a los derechos de los vecinos de la República de La Laguna.
Por otra parte, el texto de Platón marcará de manera definitiva el concepto hispano del urbanismo de colonización, que evolucionó progresivamente a lo largo del siglo XVI profundizando en esta concepción inicial ensayada en La Laguna, al asentar de manera definitiva el modelo de colonización sobre bases jurídicas, que quedaron plasmadas en 1572 en el cuerpo legislativo de las conocidas como «Leyes de Indias». La verdadera aportación de la noción urbana colonial hispana radica en la construcción de un modelo fuertemente asentado en un concepto jurisdiccional, en el que se reconoce a la ciudad como mecanismo de control en lo social y en lo económico.
La ciudad de «Las Leyes»
La ciudad ideal descrita, de nombre Magnesia, condensaba todas las conclusiones de Platón sobre el significado de la ciudad como obra humana que posibilita la construcción de un modelo social de perfección en territorios insulares. El principal objetivo de esta obra y de otros textos suyos relacionados con la descripción de una sociedad ideal, como «La República» o la «Historia de la Atlántida», era encontrar un modelo que permitiera garantizar la lealtad de los territorios alejados de la metrópoli y evitar las guerras. Esta ciudad ideal se diferencia de los modelos históricos precedentes, expresados en tres estadios sucesivos, en el hecho de que parte de un proyecto, no se produce espontáneamente por imperativo de las necesidades que se van suscitando. Por ello, todas sus características vienen determinadas por un objetivo considerado desde el momento de su fundación como la misión fundamental de la ciudad, y por ello, todas sus cualidades vienen definidas en el proceso de planificación previo. Se ubicará a una distancia de 800 estadios (14 kilómetros y 208 metros) con respecto al mar, y en una posición central con respecto al resto del territorio, para garantizar sus comunicaciones. Se encuentra rodeada de montañas y bosques. Posee puertos, y está equipada con todo tipo de infraestructuras. Las características de su paisaje coinciden exactamente con las de la isla de Creta, y por ello, su relieve es predominantemente escarpado. Estas condiciones la predisponen a la virtud, ya que las ciudades costeras inducen a los hábitos cambiantes, y por su dedicación a actividades de comercio al por menor sus habitantes se transforman en seres desconfiados e insolidarios. Por el contrario, la forma de vida de una ciudad ubicada en un medio natural escarpado introduce limitaciones en su economía que garantizan el mantenimiento de una economía estable, dedicada a producir los bienes necesarios de los que no habrá excedentes. Estos factores, ponen de relieve la posición central del discurso de Platón acerca de la ciudad. Como el resto de los teorizadores de la ciudad que han propuesto modelos de ciudades utópicas, Platón se mostraba como un reformador social. En su discurso, la vida en sociedad encuentra en la ciudad su verdadera esencia, y la historia misma es la historia de la ciudad.
El primer aspecto a considerar es el hecho de que esta ciudad tendrá nombre, como corresponde a la sociedad avanzada que basa su progreso en la comunicación humana y en las leyes, y su nombre vendrá determinado por un accidente natural y la divinidad local que haya determinado su existencia. Sus características formales se ponen en relación con el número. La forma de la ciudad viene determinada por su correspondencia con la forma en la que se produce la vida en el universo. Pero esa forma no es reconocible de manera inmediata, dado que la forma es una cualidad del mundo físico que solo se hace inteligible para el alma. Su forma, es la forma misma del alma. De ahí deriva la disposición circular de sus elementos configurando círculos concéntricos. El procedimiento de su trazado sigue un método progresivo, como sucede en las reglas del universo. Así se producirá una relación generativa entre el punto, la línea (circunferencia), el círculo (superficie) y la esfera (volumen), que es lo único perceptible a los sentidos.
Uno de los factores fundamentales que diferencian esta ciudad de Magnesia de las ciudades correspondientes al estadio anterior, es que se proyecta sin murallas, ya que Platón entiende que constituyen un elemento perjudicial desde el punto de vista moral. Condicionan el carácter de sus pobladores, y debilitan su espíritu. La cualidad moral de la ciudad se manifiesta en su forma circular, en la ausencia de murallas, y en la aplicación de un método numerológico que expresa los conceptos de igualdad, semejanza, identidad y concordia, como manifestación de los ritmos del universo. En cuanto al cumplimiento de igualdad y proporcionalidad armónica de los repartos, éstas se basan en la elección teórica de un número ideal, y cuya principal aplicación como método es establecer el número de pobladores. Esta aplicación permitirá establecer los cálculos en los distintos procesos de reparto, y estimar la superficie adecuada de la ciudad y sus términos en número suficiente. Un número de cualidades excepcionales, que expresará simultáneamente la combinación de los sistemas docenal y decenal, y que en todas sus aplicaciones se hallará en proporción armónica. El número elegido como cifra ideal para la ciudad de Magnesia es el de 5040 pobladores. El tipo de proporción de este número es la resultante de la progresión armónica de los números 1, 2, 3, 4, 5, 6, y 7 (1, 2, 6, 24, 120, 720, y 5040). Una de las expresiones geométricas de esta progresión es una sucesión de siete círculos concéntricos con respecto a un centro fijo, cuyo radio alcanza progresivamente estas cantidades en las sucesivas circunferencias. El número debe definir una cantidad suficiente para garantizar el autoconsumo, la defensa, y el número de oficios necesarios para la vida de la ciudad. La cifra se aplicará de manera estricta, ya que el concepto de poblador es el de poseedor de la tierra. Los ciudadanos serán los legisladores, regidores y gentes de armas. Todos ellos poseerán una cantidad igual de propiedades establecida en el reparto. Por ello habrá que proceder a una división del territorio en 5.040 lotes iguales de terrenos en la propia ciudad y en la periferia. Cada lote comprenderá el solar urbano, un terreno próximo a la ciudad, y otro en la frontera exterior, como una propiedad única, que en realidad pertenecerá de manera comunal a la propia ciudad, aunque la explotarán los ciudadanos.
Las aplicaciones del sistema docenal tienen repercusiones significativas desde el punto de vista simbólico y en cuanto a la distribución funcional del territorio. Cada una de las divisiones territoriales debe quedar fundada a partir de su consagración a una divinidad, y su número se acomodará al doce, expresión de la revolución del universo, que determinará el carácter sagrado de las particiones, y que corresponde a los meses del año, para poder repartir los cometidos de vigilancia. En la consagración del territorio a las divinidades se habrá de respetar aquellas consideradas fundamentales y añadir las que tengan relación con el lugar desde antiguo, respetando las devociones del lugar. Cada etapa del reparto deberá iniciarse reservando el territorio correspondiente a los dioses. Las fundaciones religiosas marcarán el terrritorio de manera simbólica, ubicándose en el centro de la ciudad y en su perímetro circular, y a su vez, en el centro de cada una de las aldeas que ocupan igualmente una posición central en sus respectivas demarcaciones. El centro, que actúa como unidad, está destinado a los dioses, y será un recinto sagrado rodeado de una cerca. Desde este centro se dividirá el territorio urbano en doce sectores, repartidos en disposición de cuña hasta alcanzar el contorno circular rodeado por accidentes naturales donde se ubicarán igualmente los templos dedicados a los diversos sectores.
Se constituye un sistema unitario que establece correspondencias entre las divisiones funcionales, la capacidad productiva de las actividades económicas, y los patrones de medidas y sus correspondencias con la moneda. Este sistema unitario, que deriva de la combinación entre el sistema decimal y docenal será aplicado a todas las actividades. Se definen los conceptos esenciales de una práctica de policía urbana que afecta a todos los elementos urbanos, y que alcanza a las actividades militares, agrícolas, artesanales, mercantiles, e incluso a la producción de los objetos de uso cotidiano.
En cuanto al modelo económico propuesto, Platón tomó como referencia el sistema cretense, que resultaba de la combinación de una autarquía orientada a las actividades productivas de autoconsumo y un comercio a gran escala desempeñado por mercaderes extranjeros, residentes ocasionales (metecos), orientado a la introducción de artículos industriales y artesanales y materias primas inexistentes en el país. Los enemigos de la ciudad de Magnesia son la riqueza y la pobreza. Su objetivo, el equilibrio económico capaz de producir lo necesario sin excedentes. Debido a esta orientación, se acuñará una moneda local que permitirá desarrollar las actividades económicas en la ciudad y ésta mantendrá su equivalencia con respecto a la moneda del país para las relaciones con los mercaderes. El pago en moneda quedaba reservado a las clases inferiores, como los artesanos, trabajadores asalariados, esclavos y los mercaderes.
Un tratado tan completo acerca de la ciudad como elemento organizador de una sociedad colonial tenía múltiples ventajas en el caso de ser aplicado a un territorio de características similares a las descritas en las Leyes. La elección del texto para su aplicación en la ciudad de San Cristóbal de La Laguna, parece corresponder a la intención de poner en marcha un nuevo método de colonización que ofreciera como principal garantía, un grado de autonomía suficiente en el terreno económico, pero, al mismo tiempo, una total dependencia de la metrópoli en aspectos de índole política y cultural.
Las aplicaciones en San Cristóbal de La Laguna
La elección del lugar de fundación de la ciudad de San Cristóbal de La Laguna fue totalmente novedosa, al escoger un emplazamiento elevado, a una distancia aproximada de catorce kilómetros con respecto al puerto más cercano, según las medidas itinerantes de la época. Su posición no correspondía al centro geográfico de la Isla, ya que éste estaba ocupado por un volcán de gran altura, rodeado por un circo completo de cañadas que determinaban una disposición piramidal del relieve insular con dos vertientes pronunciadas al norte y sur de la Isla. El territorio elegido constituía la única llanura de la Isla, en forma de caldera, bordeada por un circo de montañas cubiertas de bosque, y con una laguna en la que confluían manantiales. Su posición quedaba desplazada hacia el nordeste de la Isla, pero era el único punto que permitía comunicar ambas vertientes y el centro del territorio insular. Tenía ciertas cualidades excepcionales reconocidas por la población aborigen, que, perteneciente a un estadio cultural previo a la cultura urbana, había reservado la zona como espacio comunal para las nueve agrupaciones tribales que se habían repartido el espacio insular. Al designar la ciudad con el nombre de San Cristóbal de La Laguna, se aplicaba el criterio de significar su designación mediante un elemento simbólico de rasgos históricos, y un factor natural relacionado con su elección.
El territorio se dividió en doce zonas productivas, con doce aldeas, dos en la zona nordeste (Santa Cruz de Tenerife y Taganana), cinco en la vertiente norte (Tacoronte, La Orotava, El Realejo, Garachico y Buenavista), y cinco en la vertiente sur (Candelaria, Güímar, Granadilla, Vilaflor y Adeje). La única ciudad del territorio insular era la villa colonial, que contaba con un territorio y términos de proporciones generosas.
En cuanto a las características de la ciudad, su emplazamiento permitió aplicar un nuevo concepto de ciudad sin murallas, proyectada para ser construida rápidamente en una gran extensión, prevista para una cifra de 6.000 habitantes o colonos. De ello derivaba la necesidad de aplicar un procedimiento de trazado basado en un sistema geométrico que posibilitara calcular previamente todas las calidades de suelo a repartir, su distribución espacial, y la relación funcional de los elementos. Los elementos geométricos del trazado fueron un octógono inscrito en un círculo, un rectángulo, un doble círculo, repartido en doce sectores, y doce radios proyectados hasta el exterior del segundo círculo. Este proyecto de trazado según figuras geométricas se basó en la aplicación de una trama de puntos que fijaba las posiciones de los elementos fundamentales del diseño, estableciendo las distancias en trayectorias lineales. Las posiciones determinadas por el cálculo de estas distancias quedaron consagradas mediante una constelación de fundaciones religiosas dispuestas en un eje lineal, un triángulo, y el círculo exterior de la ciudad.
Un primer contorno circular permitió inscribir una superficie destinada a los espacios públicos, el callejero y los solares urbanos, calculando sus posiciones con respecto a los vientos dominantes. Se aproximaba a la figura de un rectángulo, distribuido en cuatro sectores, definidos por plazas. Un doble círculo concéntrico permitió distinguir el primer perímetro urbano correspondiente a los solares, callejero y plazas, y un segundo círculo definía el primer cinturón de la periferia cuyos bordes quedaban ceñidos por los cursos de agua, y las actividades artesanales e industriales. Esta periferia fue asignada a los terrenos agrícolas de menor extensión, y de mayor capacidad productiva. Este segundo círculo quedó dividido en doce fracciones para establecer la relación entre las vías principales del callejero y las salidas de la ciudad en su relación con los caminos de la Isla, que seguían una disposición radial con respecto al centro de la ciudad. A continuación de este segundo perímetro circular, la estructura radial de los caminos permitió distribuir un segundo tipo de terrenos destinados a cultivos de secano en extensiones mayores, hasta alcanzar el límite de territorio perteneciente a los términos de la ciudad.
El modelo económico que sirvió de base para la explotación del territorio era un sistema mixto, que distribuyó las actividades productivas en dos conceptos paralelos, la autosubsistencia confiada a los colonos poseedores del estatuto de vecindad; y otras actividades agrícolas y comerciales altamente lucrativas, orientadas al comercio exterior, que quedaron reservadas a una oligarquía social residente, y algunos mercaderes con residencia ocasional, poseedores del estatuto de estantes. Para posibilitar la coincidencia de dos modelos de orientación económica opuesta, se utilizó un sistema monetario doble, manteniendo la moneda oficial del país, basada en el sistema decimal, con destino al comercio exterior; y acuñando una moneda local, aplicada a las actividades productivas insulares de autosubsistencia, sin valor intrínseco, y según un patrón de equivalencias basado en el sistema docenal. Para ello se instituyó un sistema completo de monedas, pesos y medidas propio de la Isla, que se basaba en la combinación de los sistemas decimal y docenal. El número doce se convirtió en patrón de referencia de un buen número de elementos del trazado urbano, y de múltiples órdenes referidas a aplicaciones constructivas, por lo que su utilización alcanzó un doble significado simbólico y pragmático. El más evidente se puso de manifiesto en la fórmula elegida para establecer el turno rotatorio de los oficios de regiduría en la Villa. Se describió inicialmente una rueda correspondiente a los doce meses del año, en la que figuran los nombres de los dos regidores del mes, turnándose en la primera ocasión cada dos meses, y alcanzando finalmente la fórmula compleja de un triple círculo concéntrico, con cuatro particiones radiales, donde se inscribían sucesivamente los doce regidores por pares, sorteados en tres ocasiones, para ocupar sus cargos en los tres cuatrimestres del año. Así se hizo intervenir el azar como factor determinante en el desempeño de los oficios de la república.
En el proceso vivido por los pobladores de la Villa de San Cristóbal de La Laguna, se aprecian los rasgos que caracterizan los programas utópicos sobre ciudades, con la salvedad de la aplicación de un sistema económico que, contrariamente al modelo propuesto en las Leyes, establecía unas diferencias sociales desconocidas en la tradición concejil hispana. Estos modelos de utopía insular han sido calificados como utopías filosóficas o islas políticas, por su condición de refundación teórica del mundo. Sus características, permiten comprobar el grado de aplicación y las diferencias llamativas que se dan en el caso de San Cristóbal de La Laguna: 1. Insularismo, geográfico y alegórico, como garantía de preservación de las condiciones particulares del microcosmos perfecto, frente a contaminaciones exteriores. 2. Condena de los sistemas monetarios a los que se atribuye la creación de desigualdades e injusticias sociales. Los metales preciosos se destinan a la fabricación de objetos suntuarios, y para el intercambio de actividades y productos se acuña una moneda local sin valor intrínseco. 3. Economía autárquica, y fijación de condiciones precisas a las actividades del comercio. 4. Economía basada fundamentalmente en la producción agrícola. 5. Concepto de regulación de la sociedad local según un mecanismo parecido al de los instrumentos de precisión, para lo cual se aplica un método geométrico que rige la administración social. 6. Atención preferente y continuada a las leyes y a los actos de justicia, dado que el fin de la utopía es el cumplimiento de la ley. 7. Uniformidad social, que tiende a evitar los conflictos, y a obtener la unanimidad. 8. Concepto de igualdad de los ciudadanos, y aspiración a la eliminación de las diferencias sociales. 9. La felicidad colectiva es el objetivo prioritario. 10. Atención preferente a la educación y ocio de los ciudadanos [18] .
Los significados
En el caso de la La Laguna, resulta llamativo el criterio utilizado, que representa una aplicación programática del texto de Platón desde una perspectiva pragmática y simbólica. Al tiempo que permitía poner en práctica un modelo de colonización basado en una estrategia económica inexplorada, daba pie a una refundación histórica de todo el territorio del Archipiélago, vinculada desde la antigüedad a descripciones mitológicas y geográficas sobre el límite occidental del mundo conocido. Un topos de caracteres geográficos excepcionales, al que se atribuyeron desde antiguo cualidades mágicas y factores determinantes de un futuro conocimiento del mundo, cuando cayeran las columnas de Hércules [19] . Con respecto a la amplia y compleja cuestión de la tradición mitológica y el conocimiento geográfico del Archipiélago, es preciso distinguir entre los factores que por herencia cultural han contribuido a asociar la posición geográfica de las islas con ciertos relatos míticos sobre los confines del mundo, y la reelaboración de esos conceptos en el momento histórico de la Conquista y las campañas del Descubrimiento. Con respecto a esta relación entre la tradición cultural que contribuyó históricamente a una proyección mitológica sobre el escenario geográfico del occidente y las campañas del Descubrimiento, recientemente se ha destacado su papel determinante en los proyectos de Colón, como resultado de la fusión de los mitos de tradición clásica y los mitos bíblicos. En particular, destaca el grado de interés que despierta la temática del Paraíso, como versión cristiana del mito de los Campos Elíseos y el de las Islas de los Bienaventurados, cuya localización geográfica se situaba en esas fechas en occidente, y que Colón se proponía confirmar [20] .
En el caso de Colón el motivo central de la refundación mitológica del Archipiélago en las fechas del Descubrimiento fue el cumplimiento de una profecía, ya que coincidía con el anuncio contenido en un pasaje de Séneca (Medea, 37479), por otra parte dedicado a la mítica isla de Tule, que marcaba la posición del Norte, y al propio tiempo el límite más occidental del mundo conocido.
«Tiempos vendrán al paso de los años
en que suelte el océano las barreras del mundo
y se abra la tierra a toda su extensión
y Tetis nos descubra nuevos orbes
y el confín de la tierra ya no sea Tule.»[21]
Varios testimonios culturales de la época confirman que Cristóbal Colón identificó a Canarias como el lugar desde el que él mismo cumplió la profecía a través de un nuevo mito, el del Descubrimiento, que coincidía con las aspiraciones de los Reyes Católicos de liderar una reforma del orbe a partir del proyecto de creación de una nueva Iglesia Universal. Su hipótesis de partida, en la preparación de los Viajes se fundaba en lecturas clásicas, y en fabulaciones mitológicas. Por ello, el principal artífice de la leyenda no podía ser otro que el propio Colón, cuando encargó en Roma, en 1493, la edición del pequeño opúsculo compuesto por cuatro hojas que incluía una xilografía alusiva a la comunicación de la Inventione de los nuevos territorios insulares a Fernando el Católico. Su título permite ratificar esta relación entre las Canarias Fortunatae, y las nuevas islas descubiertas, que denomina di Channaria indiane. El título completo del texto, que incluye la firma de Colón fue, Lastoria della inventione delle nuove insule di Channaria indiane tracte duna pistola de xpofano cholombo e per messer Giuliano dati tradutta di latino in versi vulgari. El colofón situado en el reverso de la última página incluye la dedicatoria, la fecha y ciudad de edición, a laude de la celestial chortee a consolatione della xpiana religione e a preghiera del magnifico chavaliere messer Giovan filippo de ligniamine domestico familiare dello illustrissimo Re di Spagna xpianíssimo a XV de giunio Mcccxciii. Rome [22] . Esta profecía y su conexión con la corriente milenarista del año 1500, dejó un testimonio insólito en la pintura realizada en la época. El tríptico realizado por Hieronimus Bosch, titulado a partir del siglo XIX, El jardín de las delicias (Museo del Prado), fechado en la actualidad entre 1500 y 1503, representa la aportación del ideario fantástico que arranca de las descripciones clásicas y bíblicas desde la antigüedad, a partir de un nuevo concepto, relacionado esta vez con el cumplimiento del undécimo y duodécimo trabajo de Hércules.
Otro género de asociaciones introducido en la época se contiene en la cartografía de los Descubrimientos. Cuando en el año de 1500, Juan de la Cosa realizó su planisferio, en el que representaba por primera vez los territorios recién descubiertos del área del Caribe, incluyó la imagen de San Cristóbal sobre los nuevos territorios, disponiendo la figura con la cabeza hacia occidente.Su significación como santo que acompaña en los viajes hacia mundos desconocidos, el paso de lagunas, de ríos, de los mares, y sobre todo, el paso a la vida del más allá, lo convirtió en una devoción popular en las fechas de las travesías americanas. Como tema iconográfico, el santo representaba la fuerza, como un Hércules cristiano opuesto a la figura del Niño Jesús que lo acompaña en las representaciones encarnando el peso del mundo sobre los hombros del santo, cuando lo transportaba cruzando las aguas. Solamente la fe permitió al santo vencer las dificultades. En este caso, San Cristóbal representa la victoria del Hércules cristiano sobre la figura mitológica incapaz de traspasar el temido océano.
http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-218-43.htm
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