Si Cristo fundó la Iglesia y le dio poderes especiales, no fue para que se quedara en el mundo como un adorno. Cristo fundó Su Iglesia, para que los hombres pudieran encontrar en ella la plenitud de la sabiduría y de los medios de salvación.
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Por P Flaviano Amatulli

Claro que el demonio no duerme y busca todos los medios para desorientar a los más desprevenidos y alejarlos de la fuente de salvación. He aquí algunas de las trampas que más han dado buen resultado a los enemigos de la fe católica.

Todas las religiones son buenas
Es una expresión que se oye repetir muy seguido. Según esta afirmación, no importa a qué religión uno pertenezca, puesto que todas enseñan lo mismo y por consiguiente son igualmente buenas. Es el primer paso para que se debilite la fe del católico y empiece a simpatizar con otras creencias. Cuando uno ya tomó la decisión de dejar la Iglesia y aceptar otra creencia, ya no piensa lo mismo. Para él todo lo bueno está en el nuevo grupo. Todos los demás grupos están equivocados, empezando por la Iglesia Católica. Evidentemente, se trata de una trampa y nada más.

En realidad existe mucha diferencia entre la Iglesia Católica y los demás grupos. Por ejemplo, la Iglesia Católica sostiene el valor de la Biblia y la Tradición, como medios para descubrir la Revelación. Los demás aceptan solamente la Biblia. ¿Podemos decir que es lo mismo? La mayoría de los cristianos creen en la divinidad de Cristo y la Trinidad de Dios. Los testigos de Jehová niegan esto. ¿Es lo mismo? La Biblia presenta el matrimonio como la unión estable de un hombre y una mujer por toda la vida. Otros admiten el divorcio. ¿Podemos decir que es lo mismo?




Hagamos un ejemplo en campo profano.

Un maestro trae una camisa blanca y pregunta a los alumnos: «¿De qué color es la camisa?» Uno contesta: azul; otro, morado; otro, amarillo; otro, negro... Por fin, uno dice: «La camisa tiene el color blanco». ¿Acaso el maestro dará a todos la razón? Seguramente se la dará solamente al que contestó correctamente e invitará a los demás a poner más cuidado antes de contestar.
Lo mismo pasa por lo que se refiere a la religión. Puesto que Cristo fundó una sola Iglesia y ésta durará hasta el fin del mundo (Mt 28,20), hay que investigar los orígenes de cada grupo, su evolución histórica, su enseñanza... para ver si corresponde a la Iglesia que fundó Cristo. Nada de que «Todas las religiones son iguales».


Lo que vale frente a Dios, es la sinceridad

Según esta opinión, no tiene importancia la creencia que uno tenga o la Iglesia a la que uno pertenezca. Lo que vale, es la fe que uno tenga en la bondad de tal o cual creencia o agrupación religiosa. En el fondo, no importa saber si una creencia o religión venga o no de Dios. Lo que importa es aceptarla con sinceridad, pensando que se trata de algo bueno.
Pues bien, esta manera de pensar no es correcta. En realidad, Dios nos ha dado la inteligencia para investigar y descubrir la verdad. Un ejemplo: Un señor está enfermo. No sabe cuál es la medicina que le recetó el doctor. Para no molestar a nadie, toma un frasco cualquiera y dice: «No sé si ésta es la medicina que me recetó el doctor. De todos modos me la voy a tomar, con la seguridad que me va aliviar?».
Seguramente muchos dirán que aquel enfermo se portó mal. En efecto, no basta la sinceridad para aliviarse. Se tiene que buscar la medicina apropiada. Lo mismo pasa con la religión. No basta decir: «Soy sincero». Es necesario investigar. Claro que si uno investigó según su capacidad y se quedó con dudas o se equivocó completamente, a causa de su falta de preparación o un sinfín de prejuicios, ya no es condenable si se adhiere a la religión que sinceramente considera más cercana a la verdad.

Basta la Biblia para salvarse
Es otra trampa. Según estas personas, en la Biblia uno encuentra todo lo necesario para salvarse. Teniendo la Biblia, uno lo tiene todo. Por lo tanto, el problema de la verdadera Iglesia sale sobrando. Los que piensan así, están convencidos de que la Biblia está al origen de todo y que todas las iglesias salieron de la Biblia. Evidentemente, están equivocados. Para poder entender este problema, he aquí unos puntos básicos:

1. - Cristo fundó una sola Iglesia, asegurándole que permanecería hasta el fin del mundo. Esta Iglesia históricamente se demuestra ser la Iglesia Católica.

2. - Cristo mandó «predicar», no «escribir» su mensaje. Él mismo no escribió nada.
3. - La Iglesia Católica vivió muchos años sin el Nuevo Testamento.
4. - Este se terminó de escribir alrededor del año 100 después de Cristo y fue el fruto más bonito de la actividad de las primeras generaciones de los discípulos de Cristo. A este propósito véase: «Canon Bíblico» .
5. - La Iglesia Católica estableció el canon o lista de los libros que componen el Nuevo Testamento. Entre todos los libros que se escribieron en aquel tiempo, la Iglesia Católica declaró cuáles eran inspirados y cuáles no (año 382: Sínodo Romano; año 393: Concilio de Hipona; año 397: Concilio de Cartago).
6. - Por lo que se refiere al Antiguo Testamento, la Iglesia escogió la edición que se hizo fuera de Palestina, tomando la traducción al griego (versión de los Setenta) de la edición hecha en Palestina en hebreo y añadiendo siete libros escritos originalmente fuera de Palestina en griego. Es la edición que utilizaron los apóstoles, al predicar fuera de Palestina.
7. - Si se perdiera la Biblia, la Iglesia Católica seguiría poseyendo toda la verdad enseñada por Cristo y que hasta la fecha ha transmitido fielmente, como hizo antes que se escribiera el Nuevo Testamento.
8. - Por lo tanto, la Iglesia Católica es la madre de la Biblia y sólo ella tiene la capacidad para interpretarla correctamente.

Por todo esto, es un error aceptar la Biblia y rechazar o menospreciar la Iglesia Católica que le dio vida. Si se acepta la Biblia, tanto más se tiene que aceptar la autoridad de la Iglesia Católica que formó y reconoció el Nuevo Testamento como Palabra de Dios.

Es un absurdo querer poner la Biblia como autoridad suprema en el campo de la fe. Hay que reconocer que primero está Cristo, después la Iglesia y después la Biblia. Y no al revés. No haber entendido esto, ha causado muchas desviaciones, favoreciendo el indiferentismo religioso.