Es (era) un filósofo madrileño. La verdad es que sé poco sobre él, pero he de reconocer que lo poco que he leído de su obra (trabajos y artículos acerca de la prudencia política y acerca de Louis de Bonald) está bastante bien. Parece ser que fue uno de los pocos filósofos que se atrevió a contestar a las insensateces del "humanismo integral" que empezó a predicar Maritain cuando se volvió loco en su segunda etapa intelectual.
Hace pocos años la revista VERBO publicó unos artículos suyos con motivo del XXX aniversario de su fallecimiento.
Aquí le dejo la necrológica que D. Antonio Millán-Puelles escribió en ABC.
También le dejo la que escribió Álvaro D´Ors.
LEOPOLDO-EULOGIO PALACIOS
(1912-1981)
ALVARO D'ORS
El 22 de noviembre de 1981 ha muerto uno de los pensadores españoles más destacados de nuestra generación: Leopoldo-Eulogio Palacios Rodríguez. Nos unía una vieja amistad de juventud, que, a pesar de la prolongada distancia geográfica en que discurrieron después nuestras vidas, pudo mantenerse, y consolidarse por una profunda afinidad en la ideas. Este es el motivo de que la Dirección de esta Revista, al punto de ir a aparecer este número, me haya pedido improvisar esta rápida noticia, en espera de que en un número futuro pueda alguien hacer una reseña más cumplida de lo que ha significado para la historia de nuestro pensamiento filosófico la obra de este universitario y académico (de la Academia de Ciencias Morales y Políticas).
Palacios nació en Madrid el 31 de enero de 1912. Cursamos estudios de Bachillerato en el Instituto-Escuela, y de allí procede nuestra amistad; coincidimos después en la Facultad de Filosofía y Letras —en la época del Decano García Morente—-, aunque él cursaba Filosofía y yo Filología Clásica; a la misma Facultad vino a estudiar Carmen García Parra, antigua compañera también del mismo Instituto y persona excepcionalmente dotada de todas las virtudes, en la que él encontró la esposa ideal, que supo hacer posible, amable y fecunda su existencia intelectual por excelencia.
El temperamento meditabundo de Palacios se había manifestado ya desde su juventud, así como dio él también pronto pruebas de su talento literario, y de una gran sensibilidad poética. En 1944 ganó la cátedra de Lógica de la entonces Universidad Central, y esto le permitió permanecer para siempre en Madrid, en tanto yo había emprendido ya un rumbo provincial. Su primer libro, sobre La Prudencia Política (1945), es una joya literaria, a la vez que un estudio profundo y clásico; aclara allí Palacios, con singular clarividencia, cómo la Política, en su más esencial sentido, es ante todo una manifestación de la virtud cardinal de la Prudencia, y a esa lección suya debo yo el haber incluido la Ciencia Política, junto a la Jurisprudencia, en el grupo de las ciencias humanísticas «prudenciales», presididas por la Etica. Poco después, aparece otro libro suyo sobre El mito de la Nueva Cristiandad (1951), en el que, siguiendo la línea de DE KONICK, hace una severa pero acertada crítica del «Humanismo cristiano» de MARITAIN, una obra, aquella suya, que también tuvo en mí una poderosa influencia. La orientación general de su enseñanza universitaria puede encontrarse principalmente en su libro titulado Filosofía del Saber (1962).
Palacios supo acomodar también su magisterio al nivel de los que van a iniciarse en el estudio universitario, como puede verse en su colaboración —Sobre la Persona humana: tema XVIII, páginas 477-499— en el libro colectivo La Filosofía en el B.U.P. (1977). Pese a la aparente modestia de esta publicación escolar, esas páginas de Palacios son, en mi opinión, cuanto mejor se ha escrito sobre el concepto de persona; se encontrará allí un criterio muy claro y fundado para detectar el equívoco de los llamados «derechos humanos», que si se pretende atribuir a la naturaleza y no a la persona, no pueden entenderse como realmente «derechos»; en efecto, lo que con «derechos humanos» se quiere realmente formular son los deberes naturales de las personas. Esta posición de Palacios es congruente con aquella su primera crítica del individualismo personalista de MARITAIN, y con un pensamiento católico tradicional que ha tenido varias ocasiones de brillar en sus escritos.
El día que se haga un análisis justo de las corrientes de pensamiento de la España de la segunda mitad del siglo XX, no podrá menos de destacarse el papel singular y principal que correspondió a Leopoldo-Eulogio Palacios. Ha dejado en el mundo intelectual español un hueco difícil de suplir.
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