Serie : Los Crímenes Rituales Judíos
Parte II : LOS ABOGADOS DE ISRAEL.
LOS NEGACIONISTAS DE LOS CRÍMENES RITUALES JUDÍOS.
Toda la argumentación de los negadores del CRIMEN RITUAL JUDÍO se encuentra en una opinión resumida en una fórmula: “¡es una estúpida leyenda!”
Para no hacer las cosas tan simples tomaremos encuenta, también, los alegados de refutación de los filosemitas. Si bien hay que notar que alcanzan menos a los hechos que a las prescripciones del Pentateuco y/o del Talmud. Y hay que reconocer, honestamente, que ahí los negacionistas de los crímenes están en un terreno que les es más favorable.
No porque dichas prescripciones puedan molestar la demostración de los crímenes, como analizaremos, sino porque, por una parte éstas pueden oponerse a aquéllas, y por otra que las enseñanzas talmúdicas OBLIGAN a los judíos bajo REGLAS ESTRICTAS aún cuando sus enseñanzas sean o parezcan CONTRADICTORIAS.
Este terreno erizado de obstáculos y barrancos es propicio a los escondites y emboscadas, el que eligen los que no confían, plenamente, en su causa y argumentos.
Por tanto, lo primero será llevar a estos individuos y sus argumentos a terreno llano y descubierto. Luego pasaremos por el tamiz los procedimientos críticos de los abogados de Israel, nos limitaremos a nuestra época y discutiremos solamente casos de crímenes rituales contemporáneos.
FRANZ DELITZSCH
Intentó refutar la obra: “El Judío Talmudista” de Rohling. La polémica duró varios años y se precisaría un volumen entero para analizarla.
Vilipendiado, injuriado, calumniado, Rohling había decidido depositar una demanda por difamación. Sus adversarios consideraron que habían triunfado al retirar aquel su demanda en las vísperas de los debates, pero están obligados a reconocer que Rohling sólo hizo dicho trámite ante el pedido del ministerio austríaco, y pensando en interés de la paz pública.
Una edición de Rohling que tengo a la vista, y que citaremos cuando lleguemos a las enseñazas talmúdicas, está presentada al público como sigue: “El Judío Talmudista. Resumen breve de las creencias y prácticas peligrosas de la judería. Presentado a la consideración de todos los cristianos por el Sr. Abate Augusto Rohling. Doctor en Teología y Filosofía, Profesor en la Universidad de Praga. Obra enteramente revisada y corregida por el Sr. Abate Maximiliano de Lamarque, doctor en Teología, canónico en Monte-Giuliano.
RECOMPENSA DE 10.000 FRANCOS AL QUE PUEDA PROBAR QUE UNA SOLA DE LAS CITAS DE ESTA OBRA ES FALSA”.
Hay que reconocer que la recompensa es bastante tentadora, incluso para los judíos, hace más de 125 años que espera un beneficiario.
Respecto a los errores que según Delitzsch y Bloch, reducirían a cero la obra de Rohling, veamos lo que dice su erudito revisor: “antes de publicar esta obra, quiero hacer la siguiente declaración:
Hace algunos años ya que apareción en Munster (Wetsfalia), una obra del Sr. abate Rohling, titulada “Der Talmud-Jude”.
El libro causó sensación, pero no gozó de una larga existencia. La judería, con su enorme poder puso toda su maquinaria en movimiento para provocar, por parte de las autoridades, su confiscación. Como motivo para tal acto de violencia se alegó que el libro contenía algunos errores, verdaderamente insignificantes.
Durante 10 años trabajé y estudié el libro a fondo, y tras haberlo vuelto hacer y corregirlo, de acuerdo a las fuentes, lo presento de nuevo a la atención del pueblo cristiano”.
Es decir, “errores insignificantes, de acuerdo a las fuentes”, según el abate Lamarque tras un estudio concienzudo de años e indagar las fuentes. Pruebas de más peso que las simples injurias de Franz Delitzsch y Joseph Bloch.
RENAN:
Incluimos a Renan entre los negadores del crimen ritual judío porque muchos negadores usan su afirmación en el Bulletin de l'Alliance, (1883, t. I, p. 31): “uno de los rasgos característicos de la religión israelita es la prohibición de usar sangre en la alimentación humana …”
Esta excelente precaución en una época inspiraba el respeto a la vida y fue conservada por el judaísmo con un escrúpulo extremo, aún en épocas y en estados de civilización donde no representa ás que una molestia. ¿Y se quiere que el israelita fervoroso, que moriría de hambre antes que comer un pedazo de carne no desangrado, se alimente con fruición de sangre en un festín religioso? ¡Es algo monstruosamente inepto!”
“Alimentarse de sangre, festín religioso”; falsas invenciones para las necesidades de una mala causa. ¿Qué tienen que ver prescripciones higiénicas, de las cuales los judíos ya no hacen caso alguno, qué relación hay entre la matanza de animales y un rito o simple asesinato realizados por ODIO A CRISTO Y SUS SEGUIDORES?
“Precaución excelente en ciertas épocas para inspirar el respeto a la vida” diece Renan. Y ahí está, que lo haya querido o no, una grave acusación contra los instintos de “la primera aristocracia del mundo”.
Al estudiar la constatación de esas tendencias de las prescripciones talmúdicas (enumeradas por el Sr. Plista) es difícil concluir con Renan por un simple y despreciativo epíteto que aunque es un procedimiento de discusión cómodo no es en absoluto probatorio.
En el caso de la acusación de la destrucción de Roma por los cristianos, Renan, no niega sospechar que fue obra de los judíos (Croix, 2 junio 1911, V. Charrier) en esta odiosa maquinación.
Por lo visto el Sr. Renan no adjudica siempre a los judíos el mismo horror a la efusión de sangre, dejando patente cuán vacilante es su crítica.
Nosotros no recusamos los testigos, simplemente discutimos sus testimonios.
TEODORO REINACH.
El Sr. Teodoro Reinach prologó el libro del Sr. Strack: “Le Sang et la Fausse Accusation de Meurte Rituel”.
En nuestro tiempo, no puede producirse ninguna manifestación del pensamiento sin la estampilla (CENSURA) de alguno de los tres hermanos Reinach. “Han llegado de Francfort del Maine especialmente para sacar el genio francés del caos y guiarlo hacia la luz”
El mayor, Joseph, está encargado de nuestra Historia de ayer, ver la de mañana.
Teodoro tritura la Historia Antigua, vela sobre nuestro idioma,
Salomón, modestamente se dedicó a la guardia y enriquecimiento de nuestro tesoro artístico.
Es la omnisciencia en tres personas.
Pero en el examen se encuentran desechos.
Joseph escribió una Historia del asunto Dreyfus. Resulta que Henri Dutrait-Crozon precisó varios volúmenes simplemente para meniconar los “errores” y las “falsedades” en que incurrió Joseph.
Y al hablar de la ciencia y consciencia de Teodoro y Salomón, basta recordar la historia de la tiara de Saitapharnés. Para Salomon era una enojosa recidiva.
Hace tiempo pretendió haber descubierto e imponer a la admiración francesa una estatuilla de Baroussé-Roussé pero sería llamado al orden por el historiador francés, el Sr. G. de Mortillet, ante la Sociedad de Antropología.
El sistema de discusión, habitual en los judíos, especialmente en los hermanos Reinach, es: “Si Uds. no están de acuerdo conmigo, son unos imbéciles y hombres de mala fe”. Se volverá a encontrar el “argumento” en Teodoro cuando trate el Crimen Ritual.
Entre otros “errores” el Sr. Reinach en una sola nota del prólogo (pags. XX, XXI, y XXII) comete dos errores que legítimamente pueden considerarse falsedades al hablar del crimen de Damasco (asesinato ritual judío del Padre Tomás y su sirviente) Reinach parece colocar su refutación bajo la autoridad del Sr. Thiers al escribir: “los cónsules de las distintas potencias europeas tuvieron opiniones difetentes en este asunto, unos dejaron hacer favoreciendo a las autoridades egipcias; pero el representante de Austria protestó enérgicamente contra los medios violentos usados en el hallazgo de la verdad y reclamó una instrucción criminal más acorde al siglo XIX” (el ministro de Relaciones Exteriores de Francia, el Sr. Thiers, anunció que ordenaría ir a un vicecónsul a Oriente para enterarse del caso).
El Cónsul de Francia en Damasco había resistido hasta el final los argumentos judíos, era uno de los muchos para quienes el aseinato y el crimen ritual eran pertinentes.
Pero Reinach da a entender que el Sr. Thiers desconfía del representante y sospecha de su lealtad por lo que envía a otro funcionario y estar más informado.
En oposición a este “error” hay documentos oficiales: “... El superior diplomático del Cónsul de Damasco, el Sr. Cochelet, Cónsul de Egipto, se pronunció en favor del Cónsul de Damasco ¿Debo sacrificar al Cònsul de Damasco y al de Egipto por una aserción del Cónsul de Austria?
… Nunca sostendré a los agentes franceses en contra de los agentes extranjeros poque sí, pero hasta que sus faltas sean demostradas, cuanto más sean atacados por los agentes extranjeros más los sostendré. Creo que en esta circunstancia estoy más enterado sobre la verdad que ninguno de Uds. se han traducido y estudiado con cuidado las actas de la justicia turca.
La opinión del Cónsul inglés es favorable a la del Cónsul francés como se me informa desde Londres …
Y que los israelitas son más poderosos en el mundo de lo que pretenden ser y en este momento están haciendo reclamaciones ante TODAS las Cancillerías Extranjeras, con un celo y ardor extraordinario en los trámites …
Nuestro Cónsul sólo tiene apoyo en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia …”
Al comparar el texto oficial con la alegación del Sr. Reinach se ve cómo hay que calificar dicha alegación y lo que vale la causa defendida de esa forma.
La propia nota del Sr. Reinach, comenzaba así: “Se sabe que el juicio del tribunal árabe fue anulado por Méhémet-Alí (el Jedive) ...”
Cuando el documento oficial, el decreto del Jedive dice: “por lo expuesto y por el pedido de los Sres. Montefiore y Crémieux que se han acercado a nosotros como delegados de todos los europeos que profesan la religión de Moisés, hemos reconocido que desean la puesta en libertad y la seguridad para los judíos detenidos así como para los que han huído a causa del examen del asunto del Padre Tomás, monje, desaparecido en Damasco … y su sirviente Ibrahim.
Y como forman parte de una tan numrosa población, no sería conveniente rechazar su petición, por lo que ordenamos que se ponga en libertad a los prisioneros judíos, y se de seguridad a los fugitivos para su retorno ...”
Mehemet-Alí no anula el juicio sino que además se guarda muy bien de dejar claro que se pudiera creer en la inocencia de los judíos condenados tras confesar el crimen.
Crítico e historiador, el Sr. Reinach queda juzgado también.
Como todos los negadores de los crímenes rituales, el Sr. Teodoro Reinach hace gran caso de las Bulas pontificias y cita: “... al lado de estos testimonios venidos de tan alto …” escribe a continuación de las mismas.
Lo que no le impide, al hablar de San Simón y del bienaventurado Andrés: “acerca de esos casos, Gaganeli no estaba libre, ya que decisiones pontificales habían reconocido los dos pretendidos mártires, Simón y Andrés”.
Es decir, se coloca bajo la autoridad que le parece indiscutible en unas ocasiones, pero la niega en otras.
H. L. STRACK.
Es el autor, protestante, del libro: “Sang et la Fausse Accusation de Meurte Rituel”, el mejor libro sobre la cuestión según el Sr. abate Vacandard.
En primer lugar, el autor colocó el libro bajo el patronazgo del Sr. Teodoro Reinach y cuando precisó obtener información sobre el crimen de Acuta, se dirigió al Dr. Samuel Kohn (del que es, razonablemente, pausible dudar de su imparcialidad).
Al abrir la obra sale una oleada de epítetos injuriosos sobre Rohling, Desportes y el Osservatore.
Strack se ufana en reducir a cero la lista de 154 crímenes rituales, sin embargo, sólo comentó media docena de ellos, no los enumera todos, y pasa muy rápidamente sobre uno de los crímenes rituales modernos que mejor pueden establecerse, el de Tiesza-Esslar.
En la mayoría de veces su trabajo se limita a encontrar, en los trabajos de Desportes o del Osservatore, un error de fecha, o una falta ortográfica en una localidad extranjera, cuando todos sabemos la dificultad para ponerse de acuerdo en cómo deben escribirse en francés las localidades extranjeras.
El Sr. Strack pretende que se ha cometido un error al escribir Londres en vez de London, con esa base invalidaría todo el caso del crimen, sus testimonios y documentos.
Hablando de Desportes y del Ossevatore, el Sr. Strack escribe (pg. 206): “En el caso nº 102, escriben Orkul, en Hungría, en lugar de Orkuta” pero resulta que el propio Sr. Strack, tan sólo 25 páginas más adelante escribe: “el asunto nº 102 sucedió en Acuta, Hungría”. Esto es coherencia, es decir, ver la paja en ojo ajeno y no saber de la viga propia.
Y sobre los mismos autores escribe (pg. 205): “Caso nº 103. Coloca a Thorn (Prusia Oriental) en la provincia de Lieja, copiando así otra errata de Desportes”
Pero el Thorn en cuestión está en Linburgo (Holanda), lugar que Prusia aún no ha anexionado, que sepamos.
Strack escribe (pg. 176): “acuso aquí, públicamente al canónigo y profesor imperial y real austríaco, Augusto Rohling de perjurio y de falsedades groseras”, palabras de grueso calibre que resumen una acusación concreta, sólo queda probarla.
Y es ahí, donde Strack parece tan molesto donde se precisa una tenaz voluntad para poder seguirlo en sus inducciones y deducciones, veamos, dice Strack: “declaro que Augusto Rohling dio numerosas pruebas de su crasa ignorancia en los juicios que hizo sobre la religión y literatura judías; añado que las abundantes citas de laliteratura talmúdica y rabínica que deslumbran al profano, fueron copiadas, de la obra de Eisenmenger: “El Judaísmo al Descubierto” y en parte le fueron indicadas por otros, principalmente por Aaron Brimann”.
De ser así, serán Eisenmenger y Aaron Brimann los convictos de falsos testimonios.
En la pg. 170, Strack, previene: “ni el celo de los iniciados entre los polemistas cristianos, ni la mirada agudizada por el odio de los renegados judíos, ansiosos de probar su adhesión a la nueva religión por medio de un odio fanático hacia los judíos, han podido, en estos escritos, descubrir algo que probara o confirmara la acusación del crimen ritual”.
Bien, pero entonces ¿por qué ensañarse contra el pretendido colaborador de Rohling: Aaron Brimann?
Sería mucho más convincente cualquier mínima prueba de falsedad que tanta acusación sin ella.
Strack dice que “en el libro de Eisenmenger: “El Judaísmo al Descubierto”, no se da una imagen exacta del judío fiel al Talmud, porque el autor se coloca en un punto de vista simplsita en la elección de sus citas ...”
Pero una cita es una cita, independientemenet del punto de vista del autor, y lo importante sería probar que las citas están disfrazadas si es que estamos hablando de falsedades.
Pero Strack continúa: “... y el lector está también en posición de ejercer un cierto control, ya que Eisenmenger siemrpe da el texto hebreo o arameo y frecuentemetne reproduce largos pasajes”
O no sabemos leer o el párrafo anterior es un homenaje a la conciencia de Eisenmenger. No podemos rendir homenaje a Strack que en tales condiciones sólo reconoce al lector un cierto control. Si Eisenmenger se mostró tan concienzudo ¿Cuál es el reproche hacia su copista, Rohling?
Strack, acusador vehemente, tenía el deber de suministrar, al menos una sola cita de Rohling para compararla con el texto de Eisenmenger para añadir su contexto y probar, de haberla su alteración, pero no lo hizo ¿por qué?
Strack, sin embargo, intenta refutar una cita apoyándose en un texto en hebreo (pasaje de Babilonia del Talmud) posiblemente la única cuerda para el arco de nuestros contradictores. Strack traduce:
“Cuando un hombre muere dejando un hijo menor a sumadre y que los hermanos herederos del padre dicen: que se críe con nosotros, mientas que la madre objeta: que se críe conmigo, hay que dejarlo a su madre y no a sus herederos naturales. Ya que podría suceder (de cacuerdo a los precedentes citados en el Bera-Koth 2 a) que lo degüellen la víspera de Pascua (14 visani) , el 15 siendo día de Pascua”.
Hay que reconoce que Strack acusa a alguien de intención fraudulenta. Pero si relee la carta del Sr. Gran Rabino Zadoc-Kahn donde se cita el pasaje, en lugar de “ya que podría suceder” se leerá, sorprendentemente: “ya que sucedió una vez”.
El Sr. Strack seguramente no quería apuntar hacia el difunto Gran Rabino, pero es a él a quien alcanza su crítica aunque trate de establecer que es un único antecedente, de un caso único.
Para una vez que nuestros contradictores intentan una refutación apoyada en un texto, no tienen suerte.
En otro lado, Strack (pg. 182) reprocha a Rohling haber publicado “La Cuestión Judía y la Opinión Pública” bajo el nombre del abate Dr. Clemens Víctor. ¡Qué importa! (y lo dicen los eternos usadores de nombres falsos y alias) Lo importante es demostrar que esa publicación de Rohling contiene falsedades y justifiquen la acusación del Sr. Strack.
Lo cierto es que la publicación de Victor exibe un extenso conocimiento de la literatura judía, y muy probablemente no sea obra de Rohling, sino de un converso (probablemente Brimann) por lo que Rohling tendría derecho a negar ser su autor.
Si fue Brimann el autor de la obra firmada por Victor ¿Por qué Strack acusa a Rohling de ocultarse bajo un seudónimo?
Y si realmente fue Rohling el autor porqué acusa, Strack, en otro lado, de ignorancia crasa y falsedades groseras al escritor al que ahora adjudica un conocimiento extenso sobre literatura judía?
Tales contradicciones bastan para condenar la causa que pretende defender Strack.
Pero Strack no aporta argumentación, datos, ni nada sólido en que cimentar tanta acusación e improperio.
Excepto tal vez una nota, pg. 177, en que sobre Eisenmenger dice: “espero poder exponer en detalle mi opinión sobre Eisenmenger en una próxima ocasión”, entonces ¿para qué escribió una obra de 400 páginas?
Es hora de analizar las pruebas que bastan para formar la convicción del Sr. Strack, es ésta: “si existiese un dogma cualquiera, prescribiendo el empleo de sangre cristiana, nadie se privaría y forzosamente se vertería todos los años”
No creemos que ningún autor haya pretendido jamás decir que en los ázimos pascuales debía contenerse, necesariamente, sangre cristiana ni que existieran prescripciones formales y explícitas, ni que los judíos del mundo entero sean adictos a esas abominables prácticas.
Lo que se dijo, y dice, es que los judíos podrían haber interpretado e interpretar, y de hecho lo han hecho así, ciertas prescripciones talmúdicas basándose en la tradicción oral.
La extraña amplificación de Strack no justifica su inmediata deducción de que el sacrificio humano sea necesario cada año. Pero sí tenemos derecho a CALIFICAR COMO CRÍMENES RITUALES A TODOS LOS ASESINATOS CUMPLIDOS POR AMOR HACIA CRISTO.
Sigue Strack: “Entonces se debió haber registrado, sobre todo en los últimos cien años, en Europa donde los judíos viven dispersos entre la población, un considerable número de casos apoyados sobre pruebas irrefutables. Pero esas pruebas faltan.
La acusación debió formularse por todos lados. Debía encontrarse dicha acusación en todos los siglos desde la fundación de la religión cristiana, al menos desde que fue dominante en el Imperio Romano.
Y bien, esta acusación no aparece en ningún lugar, ni en ningún tiempo”.
Strack pasa revista, el mismo, a una larga serie de acusaciones producidas en todas las épocas y en todos los lugares. Lo único que le falta al Sr. Strack es ser acusado de error por su propio prologuista el Sr. Teodoro Reinach.
Sobre la oferta de 10.000 francos hecha por el Osservatore Romano a quien encontrara errores, el Sr. Reinach dice en nota de la pg. XVIII: “uno de los árbitros designados por el Osservatores era el jesuíta romano C.A. De Cara, al que atribuye por error (aunque bajo reservas) artículos publicados en 1881 y 1882 en la Civilta Cattolica. Puedo decir que Cara es un investigador amigo del autor y completamente extraño a tales artículos y las maniobras del Osservatore”.
Es decir, el Sr. Strack recusa como juez (por estar prevenido contra él) a un investigador amigo de su prologuista Teodoro Reinach.
Es tiempo de dejar al Sr. Strack en compañía de otro yerro y para que se ponga de acuerdo con el autor de su prólogo, con el Gran Rabino Sr. Zadoc-Kahn y consigo mismo.
EL ABATE VACANDARD.
Este negacionista merece una consideración especial, es sacerdote, tiene cierta reputación y es el último en llegar al coro contradictor de los negadores del crimen ritual judío. ¿Usará un método científico serio, algo más que denegaciones o descalificaciones sin más?
En agosto 1911, el Sr. abate Vacandard, de la diócesis de Rouem, publicó un estudio sobre La Question Du Meurtre Rituel Chez les Juifs, que recogió la Revue du Clergé Française.
Muy juiciosamente considerando el hábito que lleva colocó, de alguna manera, el estudio bajo el patronazgo de Monsechor Duchesne.
Cita en forma de epígrafe este pasaje de la Historia antigua de la Iglesia, que extrae de una carta de lector: “La tontería humana que las mantiene (las calumnias de inspiración religiosa) es inexpugnable. ¿No vemos renacer en cada instante y erigirse contra los judíos la estúpida acusación de asesinato ritual?”
“Odiosa y estúpida leyenda”, “estúpida acusación”: el matiz apenas es perceptible y aunque esta opinión emana de un tan alto personaje, exigimos otra cosa antes de caer muertos.
Historiador, Monseñor Duchesne procede de la libre discusión, y el Sr. Vacandard invoca un autor que tuvo escaramuzas con la Congregación del Index. El Sr. Vacandard marcha por la senda de Monseñor Duchesne.
En un opúsculo nos pone en guardia contra los precedentes críticos del Sr. abate Vacandard. Se titula: “Apostolicité des Eglises de Provence. Lettre Ouverte à M.L'abble Vacandard”, en él se lee: “... Ud. ignora que se ha respondido, hace ya largo tiempo, y victoriosamente, al opúsculo que Ud. produce un poco ingenuamente, como el juicio de la historia.
Ud. ignora la obra concienzuda y muy bien documentada del Sr. abate Berenguer, cura de San Víctor en Marsella: “Les Traditions Provençales, Réponses aux Arguments de M.l'abblé Duchesne” (Marsella, 1904), … donde se devela, una tras otra, todas las faltas a la verdad dadas por un adversario que sigue paso a paso, y al cual no deja en pie ninguna de las alegaciones equivocadas, oponiendo a inducciones precipitadas, los textos, los monumentos, las certezas, objetivas irresistibles: argumentación perentoria a la cual los maestros de la crítica de esta escuela, o no contestan porque se creen por encima de todo, o se esconden detrás de consideraciones desdeñosas como: apócrifos, son los textos; fraudulentos, los hechos que nos condenan, etc.
Ud. ignora, también, Sr. abate, las notas u observaciones tan finas, tan llenas de sentido del humor, con una impecable dialéctica y un espíritu bien francés del Sr. abate Marbot, antiguo Vicario General de Aix, provenzal por adopción y de corazón, originario de la Martinica … Y tantos otros … ¡Cuánto ignora sobre estas materias, donde, sin embargo, opina tan prontamente!”
Dice, por ejemplo, que los tres escritos de Vezelay son del XI, pero no existe ningún manuscrito de Vezelay de esas fechas, los más antiguos son de la segunda mitad del XII. El aserto es del Sr. Paul Meyer, miembro del Instituto; seguramente no recusará Ud. su testimonio …
Y tras varias rectifaciones más, ésto:
Se encuentra, a fin, esta frase tomada en préstamo como el resto a su Maestro, ya que es su único criterio: “La Cripta de San Maximino no es otra cosa que la sepultura de una familia galo-romana del V o VI. Una sepultura del mismo estilo se encontraba en la Gayole, cerca de Brignoles, no lejos de San Maximino”.
¡Es extraño que esté tan poco al corriente de lo que se publica, aún en el Officiel! (31 marzo 1910): Reunión de las Sociedades Científicas en la Soborna, Comunicación del abate Sr. Chaillan.
Sepa que la tumba de la Gayole data del final del I, a más tardar inicios del II. Es la decisión formal de los señores de Rossi, Edmundo le Blant, y Camilo Jullian, del Instituto.
Cayó en la trampa que siempre, in verbo magistri, Ud. nos tendía …
Resulta que el Sr. Vacandard demostró ser: ligero, imprudente, falto de documentación, críticio negativo, … y ¿debía ser el Sr. Vacandard uno denuestros adversarios en el debate del crimen ritual judío?
L'Ami du Clergé, (29 agosto 1912) hizo un análisis del estudio del Sr. Vacandard sobre el crimen ritual judío, y allí también, en forma muy mesurada, se le reprocha su ligereza y la audacia de sus declaraciones.
Esta nota de la publicación, de la que el Sr. Vacandard no recusará la autoridad, relativa a los pequeños mártires Andrés y Simón:
“El Sr. Vacandard hace mención en varias oportunidades, de los milagros realizados por estas víctimas de los judíos, pero está claro que no le inspiran una excesiva devoción.
A propósito del Bienaventurado Lorenzino de Valrovina, encontrado muerto en 5 abril de 1485, dice: “Como hizo milagros, se sacó en conclusión que lo habían matado los judíos”.
Para el Binaventurado Andrés, otro niño inmolado en 1462 en Rinn, (Tirol), no se encuentran documentos escritos antes del XVII (antes de 1619) por lo tanto ¡leyenda!. La madre había hecho inhumar tranquilamente al niño, pero he aquí que empiezan a estallar los milagros “sobre su tumba ignorada: esos milagros, dice Desportes, dieron que pensar al pueblo. Cuando en 1475 se supo que el niño inmolado por los judíos deTrento era honrado allí en calidad de mártir, se pensó en venerar en culto público, la memoria del pequeño Andrés …
Los milagros recompensaron la fe de los fieles “tal es la leyenda según Vacandard”.
El Sr. Vacandard nota, en la pag. 353, que “la beatificación no compromete la infabilidad de los pontífices romanos”; sin duda, sin embargo guarda su valor que es considerable, aún desde el punto de vista de la crítica histórica. En la pag. 351 dice: “que la inscripción en el Martirologio romano no tiene más valor que la que puede darle el compalidor del Martirologio”, a eso llamamos ir rápido en materia de ejecución.
¿Sería excesivo juzgar como prematuras y un poco audaces estas deducciones de un sacerdote?
Guardémonos de toda prevención, de todo juicio temerario y veamos el estudio del Sr. Vacandard de quien la Revue du Clergé Française nos ofrece el texto.
Pag. 303: “en definitiva, el libro que nos ofrece con más autoridad un historial completo aunque sumario, del Prejuicio de Sangre a través de los años, es la obra de un sabio cristiano (protestante), el Dr. Strack, profesor de Teología de la Universidad de Berlín”.
Es interesante notar que este sacerdote, “crítico negacionista”, va a buscar su inspiración en un protestante, negador por esencia.
Y ya sabemos la “autoridad” del método “crítico” del Sr. Strack. Tanto que veremos como cae en las mismas afirmaciones que su gía.
Dirá (pag. 320): “que ni un solo crimen ritual fue establecido jurídicamente, en tanto que Teodoro Reinach confiesa una condena a muerte, olvidando las múltiples condenas de Damasco” que un decreto de gracia no sabría borrar y tantas otras como mencionaremos.
Dirá que “las confesiones de los criminales judíos pierden todo su valor por el hecho de conseguirse bajo tortura”, olvidando que en Damasco, principalmente, estas confesiones guiaron las búsquedas y llevaron al descubrimiento de restos de víctimas y añadiendo mil precisiones verificadas in situ y reconocidas como exactas, sobre el crimen, precisiones que ninguna tortura podría haber hecho inventar a un inocente. También olvida que algunos acusados confesaron crímenes anteriores por los cuales no estaban encausados y del cual los autores no habían podido ser descubiertos.
(pag. 446) Invoca testimonio de Strack: “en realidad, todos los judíos conversos que conocen a fondo los usos rabínicos, son unánimes al negar la práctica del asesinato ritual”
Pero, no obstante, es sabido que Strack acusa a dos judíos conversos de haber documentado a Rohling.
Nosotros mismos tenemos que invocar el testimonio de judíos conversos. Aquí el sacerdote autor, habalndo del crimen de Trento, cuya víctima, el pequeño Simón, fue beatificado por la Iglesia.
Allí se revelan en todo su esplendor, las tendencias y el sentido crítico del Sr. abate Vacandard.
(pag. 439): “el 20 de junio de 1478, Sixto IV declar que tomando el proceso en sí mismo, se lo podía considerar como rite factum. Solamente rehusó a autrorizar el culto del pequeño Simón y recomendó al obispo no perseguir más en uninguna forma a los judíos, no impidiéndoles tampoco sus ritos. Algunos vieron en esta advertencia una prueba de que el Papa no creía en la culpabilidad de los judíos de Trento”
¿Qué parece querer probar el autor?
1º.- que el Papa censuró al obispo de Trento que instruía el proceso, ya que lo invitó a cesar en la persecución.
2º.- que el Papa, negándose a autorizar el culto, estaba en oposicón al Papa Sixto V que ratificó el culto.
Pero,
Primero: Sixto IV censuró tanto al obispo de Trento que (como dice Desportes) aprobó la conducta del obispo en un Breve pontificio en donde declara que todo fue hecho rite et recte (Bula 12 de las calendas de Julio de 1.478), lo que reconoce hasta Vacandard.
Segundo: Sixto IV se opone tan poco a Sixto V que es el propio Sixto IV “... quien ordena la instrucción del proceso de canonización destinando para esta instrucción a tres cardenales y dos obispos” según la Bula (de 1.480).
El Sr. Vacandard no podía ignorar estos ellos, entonces ¿por qué los silencia? ¿no extraña que hayan de litigarse estas causas ante un sacerdote?
Pero qué debe esperarse de un autor que hablando de la crucifixión del pequeño Hugo, en Lincoln, crimen confesado por el judío Copinus que declaró que cada año, SIEMPRE QUE FUESE POSIBLE, LOS JUDÍOS CRUCIFICABAN UN NIÑO POR ODIO Y DESPRECIO HACIA JESÚS, de un autor que concluye, rápidamente, “La autenticidad de esta perversidad pudiendo ser comprobada, no encuentro que sea una cuestión de asesinato ritual”.
Contra este crimen de Lincoln no hay más protesta que la del Sr. Vacandard. NINGUNA otra. Crimen en que el culpable principal confiesa y Vacandard escribe: “la autenticidad de esta perversidad pudiendno ser comprobada ...”
Y al informar que el judío Copinus y algunos de sus cómplices fueron ejecutados, el Sr. Vacandard añade: “algunos sufrieron solamente los horrores de la cárcel”. ¿Acaso no debería Vacandard reservar su piedad para la víctima?
¡Y estos son los que nos reprochan no ser objetivos!. Pero Vacandard aún va más lejos.
Hablando del pequeño Andrés de Rynn, beatificado por la Iglesia por los milagros que se produjeron sobre su tumba y por haber sido martirizado hasta la muerte por el odio judío hacia Cristo, el Sr. Vacandard dice tras reproducir el relato de Desportes: “Tal es la leyenda. ¿Hubo un niño asesinado en Rynn? Se puede admitir tal cosa sin por eso estar seguro que el crimen fuera cometido por los judíos”.
El celo de los abogados negacionistas les hace perder frecuentemente todo sentido de la mesura.
Este prólogo sólo quería esclarecer las posiciones propias y establecer que ninguno de nuestros contradictores podía seguir fríamente los hechos y los textos a los que únicamente pueden, o saben, oponernos epítetos injuriosos, argucias y las más injustificables recusaciones.
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