SEMANA SANTA EN SANTA CRUZ DE LA PALMA
José Guillermo Rodríguez Escudero
Considerada como una de las más bellas y elegantes del Archipiélago Canario, nuestra Semana Santa, hecho sociocultural de primer orden, es de las únicas que guardan escrupulosamente la sucesión cronológica de acontecimientos de la Pasión y Muerte de Cristo. Así pues, los pasos que van desfilando por sus calles, van mostrando los sucesos como los cuentan las Sagradas Escrituras, y siempre por ese orden.
- VIA CRUCIS
Las procesiones comienzan con dos Via Crucis: El Stmo. Cristo de las Siete Palabras (de la Parroquia de El Salvador) obra de Marcelo Gómez Rodríguez de Carmona de 1781 y de Ntra. Sra. de La Luz de la Pasión, obra reciente del imaginero palmero Pedro Miguel Rodríguez. Perdomo, desde la parroquia de San Francisco de Asís.
- VIERNES DE DOLORES
Otras tres tienen lugar el Viernes de Dolores, como antesala de la Semana Santa: preciosas vírgenes como la Dolorosa (1885) de la ermita del Santísimo Cristo del Planto, obra de José Aníbal Rodríguez Valcárcel. Está entronizada en el altar mayor, junto con el Cristo, San Juan y una bella Magdalena – de reminiscencias flamencas - en actitud penitente a los pies de la cruz. Este Cristo mexicano gozó de gran devoción entre los marinos de la Isla. Es de tamaño natural y representa a Jesucristo, llagado y cubierto de sangre, acorde con la estética expresionista indígena.
También desfila procesionalmente Ntra Sra de los Afligidos (del Santuario de Las Nieves). Fue tallada por un autor anónimo en el siglo XIX y comprada a un anticuario como Virgen de Belén. Sus ojos son de pasta vítrea y lleva talladas y policromadas sólo las partes visibles. La cubre un espléndido manto negro de terciopelo. Fue bendecida en marzo de 1980.
Por último Ntra. Sra. de Los Dolores (s. XVI), perteneciente al Calvario de El Salvador; valiosa y antigua talla de candelero de autor anónimo. Este hermoso Cristo fue denominado de “Los Mulatos”, ya que su Hermandad, creada en 1708, estaba compuesta mayoritariamente por “pardos libertos” o esclavos. Es el mayor de los crucificados que llegaron de Flandes a Canarias en el siglo XVI. Aparece ya documentado en el templo desde 1603.
A esta Virgen le acompaña su cofradía de Los Siete Dolores, damas vestidas de negro riguroso que portan magníficos rosarios Muchos de ellos tienen un valor incalculable: oro, platino, plata repujada, piedras preciosas, etc.
Para cerrar este apartado de la “Soledad de María”, es digno de mención el trabajo realizado todos estos años por el palmero Eddy Felipe Paz sobre las Vírgenes Dolorosas, como: “Pequeñas Dolorosas de la Escuela de Luján” y “Dolorosas de Vestir de la Escuela Catalana”, etc. En ambos casos se trata de un completo estudio sobre los tesoros escondidos en las casas particulares, una imaginería espléndida poco conocida; han sido una de tantas aportaciones al lujoso y detallado programa sobre la Semana Santa, que tan dignamente se lleva imprimiendo en los últimos años y que ha sido patrocinado por el Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma y por el Excmo. Cabildo de La Palma. La verdadera impulsora de este programa ha sido desde sus orígenes la Cofradía de Nuestro Señor del Huerto
En él sobresalen muchas fotografías en color de los pasos e imágenes, cofradías, y reportajes sobre nuestra bella Semana Santa, procesiones, itinerarios, historias, reflexiones… todo ello gracias a la colaboración de muchos palmeros que aman lo nuestro y lo defienden, que lo conocen y lo dan a conocer.
- DOMINGO DE RAMOS
Comenzamos el Domingo de Ramos con la Entrada de Jesús en Jerusalén. Desde la ermita de Ntra. Sra. de La Luz y de San Telmo (fundada a principios del siglo XVI y reconstruida entre 1675 y 1680 por la Cofradía de Mareantes), sale el popularmente conocido como el Señor de la Burrita, obra de mediados del siglo XX y cuya primera salida fue en 1968.
Es el más alegre de los pasos procesionales. Lo preceden cientos de niños acompañados de sus familias, agitando los palmitos y ramos de olivos mientras cantan jubilosos por las empedradas calles y cuestas de la capital hasta llegar a la Parroquia Matriz de El Salvador, donde se entroniza la efigie y comienza la Misa Solemne.
También en el Real Santuario de Ntra. Sra. de Las Nieves (Patrona de La Palma), desfila durante esa mañana un bello Cristo de pie –realmente un Sagrado Corazón que se le cambia de advocación– y que bendice con una mano mientras sujeta una palma con la otra. Es de autor anónimo de principios de siglo XX.
Otras procesiones se suceden en otras parroquias de la ciudad, pero sin imágenes. Como entre el Hospital de Dolores y la Parroquia de San Francisco de Asís, o entre la ermita del Planto y la Parroquia de La Encarnación… Desfiles de feligreses entonando apropiados cánticos y agitando las palmas en signo de alegría.
Ya por la noche, a las diez, y siguiendo la narración de la Biblia, sale en procesión desde San Francisco de Asís, el magnífico Cristo del Huerto, obra de Juan Abascal Fuentes (1969), acompañado por un ángel (obra de Nicolás de Las Casas Lorenzo del siglo XIX). Desde el año 2007 se incluyen en el estrenado y enorme trono las imágenes de tres Apóstoles dormidos (2007), obra del orotavense Jesús de León (hijo del desaparecido maestro Ezequiel).
El proceso de restauración fue descrito por Domingo Cabrera Benítez con gran profusión de detalles en el programa del año 2003. Tal y como refleja en sus apuntes, se ha recuperado así una de las piezas secundarias de nuestra Semana Santa, pero “no por ello menos digna de admiración”.
Independientemente del grado de religiosidad que tenga cada cual, el aspecto que muestra esta imagen de Jesús es sobrecogedor. Inteligentemente se encienden unos fanales en la base del trono y se ilumina el rostro y las manos con unos focos disimulados entre las ramas de olivo que lo adornan.
Curiosamente este paso no lleva flores naturales como los demás, a fin de simular el paisaje de un huerto. Lo acompaña un gran olivo recién cortado procedente del patio de la Orden Tercera Franciscana, que es divisado desde lejos, por las callejuelas del casco antiguo y cuyo movimiento sugiere que es el viento el que agita su copa.
Recordemos que todos los tronos de Santa Cruz de La Palma son cargados a hombros por cofrades encapuchados (la mayoría) y no con carros o similares, que, desde mi punto particular de vista, restan majestuosidad a los pasos. Para más “inri”, las andas son muy pesadas y la mayoría de los itinerarios recorren cuestas y calles empedradas resbaladizas.
Hay costaleros que parecen tan delgados, tan “debiluchos”… pero se transforman cuando se “disfrazan” y se sitúan bajo un paso. Es una transformación mágica y sorprendente. Es más importante el cariño a la tradición o a la promesa que algunas horas agotadoras.
La Cofradía de “Nuestro Señor del Huerto”, creada en 1987, se cubre con hábito rojo granate y capuchón beige, con cíngulo de soga de esparto. Su primera salida fue en 1969 y desde 1637 salía este paso con imaginería diferente a la actual, siendo sustituida en tres ocasiones.
Los portadores o costaleros tienen su origen en el s .XVII y no eran, como ocurría hasta hace apenas veinte años en Santa Cruz de La Palma, hermanos cofrades. Al contrario, entonces sí que recibían remuneración por su trabajo. Éste era generalmente menospreciado y considerado como mera fuerza bruta necesaria para soportar los pasos. Por suerte, su importancia se revalorizó a principios del siglo XX y han llegado a constituirse como auténticas cofradías de carácter penitencial.
A esta procesión le correspondía el motete In Monte Olivete (vulgarización de Olivarum). Quizás toque ya recuperarlo.
- LUNES SANTO
El Lunes Santo sale en procesión a las 22:00 pm el elegante y precioso Cristo del Perdón, obra de Fernando Estévez del Sacramento (primera mitad del siglo XIX). Sale en el mismo trono dorado junto con San Pedro Llorando (también del mismo autor, de 1822) y un pedestal con el gallo (delicada obra del polifacético artista palmero Aurelio Carmona López de finales del s. XIX).
Se cuenta que el imaginero orotavense estaba ultimando la talla cuando oyó una voz atronadora que le dijo: “¿Dónde me has visto que tan bien me has imitado?”.
Acompaña al paso, antiguamente llamado “La Procesión de los Niños”, la única cofradía de España que es simultáneamente: Masa Coral, Cofradía propia de Cargadores y banda de cornetas y tambores.
En el pasado, desde 1661 hasta 1866, lo hacía la extinta Cofradía de San Pedro, hoy llamada Cristo Preso y Lágrimas de San Pedro. Gracias a estos jóvenes que integran todas las hermandades, la Semana Santa palmera ha recuperado mucho de la majestuosidad de antaño. Un ejemplo de esto ha sido la misa solemne cantada por este coro durante la tarde de este día, recibiendo una crítica excelente.
Ya por la noche, los mismos jóvenes, cargaron al Cristo, portaron los faroles de la cofradía y también tocaron los tambores y cornetas.
Son dignos de mención: el ropaje de terciopelo y oro del Cristo, las ropas de San Pedro y el acabado del paso dorado: flores, focos, fanales… Es un paso francamente espectacular.
Si bien hasta 1968, las procesiones del Lunes y Martes Santo, partían desde sus templos en hora temprana (18:30 pm) los aires renovadores del 68 permitieron su traslado a las diez de la noche. El ilustre periodista palmero Ortega Abraham opinaba que si bien privaba a los chiquillos de una de sus tantas distracciones, redundaba en “beneficio de las dos razones que las hacen durar: devociones añejas y manifestaciones espectaculares”
- MARTES SANTO
El Martes Santo comienzan las procesiones en las que toman parte varios pasos.
Por la noche, puntualmente a las 22:00 pm, la puerta grande de la iglesia del antiguo convento de San Miguel de las Victorias- el que fuera durante siglos uno de los primeros conventos de Canarias, hoy conocida como Santo Domingo-, se abren para dar paso a la imagen del Cristo de La Columna de Andrés Falcón San José de mediados del s. XX. Es acompañado por la Cofradía de Cristo Preso y las Lágrimas de San Pedro y tras su trono, la magnífica y querida talla de Ntra Sra de la Esperanza, obra del mismo autor.
En la procesión, que tuvo su primera salida el 27 de marzo de 1956, también participa la Cofradía homónima de la Virgen.
Ambas imágenes salieron de los famosos talleres madrileños de Manuel Caderot, probablemente uno de los talleres de imaginería religiosa más reconocidos del país a mediados del s. XX.
En este templo podemos admirar, no sólo un excelente ejemplo del famoso retablo barroco palmero, de columnas salomónicas cubiertas de pan de oro, etc. sino unas magníficas imágenes, amén del denominado ejemplo más significativo de pintura flamenca del siglo XVI de todas Canarias, como el cuadro de “la Santa Cena“ de Ambrosius Francken y otras de Pourbus “el Viejo” (pintor de la reina Margarita de Austria), como “S. Juan Bautista” y “Santos Dominicos”...
Acompaña a esta Virgen la cofradía homónima que en el año 2003 estrenó capucha verde, en lugar de la toga beige de años anteriores. Es una hermandad penitencial femenina exclusivamente de Luz (portan faroles) y de vocación impúber, fundada el 14 de abril de 1992.
Cuando este Cristo llega cerca de la cárcel capitalina, se produce un momento de gran excitación. Aún se recuerda el un año en el que se oyó una saeta desde el interior de una celda, viéndose tan sólo la silueta del preso que la interpretaba. Se recuerda también cómo muchos lloraron.
La Virgen lleva un manto larguísimo y valioso de terciopelo verde.
Esta procesión recorre un largo itinerario por el casco antiguo y alto de la ciudad para luego bajar la escalinata de la “Cuesta Matías” (estrecha y pronunciada) hacia la Calle Real.
Es increíble cómo los cofrades miman, protegen, y a la vez, hacen un alarde de profesionalidad y fortaleza para que todos las imágenes retornen a sus templos sin incidencia alguna, y cómo éstas son balanceadas de un lado a otro, como si caminaran, como si se mecieran lenta y majestuosamente. Es digno de alabanza. ¡qué sería de nuestra Semana Santa sin ellos!.
Mientras que la espléndida banda de cornetas y tambores “Gayfa” acompaña al Divino Cautivo, imagen que corresponde con el segundo misterio doloroso del Sto. Rosario, “La Flagelación”, la insuperable Banda de Música “San Miguel” lo hace tras la Virgen, interpretando las marchas tradicionales que corresponden al día de la semana en el que se está.
Así, por ejemplo, marchas con nombres como “Santos Lugares” de Ricardo Dorado, “Sueño Eterno” de Teixidor, “Amor Eterno” de Alejandro Henríquez, “La Esperanza” de Tomás Padrón, y así un largo etcétera. J.J Rodríguez Lewis en sus magníficos apuntes sobre el “Martes Santo”, relaciona varias de estas composiciones y hace un recorrido detallado por lo que ha supuesto esta procesión en la historia de Santa Cruz.
- MIÉRCOLES SANTO
El Miércoles Santo es muy denso en cuanto a horas de procesión. Los tronos parecen como si pujaran por conseguir un premio al mejor adornado. Los arreglos florales son dignos de mención.
El magnífico y majestuoso Nazareno (1841) de Estévez del Sacramento sale en procesión desde Santo Domingo a las 1700 pm, acompañado de la Cofradía del Santo Encuentro y Las Lágrimas de San Pedro.
La túnica de terciopelo rojo bordada en oro que lo viste es la más valiosa de cuantas existen en Canarias, donada por el célebre mecenas palmero don Cristóbal Pérez Volcán, al igual que los cuatro ángeles que custodian al Nazareno, sobre el valioso y dorado trono de estilo rococó.
Unos minutos más tarde sale otra procesión de la misma iglesia, con diferente recorrido, con las imágenes de San Juan Evangelista (conocido por “San Juanito el Alcahuete”, del siglo XIX; obra de Manuel Hernández, conocido como “El Morenito”) y la Magna, una preciosa Dolorosa de Estévez del Sacramento, de 1841, una de las más hermosas Vírgenes de Canarias, cuya reputación ha sobrepasado incluso las fronteras insulares.
Un espectacular acabado en rostro y manos cuya dulzura ha sido fuente de inspiración de poetas. Incluso otros imagineros han tratado de copiarla.
El llamado “Punto en la Plaza” consiste en lo siguiente: El Nazareno se sitúa en la Plaza de España (antiguamente en otro lugar frente al Ayuntamiento), tras recorrer hacia arriba la Calle Real. Allí es localizado por San Juan. Éste se aproxima y hace tres reverencias. Rápidamente es trasladado hacia el sitio donde aguarda la Virgen (en El Puente). La “carrera” de San Juanito es tal, que algún año se le ha caído flores, velas e incluso su corona, ante la admiración de los presentes.
Por eso es llamado “el Alcahuete”: va corriendo a contar a la Virgen lo que ha visto y a quién ha visto. Luego regresa con la Dolorosa al encuentro de Jesús. Se forma un pasillo de capuchinos con capas de varios colores (es la única cofradía mixta de Santa Cruz) y se produce el Encuentro.
Antes era la Masa Coral la que entonaba el motete O Vos Omnes, mientras las imágenes “conversaban” y lentamente se balanceaban entre estandartes, cirios, cruces, olor a incienso y tañido triste de campanas. Es una lástima que ese instante tan cargado de emoción no se potencie. No podemos permitirnos el lujo de perder ni una sola tradición, ni un solo detalle.
Esta procesión, sin embargo, mantiene viva la costumbre de visitar más de un templo. Así, tras el encuentro, entran en El Salvador, donde se celebra una Eucaristía solemne y, varias horas más tarde, visitan el Hospital de Dolores.
Aparte de la mencionada Banda de música San Miguel, también toca la Agrupación de Cornetas y Tambores “Gayfa” de la misma capital. Es loable lo que estos jóvenes han hecho para perfeccionarse. Ha sido muy alabada su participación en la Semana Santa con muchas novedades que han enriquecido considerablemente la interpretación de las piezas musicales.
Otra procesión que sale esa tarde es la sobrecogedora talla de tamaño natural del siglo XVII, Nuestra Sra. de La Soledad en el Real Santuario Insular de Nuestra Sra. de Las Nieves. Una vez cedido el busto por una familia palmera que lo custodiaba, Ezequiel de León y Domínguez restauró el rostro y talló sus manos, que portan una muy bien trenzada corona de espinas. Está sobrevestida de lujosos ropajes de terciopelo azul y granate.
Otro encuentro se producirá sobre las 22:30 pm. Esta vez con otras imágenes que salen desde San Francisco, Ex Real Convento de la Inmaculada Concepción.
La venerada talla del Señor de la Caída (1752), precioso y valioso Cristo del imaginero sevillano Benito de Hita y Castillo (cuyo nombre aparece grabado en la espalda de este Nazareno).
En las últimas ediciones, ha estrenado un enorme trono al que se le ha colocado por fin los bellos faroles que antiguamente utilizaba en su recorrido procesional.
Se cuenta que, con el agua que era bañado antes de colocarlo en el trono, para limpiarlo del polvo, se llenaban botellas que se consideraban “benditas” por los feligreses.
Es sobrecogedora su expresión, su mirada de cristal, su boca entreabierta… un acabado formidable. Es una de las imágenes más importantes de la Semana Santa canaria.
También La Dolorosa (1866) de la Venerable Orden Tercera sobresale majestuosa entre un jardín de gladiolos y otras flores, cuyo porte es ensalzado con unos focos también disimulados entre el trono.
Hace unos años nos llevamos un gran susto los que presenciábamos esta procesión el Jueves Santo por la mañana ya que fue cancelada la noche anterior por lluvias abundantes. Justo cuando esta Virgen ascendía los peldaños de la escalinata de San Francisco, se partió la “espiga” o tornillo que la sujetaba al trono y cayó de espaldas contra el adoquinado del suelo. Fueron momentos de gran suspense y de enorme excitación. Por suerte la imagen no sufrió daños de consideración. El gran manto negro de terciopelo sirvió de amortiguador. Dicen que fue un “milagro” el que resultase ilesa la talla.
El San Juan Evangelista (1863) que también desfila esa noche es de Aurelio Carmona López. Sus vestiduras de terciopelo verde y rojo, hacen juego con las cuelgas que embellecen el trono y también su magnífica decoración floral. En la edición de 2007 se bendijo una nueva imagen del Evangelista, procedente de la gubia de Ezequiel de León, hijo, de La Orotava, que sustituyó al de Carmona en el desfile.
Por último, la imagen de La Verónica (s. XX, obra de Andrés Falcón San José), es acompañada por la Cofradía de los Niños y Niñas de Hosanna con otro itinerario diferente para que así se produzca su encuentro con el Cristo en la Cruz del Tercero (La Alameda) entre el silencio de la multitud.
Cuando La Verónica se inclina sobre el Señor de la Caída, un cofrade manipula la cuerda que hace dar la vuelta al paño blanco que porta la imagen y aparece la faz de Jesús, como si al haberle enjugado el sudor, se hubiera quedado impresa en sangre. Tras este instante, arrecian los tambores y el sonido espeluznante de las cadenas de los capuchinos.
Acompañan a la procesión también las Cofradías de La Pasión, Señor de La Caída, Niños y Niñas de Hosanna, Nuestro Señor del Huerto y Nuestra Sra.de Los Dolores.
Como narraba el profesor palmero Jesús Pérez Morera en el programa municipal, el origen de la escultura de este Cristo está relacionado con el hecho sacrílego que tuvo lugar el 29 de marzo de 1679, cuando una loca llamada María Ruiz arrojó sobre la imagen del Nazareno el Miércoles Santo, un vaso de inmundicia, suceso que conmovió profundamente a toda la ciudad. En 1685 la vivienda del sacrilegio fue adquirida por el capitán don Nicolás Massieu Vandale y Rantz, de quién la heredó su hija en 1706, doña María Josefa Massieu y Monteverde que fabricó en ella una ermita para “que en el mismo lugar en que se cometió la injuria sea el Señor continuamente glorificado y alabado”. Por ello, solicitó a su hermano, presidente de la Real Audiencia de Sevilla, una escultura de Nazareno, que es la que ahora veneramos en este día. Llegó, después de numerosas demoras e incidencias al muelle de Santa Cruz de La Palma el 19 de noviembre de 1753. Doña María se había quedado ciega en 1748 y no pudo contemplar la imagen de la ansiada escultura.
- JUEVES SANTO
El Jueves Santo ya se preparan los impresionantes Monumentos de todas las iglesias. Cuando finalizan los oficios solemnes, la Reserva de Dios es introducida en los sagrarios que previamente han sido ubicados en unos altares efímeros repletos de flores y candelabros de plata, cruces de oro, palios, tapices y baldaquinos de terciopelo y damasco, valiosas alfombras, olor a incienso y a cera de velas, etc. y comienzan las visitas a todos ellos.
La isla conserva - y más concretamente su capital,- uno de los conjuntos más completos en platería americana que existen en España, procedente de México, Cuba, Venezuela, Nueva Granada y Perú. Es ésta una ocasión ideal para limpiar la plata y mostrarla. Merece la pena acudir a los templos y admirar estas bellas obras de arte.
Es el día del Señor de la Piedra Fría, llamado “El Señor de La Palma”, la imagen más antigua de Canarias de la advocación de El Señor de la Humildad y la Paciencia. Es del siglo XVI y es una de las tallas más querida de toda la Isla.
Acuden a la procesión desde todos los lugares de la geografía palmera. Antiguamente, esta imagen, un Ecce Homo de procedencia americana, visitaba las iglesias de la ciudad en lo que se llamaba “la procesión de la sangre”, acto penitencial celebrado ya en 1751 y que debía su nombre a los disciplinantes que, vestidos con túnicas y capirote, flagelaban su cuerpo durante todo el recorrido.
Todas las cofradías de San Francisco la acompañan. La titular está compuesta por Señoras ataviadas con las bellas mantillas y con faroles encendidos que, junto a los que lleva el trono del Cristo, confieren una majestuosidad y espectacularidad que es digno de presenciar.
Una valiosa imagen de La Virgen de la Soledad (1733), obra del famoso escultor local Domingo Carmona, pone el broche de oro a la procesión. El artista quiso plasmar en este rostro el recuerdo de una madre que presenció aterrorizada la muerte de su hijo en un horno de cal de Breña Baja.
Últimamente esta Virgen era colocada en un flamante trono de baldaquino de plata – el de la Inmaculada - repujada y custodiada por sus cuatro antiguos angelitos custodios que portan los elementos de la Pasión. Hace algunas ediciones ha vuelto a recuperar su trono de siempre.
Ya en esta procesión, los tambores tienen la sordina de luto, que confiere un sonido solemne y que imprime aún más espectacularidad si cabe a la escena.
- VIERNES SANTO
Comienzan los actos del Viernes Santo con el Vía Crucis Procesional del Stmo. Cristo de las Siete Palabras (1781) de Marcelo Gómez Rodríguez de Carmona, ahora siendo portado sin andas por los capuchinos del Santo Sepulcro, de Cristo Preso y Lágrimas de San Pedro, y con la compañía de las Cofradías de La Esperanza y de Los Siete Dolores, y no en su gigantesco trono de madera en el que desfiló hace unas semanas, como pregón de Cuaresma. Esto sucede a las 7 de la mañana, aunque antiguamente lo hacía más temprano.
Más tarde, a las 9 de la mañana, La Virgen de Los Dolores, de riguroso manto de terciopelo negro y en pequeño trono adornado de calas blancas, asciende la pendiente que separa las iglesias de Ntra. Sra. de La Encarnación y la del Planto, desde donde había bajado el Viernes de Dolores.
Antes a las once de la mañana –en última edición a las diez y media- retumban de nuevo los tambores y cornetas anunciando la salida del magistral Calvario desde San Francisco.
El Crucificado (1968), obra de Ezequiel de León Domínguez, es acompañado en el mismo gran trono magníficamente decorado por otras dos tallas de tamaño natural: una Sta. María Magdalena, escultura de extraordinaria belleza que se presenta arrodillada y suplicante (s. XIX, de Estévez del Sacramento) y San Juan Evangelista (1863) de Aurelio Carmona, un polifacético y excepcional imaginero.
En otras andas, con una gran mandorla dorada, la sobrecogedora talla de Ntra. Sra. de la Soledad (1733) de Domingo Carmona. Lleva sus mejores joyas: topacios, azabaches, diamantes…Casi no ha habido tiempo de cambiarla desde el trono de plata de la noche anterior a las nuevas, a las de “toda la vida”, más acorde con su porte y antigüedad. Esto sucedía cuando usaba el baldaquino de plata en la víspera.
También ha tenido que cambiársele sus ropajes: el magnífico manto azul y la túnica roja, ambas de terciopelo, rematadas con encajes de oro, a otros completamente negros, también del mismo material.
Con anterioridad y desde el siglo XVI salía en procesión con imaginería diferente a la actual. Desde sus inicios y hasta principios del siglo XX, ésta estaba vinculada a la Noble Hermandad de la Vera Cruz y a la Cofradía de la Misericordia.
A las 13:00 pm se programa la salida de la magnífica talla flamenca de Ntra. Sra de la Piedad (s. XVI), desde la iglesia del Hospital de Dolores. Todo depende de la puntualidad con la que entre el Calvario en San Francisco. La gente corre para ver entrar a ésta y a ver salir a aquélla. También lo hacen los monaguillos con la Cruz Alta y los ciriales, la banda de música, etc.
Se forma entonces dos filas de sillas de ruedas y alguna que otra camilla, flanqueando el camino por el que pasará la Virgen tras su salida del templo. Cuando esto ocurra, todos los enfermos y ancianos aplauden y vitorean a La Piedad. Son unos instantes cargados de gran emotividad.
Se trata de una talla preciosa de autor anónimo del siglo XVI revestida de gran manto negro de terciopelo con una espléndida cruz de plata repujada a sus espaldas.
Durante el siglo XVIII salía acompañada de Los Siervos de Dolores. El año 2003 estrenó una nueva cofradía. Un gran número de jóvenes capuchinos sobrevestidos de negro riguroso precedía las andas con estandarte propio. Ha sido un gran acierto.
También el trono estrenó dos grandes candelabros de plata maciza repujada donados por el Excmo. Cabildo Insular de La Palma, que sobresalían del bonito arreglo floral de gladiolos blancos.
Es una representación iconográfica que advierte cierta desproporción entre el cuerpo de la Virgen y el de Jesús. Se supone que María rememora, según San Bernardino de Siena, la infancia de Cristo, pero ahora no es al Hijo dormido al que porta en sus brazos, sino al Hijo muerto.
El único paso de toda la Semana Santa de Santa Cruz de La Palma que rompe con la mencionada secuencia bíblica es el maravilloso grupo flamenco del Calvario del Stmo. Cristo del Amparo, que sale el Viernes por la tarde desde el Real Santuario. Procedentes de los Países Bajos meridionales- quizá de Malinas- y fechadas en el segundo tercio del s. XVI son las esculturas de autor anónimo que configuran el monumental calvario, constituido por el Cristo del Amparo, la Dolorosa y el San Juan Evangelista.
La efigie de Jesús está considerada como el mejor ejemplar de su estilo en Europa. Las tres esculturas están trabajadas en madera policromada y estofada y configuran el calvario flamenco más relevante de España.
Para quien contemple el panorama artístico que ofrece el Archipiélago Canario, constituye una inesperada sorpresa encontrar a cuatro mil kilómetros del norte de Europa, un cuantioso legado de arte llegado de Flandes a lo largo de los siglos XVI y XVII, no usual en otras regiones españolas- según el profesor Hernández Perera. Lo mismo cabe decir del espléndido legado andaluz y americano, derivado de las relaciones comerciales con Sevilla y las Indias.
Recordemos que el puerto de Santa Cruz de la Palma fue el más importante durante el Imperio de Carlos V tras Amberes y la capital andaluza.
La Magna Procesión del Santo Entierro pone punto y final a las procesiones de Semana Santa en la capital palmera. Desde el siglo XVI la procesión desfilaba con imaginería diferente a la actual.
Claro ejemplo es el sobrecogedor Cristo del Clavo (1984), obra de Francisco Palma Burgos (fallecido en 1985) , que es transportado sobre unas magníficas andas de plata muy pesadas.
Se une a esta procesión, la misma imagen de La Magdalena que desfiló por la mañana con el Calvario de San Francisco, desde donde la acompañaron la nueva Cofradía de La Piedad y una representación de todos los cofrades de dicha Parroquia.
Previamente desfilaron por las callejuelas empedradas y pendientes que separan Santo Domingo y la Parroquia Matriz, las imágenes de La Magna y San Juan Evangelista (las mismas esculturas que salieron con el Nazareno el Miércoles Santo).
También lo hacen (antes salían desde la ermita de San Sebastián), los Santos Varones (1862), obra del Padre Manuel Díaz (célebre sacerdote liberal al que se erigió como homenaje una estatua de cuerpo entero de bronce sobre un pedestal en medio de la Plaza de España de la capital palmera, primer monumento civil levantado en Canarias).
Hace unos años, tanto “José de Arimatea” como “Nicodemo” han estrenado nuevos ropajes: negros y beige, al estilo de los miembros del Sanedrín, lo que ha embellecido el paso, que se completa con una gran cruz de madera maciza que se alza entre ambos. Nuevas andas y nuevos vestidos para estos dos Santos Varones, que han dignificado, aún más si cabe, la Magna Procesión. Antiguamente iban en dos tronos separados.
Como anécdota histórica, queda en el recuerdo aquellos años en los que procesionaba la imagen de Santa Catalina de Siena, patrona del cenobio dominico, con traje adaptado de la Virgen del Rosario, asemejándose a la figura de Salomé, con una bien trenzada corona de espinas entre sus manos.
Desfilan en la Magna Procesión todas las cofradías de El Salvador y de Santo Domingo. Hasta hace pocos años, también participaba alguna representativa de San Francisco. Hace unos años sí toma parte, afortunadamente la de la Piedad del Hospital. Tras la entrada en el suntuoso templo de El Salvador, comienza la solemne ceremonia del Entierro de Cristo.
Los cofrades del Santo Sepulcro portan a hombros la efigie de Jesús, tras haber sido descendido de su trono de terciopelo y plata y, tras una procesión por el interior de la iglesia (hasta el año 2003 se efectuaba bajo los acordes de una marcha fúnebre interpretada por la Banda de Música San Miguel, situada en el interior del coro), se procede al enterramiento.
En su defecto, miembros de la Cofradía, desde lo alto del coro, han interpretado algunas piezas con tambor y corneta mientras duraba el solemne traslado hacia el altar mayor.
Cuando los capuchinos cierran la tapa del sepulcro con gran estrépito, absolutamente todas las luces del templo se apagan. Tras esta ceremonia comienzan las procesiones del retiro: cada imagen a su templo, ya sin música y bajo un silencio sobrecogedor, lo que ofrece un espectáculo desolador. El único sonido que se percibe es el de las cadenas que son arrastradas sobre los adoquines por numerosos capuchinos descalzos y que portan numerosos estandartes, cruces, ciriales, fanales, elementos de la Pasión, corona de espinas sobre un cojín de terciopelo, bolsa con treinta y tres monedas de plata, etc.
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