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Tema: Testimonios de conversos

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  1. #1
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    Testimonios de conversos

    “Yo también me creí filósofo, porque he sido amante de la sabiduría humana y admirador de vanas doctrinas... he golpeado a las puertas de todas las escuelas humanas, me he entregado a todo viento de doctrinas, y no he encontrado sino tinieblas e incertidumbres, vanidades y contradicciones. “He raciocinado con Aristóteles, he querido rehacer mi entendimiento con Bacón, he dudado metódicamente con Descartes, he procurado determinar con Kant lo que me era imposible y lo que me era permitido conocer; y el resultado de mis raciocinios, ha sido que yo no sabía nada y que tal vez no podía saber nada. “Me refugié con Zenón en mi fuero interior, buscando la felicidad en la independencia de mi voluntad, y me hice estoico. En balde.

    “Me volví hacia Platón... y en medio de los sueños de virtud, yo sentía siempre en mi seno la hidra viviente del egoísmo que se reía de mis teorías y esfuerzos. “Estaba al punto de perecer, consumido por la sed de la verdad y el hambre del bien. Un libro me ha salvado, un libro que por largo tiempo había despreciado y que no creía bueno sino para los crédulos e ignorantes. He leído el Evangelio de Jesucristo, y he sido sobrecogido de admiración. Las escamas han caído de mis ojos. Ahí he visto al hombre tal cual es y cuál debe ser; he comprendido su pasado, su presente y su porvenir, y me he sentido inundado de júbilo al encontrar lo que la religión me había enseñado desde la infancia y al sentir renacer en mi corazón la fe, la esperanza y la caridad”. [...]"

    Bautaín, filósofo e ilustre literato.
    ALACRAN dio el Víctor.

  2. #2
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    Re: Testimonios de conversos

    "Giovanni Papini (1881-1956) era ateo convicto y confeso. En 1911, a los 31 años, publicó un libro Las memorias de Dios (Le memorie d’Iddio), en el que ponía irónicamente en boca de Dios estas palabras blasfemas: "Hombres: haceos todos ateos, y pronto, Dios mismo, vuestro Dios, os lo pide con toda su alma". En 1912, había publicado Un hombre acabado, en el que ya daba muestras de que su alma estaba desesperada y buscaba una luz. Dice: "Todo está acabado, todo perdido, todo cerrado. No hay nada que hacer. ¿Consolarse? No. ¿Llorar? Para llorar hace falta un poco de esperanza. Y yo no soy nada, no cuento nada y no quiero nada. Soy una cosa, no un hombre. Tocadme, estoy frío, frío como un sepulcro. Aquí está enterrado un hombre, que no puede llegar a ser Dios.

    Yo no quiero ni pan ni gloria ni compasión. Pido, humildemente, de rodillas, con toda la fuerza y la pasión de mi alma, un poco de certeza: una pequeña fe segura, un átomo de verdad… Tengo necesidad de algo verdadero. No puedo vivir sin la verdad. No pido otra cosa, no pido nada más, pero esto que pido es mucho, es una cosa extraordinaria, lo sé. Pero lo quiero de todos modos, a todo costo. Sin esta verdad, no consigo vivir y, si nadie tiene piedad de mí, si nadie me puede responder, buscaré en la muerte, la felicidad de la plena luz o la quietud de la eterna nada." (…) Y Cristo, que lo estaba esperando, le salió al encuentro.

    En 1921, ya era un ferviente católico, enamorado de Cristo. Y su amor lo manifestó en su gran obra “Historia de Cristo”, que quiere ser un acto de reparación por todos sus escritores anticristianos anteriores, en los que había insultado a Cristo con los términos más vulgares. Una vez convertido, le pidió a su hija Viola que buscara todas las copias de sus obras, especialmente, de “Las Memorias de Dios” para quemarlas. Y enamorado de Cristo decía: "Cristo está vivo. Es una experiencia emocionante, que encuentra todo convertido: Cristo está vivo. Oh Cristo, tenemos necesidad de ti, de ti solo. Tú nos amas… Viniste para salvar, naciste para salvar, te hiciste crucificar para salvar, tu misión y tu vida es la de salvar y tenemos necesidad de ser salvados.""

    "Ateos y judíos convertidos" - Padre Ángel Peña O. A. R.

  3. #3
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    Re: Testimonios de conversos

    “Si alguien me hubiera dicho en la mañana de aquel día: te has levantado judío y te acostarás cristiano; si alguien me hubiera dicho eso, lo habría mirado como al más loco de los hombres. Después de haber almorzado en el hotel y llevado yo mismo mis cartas al correo, me dirigí a casa de mi amigo Gustavo... Hablamos de caza, placeres, de diversiones del carnaval. No podían olvidarse los festejos de mi matrimonio... Si en ese momento, era mediodía, un tercer interlocutor se hubiese acercado y me hubiera dicho: Alfonso, dentro de un cuarto de hora adorarás a Jesucristo, tu Dios y Salvador; y estarás prosternado en una pobre iglesia; y te golpearás el pecho a los pies de un sacerdote, en un convento de jesuitas, donde pasarás el carnaval, preparándote al bautismo; dispuesto a inmolarte por la fe católica; y renunciarás al mundo, a sus pompas, a sus placeres, a tu fortuna, a tus esperanzas, a tu porvenir; y, si es preciso, renunciarás también a tu novia, al afecto de tu familia, a la estima de tus amigos, al apego de los judíos. ¡Y sólo aspirarás a servir a Jesucristo y a llevar tu cruz hasta la muerte! Si algún profeta me hubiera hecho una predicción semejante, sólo habría juzgado a un hombre más insensato que ése: ¡al hombre que hubiera creído en la posibilidad de tamaña locura! Y, sin embargo, ésta es hoy la locura, causa de mi sabiduría y de mi dicha (…)”

    Conversión de Alfonso de Ratisbona - “Milagros vivientes” – Padre Ángel Peña O. A. R.

    "Entre los hechos más notables de la medalla milagrosa, anotemos la conversión del judío Alfonso de Ratisbona (1812-1884), abogado y banquero muy hostil al cristianismo, que se encontraba en Roma por motivos de salud. El 20 de enero de 1842, su amigo Teodoro de Bussiers, convertido del protestantismo, iba a la Iglesia de Sant’Andrea delle Fratte y le invitó a entrar

    Previamente, le había dado una “medalla milagrosa” y una copia de la oración “Acordaos” de San Bernardo para que la rezara todos los días. Y allí se le apareció María. Al salir, le contó a su amigo, besando la medalla que tenía en su bolsillo: “La he visto, la he visto. Todo el edificio desapareció de mi vista, vi un gran resplandor y en medio de aquel resplandor, sobre el altar, se me apareció erguida, espléndida, llena de majestad y de dulzura la Virgen María, tal como está pintada en la medalla, y me sonrió, no me dijo nada, pero yo lo comprendí todo”. En esa misma Iglesia, en la capilla de la Virgen, se leen estas palabras: “El 20 de enero de 1842, Alfonso de Ratisbona de Estrasburgo, vino aquí judío empedernido. La Virgen se le apareció como la ves. Cayó judío y se levantó cristiano. Extranjero, lleva contigo este precioso recuerdo de la misericordia de Dios y de la Santísima Virgen”. Alfonso se hizo sacerdote y ahora es reconocido como un santo, San Alfonso de Ratisbona"

    "Apariciones y mensajes de María" - Padre Ángel Peña O. A. R.

  4. #4
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    Re: Testimonios de conversos

    A Douglas Hyde, periodista comunista, le encargan investigar un semanario católico con el fin de conocerlo mejor y atacarlo:

    “Para medir bien la fuerza del enemigo, hay que conocerlo (…) Si [leer] los artículos políticos [de la revista católica] excitan su sistema nervioso, los temas culturales que presentan (…) G. K. Chesterton y M. Belloc, le cautivan extrañamente. Muy pronto, espera cada miércoles, porque es el día en que aparece el semanario. Atraído por esas firmas, lee y relee a Chesterton y se procura las obras de Belloc. «Al llevarme a mi casa esos tomos, me sentía tan culpable como cuando en mi adolescencia introducía clandestinamente en casa revistas pornográficas… Para un jefe comunista, eso rozaba ya con la herejía. Mas yo estaba decidido a confinar esas ideas culturales, inspiradas por mis lecturas, en un oscuro rincón de mi cerebro. Los psicólogos podrán explicar, sin duda, por qué, durante esta época, trabajaba más que nunca por el Partido, al que servía hacía años (…) Cada vez lee más la prensa católica; adrede los deja abiertamente por la casa..., con el secreto designio de que su esposa Carol pueda irlos leyendo. La verdad es, con todo, que ella no suelta prenda..., «Una tarde, me encontraba ante la radio: el informador de la B. B. C. consagraba su editorial al desacuerdo cada vez más creciente en el seno de las Naciones Unidas, cuando bruscamente exclamó Carol: ¡Ya estoy harta de oír siempre a ese viejo Molotov decir no!» La miré aturdido, y fulgiendo algún enfado, respondí: «¡Buen lenguaje para la mujer de un jefe comunista!, «¡Peor para él! Yo digo lo que pienso; y estoy dispuesta a repetirlo.» »Se siguió una discusión; naturalmente llegamos a hablar del catolicismo. Al fin le dije: «¡Estás hablando como El Universo! ¿No será que estás pensando hacerte católica? «¡Quisiera ya serlo!», me contestó. «Y yo también», añadí. «Quisiera estar ya allí...» Entonces, por primera vez, me abrí a ella y le conté todos los pensamientos y aspiraciones que me iban por dentro; le dije que mis lecturas me habían abierto los ojos a la verdad. Ella, a su vez, me reveló el lento y doloroso camino que la había alejado de su ideal primero...

    (...) Jamás había entrado Hyde en una iglesia católica, a lo más, había hecho algunas rápidas incursiones por los pórticos, en sus correrías de propaganda, para sustituir los folletos católicos de las librerías parroquiales por propaganda comunista. Una biografía de Santo Tomás Moro —que era uno de los libros que había sustituido—, llegó a ser uno de sus libros favoritos. Un día no pudo contenerse. Al pasar ante una iglesia católica, se decide bruscamente, y entra. «Me detuve ante una imagen de la Virgen. Introduje unas monedas en el cepillo, encendí un cirio. Luego intenté rezar... ¿Cómo se reza a la Virgen?... Procuré recordar una oración, leída en Chesterton o en Belloc, pero no lo conseguí... Mi cirio se consumía lentamente, y las palabras de la oración no me venían... Y, con todo, no sentía ninguna preocupación; era feliz. Me daba cuenta de que mi dolorosa peregrinación había acabado. Al salir de la iglesia, recordé el estribillo de una canción de moda, y me puse a tararearlo.

    Señora, tan dulce y tan buena
    Oh Señora, sé buena para mí...

    "Convertidos del siglo XX" - F. Lelotte

  5. #5
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    Re: Testimonios de conversos

    [Eva] Lavalliére [destacada actriz francesa de principios de siglo XX], apartada de Dios por el pecado después de tanto tiempo, por vez primera en su vida, vino a sentir esa felicidad que produce la paz de la conciencia... Decidida a cambiar de vida... se confesó, y al apartarse del confesionario se desbordó en un torrente de lágrimas y de arrepentimiento y a su vez de agradecimiento a su Dios. Al salir del templo no pudo menos de exclamar y decir a su amiga Leo: « Verdad, que si la gente supiese la dicha que encierra... ¿no es cierto que se confesaría?» Esto le trae el recuerdo de los últimos instantes de una persona de su intimidad que murió durante la guerra europea. El cual, al acercarse la artista a su lecho en el hospital a donde había sido evacuado desde el frente, le dijo con profunda gratitud: «Llegas aún a tiempo, Eva; cuánto te lo agradezco. Me he confesado, ¿sabes? Porque a esta hora todo cambia. La realidad de la vida nos incita locamente a no pensar, pero no hay más realidad que esta, que todo termina. Ahora, limpia mi conciencia, al menos moriré tranquilo...» Esto me recuerda a mí también la confesión del gran compositor Chopin, «que en medio de la frívola sociedad francesa llegó a perder la religiosidad de su alma. Próximo a la muerte, recibió la visita de un amigo de la infancia, que era sacerdote. Al oír aquél las palabras de este antiguo amigo, volvió a la fe, e hizo con lágrimas confesión, y besando el crucifijo, dijo: «Ahora he encontrado la fuente de la felicidad». Ciertamente no hay felicidad sin Dios, y ninguna de las diversiones que buscan en este mundo los mortales, y ni cuanto halaga a los sentidos: cines, teatros, bailes, salones, concurrencias profanas,... llena el corazón humano. Sólo la religión, sólo la pureza de conciencia, puede aliviar nuestras penas en las desgracias o en la muerte. El alma no halla reposo fuera de Dios, y es que fue creada para Él, y «el corazón, según el dicho de San Agustín, está intranquilo mientras no descansa en Dios». Muchos jóvenes titubean en sus creencias al oír o al leer que tal hombre ilustre o sabio famoso era incrédulo. Y no piensan que la fuente o motivo de su incredulidad viene a ser un corazón corrompido, y no es una inteligencia cultivada ni lo que llaman sabiduría,... pues no es tal, ya que «la verdadera ciencia, como dice el Espíritu Santo, no anida en un alma manchada por el pecado». (Sab. 1, 4 ). La luz brillante de la fe arde solo en las almas que respiran un aire puro... Enrique Lavedan, escritor francés ateo, antes de la guerra mundial, que tanto se mofaba de Dios y de la Religión, hizo una confesión pública arrepintiéndose de sus escándalos, y dijo: «Me reía de la fe..., me juzgaba sabio a mí mismo... Era un engaño… Abandonar a Dios es perderse. No sé si viviré mañana... Lavedan no se atreve a morir ateo. Creo en Dios, creo»

    "De Pecadores a Santos, o, En Busca de la Felicidad" - P. B. Martín Sánchez

  6. #6
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    Re: Testimonios de conversos

    "El confesonario fue el lugar habitual de los «milagros» realizados por el Padre Pío. En los días de gran afluencia, llegaba a pasar diez o quince horas confesando. Para algunos penitentes, esa confesión era la ocasión de un verdadero vuelco interior. Entre las conversiones (...) una de las más clamorosas fue la del abogado genovés Cesare Festa. Festa era uno de los grandes dignatarios de la masonería italiana. Era primo del Dr. Giorgio Festa. Después de que éste hubo visto y examinado al Padre Pío, mencionó con frecuencia al religioso y a los prodigios de la fe con su primo Cesare. El abogado ateo, rabiosamente anticlerical, consideraba la religión como una superstición de otros tiempos. Giorgio, agotados los argumentos, le dijo un día: «Ve a San Giovanni Rotondo y encontrarás allí a un testigo que acabará de golpe con todas tus objeciones. Ve a verlo y después continuaremos hablando». En marzo de 1921, Cesare se decidió a seguir el consejo de su primo. Fue a San Giovanni Rotondo más que como escéptico, fue con la firme intención de desenmascarar la impostura y denunciar a su regreso, antes sus hermanos masones, la superstición de Gargano. El Padre Pío no sabía nada de Cesare Festa ni de su pertenencia masónica. Sin embargo, cuando llegó a la sacristía del convento entre otros peregrinos, el religioso se dirigió hacia él y le interpeló brutalmente: «¿Qué hace ése entre nosotros? Es un masón…». El abogado no lo negó. El Padre Pío añadió: «¿Qué papel desempeña ése en la masonería?». Festa respondió sin vacilar: «Luchar contra la Iglesia». Las cosas estaban claras. El Padre Pío no añadió ni una palabra. Miró fijamente a Cesare y le indicó con el dedo el confesonario. El abogado masón se arrodilló, abrió su corazón y, con la ayuda de aquel sacerdote al que se había podido resistir, examinó toda su vida pasada. Un perfume desconocido y suave se filtraba por la rejilla del confesonario y el ateo Festa veía sus prevenciones contra la religión caer una detrás de otra. La conversión fue una paz interior que lo invadía y le hacía recibir las palabras de misericordia y las exhortaciones prodigadas por aquel extraño capuchino. Permaneció tres días en el convento y después regresó a Génova. El ruido de su conversión se extendió y ocupó la primera página de los periódicos. El abogado arrepentido fue luego a Lourdes y después volvió a San Giovanni Rotondo para recibir de manos del Padre Pío el escapulario de la Orden tercera franciscana. De la masonería a la Orden tercera en pocos meses"

    "El Padre Pio, el capuchino de los estigmas" - Yves Chiron

  7. #7
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    Re: Testimonios de conversos

    "Si no conocéis al poeta Juan Richepin, os diré que ha sido francés y poeta que, durante muchos años, puso toda su inspiración al servicio del ateísmo y de la impiedad. Entre otras, escribió una poesía que se titula: La oración del ateo. Y en ella estampó tales blasfemias y hace alarde de tan estúpida y satánica arrogancia, que pone estremecimientos nerviosos en todo el cuerpo. Veamos algo de lo que dice en ella: «He entrado en una iglesia y, arrodillándome allí sobre el pavimento frío, recé de esta manera: «Te niego, y nunca, y nunca, nunca jamás inclinaré mi frente al yugo de tu voluntad. Mira. Aquí estoy de rodillas en tu casa. Mírame y manda que se terminen mis luchas espirituales. Si existes de verdad, envía un rayo mortal sobre mí para que tenga el justo castigo de mi incredulidad. Espero tu fuego celestial. Y, si el rayo me hiere, cuando me quede un aliento de vida, al despedirse mi espíritu de mi cuerpo, quiero gritar con todas mis fuerzas que realmente existes y que ha sido atrevimiento mío el negarte... Pero, si no cae el rayo, puedo levantarme sano y saldré de tu casa diciendo: Tú no existes». Así blasfema el desgraciado poeta. Y el alma humana se estremece y exclama: «¡Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo sufrirás tales injurias?» Ese es el lenguaje de la impaciencia humana. Aquél osado poeta pasó todavía muchos años en la blasfemia y en la impiedad. Al fin, un día lloró sus culpas y se encerró en la Trapa de Argel y allí hizo penitencia. Jesucristo no había esperado en vano"

    "De Pecadores a Santos, o, En busca de la Felicidad" - P. B. Martín Sánchez
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  8. #8
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    Re: Testimonios de conversos

    “En un colegio regentado por los padres jesuitas en Latinoamérica, había un alumno, Jorge Lizar, que destacaba sobre los demás por sus dotes de artista y sus cualidades de líder. Lizar talló en madera un Cristo crucificado y se lo regaló al padre José Fernández, a quien apreciaba mucho. El padre, al recibirlo, le dio un beso a los pies del Cristo y Jorge quiso imitar su gesto y lo besó en su rostro.

    El padre Fernández le dijo:

    - Que siempre lo beses así, con amor.
    - Sí, jamás lo besaré como Judas.

    Pasaron los años, Jorge se hizo médico, viajó por muchas naciones y se dejó influir por las ideas revolucionarias de la época, haciéndose masón. El 3 de noviembre de 1896 fue encarcelado, acusado de revolucionario y promotor de rebelión, siendo condenado a muerte.

    En ese momento, era un furibundo anticatólico y a los sacerdotes, que se le acercaron, los rechazó sin contemplaciones. Pero el padre Fernández se enteró de su condena y acordándose de su querido discípulo fue a visitarlo a la prisión. Jorge no quería abjurar de la masonería ni confesarse. Entonces, el padre Fernández le llevó el Cristo que él había tallado de joven y le recordó aquel beso que le había dado, diciendo que nunca le daría el beso de Judas. Los ojos de Jorge se clavaron en el Cristo y recordó sus misas de colegial, sus comuniones... Y Jorge cayó de rodillas, besando de nuevo al Cristo y diciendo:

    - Mi beso no es como el de Judas. Perdóname, Señor.

    Abjuró de la masonería, se confesó, recibió la comunión e, incluso, se casó con su esposa por la Iglesia. El día de la ejecución, quiso que el padre Fernández lo acompañara con el Cristo. Poco antes de ser fusilado, besó de nuevo al Cristo y se entregó a la muerte con paz y alegría de corazón.

    El beso sincero a Jesús, cuando era joven, lo salvó. Jesús no olvida cualquier detalle que hagamos, con verdad y sinceridad, en su honor. (…)”

    "Luces en el camino" - Padre Ángel Peña O. A. R.

  9. #9
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    Re: Testimonios de conversos

    Conversión de Manuel Azaña

    "El 18 de octubre de 1940 se produjo el primer encuentro entre el prelado [francés] y un ya muy enfermo Azaña, reunión que se produjo a petición del español. "Vuelva a visitarme todos los días", le dijo el republicano español tras esta primera cita. El obispo le visitó a diario y le preguntó por algunos asuntos muy oscuros de su biografía. Así lo relata monseñor Théas: "hablamos de la revolución, de los asesinatos, de los incendios de iglesias y conventos. Él me hablaba de la impotencia de un gobernante para contener a las multitudes desenfrenadas".

    En estos escritos del obispo, rescatados por el sacerdote Gabriel M. Verd, Théas añade que "deseando conocer los sentimientos íntimos del enfermo, le presenté un día el Crucifijo. Sus grandes ojos abiertos, enseguida humedecidos por las lágrimas, se fijaron largo rato en Cristo crucificado". Tras esto, Manuel Azaña "lo cogió de mis manos, lo acercó a sus labios, besándolo amorosamente por tres veces y exclamando cada vez: ¡Jesús, piedad y misericordia!".

    (...) el obispo francés dio un paso más y le preguntó: "¿desea usted el perdón de los pecados?", a lo que el que fuera presidente durante la República dijo que sí. "Recibió con plena lucidez el sacramento de la Penitencia, que yo mismo le administré", dijo ya en 1952 monseñor Théas.

    Sin embargo, no todo llegó a poder hacerse con Azaña. "Cuando hablé a los que le rodeaban de la administración de la Comunión, en forma de Viático (comunión que se da a los enfermos ya moribundos), me fue denegado con estas palabras: ‘¡Eso le impresionaría!’ Mi insistencia no tuvo resultado". Pero Azaña sí recibió la extremaunción y murió el 3 de noviembre de 1940 en presencia de este obispo francés.

    Este repentino acercamiento al catolicismo también fue explicado por su viuda, que habló de la importancia de una monja que actuó como eslabón para que pudiera conocer al obispo. Además, contaba la esposa, tal y como aparece en La Conversión de Azaña, de G.M. Verd, que el día de la muerte del político "ya por la noche viéndole morir, por encargo mío salieron en búsqueda de la monja, y ésta, cumpliendo mis deseos igualmente, vino acompañada del obispo. Minutos después, nuestro enfermo expiraba"."

  10. #10
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    Re: Testimonios de conversos

    Conversión de Peter Van Der Meer (1880-1970)

    “Gran poeta holandés, que vivía en un ateísmo intelectual donde no cabía la idea de Dios. En su libro Nostalgia de Dios nos habla de sus luchas interiores por querer creer, pero sin poder hacerlo hasta que llegó el momento de la gracia divina, cuando se entregó totalmente a Dios con su esposa y sus hijos. Veamos algunos de sus pensamientos, cuando todavía era ateo:

    La tierra, dentro de miles o millones de años, será inhabitable y por fin perecerá. Entonces, será como si este planeta no hubiese existido jamás, todo será arrinconado en el vacío del olvido. Nadie llevará ya en sí la memoria de lo que aquellos extraños seres, que un día vivieron en la tierra y se llamaban hombres, realizaron y sufrieron... Todo habrá sido perfectamente inútil y esta comedia, que habrá durado miles de años y de la que nadie habrá sido espectador, podía igualmente no haber tenido lugar. ¿No es esto de una vertiginosa ridiculez? ¿No es para aullar de angustia y refugiarse en la muerte?

    Por espacio de un momento, breve como el zig-zag de un relámpago, estamos en la tierra, vivos, con los ojos abiertos, atormentados por todos los deseos y por todos los ensueños, queriendo alcanzar y abarcar lo imposible, interrogamos al pasado, leemos lo que los hombres han pensado antes de nosotros, nada sacamos en claro; interrogamos a la tierra, al cielo, a las estrellas, a los abismos de los espacios y a los de nuestra propia alma, lloramos de nostalgia por la belleza, gesticulamos apasionadamente y, de repente, caemos muertos y ya no hay nada más, nada, nada, nada, nuestros ojos están cerrados para siempre, los ojos con que ahora miramos las estrellas, esas estrellas que no nos recordarán.

    Poco a poco, empieza a dudar:

    ¿Qué significa la vida, a cuyo término está la muerte, ese inmenso agujero negro donde vamos cayendo uno tras otro como piedras? Decididamente es una perfecta estupidez tomarse la vida en serio si no existe el alma. Pero ¿acaso las religiones no son más que un hermoso sueño, bellas mentiras consoladoras a las que el hombre se aferra ante la perspectiva de desaparecer tragado por la noche espantosa de la muerte? ¿Contienen una realidad o no son más que quimeras? Sigo perplejo ante los enigmas. ¿Dónde puedo encontrar la verdad?

    Buscaba, pues tenía nostalgia de Dios. Y lo encontró leyendo los Evangelios y yendo a misa a la Trapa de West-Malle. Dice: “Leo la Biblia. Los místicos: Ángela de Foligno, Ruy Broeck, Catalina Emmerick y las vidas de santos como la de san Francisco y me ayudan a comprender cosas oscuras y maravillosas”.

    León Bloy me presentó a un sacerdote. Me dijo: “Debe orar, rezar el Padrenuestro y el Avemaría”. Después fui a postrarme ante el Santísimo Sacramento, expuesto todo el día y toda la noche. Le he dicho a Jesús: Dame la fe, quítame la ceguera de mis ojos para que pueda distinguir la verdad con toda claridad”

    El 24 de febrero de 1911, nuestro hijo y yo recibimos el bautismo. Cristina y yo nos unimos en matrimonio. Ahora soy cristiano por toda la eternidad.

    ¡Oh, delicia maravillosa y sin igual! Después de 12 años puedo decir que esta nueva vida es infinitamente más hermosa, más rica y más profunda de la que nunca hubiera podido sospechar ni siquiera en los primeros años de mi conversión” ".

    "Ateos famosos convertidos Tomo I" - Padre Ángel Peña O. A. R.

  11. #11
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    Re: Testimonios de conversos

    Muy interesante hilo.
    Pious dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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