El Cardenal de Madrid cierra una parroquia por sus escándalos blasfemos, pero deja sin castigo a sus responsables.
Celebrando misa en la parroquia San Carlos Borromeo. Lo que está bajo el crucifijo es el altar, o lo que cumple sus funciones.La historia de la Parroquia de Madrid San Carlos Borromeo es muy simple. Una parroquia en la que su párroco, Enrique Castro, conocido como el cura “rojo” de Vallecas, y los otros dos sacerdotes de la parroquia, estaban auto-adscritos a la condenada teología de la liberación y actuaban en consecuencia.
Ellos mismos se consideran miembros de la teología de la liberación. Sin embargo, cualquiera que hable con esos tres sacerdotes se dará cuenta que su desconocimiento, no sólo de la doctrina de la Iglesia, sino de la tal teología de la liberación, es absoluto. Y de esta última teologia concretamente lo desconocen todo salvo algunas consignas del tipo de la “opción preferencial por los pobres”, “el pecado estructural del sistema”, y otras por el estilo.
Pero su ignorancia de la teología, tanto la católica como la de la teología de la liberación, no les ha impedido actuar como se esperaría de un cura progre. De forma que, dejando aparte su vida privada, resulta que la parroquia se ha convertido en punto de encuentro de lo que Marx, muy despectivamente, llamaba lumpemproletariado, o sea, cualquier tipo de vago o maleante, cualquier tipo de delincuente, drogadicto, prostituta, chapero o mendigo profesional… Y por supuesto, en esta Parroquia a ninguno de esos mendigos profesionales le corregirán por vago, o a ningún drogadicto se le explicó que su estado era producto de su estupidez, pues de sobra sabía con antelación donde se metía… Lo que sí se explica es que la culpa la tiene otra cosa: Bush, el Capitalismo, los ricos… En suma, que la culpa la tiene una estructura social injusta. Estructura culpable que por supuesto se reflejaba en una Iglesia llena de curas, obispos y Papa inquisidores, reaccionarios y ricos.
Y toda esta verborrea izquierdista se reflejaba en una liturgia y una vida sacramental paralela y revolucionaría, que iba desde consagrar rosquillitas de vino y turrón, de la mano de un “celebrante” en vaqueros, hasta las sistemáticas absoluciones colectivas, y todo el etcétera que se quieran imaginar y que probablemente se quedará corto.
EL ESCÁNDALOEl pasado martes, hace hoy una semana, el obispo auxiliar de Madrid, Fidel Herráez, brazo ejecutivo del Cardenal Rouco, titular de Madrid, llamó a los tres curas de San Carlos Borromeo: Javier Baeza, Pepe Díaz Y Enrique de Castro. Y una vez reunidos, “Fidel abrió la carpeta y nos comunicó que la parroquia desaparece como tal, que el local físico se lo han cedido ya a Cáritas Madrid para un centro asistencial y que nos pedía encarecidamente a los tres que nos quedásemos a trabajar en el centro”, según nos cuenta el párroco.
No era un mal trato, al fin y al cabo la vida religiosa de la parroquia se reducía a parodias blasfemas, y auténticas misas satánicas, que los sacerdotes realizaban casi por compromiso, y el grueso de sus actividades consistía en el trapicheo con el lumpen que asistía a la parroquia. De forma que la decisión del obispado tendría que ser para ellos casi una liberación, una liberación de una liturgia sin sentido para ellos… Pero naturalmente tenían que montar el numerito de represaliados por un cardenal facha e inquisidor, que era lo que a ellos le gustaba de la historia.
De forma que han montado toda clase de asambleas denunciando la represión. Una represión que se reduce a dejar todo igual que antes, pero, con la diferencia de que lo que antes era “parroquia” ahora iba a ser “centro asistencial”, pero que incluso seguirían controlándolo los mismos curas.
Asambleas, apoyo de la asociación de Teologos y Teologas Juan XXIII, un amplio reportaje cada día del diario El País (un medio de comunicación siempre preocupado porque la Iglesia mejore)… y en fin, toda la parafernalia esperable en un caso como éste. Nada importante pero que a la jerarquía, poco acostumbrada a enfrentarse al qué dirán le asusta terriblemente.
El tiempo lo borrará todo, incluido el que dirán y los respetos humanos, y borrarán hasta la memoria de la historia. Lo que no borrará serán las dudas que nos ha creado a muchos católicos.
LAS DUDASSí, porque la historia nos levanta dudas y más que dudas al respecto, y sobre la actuación del obispado:
1) Estos curas llevan 30 años haciendo lo mismo… ¿Cómo es posible que hasta ahora no se haya hecho nada? ¿Cómo es posible que durante 30 años se haya dado un uso sacrílego y hasta satánico a los sacramentos sin que el ordinario del lugar haya hecho algo?
2) Lo más asombroso de todo es que según parece, la parroquia es cerrada por reiterada herejía y sacrilegios numerosos. Pero, a los sacerdotes responsables no se les sanciona en absoluto. Cuando según las leyes están, como mínimo, excomulgados latae sententiae; pero es que nos da la impresión de que incluso deberían ser expulsados del estado clerical dada la gravedad de los hechos (C.1364). Y sin embargo, resulta que los responsables de tales escándalos no sólo no son excomulgados públicamente y hasta removidos en sus funciones sacerdotales, sino que son confirmados en su trabajo social en el centro. Todo eso y a pesar del escándalo público, sin una explicación.
3) Es más, planteadas así las cosas, habría que discernir si sus inmediatos superiores no incurren en, al menos, el delito de encubrimiento. Concretamente, el párroco y los otros sacerdotes han revelado a la prensa que hace apenas unos meses el mismísimo Monseñor Fidel Herráez, que ahora es portavoz de la sanción, les hizo una visita pastoral y al final les felicitó y les dijo que estaba muy impresionado de su tarea.
4) Y otra duda es que si estos curas han podido hacer burla de la Iglesia durante treinta años, otros sacerdotes en otras partes de la diócesis pueden estar haciendo lo mismo. Y de ser así, ¿también se lo está pensando el señor Cardenal?
5) Finalmente, la última duda de momento es si esta triste historia de una diócesis de España (Madrid, Cardenal Rouco) no será extensiva al resto de la Iglesia actual. Porque todos los indicios nos indican que así es. Y la reciente historia de ese heresiarca que es Jon Sobrino nos lo confirma. De hecho, tal y como ha sido la historia de la condena de Sobrino, todo lo que hemos dicho de la historia de la parroquia de Madrid, es exportable al caso Sobrino.
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