ABC, Lunes, 9 de abril de 2007
La misa de la parroquia cerrada al culto en Madrid deriva en un mitin
MADRID.
M. ASENJO
Nadie dudaba de que la misa de Resurrección de la parroquia de San Carlos Borromeo (barrio de Entrevías, Vallecas), cerrada al culto por el Arzobispado de Madrid, se iba a convertir en un acto de exaltación de la rebeldía de los tres sacerdotes que en ella desempeñan su labor y de los fieles que les secundan.
En efecto, más de un centenar de personas abarrotaban el templo hasta el extremo de obligar a abrir las puertas del mismo; fuera, otro número similar seguía la ceremonia que fue interrumpida varias veces con aplausos. Entre los congregados en los aledaños de la parroquia se encontraban los actores Guillermo Toledo, Melanie Olivares, Javier Gutiérrez y el Gran Wyoming, feligreses de excepción,que aplaudieron y jalearon a los celebrantes cuando, al final de la ceremonia, salieron a la calle. El reloj parecía haberse parado hace varias décadas, habida cuenta de que las formas, los gestos y los iconos utilizados han sido superados por el paso del tiempo. El acto religioso se convirtió, pues, en una reivindicación político-social y en un constante ataque a la jerarquía, calificada en varios momentos como «Iglesia oficial».
La misa comenzó con una breve alocución del párroco y oficiante, Javier Baeza, que, como suele hacer, no vestía los ornamentos establecidos. Junto a él, los otros dos curas (también sin vestiduras litúrgicas) que se resisten a acatar la decisión del Arzobispado: Enrique de Castro, conocido como el «cura rojo», y José Díaz.
Invitación a la rebeldía
El párroco invitó a los participantes a celebrar la Resurrección «con júbilo, con alegría y con rebeldía» y les pidió que reflexionaran sobre «sus miedos y sus meteduras de pata» y, en clara alusión a su oposición al cierre, les instó a que se libraran de los «miedos» que conducen a «acallar a los que acogen a los sectores que dan repelús a todos los poderes».
Tras su primera alocución y para reforzar sus reivindicaciones, los congregados entonaron la canción de Horacio Garany «Si se calla el cantor», popularizada por Mercedes Sosa, y cuyo texto impreso había sido distribuido previamente, junto al de «Sólo le pido a Dios», de León Gieco, uno de los más populares del repertorio de Ana Belén. Este último fue el canto elegido para la Comunión. Además, hubo otras canciones de tinte revolucionario que sirvieron de fondo musical a la ceremonia.
Tras la lectura del Evangelio del día -la única que se realizó-, el sacerdote dio la palabra a algunos asistentes para que expresaran sus sentimientos. Muchos de ellos lo hicieron de manera sencilla y con sabor a despedida, agradeciendo tanto la labor social como pastoral de quienes aún están al frente de la parroquia. Se produjo también alguna intervención que de manera velada animaba a la desobediencia. Otra persona, en un tono exaltado, llamó a los fieles «a no tragar las ruedas de molino que llegan desde arriba».
De Castro se mostró emocionado y refirió su experiencia con los marginados de los que dijo que le hicieron comprender que «la resurrección es compartir». José Díaz fue el más directo y contundente contra el cierre al culto de la parroquia. Con respecto al momento en que la medida sea efectiva indicó que desconocen «cuándo llegará el golpe», pero advirtió de que la «Iglesia oficial» tiene «el arma de la paciencia» y esperará «a que las aguas estén tranquilas».
Sin fecha
En definitiva, la rebeldía fue de una forma más o menos clara el hilo conductor de todas las intervenciones. Una vez distribuida la Comunión -se repartieron pedazos de pan en grandes platos que literalmente volaban por las cabezas de los reunidos, al estilo de un merendero, y vino en vasos de los que bebían varias personas- alguien entonó «Un corazón fuerte para luchar», como una invitación a «resistir».
A la salida, los curas fueron aclamados, mientras algunos fieles gritaban el «Nooo, nooo, no nos moverán». De la fachada principal de la iglesia colgaban pancartas con lemas como «De aquí no se va nadie» o «La jerarquía puede cerrar un local pero no la iglesia».
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