Cirujeda: No pongo en duda la sinceridad de los neocatecumenales, pero mira esto:
REPROBACIÓN
DEL
MOVIMIENTO NEOCATECUMENAL
<DIV align=center>INTRODUCCIÓN
Es cierto que el movimiento neocatecumenal no merece una aprobación sino una reprobación.
Así, no hay que definirlo como «un camino de formación católica» sino, más bien, como un “itinerario de perversión herética”. Es una severa condenación lo que merece y no un llamamiento a los obispos para que lo exalten.
«En realidad, no son muchos los textos programáticos de Kiko y Carmen (sus fundadores). Los pocos a disposición carecen de difusión comercial, están mecanografiados para uso de las comunidades o han aparecido en revistas de escasa tirada». En rigor existe sólo un texto «programático» reservado estrictamente a los catequistas, mecanografiado v multicopiado; es la transcripción de una serie de conferencias pronunciadas por Kiko Argüello y Carmen Hernández.
Cuando se logra, con gran dificultad, procurarse este documento, queda uno asombrado al leer las recomendaciones hechas a los propios adheridos, recomendaciones repetidas veces, de guardar secreto sobre los verdaderos objetivos de este movimiento. «Esto no lo digáis a la gente porque huirían a toda velocidad». Guardadas las proporciones, nos encontramos ante una asociación de tipo masónico: el programa real es sólo conocido por uno pocos y la masa es engañada. Y pese a que varios obispos en diversas partes del mundo habían lanzado su grito de alarma, el movimiento tiene la aprobación de Juan Pablo II. Como prueba de nuestras afirmaciones y para ayudar a nuestros lectores reproducimos seguidamente el artículo que publicamos en junio de 1983 (edición italiana) sobre los neocatecumenales. Recientemente ha aparecido un estudio crítico sobre ese movimiento escrito por el pasionista romano Padre Enrico Zoffoli que no ha vacilado en titular su libro «Herejías del movimiento neocatecremenal».
Nos proponemos hablar de él. Por el momento, una simple comparación entre los subtítulos de nuestro artículo y el índice del Padre Zoffoli basta para demostrar que el «catecismo» oficial, o mejor el catecismo secreto del movimiento, permanece el mismo, como por lo demás nos asegura el propio P. Zoffoli (p.8).
Parece sobre todo que las muy graves herejías reconocidas por muchas personas en diversos momentos permanecen evidentes en un tal movimiento que, aun afirmando querer oponerse a la «descristianización» del mundo contemporáneo, «se orienta -como ha dicho el Padre Zoffoli- a minar el cristianismo».
EL MOVIMIENTO CATECUMENAL
El «fondo» secreto del movimiento
La opinión aproximada que me había hecho, de oídas, de este movimiento, era parcialmente favorable, sosteniendo que se trataba de grupos generosos que se entregaban a una actitud útil, si bien eran un poco demasiado autónomos y un poco demasiado aficionados a algunas de sus originalidades litúrgicas. Pero el análisis cuidadoso que ahora he podido acabar no me ha revelado otra cosa que un plan muy diferente y gravísimo. He podido estudiar atentamente el volumen de cerca de 400 páginas que contiene las «orientaciones» dadas a catequistas del movimiento, sacadas de las grabaciones de las «reuniones hechas por Kiko y Carmen» para orientar a los catequistas de Madrid en febrero de 1972. La historia, la finalidad y la práctica del Movimiento están condensadas en este volumen de la manera más auténtica. Todas mis citas entre comillas las he extraído cuidadosamente de este volumen; si no indico la página, es que se trata de afirmaciones a menudo repetidas; ya que el libro, mecanografiado y fotocopiado, no es fácil encontrarlo.
Se trata, de hecho, de un texto reservado a los catequistas, que no deben cederlo a nadie. Tuve que recurrir a una estratagema para conseguirlo y fotocopiarlo. Lo que se observa enseguida es esta cualidad negativa del movimiento: “el secreto, el esoterismo”. En no pocos pasajes está escrito: «No digáis nada de eso». «Lo que voy a deciros no es para que lo digáis a la gente, sino para que os sirva de base, de fundamento». Pero es precisamente este fondo, esta base, que son inadmisibles. De hecho, los catecúmenos y los superiores eclesiásticos -a quienes los miembros del movimiento muestran tanto respeto- están engañados, pues no se les pone al corriente de este fondo. Y se trata, como lo mostraré, de graves desviaciones doctrinales y prácticas.
Acentos carismáticos y métodos fanatizantes
En el marco dolorosamente estático de ciertas parroquias, los grupos catecumenales, con sus actividades semanales (reuniones bíblicas preparadas por tumo por ciertos miembros y larga reunión eucarística), con los cambios de experiencias efectuadas y el acento comunitario de las reuniones de cohabitación mensual, con la formación sistemática en el sostenimiento del prójimo y en el desprendimiento de los bienes, con la perspectiva ratificada de nos estar más que en camino de una nueva conversión a proseguir durante el precatecumenado y el catecumenado en el transcurso de siete años, dan en tales grupos, digo yo, una buena impresión de compromiso y de fervor. Pero en realidad, ¿es fervor o fanatismo?
Kiko se presta a la pregunta: «No se trata, dice, de enganchar a quien quiera que quiere», pues no se practica ningún «lavado de cerebro por razonamientos». Pero esta especie de «lavado» y de «enganche» aparecen propiamente al contrario en ausencia de razonamientos claros reemplazados por un fuego arrollador de afirmaciones drásticas, sugestivas, en un tono carismático. Aparte de las diferencias evidentes de contenido, es por semejantes medios de sugestión e imponiendo radicalmente la fuerte autoridad del guía que se efectuó en América el enganche de masas puestas bajo el yugo de movimientos pseudo-religiosos y sociales osados y atrevidos, hasta el de Jim Jones, «el Templo del Pueblo», que concluyó con la trágica matanza de la Guayana el 18 de no­viembre de 1978. Las situaciones son por lo demás opuestas en todo ello, sin duda alguna, pero el método para subyugar es el mismo. He aquí lo que dice Kiko: «El cristianismo tra­dicional, que consiste en bautismo, ...primera comunión, ...misa dominical, ...no matar, no hurtar... no tenía nada de cristianismo era basura... Nosotros somos "precristianos"... sin haber recibido el espíritu nuevo venido del cielo... Ahora, Dios nos ha llamado para lanzar un Catecumenado orientado hacia el renacimiento»; «aun siendo poco numerosos, señalamos una piedra miliar... volviendo presente el hecho de que el reino de Dios ha llegado sobre la tierra»; para la «renovación del Concilio», fue necesario el «descubrimiento del Catecumenado»; «os hablo en nombre de la Iglesia, en nombre de los obispos,... los catequistas Catecumenales poseen un carisma confirmado por los Obispos»; «yo soy Juan Bautista en medio de vosotros; convertios, pues el Reino de Dios está muy cerca de vosotros»; «os doy la vida mediante la palabra de Dios depositada en mi; la explicación de la palabra, soy yo quien la da»; «como Moisés lo que en el desierto, somos nosotros quienes somos vuestra ayuda»; «que Jesús ha resucitado, está atestiguado por los Apóstoles: yo también os lo atestiguo,... doy de ello mi vida en prenda»; «así como Abrahán caminaba,... habéis de caminar vosotros también: según la palabra, nosotros os remitiremos el Espíri­tu Santo»; «seréis convocados en asamblea por el Espíritu Santo;... Dios os hablará»; «todos vosotros habéis sido señalados por el dedo de Dios»; «ninguna comunidad fundada por nosotros ha fallado:... yo os aseguro que Dios está aquí».
La opresión sugestiva y fanática se refuerza continuamente por el carácter radica excesivo de las afirmaciones y de las referencias bíblicas integralistas y despojadas de crítica. Por ejemplo, la «participación» (sobrenatural) de la naturaleza divina se dice que consiste en «llegar a ser Dios mismo», en «tener la naturaleza divina; resucitar con Cristo» corresponde a «tener la misma sangre redentora de Jesucristo», a llegar a ser también nosotros «Espíritu vivificante» con la obligación de repetir y de «manifestar a cada generación lo que ha sucedido una sola vez en el Calvario, al dejarnos matar»: la influencia deletérea del pecado personal se dice en la comunidad «destruir la Comunidad, la Iglesia»; cuando en el curso del precatecumenado «dice uno vender los bienes, deberá venderlos todos,... no pudiendo de otro modo entrar en el Reino, ni aun en el Catecumenado»; nuestro cristianismo de antes de nuestra conversión era basura, etc. Todo esto acentúa la presión y el fanatismo en quien se dejó agarrar, sobre todo en la perspectiva de la larga carrera de formación prometida (siete años).
Grosero desprecio para con la Tradición
Las lagunas y lo nocivo de este movi­miento aparece gravísimo si, de sus métodos, se pasa a su contenido. No hay posición doc­trinal o práctica católica que no se la deforme gravemente. Todo se presenta con confusiones teológicas y bíblicas que impresionan por así decirlo, junto con una actitud de ostentación de fines redescubiertos y de recuperación de las auténticas verdades cristianas, sepultadas y olvidadas siglos ha. Ello se acompaña también de impresionantes perspectivas de empeñó personal «elitista» (de ser la flor y nata) de sacrificio.
El «redescubrimiento» de los valores cristianos primitivos y auténticos se presenta en plan fideísta, carismático, de fe «existencialmente» vivida. Muestra un cordial desprecio por las tesis «filosóficas» de la Iglesia y de lo que se llama el «juridicismo» de la llamada especulación «teológica», organizada en los diferentes tratados. «Ellos habían encajonado al Espíritu Santo, lo habían embotellado y puesto en tratado que pudiéramos dominar, donde todos tuviéramos las más puras joyas del conocimiento de Dios: de Dios, Uno y Trino, del Dios creador, etc., y sin darnos cuenta de que habíamos empobrecido la visión de Dios». Particularmente deplorable fue «el inmovilismo casi total determinado por el Concilio de Trento», que finalmente se hubiera superado por el Vaticano II.
Semejantemente, toda la estructura, la práctica, la liturgia de la Iglesia hubieran decaído, después de la paz de Constantino y la irrupción de las masas en la Iglesia, en un «juridiscismo» de puros ritos y peticiones de favores celestiales, comunes a toda pobre «religiosidad natural», al perder la auténtica vitalidad de fe de la «Iglesia primitiva», que, finalmente, tras el Vaticano II, se «redescubre», se recupera, justamente gracias al movimiento catecumenal.
El hecho de que hoy «las naciones salen de las Iglesias» constituiría respecto a ello una ventaja que neutralizaría el efecto de aquella irrupción de masas y nos conduciría a la época preconstantiniana. «Así el cristianismo podrá brillar en toda su pureza y su frescor. Así podremos reanimarnos ala Iglesia primitiva».
Es trazar una cruz sobre siglos y más siglos de la vida de la Iglesia con la presunción de no tener cura, como es el hecho de quienes tienen como brillantes estrellas a tantos santos.
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