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Tema: Siete excelencias de la sotana

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  1. #1
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    Re: Siete excelencias de la sotana

    Los de mi generación que íbamos a colegios religiosos estábamos acostumbrados que los sacerdotes y frailes que nos enseñaban jugaran con nosotros en el recreo al fútbol o al baloncesto en sotana sin ningún problema.



    ¿Un cura esquiando con sotana? “El testimonio que uno puede dar es inmenso”

    Que No Te La Cuenten
    Sep 2

    POR WALTER SÁNCHEZ SILVA | ACI Prensa

    El P. Javier Olivera Ravasi, director del proyecto de apologética católica Que no te la cuenten (QNTLC), publicó varios videos en los que se le ve esquiando con su sotana, algo que realiza cada cierto tiempo con un grupo de alumnos en Argentina.

    A la pregunta sobre si un cura puede hacer deporte con sotana, el sacerdote dijo a ACI Prensa que “primero, para hacer deporte con sotana, hace falta tener una ¡Je!”.

    Desde San Martín de Los Andes, en donde está en excursión con un grupo de estudiantes del colegio donde enseña, el sacerdote indicó que la sotana “es un signo que se ha perdido, pero también entiendo que es un distintivo que a uno lo identifica como consagrado".

    Además, "permite a los laicos, católicos o no, ver la presencia de Dios en el mundo porque uno con sotana no pasa desapercibido”, resaltó.

    Tras comentar que cada año van a las montañas de San Martín de los Andes a esquiar, gracias a uno de los papás que consigue pases y esquíes gratis para todos, el P. Olivera dijo que vestido con su sotana “el testimonio que uno puede dar es inmenso”.



    “Desde una bendición hasta una confesión en la nieve, porque la gente no solo ‘ve’ que hay un cura, sino que también percibe que uno puede divertirse sanamente como toda persona normal”, subrayó.“Ahora, claro que, hay deportes y deportes para hacer con sotana; si debiese hacer natación no podría, ¡je!”, bromeó el P. Olivera.Los sacerdotes y el deporte

    A la pregunta sobre si es importante el deporte para los sacerdotes, el P. Olivera respondió categóricamente: “¡Claro que sí! Los romanos decían que ‘mens sana in corpore sano’, es decir, un alma sana en un cuerpo sano”.En ese sentido, el presbítero argentino dijo a ACI Prensa que “el sacerdote, a pesar de ser un consagrado por Dios para confeccionar los sacramentos, es también un ser humano”.

    “Y el deporte es, especialmente en los tiempos sedentarios que corren, un modo no solo de recrearse sanamente, sino también de hacer penitencia para tener ‘a raya’ nuestras pasiones”.

    En tiempos antiguos, continuó el sacerdote, “la misma vida exigía que uno caminase, sembrase, cosechase, se moviese, etc. Hoy, dado que todo es ‘pasivo’ necesitamos –sin llegar a hacer un culto del cuerpo o del deporte– de una sana actividad para suplir todo eso”.

    Pero hay algo más, concluyó el P. Olivera, “el sacerdote debe ser un guerrero de Dios y los guerreros también entrenan”.


    https://www.quenotelacuenten.org/202...ar-es-inmenso/


  2. #2
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    Re: Siete excelencias de la sotana

    Sobre curas ensotanados y desensotanados


    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 577, 28-Ene-1978

    Los “quemados”

    Por D. Elías (sacerdote)

    Me encontré a mi viejo amigo en la calle de San Bernardo (Madrid), ensotanado hasta arriba, pero sin alzacuellos, según su costumbre. Mi viejo amigo, allá por los años 40 y 50, se desensotanaba de vez en cuando, y hacía buenas partidas de tute con sus feligreses, cuando no corría con una moto por las carreteras de Chinchón.

    -Pero hombre, ¿ahora, te ensotanas tú, que antes “americanizabas”? ¿Te entiendo o no?

    -Porque ahora (1978) se trata de llevar la contraria. Me siento cura por encima de todo. Y me basta con conocer a los tres “ex” que viven en mi barrio, para llevarla siempre puesta. Vamos a ser serios, aunque algunos tengamos fama de brutos.

    Y mi amigo siguió por San Bernardo adelante, haldeando con su sotana, más bien vieja y recosida, camino de la glorieta de Quevedo.

    ***
    Mi viejo amigo dijo muchas cosas en pocas palabras, y sobre todo me dio una lección de entender el sacerdocio. Una cosa cierta sé de él: no ha perdido la chaveta, y con todos los defectos que pueda tener personalmente, ama su sacerdocio por encima de todo, y lo saca a luz en todas partes, sin complejos de ningún género.

    Es verdad que en su barrio viven tres “ex”… sacerdotes. Y digo “ex” sacerdotes porque aunque la realidad de su sacerdocio no ha desaparecido de su persona, ha desaparecido su ejercicio. La realidad de su sacerdocio está dentro de ellos, aunque inactivo en su mayor parte. Dentro de su alma el sacerdocio late como una tremenda realidad, semejante a ese principio jurídico: “res clamat ad dominum”, que bien podríamos traducir por “cada cosa reclama sin cesar a su dueño”.

    Estos hombres han sido quemados, como sacerdotes y como hombres. Estos hombres abrazaron un día el sacerdocio llenos de ilusión, y la “revolución del cambio” (Vaticano II) los quemó, los trituró, los redujo a cenizas. Y, sin embargo, “res clamat ad dominum”. Su sacerdocio no está callado, y, mucho menos, muerto. Su sacerdocio está allí, como un testigo de cargo contra alguien y contra algo.

    Mi viejo amigo no es un santo, y él lo sabe bien; pero mi viejo amigo ha visto en sus compañeros “ex” un clamor muy serio en favor de su ministerio, y se ha ceñido la sotana de modo inexorable: “semper et pro semper”, se ha dicho como un juramento: siempre y en todo momento lo soy. (…)

    ***
    Pero al mismo tiempo siento un gran amor por mis otros amigos, los “quemados”. Yo no sé lo que pasó en su conciencia, porque la tengo un tremendo respeto, y debo no violentar el misterio de su íntimo yo. El proceso seguido por su yo en la evolución hacia el “ex” merecería un largo estudio para enseñanza de quienes pudieron salvarlo y no lo salvaron. De hecho, mi viejo amigo conoce alguno de esos procesos, y desde entonces ama más profundamente su sacerdocio ministerial. Aunque ese sacerdocio esté en un vaso de barro, y, precisamente por eso, su amor se ha duplicado. Ha visto que ese vaso de barro puede romperse y ha cuidado seriamente que no se rompa.

    ¡Qué bien suenan las palabras de San Pablo “escogido entre los hombres, colocado en favor de los hombres”, y qué penosamente suena el “dejó de ser escogido para ser uno más entre los hombres”!

    ***
    Es posible que no todos los sacerdotes entiendan este lenguaje, pero algunos, seguro que si lo entendéis. Y más en las aldeas, en las ciudades, en parroquias o en capellanías, sin complejos ni crisis de identidad, aquellos olvidados, marginados o sin olvidar ni marginar, siempre pobres y fieles a vuestro breviario, entendéis perfectamente este lenguaje; como lo entenderían seguramente los sacerdotes tras el Telón de Acero fieles a Roma contra viento y marea, ajenos a la farsa progresista de la vieja pseudo-Europa y parte de la no tan vieja América.

    Vosotros no os quemáis. Vosotros, en todo caso, os dejáis martirizar o encarcelar como Pedro y Pablo, como Santiago y Mateo, al frente y en medio de vuestro pueblo “hasta romper el cerco”. (…)

    A vosotros, los “quemados”, una voz de aliento. No os consideramos lejanos, sino muy cercanos. Dios jugará su baza en su momento y vuestro corazón volverá a latir fuerte, a pesar de todo, y volverá la luz.

    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

  3. #3
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    Re: Siete excelencias de la sotana

    "UNA DIOCESIS ESTRENA "CLERCHI” (Sobre curas que abandonaban la sotana para pasarse al traje clergyman)





    Revista ¿QUÉ PASA? núm 150, 11-Dic-1966

    UNA DIOCESIS ESTRENA "CLERCHI” (*)

    (Primeras impresiones al efecto)

    Por SAULO

    Nuestra diócesis—aquella en que residimos—acaba de estrenar «clerchi». Retrasada anduvo la autorización, pero es que había circunstancias especiales que impidieron que la cosa se hiciese con más premura. Pero, en fin, a mediados de octubre, los anhelos se vieron colmados y cesaron las impaciencias de ese 30 por 100 de sacerdotes diocesanos—según los cálculos más optimistas—que se cree que vestirán el «clerchi» a partir de ahora.

    Uno está siempre con los oídos atentos para ver cómo «caen» ciertas cosas entre el público o, si se quiere, entre el pueblo fiel. Y en esta ocasión, apenas ha salido a la calle el primer cura vestido de «clerchi», nos hemos dispuesto a recoger impresiones, comentarios y pareceres. A continuación estampamos algunas de estas impresiones, con la recta intención de que si alguno de los interesados se ve reflejado en ellas y cree oportuno hacer alguna rectificación, lo haga de inmediato. Tiene, ¡cómo no!, nuestra autorización y hasta incluso, si cabe nuestro aplauso. Siempre se dijo que es propio de sabios el rectificar.




    ***
    Primera impresión. En cierto acreditado centro instructivo de jóvenes hay dos curas capellanes, uno con mayor y más acusada personalidad que el otro. Escasos días más tarde de que se hiciera pública la autorización del prelado para que los sacerdotes pudieran vestir el «clerchi»—lo cual demuestra que el interesado lo tenía con antelación encargado al sastre—, el sacerdote de personalidad menos acusada aparece vestido de «clerchi» gris. El otro continúa vistiendo la sotana tradicional distintiva del sacerdocio.
    Un seglar, que tiene ocasión de hablar con dichos capellanes estando los dos juntos, dice al que viste el flamante «clerchi»:
    —Lo siento, padre, pero aquí su compañero, vistiendo de sotana, me causa mucho más respeto que usted, que viste casi como yo. Me agradaría poder decirle lo contrario, pero es así...
    Al sacerdote que vestía sotana debieron darle mucha pena estas palabras. A él le hubiera gustado posiblemente repartir con su compañero, a partes iguales, la dosis de respeto que a aquel seglar merecían ambas formas sacerdotales de vestir, el «clerchi» y la sotana. Pero aquél volcó la cantidad total de su respeto sólo sobre el ensotanado.
    Simplemente, un síntoma y una toma de posición.

    ***
    Segunda impresión.

    —Oye, papá...
    —¿Qué, hija mía?
    —Que si en lo sucesivo veo por la calle a un sacerdote vestido «de paisano»...
    —No, hija. De paisano, no; de «clerchi»...
    —Bueno, de... «eso»..., y me confundo y le beso la mano creyendo que es un sacerdote católico y resulta luego que es protestante, sería una coladura, ¿no? Yo no sé qué hacer, papá. Yo creo que lo mejor es no besarle la mano a ninguno de los dos, para no equivocarme, ¿no te parece? Con la sotana no había confusión, pero así…
    —Tienes razón, hija mía. No es lo mismo besar la mano a un sacerdote católico, porque a ella baja Jesucristo todos los días, que besársela a un hermano separado, aunque vista traje oscuro y alzacuello. En esa mano no está a diario Jesucristo.
    —Por eso digo, papaíto, por eso digo…


    ***
    Tercer tema de comentario.

    No es el hombre muy practicante ni muy piadoso, desde luego. Viejo militar, hoy retirado, sí que lo es. Va a misa los domingos y cumple con la Iglesia una vez al año. Pero de ahí no pasa. Le gusta al hombre la buena vida y hace burla de muchas cosas. No obstante, cuando se habla de que ya en la diócesis los sacerdotes pueden vestir el «clerchi», nuestro hombre se indigna y precedida del correspondiente «taco», dice esta frase casi lapidaria:
    —¿Cómo es posible que un cura no vista de sotana, y la abandone por vestir de esa forma nueva? Yo, si fuera cura, no dejaría de llevar ese vestido, que me distinguiría de los demás hombres. ¡Qué poco aprecio por la «profesión»! ¡Cualquier día yo, en mis tiempos de militar en activo, dejaba de salir a la calle sin mi pantalón caqui y mi guerrera! ¡Poco orgullo que sentía de poder demostrar en todas partes que yo no era un hombre corriente, sino un militar de cuerpo entero! Pero es que ahora, desde el punto de vista clerical, parece que hay un desenfrenado interés en no diferenciarse de los demás hombres…

    ***
    Los sacerdotes entusiastas del «clerchi», que tanto jalean y exaltan al llorado Juan XXIII, llamándole «el Papa del Concilio», «el Papa de la renovación de la Iglesia», etc., etc., ¿conocen la circunstancia de que el santo Pontífice llamaba a la sotana sacerdotal «la túnica de Jesucristo»?
    —Pero entonces, oiga: ¿cómo es posible que, sobre todo algunos sacerdotes jóvenes, en vez de vestir la túnica que les acerca a Jesucristo, se afanan por vestir un traje que les acerca al mundo?
    —No me lo explico, se lo aseguro. No me lo explico…

    ***
    —Oiga usted: Esto de que los sacerdotes puedan vestir el «clerchi» lo habrá dispuesto el Concilio, ¿no?
    —Creo que no. El Concilio no se ha ocupado específicamente de tal cosa.
    — Y el que sean pocos los que llevan la mandada tonsura en su cabeza, ¿es también cosa conciliar?
    —¡Qué va! Se trata de una disposición del Derecho Canónico vigente, que de ninguna forma ha sido derogada.
    —Entonces, ¿por qué se desobedece tal disposición?
    —Eso digo yo: ¿por qué se desobedece?

    ***
    —Que el Señor me perdone si con esto le ofendo, aunque creo que no. Yo, para confesarme, entre un sacerdote que vista la sotana y otro que vista el «clerchi», lo haré con aquél y no con éste. Me parece más sacerdote-sacerdote el primero que el segundo. ¿No lo cree usted así?
    —Tenga en cuenta que el hábito no hace al monje...
    —No le hace, pero le honra y le distingue. Sobre todo esto último: le distingue. Un sacerdote que use de ordinario la sotana, y lo con dignidad, como lo hacen, gracias a Dios, tantos, me figuro que está más cerca de Dios y más distante de ese mundo que anatematizó Jesucristo, que ese otro que viste el aseglarado «clerchi». Yo preferiré siempre al sacerdote-sacerdote, dentro y fuera del confesonario, por supuesto.

    ***
    —Oiga, ¿no cree usted que España, con esta forma nueva de vestir los sacerdotes, ya se diferenciará menos del extranjero? ¿No cree usted que nos estamos europeizando y americanizando a pasos de gigante?
    —Así lo creo. Eso tan entrañable que antes decíamos, «España es diferente», está pasando a la historia, por desdicha.
    —Añada usted que con gran regocijo por parte de los enemigos de la Iglesia y de los amigos de la revolución a escala internacional.

    ***
    Aquel sacerdote frisaba en el medio siglo. Decía así:
    —Tengo la impresión de que esta autorización que han dado los señores obispos para que los sacerdotes podamos, si nos place, no vestir la sotana, es para evitar mayores males y para que no caigan en falta, si no la visten, un grupo reducido de clérigos jóvenes. Creo que no me equivoco si pienso que esta autorización la han debido dar los prelados con dolor y como-a regañadientes... Yo, por eso, seguiré vistiendo mi sotana, pues, aparte de que no quiero desprenderme de ella, sé que con ello complazco a mi prelado, al que gustaría, sin duda, que ningún sacerdote diocesano hiciera uso de la autorización concedida. ¿No lo cree usted así?
    —Efectivamente. Así lo creo, señor cura.

    ***
    Punto final.
    «Vox populi...» Al pueblo español, al pueblo sano, sencillo y piadoso, le gustaría seguir viendo a sus sacerdotes vestidos de sotana y no de «clerchi» Esta prenda le huele a extranjerismo, a algo así como a dominación extranjera, a persecución religiosa. La razón pastoral del uso de nueva, el «clerchi», créannos los señores obispos, no la vemos por ninguna parte. Palabra.


    (*) "clerchi": es decir, "clergyman", traje oscuro de chaqueta con camisa negra o gris perla y alzacuellos (que era propio de pastores protestantes)
    Última edición por ALACRAN; 09/03/2025 a las 14:30
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

  4. #4
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    Re: Siete excelencias de la sotana

    ¡QUE NO SUENA... , QUE NO SUENA...!


    Revista ¿QUÉ PASA? núm. 200, 28-Oct-1967

    QUE NO SUENA... , QUE NO SUENA...

    Antes se decía: Ha colgado los hábitos... Ha colgado la sotana...

    Ahora habría que decir: «Ha colgado el «clergyman»... ha colgado el alzacuello...

    ¡Que no suena... que no suena...!


    Antes los padres espirituales solían decir: «Tenéis que tener gran aprecio de vuestra vocación... Yo no cambio la sotana por nada del mundo...

    Ahora tendrán que decir: «Yo no cambio el clergyman (o el alzacuello) por nada del mundo...

    O tengo mal oído o... ¡que no suena... que no suena…!

    J. A. O.


    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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