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Tema: Lutero, no y no

  1. #41
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    Re: Lutero, no y no

    “Non Possumus”, a propósito de Lutero (II): Lo que pensaba Lutero sobre los judíos.




    Obra de Lutero: “Sobre los judíos y sus mentiras (1543)


    Pocos conocen que el hoy aclamado Lutero fuera un profundo antijudío. Los que saben de su odio visceral hacia el pueblo judío, siempre o lo han ocultado, o bien los han aguado con extraños argumentos teológicos.

    El caso es que en 1543 aparecía un escrito de su mano titulado: “Los judíos y sus mentiras”. Ya estábamos al final de sus días, pero su habitual ímpetu exagerado aún era capaz de volcarse contra los judíos

    Pero el libro no deja lugar a dudas. Empieza con una declaración de intenciones: “Habí*a decidido no escribir nunca más, ni de los judíos, ni contra los judí*os. Sin embargo, como quiera que esta malvada y miserable gente no cesa de tratar de destruir a los cristianos, he permitido que este pequeño libro salga adelante para todos aquellos que han resistido tan venenosa acometida de los judí*os y así* advertir a los cristianos para que permanezcan en guardia contra ellos. Yo no podría creer que un cristiano se permitiera a sí mismo ser engañado por los judíos y tomar parte de su destierro y miseria. Pero el diablo es el dios de este mundo, y donde no está la palabra de Dios, él se mete fácilmente, no sólo entre los débiles, sino también entre los fuertes. Dios nos ayude. Amén.”

    En el libro escribía lindezas como que había que quemar las sinagogas, destruir sus libros de oración, prohibir predicar a los rabinos, aplastar y destruir sus casas, incautarse sus propiedades, confiscar su dinero y obligar a esos “gusanos venenosos” a realizar trabajos forzados o expulsarlos para siempre. No es de extrañar que los nazis tuvieran a Lutero en un pedestal.

    Mas joyas que pueden encontrarse en el libro:


    “Los judíos son pequeños diablos condenados al infierno (E: 32, p: 276) tal vez los cristianos delicados y blandos de corazón creerán que soy demasiado drástico y riguroso contra los pobres, afligidos judíos, y crean que los ridiculizo y los trato con mucho sarcasmo. Por mis palabras, soy demasiado débil para ser capaz de ridiculizar tan satánicos engendros. Estaría contento de poder hacerlo, pero ellos son mucho más adeptos de la burla que yo y poseen un Dios que es un maestro en este arte, o sea el mismísimo diablo (E. 32, p. 286). Aunque no hubiera otra evidencia que el Antiguo Testamento yo mantendría, y ninguna persona podría cambiar mi opinión, de que los judíos tal como son hoy, son una verdadera mezcla de todos los malévolos y depravados bribones que hay en este mundo, que se han dispersado en todos los países, al igual que los tártaros, gitanos y gente así, para afligir a todas las diferentes naciones con su usura, escupir sobre los demás y traicionar, envenenar, embaucar y raptar niños, abreviando, para practicar toda clase de injurias y actos deshonestos.”



    O bien:


    “Aquellos judíos que profesan la carrera de cirujanos o doctores despojan de salud y bienestar a los cristianos que usan de sus medicamentos, por que tales doctores judíos hacen con ello un favor especial a su Dios si atormentan y asesinan furtivamente a los cristianos, y nosotros como ingenuos que somos, todavía socorremos a nuestros enemigos y a sus diabólicos usos en el momento en que nuestras vidas están en peligro, lo cual es probar la paciencia de Dios.”


    O también:


    “Tan pronto como mi principal asunto (advertiros de los judíos) haya sido efectuado, me consagraré a la expulsión de los judíos. El conde Albrecht es hostil hacia ellos y los ha abandonado ya, pero no son molestados por nadie. Con la ayuda de Dios ayudaré al conde con los sermones que hago desde el púlpito para que los abandonen.”


    Y sigue:


    “A vuestro lado también hay muchos judíos viviendo en el país, haciendo mucho daño… deberíais saber que los judíos blasfeman y violan día a día el nombre de Nuestro Salvador… por esta razón, señores y hombres con autoridad, no deberíais tolerarlos, sino expulsarlos. Ellos son nuestros enemigos públicos e incesantemente blasfeman de Nuestro Señor Jesucristo, llaman una prostituta a Nuestra Virgen María y un bastardo a su Hijo Sagrado y a nosotros nos dan el epíteto de imbéciles y engendros.

    Si pudieran asesinarnos, lo harían alegremente y de hecho muchos de ellos matan a cristianos , especialmente aquellos que profesan como cirujanos y doctores. Saben como tratar los medicamentos a la manera de los italianos -los Borgia y los Medicis- que daban venenos a la gente proporcionándoles la muerte en una hora o en un mes. Por lo tanto, combátelos severamente porque no hacen sino blasfemar extremadamente al Señor, tratan de robar nuestras vidas, nuestra salud, nuestro honor y pertenencias…

    Por esta razón no puedo tener paciencia ni tener una conversación con estos blasfemos y delirantes violadores del Salvador. Como buen patriota quiero daros esta advertencia por última vez para que no participéis en pecados ajenos. Deberíais estar seguros de que solo deseo lo mejor para vosotros, príncipes y súbditos (E. 62, p. 189)”.


    Proponer a Lutero como un puntal del actual ecumenismo no tiene el más mínimo sentido. La Iglesia evangelista luterana, tanto en Alemania como en los países nórdicos está más que acabada. Su fundador, un auténtico desastre humano, radical, resentido, que rezumaba odio contra casi todo, no nos lo pueden presentar como ejemplo de tolerancia.

    Javier Barraycoa

    Edición en castellano





    https://barraycoa.com/
    Última edición por Hyeronimus; 03/11/2016 a las 20:11

  2. #42
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    Re: Lutero, no y no

    “Non Possumus”, a propósito de Lutero (IV): Lutero a la caza de los campesinos.

    Lutero a la caza de los campesinos

    Luther ohne Mythos de Hubertus Mynarek es un libro necesario y desmitificador sobre Martín Lutero. Lutero, al principio de su predicación se posicionó a favor de los campesinos y en contra de los príncipes alemanes y cualquiera que ostentase alguna autoridad. En esa primera etapa teorizó sobre el derecho de Rebelión contra las autoridades. Pero fue una época breve ya que pronto fue acogido por los príncipes alemanes y protegido por ellos. Entonces sus escritos cambiaron radicalmente e inició una de las apologías más salvajes contra el campesinado que se recuerdan en la historia del pensamiento.

    Luteranos ejecutan a un anabaptista



    Thomas Müntzer
    , uno de los exaltados, hereje y revolucionario campesino, un anabaptista, fue de los primeros que recibió las invectivas de los príncipes alemanes acaudillados espiritualmente por Lutero. Tras su revolución campesina Thomas Müntzer fue capturado, se le sometió a juicio sumarísimo con la tortura correspondiente. Tras ser violentamente azotado, fue condenado a la pena capital, siendo decapitado. Antes, Lutero había escrito una carta a los príncipes de Sajonia contra Müntzer, ordenando a la nobleza sajona eliminar violentamente al “Satán maldito de Allstedt”, como llamaba Thomas Müntzer (aunque dicho sea de paso el protestante Müntzer había sido un asesino piadoso de masas). En la carta lo denomina: “espíritu devorador del mundo”, “demonio mendaz”, “Satán por antonomasia”, “espíritu mendaz”, “demonio expulsado”.

    En otros escritos las acusaciones de Lutero para con Müntzer son aún más desmedidas y desatadas. En su Amonestación por la paz en los doce artículos del campesinado de Suabia califica a Müntzer de “profeta bribón”, “príncipe de los demonios, que gobierna en Mühlhausen y no hace otra cosa que robar, asesinar y derramar sangre”.

    Lutero, en su conocido y terrorífico escrito titulado “Contra las hordas asesinas y ladronas de campesinos” (1525). Se escribe en el marco de las revueltas campesinas contra los príncipes alemanes. La tesis del libro en el fondo es muy sencilla: los campesinos están endemoniados y, por tanto, es lícito liquidarlos. Ya se ve que se estaba manejando alta teología. Podemos leer que escribe sobre ellos:

    “Nada más venenoso, dañino y demoníaco que esta gente, que sólo impulsan actividades satánicas”, “que sirven al demonio bajo la apariencia de Evangelio”, “de ahí que se merezcan una y mil veces la muerte corporal y espiritual, “son peones del demonio” y “conforman una federación satánica de maldad y perdición”.

    Lutero deja caer que los demonios han vaciado el infierno y anidan en los campesinos: “Hay que huir de ellos como del mismo demonio”. Pero mejor que huir de ellos, insta a los Príncipes alemanes, es aniquilarlos:

    “Quien puede y quiere ahogar a un rebelde hace bien en ejecutarlo, puesto que ante un rebelde público toda persona es dos cosas: juez y verdugo. Igual que pasa con un fuego, que el mejor es quien primero lo sofoca… De igual manera aquí, quien pueda debe destruir, ahorcar y asesinar, en secreto o en público… Como ocurre quien se ve obligado a matar un perro rabioso… Un cristiano piadoso debiera sufrir cien veces la muerte, si fuera menester, antes de aceptar lo más mínimo en el tema de los campesinos”.


    Los años 1524 y 1525,fueron en los que Lutero ejerció con sus escritos y apelaciones una propaganda tan desorbitada de acoso contra Müntzer y los campesinos. En el trasfondo Lutero encubría y justificaba una situación política y nada religiosa. Su teología de una Iglesia universal invisible y misteriosa de los verdaderos creyentes, se convirtió en estado eclesial. Los príncipes alemanes se convirtieron en teócratas y Lutero entonces empezó a predicar contra los que atentaban contra las autoridades constituidas.


    Guerra de campesinos alemanes



    Marx
    llegó a decir: “Lutero ha transformado los curas en laicos porque a los laicos los ha convertido en curas”. Así, los príncipes se volvían intocables. Desobedecerles en cualquier materia, aunque mandaran algo injusto, era como enfrentarse a Dios. Con toda solemnidad manifestó Lutero en 1528 la idea de que “el mandato de Moisés “honra a tu padre” se refería a estos príncipes.

    Lutero, en un ataque de megalomanía, se sintió llamado a transmitir a los príncipes la orden de Dios de golpear y aniquilar a los campesinos:

    “Los predicadores son los mayores criminales, ya que exhortan a la autoridad a que, en función de su cargo, castiguen a los impíos malvados. Yo, Martín Lutero, he matado a todos los campesinos rebeldes, pues he llamado a matarlos; que toda su sangre caiga sobre mis hombros. Pero yo la remito a nuestro señor Dios, que me ha ordenado transmitir este mandato suyo”.


    A los labradores, a pesar de su reconocimiento de algunas de sus exigencias, aconsejó obediencia a cualquier precio:


    “Porque el que la autoridad sea mala e injusta no disculpa la rebeldía o el amotinamiento. Puesto que castigar la maldad no es competencia de cada uno sino de la autoridad civil, que porta la espada. El que la autoridad os arrebate injustamente vuestros bienes es una cosa, pero otra que les arrebatéis su poder, y con ellos todos sus bienes, su cuerpo y alma, convirtiéndoos así en mayores ladrones que ellos”.


    Los 12 artículos y reglamentos de la liga de campesinos



    En su escrito “Los 12 artículos y reglamentos de la liga de campesinos”, afirmaba respecto a los campesinos “que ellos no podían apelar al derecho cristiano del Nuevo y Antiguo Testamento, ni tampoco al derecho natural porque básicamente para ellos sólo rige el derecho cristiano: no rebelarse contra la injusticia, no echar mano a la espada, no defenderse, no tomar venganza sino entregar el cuerpo y el alma porque, que robe quien robe, nuestra confianza está en el Señor, quien, como ha prometido, no nos abandonará. Sufrir, sufrir, cruz, cruz es el derecho de los cristianos y no otra cosa. Un cristiano se deja robar, quitar, presionar, patear, saquear, devorar, que le vocifere todo aquel que quiera, él es un mártir”.

    En el ya citado escrito Contra las bandas de campesinos saqueadoras, insiste:

    “Así la autoridad debe actuar con tranquilidad y consuelo y asesinar con buena conciencia mientras le quede un soplo de vida. Ésta es su ventaja, que los campesinos tienen mala conciencia y hacen cosas injustas y serán asesinados por ello, y serán presa eterna del demonio en cuerpo y alma. Pero la autoridad, que tiene buena conciencia y hace cosas justas, puede dirigirse a Dios con toda la seguridad de su corazón y decirle: Mira, Dios mío, me nombraste príncipe e colocaste como Señor, no puedo dudar de que me has encomendado blandir la espada sobre los malhechores (Rom 13, 4). Es tu palabra, no cabe mentira; debo cumplir mi función sin vacilar, de lo contrario pierdo tu gracia; es también evidente que estos campesinos se han hecho acreedores a la muerte con reiteración ante ti y ante el pueblo, me has mandado castigarles… Y yo quiero castigarles y matarles mientras me quede un soplo de vida, tú lo juzgarás y lo encontrarás justo”.


    https://barraycoa.com/
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  3. #43
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    Re: Lutero, no y no

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  4. #44
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    Re: Lutero, no y no

    Cita Iniciado por Trifón Ver mensaje
    Añado el artículo ya transcrito:

    LA VERDAD SOBRE LUTERO, por Juan Manuel de Prada


    (ABC, 5 de noviembre de 2016)


    Quinientos años después de la protesta de Lutero, uno puede hacerse el sueco, para obtener el aplauso del mundo, o bien puede atreverse a analizar con rigor intelectual lo que con aquel acontecimiento se sustanció. Esta segunda actitud, que en un mundo donde lo que mola es hacerse el sueco causa escándalo, es la que nos propone el excelente volumen "Consecuencias político-jurídicas del protestantismo" (Ediciones Marcial Pons), al cuidado del profesor Miguel Ayuso, en el que un selecto grupo de juristas procuran al lector consciente una serie de aproximaciones al pensamiento de Lutero y señalan las lacras políticas que en él tienen su origen. Celebrar el centenario de la protesta luterana es como si el sifilítico celebrase el día en que contrajo la sífilis.


    Habría que empezar señalando, como hace el profesor Juan Fernando Segovia en una de las aportaciones más enjundiosas del libro, que al afirmar la salvación por la sola fe Lutero niega toda autoridad a la Iglesia, así como su papel mediador entre el creyente y Dios y la eficacia de los sacramentos. La Iglesia, para Lutero, es una organización opresora; y el Papado, la sede del Anticristo. Pero el libro que recomendamos hoy es valioso sobre todo porque nos desvela cómo las nociones teológicas oscurantistas de Lutero (depravación de la naturaleza humana, negación del libre albedrío, etcétera) corrompen y destruyen las instituciones políticas y sociales. Si el hombre es malo por naturaleza y su razón está corrompida, el poder se tendrá que erigir en puro ejercicio de la fuerza que reprima sus tendencias malignas. Así, ante la revuelta campesina de 1525, Lutero puede celebrar que se alce “la espada vengadora” contra los príncipes; y cuando los campesinos son derrotados puede solicitar tan pichi a los príncipes: “Perseguidlos y matadlos como a perros rabiosos. Dios os lo premiará”. Pues un poder civil entendido al modo luterano puede (¡viva la alternancia!) cambiar de titular como de chaqueta. Por otro lado, como nos recuerda José Luis Widow en otro pasaje del libro, establecida la premisa desquiciada de que la naturaleza humana está por completo corrompida, Lutero piensa lógicamente que la razón es “ciega, sorda, necia, impía y sacrílega”; de tal modo que está negada para querer el bien, incapacitada para el juicio moral. De ahí que Lutero pudiera recomendar a uno de los príncipes a los que adulaba que “pecase fuertemente”, aduciendo que su mera fe bastaría para salvarlo. La justificación por la sola fe conduce inevitablemente a la emancipación de la conciencia del juicio moral sobre nuestras acciones; y así se entroniza el puro subjetivismo, hasta que la tendencia natural al desorden exija la intervención de una ley humana que se imponga como ejercicio de poder. Pero, como señala el profesor Segovia, al afirmar la absoluta corrupción de la naturaleza humana, Lutero niega el valor de la ley: pues al mandar realizar tal o cual obra, la ley no hace sino (en palabras de Lutero) “poner de manifiesto la enfermedad, el pecado, la maldad” del hombre, a quien inevitablemente “asalta la tristeza, se siente afligido, hasta cae en la desesperación”. Que es, en efecto, la estación última del hombre concebido al modo luterano.


    En "Consecuencias jurídico-políticas del protestantismo" se desgranan otras calamidades que tienen su origen en el pensamiento de Lutero, como la reducción de lo político a lo estatal, el nacionalismo, el capitalismo desembridado o la instauración de una libertad que no se orienta por la razón, sino por una “autodeterminación” cuyo único límite es no hacer daño a terceros (límite que, por supuesto, se acaba infringiendo, cuando tal daño beneficia al titular del poder). Así hasta desvelar la verdad sobre Lutero que otros prefieren ignorar, haciéndose los suecos.

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  5. #45
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    Re: Lutero, no y no

    Obispo Schneider: “Ya hemos tenido una respuesta infalible a los errores de Martin Lutero”




    Claire Chretien de LifeSiteNews ha publicado hoy un nuevo video de preguntas y respuestas con el obispo Athanasius Schneider en el Cosmos Club de Washington DC después de su conferencia del 20 de octubre de 2016. En él, se le preguntó sobre la declaración del Papa Francisco de que Martín Lutero “no se equivocó” sobre la justificación.

    Él respondió, en parte:

    Ya hemos tenido una respuesta infalible a los errores de Martín Lutero: el Concilio de Trento. Las enseñanzas del Concilio de Trento sobre los errores de Lutero, repito, son infalibles, ex cathedra. Y los comentarios del Papa en el avión no son ex cathedra.

    Esos comentarios particulares empiezan en el minuto 1:43 en el video, pero vale la pena ver las preguntas y respuestas completas:



    Obispo Schneider: "Ya hemos tenido una respuesta infalible a los errores de Martin Lutero"

  6. #46
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    Re: Lutero, no y no

    Luterándonos: el libre examen



    El P. Teztel, dominico enviado a predicar el verdadero sentido de las indulgencias, decía respecto de Lutero ya en su época:

    “Los artículos de Lutero están destinados a promover un gran escándalo, pues por su causa muchos despreciarán el poder de su Santidad del Papa y de la santa Sede Romana. También se abandonarán las obras de penitencia sacramental, y no se volverá a creer a los predicadores y doctores, queriendo cada cual interpretar la escritura a su antojo, por donde la santa y universal Cristiandad habrá de incurrir en gran peligro de las almas, pues cada cual no creerá sino en aquello que bien le pareciere[1].

    Y Lutero, en esto, daba el ejemplo con su propia vida:

    “Yo no quiero ser juez ni un asno papa, ni una mula. No quiero responder nada a tales asnos ni a sus berridos inútiles sobre la palabra ‘sola’ (sola scriptura). Ya basta. Lutero lo quiere, Lutero habla así. Lutero es un doctor por encima de todos los doctores de todo el papismo (…)[2].

    “El cristianismo no es más que un continuo ejercicio de sentir que no has pecado aunque hayas pecado y que todos tus pecados son cargados a Cristo” [3].

    “Sé pecador y peca reciamente, pero confía más vigorosamente y gózate en Cristo que es el vencedor del pecado, de la muerte y del mundo. No te imagines que esta vida sea la morada de la justicia: antes bien, es preciso pecar. Bástate reconocer al corderillo que lleva sobre sí los pecados del mundo, y en tal caso el pecado no podrá separarte de Él aunque cometas mil fornicaciones al día y perpetres otros tantos homicidios”[4].

    “Aunque los santos Cipriano, Ambrosio y Agustín; aunque San Pedro, San Pablo y San Juan; aunque los ángeles del cielo te enseñen otra cosa, esto es lo que sé de cierto: que no enseño cosas humanas, sino divinas; o sea que todo lo atribuyo a Dios, a los hombres nada (…). Los Santos Padres, los doctores, los concilios, la misma Virgen María y San José y todos los santos juntos pueden equivocarse”[5] (él no, claro).

    Que no te la cuenten…


    P. Javier Olivera Ravasi




    [1] Vorlegung, Art. 19, Paulus, Tetzel 53. Amplios extractos en Hefele-Leclercq, Hist. Des Conciles, VIII, 651-57 (Cfr. Ricardo García-Villoslada, Lutero, t.1, BAC, Madrid 1973, 347)

    [2] Sendbrief vom Dolmetschen: WA 30,2 p.632-36. «Doctor Martinus Luther wils also haben, und spricht: Papist und Esel sey ein Ding. Sic volo…» (Cfr. Ricardo García-Villoslada, Lutero, t.2, BAC, Madrid 1976, 35).

    [3] Opp. exeg. lat., XXIII, 142; Weil., 331, 7 (cfr. Jacques Maritain, Tres reformadores, Excelsa, Buenos Aires 1945, 45).

    [4] Enders III, 208 (Cfr. cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 20).

    [5] WA 40,1 p.130-31 y «Es heisse Heilig, Gelert, Veter, Concilia, oder was es sein mag, wenn es gleich María, Joseph und alle Heiligen miteinander waren, so folget darumb nicht, das sie nicht haben können irr en und feilen» (WA 17,2 p.28) (Cfr. Cfr. Ricardo García-Villoslada, Lutero, t.2, BAC, Madrid 1976, 14). .


    Luterándonos: el libre examen – Que no te la cuenten
    ReynoDeGranada, Vainilla y Pious dieron el Víctor.

  7. #47
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    Re: Lutero, no y no

    Luterándonos: para el “reformador”, la mujer, prostituta y sumisa


    – Y sí…; hasta el domingo, por lo menos, seguiremos publicando perlitas del “reformador” a partir de las fuentes históricas…

    Lutero no era alguien a quien hoy llamaríamos “defensor de la mujer”. Con un planteo puritano, consideraba que el sexo era siempre pecado, aunque Dios lo perdonase, de allí que la mujer fuese necesaria para el hombre, aunque perteneciese a una segunda categoría; a la categoría de cosa:

    “Las mujeres evidentemente no pueden servir más que para el matrimonio o para la prostitución
    [1].
    De allí que aconsejaba que,

    “aunque las mujeres se fatiguen y aun revienten con la preñez, tú déjalas reventar en buen hora que para eso han nacido. Más vale vida corta con salud, que larga con enfermedad”[2].
    Con el tiempo no dudaría en incluso aplaudir cierto rapto de unas religiosas de parte de algunos clérigos violentos, en la noche del Sábado Santo de 1523, llamando a su cabecilla “bienaventurado ladrón”:

    “A imitación de Cristo también vos habéis sacado estas almas de la prisión, de las garras de la tiranía humana , precisamente en el oportuno tiempo de la Pascua, en que Cristo rompió las cadenas de los suyos”[3].
    “Si una mujer se niega a pagar el débito conyugal, el hombre debe echarse la cuenta de que su mujer ha sido robada y apropiada por forajidos y agenciarse otra”[4].
    La mujer es simplemente,

    un animal estúpido que sólo servía de mero instrumento para acallar el apetito sensual: Tan pronto como cualquier hombre sienta en sí la plenitud de los fueros de macho, tome una mujer, y no tiente a Dios. Para eso la doncella tiene su sexo de mujer; para que le suministre al hombre un remedio saludable para evitar el onanismo”[5].
    De allí que estuviese a favor del goce de varias mujeres a la vez, pues “la poligamia no es opuesta a la Sagrada Escritura”[6].

    A Enrique VIII, el incontinente rey inglés, que le pedía consejo, le decía: “antes le permitiría al rey añadir una segunda reina a la primera, y a ejemplo de los patriarcas y reyes antiguos tener a la vez dos mujeres o dos reinas”[7], pues “no hay prohibición de que un hombre pueda tener más de una mujer, y yo por ahora no podría impedirlo”[8].
    Que no te la cuenten…

    P. Javier Olivera Ravasi


    [1] Martín Lutero, Weim., XII, 94, 20 (1523) (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 131).
    [2] Martín Lutero, Erl., 20, 84 (Predigt vom ehelichen Leben, 1522), Weim., X, P. II, p. 301, 13 (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 323). [3] Martín Lutero, Weim XI, 394-30 (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 25). [4] Martín Lutero, Erl., 20, 73; Weim., X, P. II, p. 200, 23 (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 317). [5] Carta de Martín Lutero en Seidemann, Lauterbachs, Tagebuch, año 1538, ed. Seidemann, p. 101 (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 323). [6] Carta de Martín Lutero en Briefwechsel in der Erlangen, Frankfurt-Calwer Ausgabe (1884-1903) Enders, IV, 283, año 1524 (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 142). [7] Carta de Martín Lutero en, Enders, IX, 93: Cf. p. 25, n. 2. Doce días antes, Melanchthon se había expresado en el mismo sentido, Corp. Ref. II, 528 (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 142-143). [8] Carta de Martín Lutero en M. Lenz, Briefverchsel Landsgraf Philipps des Gross, mutigen von Hessen mit Bucer, I, 3432 y s., nota. (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 25.

    Luterándonos: para el “reformador”, la mujer, prostituta y sumisa – Que no te la cuenten
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  8. #48
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    Re: Lutero, no y no

    Luterándonos: la vida religiosa





    Escribió Lutero desde Wartburg a su amigo Gerbel:

    “Hay una vigorosa conjuración entre Felipe (Melanchthon) y yo en contra de los votos de los religiosos y de los sacerdotes, para abolirlos y anularlos: ¡oh! ¡aquel bandido de anticristo con sus escamas, cómo ha servido de instrumento a Satanás para destruir todos los misterios de la piedad cristiana! (…). Dichoso tú que has vencido con el honroso matrimonio aquel impuro celibato”[1].
    Y sobre los votos específicamente, agregaba:

    “Los votos monásticos son imposibles y anticristianos, pura hipocresía o soberbia, el matrimonio es absolutamente obligatorio y necesario para quien tiene órganos de generación[2].


    “Benedictinos, cartujos, agustinos, carmelitas, todos los monjes y todas las monjas están ciertamente condenados; sólo los cristianos se salvarán… porque no es por Cristo que quieren salvarse, sino por otro medio: su regla y sus votos”. (Los religiosos) “no merecen el nombre de hombres: se sitúan mucho más abajo que los puercos” (…). “Si yo tuviese a todos los franciscanos en la misma casa, les prendería fuego”[3].


    Los votos solemnemente pronunciados delante de Dios son una renegación de Cristo, un engaño diabólico, contrarios al Evangelio, y en tal supuesto, son por ellos difamados como apóstatas aún los religiosos que se han mantenido fieles a Dios”[4].


    “Mediante el voto de castidad se reniega de ser hombre, con lo cual cada uno de ellos es invitado a quebrantar los sagrados votos; adelante, pues, decididamente, teniendo ante los ojos a Dios en la recta fe, y volviendo la espalda al mundo con su batahola, taconazos y vocinglería; no escuchar ni mirar nada aunque detrás de nosotros se hundan Sodoma y Gomorra, ni preocuparse de su paradero[5].


    “El que jura castidad es como el que jurase cometer adulterio o cualquier otra cosa prohibida por Dios”[6].
    No muy distinto era su odio contra el mismo sacerdocio y la Santa Misa:

    “En otros tiempos, cuando yo era monje, al celebrar por primera vez y leer en el canon estas palabras: Te igitur, clementissime Pater… Offerimus tibi, vivo et aeterno…, me quedé atónito y sobrecogido de horror. Pues pensaba: ¿Cómo puedo dirigir mis palabras a tan inmensa majestad?”. Minutos antes se había dado vuelta al superior diciéndole: “Señor prior, tengo miedo, quiero huir del altar”. Pero el agustino lo animó: “Adelante, siempre adelante”[1].


    “Sostengo que después de la consagración hay verdadero pan y verdadero vino, en los cuales está la verdadera carne y la verdadera sangre de Cristo”[2].


    “El sacerdote que dice la misa no es sacerdote de Dios sino de Satanás; la misa es un ministerio sacrílego, diabólico, impío, abominable (…). El culto de la misa supera toda impiedad y abominación, de suerte que si otra causa no hubiere para colgar los hábitos, abandonar el convento y detestar los votos, sería más que suficiente esta abominación de la misa… Yo por mi parte, preferiría haber sido adúltero, homicida, rufián y salteador de caminos antes que sacerdote[3].

    En 1522 escribía a un discípulo:

    Precave y aconseja que nadie se haga sacerdote, monje o monja, y que los que ya lo son, cuelguen los hábitos (…). Hagámoslo así por otro par de años y ya verás qué polvo llevan el papa, el obispo, el cardenal, el cura, el monje, las campanas, los campanarios, la misa, las vigilias (…). Todo esto se desvanecerá como una sombra… En este solo año ya hemos hecho una gorda con haber inculcado y escrito estas verdades: ¡qué corta y estrecha se ha quedado la manta de los papistas![4]

    Que no te la cuenten…
    P. Javier Olivera Ravasi

    [1] Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 357.


    [2] Alfredo Sáenz, La Nave y las tempestades. La Reforma Protestante, Gladius, Buenos Aires 2005, 178.


    [3] Ídem, 191.

    [4] Heinrich Denifle, op. cit., 7.

    [5] Ídem, 8.

    [6] Ídem, 10.




    Luterándonos: la vida religiosa – Que no te la cuenten

  9. #49
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    Re: Lutero, no y no

    Luterándonos: fe y razón; Aristóteles y Santo Tomás de Aquino







    La razón, según Lutero, sirve para las cosas prácticas del mundo terreno, pero de ningún modo para iluminar los asuntos de la fe, de allí que sea una abominación pensar que con ella se pueda profundizar la teología y los dogmas ya que la razón es contraria a la fe[1].
    Lo mismo diría luego:

    “La razón se opone directamente a la fe, y deberían dejarla que se vaya; en los creyentes hay que matarla y enterrarla[2] (…).Es imposible poner de acuerdo a la fe con la razón[3] (…). Has de abandonar tu razón, ignorarla, aniquilarla por completo, de lo contrario no entrarás en el Cielo (…)[4].Es menester dejar a la razón en su casa, porque es la enemiga nata de la fe… Nada hay tan contrario a la fe como la ley y la razón, hay que vencerlas si se quiere alcanzar la bienaventuranza”[5].

    A la inteligencia “Dios nos la ha concedido para que gobierne en el mundo, es decir, a ella corresponde el poder de dictar leyes y de ordenar principalmente lo que respecta a esta vida, como el beber, el comer, el vestir, así como lo referente a la disciplina exterior y a una vida honesta”[6], pero en lo espiritual
    es “ciega y anda en tinieblas”[7].

    “La razón es la puta del diablo. Sólo es capaz de blasfemar y de deshonrar cuanto Dios ha dicho o ha hecho”[8]
    (…) “La más feroz enemiga de Dios”[9] (…). “Es la mayor puta del diablo; por su naturaleza y manera de ser es una puta dañina; una prostituta, la puta titular del diablo, una puta carcomida por la roña y la lepra, a quien habría que pisotear y destruir junto con la sabiduría… Arrójale inmundicia al rostro para afearla… La abominable merecería ser relegada a la más sucia habitación de la casa, a las letrinas”[10].

    Pero no sólo la razón será despotricada contra el autor de la Ruptura Protestante, sino también aquellos que hubiesen intentado utilizarla a lo largo de la historia, entre otros, Aristóteles y el gran Santo Tomás de Aquino:

    “Aristóteles es el reducto impío de los Papistas. Es para la teología lo que las tinieblas son para la luz. Su ética es la mayor enemiga de la gracia”[11]
    , es un “filósofo rancio”[12], un “pillo digno de ser encerrado en el chiquero o en el establo de los asnos”[13], “un calumniador desvergonzado, un comediante, el más astuto corruptor de los espíritus. Si no hubiera existido en carne y hueso, no sentiría el menor escrúpulo en tenerlo por un verdadero diablo”[14].

    Aristóteles no es más que un “ciego gentil”, “una bestia pagana; “un devastador de la pía doctrina”, “un mero diccionario”, “impiísimo”, “sicofante”, “burro ocioso”, “monstruo de tres cabezas”[15].

    Tanto era el odio de Lutero que hasta se dedicaba a atacarlo por medio de sus discípulos:

    “Estoy preparando a seis o siete doctorandos, entre ellos Adriano (de Amberes), para el futuro examen, que redundará en ignominia de Aristóteles, contra quien desearía que se alzasen pronto muchísimos enemigos”[16].

    ¿Y de Santo Tomás?

    Refiriéndose a Santo Tomás dice: “nunca comprendió un capítulo del Evangelio o de Aristóteles”[17].

    “Santo Tomás: me duele que este insigne varón haya intentado probar las cosas de la fe valiéndose de Aristóteles… La razón principal de mi opinión es que las palabras divinas no deben sufrir violencia ni de parte de los hombres ni de parte de los ángeles, sino que en lo posible se han de interpretar en su sentido más sencillo”[18].

    “En resumen es imposible reformar la Iglesia si la teología y la filosofía escolástica no se arrancan de raíz”[19].


    Y en esto último no se equivocaba…

    En fin…; todo un adelantado.
    Que no te la cuenten…
    P. Javier Olivera Ravasi


    [1] Martín Lutero, Disputationes, a cura di Paul Drews, Göttingen 1895, 42 (cfr. Jacques Maritain, Tres reformadores, Excelsa, Buenos Aires 1945, 42).
    [2] Weim., XLVII, 328, 23-25 (1537-1540).
    [3] Weim., XLVII, 329, 29-30. “Ratio est omnium maximum impedimentum ad fidem”. Tischredem, Weim., III, 62, 28, Nº 2904 a. [4] Weim., XLVII, 329, 6-7. [5] Weim., VI. (N9 6718), 143, 25-26, 32-35. [6] Weim., XLV, 621 5-8 (1538). [7] Weim., II, 319, 8; 320, 12. [8] Weim., XVIII, 164, 24-27 (1524-1525) [9] “Rationem atrocissimum Dei hostem”, in Galat. (1531) 1535, Weim., XL. P. 1, 363, 25. [10] Erl., 16, 142 a 148 (1546). [11] Cf. Uberweg, Grundriss der Geschichte der Philosophie, III, 1914, t. 30, 32. [12] Weim., IX, 43, 5 (1510-1511). [13] Weim., VII, 282, 15-16 (1521). [14] Carta a Lang, 8 de febrero de 1516, de Wette, I, 15-16. [15] Ricardo García-Villoslada, Martín Lutero, t. 1, Bac, Madrid 1973, 72. [16] Martín Lutero, Briefwechsel (WA 1930-67). I. 100. [17] Enders, I, 350, 25-30 (14 de enero de 1519); I, 173-174, 50-57 (24 de marzo de 1518). [18] Weimarer Ausgabe (Weimar 1883 y ss.) 6, 508-509. [19] De Wette, I, 64, P. 108 (1518).


    http://www.quenotelacuenten.org/2016...mas-de-aquino/
    Última edición por Hyeronimus; 07/11/2016 a las 15:03
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  10. #50
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    Re: Lutero, no y no

    Luterándonos: los frutos de la ruptura según Lutero



    Terminemos esta serie de fichas que hemos compartido aquí durante días a modo de “flos haereticorum“, con algunas citas del balance que el mismo heresiarca hacía.

    Que no te la cuenten…
    P. Javier Olivera Ravasi
    Cuadro: Egbert II van Heemskerck – “Lutero y Calvino en el infierno” (1700).
    “¿Qué frutos trajo, fray Martín?”:
    “los nuestros (tiempos) son al presente siete veces más escandalosos que lo que se ha usado hasta ahora; noso*tros robamos, mentimos, engañamos, comemos y bebemos y nos entregamos a todo género de vicios (…). Nosotros los alemanes somos al presente el ludibrio y la vergüenza de todo el mundo que nos califica de puercos, ignominiosos y obscenos”[1].
    Dimos caza a un diablo, pero se nos han echado encima otros siete peores
    [2].

    “La avaricia, la usura, la deshonestidad, la crápula, la blasfemia, la mentira y el fraude progresan des*mesuradamente harto más que bajo el papado: tan ver*gonzoso estado de cosas desacredita al Evangelio y a sus predicadores, dando lugar a que se diga: si esa doctrina fuese verdadera, la gente sería más piadosa[3].

    “Nosotros los alemanes —escribía Lutero en 1532— pecamos y somos esclavos del pecado, vivimos en los placeres carnales y nos asfixiamos bárbaramente en el libertinaje. Queremos hacer cuanto nos venga en talante, y todo lo que cede en servicio del diablo, y queremos ser libres de hacer lo que se nos antoja. Son pocos los que piensan en la grave dificultad de librarse de los pecados. Están contentísimos de haberse desgarrado del papa, de la autoridad eclesiástica y las demás leyes; pero no paran mientes en el modo con que deben servir a Cristo y preservarse de los pecados (…) Si yo tratara de pintar a Alemania, debería copiar en ella la figura de una marrana[4].



    [1] Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 23.



    [2]Ídem, 26.


    [3]Ídem, 27.



    [4] Ídem, 28.





    Luterándonos: los frutos de la ruptura según Lutero – Que no te la cuenten
    ReynoDeGranada, Vainilla y Pious dieron el Víctor.

  11. #51
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    Re: Lutero, no y no

    miércoles, 9 de noviembre de 2016

    LA IGLESIA, DE MANERA INFALIBLE, CONDENÓ A MARTÍN LUTERO: MONS. ATHANASIUS SCHNEIDER


    "Poner la religión de origen divino en el mismo nivel con las religiones inventadas por los hombres es la blasfemia que trae los castigos de Dios en la sociedad mucho más que los pecados de las personas y las familias".

    Désiré Felicien François Joseph Cardenal Mercier (1851-1926).







    ¿Dones espirituales las blasfemias de Lutero? ¿Dones teológicos sus herejías contra la Revelación Divina? ¿Lutero encontró a Dios apostatando de la verdadera Iglesia? ¿Por qué el papa Francisco viene a contradecir todo lo que la Iglesia nos enseñó infaliblemente sobre los errores de este heresiarca? ¿Por qué celebra el aniversario de la rebelión de Lutero en un templo luterano con sus falsos "obispos" y falsas "obispesas" favorables al homosexualismo, los más alejados del Evangelio, los más liberales y los menos representativos del luteranismo, pues son rechazados por todos los demás luteranos que son menos liberales.


    El Padre Pío también afirmaba que Lutero se había condenado, ¿cómo puede celebrarse lo que llaman su "Reforma" que en realidad fue toda una amplia deformación de la doctrina católica que realizó el heresiarca que -como recuerda Mons. Schneider- sus errores fueron condenados ex-cathedra por la Iglesia, es decir de manera infalible e irrevocable?




    ________________________________

    Fuente:

    Catolicidad: LA IGLESIA, DE MANERA INFALIBLE, CONDENÓ A MARTÍN LUTERO: MONS. ATHANASIUS SCHNEIDER
    Valmadian y Vainilla dieron el Víctor.

  12. #52
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    Re: Lutero, no y no

    500 años de Lutero…¿algo que celebrar?, por Fernando Paz

    http://www.actuall.com/criterio/democracia/500-anos-luteroalgo-celebrar/



    La irrupción del protestantismo en la historia europea ha representado dos cosas decisivas para el mundo contemporáneo; de un lado, ha sembrado la semilla del relativismo; de otro lado, ha abierto paso a un generalizado proceso de secularización.

    --

    El 31 de octubre de 1517, un monje agustino de treinta y cuatro años, Martín Lutero, clavó un documento en la puerta del palacio de Wittenberg. En él, a lo largo de 95 puntos, acusaba a la Iglesia por la venta de indulgencias a cambio de donaciones para construir la basílica de san Pedro; lo que –argumentaba Lutero- desmerecía el sacramento de la confesión, por cuanto representaba una sustitución de la penitencia.
    Aunque la venta de indulgencias era un asunto antiguo, no carecía de razones el fraile para la protesta. La situación de la Iglesia en aquellos días ciertamente no era envidiable desde el punto de vista espiritual, y no eran pocas las voces que reclamaban una renovación profunda a partir del retorno a las fuentes más sencillas de la fe. Existía la conciencia de que la Iglesia necesitaba una profunda reforma; los espíritus más pietistas e ilustrados así lo creían.

    En realidad, el gesto de Lutero no era nada fuera de lo habitual. Las puertas de las iglesias servían de tablones de anuncio, y en ellas se seguían las polémicas de orden teológico, implicando a círculos nunca demasiado numerosos de iniciados en dichas controversias. Podía concertarse un debate entre aquellos que discrepasen de lo que se anunciaba, y normalmente, eso era todo.


    Aquél gesto suyo, sin embargo, tendría consecuencias de más largo alcance. Para sorpresa del propio Lutero, el texto en alemán –no es seguro que el original estuviese en esa lengua- comenzó a recorrer el país de un extremo a otro gracias a la generalización de un invento relativamente reciente: la imprenta. En unos pocos meses, el escrito se había leído en media Europa, y pronto el papa tuvo que ocuparse del agustino. León X promulgó la bula Exsurge Domine por la que condenaba las tesis de Lutero, al tiempo que aclaraba que lo que las indulgencias permitían era una remisión de la pena temporal impuesta y no un perdón de los pecados como tal. Al año siguiente, en 1521, ante el empecinamiento de Lutero en sostener su causa y no retractarse, excomulgaría a este.
    A esas alturas era mucha la gente que se preguntaba qué clase de hombre se sentía capaz de desafiar así a la Iglesia.
    El personaje: Lutero

    El monje agustino era, sin duda, un hombre brillante. Profesor universitario, leía griego, latín y hebreo, algo imprescindible en un estudioso de la Biblia. Llegó a dirigir una docena de monasterios como vicario. Por lo demás, era amante de la música, e incluso tocaba el laúd con cierta pericia.
    Lutero entró en religión, se asegura, por causa de una promesa que le hizo a santa Ana –algo notable para quien posteriormente condenaría el culto a los santos- en medio de una tormenta, cuando un rayo le cayó tan cerca que la presión del aire lo lanzó a tierra. Corría el 2 de julio de 1505. Aterrorizado, ofreció profesar los hábitos si salvaba el pellejo.
    Él mismo refirió más tarde en varias ocasiones el episodio como el momento en que decidió hacerse fraile, y lo cierto es que apenas quince días después entraba en el Monasterio Negro de Erfurt. Pero la verdad es que el aún joven Martín ya había considerado esa posibilidad para disgusto de su padre, que prefería verlo convertido en un hombre de letras.


    Nada falto de cualidades, acusaba algunos marcados defectos. Uno de ellos era el de una irrefrenable tendencia a la concupiscencia carnal, preocupación que siempre había sentido aunque nunca como ahora. Otro, el de la soberbia, quizá el peor de todos por cuanto le empujó a la desobediencia. Los dos juntos parecieron conspirar para inducirle a desarrollar una teología novedosa en la que las obras (los actos) no desempeñaban papel alguno.
    La teología de Lutero

    Aunque era comprensible su indignación ante el estado en que se encontraba la Iglesia a comienzos del siglo XVI, pronto la deriva de Lutero se apartó de la razón originaria de su protesta, y comenzó a pronunciarse acerca de cuestiones teológicas que nada tenían que ver con ella.
    Aún más: si bien Lutero se había escandalizado por causa de que las indulgencias menoscababan el sacramento de la confesión, pronto determinaría que en realidad no había más que dos sacramentos válidos, y entre ellos no estaba este (solo admitía el bautismo y la eucaristía; la eucaristía como la entiende Lutero niega la transustanciación ya que el sacerdote no tiene la capacidad de llevarla a cabo, considerando que, en su lugar, se produce una presencia de Cristo por voluntad de Éste, lo que se denomina consustanciación, puesto que el pan y el vino no dejan de serlo con la consagración).


    La razón para reconocer la eucaristía y el bautismo como sacramentos -y no los otros cinco-, era que se trataba de los únicos que tenían apoyo en la Biblia; del resto no se hablaba en ella y, por lo tanto, la purificación de la fe exigía su anulación. Se basaba, pues, en la afirmación del principio de la Sola Scriptura: en materia de fe no había que creer más que en las Escrituras. El problema, como los católicos no se cansaban de recordarle, era: ¿en qué lugar de la Escritura se dice tal cosa?
    Los sacerdotes no tenían una autoridad mayor que la de cualquier otro fiel, pues Cristo no había instituido una casta sacerdotal particular, sino que había hecho sacerdotes de todos sus seguidores. De acuerdo a eso, la tradición de la Iglesia era superflua, ya que al fin no era más que una interpretación entre muchas posibles y, aunque el libre examen no significaba exactamente que todas las interpretaciones de la Biblia fuesen igualmente válidas, con facilidad daba pie a esta creencia.
    Por supuesto, la autoridad del papa, así como el culto a la Virgen y a los santos, no eran más que creencias o devociones medievales que habían desvirtuado el sentido originario de la fe cristiana.


    Si el sacerdocio y la tradición debían ser eliminados, era claro que la Iglesia estaba de más, y que constituía una falsificación y un estorbo para la salvación, cuyo único camino era la fe. Sólo la fe salva. La afirmación de que los actos no tienen importancia alguna, le llevó a formular su célebre apotegma: pecca fortiter, sed crede fortius” (“peca con fuerza, pero cree con más fuerza”).
    Así, pues, la fe lo es todo. Y lo es hasta el punto de que Lutero despreciaba los intentos cristianos de desentrañarla a la luz de la razón, que no eran sino vanos empeños inspirados por el maligno, pues Lutero afirmaba que “la razón es la puta del diablo”.
    La herencia de Lutero

    Con inmediatez a la predicación luterana surgieron las reacciones de un lado y de otro. No faltaron católicos que trataron de que no se consumase la ruptura, entre ellos el emperador Carlos V; todos los esfuerzos fueron en vano. La reacción católica, sin embargo, se plasmó en la convocatoria del Concilio de Trento, que se celebraría durante las décadas posteriores y que revitalizaría poderosamente el catolicismo.
    Por su parte, los príncipes alemanes encontraron sumamente atractiva la propuesta de Lutero. La desaparición de la Iglesia, además de poner en sus manos una gran cantidad de propiedades, estimulaba su independencia del emperador y reforzaba su poder frente a este. La pequeña nobleza tenía un interés semejante por cuanto le permitía acceder a una riqueza de la que carecía. La incipiente burguesía de las ciudades así como los comerciantes, vieron también una oportunidad única. Por eso alimentaron las tensiones frente al poder imperial, que mantendrían hasta un siglo después de la derrota que el emperador les infligiría en Mühlberg (1547). Batallaron con tesón una y otra vez, pero la idéntica determinación con que les hizo frente Carlos consiguió que no se impusieran sobre el conjunto de Alemania.
    No pudo impedir, empero, que a partir de la paz de Augsburgo (1555) y aún más de la paz de Westfalia (1648), la ruptura de Europa fuese un hecho, y lo sea hasta el día de hoy. Sin duda, el surgimiento del protestantismo fue causa de esta ruptura.

    En el plano político, Lutero se apoyó siempre en la nobleza. En modo alguno fue un revolucionario social; antes al contrario, era extremadamente conservador y, cuando estalló la guerra de los Campesinos en 1525 se alineó contra estos sin dudarlo y a favor de los nobles. La consecuencia de su connivencia con la nobleza alcanzó el punto de postular abiertamente la sumisión de la religión al poder político.


    Lutero, además, sostuvo una postura inconfundiblemente antisemita, ya que consideraba a los judíos como “abyectos y despreciables, infectos gusanos venenosos” y a la sinagoga como “una novia impura, sí, una ramera incorregible, una mujerzuela impía…”
    Propuso quemar las escuelas rabínicas y las sinagogas; que se prohibiera la predicación judía y que las propiedades de estos fueran destruidas. Parece inequívoco su llamamiento a la aniquilación de los hebreos cuando escribió: “Seremos culpables de no destruirlos”.
    Tanto la sumisión de la religión al poder político, con el inevitable resultado de la creación de iglesias nacionales, como su radical postura antisemita le valió la admiración de Adolf Hitler, que con frecuencia se refería a “rescatar el espíritu de Lutero”. Un agudo observador de la vida en la Alemania nazi, William L. Shirer, escribió al respecto: El gran fundador del protestantismo era a la vez un antisemita apasionado y un creyente feroz en la obediencia absoluta a la autoridad política. Deseaba que Alemania se deshiciera de los judíos. El consejo de Lutero fue, literalmente, seguido cuatro siglos más tarde por Hitler…”
    La irrupción del protestantismo en la historia europea ha representado dos cosas decisivas para el mundo contemporáneo; de un lado, ha sembrado la semilla del relativismo al postular el libre examen, negando la autoridad de la Iglesia y la tradición; de otro lado, ha abierto paso a un generalizado proceso de secularización.
    Desde el punto de vista socio-religioso cabe afirmar, por tanto, que las sociedades europeas que adoptaron el protestantismo fueron las primeras en las que se impusieron el laicismo y la secularización; y también que la evolución de esas sociedades demuestra que el protestantismo ha sido poco más que el prólogo al indiferentismo y al ateísmo.
    Incluso en estos días en que se produce un cierto renacer religioso cristiano en el Este de Europa –hasta hace 25 años comunista-, este tiene lugar en las sociedades católicas y ortodoxas, caso de Polonia, Hungría o Rusia; y no en las luteranas República Checa, en Estonia o en la Alemania oriental, como si el protestantismo las hubiera esterilizado para siempre.
    El desolador balance de la reforma protestante nos exige abordar su conmemoración con una verdadera exigencia crítica de amor hacia la verdad y la historia.
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  13. #53
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    Re: Lutero, no y no

    Así como Lutero pretendió reformar la Iglesia, y para eso se salió de Ella, convirtiéndose en apóstata y hereje. San Juan de Ávila sostenía que la verdadera reforma era la que tenía que hacer cada uno de nosotros en nuestro propio interior.
    Vainilla dio el Víctor.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


    Nada sin Dios

  14. #54
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    Re: Lutero, no y no

    ¿Cómo murió Lutero?

    La versión oficial protestante narra que el mayor artífice de la ruptura cristiana falleció de muerte natural, el 15 de febrero de 1546, luego de un viaje a Eisleben y padeciendo una angina en el pecho; ¿fue realmente así?
    Un estudioso alemán contemporáneo, Dietrich Emme, ofrece una versión muy diferente en una revisión de los hechos. En su “Martin Luther, Seine Jugend und Stu*dienzeit 1483-1505. Eine doku*mentarische Darstelleng[1] (“Mar*tín Lutero: La juventud y los años de estudio desde 1483 al 1505. Bonn 1983”) señala que Lutero se suicidó; pero no es el único en señalarlo.


    Asimismo, un psicoanalista freudiano, M. Roland Dalbiez,en su estudio sobre “La angustia de Lutero”[2],le atribuye «…una neurosis de angustia gravísima, tan grave que uno puede preguntarse si no ha sido debida a un estado-límite en la frontera entre la neurosis, por una parte, y el “raptus suicida”, por otra, un automatismo teleológico anti-suicida»[3].

    Sí; Lutero tuvo tendencias suicidas, como puede corroborarse en sus mismas “Tischreden” (“Charlas de sobremesa”) donde se reporta, entre otras, una de sus conversaciones con el pastor Güben, Leonhard Beyer, ocurrida en el año 1551:

    «Nos dijo que, cuando estaba prisionero, el diablo lo había malvadamente atormentado y que había reído de todo corazón cuando él (Lutero) tomó en su mano un cuchillo, diciéndole: “¡Ve adelante! ¡Suicídate!” (…). Esto me ha ocurrido muy a menudo, tanto como para ponerme en la mano un cuchillo… y que pensamientos malvados me venían a la mente de tal modo, de manera de no poder ya rezar»[4].

    Algo análogo narra en 1606 el franciscano Heinrich Sedulius, en su “Preaescriptiones adversus haereses” al traer a colación el valioso testimonio de Ambrosio Kudtfeld, un testigo y hombre de confianza del “reformador” quien, lejos de narrar una muerte a causa de una angina, dice:


    «Martín Lutero, la noche antes de su muerte, se dejó vencer por su habitual intemperancia y en tal exceso que fuimos obligados a llevarlo, completamente alcoholizado, y colocarlo en su lecho. Luego, nos retiramos a nuestra cámara, ¡sin presentir nada desagradable! A la mañana siguiente, volvimos junto a nuestro señor para ayudarlo a vestirse, como de costumbre. Entonces – ¡oh, qué dolor! – ¡vimos a nuestro señor Martín colgando del lecho y estrangulado miserablemente! Tenía la boca torcida, la parte derecha del rostro negra, el cuello rojo y deforme»[5].



    Efectivamente en aquella época se usaban camas elevadas, sostenidas por columnas.



    «Frente a este horrendo espectáculo, ¡fuimos presos de un gran temor! ¡Corrimos, sin retardo, a los príncipes, sus convidados de la víspera, a anunciarles el execrable fin de Lutero! Ellos, llenos de terror como nosotros, nos comprometieron en seguida, con mil promesas y los más solemnes juramentos, a observar, respecto de aquel suceso, un silencio eterno, y que nada trascendiera. Luego, nos ordenaron quitar del cabezal el horrible cadáver de Lutero, ponerlo sobre su lecho y divulgar, después, entre el pueblo, que el “maestro Lutero” ¡había abandonado de improviso esta vida»[6].



    El mismo Maritain señala que el doctor De Coster, quien examinó a Lutero, explica que la boca del difunto se encontraba torcida con el rostro negro y con su cuello rojo y deforme[7].

    También el sacerdote oratoriano Bozio, en su libro “De Signis Ecclesiae”, publicado en 1592[8], señala que un doméstico del reformador indicó que su señor fue encontrado ahorcado de las columnas de su lecho; lo mismo dice el Dr. Géorges Claudin[9].


    Como bien señala el P. Villa, al parecer “Lutero, entonces, no murió de muerte natural, como se ha escrito falsamente en todos los libros de historia del protestantismo, sino que murió suicida, en su mismo lecho, después de una esplendorosa cena en la cual, como de costumbre, ¡había bebido desmesuradamente y se había saciado de comida fuera de todo límite!”[10].


    Él, quien había despotricado contra la Iglesia, el Papado y la doctrina católica, paradójicamente ese 15 de febrero de 1546, fiesta de la Cátedra de San Pedro, abandonaba voluntariamente su vida mortal a las tres de la mañana, la anti–hora de la redención que nos trajo Nuestro Señor Jesucristo en el calvario.


    Es triste: pero así acaban los que mal andan…

    Que no te la cuenten…
    P. Javier Olivera Ravasi



    [1] Vale la pena decir que los dos historiadores más competentes en Alemania acerca de la vida de Lutero, el Dr. Theobald Beer y el Prof. Remigius Baumer, han corroborado tanto el material, como los documentos citados por Emme.


    [2] Roland Dalbiez, L’angoisse de Luther, Tequi, Paris 1974.


    [3] Luigi Villa, Martín Lutero. Homicida y suicida, Civiltà, Brescia s/f, 5 (http://www.chiesaviva.com/lutero%20o...%20suicida.pdf), 8.


    [4] Luigi Villa, op. cit., 12-13.

    [5] Ibídem, 16. El texto en latín puede verse en Heinrici Seduli ex Ordine Minorum, Praescriptiones adversus haereses, Officina Plantiniana, Amberes 1606, 257 pp. (online, aquí: Libro F. Heinrici Seduli ex Ordine Minorum Praescriptiones adversus haereses PDF - Bajar Libros PDF).

    [6] Ibídem. Es interesante coincidencia, Maritain cuenta en su libro Tres reformadores, que muchos amigos, compañeros y primeros discípulos de Lutero también acabaron suicidándose.

    [7] El dato que trae Maritain se encuentra en la edición francesa; no en la castellana.

    [8] Tomás Bozio, De signis Ecclesiae Dei, Pedro Landry, Lyon 1593-1594, 3 vols.

    [9] Géorges Claudin, La mort de Luther, Noisy-Le-Sec, Paris 1900, 99 (puede consultarse aquí: Université de France. Académie de Paris. La mort de Luther. Thèse présentée à la Faculté de théologie protestante de Paris pour obtenir le grade de bachelier en théologie et soutenue... le 6 décembre 1895... par Georges Claudin | Gallica=).

    [10] Luigi Villa, op. cit., 17.



    La muerte de Lutero – Que no te la cuenten
    ReynoDeGranada y Pious dieron el Víctor.

  15. #55
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  16. #56
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    Re: Lutero, no y no

    Luterándonos: la castidad imposible


    Hace más de un año que venimos leyendo a este impecable “testigo del Evangelio” que fuera Martín Lutero. Confesamos que nos hemos asombrado y hasta escandalizado, no con él, sino con nuestros catequistas antediluvianos que nos quisieron transmitir una religión “de los perfectos”, “avinagrada” y fascistoide.
    Siguiendo los consejos actuales y acomodándonos un poco a los tiempos, decidimos seguir buceando en el pensamiento de este nuevo padre de la Iglesia…



    Venga entonces la nueva serie de “luterándonos” que, esta vez, comienza con la sexualidad, la masturbación y la poligamia: todas estas otras maravillas que hoy se disfrutan sin complejos ni tabúes.



    Aclaro de antemano para quienes no tengan “la fe de la gente sencilla” (como dice mi amiga Sor Caram) que Lutero no habló por entonces del “puti-monio”, los trans, la sexualidad de la Virgen y el post-porno; las brevas no estaba maduras aún. Hoy parece que sí…



    Que no te la cuenten…


    P. Javier Olivera Ravasi

    PS: seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.


    La castidad es uno de los tres votos que todo religioso debe hacer para vivir a ejemplo de Cristo Jesús. Lutero, antes de su apostasía, recomendaba así los medios tradicionales para guardarla:

    “La más eficaz defensa es la oración y la palabra del Señor, porque el hombre es así, y cuando se mueva la voluntad pecadora, recurra a la oración, implore la gracia y la ayuda de Dios, lea y medite el Evangelio y piense en él en la pasión de Cristo[1].
    “Si un joven no tiene fervor y devoción para con Dios, difícilmente me persuado de que sea casto. Porque siendo preciso que viva o la carne o el espíritu, es necesario que arda o la carne o el espíritu. Y no se consigue victoria más segura sobre la carne, que con la fuga y aversión del corazón, aproximándose devotamente a Dios. Porque si arde el espíritu, luego se entibia y refrigera la carne, y viceversa”[2].

    Pero Lutero, el monje activista, no tenía tiempo para poner los medios para conservar la bella virtù, como la llamaba San Juan Bosco; ¿cómo podría?:
    “Desde el año 1509, la época de su primera estancia en aquella ciudad, estuvo totalmente embebido en sus ocupaciones y en sus estudios[3]. En el otoño de 1516 escribía a Lang residente en Erfurt: ‘Me serían precisos dos secretarios, porque no hago casi otra cosa más que escribir cartas y a la verdad no sé si estoy siempre repitiendo las mismas cosas. (Además) soy predicador del convento y tengo los sermones de tabla. Me solicitan cada día para que predique en la parroquia; soy regente de estudios, vicario de distrito, y desde aquí once veces prior (porque tenía once conventos bajo su gobierno); soy muñidor de las oblaciones cuaresmales en Leitzkau, procurador en los asuntos de la parroquia de Herzberg, y (en la escuela) profesor de las Epístolas de san Pablo y colector del Salterio. Pocas veces me queda el tiempo necesario para el rezo de las horas y la celebración de la misa. A esto se suman mis propias tentaciones de la carne, del mundo y del demonio’[4].
    El Lutero activista, pasado el tiempo y ya habiendo apostatado, dirá sobre la castidad, justamente lo contrario de lo que había predicado antes: la castidad se volverá imposible y hasta dañina:

    “Tú no puedes hacer voto de castidad si no la tienes de antemano; pero el caso es que tú no la tienes nunca: por donde el voto de castidad es nulo, ni más ni menos que si se tratase de hacer voto de no ser hombre o mujer”[5].
    Como la concupiscencia es “sufrida” por todos los hombres (como el hambre o la sed), el voto de castidad, dirá, es absolutamente nulo y no debe ser cumplido.

    “cuán lejos estoy de poder evitar que yo pertenezca al sexo masculino, tanto lo estoy de poder vivir sin mujer”[6].
    “El cuerpo reclama la mujer y necesita de ella”[7].
    La castidad no está en nuestro poder. Todos hemos sido hechos para el matrimonio, y Dios no permite que uno esté solo”[8].
    “No es potestativo, de capricho ni de consejo, sino cosa necesaria y natural que cada hombre tenga una mujer y cada mujer tenga el su hombre; porque las palabras de Dios: creced y multiplicaos; no son un precepto a secas, sino más que precepto, es decir, una obra divina… y es tan necesario… y aún más necesario que el comer, el beber, hacer del cuerpo, escupir dormir y estar en vela. Se trata de una naturaleza y cualidad ingénita, lo mismo que los miembros que sirven para ese menester”[9].
    “Si es un escándalo el tomar mujeres ¿por qué no se avergüenza uno de comer y beber, corriendo igual necesidad para lo uno que para lo otro, y ambas cosas las quiere Dios?”[10].
    “El que se esforzase en contener la caca y la orina ¿qué sacaría en limpio de ello?”[11].
    “El voto por más de que sea bueno y correcto de por sí, cesa de ser voto y no obliga delante de Dios desde el momento en que se hace imposible su cumplimiento. Tú, por ejemplo, has prometido ir en peregrinación a Compostela; mas por el camino te encuentras atajado ya de la muerte, ya de la falta de recursos, ya de alguna enfermedad, y en esos casos el voto se deja incumplido sin escrúpulo”[12].
    Dios no le quita al hombre el sexo, el miembro, el germen, ni el fruto masculino o femenino: por donde el cuerpo de un cristiano debe producir el germen y multiplicarse y gobernarse por igual que los demás hombres, pájaros y bestias, sin excepción alguna, porque para ese fin ha sido creado por Dios; de suerte que por necesidad, si Dios no hace un milagro, el hombre debe atenerse a la mujer y la mujer al hombre”. Todo se reduce a la satisfacción del apetito sexual, lo propio que el comer y el beber a la satisfacción del hambre y de la sed.

    A lo que agrega, confundiendo concupiscencia con lujuria:

    La lujuria no puede curarse con nada, ni menos con el matrimonio, porque la mayor parte de los casados viven en el adulterio”[13].
    “Dios no exime a ninguno: todos en esta materia son adúlteros y adúlteras…a todos, sin excepción nos llama fornicadores; y cuando no lo somos públicamente a los ojos del mundo lo somos, sin embargo, en el corazón, y tan luego como tuviésemos espacio, tiempo, lugar y ocasión, todos adulteraríamos. Esta cualidad es innata en todos los hombres, sin exceptuar ninguno, ni hombre ni mujer, ni viejo, ni joven; todos adolecen y guardan cama en este hospital”[14].

    La masturbación no queda exenta de la mente de Lutero; incluso la masturbación femenina (citamos hasta con vergüenza este párrafo del apóstata):

    “Esas monjas en los conventos, es fuerza que sean casas contra su voluntad, y que se pasen, a regañadientes sin la compañía del hombre (…). La naturaleza no interrumpe su oficio; la carne produce sus correspondientes humores, como Dios lo ha predispuesto y los músculos y venas están en su lugar, aparejaos según su naturaleza. De ahí proviene el flujo y el pecado solitario (…). Por una lamentable necesidad, me veo forzado a decirlo a la pata la llana: lo que no entra en la carne, se escurre en la camisa[15].

    Las mismas religiosas, al peor estilo del Decámeron, deberían buscar un hortelano que satisfaga sus pasiones, según el padre de la Ruptura:

    “cualquiera de ellas en tan apretada necesidad echaría la zarpa al hijo de un pastor para casarse con él, cuando en estado de libertad apenas se hubiera contentado con un conde”[16].

    Así, contra el apetito sensual, sólo había un modo: ¡dejarse llevar por él!
    ¡Qué diferencia con la doctrina católica que nos llama a volcarnos a las obras espirituales y a la mortificación de nuestros sentidos![17]

    Que no te la cuenten…
    P. Javier Olivera Ravasi


    [1] Weim., VI, 209 (cfr. Heinrich Heinrich Denifle Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 14).

    [2] Epístola a los Romanos, fol. 93 (Heinrich Heinrich Denifle op. cit.,12).

    [3] Enders, I, 5 (Heinrich Heinrich Denifle 38).

    [4] Enders, I, 66 y s. (Heinrich Denifle 38).

    [5] Weim., XIV, 711, 6, 1525 (Heinrich Denifle 108).

    [6] Erl., 20, 58 (Heinrich Denifle 9).

    [7] De Wette, II, 639 (Heinrich Denifle 10).

    [8] De Wette, II, 637 y s. (Heinrich Denifle 10).

    [9] Predigt vom ehelichen Leben, 1522. Erl., 20, 58; Weim., X, P. II, 276, 17 (Heinrich Denifle 314).

    [10] Lutero a Reissenbusch, 1525, en De Wette, II, 639 (Heinrich Heinrich Denifle 314).

    [11] Weim., XII, 66, 31: 1523 (Heinrich Denifle 314).

    [12] Weim., VIII, 630, 4 (Heinrich Denifle 104).

    [13] Opp. exeg. lat. I, 212, in Genes. c. 3, 7 (Heinrich Denifle 19).

    [14] Weim., XVI, 510, del 5 de nov. de 1525 (Heinrich Denifle 108).

    [15] Erl., 28, 199 (Heinrich Denifle 130).

    [16] Ídem.

    [17] Santo Tomás de Aquino, Supp., q. .42, a. 3 ad 3 (“adhibetur majus remedium -contra concupiscentiae morbum- per OPERA SPIRITUALIA, et carnis mortificationem AB ILLIS qui matrimonio non utuntur”). (Cfr. Heinrich Denifle 120).



    Luterándonos: la castidad imposible
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  17. #57
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    Re: Lutero, no y no

    Luterándonos: sexo y poligamia


    “Están uds. casados: ahora pueden dedicarse
    a la divertida tarea de la procreación”
    (Ignacio Anzoátegui, Monólogos con Lady Grace)




    La doctrina[1] de la Iglesia respecto del matrimonio, desde San Agustín en adelante, ha sido siempre constante: el matrimonio es un sacramento que corona una vocación especial por el cual se otorga el derecho a poner los medios para la transmisión de la vida, de allí que “el acto conyugal verificado para la procreación de los hijos o en pago del débito conyugal no contiene culpa o pecado”[2]. Al contrario: el acto conyugal, con sus debidas disposiciones y en la debida es hasta meritorio, según Santo Tomás y toda la doctrina de la Iglesia[3].



    Es decir, para la Iglesia, el sexo es algo bueno, no malo pero, como todas las cosas, debe “ubicado”, es decir, regulado.



    – “El agua es buena para el cuerpo, pero demasiada puede matarnos – dijo el suicida al arrojarse desde un puente…

    Para Lutero, al contrario, el sexo era un pecado necesario y se encontraba “entre los más grandes y execrables pecados mortales”[4] que sólo podían satisfacerse en el matrimonio (aunque no sólo en él):

    “Dios no imputa a los casados (la solución de) el débito conyugal a pesar de que según el ps. 50,7, es un pecado, y un acto de extrema violencia que en nada se distingue del adulterio y de la fornicación[5].


    Un año más tarde, en la misma línea aunque con matices, dirá:

    “No obstante mis encomios de la vida conyugal, yo no quiero conceder a la naturaleza que no haya allí pecado alguno; pero digo: que entran como factores la carne y la sangre, viciados por Adán, concebidos y nacidos en pecados (Ps. 50, 7) y que no se paga sin pecado ningún débito conyugal[6].


    Y más:
    “Si tú te fijas en la conjunción carnal y sólo pones los ojos en la unión exterior, verás que no hay diferencia entre la vida conyugal y la de la fornicación; son cosas muy semejantes, y parece casi lo mismo que fulano tenga una esposa y zutano una meretriz[7].
    Y todavía:
    “Dios cubre los pecados sin los cuales no puede haber consortes[8].

    El planteo de Lutero es simple: Dios no quiere que se viva en castidad, sino más bien, lo contrario
    “Ya no tenéis que vigilar ni orar más; no tratéis de resistir ni de haceros violencia en lo sucesivo. ¿Qué falta os hace? (…). Abandonad, por el contrario, la vereda angosta y tomad la espaciosa carretera, sin parar mientes en que a otros los conduce a la perdición”[9].
    Así, el mismo año de su matrimonio con Catalina Von Bora decía:
    cuando uno está caliente, se le olvida todo: la naturaleza, la ley, la biblia, Dios y sus mandamientos: no se busca otra cosa más que satisfacer el torpe deseo”[10].
    “Yo ardo en el apetito carnal, cuando deb(er)ía arder en mi espíritu. Ardo en la grande llama de mi carne indómita y vivo en el ocio y la pereza, descuidando la oración”[11].

    Y más:
    “cuando veáis que os va a ser imposible conteneros por más tiempo, acoplaos inmediatamente y con este recurso rompéis el vínculo del voto. Agénciate una mujer, y te será fácil seguir ley de la castidad[12].

    ¿Fidelidad?¿indisolubilidad?

    Una vez sentado el principio de que era imposible resistir a los instintos de la naturaleza la vida en concubinato no podía quedar afuera, naturalmente. Lutero aclarará entonces que “la poligamia no se opone a la Sagrada Escritura”, aunque no la aconsejaría “por razón del escándalo y en consideración a las buenas costumbres”[13], no por una cuestión de principios:
    “Para un casado no tiene vislumbres de adulterio tener una concubina ‘en un caso de apuro’, después de haber obtenido ‘dispensa’ para ello en el ‘consejo de confesión’[14]. Esta concubina, en frase de Lutero, se convierte en ‘concubina matrimonial’[15] con la que el casado ‘puede dormir como con su mujer legítima y a la cual no es preciso alejar de sí”[16].

    Algo análogo pasa hoy con la Amoris laetitia cuando el curita “misericordioso” puede permitir que uno se acueste concubinariamente y luego comulgue con tranquilidad de in-conciencia…


    Mientras tanto, en 1527, cuando se le consultaba si estaba o no prohibido tener más de una esposa, respondía:
    “hoy NO podría yo VEDARLO, pero no quiero aconsejarlo”[17].

    Y en 1531, ante la ruptura de Enrique VIII con Roma, envió el siguiente dictamen al agente inglés Roberto Barnes acerca de si era o no lícito abandonar a la reina para casarse con Ana Bolena:

    “antes le permitiría al rey añadir una segunda reina a la primera, y a ejemplo de los patriarcas y reyes antiguos tener a la vez dos mujeres o reinas[18].

    Naturalmente siendo el sexo una necesidad natural que se canaliza en el matrimonio obligatorio, llevará a Lutero a predicar contra la fidelidad conyugal y la indisolubilidad. En1520 aconsejaba a una mujer que no podía conseguir hijos de su marido ni guardar continencia, que solicitara del esposo la separación para poder casarse con otro; y si el marido no quisiera separarse, ella,
    “debe acoplarse (misceatur) con otro, o con un hermano del marido, y esto en matrimonio secreto de suerte que el hijo que venga le sea atribuido al primer esposo”[19].

    Y, al contrario, si una mujer se niega a pagar el débito conyugal, el hombre debe, hacer de cuenta,
    “que su mujer ha sido robada y apiolada por foragidos, y agenciarse con otra”[20].
    Que no te la cuenten…
    P. Javier Olivera Ravasi



    [1] Seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.

    [2] San Agustín, De bono coniugali, c. 6, n. 6.

    [3] Santo Tomás de Aquino, Supp., q. 41, a.4.

    [4] Erl., 3, 132, (1533). Lo mismo hace en 1546, año en que murió (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 106).

    [5] Weim., VIII, 654 (Heinrich Denifle, op. cit., 308).

    [6] Vom ehelichen Leben, Erl., 20, 87 (año 1522) (Heinrich Denifle, op. cit., 308).

    [7] Erl., 18., 270 y s. (Heinrich Denifle, op. cit., 310).

    [8] Weim., XII, 114 (del 1523). Opp. exeg. lat., IV, 10 (Heinrich Denifle, op. cit., 308).

    [9] Heinrich Denifle, op. cit., 132.

    [10] Weim., XVI, 512, 32, de 1525 (Heinrich Denifle, op. cit., 91).

    [11] Enders., III, 189 (Heinrich Denifle, op. cit., 13).

    [12] Weim., VIII, 632, 22 (Heinrich Denifle, op. cit., 107).

    [13] Enders, IV, 283, año 1524 (Heinrich Denifle, op. cit., 142).

    [14] Lauterbachs, Tagebuch, apéndice, pág. 198, nota. V. supra, p. 124 y n. 2 (Heinrich Denifle, op. cit., 141).

    [15] De Wette, VI, 275 y s (Heinrich Denifle, op. cit., 141).

    [16] Lenz, p. 373, dirigiéndose al landgrave (Heinrich Denifle, op. cit., 141).

    [17] Weim., XXIV, 305. V (Heinrich Denifle, op. cit., 142-143).

    [18] Enders, IX, 93: Cf. p. 25, n. 2. Doce días antes, Melanchthon se había expresado en el mismo sentido, Corp. Ref. II, 528 (Heinrich Denifle, op. cit., 142-143). Resaltados en el original.

    [19] De captiv. Babyl, Weim., VI, 558, repetido en Erl., 20, 60; Weim., X, P. II, p. 278, 19 (Heinrich Denifle, op. cit., 317).

    [20] Erl.,20, 73; Weim., X, P. II, p. 200, 23 (Heinrich Denifle, op. cit., 317).





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  18. #58
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    Re: Lutero, no y no

    Luterándonos: ¡Misericordia! ¡Misericordia! ¡Todos salvados!


    El principio subjetivo de la “sola fides” (la sola fe) hacía que Lutero[1] enseñase el perdón de los pecados por el hecho de confiar en Cristo; las obras de nada valen:
    “Sé pecador y peca reciamente, pero confía más vigorosamente y gózate en Cristo que es el vencedor del pecado, de la muerte y del mundo. No te imagines que esta vida sea la morada de la justicia: antes bien, es preciso pecar. Bástate reconocer al corderillo que lleva sobre sí los pecados del mundo, y en tal caso el pecado no podrá separarte de Él aunque cometas mil fornicaciones al día y perpetres otros tantos homicidios”[2] (…). “¿No es un buena nueva si a un hombre lleno de pecados viene el Evangelio y le dice: confía únicamente y cree, y todos tus pecados te son perdonados? Tocad este registro y al punto los pecados alcanzan perdón sin demora alguna”[3].

    Así de sencillo:
    “quien cree que Cristo ha quitado el pecado, ese está sin pecado como Cristo[4].
    “Tú no le haces ningún servicio a Dios en casarte o quedarte soltero, en hacerte siervo o libre, en ser esto o lo de más allá, en comer esto o esotro; pero tampoco le disgustas ni pecas, si todo esto lo echas a rodar o lo dejas para mejor ocasión. Finalmente: para con Dios no te queda más obligación que la de creer y confesar la fe. En todo lo demás Él te deja libre y desembarazado para obrar como gustes sin peligro alguno de conciencia; y conforme a esta regla, en realidad le tendrá a Él sin cuidado él que tú acabes por abandonar a tu mujer, escaparte de tu patrón, o romper todos tus contratos; pues ¿qué se le da a Él que tú hagas o dejes de hacer tales haciendas?”[5].
    No hace falta, entonces, arrepentirse, corregir nuestras vidas y recomenzar cada día ese trabajoso camino de la santidad. No se encuentra allí, en la senda angosta, la santidad, sino más bien en simplemente confiar en Dios.

    Pues ¿por qué? Porque DIOS MISMO ES EL AUTOR DEL MAL para Lutero:


    “¿Cómo puede el hombre disponerse al bien, no estando en su poder ni siquiera la facultad de pervertir sus caminos? Porque Dios es quien realiza hasta las mismas obras perversas en los impíos”[6].
    Sí; así como se lee. De allí que la doctrina calvinista de la predestinación no fuese más que un simple desarrollo de estas ideas. Las obras, de nada sirven.

    “Los papistas nos fingen en el cielo una legión de santos hueros, encumbrados por sus obras a aquellas alturas, y entre tantas leyendas de santos, no se encuentra para un remedio ni una sola que nos describa un santo que haya llegado a ello en conformidad con la santidad cristiana, es decir, con la santidad por la fe. Toda su santidad consiste en haber orado mucho, ayunado y trabajado; en haberse mortificado, dormido sobre los morrillos del suelo, y haberse descoyuntado y desangrado a latigazos, cosas que, casi todas, a carga cerrada, puede cada día ejercitar hasta una perro o una marrana[7].
    Quizás Lutero, en su cosmovisión espiritual deudora de la Devotio moderna, había entendido la santidad en el sentido pelagiano y puritano; es verdad que a fuerza de disciplinas no se gana el cielo, pero también es verdad que, “quien te creó sin ti, no te salvará sin ti”, según la famosa sentencia agustiniana –Lutero debería saberlo por pertenecer a su Orden.
    El pobre fraile atormentado creía que justamente pecando podría llegar al cielo como un modo hasta de provocar al mismo demonio. En 1530 y ya varios años después de su ruptura con la Iglesia, escribía a Jerónimo Weller:
    “tú debes entretenerte en bromear y juguetear (facere joca et ludos) con mi mujer y con las demás” (…). “Siempre que el diablo te atormente con aquellas congojas, corre inmediatamente en busca de la conversación de los hombres, o date a la bebida, o embroma y juguetea, o larga cuentos verdes; procura divertirte. A veces… hace falta beber, bromear y hacer sandeces gordas y hasta propasarse a un pecado en odio y desprecio del diablo para no dejarle ningún portillo por donde se entre a suscitarnos escrúpulos sobre alguna cominería; porque de otro modo, seríamos vencidos si con excesivo afán queremos guardarnos de pecar. Por lo tanto, si el diablo te dice: ‘¡mucho ojo con beber!’ respóndele de contado: ‘pues por lo mismo que tú me lo prohíbes, voy a hacer una que sea sonada, empinando más que nunca. Todos, en suma, deben hacer lo contrario de lo que el diablo prohíbe’. ¿Cuál otra piensas tú que sea la razón porque yo bebo cada vez menos agua, hablo con tanta más libertad y banqueteo tanto más a menudo, sino la de burlar y atormentar al diablo qué había dado en la flor de burlarme y martirizarme? ¡Oh! ¡si yo tuviera a mano algún pecado garrafal (aliquid insigne peccati), lo cometería con la única mira de hacer una burla al diablo, para que se convenza de que yo no reconozco ningún pecado, ni soy reo de ninguno! Todo el decálogo se debe alejar tanto más de nuestros ojos y de nuestras almas, cuanto más nos amenace y torture Satanás[8].
    Porque santos somos todos…
    Nosotros somos todos unos santos, y maldito sea el que no se llame santo y se gloríe de serlo. Esta jactancia no es orgullo, sino humildad y gratitud, porque si tú crees estas palabras: ‘Subo a mi Padre y a vuestro Padre’, tú eres tan santo como san Pedro y como los demás santos. La razón es porque Cristo no miente cuando dice: “y vuestro Padre es Dios”[9].
    Y yo me pregunto: ¿acaso no es esto lo que vemos hoy en los funerales católicos, en donde todo muerto deviene en santo súbito?

    Que no te la cuenten…
    P. Javier Olivera Ravasi

    [1] Seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.

    [2] Enders III, 208 (cfr. Heinrich Denifle, op. cit., Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 20).

    [3] Erl., 18, 260 (Heinrich Denifle, op. cit., 20).

    [4] Erl. 11, 218 (Heinrich Denifle, op. cit., 21).

    [5] Weim., XII, 131 y s. sobre el cap. VII de la epístola de S. Pablo a los Corintios (1523) (Heinrich Denifle, op. cit., 342).

    [6] Assert, omnium art., 1520. Weim., VII, 144, 33. Sobre esta doctrina véase el discurso de la obra (Heinrich Denifle, op. cit., 116).

    [7] Erl., 63, 304 (Heinrich Denifle, op. cit., 134).

    [8] Enders, VIII, 160 y s. (Heinrich Denifle, op. cit., 337-338).

    [9] Erl., 17, 96 y s. (Heinrich Denifle, op. cit., 22).





    Luterándonos: ¡Misericordia! ¡Misericordia! ¡Todos salvados!
    Pious dio el Víctor.

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    Re: Lutero, no y no

    Luterándonos: mentiras y restricción mental




    La teología católica enseña que nunca es lícito mentir[1]; nunca. Sin embargo, a veces, en circunstancias extraordinarias, es lícito ocultar la verdad a quien no tiene el derecho de conocerla (es el caso de un confesor, el de un secreto profesional, el que intenta evitar un mal mayor, etc.). Santo Tomás, hablando de la virtud de la veracidad, conexa a la de justicia, decía claramente:

    “Por el hecho de ser animal social, un hombre le debe naturalmente a otro todo aquello sin lo cual la conservación de la sociedad sería imposible. Ahora bien: la convivencia humana no sería posible si los unos no se fían de los otros como de personas que en su trato mutuo dicen la verdad. Y, según esto, la virtud de la verdad tiene en cuenta de algún modo la razón de débito”[2].

    Sin embargo, en circunstancias excepcionales, se podría omitir la verdad, pero jamás diciendo lo contrario a ella, de allí que los buenos confesores y los buenos moralistas, desaconsejan este tipo de recursos a raíz del fomes o mala inclinación que el hombre tiene desde el pecado original, como señala Royo Marín:

    “en general hay que desaconsejar a todos el uso de las restricciones mentales, por lo fácil que es alucinarse sobre la existencia de causa proporcionada e incurrir en verdaderas mentiras. Solamente pueden usarse con verdadera y justa causa y a no poder más, o sea, cuando no hay ningún otro procedimiento menos turbio para ocultar una verdad que sea obligatorio callar”[3].

    Lamentablemente, esta excepción a la regla ha sido –y es– muchas veces quebrantada o malentendida por círculos religiosos (incluso católicos) que han vuelto de la excepción una regla y, como sabemos, las excepciones regladas, se vuelven reglas.


    Algo análogo le sucedió a Lutero; por salvar “su obra”, por dejarse llevar por sus pasiones, Lutero inducirá a sus secuaces a convertirse en hipócritas, aconsejando la restricción mental[4]. Veamos algunos ejemplos.


    Ante la ordenación de un subdiácono, en la cual el obispo debía preguntar al candidato, en plena ceremonia, si era o no libre de llevar el yugo de la castidad, Lutero aconseja al joven que responda un “sí” pero que, en su interior, agregue:


    “En cuanto lo permite la fragilidad humana”[5].

    Otro ejemplo hablando de lo mismo:

    “Delante de Dios parece que la forma del voto debe ser ésta: hago voto de castidad hasta el punto que pueda guardarla, entendiéndose que desde el momento en que no pueda guardarla, me sea lícito casarme”[6].

    Sus “restricciones mentales” (por momentos lisa y llanamente mentiras) no le traían ningún problema de conciencia al punto de declarar en 1520 (¡apenas tres años después de su apostasía!):

    “Sé que no vivo en conformidad con lo que enseño[7].

    Así de simple.


    Como señala Denifle, “Lutero es quien arrastrará a los monjes a la más escandalosa hipocresía, a la mentira y al fraude. ¡A tener una cosa en los labios y otra distinta en el corazón!”[8]. Por eso no tendrá empacho al decir que:


    “Contra la malicia y perversidad del papado, todo es lícito por el bien de las almas[9] (…) ¿qué mal habría en decir una mentira bien gordapara conseguir algún mejoramiento o provecho en la Iglesia cristiana”[10].


    “Porque ¿qué mal había en que un individuo en beneficio y utilidad de la iglesia cristiana (quiso decir luterana) dijese una mentira mayor de la marca?”[11].

    Con estos mismos principios, aconsejará mantener en secreto un segundo matrimonio, así:

    “Débese negar en público el doble matrimonio: ‘un tan secreto como éste (se trata del “consejo de confesión” de él y de los otros sobre poder añadir a la primera una segunda mujer), no puede convertirse en público, pues, de otro modo, secreto y público serían una misma cosa indistintamente, lo que no debe ni puede ser así. Por lo tanto el secreto deben continuar como un nopúblico, y viceversa”[12].


    “Decir una mentira necesaria, una mentira útil, para ayudarse, no sería ofensa de Dios, y Él mismo cargaría con ella[13].
    Que no te la cuenten…
    P. Javier Olivera Ravasi

    [1] Seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.

    [2] Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, II-IIae, q. 109, a. 3, ad 2um.

    [3] Antonio Royo Marín, Teología moral para seglares, T.1, BAC, Madrid 1996, 748.

    [4] Cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 100.

    [5] An den christl. Adel., Weim., VI, 441 y s. (Heinrich Denifle, op. cit., 101).

    [6] Weim., VIII, 630 (Heinrich Denifle, op. cit., 103).

    [7] Enders, II, 312 (Heinrich Denifle, op. cit., 113).

    [8] Heinrich Denifle, op. cit., 103.

    [9] Enders, II, 461.

    [10] Heinrich Denifle, op. cit., 409, 130 y ssgtes.

    [11] Kolde, Anal. Lutherana, p. 363 (Heinrich Denifle, op. cit., 139-140).

    [12] Carta de 16 julio de 1540 en De Wette, VI, 263 (Heinrich Denifle, op. cit., 138).

    [13] Lenz, p. 375, y s. (Heinrich Denifle, op. cit., 140).




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    Re: Lutero, no y no

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    Luterándonos: de defensor a enemigo de la vida religiosa





    Ampliemos un poco lo que ya dijimos antes acerca de la vida religiosa[1]:


    “Creo que de 200 años a esta parte, jamás ha sido mejor que ahora el hacerse religioso; hoy que los religiosos están más próximos a la cruz, siendo objeto de irrisión para el mundo, incluso para los obispos y clérigos seculares. Los religiosos, como si hubieran ya conseguido todo cuanto desean, deberían regocijarse cuando se ven despreciados por sus votos hechos con la vista en Dios[2].

    Pero luego…, luego todo cambiará. Los religiosos serán lo execrable del mundo, el vómito de la sociedad y los más perversos de los hombres.


    «los votos solemnemente pronunciados delante de Dios, son una renegación de Cristo, un engaño diabólico, contrarios al Evangelio, y en tal supuesto, son por ellos difamados como apóstatas aún los religiosos que se han mantenido fieles a Dios»[3].

    «Mediante el voto de castidad se reniega de ser hombre, con lo cual cada uno de ellos es invitado a quebrantar los sagrados votos; adelante, pues, decididamente, teniendo ante los ojos a Dios en la recta fe, y volviendo la espalda al mundo con su batahola, taconazos y vocinglería; no escuchar ni mirar nada aunque detrás de nosotros se hundan Sodoma y Gomorra, ni preocuparse de su paradero»[4].
    “ningún voto de monje es válido en presencia de Dios: los clérigos, los monjes y las monjas todos a una están obligados a desentenderse de sus votos cuando se sienten capaces de fecundar y de multiplicar las criaturas de Dios”[5].

    En este sentido, como señala Denifle, “fue el odio contra la Iglesia, de la cual eran los religiosos las tropas auxiliares más aguerridas, pero de los cuales él tenía por entonces necesidad y fue su obstinación en no reconciliarse con la Iglesia la que le excitó a la guerra contra las órdenes monásticas y los votos”[6].


    Pero en segundo lugar, creemos que hay algo que debió influir enormemente en la espiritualidad del fraile agustino que, con el tiempo, hará explosión en su alma. Nos referimos a la Devotio Moderna: esa corriente espiritual por entonces “de moda”, que terminaría por incidir en la formación del joven sacerdote[7].



    Lo veremos enseguida.



    Que no te la cuenten…



    P. Javier Olivera Ravasi




    [1] Seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.

    [2] Carta a los romanos, fol. 275v (Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 41).

    [3] Weim., VIII, 604 (Heinrich Denifle, op. cit., 7).

    [4] Weim., XII, 243 y s.

    [5] Erl., 20, 59 (Heinrich Denifle, op. cit., 9).

    [6] Heinrich Denifle, op. cit., 45-46.

    [7] Ya nos hemos dedicado en otro lugar a analizar las notas fundamentales y características de la Devotio moderna (aquí).




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