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Tema: Lutero, no y no

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  1. #1
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    Re: Lutero, no y no

    En la fiesta del gran hereje








    El 31 de octubre es una fecha marcada a fuego en la agenda Papal, con un claro objetivo: conmemorar el V Centenario de la mal llamada reforma protestante, ósea de la herejía protestante, que tanto daño hizo a la cristiandad esparciendo su error por Alemania y el norte de Europa y más tarde por Norteamérica y el resto de América en innumerables sectas. España llevó la fe a América, los ingleses la herejía. Para contrarrestar la funesta figura de Lutero emergió en la Iglesia la ciclópea figura de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, milicia en defensa de la sana doctrina, siempre militante contra la herejía.


    Lástima que no cupiese en tan apretada agenda papal el V Centenario de Santa Teresa de Jesús, maestra de oración, modelo de obediencia y de amor a la Iglesia, ni para la visita a España, el país que evangelizó el nuevo continente, incluida Argentina. Mientras la estatua de Lutero, con el color rojo demoníaco, preside tan campante el aula Pablo VI del Vaticano. Todo ello fue analizado espléndidamente en esta página: Francisco y “San†MartÃ*n Lutero: Perfectamente juntos


    Conviene repasar las palabras exactas con las que se refiere el Catecismo de San Pío X al Protestantismo, herejía fundada por Martín Lutero y dividida en innumerables sectas.



    • 129. El Protestantismo o religión reformada, como orgullosamente la llaman sus fundadores, es el compendio de todas las herejías que hubo antes de él, que ha habido después y que pueden aún nacer para ruina de las almas.
    • 130. Con una lucha que dura sin tregua hace veinte siglos, no ha cesado la Iglesia católica de defender el depósito sagrado de la verdad que, Dios le ha encomendado y de amparar a los fieles contra la ponzoña de las heréticas doctrinas.
    • 131. A imitación de los Apóstoles, siempre que lo ha exigido la pública necesidad, la Iglesia, ha definido con toda claridad la verdad católica, la ha propuesto como dogma de fe a sus hijos, y ha arrojado de su seno a los herejes, lanzando contra ellos la excomunión y condenando sus errores.
    • 132. El Concilio que condenó el protestantismo fue el Sacrosanto Concilio de Trento, denominado así por la ciudad donde se celebró.
    • 133. Herido con esta condenación, el protestantismo vio desenvolverse los gérmenes de disolución que llevaba en su viciado organismo: las discusiones lo desgarraron, multiplicáronse las sectas, que, dividiéndose y subdividiéndose, lo redujeron a menudos fragmentos. Al presente, el nombre de protestantismo no significa ya una creencia uniforme y extendida, sino que encierra un amontonamiento, el más monstruoso, de errores privados e individuales, recoge todas las herejías y representa todas las, formas de rebelión contra la santa Iglesia católica.


    Analicemos igualmente los principales puntos doctrinales que siglos antes había determinado el Concilio de Trento para fortalecer la fe católica ante la herejía protestante:



    Declaró que las fuentes de la revelación son las Escrituras y la Tradición de la Iglesia. De esta manera la Iglesia contestaba la doctrina de Lutero que todo lo cifraba en la sola Escritura.



    Fijó los libros de la Biblia o canon: son 73 libros; 46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento. Los protestantes aceptan 39 libros del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento; en total, 66 libros; siete menos que los católicos. Los protestantes no aceptan Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiastés, Baruc, 1 y 2 de Macabeos.



    Explicó la doctrina del pecado original, la gracia y los sacramentos, que en pocas palabras se resume así: El hombre nace herido con el pecado original, pero no corrompido. Dicho pecado se borra totalmente con el bautismo, aunque queda la concupiscencia o la tendencia o inclinación al pecado. El bautismo nos santifica y el hombre con la gracia del bautismo y de los sacramentos puede hacer obras buenas y meritorias a los ojos de Dios. Así daba contestación al protestantismo que decía que el hombre estaba totalmente corrompido y era incapaz de hacer el bien, aunque haya recibido el bautismo.



    Reafirmó la existencia de los siete sacramentos.



    Afirmó que la fe en Jesucristo salva, pero que las obras buenas son necesarias. Los protestantes afirman que sólo la fe salva, pues todas las obras hechas por el hombre son obras empecatadas y no agradables a Dios.



    Volvió a enseñar, conforme a la tradición, el valor de las indulgencias, el culto a los santos, el celibato, la vida religiosa, la existencia del purgatorio. Para ganar las indulgencias se necesita, además de la obra de caridad a la que está ligada, tener un corazón contrito, que rechaza el pecado. Ese espíritu penitencial se debe manifestar confesándose, recibiendo la comunión y rezando por las intenciones del Papa.



    Pu
    blicó el catecismo romano, destinado a los párrocos, para ayudarles en su labor y en la enseñanza del catecismo a los niños.


    LUTERO SE CREÍA DIVINO



    Por último quiero compartir con ustedes un texto de Don Plinio Corrêa de Oliveira, pensador católico tradicional, donde profundiza magistralmente en la nefasta figura de Lutero. Es un documento sumamente interesante para desenmascarar hasta el tuétano el pensamiento de la siniestra figura de Lutero y la intrínseca malignidad de su perversa doctrina.


    Es un análisis muy lúcido, clarividente y actual. ¿Tiene algo que ver con Cristo este gran impío? ¿Puede haber un acercamiento con los protestantes, si no renuncian totalmente a las herejías y aberraciones de su fundador? Les dejo con el texto de Don Plinio, escrito en la “Folha de S. Paulo”, 10 de enero de 1984.


    ——–


    No comprendo cómo ciertos eclesiásticos contemporáneos, incluso de los más cultos, doctos e ilustres, pueden hacer de Lutero, el heresiarca, una figura mítica, con el empeño de favorecer una aproximación ecuménica.
    Esta aproximación sería en primer término con el protestantismo e indirectamente con todas las religiones, escuelas filosóficas, etc. Discernirán estos hombres el peligro que a todos nos acecha al final de ese camino? Me refiero a la formación a escala mundial de un siniestro supermercado de religiones, filosofías y sistemas de todo tipo, en el que la verdad y el error se presentarán fraccionados, mezclados y puestos en bullicio. Sólo quedaría ausente del mundo —si es que se pudiera llegar hasta allá— la verdad total; o sea, la fe católica, apostólica, romana, pura y sin mancha.


    A propósito de Lutero —a quien le correspondería bajo cierto aspecto el papel de punto de partida en esta marcha hacia el desorden total— publico hoy algunos tópicos más que muestran bien el olor que su figura rebelde exhalaría en ese supermercado o, mejor, en esa necrópolis de religiones, de filosofías y del mismo pensamiento humano.



    La doctrina de la justificación indepen*diente de las obras es un elemento carac*terístico de la enseñanza de Lutero. En términos llanos quiere decir que los méri*tos superabundantes de Nuestro Señor Jesucristo aseguran al hombre por sí so*los la salvación eterna. De manera que se puede llevar en esta tierra una vida de pecado sin remordimiento de conciencia ni temor de la justicia de Dios.



    ¡Para él la conciencia no era la voz de la gracia, sino la del demonio!




    1. Por eso le escribió a un amigo que el hombre vejado por el demonio de cuando en cuando “debe beber con más abundancia, jugar, divertirse y aun come*ter algún pecado por odio y para molestar al demonio, para no darle pie a que per*turbe la conciencia con niñerías. (…) Todo el decálogo (de la ley de Dios) se debe borrar de nuestros ojos y nuestra alma, de nosotros, tan perseguidos y molestados por el diablo”
    2. En este sentido también escribió Lutero: “Dios sólo te obliga a creer y a confesar. En todas las otras cosas te deja libre y dueño de hacer lo que quieres, sin peligro alguno de conciencia; más bien es cierto que a Él no le importa incluso que dejes a tu mujer, huyas de tu señor y no seas fiel a ningún vínculo. ¿Y qué más le da (a Dios) que hagas o dejes de hacer semejantes cosas?”
    3. Tal vez más tajante es esta incita*ción al pecado en carta a Melanchton del 1 de agosto de 1521: “Sé pecador y peca de veras (“esto peccátor et peca fórtier”), pero con aún mayor firmeza cree y alégra*te en Cristo, vencedor del pecado, de la muerte y del mundo. Durante la vida pre*sente debemos pecar. Basta que por la misericordia de Dios conozcamos al Cordero que quita los pecados del mundo. De él no nos ha de separar el pecado aunque cometamos mil homicidios y mil adulterios por día
    4. Esta doctrina es tan descabellada que el propio Lutero a duras penas conse*guía creer en ella: “No hay ninguna reli*gión en toda la tierra que enseñe esta doctrina de la justificación; yo mismo, aunque la enseñe públicamente, creo en ella con gran dificultad
    5. Pero el mismo Lutero reconocía los efectos de su predicación confesada*mente insincera: “El Evangelio encuentra hoy en día adherentes que se persuaden de que ésta no es sino una doctrina que sirve para llenar el vientre y dar rienda suelta a todos los caprichos.


    Y acerca de sus secuaces evangélicos Lutero agregaba que “son siete veces peores que antes. Después de la predica*ción de nuestra doctrina los hombres se entregaron al robo, a la mentira, a la impostura, a la crápula, a la embriaguez y a toda especie de vicios. Expulsamos un demonio (el Papado) y vinieron siete peo*res”



    Después que comprendimos que las buenas obras no son necesarias para la justificación, quedamos mucho más remi*sos y fríos en la práctica del bien. (…) Y si hoy se pudiese volver a la antigua situa*ción, si de nuevo reviviese la doctrina que afirma la necesidad del recto proceder para ser santo, otro sería nuestro entu*siasmo y disposición en el ejercicio del bien”




    1. Todos esos desvaríos explican que Lutero haya llegado al frenesi del orgullo satánico, diciendo de sí mismo: “¿No os parece este Lutero un hombre extravagante? Para mí lo tengo como Dios. Si no, cómo podrían tener sus es*critos y su nombre la potencia de trans*formar mendigos en señores, asnos en doctores, falsificadores en santos, lodo en perlas?”
    2. Otras veces la opinión que Lutero tenía de sí mismo era mucho más objeti*va: “Soy un hombre expuesto y compro*metido en la sociedad, en la crápula, en los impulsos carnales, en la negligencia y otras molestias, a las que se vienen a juntar las de mi propio oficio


    Excomulgado en Worms en 1521, Lutero se entregó al ocio y a la indolencia. Y el 13 de julio escribió a Melanchton, otro prócer protestante: “Yo aquí me hallo, insensato y endurecido, establecido en el ocio; ¡oh, dolor!, rezando poco y dejando de gemir por la Iglesia de Dios, porque mi carne indómita arde en grandes llamas. En suma, yo, que debo tener fervor de espíritu, tengo el fervor de la carne, de la lascivia, de la pereza, del ocio y de la somnolencia



    Javier Navascués

    En la fiesta del gran hereje
    Vainilla dio el Víctor.

  2. #2
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    Re: Lutero, no y no

    La fiesta de la condenación: Francisco celebra a Lutero





    Francisco con el libro de las 95 tesis de Lutero, 13-Otc-2016


    La fiesta de la condenación: Francisco celebra a Lutero


    Por César Félix Sánchez Martínez

    En ese libro fascinante –y de lectura más que obligada en estos tiempos terribles-, titulado Fátima, Roma, Moscú del padre Gérard Mura (edición en español de 2005), se revela, entre otras cosas, el misterioso simbolismo de una fecha: 13 de octubre, última aparición y milagro del sol en Fátima. Basándose en estudios historiográficos recientes, el padre Mura señaló como fecha del martirio de San Pedro el 13 de octubre del año 67. Curiosamente, sería el mismo día casi 1900 años después, en que ocurriría, en palabras de Romano Amerio, la «ruptura de la legalidad conciliar», cuando, el 13 de octubre de 1962, el cardenal Liénart, de Lille, «capturaría» el micrófono en la asamblea conciliar, y, encabezando un golpe de fuerza de la minoría progresista, impondría el descarte de los esquemas del Sínodo Romano previo, elaborados bajo la vigilancia del cardenal Ottaviani, y daría propiamente origen al Concilio Vaticano II, al volver a comenzar los trabajos de elaboración de los documentos, pero esta vez con peritos progresistas y con un manejo hábil del «consenso» manufacturado. Se había iniciado de esa forma el desmantelamiento modernista de la Iglesia.


    Lo que el libro no alcanzó a consignar fue lo que ocurriría nueve años después de su publicación en español: el 13 de octubre de 2014, la Relatio Post Disceptationem del Sínodo de la Familia fue leída por el cardenal relator, Peter Erdö, a los 190 padres sinodales. El revuelo fue inmenso tanto en medios católicos como seculares; dos puntos, relativos a la comunión a los divorciados vueltos a casar y otro –el punto 50-, de aceptación de la orientación homosexual, al reconocer sus «dones y atributos» específicos para la Iglesia, fueron los más escandalosos. Aunque la Relatio Synodi ulterior fue en algo aguada, la exhortación Amoris Laetitia y su interpretación autorizada por parte del papa Francisco, tres años después, abren la puerta al sacrilegio de permitir la comunión a pecadores públicos, violentando la doctrina católica. Esta medida no solo se agota en este supuesto mero cambio disciplinar, sino, como han señalado prestigiosos intelectuales como Robert Spaemann y Josef Seifert –para nada sospechosos de “ultratradicionalismo”-, la apertura de un horizonte de abolición de la idea de pecado en la Iglesia.


    Tampoco alcanzó a consignar lo que ocurrió el 13 de octubre de 2016. Ese día, en el contexto de la recepción por parte del papa Francisco de una delegación de «peregrinos» luteranos alemanes (así los consideraba Radio Vaticana), y, al margen de las usuales declaraciones del pontífice –que en esta ocasión oscilaron por todos los grados de equivocidad que la doctrina católica considera, desde la proposición temeraria hasta la herética –, el mundo presenció un hecho inédito, en el Aula Paulo VI, en la Santa Sede de Pedro, se ponía en un puesto de honor una estatua del archiheresiarca Martín Lutero, abominador del papado, destructor de la fe (pues, como diría Romano Amerio, el libre examen, núcleo de la doctrina luterana, es la definición misma, el constitutivo formal, de la herejía, no una simple negación de un dogma particular, sino la negación de todos) y personaje violento y vulgar, para nada «misericordioso».





    El mismo Francisco acudirá el 31 de octubre a Lund, Suecia, a conmemorar el inicio del aniversario 500 de la Revuelta Protestante. El 31 de octubre de 1517, Lutero clavó sus 95 Tesis (que, como dice García-Villoslada, no eran 95 ni tesis) en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg. Un nuevo simbolismo en la fecha: doscientos años antes de la fundación de la Gran Logia de Inglaterra, primera francmasonería «especulativa» y trescientos, de la Revolución bolchevique. Tres fechas anticristianas. Tres fechas representativas de la lucha del Demonio por aniquilar los frutos de la redención. Pero además, recordemos que el 31 de octubre es la víspera del 1 de noviembre, día en que la Iglesia conmemora la Fiesta de Todos los Santos, es decir, de las almas que están en el cielo. Al día siguiente, 2 de noviembre, la Iglesia ofrecerá oraciones por las almas que están en el purgatorio. Parece ser, entonces, que, para completar el panorama de estos días consagrados a la ultratumba, se requeriría una fiesta de las almas que están en el infierno. Fiesta abominable celebrada por los satanistas y por el hombre-masa de las «sociedades globales» que, sin saberlo, se disfraza de un alma condenada y juega «inocentemente» a infestar lugares. Ese también es el día de la Pseudoreforma: una fiesta de condenación. Y la cabeza de la Iglesia Católica se apresta a celebrarlo.


    Parece ser que, ante los ojos humanos, la conjuración anticristiana ha triunfado.


    Sin embargo, hay motivos para confortarnos. En primer lugar, la vindicación absoluta, para todo católico con un mínimo de honestidad intelectual y espiritual, de las previsiones de Monseñor Marcel Lefebvre. En su famosa Declaración del 21 de noviembre de 1974 (que acabaría costándole la supresión ilegal de su obra, la Fraternidad de San Pío X, y ulteriormente su suspensión a divinis, mientras tantos delincuentes y pervertidos fundaban seudomovimientos «eclesiales» que recibían el aplauso de la Jerarquía), escribió lo siguiente: «Nos adherimos de todo corazón y con toda nuestra alma a la Roma católica, guardiana de la fe católica y de las tradiciones necesarias para el mantenimiento de esa fe; a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad. Por el contrario, nos negamos y nos hemos negado siempre a seguir a la Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante, que se manifestó claramente en el Concilio Vaticano II y, después del Concilio, en todas las reformas que de él surgieron. Todas estas reformas, en efecto, han contribuido y siguen contribuyendo a la demolición de la Iglesia, a la ruina del sacerdocio, a la destrucción del sacrificio y de los Sacramentos, a la desaparición de la vida religiosa y a la implantación de una enseñanza naturalista y teilhardiana en las universidades, seminarios y catequesis, enseñanza surgida del liberalismo y del protestantismo condenado tantas veces por el Magisterio solemne de la Iglesia. Ninguna autoridad, ni siquiera la más elevada en la jerarquía, puede obligarnos a abandonar o a disminuir nuestra fe católica, claramente expresada y profesada por el magisterio de la Iglesia desde hace diecinueve siglos».


    El acto del 31 de octubre de 2016 no ha caído del cielo, es parte de un proceso de protestantización, alertado por diversas figuras, significativamente por Monseñor Lefebvre, y expresado en la reforma litúrgica y el aggiornamento en general. El pontificado de Francisco es un fruto claro de la reforma litúrgica, que se aleja de manera impresionante de la doctrina de Trento, como señalaron en el Breve Examen Crítico del Novus Ordo Missae los cardenales Ottaviani y Bacci, y que significó una protestantización de la liturgia explícitamente confesada por Monseñor Annibale Bugnini, quien la fabricó. Lex orandi, lex credendi: los efectos deletéreos de la Nueva Misa, que permanecían ocultos para muchos ciegos voluntarios, se revelan, cincuenta años después, en la doctrina y acción del primer pontífice cuyo sacerdocio solo conoció de ese rito.


    Por otro lado, los diversos signos en torno al Mensaje de Fátima y al panorama mayor de la teología de la historia de estos últimos tiempos nos hablan de que la medida ha sido colmada y, como diría el conde José de Maistre, en las Veladas de San Petersburgo, refiriéndose a la imposibilidad de que el hombre pueda permanecer en un estado de anomia y desacralización: «Debemos aprestarnos para un acontecimiento inmenso en el orden divino, hacia el cual marchamos con una tan acelerada velocidad que sorprenderá a todos los observadores. Temibles oráculos ya anuncian que los tiempos han llegado».


    STAT VERITAS
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  3. #3
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    Re: Lutero, no y no

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  4. #4
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    Re: Lutero, no y no

    Cita Iniciado por Hyeronimus Ver mensaje
    En la fiesta del gran hereje










    El 31 de octubre es una fecha marcada a fuego en la agenda Papal, con un claro objetivo: conmemorar el V Centenario de la mal llamada reforma protestante, ósea de la herejía protestante, que tanto daño hizo a la cristiandad esparciendo su error por Alemania y el norte de Europa y más tarde por Norteamérica y el resto de América en innumerables sectas. España llevó la fe a América, los ingleses la herejía. Para contrarrestar la funesta figura de Lutero emergió en la Iglesia la ciclópea figura de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, milicia en defensa de la sana doctrina, siempre militante contra la herejía.


    Lástima que no cupiese en tan apretada agenda papal el V Centenario de Santa Teresa de Jesús, maestra de oración, modelo de obediencia y de amor a la Iglesia, ni para la visita a España, el país que evangelizó el nuevo continente, incluida Argentina. Mientras la estatua de Lutero, con el color rojo demoníaco, preside tan campante el aula Pablo VI del Vaticano. Todo ello fue analizado espléndidamente en esta página: Francisco y “San†MartÃ*n Lutero: Perfectamente juntos


    Conviene repasar las palabras exactas con las que se refiere el Catecismo de San Pío X al Protestantismo, herejía fundada por Martín Lutero y dividida en innumerables sectas.



    • 129. El Protestantismo o religión reformada, como orgullosamente la llaman sus fundadores, es el compendio de todas las herejías que hubo antes de él, que ha habido después y que pueden aún nacer para ruina de las almas.
    • 130. Con una lucha que dura sin tregua hace veinte siglos, no ha cesado la Iglesia católica de defender el depósito sagrado de la verdad que, Dios le ha encomendado y de amparar a los fieles contra la ponzoña de las heréticas doctrinas.
    • 131. A imitación de los Apóstoles, siempre que lo ha exigido la pública necesidad, la Iglesia, ha definido con toda claridad la verdad católica, la ha propuesto como dogma de fe a sus hijos, y ha arrojado de su seno a los herejes, lanzando contra ellos la excomunión y condenando sus errores.
    • 132. El Concilio que condenó el protestantismo fue el Sacrosanto Concilio de Trento, denominado así por la ciudad donde se celebró.
    • 133. Herido con esta condenación, el protestantismo vio desenvolverse los gérmenes de disolución que llevaba en su viciado organismo: las discusiones lo desgarraron, multiplicáronse las sectas, que, dividiéndose y subdividiéndose, lo redujeron a menudos fragmentos. Al presente, el nombre de protestantismo no significa ya una creencia uniforme y extendida, sino que encierra un amontonamiento, el más monstruoso, de errores privados e individuales, recoge todas las herejías y representa todas las, formas de rebelión contra la santa Iglesia católica.


    Analicemos igualmente los principales puntos doctrinales que siglos antes había determinado el Concilio de Trento para fortalecer la fe católica ante la herejía protestante:



    Declaró que las fuentes de la revelación son las Escrituras y la Tradición de la Iglesia. De esta manera la Iglesia contestaba la doctrina de Lutero que todo lo cifraba en la sola Escritura.



    Fijó los libros de la Biblia o canon: son 73 libros; 46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento. Los protestantes aceptan 39 libros del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento; en total, 66 libros; siete menos que los católicos. Los protestantes no aceptan Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiastés, Baruc, 1 y 2 de Macabeos.



    Explicó la doctrina del pecado original, la gracia y los sacramentos, que en pocas palabras se resume así: El hombre nace herido con el pecado original, pero no corrompido. Dicho pecado se borra totalmente con el bautismo, aunque queda la concupiscencia o la tendencia o inclinación al pecado. El bautismo nos santifica y el hombre con la gracia del bautismo y de los sacramentos puede hacer obras buenas y meritorias a los ojos de Dios. Así daba contestación al protestantismo que decía que el hombre estaba totalmente corrompido y era incapaz de hacer el bien, aunque haya recibido el bautismo.



    Reafirmó la existencia de los siete sacramentos.



    Afirmó que la fe en Jesucristo salva, pero que las obras buenas son necesarias. Los protestantes afirman que sólo la fe salva, pues todas las obras hechas por el hombre son obras empecatadas y no agradables a Dios.



    Volvió a enseñar, conforme a la tradición, el valor de las indulgencias, el culto a los santos, el celibato, la vida religiosa, la existencia del purgatorio. Para ganar las indulgencias se necesita, además de la obra de caridad a la que está ligada, tener un corazón contrito, que rechaza el pecado. Ese espíritu penitencial se debe manifestar confesándose, recibiendo la comunión y rezando por las intenciones del Papa.



    Pu
    blicó el catecismo romano, destinado a los párrocos, para ayudarles en su labor y en la enseñanza del catecismo a los niños.


    LUTERO SE CREÍA DIVINO



    No comprendo cómo ciertos eclesiásticos contemporáneos, incluso de los más cultos, doctos e ilustres, pueden hacer de Lutero, el heresiarca, una figura mítica, con el empeño de favorecer una aproximación ecuménica.
    Esta aproximación sería en primer término con el protestantismo e indirectamente con todas las religiones, escuelas filosóficas, etc. Discernirán estos hombres el peligro que a todos nos acecha al final de ese camino? Me refiero a la formación a escala mundial de un siniestro supermercado de religiones, filosofías y sistemas de todo tipo, en el que la verdad y el error se presentarán fraccionados, mezclados y puestos en bullicio. Sólo quedaría ausente del mundo —si es que se pudiera llegar hasta allá— la verdad total; o sea, la fe católica, apostólica, romana, pura y sin mancha.


    A propósito de Lutero —a quien le correspondería bajo cierto aspecto el papel de punto de partida en esta marcha hacia el desorden total— publico hoy algunos tópicos más que muestran bien el olor que su figura rebelde exhalaría en ese supermercado o, mejor, en esa necrópolis de religiones, de filosofías y del mismo pensamiento humano.



    La doctrina de la justificación indepen*diente de las obras es un elemento carac*terístico de la enseñanza de Lutero. En términos llanos quiere decir que los méri*tos superabundantes de Nuestro Señor Jesucristo aseguran al hombre por sí so*los la salvación eterna. De manera que se puede llevar en esta tierra una vida de pecado sin remordimiento de conciencia ni temor de la justicia de Dios.



    ¡Para él la conciencia no era la voz de la gracia, sino la del demonio!




    1. Por eso le escribió a un amigo que el hombre vejado por el demonio de cuando en cuando “debe beber con más abundancia, jugar, divertirse y aun come*ter algún pecado por odio y para molestar al demonio, para no darle pie a que per*turbe la conciencia con niñerías. (…) Todo el decálogo (de la ley de Dios) se debe borrar de nuestros ojos y nuestra alma, de nosotros, tan perseguidos y molestados por el diablo”
    2. En este sentido también escribió Lutero: “Dios sólo te obliga a creer y a confesar. En todas las otras cosas te deja libre y dueño de hacer lo que quieres, sin peligro alguno de conciencia; más bien es cierto que a Él no le importa incluso que dejes a tu mujer, huyas de tu señor y no seas fiel a ningún vínculo. ¿Y qué más le da (a Dios) que hagas o dejes de hacer semejantes cosas?”
    3. carta a Melanchton del 1 de agosto de 1521: “Sé pecador y peca de veras (“esto peccátor et peca fórtier”), pero con aún mayor firmeza cree y alégra*te en Cristo, vencedor del pecado, de la muerte y del mundo. Durante la vida pre*sente debemos pecar. Basta que por la misericordia de Dios conozcamos al Cordero que quita los pecados del mundo. De él no nos ha de separar el pecado aunque cometamos mil homicidios y mil adulterios por día.
    4. una doctrina que sirve para llenar el vientre y dar rienda suelta a todos los caprichos.


    Y acerca de sus secuaces evangélicos Lutero agregaba que “son siete veces peores que antes. Después de la predica*ción de nuestra doctrina los hombres se entregaron al robo, a la mentira, a la impostura, a la crápula, a la embriaguez y a toda especie de vicios. Expulsamos un demonio (el Papado) y vinieron siete peo*res”



    Después que comprendimos que las buenas obras no son necesarias para la justificación, quedamos mucho más remi*sos y fríos en la práctica del bien. (…) Y si hoy se pudiese volver a la antigua situa*ción, si de nuevo reviviese la doctrina que afirma la necesidad del recto proceder para ser santo, otro sería nuestro entu*siasmo y disposición en el ejercicio del bien”

    Un terco obsesionado de visión distorsionada que aún recogemos los despojos mundiales de su radical retuerzo del cristianismo. Creo que este hombre no amaba a Jesus, ni su palabra dada.


    Tándem Aquila Vincit
    ———————————



    Salve, llena de gracia; el Señor es contigo..
    Bendita tú eres entre todas las mujeres que fueron, son y serán; Reina Virginal, Madre Santísima, Virgen Pura..El Espíritu Santo vendra sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá; por eso el santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios.

    Y el Oriente, Luz Verdadera vino al mundo e ilumina a todo hombre y toda mujer como Sol de justicia.

    TÚ DIOS mío solo ayúdanos, que nosotros haremos para Su camino.

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    Re: Lutero, no y no

    LUTERÁNDONOS: EL PAPADO





    “Es importante ver las fuentes”, dicen; pues es esto lo que hemos venido haciendo hace casi un año. Veamos ahora, que se pondera la “reforma” (no; no digamos “reforma”, que Lutero no reformó un comino, sino digamos “Ruptura”), algunos de sus conceptos en un par de posts.
    ¿Qué pensaba Lutero?¿qué decía?Pues vamos:—————–En carta a su amigo y discípulo Zwinglio, Lutero decía poco tiempo después de la ruptura (no digan “reforma”, que Lutero no reformó un c…):

    “Le asusta a uno ver cómo donde en un tiempo todo era tranquilidad e imperaba la paz, ahora hay dondequiera sectas y facciones: una abominación que inspira lástima… Me veo obligado a confesarlo: mi doctrina ha producido muchos escándalos. Sí; no lo puedo negar; estas cosas frecuentemente me aterran, sobre todo cuando mi conciencia me recuerda que hemos destruido el presente estado de la Iglesia, tan tranquila y tan apacible cuando estaba bajo el papado…” (…). ¿Cuántos maestros distintos surgirán en el siglo próximo? La confusión llegará al colmo”[1].
    Y veamos algunas de sus citas sobre lo que pensaba de la Iglesia y del Papado

    “Yo no impugno la inmoralidad y los abusos, sino la sustancia y la doctrina del Papado”, yo nunca dejé de atacar las dos columnas del Papado: los votos monásticos y el sacrificio de la misa”[2].
    “Por mi parte la suerte está echada: desprecio tanto el furor como el favor de Roma. No quiero reconciliarme ni estar en comunión con ellos por toda la eternidad. Condenen y quemen mis libros; yo quemaré y condenaré públicamente, mientras tenga fuego en la mano, todo el derecho pontificio, esa ciénaga de herejías (…)[3]. Del mismo modo que ellos me excomulgan en nombre de su sacrílega herejía, así también, por mi parte, los excomulgo en nombre de la santa verdad de Dios. Cristo Juez verá cuál de las dos es válida ante él. Amén”[4].
    “El papa es adversario de Cristo y apóstol del diablo… el papa es peor que el turco… por eso yo lo llamo el gran asesino… loado sea Dios, porque a los ojos de Su Santidad y de los papistas yo soy un hereje”[5].
    “El papa mismo es un loco furioso, un falsificador de la historia, un mentiroso, un blasfemo, un profanador, un tirano del emperador, de los reyes y del universo entero, un estafador, un bribón, un expoliador de los bienes eclesiásticos y seculares (…). Cerdo, burro, rey de los asnos, perro, rey de las ratas, lobo, oso–lobo, hombre–lobo, león, dragón, cocodrilo, larva, bestia, etc.”
    “Oye, papa Paulo, no tienes fe ninguna; ni tú ni tus hijos, los cardenales y la familia de la corte romana, respetáis a Dios, porque sois puercos epicúreos, igual que todos los papas, tus predecesores. Si todavía me queda algo de fuerza, volveré a atacar sus bulas y breves e intentaré peinar las largas orejas de ese gran borricazo”[6]. “El papa es la cabeza de la maldita multitud de los peores bribones de la tierra: un lugarteniente del demonio, un enemigo de Dios, adversario de Cristo, destructor de las iglesias cristinas, maestro de todas las mentiras, blasfemias e idolatrías; archiladrón de las iglesias, robador de las llaves y de todos los bienes sacros y profanos, asesino de reyes, instigador de toda clase de matanzas, el mayor burdelero de los burdeleros y fomentador de toda lujuria”[7].

    Que no te la cuenten…P. Javier Olivera Ravasi

    [1] Cito sólo por comodidad y en razón de la brevededad la obra del P. Alfredo Sáenz (La Nave y las tempestades. La Reforma Protestante, Gladius, Buenos Aires 2005, 267). En trabajos posteriores daremos las mismas citas a partir del trabajo de Denifle que ya hemos indicado en este sitio.

    [2] Alfredo Sáenz, La Nave y las tempestades. La Reforma Protestante, Gladius, Buenos Aires 2005, 90.

    [3] Ídem, 129.

    [4] Ídem, 134.

    [5] Ídem, 139.

    [6] Ídem, 242.

    [7] Ídem, 244.


    Luterándonos: el Papado – Que no te la cuenten




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  6. #6
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    Re: Lutero, no y no

    Protestante Digital ve también que el rey está desnudo

    Luis Fernando PËREZ BUSTAMANTE, el 2.11.16 a las 8:46 AM


    La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero (*). Protestante Digital ha publicado un editorial en el que señala un hecho obvio. A saber, que el acto de Suecia, por mucho que los medios de comunicación generalistas -y yo añado que casi todos los católicos-, se haya presentado como un hecho histórico que abre las puertas a la unidad entre el catolicismo y el protestantismo, no puede ocultar una realidad “irreformable": no se puede unir lo que esencialmente es distinto.

    Por vivencia personal conozco perfectamente lo que significa ser protestante evangélico y lo que es ser católico. Pues bien, no se puede ser las dos cosas a la vez. Ni se puede ser una cosa sin dejar de ser la otra. Es decir, a menos que una de las partes, o ambas, renuncie a su esencia y asuma la de la otra, cabe decir aquello de que “lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible".

    Obviamente Protestante Digital arrima al ascua a su sardina y plantea el asunto desde el punto de vista de los “Solas” de la Reforma. Pero es que las cosas son como son. Enumero:

    - Católicos y protestantes no compartimos la misma Revelación. El protestantismo niega que la Tradición forme parte de ella. Y niega el papel del Magisterio.

    - Católicos y protestantes no tenemos ni siquiera la misma Biblia. Ellos rechazan la canonicidad de los Deuterocanónicos.

    - Católicos y protestantes no tenemos los mismos sacramentos. Ellos rechazan todos (muchos no llaman sacramento al bautismo) o buena parte de ellos.

    - Católicos y protestantes no estamos de acuerdo en cómo se alcanza la justificación por la que podemos ser salvos. Ellos son solafideístas, nosotros no.

    - Católicos y protestantes no estamos de acuerdo sobre el papel de María en el plan de salvación. Ni en el papel de los santos en el cielo como intercesores en favor nuestro.


    - Etc.

    Señores, eso no va a cambiar jamás. Ya pueden papas pasados, presentes y futuros ir a Suecia, a Alemania o a las Islas Maldivas. Siempre habrá una aplastante mayoría de protestantes que jamás van a renunciar a esas diferencias señaladas. Y ningún Papa tiene autoridad para renunciar a los dogmas católicos que nos separan del protestantismo.


    Desde el punto de vista católico, convendría tener muy en cuenta otro hecho. El protestantismo no solo está dividido en multitud de denominaciones, cada una independiente de las demás. En realidad, está dividido en dos grandes ramas: el protestantismo evangélico, fiel a los principios de Lutero, Calvino y cía; y el protestantismo liberal, que tiene de cristianismo solo el nombre, porque rechaza la inerrancia de las Escrituras y es un instrumento más del secularismo y la cultura de la muerte.

    Pues bien, los únicos realmente interesados en el ecumenismo con Roma son los protestantes liberales. Pero ocurre otra cosa. Esos protestantes están en estado de descomposición total. Apenas tienen fieles. En Suecia, sin ir más lejos, solo un 2% de los luteranos acuden a los cultos dominicales. No pintan nada en su sociedad. Ocurre algo parecido con los anglicanos en Inglaterra. Sin embargo, la inmensa mayoría de los protestantes evangélicos de Iberoamérica acuden a sus cultos, tanto en domingo como, en no pocas ocasiones, varias veces a la semana.

    En otras palabras, estamos asistiendo a un hecho verdaderamente insólito. La jerarquía de la Iglesia Católica está empeñada en llegar a una unión con protestantes que habrían sido echados a patadas del protestantismo por los mismísimos Lutero, Calvino, Zwinglio, Wesley, Menno Simons, Spurgeon, etc, etc. Y que, de hecho, no son considerados como hermanos en la fe por la gran mayoría de los protestantes del mundo.

    Es más, pregunto, ¿en serio alguien piensa que la fe católica no va a ser sacudida, por no decir demolida, si se profundiza en ese maridaje con el protestantismo liberal?

    Si se quiere seguir jugando a ese juego absurdo, que se haga. Pero somos muchos los católicos que ya nos hemos dado cuenta que, en relación al ecumenismo con protestantes, el rey está desnudo.

    Laus Deo Virginique Matri.

    Luis Fernando Pérez Bustamante

    (*) Para que no se me enfaden los hermanos separados, yo soy el porquero



    Protestante Digital ve también que el rey está desnudo
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    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


    Nada sin Dios

  7. #7
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    Re: Lutero, no y no

    “Non Possumus”, a propósito de Lutero (III): Lutero se suicidó, simplemente.


    Las actuales biografías de Lutero están más que edulcuradas. A penas hacen referencia hacia los últimos momentos de su vida o, peor aún simplemente mienten sobre él. Durante mucho tiempo en el mundo católico no sólo se sabía sino que se explicaba con toda naturalidad el trágico final de Lutero. Luego las cosas cambiaron y como quien da una orden misteriosa, se dejó de hablar del triste final de Lutero.Los datos de la época no dejan lugar a dudas. Tras una opípara cena (a Lutero le podía la gula y sus cenas, especialmente en los últimos años, acababa ebrio) se acabó suicidando. Así queda atestiguado convenientemente por su criado personal llamadoRudtfeld. En 1606, Sédalius publicó su testificación. Otros muchos escritores y estudiosos escribieron sobre el asunto. Todos coinciden en que Rudtfeld encontró a su amo Martín Lutero colgado de uno de los postes de su cama. Lo atestiguan Audin, en su Vide de Lutero; Lorrenz en El fin de Lutero; Hosius, Juan Harén, Lorenzo Surius, Tomás Malvendra, Teodoro Pevtrejus, el sabio alemán Majunke, Manhart, y un largo etcétera.Como apoyo a estos testimonios hay infinidad de datos que dan consistencia al hecho. Son concluyentes los aportados en dos estudios: Martín Lutero, homicida y suicida, por el P. Luigi Villa, publicado en la Revista Chiesa Viva, nº 258, Brescia, Italia; y Lutero, del P. Pedro de I. Muñoz, en la revista Tradición Católica, nº 137, Barcelona.
    Siguiendo la exposición de Dom Licínio Rangel, OVS, podemos establecer que:
    1.- Lutero tenía un temperamento extremamente mórbido y neurótico. Después de su revuelta contra la Iglesia, su neurosis alcanzó los límites extremos. Estudios especializados le atribuyen una “neurosis de angustia gravísima”, del tipo que lleva al suicidio (Roland Dalbies, en Angustia de Lutero).
    2.-El suicidio de Lutero es afirmado tanto por católicos como por protestantes. Este es el testimonio de su criado, Ambrosio Kudtfeld, que más tarde se hizo médico, y que hemos mencionado más arriba:

    “Martín Lutero, en la noche que antecedió a su muerte, se dejó vencer por su habitual intemperancia, y en tal exceso, que fuimos obligados a cargarlo totalmente embriagado, y a colocarlo en su lecho. Después nos retiramos a nuestro aposento sin presentir nada de desagradable. Por la mañana volvimos a nuestro patrón para ayudarlo a vestirse, como de costumbre. Pero, ¡que dolor! Vimos a nuestro patrón Martín colgando de su cama y estrangulado míseramente. Tenía la boca torcida y la parte derecha del rosto oscura; el cuello morado y deformado. Ante tan horrendo espectáculo, fuimos invadidos por un gran terror. Corrimos sin demora a los príncipes, sus convidados de la víspera, para anunciarles aquel execrable fin de Lutero. Ellos quedaron aterrorizados como nosotros. Y logo se empeñaron com mil promesas y juramentos, que observásemos, sobre aquel acontecimiento, eterno silencio, y que colocásemos el cadáver de Lutero en su cama, e anunciásemos al pueblo que el ‘Maestro Lutero’ había imprevistamente abandonado esta vida”.

    Este relato del suicidio de Lutero fue publicado en Amberes, en el año de 1606, por el sensato Enrique Sedalius (que también hemos referido más arriba).



    También el Oratoriano Th. Bozio, en su De Signis Ecclesiae del 1592, escribe que aprendió de un doméstico de Lutero que su señor fue encontrado ahorcado de las columnas de su lecho. También el dr.. G. Claudin, en la Cronaca Medica (1900, p. 99) ha publicado el texto de esa “deposición” del doméstico, de la cual he aquí lo esencial:

    «Por la gloria de Cristo, yo revelaré a plena luz lo que vi y anuncié a los príncipes de Elsleben: Martín Lutero se dejó llevar por sus inclinaciones, de tal modo que debimos llevarlo en estado de completa ebriedad y ponerlo en el lecho… A la mañana siguiente, yendo a mi señor para ayudarlo a vestirse, lo encontré, ¡oh dolor! A él, mi señor, ahorcado en su lecho, literalmente estrangulado. Fui a avisar a los príncipes que me hicieron jurar no hablar a nadie acerca de este suceso».

    3.-Dos médicos comprobaron los síntomas de suicidio relatados por su criado Kudtfeld. Fueron ellos Cester y Lucas Fortnagel. Las informaciones de este último fueron publicadas por el escritor Jacques Maritain, de confianza para los más progresistas, en su libroLos Tres Reformadores. En esa obra el autor ofrece también una impresionante lista de amigos y compañeros de Lutero que se suicidaron.





    Fuente sobre vida y final de Lutero:

    http://www.chiesaviva.com/lutero%20o...%20suicida.pdf



    https://barraycoa.com/2016/11/02/non...o-simplemente/



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  8. #8
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    Re: Lutero, no y no


  9. #9
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    Re: Lutero, no y no

    “Non Possumus”, a propósito de Lutero (II): Lo que pensaba Lutero sobre los judíos.




    Obra de Lutero: “Sobre los judíos y sus mentiras (1543)


    Pocos conocen que el hoy aclamado Lutero fuera un profundo antijudío. Los que saben de su odio visceral hacia el pueblo judío, siempre o lo han ocultado, o bien los han aguado con extraños argumentos teológicos.

    El caso es que en 1543 aparecía un escrito de su mano titulado: “Los judíos y sus mentiras”. Ya estábamos al final de sus días, pero su habitual ímpetu exagerado aún era capaz de volcarse contra los judíos

    Pero el libro no deja lugar a dudas. Empieza con una declaración de intenciones: “Habí*a decidido no escribir nunca más, ni de los judíos, ni contra los judí*os. Sin embargo, como quiera que esta malvada y miserable gente no cesa de tratar de destruir a los cristianos, he permitido que este pequeño libro salga adelante para todos aquellos que han resistido tan venenosa acometida de los judí*os y así* advertir a los cristianos para que permanezcan en guardia contra ellos. Yo no podría creer que un cristiano se permitiera a sí mismo ser engañado por los judíos y tomar parte de su destierro y miseria. Pero el diablo es el dios de este mundo, y donde no está la palabra de Dios, él se mete fácilmente, no sólo entre los débiles, sino también entre los fuertes. Dios nos ayude. Amén.”

    En el libro escribía lindezas como que había que quemar las sinagogas, destruir sus libros de oración, prohibir predicar a los rabinos, aplastar y destruir sus casas, incautarse sus propiedades, confiscar su dinero y obligar a esos “gusanos venenosos” a realizar trabajos forzados o expulsarlos para siempre. No es de extrañar que los nazis tuvieran a Lutero en un pedestal.

    Mas joyas que pueden encontrarse en el libro:


    “Los judíos son pequeños diablos condenados al infierno (E: 32, p: 276) tal vez los cristianos delicados y blandos de corazón creerán que soy demasiado drástico y riguroso contra los pobres, afligidos judíos, y crean que los ridiculizo y los trato con mucho sarcasmo. Por mis palabras, soy demasiado débil para ser capaz de ridiculizar tan satánicos engendros. Estaría contento de poder hacerlo, pero ellos son mucho más adeptos de la burla que yo y poseen un Dios que es un maestro en este arte, o sea el mismísimo diablo (E. 32, p. 286). Aunque no hubiera otra evidencia que el Antiguo Testamento yo mantendría, y ninguna persona podría cambiar mi opinión, de que los judíos tal como son hoy, son una verdadera mezcla de todos los malévolos y depravados bribones que hay en este mundo, que se han dispersado en todos los países, al igual que los tártaros, gitanos y gente así, para afligir a todas las diferentes naciones con su usura, escupir sobre los demás y traicionar, envenenar, embaucar y raptar niños, abreviando, para practicar toda clase de injurias y actos deshonestos.”



    O bien:


    “Aquellos judíos que profesan la carrera de cirujanos o doctores despojan de salud y bienestar a los cristianos que usan de sus medicamentos, por que tales doctores judíos hacen con ello un favor especial a su Dios si atormentan y asesinan furtivamente a los cristianos, y nosotros como ingenuos que somos, todavía socorremos a nuestros enemigos y a sus diabólicos usos en el momento en que nuestras vidas están en peligro, lo cual es probar la paciencia de Dios.”


    O también:


    “Tan pronto como mi principal asunto (advertiros de los judíos) haya sido efectuado, me consagraré a la expulsión de los judíos. El conde Albrecht es hostil hacia ellos y los ha abandonado ya, pero no son molestados por nadie. Con la ayuda de Dios ayudaré al conde con los sermones que hago desde el púlpito para que los abandonen.”


    Y sigue:


    “A vuestro lado también hay muchos judíos viviendo en el país, haciendo mucho daño… deberíais saber que los judíos blasfeman y violan día a día el nombre de Nuestro Salvador… por esta razón, señores y hombres con autoridad, no deberíais tolerarlos, sino expulsarlos. Ellos son nuestros enemigos públicos e incesantemente blasfeman de Nuestro Señor Jesucristo, llaman una prostituta a Nuestra Virgen María y un bastardo a su Hijo Sagrado y a nosotros nos dan el epíteto de imbéciles y engendros.

    Si pudieran asesinarnos, lo harían alegremente y de hecho muchos de ellos matan a cristianos , especialmente aquellos que profesan como cirujanos y doctores. Saben como tratar los medicamentos a la manera de los italianos -los Borgia y los Medicis- que daban venenos a la gente proporcionándoles la muerte en una hora o en un mes. Por lo tanto, combátelos severamente porque no hacen sino blasfemar extremadamente al Señor, tratan de robar nuestras vidas, nuestra salud, nuestro honor y pertenencias…

    Por esta razón no puedo tener paciencia ni tener una conversación con estos blasfemos y delirantes violadores del Salvador. Como buen patriota quiero daros esta advertencia por última vez para que no participéis en pecados ajenos. Deberíais estar seguros de que solo deseo lo mejor para vosotros, príncipes y súbditos (E. 62, p. 189)”.


    Proponer a Lutero como un puntal del actual ecumenismo no tiene el más mínimo sentido. La Iglesia evangelista luterana, tanto en Alemania como en los países nórdicos está más que acabada. Su fundador, un auténtico desastre humano, radical, resentido, que rezumaba odio contra casi todo, no nos lo pueden presentar como ejemplo de tolerancia.

    Javier Barraycoa

    Edición en castellano





    https://barraycoa.com/
    Última edición por Hyeronimus; 03/11/2016 a las 19:11

  10. #10
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    Re: Lutero, no y no

    “Non Possumus”, a propósito de Lutero (IV): Lutero a la caza de los campesinos.

    Lutero a la caza de los campesinos

    Luther ohne Mythos de Hubertus Mynarek es un libro necesario y desmitificador sobre Martín Lutero. Lutero, al principio de su predicación se posicionó a favor de los campesinos y en contra de los príncipes alemanes y cualquiera que ostentase alguna autoridad. En esa primera etapa teorizó sobre el derecho de Rebelión contra las autoridades. Pero fue una época breve ya que pronto fue acogido por los príncipes alemanes y protegido por ellos. Entonces sus escritos cambiaron radicalmente e inició una de las apologías más salvajes contra el campesinado que se recuerdan en la historia del pensamiento.

    Luteranos ejecutan a un anabaptista



    Thomas Müntzer
    , uno de los exaltados, hereje y revolucionario campesino, un anabaptista, fue de los primeros que recibió las invectivas de los príncipes alemanes acaudillados espiritualmente por Lutero. Tras su revolución campesina Thomas Müntzer fue capturado, se le sometió a juicio sumarísimo con la tortura correspondiente. Tras ser violentamente azotado, fue condenado a la pena capital, siendo decapitado. Antes, Lutero había escrito una carta a los príncipes de Sajonia contra Müntzer, ordenando a la nobleza sajona eliminar violentamente al “Satán maldito de Allstedt”, como llamaba Thomas Müntzer (aunque dicho sea de paso el protestante Müntzer había sido un asesino piadoso de masas). En la carta lo denomina: “espíritu devorador del mundo”, “demonio mendaz”, “Satán por antonomasia”, “espíritu mendaz”, “demonio expulsado”.

    En otros escritos las acusaciones de Lutero para con Müntzer son aún más desmedidas y desatadas. En su Amonestación por la paz en los doce artículos del campesinado de Suabia califica a Müntzer de “profeta bribón”, “príncipe de los demonios, que gobierna en Mühlhausen y no hace otra cosa que robar, asesinar y derramar sangre”.

    Lutero, en su conocido y terrorífico escrito titulado “Contra las hordas asesinas y ladronas de campesinos” (1525). Se escribe en el marco de las revueltas campesinas contra los príncipes alemanes. La tesis del libro en el fondo es muy sencilla: los campesinos están endemoniados y, por tanto, es lícito liquidarlos. Ya se ve que se estaba manejando alta teología. Podemos leer que escribe sobre ellos:

    “Nada más venenoso, dañino y demoníaco que esta gente, que sólo impulsan actividades satánicas”, “que sirven al demonio bajo la apariencia de Evangelio”, “de ahí que se merezcan una y mil veces la muerte corporal y espiritual, “son peones del demonio” y “conforman una federación satánica de maldad y perdición”.

    Lutero deja caer que los demonios han vaciado el infierno y anidan en los campesinos: “Hay que huir de ellos como del mismo demonio”. Pero mejor que huir de ellos, insta a los Príncipes alemanes, es aniquilarlos:

    “Quien puede y quiere ahogar a un rebelde hace bien en ejecutarlo, puesto que ante un rebelde público toda persona es dos cosas: juez y verdugo. Igual que pasa con un fuego, que el mejor es quien primero lo sofoca… De igual manera aquí, quien pueda debe destruir, ahorcar y asesinar, en secreto o en público… Como ocurre quien se ve obligado a matar un perro rabioso… Un cristiano piadoso debiera sufrir cien veces la muerte, si fuera menester, antes de aceptar lo más mínimo en el tema de los campesinos”.


    Los años 1524 y 1525,fueron en los que Lutero ejerció con sus escritos y apelaciones una propaganda tan desorbitada de acoso contra Müntzer y los campesinos. En el trasfondo Lutero encubría y justificaba una situación política y nada religiosa. Su teología de una Iglesia universal invisible y misteriosa de los verdaderos creyentes, se convirtió en estado eclesial. Los príncipes alemanes se convirtieron en teócratas y Lutero entonces empezó a predicar contra los que atentaban contra las autoridades constituidas.


    Guerra de campesinos alemanes



    Marx
    llegó a decir: “Lutero ha transformado los curas en laicos porque a los laicos los ha convertido en curas”. Así, los príncipes se volvían intocables. Desobedecerles en cualquier materia, aunque mandaran algo injusto, era como enfrentarse a Dios. Con toda solemnidad manifestó Lutero en 1528 la idea de que “el mandato de Moisés “honra a tu padre” se refería a estos príncipes.

    Lutero, en un ataque de megalomanía, se sintió llamado a transmitir a los príncipes la orden de Dios de golpear y aniquilar a los campesinos:

    “Los predicadores son los mayores criminales, ya que exhortan a la autoridad a que, en función de su cargo, castiguen a los impíos malvados. Yo, Martín Lutero, he matado a todos los campesinos rebeldes, pues he llamado a matarlos; que toda su sangre caiga sobre mis hombros. Pero yo la remito a nuestro señor Dios, que me ha ordenado transmitir este mandato suyo”.


    A los labradores, a pesar de su reconocimiento de algunas de sus exigencias, aconsejó obediencia a cualquier precio:


    “Porque el que la autoridad sea mala e injusta no disculpa la rebeldía o el amotinamiento. Puesto que castigar la maldad no es competencia de cada uno sino de la autoridad civil, que porta la espada. El que la autoridad os arrebate injustamente vuestros bienes es una cosa, pero otra que les arrebatéis su poder, y con ellos todos sus bienes, su cuerpo y alma, convirtiéndoos así en mayores ladrones que ellos”.


    Los 12 artículos y reglamentos de la liga de campesinos



    En su escrito “Los 12 artículos y reglamentos de la liga de campesinos”, afirmaba respecto a los campesinos “que ellos no podían apelar al derecho cristiano del Nuevo y Antiguo Testamento, ni tampoco al derecho natural porque básicamente para ellos sólo rige el derecho cristiano: no rebelarse contra la injusticia, no echar mano a la espada, no defenderse, no tomar venganza sino entregar el cuerpo y el alma porque, que robe quien robe, nuestra confianza está en el Señor, quien, como ha prometido, no nos abandonará. Sufrir, sufrir, cruz, cruz es el derecho de los cristianos y no otra cosa. Un cristiano se deja robar, quitar, presionar, patear, saquear, devorar, que le vocifere todo aquel que quiera, él es un mártir”.

    En el ya citado escrito Contra las bandas de campesinos saqueadoras, insiste:

    “Así la autoridad debe actuar con tranquilidad y consuelo y asesinar con buena conciencia mientras le quede un soplo de vida. Ésta es su ventaja, que los campesinos tienen mala conciencia y hacen cosas injustas y serán asesinados por ello, y serán presa eterna del demonio en cuerpo y alma. Pero la autoridad, que tiene buena conciencia y hace cosas justas, puede dirigirse a Dios con toda la seguridad de su corazón y decirle: Mira, Dios mío, me nombraste príncipe e colocaste como Señor, no puedo dudar de que me has encomendado blandir la espada sobre los malhechores (Rom 13, 4). Es tu palabra, no cabe mentira; debo cumplir mi función sin vacilar, de lo contrario pierdo tu gracia; es también evidente que estos campesinos se han hecho acreedores a la muerte con reiteración ante ti y ante el pueblo, me has mandado castigarles… Y yo quiero castigarles y matarles mientras me quede un soplo de vida, tú lo juzgarás y lo encontrarás justo”.


    https://barraycoa.com/
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  11. #11
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    Re: Lutero, no y no

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  12. #12
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    Re: Lutero, no y no

    Cita Iniciado por Trifón Ver mensaje
    Añado el artículo ya transcrito:

    LA VERDAD SOBRE LUTERO, por Juan Manuel de Prada


    (ABC, 5 de noviembre de 2016)


    Quinientos años después de la protesta de Lutero, uno puede hacerse el sueco, para obtener el aplauso del mundo, o bien puede atreverse a analizar con rigor intelectual lo que con aquel acontecimiento se sustanció. Esta segunda actitud, que en un mundo donde lo que mola es hacerse el sueco causa escándalo, es la que nos propone el excelente volumen "Consecuencias político-jurídicas del protestantismo" (Ediciones Marcial Pons), al cuidado del profesor Miguel Ayuso, en el que un selecto grupo de juristas procuran al lector consciente una serie de aproximaciones al pensamiento de Lutero y señalan las lacras políticas que en él tienen su origen. Celebrar el centenario de la protesta luterana es como si el sifilítico celebrase el día en que contrajo la sífilis.


    Habría que empezar señalando, como hace el profesor Juan Fernando Segovia en una de las aportaciones más enjundiosas del libro, que al afirmar la salvación por la sola fe Lutero niega toda autoridad a la Iglesia, así como su papel mediador entre el creyente y Dios y la eficacia de los sacramentos. La Iglesia, para Lutero, es una organización opresora; y el Papado, la sede del Anticristo. Pero el libro que recomendamos hoy es valioso sobre todo porque nos desvela cómo las nociones teológicas oscurantistas de Lutero (depravación de la naturaleza humana, negación del libre albedrío, etcétera) corrompen y destruyen las instituciones políticas y sociales. Si el hombre es malo por naturaleza y su razón está corrompida, el poder se tendrá que erigir en puro ejercicio de la fuerza que reprima sus tendencias malignas. Así, ante la revuelta campesina de 1525, Lutero puede celebrar que se alce “la espada vengadora” contra los príncipes; y cuando los campesinos son derrotados puede solicitar tan pichi a los príncipes: “Perseguidlos y matadlos como a perros rabiosos. Dios os lo premiará”. Pues un poder civil entendido al modo luterano puede (¡viva la alternancia!) cambiar de titular como de chaqueta. Por otro lado, como nos recuerda José Luis Widow en otro pasaje del libro, establecida la premisa desquiciada de que la naturaleza humana está por completo corrompida, Lutero piensa lógicamente que la razón es “ciega, sorda, necia, impía y sacrílega”; de tal modo que está negada para querer el bien, incapacitada para el juicio moral. De ahí que Lutero pudiera recomendar a uno de los príncipes a los que adulaba que “pecase fuertemente”, aduciendo que su mera fe bastaría para salvarlo. La justificación por la sola fe conduce inevitablemente a la emancipación de la conciencia del juicio moral sobre nuestras acciones; y así se entroniza el puro subjetivismo, hasta que la tendencia natural al desorden exija la intervención de una ley humana que se imponga como ejercicio de poder. Pero, como señala el profesor Segovia, al afirmar la absoluta corrupción de la naturaleza humana, Lutero niega el valor de la ley: pues al mandar realizar tal o cual obra, la ley no hace sino (en palabras de Lutero) “poner de manifiesto la enfermedad, el pecado, la maldad” del hombre, a quien inevitablemente “asalta la tristeza, se siente afligido, hasta cae en la desesperación”. Que es, en efecto, la estación última del hombre concebido al modo luterano.


    En "Consecuencias jurídico-políticas del protestantismo" se desgranan otras calamidades que tienen su origen en el pensamiento de Lutero, como la reducción de lo político a lo estatal, el nacionalismo, el capitalismo desembridado o la instauración de una libertad que no se orienta por la razón, sino por una “autodeterminación” cuyo único límite es no hacer daño a terceros (límite que, por supuesto, se acaba infringiendo, cuando tal daño beneficia al titular del poder). Así hasta desvelar la verdad sobre Lutero que otros prefieren ignorar, haciéndose los suecos.

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  13. #13
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    Re: Lutero, no y no

    Obispo Schneider: “Ya hemos tenido una respuesta infalible a los errores de Martin Lutero”




    Claire Chretien de LifeSiteNews ha publicado hoy un nuevo video de preguntas y respuestas con el obispo Athanasius Schneider en el Cosmos Club de Washington DC después de su conferencia del 20 de octubre de 2016. En él, se le preguntó sobre la declaración del Papa Francisco de que Martín Lutero “no se equivocó” sobre la justificación.

    Él respondió, en parte:

    Ya hemos tenido una respuesta infalible a los errores de Martín Lutero: el Concilio de Trento. Las enseñanzas del Concilio de Trento sobre los errores de Lutero, repito, son infalibles, ex cathedra. Y los comentarios del Papa en el avión no son ex cathedra.

    Esos comentarios particulares empiezan en el minuto 1:43 en el video, pero vale la pena ver las preguntas y respuestas completas:



    Obispo Schneider: "Ya hemos tenido una respuesta infalible a los errores de Martin Lutero"

  14. #14
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    Re: Lutero, no y no

    Luterándonos: el libre examen



    El P. Teztel, dominico enviado a predicar el verdadero sentido de las indulgencias, decía respecto de Lutero ya en su época:

    “Los artículos de Lutero están destinados a promover un gran escándalo, pues por su causa muchos despreciarán el poder de su Santidad del Papa y de la santa Sede Romana. También se abandonarán las obras de penitencia sacramental, y no se volverá a creer a los predicadores y doctores, queriendo cada cual interpretar la escritura a su antojo, por donde la santa y universal Cristiandad habrá de incurrir en gran peligro de las almas, pues cada cual no creerá sino en aquello que bien le pareciere[1].

    Y Lutero, en esto, daba el ejemplo con su propia vida:

    “Yo no quiero ser juez ni un asno papa, ni una mula. No quiero responder nada a tales asnos ni a sus berridos inútiles sobre la palabra ‘sola’ (sola scriptura). Ya basta. Lutero lo quiere, Lutero habla así. Lutero es un doctor por encima de todos los doctores de todo el papismo (…)[2].

    “El cristianismo no es más que un continuo ejercicio de sentir que no has pecado aunque hayas pecado y que todos tus pecados son cargados a Cristo” [3].

    “Sé pecador y peca reciamente, pero confía más vigorosamente y gózate en Cristo que es el vencedor del pecado, de la muerte y del mundo. No te imagines que esta vida sea la morada de la justicia: antes bien, es preciso pecar. Bástate reconocer al corderillo que lleva sobre sí los pecados del mundo, y en tal caso el pecado no podrá separarte de Él aunque cometas mil fornicaciones al día y perpetres otros tantos homicidios”[4].

    “Aunque los santos Cipriano, Ambrosio y Agustín; aunque San Pedro, San Pablo y San Juan; aunque los ángeles del cielo te enseñen otra cosa, esto es lo que sé de cierto: que no enseño cosas humanas, sino divinas; o sea que todo lo atribuyo a Dios, a los hombres nada (…). Los Santos Padres, los doctores, los concilios, la misma Virgen María y San José y todos los santos juntos pueden equivocarse”[5] (él no, claro).

    Que no te la cuenten…


    P. Javier Olivera Ravasi




    [1] Vorlegung, Art. 19, Paulus, Tetzel 53. Amplios extractos en Hefele-Leclercq, Hist. Des Conciles, VIII, 651-57 (Cfr. Ricardo García-Villoslada, Lutero, t.1, BAC, Madrid 1973, 347)

    [2] Sendbrief vom Dolmetschen: WA 30,2 p.632-36. «Doctor Martinus Luther wils also haben, und spricht: Papist und Esel sey ein Ding. Sic volo…» (Cfr. Ricardo García-Villoslada, Lutero, t.2, BAC, Madrid 1976, 35).

    [3] Opp. exeg. lat., XXIII, 142; Weil., 331, 7 (cfr. Jacques Maritain, Tres reformadores, Excelsa, Buenos Aires 1945, 45).

    [4] Enders III, 208 (Cfr. cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 20).

    [5] WA 40,1 p.130-31 y «Es heisse Heilig, Gelert, Veter, Concilia, oder was es sein mag, wenn es gleich María, Joseph und alle Heiligen miteinander waren, so folget darumb nicht, das sie nicht haben können irr en und feilen» (WA 17,2 p.28) (Cfr. Cfr. Ricardo García-Villoslada, Lutero, t.2, BAC, Madrid 1976, 14). .


    Luterándonos: el libre examen – Que no te la cuenten
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  15. #15
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    Re: Lutero, no y no

    ¿Cómo murió Lutero?

    La versión oficial protestante narra que el mayor artífice de la ruptura cristiana falleció de muerte natural, el 15 de febrero de 1546, luego de un viaje a Eisleben y padeciendo una angina en el pecho; ¿fue realmente así?
    Un estudioso alemán contemporáneo, Dietrich Emme, ofrece una versión muy diferente en una revisión de los hechos. En su “Martin Luther, Seine Jugend und Stu*dienzeit 1483-1505. Eine doku*mentarische Darstelleng[1] (“Mar*tín Lutero: La juventud y los años de estudio desde 1483 al 1505. Bonn 1983”) señala que Lutero se suicidó; pero no es el único en señalarlo.


    Asimismo, un psicoanalista freudiano, M. Roland Dalbiez,en su estudio sobre “La angustia de Lutero”[2],le atribuye «…una neurosis de angustia gravísima, tan grave que uno puede preguntarse si no ha sido debida a un estado-límite en la frontera entre la neurosis, por una parte, y el “raptus suicida”, por otra, un automatismo teleológico anti-suicida»[3].

    Sí; Lutero tuvo tendencias suicidas, como puede corroborarse en sus mismas “Tischreden” (“Charlas de sobremesa”) donde se reporta, entre otras, una de sus conversaciones con el pastor Güben, Leonhard Beyer, ocurrida en el año 1551:

    «Nos dijo que, cuando estaba prisionero, el diablo lo había malvadamente atormentado y que había reído de todo corazón cuando él (Lutero) tomó en su mano un cuchillo, diciéndole: “¡Ve adelante! ¡Suicídate!” (…). Esto me ha ocurrido muy a menudo, tanto como para ponerme en la mano un cuchillo… y que pensamientos malvados me venían a la mente de tal modo, de manera de no poder ya rezar»[4].

    Algo análogo narra en 1606 el franciscano Heinrich Sedulius, en su “Preaescriptiones adversus haereses” al traer a colación el valioso testimonio de Ambrosio Kudtfeld, un testigo y hombre de confianza del “reformador” quien, lejos de narrar una muerte a causa de una angina, dice:


    «Martín Lutero, la noche antes de su muerte, se dejó vencer por su habitual intemperancia y en tal exceso que fuimos obligados a llevarlo, completamente alcoholizado, y colocarlo en su lecho. Luego, nos retiramos a nuestra cámara, ¡sin presentir nada desagradable! A la mañana siguiente, volvimos junto a nuestro señor para ayudarlo a vestirse, como de costumbre. Entonces – ¡oh, qué dolor! – ¡vimos a nuestro señor Martín colgando del lecho y estrangulado miserablemente! Tenía la boca torcida, la parte derecha del rostro negra, el cuello rojo y deforme»[5].



    Efectivamente en aquella época se usaban camas elevadas, sostenidas por columnas.



    «Frente a este horrendo espectáculo, ¡fuimos presos de un gran temor! ¡Corrimos, sin retardo, a los príncipes, sus convidados de la víspera, a anunciarles el execrable fin de Lutero! Ellos, llenos de terror como nosotros, nos comprometieron en seguida, con mil promesas y los más solemnes juramentos, a observar, respecto de aquel suceso, un silencio eterno, y que nada trascendiera. Luego, nos ordenaron quitar del cabezal el horrible cadáver de Lutero, ponerlo sobre su lecho y divulgar, después, entre el pueblo, que el “maestro Lutero” ¡había abandonado de improviso esta vida»[6].



    El mismo Maritain señala que el doctor De Coster, quien examinó a Lutero, explica que la boca del difunto se encontraba torcida con el rostro negro y con su cuello rojo y deforme[7].

    También el sacerdote oratoriano Bozio, en su libro “De Signis Ecclesiae”, publicado en 1592[8], señala que un doméstico del reformador indicó que su señor fue encontrado ahorcado de las columnas de su lecho; lo mismo dice el Dr. Géorges Claudin[9].


    Como bien señala el P. Villa, al parecer “Lutero, entonces, no murió de muerte natural, como se ha escrito falsamente en todos los libros de historia del protestantismo, sino que murió suicida, en su mismo lecho, después de una esplendorosa cena en la cual, como de costumbre, ¡había bebido desmesuradamente y se había saciado de comida fuera de todo límite!”[10].


    Él, quien había despotricado contra la Iglesia, el Papado y la doctrina católica, paradójicamente ese 15 de febrero de 1546, fiesta de la Cátedra de San Pedro, abandonaba voluntariamente su vida mortal a las tres de la mañana, la anti–hora de la redención que nos trajo Nuestro Señor Jesucristo en el calvario.


    Es triste: pero así acaban los que mal andan…

    Que no te la cuenten…
    P. Javier Olivera Ravasi



    [1] Vale la pena decir que los dos historiadores más competentes en Alemania acerca de la vida de Lutero, el Dr. Theobald Beer y el Prof. Remigius Baumer, han corroborado tanto el material, como los documentos citados por Emme.


    [2] Roland Dalbiez, L’angoisse de Luther, Tequi, Paris 1974.


    [3] Luigi Villa, Martín Lutero. Homicida y suicida, Civiltà, Brescia s/f, 5 (http://www.chiesaviva.com/lutero%20o...%20suicida.pdf), 8.


    [4] Luigi Villa, op. cit., 12-13.

    [5] Ibídem, 16. El texto en latín puede verse en Heinrici Seduli ex Ordine Minorum, Praescriptiones adversus haereses, Officina Plantiniana, Amberes 1606, 257 pp. (online, aquí: Libro F. Heinrici Seduli ex Ordine Minorum Praescriptiones adversus haereses PDF - Bajar Libros PDF).

    [6] Ibídem. Es interesante coincidencia, Maritain cuenta en su libro Tres reformadores, que muchos amigos, compañeros y primeros discípulos de Lutero también acabaron suicidándose.

    [7] El dato que trae Maritain se encuentra en la edición francesa; no en la castellana.

    [8] Tomás Bozio, De signis Ecclesiae Dei, Pedro Landry, Lyon 1593-1594, 3 vols.

    [9] Géorges Claudin, La mort de Luther, Noisy-Le-Sec, Paris 1900, 99 (puede consultarse aquí: Université de France. Académie de Paris. La mort de Luther. Thèse présentée à la Faculté de théologie protestante de Paris pour obtenir le grade de bachelier en théologie et soutenue... le 6 décembre 1895... par Georges Claudin | Gallica=).

    [10] Luigi Villa, op. cit., 17.



    La muerte de Lutero – Que no te la cuenten
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  16. #16
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  17. #17
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    Re: Lutero, no y no

    Luterándonos: la castidad imposible


    Hace más de un año que venimos leyendo a este impecable “testigo del Evangelio” que fuera Martín Lutero. Confesamos que nos hemos asombrado y hasta escandalizado, no con él, sino con nuestros catequistas antediluvianos que nos quisieron transmitir una religión “de los perfectos”, “avinagrada” y fascistoide.
    Siguiendo los consejos actuales y acomodándonos un poco a los tiempos, decidimos seguir buceando en el pensamiento de este nuevo padre de la Iglesia…



    Venga entonces la nueva serie de “luterándonos” que, esta vez, comienza con la sexualidad, la masturbación y la poligamia: todas estas otras maravillas que hoy se disfrutan sin complejos ni tabúes.



    Aclaro de antemano para quienes no tengan “la fe de la gente sencilla” (como dice mi amiga Sor Caram) que Lutero no habló por entonces del “puti-monio”, los trans, la sexualidad de la Virgen y el post-porno; las brevas no estaba maduras aún. Hoy parece que sí…



    Que no te la cuenten…


    P. Javier Olivera Ravasi

    PS: seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.


    La castidad es uno de los tres votos que todo religioso debe hacer para vivir a ejemplo de Cristo Jesús. Lutero, antes de su apostasía, recomendaba así los medios tradicionales para guardarla:

    “La más eficaz defensa es la oración y la palabra del Señor, porque el hombre es así, y cuando se mueva la voluntad pecadora, recurra a la oración, implore la gracia y la ayuda de Dios, lea y medite el Evangelio y piense en él en la pasión de Cristo[1].
    “Si un joven no tiene fervor y devoción para con Dios, difícilmente me persuado de que sea casto. Porque siendo preciso que viva o la carne o el espíritu, es necesario que arda o la carne o el espíritu. Y no se consigue victoria más segura sobre la carne, que con la fuga y aversión del corazón, aproximándose devotamente a Dios. Porque si arde el espíritu, luego se entibia y refrigera la carne, y viceversa”[2].

    Pero Lutero, el monje activista, no tenía tiempo para poner los medios para conservar la bella virtù, como la llamaba San Juan Bosco; ¿cómo podría?:
    “Desde el año 1509, la época de su primera estancia en aquella ciudad, estuvo totalmente embebido en sus ocupaciones y en sus estudios[3]. En el otoño de 1516 escribía a Lang residente en Erfurt: ‘Me serían precisos dos secretarios, porque no hago casi otra cosa más que escribir cartas y a la verdad no sé si estoy siempre repitiendo las mismas cosas. (Además) soy predicador del convento y tengo los sermones de tabla. Me solicitan cada día para que predique en la parroquia; soy regente de estudios, vicario de distrito, y desde aquí once veces prior (porque tenía once conventos bajo su gobierno); soy muñidor de las oblaciones cuaresmales en Leitzkau, procurador en los asuntos de la parroquia de Herzberg, y (en la escuela) profesor de las Epístolas de san Pablo y colector del Salterio. Pocas veces me queda el tiempo necesario para el rezo de las horas y la celebración de la misa. A esto se suman mis propias tentaciones de la carne, del mundo y del demonio’[4].
    El Lutero activista, pasado el tiempo y ya habiendo apostatado, dirá sobre la castidad, justamente lo contrario de lo que había predicado antes: la castidad se volverá imposible y hasta dañina:

    “Tú no puedes hacer voto de castidad si no la tienes de antemano; pero el caso es que tú no la tienes nunca: por donde el voto de castidad es nulo, ni más ni menos que si se tratase de hacer voto de no ser hombre o mujer”[5].
    Como la concupiscencia es “sufrida” por todos los hombres (como el hambre o la sed), el voto de castidad, dirá, es absolutamente nulo y no debe ser cumplido.

    “cuán lejos estoy de poder evitar que yo pertenezca al sexo masculino, tanto lo estoy de poder vivir sin mujer”[6].
    “El cuerpo reclama la mujer y necesita de ella”[7].
    La castidad no está en nuestro poder. Todos hemos sido hechos para el matrimonio, y Dios no permite que uno esté solo”[8].
    “No es potestativo, de capricho ni de consejo, sino cosa necesaria y natural que cada hombre tenga una mujer y cada mujer tenga el su hombre; porque las palabras de Dios: creced y multiplicaos; no son un precepto a secas, sino más que precepto, es decir, una obra divina… y es tan necesario… y aún más necesario que el comer, el beber, hacer del cuerpo, escupir dormir y estar en vela. Se trata de una naturaleza y cualidad ingénita, lo mismo que los miembros que sirven para ese menester”[9].
    “Si es un escándalo el tomar mujeres ¿por qué no se avergüenza uno de comer y beber, corriendo igual necesidad para lo uno que para lo otro, y ambas cosas las quiere Dios?”[10].
    “El que se esforzase en contener la caca y la orina ¿qué sacaría en limpio de ello?”[11].
    “El voto por más de que sea bueno y correcto de por sí, cesa de ser voto y no obliga delante de Dios desde el momento en que se hace imposible su cumplimiento. Tú, por ejemplo, has prometido ir en peregrinación a Compostela; mas por el camino te encuentras atajado ya de la muerte, ya de la falta de recursos, ya de alguna enfermedad, y en esos casos el voto se deja incumplido sin escrúpulo”[12].
    Dios no le quita al hombre el sexo, el miembro, el germen, ni el fruto masculino o femenino: por donde el cuerpo de un cristiano debe producir el germen y multiplicarse y gobernarse por igual que los demás hombres, pájaros y bestias, sin excepción alguna, porque para ese fin ha sido creado por Dios; de suerte que por necesidad, si Dios no hace un milagro, el hombre debe atenerse a la mujer y la mujer al hombre”. Todo se reduce a la satisfacción del apetito sexual, lo propio que el comer y el beber a la satisfacción del hambre y de la sed.

    A lo que agrega, confundiendo concupiscencia con lujuria:

    La lujuria no puede curarse con nada, ni menos con el matrimonio, porque la mayor parte de los casados viven en el adulterio”[13].
    “Dios no exime a ninguno: todos en esta materia son adúlteros y adúlteras…a todos, sin excepción nos llama fornicadores; y cuando no lo somos públicamente a los ojos del mundo lo somos, sin embargo, en el corazón, y tan luego como tuviésemos espacio, tiempo, lugar y ocasión, todos adulteraríamos. Esta cualidad es innata en todos los hombres, sin exceptuar ninguno, ni hombre ni mujer, ni viejo, ni joven; todos adolecen y guardan cama en este hospital”[14].

    La masturbación no queda exenta de la mente de Lutero; incluso la masturbación femenina (citamos hasta con vergüenza este párrafo del apóstata):

    “Esas monjas en los conventos, es fuerza que sean casas contra su voluntad, y que se pasen, a regañadientes sin la compañía del hombre (…). La naturaleza no interrumpe su oficio; la carne produce sus correspondientes humores, como Dios lo ha predispuesto y los músculos y venas están en su lugar, aparejaos según su naturaleza. De ahí proviene el flujo y el pecado solitario (…). Por una lamentable necesidad, me veo forzado a decirlo a la pata la llana: lo que no entra en la carne, se escurre en la camisa[15].

    Las mismas religiosas, al peor estilo del Decámeron, deberían buscar un hortelano que satisfaga sus pasiones, según el padre de la Ruptura:

    “cualquiera de ellas en tan apretada necesidad echaría la zarpa al hijo de un pastor para casarse con él, cuando en estado de libertad apenas se hubiera contentado con un conde”[16].

    Así, contra el apetito sensual, sólo había un modo: ¡dejarse llevar por él!
    ¡Qué diferencia con la doctrina católica que nos llama a volcarnos a las obras espirituales y a la mortificación de nuestros sentidos![17]

    Que no te la cuenten…
    P. Javier Olivera Ravasi


    [1] Weim., VI, 209 (cfr. Heinrich Heinrich Denifle Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 14).

    [2] Epístola a los Romanos, fol. 93 (Heinrich Heinrich Denifle op. cit.,12).

    [3] Enders, I, 5 (Heinrich Heinrich Denifle 38).

    [4] Enders, I, 66 y s. (Heinrich Denifle 38).

    [5] Weim., XIV, 711, 6, 1525 (Heinrich Denifle 108).

    [6] Erl., 20, 58 (Heinrich Denifle 9).

    [7] De Wette, II, 639 (Heinrich Denifle 10).

    [8] De Wette, II, 637 y s. (Heinrich Denifle 10).

    [9] Predigt vom ehelichen Leben, 1522. Erl., 20, 58; Weim., X, P. II, 276, 17 (Heinrich Denifle 314).

    [10] Lutero a Reissenbusch, 1525, en De Wette, II, 639 (Heinrich Heinrich Denifle 314).

    [11] Weim., XII, 66, 31: 1523 (Heinrich Denifle 314).

    [12] Weim., VIII, 630, 4 (Heinrich Denifle 104).

    [13] Opp. exeg. lat. I, 212, in Genes. c. 3, 7 (Heinrich Denifle 19).

    [14] Weim., XVI, 510, del 5 de nov. de 1525 (Heinrich Denifle 108).

    [15] Erl., 28, 199 (Heinrich Denifle 130).

    [16] Ídem.

    [17] Santo Tomás de Aquino, Supp., q. .42, a. 3 ad 3 (“adhibetur majus remedium -contra concupiscentiae morbum- per OPERA SPIRITUALIA, et carnis mortificationem AB ILLIS qui matrimonio non utuntur”). (Cfr. Heinrich Denifle 120).



    Luterándonos: la castidad imposible
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  18. #18
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    Re: Lutero, no y no

    Luterándonos: sexo y poligamia


    “Están uds. casados: ahora pueden dedicarse
    a la divertida tarea de la procreación”
    (Ignacio Anzoátegui, Monólogos con Lady Grace)




    La doctrina[1] de la Iglesia respecto del matrimonio, desde San Agustín en adelante, ha sido siempre constante: el matrimonio es un sacramento que corona una vocación especial por el cual se otorga el derecho a poner los medios para la transmisión de la vida, de allí que “el acto conyugal verificado para la procreación de los hijos o en pago del débito conyugal no contiene culpa o pecado”[2]. Al contrario: el acto conyugal, con sus debidas disposiciones y en la debida es hasta meritorio, según Santo Tomás y toda la doctrina de la Iglesia[3].



    Es decir, para la Iglesia, el sexo es algo bueno, no malo pero, como todas las cosas, debe “ubicado”, es decir, regulado.



    – “El agua es buena para el cuerpo, pero demasiada puede matarnos – dijo el suicida al arrojarse desde un puente…

    Para Lutero, al contrario, el sexo era un pecado necesario y se encontraba “entre los más grandes y execrables pecados mortales”[4] que sólo podían satisfacerse en el matrimonio (aunque no sólo en él):

    “Dios no imputa a los casados (la solución de) el débito conyugal a pesar de que según el ps. 50,7, es un pecado, y un acto de extrema violencia que en nada se distingue del adulterio y de la fornicación[5].


    Un año más tarde, en la misma línea aunque con matices, dirá:

    “No obstante mis encomios de la vida conyugal, yo no quiero conceder a la naturaleza que no haya allí pecado alguno; pero digo: que entran como factores la carne y la sangre, viciados por Adán, concebidos y nacidos en pecados (Ps. 50, 7) y que no se paga sin pecado ningún débito conyugal[6].


    Y más:
    “Si tú te fijas en la conjunción carnal y sólo pones los ojos en la unión exterior, verás que no hay diferencia entre la vida conyugal y la de la fornicación; son cosas muy semejantes, y parece casi lo mismo que fulano tenga una esposa y zutano una meretriz[7].
    Y todavía:
    “Dios cubre los pecados sin los cuales no puede haber consortes[8].

    El planteo de Lutero es simple: Dios no quiere que se viva en castidad, sino más bien, lo contrario
    “Ya no tenéis que vigilar ni orar más; no tratéis de resistir ni de haceros violencia en lo sucesivo. ¿Qué falta os hace? (…). Abandonad, por el contrario, la vereda angosta y tomad la espaciosa carretera, sin parar mientes en que a otros los conduce a la perdición”[9].
    Así, el mismo año de su matrimonio con Catalina Von Bora decía:
    cuando uno está caliente, se le olvida todo: la naturaleza, la ley, la biblia, Dios y sus mandamientos: no se busca otra cosa más que satisfacer el torpe deseo”[10].
    “Yo ardo en el apetito carnal, cuando deb(er)ía arder en mi espíritu. Ardo en la grande llama de mi carne indómita y vivo en el ocio y la pereza, descuidando la oración”[11].

    Y más:
    “cuando veáis que os va a ser imposible conteneros por más tiempo, acoplaos inmediatamente y con este recurso rompéis el vínculo del voto. Agénciate una mujer, y te será fácil seguir ley de la castidad[12].

    ¿Fidelidad?¿indisolubilidad?

    Una vez sentado el principio de que era imposible resistir a los instintos de la naturaleza la vida en concubinato no podía quedar afuera, naturalmente. Lutero aclarará entonces que “la poligamia no se opone a la Sagrada Escritura”, aunque no la aconsejaría “por razón del escándalo y en consideración a las buenas costumbres”[13], no por una cuestión de principios:
    “Para un casado no tiene vislumbres de adulterio tener una concubina ‘en un caso de apuro’, después de haber obtenido ‘dispensa’ para ello en el ‘consejo de confesión’[14]. Esta concubina, en frase de Lutero, se convierte en ‘concubina matrimonial’[15] con la que el casado ‘puede dormir como con su mujer legítima y a la cual no es preciso alejar de sí”[16].

    Algo análogo pasa hoy con la Amoris laetitia cuando el curita “misericordioso” puede permitir que uno se acueste concubinariamente y luego comulgue con tranquilidad de in-conciencia…


    Mientras tanto, en 1527, cuando se le consultaba si estaba o no prohibido tener más de una esposa, respondía:
    “hoy NO podría yo VEDARLO, pero no quiero aconsejarlo”[17].

    Y en 1531, ante la ruptura de Enrique VIII con Roma, envió el siguiente dictamen al agente inglés Roberto Barnes acerca de si era o no lícito abandonar a la reina para casarse con Ana Bolena:

    “antes le permitiría al rey añadir una segunda reina a la primera, y a ejemplo de los patriarcas y reyes antiguos tener a la vez dos mujeres o reinas[18].

    Naturalmente siendo el sexo una necesidad natural que se canaliza en el matrimonio obligatorio, llevará a Lutero a predicar contra la fidelidad conyugal y la indisolubilidad. En1520 aconsejaba a una mujer que no podía conseguir hijos de su marido ni guardar continencia, que solicitara del esposo la separación para poder casarse con otro; y si el marido no quisiera separarse, ella,
    “debe acoplarse (misceatur) con otro, o con un hermano del marido, y esto en matrimonio secreto de suerte que el hijo que venga le sea atribuido al primer esposo”[19].

    Y, al contrario, si una mujer se niega a pagar el débito conyugal, el hombre debe, hacer de cuenta,
    “que su mujer ha sido robada y apiolada por foragidos, y agenciarse con otra”[20].
    Que no te la cuenten…
    P. Javier Olivera Ravasi



    [1] Seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.

    [2] San Agustín, De bono coniugali, c. 6, n. 6.

    [3] Santo Tomás de Aquino, Supp., q. 41, a.4.

    [4] Erl., 3, 132, (1533). Lo mismo hace en 1546, año en que murió (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 106).

    [5] Weim., VIII, 654 (Heinrich Denifle, op. cit., 308).

    [6] Vom ehelichen Leben, Erl., 20, 87 (año 1522) (Heinrich Denifle, op. cit., 308).

    [7] Erl., 18., 270 y s. (Heinrich Denifle, op. cit., 310).

    [8] Weim., XII, 114 (del 1523). Opp. exeg. lat., IV, 10 (Heinrich Denifle, op. cit., 308).

    [9] Heinrich Denifle, op. cit., 132.

    [10] Weim., XVI, 512, 32, de 1525 (Heinrich Denifle, op. cit., 91).

    [11] Enders., III, 189 (Heinrich Denifle, op. cit., 13).

    [12] Weim., VIII, 632, 22 (Heinrich Denifle, op. cit., 107).

    [13] Enders, IV, 283, año 1524 (Heinrich Denifle, op. cit., 142).

    [14] Lauterbachs, Tagebuch, apéndice, pág. 198, nota. V. supra, p. 124 y n. 2 (Heinrich Denifle, op. cit., 141).

    [15] De Wette, VI, 275 y s (Heinrich Denifle, op. cit., 141).

    [16] Lenz, p. 373, dirigiéndose al landgrave (Heinrich Denifle, op. cit., 141).

    [17] Weim., XXIV, 305. V (Heinrich Denifle, op. cit., 142-143).

    [18] Enders, IX, 93: Cf. p. 25, n. 2. Doce días antes, Melanchthon se había expresado en el mismo sentido, Corp. Ref. II, 528 (Heinrich Denifle, op. cit., 142-143). Resaltados en el original.

    [19] De captiv. Babyl, Weim., VI, 558, repetido en Erl., 20, 60; Weim., X, P. II, p. 278, 19 (Heinrich Denifle, op. cit., 317).

    [20] Erl.,20, 73; Weim., X, P. II, p. 200, 23 (Heinrich Denifle, op. cit., 317).





    Luterándonos: sexo y poligamia
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    Re: Lutero, no y no

    Luterándonos: ¡Misericordia! ¡Misericordia! ¡Todos salvados!


    El principio subjetivo de la “sola fides” (la sola fe) hacía que Lutero[1] enseñase el perdón de los pecados por el hecho de confiar en Cristo; las obras de nada valen:
    “Sé pecador y peca reciamente, pero confía más vigorosamente y gózate en Cristo que es el vencedor del pecado, de la muerte y del mundo. No te imagines que esta vida sea la morada de la justicia: antes bien, es preciso pecar. Bástate reconocer al corderillo que lleva sobre sí los pecados del mundo, y en tal caso el pecado no podrá separarte de Él aunque cometas mil fornicaciones al día y perpetres otros tantos homicidios”[2] (…). “¿No es un buena nueva si a un hombre lleno de pecados viene el Evangelio y le dice: confía únicamente y cree, y todos tus pecados te son perdonados? Tocad este registro y al punto los pecados alcanzan perdón sin demora alguna”[3].

    Así de sencillo:
    “quien cree que Cristo ha quitado el pecado, ese está sin pecado como Cristo[4].
    “Tú no le haces ningún servicio a Dios en casarte o quedarte soltero, en hacerte siervo o libre, en ser esto o lo de más allá, en comer esto o esotro; pero tampoco le disgustas ni pecas, si todo esto lo echas a rodar o lo dejas para mejor ocasión. Finalmente: para con Dios no te queda más obligación que la de creer y confesar la fe. En todo lo demás Él te deja libre y desembarazado para obrar como gustes sin peligro alguno de conciencia; y conforme a esta regla, en realidad le tendrá a Él sin cuidado él que tú acabes por abandonar a tu mujer, escaparte de tu patrón, o romper todos tus contratos; pues ¿qué se le da a Él que tú hagas o dejes de hacer tales haciendas?”[5].
    No hace falta, entonces, arrepentirse, corregir nuestras vidas y recomenzar cada día ese trabajoso camino de la santidad. No se encuentra allí, en la senda angosta, la santidad, sino más bien en simplemente confiar en Dios.

    Pues ¿por qué? Porque DIOS MISMO ES EL AUTOR DEL MAL para Lutero:


    “¿Cómo puede el hombre disponerse al bien, no estando en su poder ni siquiera la facultad de pervertir sus caminos? Porque Dios es quien realiza hasta las mismas obras perversas en los impíos”[6].
    Sí; así como se lee. De allí que la doctrina calvinista de la predestinación no fuese más que un simple desarrollo de estas ideas. Las obras, de nada sirven.

    “Los papistas nos fingen en el cielo una legión de santos hueros, encumbrados por sus obras a aquellas alturas, y entre tantas leyendas de santos, no se encuentra para un remedio ni una sola que nos describa un santo que haya llegado a ello en conformidad con la santidad cristiana, es decir, con la santidad por la fe. Toda su santidad consiste en haber orado mucho, ayunado y trabajado; en haberse mortificado, dormido sobre los morrillos del suelo, y haberse descoyuntado y desangrado a latigazos, cosas que, casi todas, a carga cerrada, puede cada día ejercitar hasta una perro o una marrana[7].
    Quizás Lutero, en su cosmovisión espiritual deudora de la Devotio moderna, había entendido la santidad en el sentido pelagiano y puritano; es verdad que a fuerza de disciplinas no se gana el cielo, pero también es verdad que, “quien te creó sin ti, no te salvará sin ti”, según la famosa sentencia agustiniana –Lutero debería saberlo por pertenecer a su Orden.
    El pobre fraile atormentado creía que justamente pecando podría llegar al cielo como un modo hasta de provocar al mismo demonio. En 1530 y ya varios años después de su ruptura con la Iglesia, escribía a Jerónimo Weller:
    “tú debes entretenerte en bromear y juguetear (facere joca et ludos) con mi mujer y con las demás” (…). “Siempre que el diablo te atormente con aquellas congojas, corre inmediatamente en busca de la conversación de los hombres, o date a la bebida, o embroma y juguetea, o larga cuentos verdes; procura divertirte. A veces… hace falta beber, bromear y hacer sandeces gordas y hasta propasarse a un pecado en odio y desprecio del diablo para no dejarle ningún portillo por donde se entre a suscitarnos escrúpulos sobre alguna cominería; porque de otro modo, seríamos vencidos si con excesivo afán queremos guardarnos de pecar. Por lo tanto, si el diablo te dice: ‘¡mucho ojo con beber!’ respóndele de contado: ‘pues por lo mismo que tú me lo prohíbes, voy a hacer una que sea sonada, empinando más que nunca. Todos, en suma, deben hacer lo contrario de lo que el diablo prohíbe’. ¿Cuál otra piensas tú que sea la razón porque yo bebo cada vez menos agua, hablo con tanta más libertad y banqueteo tanto más a menudo, sino la de burlar y atormentar al diablo qué había dado en la flor de burlarme y martirizarme? ¡Oh! ¡si yo tuviera a mano algún pecado garrafal (aliquid insigne peccati), lo cometería con la única mira de hacer una burla al diablo, para que se convenza de que yo no reconozco ningún pecado, ni soy reo de ninguno! Todo el decálogo se debe alejar tanto más de nuestros ojos y de nuestras almas, cuanto más nos amenace y torture Satanás[8].
    Porque santos somos todos…
    Nosotros somos todos unos santos, y maldito sea el que no se llame santo y se gloríe de serlo. Esta jactancia no es orgullo, sino humildad y gratitud, porque si tú crees estas palabras: ‘Subo a mi Padre y a vuestro Padre’, tú eres tan santo como san Pedro y como los demás santos. La razón es porque Cristo no miente cuando dice: “y vuestro Padre es Dios”[9].
    Y yo me pregunto: ¿acaso no es esto lo que vemos hoy en los funerales católicos, en donde todo muerto deviene en santo súbito?

    Que no te la cuenten…
    P. Javier Olivera Ravasi

    [1] Seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.

    [2] Enders III, 208 (cfr. Heinrich Denifle, op. cit., Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 20).

    [3] Erl., 18, 260 (Heinrich Denifle, op. cit., 20).

    [4] Erl. 11, 218 (Heinrich Denifle, op. cit., 21).

    [5] Weim., XII, 131 y s. sobre el cap. VII de la epístola de S. Pablo a los Corintios (1523) (Heinrich Denifle, op. cit., 342).

    [6] Assert, omnium art., 1520. Weim., VII, 144, 33. Sobre esta doctrina véase el discurso de la obra (Heinrich Denifle, op. cit., 116).

    [7] Erl., 63, 304 (Heinrich Denifle, op. cit., 134).

    [8] Enders, VIII, 160 y s. (Heinrich Denifle, op. cit., 337-338).

    [9] Erl., 17, 96 y s. (Heinrich Denifle, op. cit., 22).





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    Re: Lutero, no y no

    Luterándonos: mentiras y restricción mental




    La teología católica enseña que nunca es lícito mentir[1]; nunca. Sin embargo, a veces, en circunstancias extraordinarias, es lícito ocultar la verdad a quien no tiene el derecho de conocerla (es el caso de un confesor, el de un secreto profesional, el que intenta evitar un mal mayor, etc.). Santo Tomás, hablando de la virtud de la veracidad, conexa a la de justicia, decía claramente:

    “Por el hecho de ser animal social, un hombre le debe naturalmente a otro todo aquello sin lo cual la conservación de la sociedad sería imposible. Ahora bien: la convivencia humana no sería posible si los unos no se fían de los otros como de personas que en su trato mutuo dicen la verdad. Y, según esto, la virtud de la verdad tiene en cuenta de algún modo la razón de débito”[2].

    Sin embargo, en circunstancias excepcionales, se podría omitir la verdad, pero jamás diciendo lo contrario a ella, de allí que los buenos confesores y los buenos moralistas, desaconsejan este tipo de recursos a raíz del fomes o mala inclinación que el hombre tiene desde el pecado original, como señala Royo Marín:

    “en general hay que desaconsejar a todos el uso de las restricciones mentales, por lo fácil que es alucinarse sobre la existencia de causa proporcionada e incurrir en verdaderas mentiras. Solamente pueden usarse con verdadera y justa causa y a no poder más, o sea, cuando no hay ningún otro procedimiento menos turbio para ocultar una verdad que sea obligatorio callar”[3].

    Lamentablemente, esta excepción a la regla ha sido –y es– muchas veces quebrantada o malentendida por círculos religiosos (incluso católicos) que han vuelto de la excepción una regla y, como sabemos, las excepciones regladas, se vuelven reglas.


    Algo análogo le sucedió a Lutero; por salvar “su obra”, por dejarse llevar por sus pasiones, Lutero inducirá a sus secuaces a convertirse en hipócritas, aconsejando la restricción mental[4]. Veamos algunos ejemplos.


    Ante la ordenación de un subdiácono, en la cual el obispo debía preguntar al candidato, en plena ceremonia, si era o no libre de llevar el yugo de la castidad, Lutero aconseja al joven que responda un “sí” pero que, en su interior, agregue:


    “En cuanto lo permite la fragilidad humana”[5].

    Otro ejemplo hablando de lo mismo:

    “Delante de Dios parece que la forma del voto debe ser ésta: hago voto de castidad hasta el punto que pueda guardarla, entendiéndose que desde el momento en que no pueda guardarla, me sea lícito casarme”[6].

    Sus “restricciones mentales” (por momentos lisa y llanamente mentiras) no le traían ningún problema de conciencia al punto de declarar en 1520 (¡apenas tres años después de su apostasía!):

    “Sé que no vivo en conformidad con lo que enseño[7].

    Así de simple.


    Como señala Denifle, “Lutero es quien arrastrará a los monjes a la más escandalosa hipocresía, a la mentira y al fraude. ¡A tener una cosa en los labios y otra distinta en el corazón!”[8]. Por eso no tendrá empacho al decir que:


    “Contra la malicia y perversidad del papado, todo es lícito por el bien de las almas[9] (…) ¿qué mal habría en decir una mentira bien gordapara conseguir algún mejoramiento o provecho en la Iglesia cristiana”[10].


    “Porque ¿qué mal había en que un individuo en beneficio y utilidad de la iglesia cristiana (quiso decir luterana) dijese una mentira mayor de la marca?”[11].

    Con estos mismos principios, aconsejará mantener en secreto un segundo matrimonio, así:

    “Débese negar en público el doble matrimonio: ‘un tan secreto como éste (se trata del “consejo de confesión” de él y de los otros sobre poder añadir a la primera una segunda mujer), no puede convertirse en público, pues, de otro modo, secreto y público serían una misma cosa indistintamente, lo que no debe ni puede ser así. Por lo tanto el secreto deben continuar como un nopúblico, y viceversa”[12].


    “Decir una mentira necesaria, una mentira útil, para ayudarse, no sería ofensa de Dios, y Él mismo cargaría con ella[13].
    Que no te la cuenten…
    P. Javier Olivera Ravasi

    [1] Seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.

    [2] Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, II-IIae, q. 109, a. 3, ad 2um.

    [3] Antonio Royo Marín, Teología moral para seglares, T.1, BAC, Madrid 1996, 748.

    [4] Cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 100.

    [5] An den christl. Adel., Weim., VI, 441 y s. (Heinrich Denifle, op. cit., 101).

    [6] Weim., VIII, 630 (Heinrich Denifle, op. cit., 103).

    [7] Enders, II, 312 (Heinrich Denifle, op. cit., 113).

    [8] Heinrich Denifle, op. cit., 103.

    [9] Enders, II, 461.

    [10] Heinrich Denifle, op. cit., 409, 130 y ssgtes.

    [11] Kolde, Anal. Lutherana, p. 363 (Heinrich Denifle, op. cit., 139-140).

    [12] Carta de 16 julio de 1540 en De Wette, VI, 263 (Heinrich Denifle, op. cit., 138).

    [13] Lenz, p. 375, y s. (Heinrich Denifle, op. cit., 140).




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