Toda la razón. Es indignante cómo la progresía mundial se proclama guardián de la Justicia Universal, con potestad para disponer de las naciones y pueblos del planeta. Si hay algún país que no resulta de su agrado, como la Sudáfrica de hace 20 años, se le realiza un bloqueo internacional insoportable para obligarlo a claudicar.

Hay mucho mito en lo relativo al Apartheid. En el inconsciente colectivo occidental impera la idea de que era una especie de esclavitud adaptada al siglo XX. Nada más lejos de la realidad. Suponía adaptar el ordenamiento jurídico a una realidad insoslayable, como era (y es) un país con una cohesión nacional nula: anglosajones por un lado, afrikaners por otro, y zulúes y muchísimas otras tribus negras que se odian entre sí. Cualquier otro sistema se hubiera visto abocado al fracaso más absoluto, como se ha demostrado desde 1994. No, señores progretas, los negros no pueden acceder al gobierno de una nación occidental, porque sus esquemas mentales son completamente diferentes, y entonces pasa lo que está pasando: la economía se dirige al colapso, la sanidad se desmantela, las hordas de delincuentes campan a sus anchas y las violaciones, robos y asesinatos son algo completamente normal.

Miedo da ver lo que está pasando allí: la minoría blanca es repudiada mientras que los progres de todos los colores, incluyendo los blancos, lo justifican como algo natural, justo, para compensar supuestos desmanes... ¡Es que es lo que va a suceder aquí dentro de poquísimas décadas! Con la diferencia de que vamos a tener a unos musulmanes muy fanatizados, siguiendo instrucciones y dinero de nuestro enemigo marroquí, o de Libia, o de Arabia Saudí. A los árabes se adherirán (como ya se ve en Francia) los subsaharianos, que en muchos casos ya son musulmanes.

El caso sudafricano debe servir para que tomemos nota, ahora que estamos a tiempo.