¿Reforma educativa en Japón?
25.03.2012
11:42 AM
Circula desde hace algún tiempo en Internet una versión sobre una supuesta reforma educativa en Japón. Según la nota enviada por medio
de cadenas
de correos electrónicos, la presunta propuesta representaría una auténtica revolución en los paradigmas que rigen el sistema educativo
de este país. Mi primera reacción al leer ese texto fue
de absoluta incredulidad y así se lo hice saber a los amigos que me consultaron sobre su veracidad. Y no se trata
de que el Japón no necesite o no esté buscando una nueva concepción para su educación. Se trata
de que una reforma
de tal naturaleza le tomara a este país años
de consultas y debates, antes
de que pueda materializarse siquiera en un plan piloto. El debate existe pero está lejos todavía
de alcanzarse acuerdo alguno. La sociedad japonesa es aún bastante conservadora, en especial en un tema tan delicado como el
de la educación
de sus niños y jóvenes. Los cambios en esta nación requieren tiempo y el logro previo
de un amplio consenso. Existe una clara conciencia
de la necesidad
de una reforma educativa pero, para las autoridades y la sociedad en general, no ha llegado el momento
de hacerla.
De forma tal que el llamado "revolcón pedagógico" que se pregona en ese mensaje por Internet parece ser más el producto
de la fértil imaginación
de alguien que juega con la buena fe
de las personas.
Si hay algo que pueda rescatarse
de esa fantasiosa propuesta es lo relativo a la pretendida búsqueda
de un horizonte global para la nueva educación. El mensaje en cuestión alega que se perseguiría educar a los niños para convertirse en ciudadanos del mundo. Ciertamente, ese sí parece ser un nuevo paradigma educativo para el siglo XXI en muchos países. Una educación para la aldea global está en la mente
de planificadores y hacedores
de políticas públicas, no solo del mundo desarrollado sino también
de las grandes economías emergentes. Si bien el Japón no está precisamente lanzándose a una revolución educativa en estos momentos, sí existe otro país asiático que está seriamente avanzando en una reforma
de largo aliento. Se trata
de China, cuyo Ministerio
de Educación está actualizando su programa educativo para adecuarlo a las habilidades que requieren los niños y jóvenes para el éxito en la economía global
de hoy. Una cumbre internacional - celebrada recientemente en Nueva York - sobre la profesión
de educador y la educación internacional, centró sus debates en el tema
de la preparación
de los maestros, profesores y directores
de escuela para la enseñanza
de las habilidades requeridas para el siglo XXI. Los líderes allí reunidos reconocieron que esas habilidades deben reflejar claramente los cambios que se están produciendo en la naturaleza del trabajo. Los jóvenes que hoy ingresan a la fuerza laboral, les toca cada vez más trabajar con equipos
de individuos que operan a nivel global. En la medida en que se aplican cada vez más recursos tecnológicos a la producción, los empleados aventajados serán los que sean capaces
de resolver problemas,
de analizar y reconocer patrones y semejanzas en asuntos globales y que tengan la capacidad para comunicarse y colaborar con otras culturas y con personas que hablan diversas lenguas.
El enfoque propuesto por las autoridades chinas para la reestructuración
de sus programas está poniendo el énfasis en realzar los contenidos, estimulando así el interés
de los educandos. Al mismo tiempo, los profesores son instruidos para apartarse
de un rol centralizador en el aula y propiciar la participación del estudiante mediante actividades
de campo y experiencias reales, así como a través del análisis y resolución
de problemas por medio del trabajo en equipo. Una integración
de las materias relativas a las ciencias naturales y a las del área
de humanidades también se encuentra entre los cambios previstos. Los nuevos programas hacen un mayor uso del aprendizaje mediante la investigación, complementado este con más actividades extracurriculares, permitiendo que los alumnos dediquen más tiempo a dichas actividades, comparado con el tiempo empleado en las clases formales. La clave
de los cambios en los programas
de educación en China, está en el entrenamiento
de los educadores para ser capaces
de cultivar las nuevas habilidades en los estudiantes. Desde la década
de los 90s los educadores chinos ya habían reconocido la importancia
de un mayor conocimiento global. Materias como geografía e historia universal, así como la enseñanza del inglés, se convirtieron desde entonces en materias obligatorias en la escuela primaria. El plan chino
de reforma para el siglo XXI pone el acento en las habilidades tecnológicas y en la fluidez en el uso del idioma inglés. Como parte
de este plan y a fin
de ofrecerles una mayor perspectiva global, unos 50.000 directores
de escuela chinos se estarán entrenando próximamente en escuelas exitosas y con programas similares
de otros países del mundo.
Japón no puede sino aprender
de iniciativas como las que están adelantando sus vecinos chinos. Los estudiantes globalmente competentes serán aquellos capaces
de formular, investigar e indagar en cuestiones
de significación global. Deberán aprender a crear soluciones y respuestas a temas globales trabajando en equipo, empleando perspectivas diversas, atendiendo a las diferencias culturales y estando preparados para obtener conclusiones valiosas y defender sus puntos
de vista. Para ser globales estos estudiantes deberán poder contrastar sus convicciones y sus puntos
de vistas con los
de los demás. Tendrán la habilidad
de construir en conjunto con sus compañeros nuevos puntos
de vista y nuevas perspectivas. Dominarán el inglés como la lengua del comercio internacional, además
de un segundo idioma extranjero. Serán hábiles en el uso
de los medios y la tecnología. Evaluarán y ponderaran opciones, basado en la evidencia disponible y en sus propios conocimientos. Sabrán reconocer las oportunidades que se les presenten para hacer la diferencia en los resultados. Estarán preparados para actuar responsablemente, asumiendo las consecuencias
de sus actos.
Es este el perfil
de los niños y jóvenes que se estarán educando y formando en China y seguramente no muy tarde también en Japón y en otros países del mundo desarrollado y
de los nuevos gigantes emergentes, Brasil, India, Rusia, entre otros. Es un esfuerzo educativo que transciende fronteras y sistemas políticos. Se trata
de una necesidad más allá
de ideologías, culturas y creencias religiosas. Esos jóvenes pasarán a formar parte
de la fuerza laboral que propulsará la economía global del siglo XXI. Se convertirán en ciudadanos y lideres con competencias globales. Sin embargo, no será esto como consecuencia
de una revolución o revolcón pedagógico que ocurrirá
de la noche a la mañana. No será obra
de un milagro. Será el producto
de un trabajo bien planificado y
de políticas públicas muy similares tanto en Oriente como en Occidente, que a lo largo
de varios años comenzarán a producir los resultados que demandan tanto la realidad económica global como los desafíos del mundo en que vivimos.
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