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Tema: Señoríos Andaluces

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  1. #1
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    Re: Señoríos Andaluces

    CAPÍTULO LXVIII.
    De como el Marqués tomó a Zahara.


    Tenia por costumbre el Marqués de Cádiz de tener los hombres especiales é adalides que osassn de noche andar en tierra de moros, é saber quales fortalezas se velaban bien, é quales estaban á mal recaudo, ó asi tomó á Cárdela en tiempo que tenia la guerra con el Duque de Medina, é tomó á Montecorto é tomara á Setenil, si no fuera por la cobardía de los escuderos, que lo envió á escalar; é facía mercedes á los dichos adalides , é sabia de qué manera se velaban loa castillos de la Frontera.

    E asi fue informado para tomar á Zahara, é la escaló, é tomó porsf mismo, é fue en esta manera. Di a de los gloriosos Apóstoles San Simón y San Judas á veinte y ocho días de Octubre, Jueves, año susodicho de mil qnatrocientos ochenta y tres, púsose con su gente antes que amaneciese en la celada cerca de ella, é i envió treinta escuderos con sus escalas á meter, cabe el muro de la villa, en fondo de una peña, é puso una atalaya á vista de la celada de los escaladores, en manera que los de la villa la non pudiesen ver.

    E esto que fue fecho amaneció, ó estuvieron asi fasta cerca de medio día, é los moros estuvieron seguros de que no vieron nadie por el campo, y descendiéronse los moros á la villa', ó hizo el atalaya quo lo veia señas á los escaladores ¡que eslason, é ú la celada quo saliese é fuese á dar combato por la puerta de la villa, porque los escaladores escalaban por la otra parte; é los escaladores echaron la escala, y la mayor parte de la celada á rienda suelta fueron á hacer rebato á las puertas de Zahara, y el Marqués arremetió fuertemente con sa caballo al lugar por donde escalaban, y llegó y apeóse, y entró por las escalas en pos de quince hombres que habían entrado; y como los moros se habían socorrido á la pnerta con el alboroto de loa de la celada que á cerca de ella habían llegado, ovieron lugar los escaladores y el Marqués do entrar por la otra parto, é tomar la villa; é como los moros los vieron, huyeron y metiéronse todos en la fortaleza, donde el Marqués los tuvo aquel dia cercados y se le dieron luego con temor á partido quo los dejase ir libres sus personas con lo quo pudiesen llevar de lo suyo dejando las armas', y asi los dejó. No habia alli mujeres ni muchachos, salvo hombres de pelea : así Nuestro Señor se lo aderezó todo bien al Marqués, é tomó á Zahara sin peligro ni muerte de su gente.

    Fallaron dentro un captivo no mas, llamado Frutos, natural de Fuentes donde yo nací, fijo de Juan Alonso, hombre bueno. Fizo el Marqués bastecer muy bien la fortaleza de viandas y armas y gente, y eso mesmo la villa, y estuvo ende fasta que lo dejó todo á buen recaudo, y volvióse á Marchenaoon mucha honra. E sabida por el Bey é por la Reyna la buena andanza y ventura que el M-uqués ovo en tomar á Zahara en tal manera, ovieron por bien de le hacer merced de ella para siempre, é mandáronle intitular Duque do Cádiz é Marqués de Zahara dendeen adelante, y él enquantas cartas firmaba, nunca dejó este nombre do Marqués, ó primero ponia Marqués que no Duque, en esta manera : Marqués Duque de Cádiz.

    http://books.google.com/books?id=i4o...ed=0CDAQ6AEwAQ
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

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    Casa de Arcos




    image.jpg


    La Casa de Arcos es una casa nobiliaria española originaria de la corona de Castilla, cuyo nombre proviene del ducado de Arcos, título nobiliario hereditario concedido al casa de Ponce de León, en compensación por la supresión del marquesado de Cádiz. Entre sus señoríos se encontraban Marchena, Mairena del Alcor, Paradas, Chipiona, Rota, Cádiz y la Isla de León (hoy San Fernando),[1]Bornos,[2]Casares (con Manilva), Genalguacil, Jubrique, Arcos de la Frontera, Zahara de la Sierra, Villaluenga, Ubrique, Benaocaz, Grazalema, Cardela,[3]Garciago,[4]Archite,[5] las dehesas de Pruna y de Las Algámitas, Los Palacios, Guadajoz, Villagarcía y Bailén.[6] El heredero del duque de Arcos llevaba el título de marqués de Zahara. La capital de los estados ducales estaba en Marchena. El escudo de la casa se compone de las armas de las casas reales de León y Aragón, así como del linaje navarro Vidaurre.[7]


    Durante la Baja Edad Media fueron los principales competidores de la casa de Medina Sidonia, en el reino de Sevilla, como queda recogido en la leyenda Maese Pérez el Organista de Gustavo Adolfo Bécquer. Dentro del Convento de los Terceros de Sevilla se conservan restos del Palacio de los Ponce de Léon en la capital andaluza.[8] Asimismo se conservan el Castillo de Luna en Rota y las ruinas del Palacio ducal de Marchena,[9][10] cuya portada principal, llamada la Puerta de Marchena,[11][12] fue traslada a los Reales Alcázares de Sevilla y numerosos edificios religiosos construidos en Marchena bajo el patronato ducal. Además en Jerez de la Frontera se levanta un palacio de una de las ramas de este linaje (línea de los marqueses del Castillo del Valle de Sidueña). [13] cuyo apellido dio nombre a la Isla de León, que fue parte de sus señoríos juridiccionales. De esta línea también se conserva el Castillo del Valle de Sidueña en el Puerto de Santa María conocido también como Castillo de Doña Blanca. Esta rama de los Ponce de León descendía de la Casa de la Cerda primeros condes de Medinacelli y condes del Puerto de Santa María, posteriormente duques de Medinacelli. Otro ejemplo del mecenazgo artístico ejercido por la casa fue la protección del duque de Arcos al músico Cristóbal de Morales.


    A la muerte de la XIII duquesa de Nájera, dicho título recayó en el VII duque de Arcos, que se convirtió en XIV duque de Nájera. Su descendencia ostentó el XVI, XVII y XVIII ducado de Nájera, hasta que la muerte de Antonio Ponce de León, XI duque de Arcos, en 1780 extinguió el linaje por línea de primogenitura masculina y la casa de Arcos quedó incoporada a la casa de Benavente en la persona de María Josefa Pimentel y Téllez-Girón, XII duquesa de Benavente, quien en 1771 había casado con Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Pacheco, IX duque de Osuna, por lo que la casa de Arcos se incorporó en la descendencia de ambos a la casa de Osuna.

    Casa de Arcos - Wikipedia, la enciclopedia libre


    Señoríos de la Casa de Arcos:

    Ducado de Arcos:

    image.jpg


    Ducado de Najera:


    image.jpg


    Condado de Casares:


    image.jpg


    Condado de Bailén:


    image.jpg


    Marquesado de Zahara:


    image.jpg


    Marquesado de Villagarcia:


    image.jpg

    Señorío de Marchena:
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    Mapa representativo de las posesiones de la Casa de Arcos:

    image.jpg
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    Marquesado de los Vélez:


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    Mapa del Marquesado de los Vélez:


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    Re: Señoríos Andaluces

    MAYORAZGOS, CAPELLANÍAS Y LUGARES DE MEMORIA COMO PERPETUACIÓN DEL ASCENSO SOCIAL DE LA OLIGARQUÍA DE UN CENTRO ADMINISTRATIVO DE SEÑORÍO. EL EJEMPLO DE VÉLEZ BLANCO (1588-1788)


    Dietmar ROTH


    Numerosas comunicaciones presentadas al congreso sobre élites, celebrado en octubre de 2006 en Córdoba y coordinado por el profesor Soria Mesa, aludían a las múltiples facetas del ascenso y movilidad social tanto en las grandes ciudades como en las villas de realengo y señorío, a las estrategias matrimoniales, a la consolidación de las redes de parentesco, el concepto del linaje y el ideal de su perpetuación, la ocupación de cargos concejiles y eclesiásticos, la vinculación de la propiedad, la consideración social y los lugares de memoria.


    Se cumple asi el desideratum, manifestado no hace tanto tiempo, de que se acometieran estudios monográficos de carácter “microhistorico” para analizar la realidad social de la Edad Moderna recurriendo a fuentes documentales de muy diversa tipología1. La constitución de mayorazgos, capellanías y fundación de capillas y memorias perpetuas dejan patentes los intereses claramente definidos de reproducción del status y de la jerarquía familiar.


    En la presente comunicación se analizará la vinculación de propiedades en Vélez Blanco, centro administrativo de las posesiones almerienses de los marqueses de los Vélez.


    La formación de la oligarquía local
    La elite local de Vélez Blanco tiene varios orígenes. Por una parte se encuentran a las familias al servicio directo de la casa marquesal, en funciones como administradores de propios y rentas, alcaides de la fortaleza, veedores, sobreguardas mayores de montes, etc.


    A excepción de los alcaldes mayores, las familias de las personas al servicio de la casa marquesal permanecerán durante una o dos generaciones en Vélez Blanco, tales como Diego Faura, alcaide del castillo de Vélez Blanco desde 1511, y su hijo y sucesor Alonso; o Ginés de la Bastida y su hijo Rodrigo, ambos veedores de los marqueses.


    Una vez que la corte marquesal se trasladó de Vélez Blanco a Mula, la familia Bastida se marchó a Baza vendiendo sus propiedades velezanas.


    Otros miembros de familias de la oligarquía local se trasladaron a Madrid para entrar en el servicio real, tales como Juan de Mula Saavedra (oficial mayor de la secretaría de la camara, 16302), el licenciado Juan de Acosta Moreno, teniente de corregidor (1641), hermano del administrador del marqués don Diego de Acosta; don Isidro de Barrionuevo (caballerizo del conde de Ayala, 1670) o Francisco Martínez de Perona, capellán del Consejo de Indias (1693), secretario del sexto marqués de los Vélez en Nápoles (1678 - 1681) y Madrid3.


    Juan de Falces llegó a ser administrador de las salinas del reino de Murcia, don Andrés Navarro de Álava sargento mayor de Manila con encomienda5, don Ignacio Cruzate Valcárcel oidor en la audiencia de Santa Clara del reino de Nápoles.


    Por otra parte se formó una oligarquía de orígenes sociales más modestos, fa- milias atraídas durante la repoblación del primer marqués don Pedro Fajardo, que obtuvieron extensas propiedades especialmente en las zonas de secano del norte de la comarca, como son Topares, Barrax y el campo de la Alfahuara, tierras en época nazarita fronterizas sin poblar.


    En un par de generaciones, varias de estas familias se consideraban hijosdalgos notorios, tal como lo demuestran varios poderes que se otorgaron en octubre y noviembre de 1642 por parte del capitán don Diego de Acosta Moreno, Melchor Ramírez (sobreguarda mayor de los montes del marquesado), Juan Fernández Mateo, Silvestre de Villarroel, el abogado Domingo Zapata y Mendiola, Julián Fernández Valera, Juan de la Iglesia Pascual, Pedro Miñano Arce, Francisco Sanz, don Juan de Lizarán, don Bernabé de Villarroel, Francisco Pérez de Villarroel y Miguel de Santonge para comparecer ante la justicia por haber sido avisados “para que los hijosdalgo vayan a la jornada que su magestad a hecho a los reynos de Aragon y Valençia y a las que tuvieren lixitima escusa les aya por escusados, y porque ellos como hijos dalgo se registraron”7.


    La riqueza


    Una vez superada la visión tradicional de una comunidad campesina débil y homogénea en los señoríos, en la historiografía actual está asentada la tesis de la gran diferenciación existente en este grupo, donde destacaban los labradores ricos, dueños de extensas propiedades agrarias y clase dirigente en el ámbito local8.


    Es el caso de Vélez Blanco, donde las familias repobladoras de la primera mitad del siglo XVI consiguieron reunir extensas propiedades en la subcomarca norte y en la fértil vega de Vélez Blanco (viñas, olivares y huertas).


    La casa marquesal utilizó la concesión de mercedes de tierra a los vecinos como premios de fidelidad y como recurso para aumentar las rentas gracias al impuesto de la treintena, beneficiándose varios miembros de la oligarquía local de estas mercedes.


    Esta estrategia había sido empleada ya en épocas del segundo marqués con los vecinos moriscos para contrarrestar la influencia de los cristianos viejos y se volvería a utilizar en época del cuarto marqués para los vecinos fuesen dóciles al causa marquesal frente a aquellos que reivindicaban las libertades de la repoblación, como la exención del pago de alcabalas o la elección de un procurador síndico9.


    El poder local


    Desde la repoblación efectuada por el licenciado Bonifaz en 1574, el marqués nombraba anualmente los cargos concejiles de una lista de “personas dobladas” pre- sentada por el concejo abierto. No existían regidurías perpetuas, sino que los oficiales cambiaban anualmente, aunque en la práctica se repetían las personas y los apellidos. El desempeño de estos cargos será aducido más tarde como prueba de tener hidalguía notoria, como es el caso de la familia Belmonte. En 1819 el clérigo José Inocencio Belmonte-Suárez Díaz Fajardo basó su petición para acceder al hábito de Santiago en que todos sus antepasados habían sido “hijosdalgo notorios de sangre según fuero y costunbre de España, y como tales han sido y son tenidos y comunmente reputados, como de las familias primeras y mas principales de mayor lustre coxiendo buena fama y opinion de esta villa, obteniendo por ello los empleos honorificos de ella de alcaldes y regidores de naturales u originarios, los que se tienen y siempre han tenido como actos positibos de nobleza, como los de procuradores sindicos de sus ascendientes y causantes, hasta sus primeros que lo fueron cavalleros conquistadores en la que los Reyes Catolicos hicieron de este Reyno de Granada, habiendo sido por igual razon todos y cada uno yndividuos de la esclavitud o archicofradia del Santisimo Sacramento, corporacion la mas ilustre y unica de esta clase”10.


    Las estrategias familiares


    El ideal de la perpetuación del linaje, es decir varias ramas familiares con un antepasado común, se reflejaría y se manifestaría en la vinculación perpetua de inmuebles, es decir la constitución mayorazgos y capellanías/patronatos de legos. Las familias hacían los mayores esfuerzos para mantener unidos apellidos, linaje y bienes vinculados por ejemplo a través de los matrimonios entre el tío y la sobrina o entre primos-hermanos para unificar las ramas familiares.


    La relación familia-linaje y mayorazgo-linaje giraba alrededor del apellido y su mantenimiento, lo que explica también la acumulación como estrategia. Alrededor del entramado entre familia celular, parentela y linaje se mantenían las relaciones clientelares, resortes de poder11.


    Como una consecuencia de la difusión del derecho romano en el siglo XI y el Concilio de Letrán (1215), la mujer se consideraba como equilibrio del sistema familiar. En este sentido hay que entender también el papel de la dote como bienes propios de la mujer y sus descendientes gestionados por su marido. Esta evolución tendría consecuencias tanto para las herencias (deduciendo en las particiones de bienes los valores de las dotes entregadas a las hijas), como para las alianzas familiares y la consolidación de linajes.


    La dote es un instrumento para invertir en parentesco. La consanguinidad y la propiedad inmobiliaria son dos reflejos de esta inversión en estrategias de unidad familiar y patrimonial12.


    Los mayorazgos


    Los mayorazgos sirvieron como estrategia de ascenso social para intentar conseguir una hidalguía notoria e incluso un título nobiliario.


    La fundación del primer mayorazgo en Vélez Blanco data del año 1588, fecha en la que el titular del señorío ya había abandonado la villa de Vélez Blanco para trasladarse a Mula.


    En Vélez Blanco hemos podido documentar la fundación de 39 mayorazgos hasta 1788, cuya dotación podía variar entre vincular una casa, el caso más frecuente, y la dotación con 700 fanegas de tierra.


    Los sucesores en una gran parte de los casos fueron los primogénitos, en una fundación lo fue la hija por falta de sucesor varón y en otro caso la ahijada.


    A falta de hijos herederos se nombraba a los hermanos, a la esposa o a los sobrinos. Están documentados once casos de sobrinos como sucesores, seis de sobrinas, uno de una hija de sobrina, dos casos de hermanos, en un caso la mujer.


    En cinco casos no conocemos la sucesión por no haber encontrado la correspondiente documentación.


    El primer mayorazgo documentado para Vélez Blanco, y uno de más importancia durante siglos, fue el instituido en noviembre de 1588 por Alonso Rodríguez, mayor contribuyente de Mula y Vélez Blanco.


    Alonso era hijo de Ana de Acosta y Macián Rodríguez, un repoblador afincado en Vélez Blanco desde 1516. Se vincularon extensas labores en los pagos de Topares y Canaloba, en el norte del término municipal, y una casa en la calle principal de Vélez Blanco, la Corredera, a favor de su hijo Miguel y sus descendientes17.


    El nieto de Alonso, el capitán Alonso Rodríguez Navarro, encargó la obra de la capilla familiar en la iglesia de Santiago (1609/1619) como lugar de memoria18.


    La hermana del capitán, doña María Florián Rodríguez, casada con el madrileño Manuel Felipe de Legazpi, heredó el mayorazgo, en el cual sucedió su hijo Manuel Tomás de Legazpi, oficial de la secretaría de estado de la na- vegación del norte, quien en 1690 consiguió el hábito de la orden de Calatrava19.


    El mayorazgo permanecería vinculado a la casa de Legazpi hasta finales del siglo XVIII, cuando pasa a los condes de Gavia. La administración de las propiedades vinculadas corría a cargo de miembros de la oligarquía local.


    El canónigo y licenciado Leonardo Rodríguez Navarro (1593-1676), tío de doña María Florián Rodríguez, aumentó este mayorazgo con varias casas-cortijo y extensas tierras de los términos de Vélez Blanco (Canaloba y Topares) y Lorca, aparte de legar varios censos.


    El licenciado Rodríguez fundó también una capellanía y unas obras pías para casar huérfanas20.


    Colindante con el mayorazgo de la familia Rodríguez se encontraba el vínculo de una labor con casa perteneciente a la familia Aguino (o Iguino). Los primeros miem- bros documentados de esta familia, Machín de Aguino y Magdalena de la Retama eran propietarios de un mesón con mancebía en Huéscar.


    La familia Aguino estaba relacionada con las principales familias de la oligarquía comarcal, como los Lizarán, Bermúdez o Sánchez de Molina, incorporando en 1695 la herencia de don Juan de Lizarán22.


    Doña Marina de Aguino se casó con Tello de Argote, alcaide del castillo de Vélez Blanco, procreando a don Juan de Argote y Aguino, desde 1622 caballero de Santiago y residente en Madrid23.


    El hermano de doña Matina era don Andrés de Aguino y Lizarán fue administrador de las salinas del partido de Almería24. Don Miguel Sánchez Arroyo le dejó como legado en forma de vínculo 1.000 ducados a don Pedro de Aguino, hijo de don Pedro de Aguino y de su sobrina doña Quiteria Sánchez Arroyo, para comprar otras propiedades, preferentemente un molino, para agregar todo esto al mayorazgo de los Aguino. El propio don Miguel Sánchez Arroyo mandó fundó otro vínculo sobre una casa “y la casa que llaman de la polbora y el afino” a favor de su sobrino don Manuel Lopez Yañez25.


    En 1764 don Antonio de Aguino Bermúdez agregó a este vínculo su casa en la calle Corredera “para esplendor de la familia”26.
    Desde que Vélez Blanco perteneciera al señorío del conde de Lerín, entre 1495 y 1501, se afincaron en la villa numerosas familias procedentes del vizcondado de Sola, en la Baja Navarra.


    Es el caso de los Santonge-Falces-Ategui, con ejecutoria de hidalguía ganada ante la Chancillería de Pamplona en 156327. Jaime de Santonge, familiar del Santo Oficio, llegó a ser alcalde y, como apoderado del segundo marqués, contradijo el apeo de las hacienda de los moriscos expulsados en diciembre de 1571.


    En 1604, Jaime de Santonge y su mujer Ana de Ategui establecieron un vínculo a favor de su hijo Diego “porque tenemos expiriençia que los bienes que se parten, se consumen sobre el tiempo y quedando agregados permaneçen, e de pequeñas doctaçiones se bienen a hazer estados por lo qual a munchos dias que deseamos ynstituir un binculo de alguna parte de nuestros bienes” a favor de su hijo Diego de Santonge Falces. Fue el vínculo con la mayor dotación de tierras: 700 fanegas de secano y muchas casas en el pago de Almadique y la fuente de la Puerca, a medio camino entre Vélez Blanco y Topares28.


    Una vez asegurada la perpetuidad de los inmuebles, Diego de Santonge Falces pretendía perpetuar su linaje con un lugar de memoria. En su testamento de 1608 estipuló ser enterrado en la sepultura de sus padres en la parroquia de Santiago “para que despues se traslade a una hermyta que se a de hazer a onor y reberençia de señor San Josefe”, reslatando la preeminencia de la familia con la institución de una memoria perpetua de 52 misas anuales, determinando que “esta la digan los benefiçiados hasta en tanto que mys padres o hermanos ynstituyan capellanya porque el dia que la ayan ynstituido quiero que el capellan que fuere diga las dichas mysas “29. En 1606, Jaime de Santonge y su mujer establecieron un segundo vínculo, esta vez a favor de su hijo Miguel30, con un total de 330 fanegas de tierras en los pagos de la Alfahuara y la Hoya del Marqués. Finalmente, Jaime de Santonge le donó a su tercer hijo, el licenciado Martín de Falces, 60 fanegas de tierra de secano, un cercado de 26 tahullas de viñas, dos fanegas de tierra blanca en el pago de Canales, tinajas con una capacidad de 400 arrobas y medio día de agua, todo valorado en otros 800 ducados31.


    En 1618 el licenciado Martín de Falces Ategui vinculó estas y otras propiedades, determinando que “en este vinculo se guarden todas las condiçiones que contiene el vinculo que mis padres hiçieron en el Almadique” y señalando a su sobrino Jaime de Santonge Ategui como sucesor en el mismo32.


    Por parte de la otra rama de la familia Santonge-Falces-Ategui, doña Graciana del Arce y Noguerón, viuda de Andrés de Falces Ategui, “teniendo en consideraçion que por derecho dibino y umano es permitido que los onbres dejen memoria de sí e de sus pasados, mayormente aquellos que los an ganado a servizio de dios nuestro señor y defendiendo su santa fee catolica, sirbiendo a sus reyes y que dello vienen grandes provechos asi para que aquellos a quien se hazen [...] e para perpetuar y memoria de los pasados y apellidos dellos e porque las cosas questan sujetas a division facil- mente se gastan disminuyendo para que los a quien se hazen las dichas donaçiones e mexoras tengan con que sustentarla onrra e nobleça de sus pasados y con que serbir a sus reyes e señores naturales e ayudar los pueblos donde vivieren”, instituyó en 1607 un mayorazgo sobre 194 fanegas de tierra en el pago de Taibena, “queran de los Vandelviras y de Bartholome Bayllo”, términos de Lorca y Vélez Blanco, a favor de su hijo don Andrés de Ategui y su descendencia con la condición de que Andrés vinculara otra labor que había comprado en el dicho pago33.


    El capitán don Andrés de Ategui, alcalde Vélez Blanco en alguna ocasión, también administrador de los bienes del licenciado Leonardo Rodríguez Navarro y mayordomo de la cofradía del Santísimo Sacramento, estuvo casado con doña Mariana Tortosa Bocanegra, mientras que su hija doña Luisa de Ategui y Bocanegra fue esposa del jurista Juan Lucas Cortés, quien llegó a ser consejero del Consejo de Castilla34. El vínculo de los Ategui pasaría más tarde a la familia lorquina de los Pérez de Meca.


    Otras familias de origen navarro fundaron también mayorazgos, tal como hizo en 1698 Domingo de la Fuente Oscabia, heredero universal de doña María de Aulestia Baquedano, viuda de Pedro Navarro Fuentes, a favor de Petronila Martí- nez, mujer en primeras nupcias de Jacinto Navarro Ropero y en segundas de Isidro Quevedo, “a quien yo e criado desde que tubo un año en la estimacion de hija mia”. Después de la muerte de Petronila pasaría el vínculo a don Miguel Antonio Navarro; hijo de la citada Petronila Martínez y Jacinto Navarro Ropero (o Inzaurraga). Si faltara alguna descendencia, mandaba fundar una capellanía cuyos patronos serían los dos beneficiados más antiguos para nombrar como capellán a un sacerdote natural de Vélez Blanco36.


    Resumiendo se puede afirmar que a principios del siglo XVII se fundaron varios mayorazgos por familias enriquecidas durante la segunda mitad de la centuria anterior, como es también el caso de Francisco Martínez de Rutia, acaudalado carpintero con bienes tasados en más de 3.000 ducados, regidor en alguna ocasión, casado primero con doña Gregoria de Mena y luego con doña Clara de Aguilar.


    En su testamento de 1613 creó un vínculo sobre la propia casa familiar, cien fanegas de tierra de naturales37 en el pago de Canaloba, otros pedazos de tierra en la Fuente de Ejeo y diez fanegas de tierra en las Cañadas a favor de su hijo Francisco Martínez de Rutia.


    En el caso de quedarse éste sin herederos directos, el mayorazgo reacaería en el hijo mayor de doña Juana de Urrutia, mujer de Diego de Acosta Moreno, ad- ministrador del marqués de los Vélez38.


    El ascenso social de algunas familias podía hacer forzoso su movilidad geográfica, como en el caso de la familia Fernández Valera. Martín Fernández Valera se había afincado en Vélez Blanco en el primer tercio del siglo XVI, dotando su hijo Ginés la ermita de la Virgen de las Nieves, sita en la cortijada de Topares, centro de las pose- siones familiares, con catorce fanegas para sustentar el culto. De los cinco hijos de Ginés, Julián Fernandez Valera llegó a ser alcalde de Vélez Blanco y regidor perpetuo de Lorca; Pedro, abogado en la Real Chancillería de Granada y Alonso procurador del número en Vélez Blanco39.


    En su testamento de 1633 Diego Fernández Valera instituyó un mayorazgo sobre una casa en la calle Corredera y 200 fanegas de tierra en los pagos de Barrax y Topares. Pero a mediados del siglo XVII Diego Fernández Valera entró en conflicto con miembros de la oligarquía velezana afin al marqués de los Vélez, acusándoles de corrupción y ser contrarios al bien común, lo que explicaría que en la década de 1660 ya no viviera ninguno de los cinco hermanos en Vélez Blanco.


    Aparte de sus extensas propiedades en Topares, Diego Fernández Valera había comprado un molino harinero en el barranco de las Fuentes de Vélez Blanco.


    En una petición sobre la sucesión en el vínculo, don Pedro Sánchez Rubio Fernández Valera declaró que los Fernández Valera “an sido en esta villa avidos, tenidos y comunmente reputados por hijosdalgo notorios”41.


    Varias familias al servicio de la casa marquesal fundarían también mayorazgos y vínculos. Diego de Villarroel sirvió como alcaide del castillo, teniente de alcalde mayor y en otras funciones.


    Fue el primer miembro de esta familia afincado en Vélez Blanco acumulando vastas propiedades inmobiliarias, buena parte de ellas adquiridas a los repobladores después de la expulsión de los moriscos.


    Su hijo Jerónimo sirvió como capitán de los tercios en Sicilia.


    En su testamento de 5 de septiembre de 1640, su nieto Juan Pérez de Villarroel vinculó la mayor parte de sus bienes, con la particularidad de instituir como sucesoras, primero a su mujer doña Francisca de Guevara, luego su cuñada doña Luisa de Guevara y después la línea sucesoria de doña Juana Pérez de Villarroel, hermana de su cuñado Juan Pérez42.


    Otro miembro de la misma familia, Francisco Pérez de Villarroel, instituyó un mayorazgo y vínculo sobre una labor de secano con casa, era y pozo en el pago de Campillo, término de Vélez Rubio, cargando sobre esta labor dos ducados de pensión cada año para pagar una memoria de misas por él, su mujer y demás familiares, que “se an de deçir en la capilla del señor San Juan Baptista que Juan Perez de Villarroel mi hermano tiene en el el combento del señor San Luis”43.


    Sorprende que la familia Acosta Moreno, vinculada durante generaciones a la casa marquesal como sus administradores de rentas, no fundara un mayorazgo hasta finales del siglo XVII. Diego de Acosta Moreno (I), administrador del marqués durante más de cuarenta años, también fue nombrado en alguna ocasión teniente de alcalde mayor y administraba la hacienda de don Juan de Argote, hijo de Tello de Argote, alcaide del castillo de Vélez Blanco44. Reunió muchas propiedades en ganado, censos e inmuebles, entre ellos una labor de 600 fanegas con casas, era, pozo y ejido.


    En su testamento, su mujer doña Juana de Urrutia hace referencia a la capilla de San Juan que ella había mandado edificar en el nuevo convento franciscano de San Luis. Su hija doña Isabel de Acosta y Urrutia, se casó en 1619 con el licenciado Juan Correa de Tapia, abogado en la Real Chancillería, con una dote de 4.000 ducados45.


    El hijo mayor de Diego y doña Juana, don Diego de Acosta Moreno (II), sucedió en el cargo de administrador y se casó en 1629 con doña María de Gea, hija y heredera univer- sal de Bernabé de Gea y Quiteria Martínez, con una dote de 4.000 ducados. Don Diego, capitán de la milicia de Vélez Blanco en Fuenterrabía, fue nombrado alcaide del castillo y teniente de alcalde mayor en 1642.


    El tercer hermano, el licenciado don Juan de Acosta Moreno, desempeñó el cargo de alcalde mayor de Antequera y, siendo ya vecino de Madrid, el de consultor del Santo Oficio, teniente de corregidor de Madrid y auditor de guerra de la corte. En 1669 se veló a don Diego de Acosta Moreno (III), hijo de don Diego de Acosta Moreno y de doña María de Gea, con doña Mariana de Meneses y Monroy, hija de don Esteban de Meneses (comendador de Caravaca) y de doña Ana María Monroy47. Don Diego ocupó los cargos de administrador de rentas de la marquesa de San Leonardo, teniente de alcalde mayor y, desde 1689, teniente de alcaide del castillo.


    Su hija doña María de Acosta Moreno Meneses se casó con licenciado don Pedro Miñano y Arce, abogado de la Real Chancillería. El hijo de don Diego de Acosta Moreno (III), también llamado don Diego de Acosta Moreno (IV) había sido clérigo de órdenes menores, pero en 1705 se casó con doña Rosa López Ruiz, hija de Asensio López Ruiz y de Rosalía Mellado.


    Su tía, doña María de Acosta, deseando “la conserbacion de la familia probiniente de don Diego de Acosta, mi padre, y de doña María de Exea, mi madre”, fundó un vinculo y patronato de legos sobre su casa y la tercera parte de su cercado de viñas a favor de su sobrino don Diego de Acosta Moreno (IV)48.


    Mientras, don Diego de Acosta Moreno (IV) se trasladaría a vivir a Cacabelos (León), ejerciendo el cargo de alcalde mayor de Villafranca del Bierzo. La familia Acosta Moreno se extinguiría en Vélez Blanco a finales del siglo XVIII49.


    El presbítero don Antonio López Ruiz, hijo de Juan López Ruiz y María López, fundó en 1727 un vínculo a título de mayorazgo, señalando como primer poseedora a doña Mariana de Acosta, hija de don Diego de Acosta Moreno y de su sobrina doña Rosa López. Una vez extinguida la línea de doña Mariana, entraría la de su hermana doña Juana de Acosta, y luego en su hermano don Diego de Acosta. Su previsión le hizo establecer como condición que si se acabaran todas las líneas su- cesorias, el mayorazgo se reduciría a capellanía colativa y se entregaría al sacerdote más pobre y virtuoso, natural de Vélez Blanco, nombrando por sus patronos a los dos beneficiados más antiguos50.


    Mencía Hernández de Córdoba, natural de Vélez Rubio y mujer del sobreguarda mayor de los montes del marquesado Melchor Ramírez, fundó un mayorazgo sobre la labor del alcaide Faura a favor de su hijo Isidro Ramírez51.


    Los Barrionuevo (o Barnuevo) pertenecían a uno de los doce linajes de Soria afincados en Vélez Blanco en tiempos del primer marqués52, viviendo parte de la familia en Huéscar. Varios miembros de la familia fueron alcaldes, siendo Francisco
    de Barrionuevo perseguido por la Inquisición en 1561, tal vez por sus estrechas relaciones con la comunidad morisca.


    Isidro de Barrionuevo y su mujer doña Lucía de Villaescusa fundaron un mayorazgo y vínculo sobre una casa en la calle Corredera, aparte de la casa vinculada que habían heredado de la madre de doña Lucía en la calle San Agustín. Compró también un molino harinero en el barranco de las Fuentes de Vélez Blanco.


    Su hija doña Catalina de Barrionuevo se casó con Julián de Alami- quez, hijo del capitán Antonio Gómez de Esquivel, administrador de los hermanos del segundo marqués don Luis Fajardo y de los hijos de don Diego Fajardo53.


    Don Isidro de Barrionuevo Ruiz de Molina llegó a ser cavallerizo de los condes de Ayala, instituyendo en su testamento de 1693 varias obras pías54.


    El escribano Pedro Muñoz, hermano del beneficiado y licenciado Fernando Muñoz y tío del beneficiado y licenciado Juan Capel, vinculó todos sus bienes a favor de su sobrino Pedro Muñoz de Guevara, determinando de vender las haciendas de población para comprar otras fincas de pleno dominio con la misma cantidad de viñas.


    Pedro Muñoz incluyó una interesante fórmula de posesión del vínculo, mandando que el sucesor viviera en Vélez Blanco “porque pueda tener bien labrados y reparados los bienes y si no viviere en esta villa, los gozen los demas mis sobrinos [...] por su antigüedad y gozen cada uno quatro años ellos y sus desçendientes”55.


    En el siglo XVIII aparecieron diversos casos de fundar dos o más vínculos para favorecer a varios familiares simultáneamente.


    Es el caso del beneficiado y licenciado don Juan Tomás Marín, quien constituyó un vínculo sobre la casa con bodega y lagar en la calle de San Agustín a favor de su hermano don Alonso Tomás Marín, alguacil mayor de Vélez Rubio.


    En caso de extinguirse todas las líneas sucesorias, la casa pasaría a la cofradía de las Benditas Ánimas56.


    Pero el ejemplo por excelencia de vincular propiedades familiares y dotar a varios familiares simultáneamente es el de la familia Díaz Abarca.


    En su testamento de 1781, el presbítero don Martín Díaz Abarca García, comisario del Santo Oficio, fundó un total de cuatro vínculos a favor de tres sobrinas y un sobrino suyos, determinando que, una vez extinguida una de las líneas sucesorias, un vínculo se incorporaría al otro y, faltando todas las demás líneas sucesorias, recaerían en su primo don Luis José García Belmonte57.


    El hermano de don Martín, el beneficiado don Bartolomé Díaz Abarca, también comisario del Santo Oficio, instituyó otro vínculo sobre 1.099 marjales de tierra en la vega de Granada y otras tierras en los términos de La Malá y Montejícar, “cuyas haciendas pertenecieron a los jesuitas expulsos”, a favor de su sobrino don Bartolomé Díaz López y, a falta de las demás líneas sucesorias, este vínculo recaería en los sucesores en el vínculo fundado por su hermano don Martín Díaz Abarca. Agregó 2.000 reales al vínculo fundado por su sobrina doña Antonia García Díaz, “a quien eduqué desde su niñez y entró religiosa mercenaria”58.


    El padre de ambos presbíteros, don Bartolomé Díaz Abarca, alcalde de población en 1744, había fundado el 7 de marzo de 1730 una capellanía nombrando por primer capellán a su hijo, el presbítero don Martín Díaz Abarca. Como don Martín en 1744, declaró “tener este otorgante bienes y rentas suficientes para su manutencion y ostentacion correspondiente a su estado asi por los que ha adquirido como por cierta donacion que le han hecho dichos sus padres de dos mil ducados”, cedió esta capellanía a su hermano don Bartolome Díaz Abarca59.


    La sucesión en las propiedades vinculadas fue causa de numerosísimos conflictos, como el caso de don Pedro Fernández del Rincón, vecino de Vélez Rubio, el cual mantuvo un pleito contra Juan Montesinos, vecino de Vélez Rubio, marido de doña Mencía Fernández del Rincón, y contra los hijos del difunto don Diego Fernández del Rincón, vecino de Mula, sobre una labor y cortijo en el pago del Campillo, término de Vélez Rubio, vinculados por Martín del Rincón (o de Ruescas), vecino de Vélez Blanco, en el cual sucederían y que pertenecía a don Pedro Fernández del Rincón como hijo de don Pedro Fernández del Rincón, primer llamado después de la muerte de don Diego Fernández del Rincón, vecino de Mula y último poseedor del vínculo60.


    En su testamento de 14 de mayo de 1689 don Diego Fernández del Rincón había declarado que su tío Martín de Ruescas había fundado este vínculo, en el cual había sucedido el propio don Diego por la muerte de Juan Cano de Ruescas, primer poseedor del vínculo, y que después de don Diego Fernández del Rincón pasaría a su hijo don Diego del Rincón61.


    La sucesión en los vínculos, mayorazgos y capellanías fue un asunto meticulo- samente contemplado en las escrituras de fundación: María de Sola, natural de Gotane (vizcondado de Sola) y viuda del caravaqueño Alonso Sánchez López Pérez, era poseedora de un vínculo con una ermita en un cortijo del pago de Dunela, en la vega de Vélez Blanco.


    María de Sola determinó que la sucesión en este vínculo se produjera un día después de una misa celebrada por el padre guardián del convento de San Luis echando suertes con los nombres de todos sus hijos en un vaso o un jarro, removiendo bien los papeles, sacando un “niño estraño” una papeleta con el nombre del sucesor en el vínculo, el cual tenía que observar todas las condiciones de la fundación “y asi mismo se entregara de un libro de quartilla con forro de per- gamino que contiene la fundazion y en que se escriben las cartas de pago de misas de memoria de dicho vinculo.


    Las capellanías


    La importancia de la propiedad vinculada en la España Moderna contrasta con el todavía reducido número de estudios sobre este tema, especialmente en lo referente a los aspectos sociales de esta institución. Es menor todavía la atención que se ha prestado a los patronatos, capellanías y memorias de misas.


    Los estudios, la mayoría referentes al ámbito local, se han centrado en temas de la religiosidad y actitudes de los españoles ante la muerte o el poder económico de la Iglesia en la época moderna.


    Pero es a partir de un artículo de Enrique Soria cuando se comienza a enfocar el papel social de las capellanías como instrumentos de promoción social y de solidaridad familiar63.


    Aunque algunos autores señalan que los bienes vinculados de las capellanías en pocas ocasiones alcanzaron la importancia de los que sustentaban los mayorazgos, en Vélez Blanco, el caso fue bien distinto: los bienes vinculados a principios del siglo XVIII se tasaron en 1.300 ducados por cada capellanía, muy superiores a los ofrecidos por Soria Mesa para otras zonas del reino de Granada: en 1642 Miguel Alonso de la Puerta, familiar del Santo Oficio de Iznalloz, fundó una capellanía valorada en 600 ducados; en 1646 Juan Bautista de Cuenca, vecino de Illora, otra tasada en 900 ducados.


    Pero hubo también mayores dotaciones, como la capellanía fundada en 1607 por Cristóbal López Morón y su esposa, vecinos de Montefrío, sobre un cortijo de 104 fanegas de tierra y una haza de 50 fanegas; o la capellanía de su pariente Juan Ramírez de Tejada, veinticuatro de Granada, dotada con 1.500 ducados.


    En Orce, el beneficiado Ldo. Esteban de Morales estableció a principios del siglo XVIII una capellanía sobre un huerto cercado de fanega y media y un cortijo de 250 fanegas de tierra64.


    La dotación pretendía asegurar una holgada renta para el capellán, base de su sustento económico y, en su caso, trampolín para futuras aspiraciones.


    Como mínimo debía alcanzar el nivel exigido por cada obispado para poder ingresar en el clero, es decir, la congrua65. El derecho sucesorio estaba regulado por la escritura fundacional.


    Las capellanías de legos primaron la descendencia de los fundadores y su inmediato parentesco colateral sin excluir a los parientes por línea de mujer. Aunque los capellanes sólo podían ser varones, el derecho a la capellanía podían ostentar también mujeres, igual como en el caso de los patronos.


    Enrique Soria denomina vinculaciones alternativas a capellanías laicales que se fundaron para un grupo de parientes que alternativamente primaban la sucesión de una rama y de otra.


    La función era obvia: mantener la unión entre un grupo muy laxo de individuos, relacionados entre sí normalmente sólo por el parentesco con el fundador o fundadores.


    Aunque Soria Mesa afirma que se han contabilizado mayores índices de fundaciones de capellanías en los siglos XVI y XVII, en Vélez Blanco se concentra la mayor parte de las fundaciones entre 1708 y 1715, tal vez debido a la situación de inseguridad creada por la Guerra de Sucesión67.


    Las prácticas endogámicas, tan frecuentes entre las clases dirigentes, colaboraron en la existencia de multitud de derechos a las diferentes fundaciones establecidas por antepasados directos o, en mayor número todavía, por colaterales.


    Por consiguiente, era muy importante la reconstrucción genealógica del linaje y una buena parte de la documentación familiar procede del interés por fijar los derechos a diferentes capellanías68.


    Los llamamientos demuestran claramente la voluntad de los fundadores de mejorar una línea sucesoria frente a otras.
    También es interesante observar la colaboración familiar en la fundación de capellanías como muestra evidente de la solidaridad grupal.


    Eran empresas familiares y aunque los bienes iniciales no eran muy sustanciosos, con el paso del tiempo y la colaboración de diferentes ramas del grupo familiar, el patrimonio podía alcanzar un volumen considerable.


    Por el contrario, para evitar acumulaciones de capellanías en manos de eclesiásticos ya bien situados, algunos fundadores estipularon en sus llamamientos como capellanes a los de órdenes menores frente a los que poseían mayores69.


    En Vélez Blanco consta la fundación de 24 capellanías entre 1603 y 1745, en la mayoría de los casos destinados a hijos y sobrinos de los fundadores(1526), del beneficiado Hernán Valero (primera mitad del siglo XVI) y Pedro de Molina en María (1555).


    Su fundador fue el mercader Jerónimo (Francés) de Ribera, nombrando por primer capellán a su sobrino Juan Malía, natural de la Puebla de don Fadrique79, sucediendo luego el licenciado Leonardo Rodríguez.


    Patronos eran los dos beneficiados más antiguos de la iglesia de Santiago. Jerónimo mandó construir una capilla a la devoción de Ntra. Sra. del Rosario en la parroquia80. Aparte de una casa en una de las principales calles de Vélez Blanco, Jerónimo había reunido tres haciendas de población, otras 300 fanegas de tierras roturadas con sus ensanches, una casa en Topares y viñas.


    Arrendaba rentas del marqués y daba préstamos. Jerónimo Francés dotó esta capellanía con 300 ducados para comprar una casa para el capellán más el “Molino de Enmedio” en la Ribera de Argan para su sustento. Aparte de la capellanía Jerónimo Francés instituyó un mayorazgo a favor del hijo mayor de su primo, Pedro de Ribera, y de Catalina Pérez, hija de Antón Francés81.


    Otro caso de un acaudalado propietario fue el de Stefano (o Esteban) di Celo, casado desde 1657 con María Labad82, el cual reunió en diez años centenares de fanegas de terreno alrededor de la cortijada de Derde y en los colindantes pagos de la Alquería y del Bizmay, construyendo la ermita de Santa Gertrudis como lugar de memoria, vinculando María Labad varias labores “para ayuda, sustento y reparos de la dicha hermita”83.


    Tanto María Labad como Stefano di Celo instituyeron sendas memorias perpetuas en honor de Ntra. Sra. de Gracia y Santa Gertrudis y San Esteban84.


    En 1691 Stefano di Celo fundó una capellanía, estipulando que el primer patrono de la capellanía iba a ser su hijastro Mateo Recobeni, hijo del primer matri- monio de María Labad, con la obligación de decir 52 misas anuales en “la hermita que el otorgante y su muger hicieron en su cortixo en el partido del Vizmay de la adbocacion de Nuestra Señora de Gracia y Santa Gertrudis”.


    El primer capellán fue el clérigo de menores Ginés López Tovar85. Como el obispo no quería ordenarle sacerdote si no se aumentaban sus rentas, Stefano di Celo le dotó con 140 fanegas de tierra con la condición de que volvieran a sus herederos una vez fallecido el capellán86.


    En 1693 Juan Portero donó varias fincas a su nieto Ginés López Tovar, hijo de Juan López Tovar y de la difunta Juana Portero, para mejorar sus exiguas rentas de la capellanía. Ginés López Tovar llegó a ser también capellán de la capellanía de don Isidro de Barrionuevo87




    Entre los años 1637 y 1641 se produjeron una serie de concesiones de capillas en la iglesia y en el convento a miembros de la oligarquía de Vélez Blanco, como en el caso de Martín Fernández Mateo, el cual obtuvo el 27 de agosto de 1638 licencia para una capilla en el convento de San Luis88, fundando Martín en 1644 la correspondiente capellanía. Martín declaraba al comienzo de la escritura que “yo querria ordenarme de orden sacro y para atenerlo y tener capellania que a titulo della se me den las hordenes necesarias y a los demas mis descendientes”.


    Los capellanes tenían la obligación de decir anualmente dos misas por las almas de Martín Fernández y sus familiares, una el día de San Martín y la otra el día de San Lázaro. Para garantizar que los patronos fueran de su linaje, Martín nombró por el primer patrono a su hijo el clérigo D. Martín Mateo, y después a su otro hijo Juan Mateo, y luego los hijos de este, pasando del pariente más cercano al otro.


    El mismo día otorgó su poder al racionero Antonio de Tapia y a Francisco López de Tapia para presentar a Martín Fernández Mateo como primer patrono y capellán y solicitar del obispo de Almería la colación89.


    En esta serie de concesiones de capillas se enmarca la que el 12 de junio de 1641 obtuvo Pedro Navarro Inzaurraga del vicario general del obispado de Almería del “derecho de sepultarse y sentarse él i sus herederos y sucesores” en la capilla del Santo Cristo90, abonando los 1.000 reales que habían invertido las fábricas de la Iglesia en erigir esta capilla.


    La quinta parte de esta capilla fue dotada en 1706 por el presbítero don Juan y su hermana doña Rosalía Navarro Inzaurraga, hijos del capitán don Andrés Navarro, con una capellanía constituida sobre una labor de 140 fanegas en la cortijada de El Contador, hoy día término municipal de Chrivel, donde la familia Navarro Inzaurraga poseía extensas propiedades desde 162791.


    La familia era oriunda de Arhansus, vizcondado de Sola, con ejecutoria de hidalguía ganada en un pleito ante la chancillería de Pamplona entre 1601 y 1614.


    Los hermanos Luis y Pedro Navarro Inzaurraga se trasladaron a vivir a Vélez Blanco, casándose Pedro Navarro con Catalina Ropero, llegando su hijo, el capitán Andrés Navarro Ropero, a ser administrador del marqués de los Vélez (1649). El hijo del capitán Navarro, don Isidoro Navarro, fue a su vez capitán de las milicias de Vélez Rubio.


    Los Navarro Inzaurraga establecieron alianzas con las principales familias de la villa, tales como los Bernabé (Esteban Bernabé fue administrador del marqués de los Vélez), Martínez de la Iglesia, los Torrente de Villena, etc.
    Doña Teresa de Vandelvira, viuda de Pedro Martínez de la Zarza y vecina de Vélez Blanco, fundó una capellanía con la obligación de celebrar 52 misas anuales92.


    En un pleito sobre la sucesión en esta capellanía con el clérigo de primera tonsura Juan Laso de la Vega, el cura y beneficiado D. Juan Tomás Marín exigía que se le dieran los papeles originales de la información sobre su nobleza y limpieza de sangre de su linaje que procedía de Juan Sánchez de Vandelvira, vecino de Alcaraz y “armado cavallero de la vanda de Elvira, de quien prozede por linaje este otorgante”93.


    Aparte de aumentar con muchos bienes el mayorazgo fundado por Alonso Rodríguez Moreno, el licenciado Leonardo Rodríguez Navarro fundó en 1676 dos capellanías con 2.000 ducados de dotación cada una, de las cuales una estaba en el convento de las Descalzas de Úbeda y otra su la capilla de la Concepción de la parroquia de Vélez Blanco.


    El capellán tenía la obligación de decir 183 misas a lo largo de todas las semanas del año. Nombró por el patrono de la capellanía “a la persona y subzesor que es o fuere en el vinculo y maiorazgo que fundo Alonso Rodriguez Moreno, mi abuelo”, aparte del vicario y uno de los descendientes del licenciado Barrionuevo94.


    En consonancia con la tendencia a satisfacer a varios familiares con la fundación de varios mayorazgos se produjo también la institución de varias capellanías, como en el caso del beneficiado D. Pedro Serrano y Miñano, impulsor de la “Escuela de Cristo” en Vélez Blanco.


    Como capellán de la capellanía fundada en 1708 nombró a don Francisco López Yáñez, hijo del administrador marquesal don Melchor López Yáñez; y por primer patrono después de su fallecimiento a los hijos y descendientes de su difunta hermana doña María Serrano y Miñano, mujer de don Luis Navarro Inzaurraga, y luego de su también difunta hermana doña Juana Serrano y Miñano, mujer de don Martín de Falces95.


    Para atender también a la familia de su madre, el beneficiado Serrano fundó una segunda capellanía en 1715, nombrando por su sucesor como patrono a su tío el abogado Cristóbal Miñano y Arce, vecino de Mula, y por primer capellán al hijo de éste, don Cristóbal Miñano y Blaya96.


    El gobernador general de los estados del marqués de los Vélez, el licenciado don Luis Antonio de Casanova y Acosta, fundó una capellanía en 1742 nombrando por sus patronos los descendientes de su matrimonio con doña Bernarda Mariana de Heredia y Mateos, y luego a las líneas sucesorias del licenciado Casanova97.


    Destacan los contados casos de fundaciones de ambos tipos de vinculaciones, es decir, mayorazgos y capellanías. En dos casos, los de Jerónimo Francés y de Esteban de Celo, se trata de extranjeros sin antecesores en Vélez Blanco, ambos ligados al mundo mercantil, los cuales consiguen reunir importantes cantidades de dinero e inmuebles. Vinculan parte de sus bienes en beneficio de un sobrino y de un hijastro, respectivamente, para consolidar el ascenso. También crearon lugares de memoria: Jerónimo Francés la capilla de Ntra. Sra. del Rosario, Esteban de Celo la ermita de Derde.


    Mención aparte merece el mayorazgo de más envergadura fundado en el término de Vélez Blanco, el de la familia Rodríguez Navarro, por su longevidad y el importante aumento de bienes vinculados por el testamento del licenciado Leonardo Rodríguez Navarro, quién instituyó también dos capellanías. La perpetuación del apellido se vio truncada por falta de descendencia masculina, pero la alianza matrimonial con los futuros condes de Legazpi es un paradigma del ascenso de una familia en un plazo de tres generaciones.


    Finalmente, la estrategia para consolidar el ascenso de la familia Díaz Abarca a lo largo del siglo XVIII se plasma en que los clérigos Bartolomé y Martín, dos de un total de tres hermanos varones, fundaran un total de cinco vínculos con cláusulas sucesorias de mutuo beneficio de todos los sobrinos que prácticamente evitaran que se partiera una gran parte del patrimonio de la familia.


    Lugares de memoria


    Al capital social pertenecían los lugares de memoria y perpetuación en un espacio sacralizado.


    La variante más económica eran las memorias perpetuas de misas que se financiaban con censos cargados sobre inmuebles como casas y fincas98.


    Otros lugares de memoria modestos eran las sepulturas en propiedad99. Más ostentosas eran las capillas que se instalaron, primero en la iglesia de la Magdalena (capilla bautismal de los Faura), luego en la parroquia de Santiago (Ginés de la Bastida, Jerónimo Francés, Jerónimo de Villarroel, Pedro Navarro, Alonso Rodríguez, Miguel Sánchez de Arroyo) y, finalmente, en el convento de San Luis (Pérez de Villarroel) para ostentar el orgullo sobre el propio linaje100. La capilla, aparte de finalidad funeraria, poseía una clara función propagandística. Cada linaje se vinculaba a una capilla, normalmente profusamente adornada, donde se enterraba a los fundadores y sus sucesores.


    http://dialnet.unirioja.es/descarga/...lo/2538537.pdf
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

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    Re: Señoríos Andaluces

    MAYORAZGOS, CAPELLANÍAS Y LUGARES DE MEMORIA COMO PERPETUACIÓN DEL ASCENSO SOCIAL DE LA OLIGARQUÍA DE UN CENTRO ADMINISTRATIVO DE SEÑORÍO. EL EJEMPLO DE VÉLEZ BLANCO (1588-1788)


    Dietmar ROTH


    Numerosas comunicaciones presentadas al congreso sobre élites, celebrado en octubre de 2006 en Córdoba y coordinado por el profesor Soria Mesa, aludían a las múltiples facetas del ascenso y movilidad social tanto en las grandes ciudades como en las villas de realengo y señorío, a las estrategias matrimoniales, a la consolidación de las redes de parentesco, el concepto del linaje y el ideal de su perpetuación, la ocupación de cargos concejiles y eclesiásticos, la vinculación de la propiedad, la consideración social y los lugares de memoria.


    Se cumple asi el desideratum, manifestado no hace tanto tiempo, de que se acometieran estudios monográficos de carácter “microhistorico” para analizar la realidad social de la Edad Moderna recurriendo a fuentes documentales de muy diversa tipología1. La constitución de mayorazgos, capellanías y fundación de capillas y memorias perpetuas dejan patentes los intereses claramente definidos de reproducción del status y de la jerarquía familiar.


    En la presente comunicación se analizará la vinculación de propiedades en Vélez Blanco, centro administrativo de las posesiones almerienses de los marqueses de los Vélez.


    La formación de la oligarquía local
    La elite local de Vélez Blanco tiene varios orígenes. Por una parte se encuentran a las familias al servicio directo de la casa marquesal, en funciones como administradores de propios y rentas, alcaides de la fortaleza, veedores, sobreguardas mayores de montes, etc.


    A excepción de los alcaldes mayores, las familias de las personas al servicio de la casa marquesal permanecerán durante una o dos generaciones en Vélez Blanco, tales como Diego Faura, alcaide del castillo de Vélez Blanco desde 1511, y su hijo y sucesor Alonso; o Ginés de la Bastida y su hijo Rodrigo, ambos veedores de los marqueses.


    Una vez que la corte marquesal se trasladó de Vélez Blanco a Mula, la familia Bastida se marchó a Baza vendiendo sus propiedades velezanas.


    Otros miembros de familias de la oligarquía local se trasladaron a Madrid para entrar en el servicio real, tales como Juan de Mula Saavedra (oficial mayor de la secretaría de la camara, 16302), el licenciado Juan de Acosta Moreno, teniente de corregidor (1641), hermano del administrador del marqués don Diego de Acosta; don Isidro de Barrionuevo (caballerizo del conde de Ayala, 1670) o Francisco Martínez de Perona, capellán del Consejo de Indias (1693), secretario del sexto marqués de los Vélez en Nápoles (1678 - 1681) y Madrid3.


    Juan de Falces llegó a ser administrador de las salinas del reino de Murcia, don Andrés Navarro de Álava sargento mayor de Manila con encomienda5, don Ignacio Cruzate Valcárcel oidor en la audiencia de Santa Clara del reino de Nápoles.


    Por otra parte se formó una oligarquía de orígenes sociales más modestos, fa- milias atraídas durante la repoblación del primer marqués don Pedro Fajardo, que obtuvieron extensas propiedades especialmente en las zonas de secano del norte de la comarca, como son Topares, Barrax y el campo de la Alfahuara, tierras en época nazarita fronterizas sin poblar.


    En un par de generaciones, varias de estas familias se consideraban hijosdalgos notorios, tal como lo demuestran varios poderes que se otorgaron en octubre y noviembre de 1642 por parte del capitán don Diego de Acosta Moreno, Melchor Ramírez (sobreguarda mayor de los montes del marquesado), Juan Fernández Mateo, Silvestre de Villarroel, el abogado Domingo Zapata y Mendiola, Julián Fernández Valera, Juan de la Iglesia Pascual, Pedro Miñano Arce, Francisco Sanz, don Juan de Lizarán, don Bernabé de Villarroel, Francisco Pérez de Villarroel y Miguel de Santonge para comparecer ante la justicia por haber sido avisados “para que los hijosdalgo vayan a la jornada que su magestad a hecho a los reynos de Aragon y Valençia y a las que tuvieren lixitima escusa les aya por escusados, y porque ellos como hijos dalgo se registraron”7.


    La riqueza


    Una vez superada la visión tradicional de una comunidad campesina débil y homogénea en los señoríos, en la historiografía actual está asentada la tesis de la gran diferenciación existente en este grupo, donde destacaban los labradores ricos, dueños de extensas propiedades agrarias y clase dirigente en el ámbito local8.


    Es el caso de Vélez Blanco, donde las familias repobladoras de la primera mitad del siglo XVI consiguieron reunir extensas propiedades en la subcomarca norte y en la fértil vega de Vélez Blanco (viñas, olivares y huertas).


    La casa marquesal utilizó la concesión de mercedes de tierra a los vecinos como premios de fidelidad y como recurso para aumentar las rentas gracias al impuesto de la treintena, beneficiándose varios miembros de la oligarquía local de estas mercedes.


    Esta estrategia había sido empleada ya en épocas del segundo marqués con los vecinos moriscos para contrarrestar la influencia de los cristianos viejos y se volvería a utilizar en época del cuarto marqués para los vecinos fuesen dóciles al causa marquesal frente a aquellos que reivindicaban las libertades de la repoblación, como la exención del pago de alcabalas o la elección de un procurador síndico9.


    El poder local


    Desde la repoblación efectuada por el licenciado Bonifaz en 1574, el marqués nombraba anualmente los cargos concejiles de una lista de “personas dobladas” pre- sentada por el concejo abierto. No existían regidurías perpetuas, sino que los oficiales cambiaban anualmente, aunque en la práctica se repetían las personas y los apellidos. El desempeño de estos cargos será aducido más tarde como prueba de tener hidalguía notoria, como es el caso de la familia Belmonte. En 1819 el clérigo José Inocencio Belmonte-Suárez Díaz Fajardo basó su petición para acceder al hábito de Santiago en que todos sus antepasados habían sido “hijosdalgo notorios de sangre según fuero y costunbre de España, y como tales han sido y son tenidos y comunmente reputados, como de las familias primeras y mas principales de mayor lustre coxiendo buena fama y opinion de esta villa, obteniendo por ello los empleos honorificos de ella de alcaldes y regidores de naturales u originarios, los que se tienen y siempre han tenido como actos positibos de nobleza, como los de procuradores sindicos de sus ascendientes y causantes, hasta sus primeros que lo fueron cavalleros conquistadores en la que los Reyes Catolicos hicieron de este Reyno de Granada, habiendo sido por igual razon todos y cada uno yndividuos de la esclavitud o archicofradia del Santisimo Sacramento, corporacion la mas ilustre y unica de esta clase”10.


    Las estrategias familiares


    El ideal de la perpetuación del linaje, es decir varias ramas familiares con un antepasado común, se reflejaría y se manifestaría en la vinculación perpetua de inmuebles, es decir la constitución mayorazgos y capellanías/patronatos de legos. Las familias hacían los mayores esfuerzos para mantener unidos apellidos, linaje y bienes vinculados por ejemplo a través de los matrimonios entre el tío y la sobrina o entre primos-hermanos para unificar las ramas familiares.


    La relación familia-linaje y mayorazgo-linaje giraba alrededor del apellido y su mantenimiento, lo que explica también la acumulación como estrategia. Alrededor del entramado entre familia celular, parentela y linaje se mantenían las relaciones clientelares, resortes de poder11.


    Como una consecuencia de la difusión del derecho romano en el siglo XI y el Concilio de Letrán (1215), la mujer se consideraba como equilibrio del sistema familiar. En este sentido hay que entender también el papel de la dote como bienes propios de la mujer y sus descendientes gestionados por su marido. Esta evolución tendría consecuencias tanto para las herencias (deduciendo en las particiones de bienes los valores de las dotes entregadas a las hijas), como para las alianzas familiares y la consolidación de linajes.


    La dote es un instrumento para invertir en parentesco. La consanguinidad y la propiedad inmobiliaria son dos reflejos de esta inversión en estrategias de unidad familiar y patrimonial12.


    Los mayorazgos


    Los mayorazgos sirvieron como estrategia de ascenso social para intentar conseguir una hidalguía notoria e incluso un título nobiliario.


    La fundación del primer mayorazgo en Vélez Blanco data del año 1588, fecha en la que el titular del señorío ya había abandonado la villa de Vélez Blanco para trasladarse a Mula.


    En Vélez Blanco hemos podido documentar la fundación de 39 mayorazgos hasta 1788, cuya dotación podía variar entre vincular una casa, el caso más frecuente, y la dotación con 700 fanegas de tierra.


    Los sucesores en una gran parte de los casos fueron los primogénitos, en una fundación lo fue la hija por falta de sucesor varón y en otro caso la ahijada.


    A falta de hijos herederos se nombraba a los hermanos, a la esposa o a los sobrinos. Están documentados once casos de sobrinos como sucesores, seis de sobrinas, uno de una hija de sobrina, dos casos de hermanos, en un caso la mujer.


    En cinco casos no conocemos la sucesión por no haber encontrado la correspondiente documentación.


    El primer mayorazgo documentado para Vélez Blanco, y uno de más importancia durante siglos, fue el instituido en noviembre de 1588 por Alonso Rodríguez, mayor contribuyente de Mula y Vélez Blanco.


    Alonso era hijo de Ana de Acosta y Macián Rodríguez, un repoblador afincado en Vélez Blanco desde 1516. Se vincularon extensas labores en los pagos de Topares y Canaloba, en el norte del término municipal, y una casa en la calle principal de Vélez Blanco, la Corredera, a favor de su hijo Miguel y sus descendientes17.


    El nieto de Alonso, el capitán Alonso Rodríguez Navarro, encargó la obra de la capilla familiar en la iglesia de Santiago (1609/1619) como lugar de memoria18.


    La hermana del capitán, doña María Florián Rodríguez, casada con el madrileño Manuel Felipe de Legazpi, heredó el mayorazgo, en el cual sucedió su hijo Manuel Tomás de Legazpi, oficial de la secretaría de estado de la na- vegación del norte, quien en 1690 consiguió el hábito de la orden de Calatrava19.


    El mayorazgo permanecería vinculado a la casa de Legazpi hasta finales del siglo XVIII, cuando pasa a los condes de Gavia. La administración de las propiedades vinculadas corría a cargo de miembros de la oligarquía local.


    El canónigo y licenciado Leonardo Rodríguez Navarro (1593-1676), tío de doña María Florián Rodríguez, aumentó este mayorazgo con varias casas-cortijo y extensas tierras de los términos de Vélez Blanco (Canaloba y Topares) y Lorca, aparte de legar varios censos.


    El licenciado Rodríguez fundó también una capellanía y unas obras pías para casar huérfanas20.


    Colindante con el mayorazgo de la familia Rodríguez se encontraba el vínculo de una labor con casa perteneciente a la familia Aguino (o Iguino). Los primeros miem- bros documentados de esta familia, Machín de Aguino y Magdalena de la Retama eran propietarios de un mesón con mancebía en Huéscar.


    La familia Aguino estaba relacionada con las principales familias de la oligarquía comarcal, como los Lizarán, Bermúdez o Sánchez de Molina, incorporando en 1695 la herencia de don Juan de Lizarán22.


    Doña Marina de Aguino se casó con Tello de Argote, alcaide del castillo de Vélez Blanco, procreando a don Juan de Argote y Aguino, desde 1622 caballero de Santiago y residente en Madrid23.


    El hermano de doña Matina era don Andrés de Aguino y Lizarán fue administrador de las salinas del partido de Almería24. Don Miguel Sánchez Arroyo le dejó como legado en forma de vínculo 1.000 ducados a don Pedro de Aguino, hijo de don Pedro de Aguino y de su sobrina doña Quiteria Sánchez Arroyo, para comprar otras propiedades, preferentemente un molino, para agregar todo esto al mayorazgo de los Aguino. El propio don Miguel Sánchez Arroyo mandó fundó otro vínculo sobre una casa “y la casa que llaman de la polbora y el afino” a favor de su sobrino don Manuel Lopez Yañez25.


    En 1764 don Antonio de Aguino Bermúdez agregó a este vínculo su casa en la calle Corredera “para esplendor de la familia”26.
    Desde que Vélez Blanco perteneciera al señorío del conde de Lerín, entre 1495 y 1501, se afincaron en la villa numerosas familias procedentes del vizcondado de Sola, en la Baja Navarra.


    Es el caso de los Santonge-Falces-Ategui, con ejecutoria de hidalguía ganada ante la Chancillería de Pamplona en 156327. Jaime de Santonge, familiar del Santo Oficio, llegó a ser alcalde y, como apoderado del segundo marqués, contradijo el apeo de las hacienda de los moriscos expulsados en diciembre de 1571.


    En 1604, Jaime de Santonge y su mujer Ana de Ategui establecieron un vínculo a favor de su hijo Diego “porque tenemos expiriençia que los bienes que se parten, se consumen sobre el tiempo y quedando agregados permaneçen, e de pequeñas doctaçiones se bienen a hazer estados por lo qual a munchos dias que deseamos ynstituir un binculo de alguna parte de nuestros bienes” a favor de su hijo Diego de Santonge Falces. Fue el vínculo con la mayor dotación de tierras: 700 fanegas de secano y muchas casas en el pago de Almadique y la fuente de la Puerca, a medio camino entre Vélez Blanco y Topares28.


    Una vez asegurada la perpetuidad de los inmuebles, Diego de Santonge Falces pretendía perpetuar su linaje con un lugar de memoria. En su testamento de 1608 estipuló ser enterrado en la sepultura de sus padres en la parroquia de Santiago “para que despues se traslade a una hermyta que se a de hazer a onor y reberençia de señor San Josefe”, reslatando la preeminencia de la familia con la institución de una memoria perpetua de 52 misas anuales, determinando que “esta la digan los benefiçiados hasta en tanto que mys padres o hermanos ynstituyan capellanya porque el dia que la ayan ynstituido quiero que el capellan que fuere diga las dichas mysas “29. En 1606, Jaime de Santonge y su mujer establecieron un segundo vínculo, esta vez a favor de su hijo Miguel30, con un total de 330 fanegas de tierras en los pagos de la Alfahuara y la Hoya del Marqués. Finalmente, Jaime de Santonge le donó a su tercer hijo, el licenciado Martín de Falces, 60 fanegas de tierra de secano, un cercado de 26 tahullas de viñas, dos fanegas de tierra blanca en el pago de Canales, tinajas con una capacidad de 400 arrobas y medio día de agua, todo valorado en otros 800 ducados31.


    En 1618 el licenciado Martín de Falces Ategui vinculó estas y otras propiedades, determinando que “en este vinculo se guarden todas las condiçiones que contiene el vinculo que mis padres hiçieron en el Almadique” y señalando a su sobrino Jaime de Santonge Ategui como sucesor en el mismo32.


    Por parte de la otra rama de la familia Santonge-Falces-Ategui, doña Graciana del Arce y Noguerón, viuda de Andrés de Falces Ategui, “teniendo en consideraçion que por derecho dibino y umano es permitido que los onbres dejen memoria de sí e de sus pasados, mayormente aquellos que los an ganado a servizio de dios nuestro señor y defendiendo su santa fee catolica, sirbiendo a sus reyes y que dello vienen grandes provechos asi para que aquellos a quien se hazen [...] e para perpetuar y memoria de los pasados y apellidos dellos e porque las cosas questan sujetas a division facil- mente se gastan disminuyendo para que los a quien se hazen las dichas donaçiones e mexoras tengan con que sustentarla onrra e nobleça de sus pasados y con que serbir a sus reyes e señores naturales e ayudar los pueblos donde vivieren”, instituyó en 1607 un mayorazgo sobre 194 fanegas de tierra en el pago de Taibena, “queran de los Vandelviras y de Bartholome Bayllo”, términos de Lorca y Vélez Blanco, a favor de su hijo don Andrés de Ategui y su descendencia con la condición de que Andrés vinculara otra labor que había comprado en el dicho pago33.


    El capitán don Andrés de Ategui, alcalde Vélez Blanco en alguna ocasión, también administrador de los bienes del licenciado Leonardo Rodríguez Navarro y mayordomo de la cofradía del Santísimo Sacramento, estuvo casado con doña Mariana Tortosa Bocanegra, mientras que su hija doña Luisa de Ategui y Bocanegra fue esposa del jurista Juan Lucas Cortés, quien llegó a ser consejero del Consejo de Castilla34. El vínculo de los Ategui pasaría más tarde a la familia lorquina de los Pérez de Meca.


    Otras familias de origen navarro fundaron también mayorazgos, tal como hizo en 1698 Domingo de la Fuente Oscabia, heredero universal de doña María de Aulestia Baquedano, viuda de Pedro Navarro Fuentes, a favor de Petronila Martí- nez, mujer en primeras nupcias de Jacinto Navarro Ropero y en segundas de Isidro Quevedo, “a quien yo e criado desde que tubo un año en la estimacion de hija mia”. Después de la muerte de Petronila pasaría el vínculo a don Miguel Antonio Navarro; hijo de la citada Petronila Martínez y Jacinto Navarro Ropero (o Inzaurraga). Si faltara alguna descendencia, mandaba fundar una capellanía cuyos patronos serían los dos beneficiados más antiguos para nombrar como capellán a un sacerdote natural de Vélez Blanco36.


    Resumiendo se puede afirmar que a principios del siglo XVII se fundaron varios mayorazgos por familias enriquecidas durante la segunda mitad de la centuria anterior, como es también el caso de Francisco Martínez de Rutia, acaudalado carpintero con bienes tasados en más de 3.000 ducados, regidor en alguna ocasión, casado primero con doña Gregoria de Mena y luego con doña Clara de Aguilar.


    En su testamento de 1613 creó un vínculo sobre la propia casa familiar, cien fanegas de tierra de naturales37 en el pago de Canaloba, otros pedazos de tierra en la Fuente de Ejeo y diez fanegas de tierra en las Cañadas a favor de su hijo Francisco Martínez de Rutia.


    En el caso de quedarse éste sin herederos directos, el mayorazgo reacaería en el hijo mayor de doña Juana de Urrutia, mujer de Diego de Acosta Moreno, ad- ministrador del marqués de los Vélez38.


    El ascenso social de algunas familias podía hacer forzoso su movilidad geográfica, como en el caso de la familia Fernández Valera. Martín Fernández Valera se había afincado en Vélez Blanco en el primer tercio del siglo XVI, dotando su hijo Ginés la ermita de la Virgen de las Nieves, sita en la cortijada de Topares, centro de las pose- siones familiares, con catorce fanegas para sustentar el culto. De los cinco hijos de Ginés, Julián Fernandez Valera llegó a ser alcalde de Vélez Blanco y regidor perpetuo de Lorca; Pedro, abogado en la Real Chancillería de Granada y Alonso procurador del número en Vélez Blanco39.


    En su testamento de 1633 Diego Fernández Valera instituyó un mayorazgo sobre una casa en la calle Corredera y 200 fanegas de tierra en los pagos de Barrax y Topares. Pero a mediados del siglo XVII Diego Fernández Valera entró en conflicto con miembros de la oligarquía velezana afin al marqués de los Vélez, acusándoles de corrupción y ser contrarios al bien común, lo que explicaría que en la década de 1660 ya no viviera ninguno de los cinco hermanos en Vélez Blanco.


    Aparte de sus extensas propiedades en Topares, Diego Fernández Valera había comprado un molino harinero en el barranco de las Fuentes de Vélez Blanco.


    En una petición sobre la sucesión en el vínculo, don Pedro Sánchez Rubio Fernández Valera declaró que los Fernández Valera “an sido en esta villa avidos, tenidos y comunmente reputados por hijosdalgo notorios”41.


    Varias familias al servicio de la casa marquesal fundarían también mayorazgos y vínculos. Diego de Villarroel sirvió como alcaide del castillo, teniente de alcalde mayor y en otras funciones.


    Fue el primer miembro de esta familia afincado en Vélez Blanco acumulando vastas propiedades inmobiliarias, buena parte de ellas adquiridas a los repobladores después de la expulsión de los moriscos.


    Su hijo Jerónimo sirvió como capitán de los tercios en Sicilia.


    En su testamento de 5 de septiembre de 1640, su nieto Juan Pérez de Villarroel vinculó la mayor parte de sus bienes, con la particularidad de instituir como sucesoras, primero a su mujer doña Francisca de Guevara, luego su cuñada doña Luisa de Guevara y después la línea sucesoria de doña Juana Pérez de Villarroel, hermana de su cuñado Juan Pérez42.


    Otro miembro de la misma familia, Francisco Pérez de Villarroel, instituyó un mayorazgo y vínculo sobre una labor de secano con casa, era y pozo en el pago de Campillo, término de Vélez Rubio, cargando sobre esta labor dos ducados de pensión cada año para pagar una memoria de misas por él, su mujer y demás familiares, que “se an de deçir en la capilla del señor San Juan Baptista que Juan Perez de Villarroel mi hermano tiene en el el combento del señor San Luis”43.


    Sorprende que la familia Acosta Moreno, vinculada durante generaciones a la casa marquesal como sus administradores de rentas, no fundara un mayorazgo hasta finales del siglo XVII. Diego de Acosta Moreno (I), administrador del marqués durante más de cuarenta años, también fue nombrado en alguna ocasión teniente de alcalde mayor y administraba la hacienda de don Juan de Argote, hijo de Tello de Argote, alcaide del castillo de Vélez Blanco44. Reunió muchas propiedades en ganado, censos e inmuebles, entre ellos una labor de 600 fanegas con casas, era, pozo y ejido.


    En su testamento, su mujer doña Juana de Urrutia hace referencia a la capilla de San Juan que ella había mandado edificar en el nuevo convento franciscano de San Luis. Su hija doña Isabel de Acosta y Urrutia, se casó en 1619 con el licenciado Juan Correa de Tapia, abogado en la Real Chancillería, con una dote de 4.000 ducados45.


    El hijo mayor de Diego y doña Juana, don Diego de Acosta Moreno (II), sucedió en el cargo de administrador y se casó en 1629 con doña María de Gea, hija y heredera univer- sal de Bernabé de Gea y Quiteria Martínez, con una dote de 4.000 ducados. Don Diego, capitán de la milicia de Vélez Blanco en Fuenterrabía, fue nombrado alcaide del castillo y teniente de alcalde mayor en 1642.


    El tercer hermano, el licenciado don Juan de Acosta Moreno, desempeñó el cargo de alcalde mayor de Antequera y, siendo ya vecino de Madrid, el de consultor del Santo Oficio, teniente de corregidor de Madrid y auditor de guerra de la corte. En 1669 se veló a don Diego de Acosta Moreno (III), hijo de don Diego de Acosta Moreno y de doña María de Gea, con doña Mariana de Meneses y Monroy, hija de don Esteban de Meneses (comendador de Caravaca) y de doña Ana María Monroy47. Don Diego ocupó los cargos de administrador de rentas de la marquesa de San Leonardo, teniente de alcalde mayor y, desde 1689, teniente de alcaide del castillo.


    Su hija doña María de Acosta Moreno Meneses se casó con licenciado don Pedro Miñano y Arce, abogado de la Real Chancillería. El hijo de don Diego de Acosta Moreno (III), también llamado don Diego de Acosta Moreno (IV) había sido clérigo de órdenes menores, pero en 1705 se casó con doña Rosa López Ruiz, hija de Asensio López Ruiz y de Rosalía Mellado.


    Su tía, doña María de Acosta, deseando “la conserbacion de la familia probiniente de don Diego de Acosta, mi padre, y de doña María de Exea, mi madre”, fundó un vinculo y patronato de legos sobre su casa y la tercera parte de su cercado de viñas a favor de su sobrino don Diego de Acosta Moreno (IV)48.


    Mientras, don Diego de Acosta Moreno (IV) se trasladaría a vivir a Cacabelos (León), ejerciendo el cargo de alcalde mayor de Villafranca del Bierzo. La familia Acosta Moreno se extinguiría en Vélez Blanco a finales del siglo XVIII49.


    El presbítero don Antonio López Ruiz, hijo de Juan López Ruiz y María López, fundó en 1727 un vínculo a título de mayorazgo, señalando como primer poseedora a doña Mariana de Acosta, hija de don Diego de Acosta Moreno y de su sobrina doña Rosa López. Una vez extinguida la línea de doña Mariana, entraría la de su hermana doña Juana de Acosta, y luego en su hermano don Diego de Acosta. Su previsión le hizo establecer como condición que si se acabaran todas las líneas su- cesorias, el mayorazgo se reduciría a capellanía colativa y se entregaría al sacerdote más pobre y virtuoso, natural de Vélez Blanco, nombrando por sus patronos a los dos beneficiados más antiguos50.


    Mencía Hernández de Córdoba, natural de Vélez Rubio y mujer del sobreguarda mayor de los montes del marquesado Melchor Ramírez, fundó un mayorazgo sobre la labor del alcaide Faura a favor de su hijo Isidro Ramírez51.


    Los Barrionuevo (o Barnuevo) pertenecían a uno de los doce linajes de Soria afincados en Vélez Blanco en tiempos del primer marqués52, viviendo parte de la familia en Huéscar. Varios miembros de la familia fueron alcaldes, siendo Francisco
    de Barrionuevo perseguido por la Inquisición en 1561, tal vez por sus estrechas relaciones con la comunidad morisca.


    Isidro de Barrionuevo y su mujer doña Lucía de Villaescusa fundaron un mayorazgo y vínculo sobre una casa en la calle Corredera, aparte de la casa vinculada que habían heredado de la madre de doña Lucía en la calle San Agustín. Compró también un molino harinero en el barranco de las Fuentes de Vélez Blanco.


    Su hija doña Catalina de Barrionuevo se casó con Julián de Alami- quez, hijo del capitán Antonio Gómez de Esquivel, administrador de los hermanos del segundo marqués don Luis Fajardo y de los hijos de don Diego Fajardo53.


    Don Isidro de Barrionuevo Ruiz de Molina llegó a ser cavallerizo de los condes de Ayala, instituyendo en su testamento de 1693 varias obras pías54.


    El escribano Pedro Muñoz, hermano del beneficiado y licenciado Fernando Muñoz y tío del beneficiado y licenciado Juan Capel, vinculó todos sus bienes a favor de su sobrino Pedro Muñoz de Guevara, determinando de vender las haciendas de población para comprar otras fincas de pleno dominio con la misma cantidad de viñas.


    Pedro Muñoz incluyó una interesante fórmula de posesión del vínculo, mandando que el sucesor viviera en Vélez Blanco “porque pueda tener bien labrados y reparados los bienes y si no viviere en esta villa, los gozen los demas mis sobrinos [...] por su antigüedad y gozen cada uno quatro años ellos y sus desçendientes”55.


    En el siglo XVIII aparecieron diversos casos de fundar dos o más vínculos para favorecer a varios familiares simultáneamente.


    Es el caso del beneficiado y licenciado don Juan Tomás Marín, quien constituyó un vínculo sobre la casa con bodega y lagar en la calle de San Agustín a favor de su hermano don Alonso Tomás Marín, alguacil mayor de Vélez Rubio.


    En caso de extinguirse todas las líneas sucesorias, la casa pasaría a la cofradía de las Benditas Ánimas56.


    Pero el ejemplo por excelencia de vincular propiedades familiares y dotar a varios familiares simultáneamente es el de la familia Díaz Abarca.


    En su testamento de 1781, el presbítero don Martín Díaz Abarca García, comisario del Santo Oficio, fundó un total de cuatro vínculos a favor de tres sobrinas y un sobrino suyos, determinando que, una vez extinguida una de las líneas sucesorias, un vínculo se incorporaría al otro y, faltando todas las demás líneas sucesorias, recaerían en su primo don Luis José García Belmonte57.


    El hermano de don Martín, el beneficiado don Bartolomé Díaz Abarca, también comisario del Santo Oficio, instituyó otro vínculo sobre 1.099 marjales de tierra en la vega de Granada y otras tierras en los términos de La Malá y Montejícar, “cuyas haciendas pertenecieron a los jesuitas expulsos”, a favor de su sobrino don Bartolomé Díaz López y, a falta de las demás líneas sucesorias, este vínculo recaería en los sucesores en el vínculo fundado por su hermano don Martín Díaz Abarca. Agregó 2.000 reales al vínculo fundado por su sobrina doña Antonia García Díaz, “a quien eduqué desde su niñez y entró religiosa mercenaria”58.


    El padre de ambos presbíteros, don Bartolomé Díaz Abarca, alcalde de población en 1744, había fundado el 7 de marzo de 1730 una capellanía nombrando por primer capellán a su hijo, el presbítero don Martín Díaz Abarca. Como don Martín en 1744, declaró “tener este otorgante bienes y rentas suficientes para su manutencion y ostentacion correspondiente a su estado asi por los que ha adquirido como por cierta donacion que le han hecho dichos sus padres de dos mil ducados”, cedió esta capellanía a su hermano don Bartolome Díaz Abarca59.


    La sucesión en las propiedades vinculadas fue causa de numerosísimos conflictos, como el caso de don Pedro Fernández del Rincón, vecino de Vélez Rubio, el cual mantuvo un pleito contra Juan Montesinos, vecino de Vélez Rubio, marido de doña Mencía Fernández del Rincón, y contra los hijos del difunto don Diego Fernández del Rincón, vecino de Mula, sobre una labor y cortijo en el pago del Campillo, término de Vélez Rubio, vinculados por Martín del Rincón (o de Ruescas), vecino de Vélez Blanco, en el cual sucederían y que pertenecía a don Pedro Fernández del Rincón como hijo de don Pedro Fernández del Rincón, primer llamado después de la muerte de don Diego Fernández del Rincón, vecino de Mula y último poseedor del vínculo60.


    En su testamento de 14 de mayo de 1689 don Diego Fernández del Rincón había declarado que su tío Martín de Ruescas había fundado este vínculo, en el cual había sucedido el propio don Diego por la muerte de Juan Cano de Ruescas, primer poseedor del vínculo, y que después de don Diego Fernández del Rincón pasaría a su hijo don Diego del Rincón61.


    La sucesión en los vínculos, mayorazgos y capellanías fue un asunto meticulo- samente contemplado en las escrituras de fundación: María de Sola, natural de Gotane (vizcondado de Sola) y viuda del caravaqueño Alonso Sánchez López Pérez, era poseedora de un vínculo con una ermita en un cortijo del pago de Dunela, en la vega de Vélez Blanco.


    María de Sola determinó que la sucesión en este vínculo se produjera un día después de una misa celebrada por el padre guardián del convento de San Luis echando suertes con los nombres de todos sus hijos en un vaso o un jarro, removiendo bien los papeles, sacando un “niño estraño” una papeleta con el nombre del sucesor en el vínculo, el cual tenía que observar todas las condiciones de la fundación “y asi mismo se entregara de un libro de quartilla con forro de per- gamino que contiene la fundazion y en que se escriben las cartas de pago de misas de memoria de dicho vinculo.


    Las capellanías


    La importancia de la propiedad vinculada en la España Moderna contrasta con el todavía reducido número de estudios sobre este tema, especialmente en lo referente a los aspectos sociales de esta institución. Es menor todavía la atención que se ha prestado a los patronatos, capellanías y memorias de misas.


    Los estudios, la mayoría referentes al ámbito local, se han centrado en temas de la religiosidad y actitudes de los españoles ante la muerte o el poder económico de la Iglesia en la época moderna.


    Pero es a partir de un artículo de Enrique Soria cuando se comienza a enfocar el papel social de las capellanías como instrumentos de promoción social y de solidaridad familiar63.


    Aunque algunos autores señalan que los bienes vinculados de las capellanías en pocas ocasiones alcanzaron la importancia de los que sustentaban los mayorazgos, en Vélez Blanco, el caso fue bien distinto: los bienes vinculados a principios del siglo XVIII se tasaron en 1.300 ducados por cada capellanía, muy superiores a los ofrecidos por Soria Mesa para otras zonas del reino de Granada: en 1642 Miguel Alonso de la Puerta, familiar del Santo Oficio de Iznalloz, fundó una capellanía valorada en 600 ducados; en 1646 Juan Bautista de Cuenca, vecino de Illora, otra tasada en 900 ducados.


    Pero hubo también mayores dotaciones, como la capellanía fundada en 1607 por Cristóbal López Morón y su esposa, vecinos de Montefrío, sobre un cortijo de 104 fanegas de tierra y una haza de 50 fanegas; o la capellanía de su pariente Juan Ramírez de Tejada, veinticuatro de Granada, dotada con 1.500 ducados.


    En Orce, el beneficiado Ldo. Esteban de Morales estableció a principios del siglo XVIII una capellanía sobre un huerto cercado de fanega y media y un cortijo de 250 fanegas de tierra64.


    La dotación pretendía asegurar una holgada renta para el capellán, base de su sustento económico y, en su caso, trampolín para futuras aspiraciones.


    Como mínimo debía alcanzar el nivel exigido por cada obispado para poder ingresar en el clero, es decir, la congrua65. El derecho sucesorio estaba regulado por la escritura fundacional.


    Las capellanías de legos primaron la descendencia de los fundadores y su inmediato parentesco colateral sin excluir a los parientes por línea de mujer. Aunque los capellanes sólo podían ser varones, el derecho a la capellanía podían ostentar también mujeres, igual como en el caso de los patronos.


    Enrique Soria denomina vinculaciones alternativas a capellanías laicales que se fundaron para un grupo de parientes que alternativamente primaban la sucesión de una rama y de otra.


    La función era obvia: mantener la unión entre un grupo muy laxo de individuos, relacionados entre sí normalmente sólo por el parentesco con el fundador o fundadores.


    Aunque Soria Mesa afirma que se han contabilizado mayores índices de fundaciones de capellanías en los siglos XVI y XVII, en Vélez Blanco se concentra la mayor parte de las fundaciones entre 1708 y 1715, tal vez debido a la situación de inseguridad creada por la Guerra de Sucesión67.


    Las prácticas endogámicas, tan frecuentes entre las clases dirigentes, colaboraron en la existencia de multitud de derechos a las diferentes fundaciones establecidas por antepasados directos o, en mayor número todavía, por colaterales.


    Por consiguiente, era muy importante la reconstrucción genealógica del linaje y una buena parte de la documentación familiar procede del interés por fijar los derechos a diferentes capellanías68.


    Los llamamientos demuestran claramente la voluntad de los fundadores de mejorar una línea sucesoria frente a otras.
    También es interesante observar la colaboración familiar en la fundación de capellanías como muestra evidente de la solidaridad grupal.


    Eran empresas familiares y aunque los bienes iniciales no eran muy sustanciosos, con el paso del tiempo y la colaboración de diferentes ramas del grupo familiar, el patrimonio podía alcanzar un volumen considerable.


    Por el contrario, para evitar acumulaciones de capellanías en manos de eclesiásticos ya bien situados, algunos fundadores estipularon en sus llamamientos como capellanes a los de órdenes menores frente a los que poseían mayores69.


    En Vélez Blanco consta la fundación de 24 capellanías entre 1603 y 1745, en la mayoría de los casos destinados a hijos y sobrinos de los fundadores(1526), del beneficiado Hernán Valero (primera mitad del siglo XVI) y Pedro de Molina en María (1555).


    Su fundador fue el mercader Jerónimo (Francés) de Ribera, nombrando por primer capellán a su sobrino Juan Malía, natural de la Puebla de don Fadrique79, sucediendo luego el licenciado Leonardo Rodríguez.


    Patronos eran los dos beneficiados más antiguos de la iglesia de Santiago. Jerónimo mandó construir una capilla a la devoción de Ntra. Sra. del Rosario en la parroquia80. Aparte de una casa en una de las principales calles de Vélez Blanco, Jerónimo había reunido tres haciendas de población, otras 300 fanegas de tierras roturadas con sus ensanches, una casa en Topares y viñas.


    Arrendaba rentas del marqués y daba préstamos. Jerónimo Francés dotó esta capellanía con 300 ducados para comprar una casa para el capellán más el “Molino de Enmedio” en la Ribera de Argan para su sustento. Aparte de la capellanía Jerónimo Francés instituyó un mayorazgo a favor del hijo mayor de su primo, Pedro de Ribera, y de Catalina Pérez, hija de Antón Francés81.


    Otro caso de un acaudalado propietario fue el de Stefano (o Esteban) di Celo, casado desde 1657 con María Labad82, el cual reunió en diez años centenares de fanegas de terreno alrededor de la cortijada de Derde y en los colindantes pagos de la Alquería y del Bizmay, construyendo la ermita de Santa Gertrudis como lugar de memoria, vinculando María Labad varias labores “para ayuda, sustento y reparos de la dicha hermita”83.


    Tanto María Labad como Stefano di Celo instituyeron sendas memorias perpetuas en honor de Ntra. Sra. de Gracia y Santa Gertrudis y San Esteban84.


    En 1691 Stefano di Celo fundó una capellanía, estipulando que el primer patrono de la capellanía iba a ser su hijastro Mateo Recobeni, hijo del primer matri- monio de María Labad, con la obligación de decir 52 misas anuales en “la hermita que el otorgante y su muger hicieron en su cortixo en el partido del Vizmay de la adbocacion de Nuestra Señora de Gracia y Santa Gertrudis”.


    El primer capellán fue el clérigo de menores Ginés López Tovar85. Como el obispo no quería ordenarle sacerdote si no se aumentaban sus rentas, Stefano di Celo le dotó con 140 fanegas de tierra con la condición de que volvieran a sus herederos una vez fallecido el capellán86.


    En 1693 Juan Portero donó varias fincas a su nieto Ginés López Tovar, hijo de Juan López Tovar y de la difunta Juana Portero, para mejorar sus exiguas rentas de la capellanía. Ginés López Tovar llegó a ser también capellán de la capellanía de don Isidro de Barrionuevo87




    Entre los años 1637 y 1641 se produjeron una serie de concesiones de capillas en la iglesia y en el convento a miembros de la oligarquía de Vélez Blanco, como en el caso de Martín Fernández Mateo, el cual obtuvo el 27 de agosto de 1638 licencia para una capilla en el convento de San Luis88, fundando Martín en 1644 la correspondiente capellanía. Martín declaraba al comienzo de la escritura que “yo querria ordenarme de orden sacro y para atenerlo y tener capellania que a titulo della se me den las hordenes necesarias y a los demas mis descendientes”.


    Los capellanes tenían la obligación de decir anualmente dos misas por las almas de Martín Fernández y sus familiares, una el día de San Martín y la otra el día de San Lázaro. Para garantizar que los patronos fueran de su linaje, Martín nombró por el primer patrono a su hijo el clérigo D. Martín Mateo, y después a su otro hijo Juan Mateo, y luego los hijos de este, pasando del pariente más cercano al otro.


    El mismo día otorgó su poder al racionero Antonio de Tapia y a Francisco López de Tapia para presentar a Martín Fernández Mateo como primer patrono y capellán y solicitar del obispo de Almería la colación89.


    En esta serie de concesiones de capillas se enmarca la que el 12 de junio de 1641 obtuvo Pedro Navarro Inzaurraga del vicario general del obispado de Almería del “derecho de sepultarse y sentarse él i sus herederos y sucesores” en la capilla del Santo Cristo90, abonando los 1.000 reales que habían invertido las fábricas de la Iglesia en erigir esta capilla.


    La quinta parte de esta capilla fue dotada en 1706 por el presbítero don Juan y su hermana doña Rosalía Navarro Inzaurraga, hijos del capitán don Andrés Navarro, con una capellanía constituida sobre una labor de 140 fanegas en la cortijada de El Contador, hoy día término municipal de Chrivel, donde la familia Navarro Inzaurraga poseía extensas propiedades desde 162791.


    La familia era oriunda de Arhansus, vizcondado de Sola, con ejecutoria de hidalguía ganada en un pleito ante la chancillería de Pamplona entre 1601 y 1614.


    Los hermanos Luis y Pedro Navarro Inzaurraga se trasladaron a vivir a Vélez Blanco, casándose Pedro Navarro con Catalina Ropero, llegando su hijo, el capitán Andrés Navarro Ropero, a ser administrador del marqués de los Vélez (1649). El hijo del capitán Navarro, don Isidoro Navarro, fue a su vez capitán de las milicias de Vélez Rubio.


    Los Navarro Inzaurraga establecieron alianzas con las principales familias de la villa, tales como los Bernabé (Esteban Bernabé fue administrador del marqués de los Vélez), Martínez de la Iglesia, los Torrente de Villena, etc.
    Doña Teresa de Vandelvira, viuda de Pedro Martínez de la Zarza y vecina de Vélez Blanco, fundó una capellanía con la obligación de celebrar 52 misas anuales92.


    En un pleito sobre la sucesión en esta capellanía con el clérigo de primera tonsura Juan Laso de la Vega, el cura y beneficiado D. Juan Tomás Marín exigía que se le dieran los papeles originales de la información sobre su nobleza y limpieza de sangre de su linaje que procedía de Juan Sánchez de Vandelvira, vecino de Alcaraz y “armado cavallero de la vanda de Elvira, de quien prozede por linaje este otorgante”93.


    Aparte de aumentar con muchos bienes el mayorazgo fundado por Alonso Rodríguez Moreno, el licenciado Leonardo Rodríguez Navarro fundó en 1676 dos capellanías con 2.000 ducados de dotación cada una, de las cuales una estaba en el convento de las Descalzas de Úbeda y otra su la capilla de la Concepción de la parroquia de Vélez Blanco.


    El capellán tenía la obligación de decir 183 misas a lo largo de todas las semanas del año. Nombró por el patrono de la capellanía “a la persona y subzesor que es o fuere en el vinculo y maiorazgo que fundo Alonso Rodriguez Moreno, mi abuelo”, aparte del vicario y uno de los descendientes del licenciado Barrionuevo94.


    En consonancia con la tendencia a satisfacer a varios familiares con la fundación de varios mayorazgos se produjo también la institución de varias capellanías, como en el caso del beneficiado D. Pedro Serrano y Miñano, impulsor de la “Escuela de Cristo” en Vélez Blanco.


    Como capellán de la capellanía fundada en 1708 nombró a don Francisco López Yáñez, hijo del administrador marquesal don Melchor López Yáñez; y por primer patrono después de su fallecimiento a los hijos y descendientes de su difunta hermana doña María Serrano y Miñano, mujer de don Luis Navarro Inzaurraga, y luego de su también difunta hermana doña Juana Serrano y Miñano, mujer de don Martín de Falces95.


    Para atender también a la familia de su madre, el beneficiado Serrano fundó una segunda capellanía en 1715, nombrando por su sucesor como patrono a su tío el abogado Cristóbal Miñano y Arce, vecino de Mula, y por primer capellán al hijo de éste, don Cristóbal Miñano y Blaya96.


    El gobernador general de los estados del marqués de los Vélez, el licenciado don Luis Antonio de Casanova y Acosta, fundó una capellanía en 1742 nombrando por sus patronos los descendientes de su matrimonio con doña Bernarda Mariana de Heredia y Mateos, y luego a las líneas sucesorias del licenciado Casanova97.


    Destacan los contados casos de fundaciones de ambos tipos de vinculaciones, es decir, mayorazgos y capellanías. En dos casos, los de Jerónimo Francés y de Esteban de Celo, se trata de extranjeros sin antecesores en Vélez Blanco, ambos ligados al mundo mercantil, los cuales consiguen reunir importantes cantidades de dinero e inmuebles. Vinculan parte de sus bienes en beneficio de un sobrino y de un hijastro, respectivamente, para consolidar el ascenso. También crearon lugares de memoria: Jerónimo Francés la capilla de Ntra. Sra. del Rosario, Esteban de Celo la ermita de Derde.


    Mención aparte merece el mayorazgo de más envergadura fundado en el término de Vélez Blanco, el de la familia Rodríguez Navarro, por su longevidad y el importante aumento de bienes vinculados por el testamento del licenciado Leonardo Rodríguez Navarro, quién instituyó también dos capellanías. La perpetuación del apellido se vio truncada por falta de descendencia masculina, pero la alianza matrimonial con los futuros condes de Legazpi es un paradigma del ascenso de una familia en un plazo de tres generaciones.


    Finalmente, la estrategia para consolidar el ascenso de la familia Díaz Abarca a lo largo del siglo XVIII se plasma en que los clérigos Bartolomé y Martín, dos de un total de tres hermanos varones, fundaran un total de cinco vínculos con cláusulas sucesorias de mutuo beneficio de todos los sobrinos que prácticamente evitaran que se partiera una gran parte del patrimonio de la familia.


    Lugares de memoria


    Al capital social pertenecían los lugares de memoria y perpetuación en un espacio sacralizado.


    La variante más económica eran las memorias perpetuas de misas que se financiaban con censos cargados sobre inmuebles como casas y fincas98.


    Otros lugares de memoria modestos eran las sepulturas en propiedad99. Más ostentosas eran las capillas que se instalaron, primero en la iglesia de la Magdalena (capilla bautismal de los Faura), luego en la parroquia de Santiago (Ginés de la Bastida, Jerónimo Francés, Jerónimo de Villarroel, Pedro Navarro, Alonso Rodríguez, Miguel Sánchez de Arroyo) y, finalmente, en el convento de San Luis (Pérez de Villarroel) para ostentar el orgullo sobre el propio linaje100. La capilla, aparte de finalidad funeraria, poseía una clara función propagandística. Cada linaje se vinculaba a una capilla, normalmente profusamente adornada, donde se enterraba a los fundadores y sus sucesores.


    http://dialnet.unirioja.es/descarga/...lo/2538537.pdf
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    Antonio Aparisi

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    Casa de Olivares:


    image.jpg


    Casa materna Casa de Guzmán
    Casa de Haro
    Casa de Álvarez de Toledo
    Casa de Silva
    Casa de Fitz-James Stuart

    Títulos Condado de Olivares (1539)
    Marquesado de Heliche (1624)
    Ducado de Sanlúcar la Mayor (1625)
    Condado de Arzarcóllar (1632)
    Principado de Aracena (1640)
    Fundador Pedro Pérez de Guzmán y Zúñiga
    Jefe actual Cayetana Fitz-James Stuart




    La Casa de Olivares es una casa nobiliaria española originaria de la Corona de Castilla, cuyo nombre procede del Condado de Olivares. La casa tuvo su origen en una rama secundaria de la Casa de Medina Sidonia, desvinculada de la principal a principios del siglo XVI. Sus señoríos jurisdiccionales eran Olivares, Heliche, Albaida del Aljarafe, Camas, Castilleja de Guzmán, Castilleja de la Cuesta, Salteras y Tomares. Su miembro más destacado fue Gaspar de Guzmán y Pimentel, conocido comúnmente como "conde-duque de Olivares", valido del rey Felipe IV de España.


    En Olivares se conserva el Palacio del Conde-Duque del mismo título, que hoy en día es la sede del ayuntamiento del municipio, y en Loeches, se conserva la portada de su palacio.[1] A la muerte del Conde-duque sus propiedades se dividieron entre su hija legítima y su hijo ilegítimo, recibiendo la primera el mayorazgo de la Casa de Olivares mientras que el segundo recibió los señoríos y títulos que el Conde-duque obtuvo en vida, conocidos como Casa de Sanlúcar la Mayor, que más tarde pasó a los Condes de Altamira. Posteriormente la Casa de Olivares se incorporó a la Casa del Carpio y luego a la Casa de Alba, por el casamiento de Catalina de Haro y Guzmán, V Duquesa de Olivares, con Francisco de Toledo y Silva, X Duque de Alba de Tormes en 1688.[2][3]
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    Antonio Aparisi

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    Condado de Olivares:


    image.jpg


    El Condado de Olivares es el título nobiliario español que el Rey Carlos I concedió en 1539 a Pedro Pérez de Guzmán y Zúñiga, hijo del III Duque de Medina-Sidonia y Contador mayor del Rey. Su nombre se refiere al municipio andaluz de Olivares, en la provincia de Sevilla. El Condado de Olivares es el título principal de la Casa de Olivares.




    Condes-Duques de Olivares:

    El III Conde de Olivares empezó a llamarse Conde-Duque de Olivares desde que se le concedió el Ducado de Sanlúcar en 1625. A su muerte, el título de Duque de Olivares fue desglosado del de Duque de Sanlúcar. Por Real Orden de 1880, se declaró que el Ducado de Olivares, se entiende con la denominación de Condado-Ducado de Olivares.


    Gaspar de Guzmán, III Conde de Olivares, I Conde-Duque de Olivares
    Enrique Felipe de Guzmán, II Conde-Duque de Olivares
    Gaspar Felipe de Guzmán y Fernández de Velasco, III Marqués de Eliche
    Luis Méndez de Haro Sotomayor y Guzmán, I Duque de Montoro
    Gaspar Méndez de Haro y Fernández de Córdoba, VII Marqués del Carpio
    Catalina Méndez de Haro y Guzmán, VIII Marquesa del Carpio
    María Teresa Álvarez de Toledo y Haro, XI Duquesa de Alba de Tormes
    Fernando de Silva y Álvarez de Toledo, XII Duque de Alba de Tormes
    María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, XIII Duquesa de Alba de Tormes
    Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Silva, X conde-duque de Olivares, XIV Duque de Alba de Tormes
    Jacobo Fitz-James Stuart y Ventimiglia, XI conde-duque de Olivares, XV Duque de Alba de Tormes
    Carlos María Fitz-James Stuart y Palafox, XVI Duque de Alba de Tormes
    Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, XVII Duque de Alba de Tormes
    Cayetana Fitz-James Stuart, XVIII Duquesa de Alba de Tormes


    Historia de Olivares:

    En 1535 fue bautizada con el nombre de Olivares por Pedro de Guzmán, primer conde de Olivares. Durante el reinado de Felipe IV adquirió gran importancia gracias a Gaspar de Guzmán, Conde-Duque de Olivares y valido del rey. Durante esta época se multiplicó el patrimonio arquitectónico, siendo dos buenos ejemplos la Colegiata de Santa María de las Nieves y el palacio del Conde-Duque.
    A escasa distancia de la villa existió hasta 1843 un pueblo llamada Heliche, que era anterior al mismo Olivares.

    http://enciclopedia.us.es/index.php/Olivares_(Sevilla)




    Villa de Olivares, Marqués de la Ensenada:





    En la Villa de Olivares en veinte y dos de agosto de mil setecientos cincuenta y un años, el Sr. Don Joseph de Vargas y Sotomayor, juez subdelegado para la práctica de las diligencias de la única contribución en esta Villa, hizo concurrir a las casas de su posada a Don Joseph Carnes, cura teniente de la Iglesia Colegial, habiendo precedido para ello recado político, Don Manuel García Marín y Gerónimo Rojo, Tenientes de Gobernador que hacen oficios de Alcaldes ordinarios, Andrés Delgado, Toribio y Cristóbal García Maldonado recibidores, Juan Manuel de Arjete escribano de Cabildo, Juan García Maldonado y Francisco Leonardo de Sierra, personas inteligentes en arboledas, viñas y demás que previene el articulo cuarto de la Real Instrucción, y ordenes posteriormente comunicadas, nombrados por el Concejo, Justicia y Regimiento de esta Villa, para el referido efecto, y de todos los expresados ( a excepción del Párroco que como persona imparcial asiste a este acto). Dicho señor por ante mí el escribano recibió juramento por Dios y una Cruz en forma de derecho, y so cargo del ofrecieron decir verdad, y siendo preguntados por el contenido de los artículos del interrogatorio que antecede dijeron lo siguiente.


    1 ̰ ̰ ̰ Que se llama la Villa de Olivares.


    2 ̰ ̰ ̰ Que es de Señorío y pertenece al Conde Duque de Olivares, quien por razón de vasallaje no percibe derecho alguno.


    3 ̰ ̰ ̰ Que el término se divide en dos partes, porque en su intermedio están los de Albaida y Heliche, y la primera ocupa de levante a poniente un diez y seisavo de legua, y de norte a sur un cuarto y media legua de circunferencia, que se podrá andar en una hora. Confronta a levante con el término de la Villa de Heliche, a poniente con los de Sanlúcar y Albaida, al norte con el dicho termino de Heliche y al sur con el de Villanueva del Ariscal.


    La segunda parte que nombran Soberbina tiene de levante a poniente media legua y de norte a sur un octavo de otra, cuya circunferencia consiste en una legua y para andarla se necesitarían dos horas. Confronta a levante con el término de Albaida, a poniente y sur con el de Sanlúcar la Mayor y al norte con el Heliche y las figuras de dicho termino, son las quedan puestas por cabeza de estos Autos.


    4 ̰ ̰ ̰ Que las tierras son todas de secano a excepción de una corta pieza de tierra de regadío de pie, y aquellas se dividen en sembradura, viñas, algunas cortas porciones de olivar y pinares, arboledas frutales, y pastos y, todas producen sin intermisión a excepción de las de sembradura que necesitan de un año de descanso.


    5 ̰ ̰ ̰ Que en dichas tierras hay de primera, segunda y tercera calidad, aunque el pedazo de huerta se debe considerar única por el beneficio y cultivo; y también hay algunas tierras inútiles, pero estas son en cortísimo numero.


    6 ̰ ̰ ̰ Que el plantío de más consideración que hay es de árboles frutales, y también hay algunos olivos y pinos.


    7 ̰ ̰ ̰ Que otros árboles se hallan en tierras de secano de todas las tres calidades a excepción de los pinos que están en la inferior.


    8 ̰ ̰ ̰ Que ocupan los mencionados arboles toda la tierra en su extensión por que no es regular hacerlos a los márgenes.


    9 ̰ ̰ ̰ Que la medida que en este pueblo se usa es generalmente de aranzada compuesta de cuatrocientos estadales, y cada uno de cuatro y una octava varas de la marca y cuerda de Sevilla.
    Última edición por Michael; 07/06/2013 a las 01:29
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