Mapa representativo de las posesiones de la Casa de Arcos:
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La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
Artículos muy interesantes sobre el Señorío de Marchena:
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La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
Marquesado de los Vélez:
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MAYORAZGOS, CAPELLANÍAS Y LUGARES DE MEMORIA COMO PERPETUACIÓN DEL ASCENSO SOCIAL DE LA OLIGARQUÍA DE UN CENTRO ADMINISTRATIVO DE SEÑORÍO. EL EJEMPLO DE VÉLEZ BLANCO (1588-1788)
Dietmar ROTH
Numerosas comunicaciones presentadas al congreso sobre élites, celebrado en octubre de 2006 en Córdoba y coordinado por el profesor Soria Mesa, aludían a las múltiples facetas del ascenso y movilidad social tanto en las grandes ciudades como en las villas de realengo y señorío, a las estrategias matrimoniales, a la consolidación de las redes de parentesco, el concepto del linaje y el ideal de su perpetuación, la ocupación de cargos concejiles y eclesiásticos, la vinculación de la propiedad, la consideración social y los lugares de memoria.
Se cumple asi el desideratum, manifestado no hace tanto tiempo, de que se acometieran estudios monográficos de carácter “microhistorico” para analizar la realidad social de la Edad Moderna recurriendo a fuentes documentales de muy diversa tipología1. La constitución de mayorazgos, capellanías y fundación de capillas y memorias perpetuas dejan patentes los intereses claramente definidos de reproducción del status y de la jerarquía familiar.
En la presente comunicación se analizará la vinculación de propiedades en Vélez Blanco, centro administrativo de las posesiones almerienses de los marqueses de los Vélez.
La formación de la oligarquía local
La elite local de Vélez Blanco tiene varios orígenes. Por una parte se encuentran a las familias al servicio directo de la casa marquesal, en funciones como administradores de propios y rentas, alcaides de la fortaleza, veedores, sobreguardas mayores de montes, etc.
A excepción de los alcaldes mayores, las familias de las personas al servicio de la casa marquesal permanecerán durante una o dos generaciones en Vélez Blanco, tales como Diego Faura, alcaide del castillo de Vélez Blanco desde 1511, y su hijo y sucesor Alonso; o Ginés de la Bastida y su hijo Rodrigo, ambos veedores de los marqueses.
Una vez que la corte marquesal se trasladó de Vélez Blanco a Mula, la familia Bastida se marchó a Baza vendiendo sus propiedades velezanas.
Otros miembros de familias de la oligarquía local se trasladaron a Madrid para entrar en el servicio real, tales como Juan de Mula Saavedra (oficial mayor de la secretaría de la camara, 16302), el licenciado Juan de Acosta Moreno, teniente de corregidor (1641), hermano del administrador del marqués don Diego de Acosta; don Isidro de Barrionuevo (caballerizo del conde de Ayala, 1670) o Francisco Martínez de Perona, capellán del Consejo de Indias (1693), secretario del sexto marqués de los Vélez en Nápoles (1678 - 1681) y Madrid3.
Juan de Falces llegó a ser administrador de las salinas del reino de Murcia, don Andrés Navarro de Álava sargento mayor de Manila con encomienda5, don Ignacio Cruzate Valcárcel oidor en la audiencia de Santa Clara del reino de Nápoles.
Por otra parte se formó una oligarquía de orígenes sociales más modestos, fa- milias atraídas durante la repoblación del primer marqués don Pedro Fajardo, que obtuvieron extensas propiedades especialmente en las zonas de secano del norte de la comarca, como son Topares, Barrax y el campo de la Alfahuara, tierras en época nazarita fronterizas sin poblar.
En un par de generaciones, varias de estas familias se consideraban hijosdalgos notorios, tal como lo demuestran varios poderes que se otorgaron en octubre y noviembre de 1642 por parte del capitán don Diego de Acosta Moreno, Melchor Ramírez (sobreguarda mayor de los montes del marquesado), Juan Fernández Mateo, Silvestre de Villarroel, el abogado Domingo Zapata y Mendiola, Julián Fernández Valera, Juan de la Iglesia Pascual, Pedro Miñano Arce, Francisco Sanz, don Juan de Lizarán, don Bernabé de Villarroel, Francisco Pérez de Villarroel y Miguel de Santonge para comparecer ante la justicia por haber sido avisados “para que los hijosdalgo vayan a la jornada que su magestad a hecho a los reynos de Aragon y Valençia y a las que tuvieren lixitima escusa les aya por escusados, y porque ellos como hijos dalgo se registraron”7.
La riqueza
Una vez superada la visión tradicional de una comunidad campesina débil y homogénea en los señoríos, en la historiografía actual está asentada la tesis de la gran diferenciación existente en este grupo, donde destacaban los labradores ricos, dueños de extensas propiedades agrarias y clase dirigente en el ámbito local8.
Es el caso de Vélez Blanco, donde las familias repobladoras de la primera mitad del siglo XVI consiguieron reunir extensas propiedades en la subcomarca norte y en la fértil vega de Vélez Blanco (viñas, olivares y huertas).
La casa marquesal utilizó la concesión de mercedes de tierra a los vecinos como premios de fidelidad y como recurso para aumentar las rentas gracias al impuesto de la treintena, beneficiándose varios miembros de la oligarquía local de estas mercedes.
Esta estrategia había sido empleada ya en épocas del segundo marqués con los vecinos moriscos para contrarrestar la influencia de los cristianos viejos y se volvería a utilizar en época del cuarto marqués para los vecinos fuesen dóciles al causa marquesal frente a aquellos que reivindicaban las libertades de la repoblación, como la exención del pago de alcabalas o la elección de un procurador síndico9.
El poder local
Desde la repoblación efectuada por el licenciado Bonifaz en 1574, el marqués nombraba anualmente los cargos concejiles de una lista de “personas dobladas” pre- sentada por el concejo abierto. No existían regidurías perpetuas, sino que los oficiales cambiaban anualmente, aunque en la práctica se repetían las personas y los apellidos. El desempeño de estos cargos será aducido más tarde como prueba de tener hidalguía notoria, como es el caso de la familia Belmonte. En 1819 el clérigo José Inocencio Belmonte-Suárez Díaz Fajardo basó su petición para acceder al hábito de Santiago en que todos sus antepasados habían sido “hijosdalgo notorios de sangre según fuero y costunbre de España, y como tales han sido y son tenidos y comunmente reputados, como de las familias primeras y mas principales de mayor lustre coxiendo buena fama y opinion de esta villa, obteniendo por ello los empleos honorificos de ella de alcaldes y regidores de naturales u originarios, los que se tienen y siempre han tenido como actos positibos de nobleza, como los de procuradores sindicos de sus ascendientes y causantes, hasta sus primeros que lo fueron cavalleros conquistadores en la que los Reyes Catolicos hicieron de este Reyno de Granada, habiendo sido por igual razon todos y cada uno yndividuos de la esclavitud o archicofradia del Santisimo Sacramento, corporacion la mas ilustre y unica de esta clase”10.
Las estrategias familiares
El ideal de la perpetuación del linaje, es decir varias ramas familiares con un antepasado común, se reflejaría y se manifestaría en la vinculación perpetua de inmuebles, es decir la constitución mayorazgos y capellanías/patronatos de legos. Las familias hacían los mayores esfuerzos para mantener unidos apellidos, linaje y bienes vinculados por ejemplo a través de los matrimonios entre el tío y la sobrina o entre primos-hermanos para unificar las ramas familiares.
La relación familia-linaje y mayorazgo-linaje giraba alrededor del apellido y su mantenimiento, lo que explica también la acumulación como estrategia. Alrededor del entramado entre familia celular, parentela y linaje se mantenían las relaciones clientelares, resortes de poder11.
Como una consecuencia de la difusión del derecho romano en el siglo XI y el Concilio de Letrán (1215), la mujer se consideraba como equilibrio del sistema familiar. En este sentido hay que entender también el papel de la dote como bienes propios de la mujer y sus descendientes gestionados por su marido. Esta evolución tendría consecuencias tanto para las herencias (deduciendo en las particiones de bienes los valores de las dotes entregadas a las hijas), como para las alianzas familiares y la consolidación de linajes.
La dote es un instrumento para invertir en parentesco. La consanguinidad y la propiedad inmobiliaria son dos reflejos de esta inversión en estrategias de unidad familiar y patrimonial12.
Los mayorazgos
Los mayorazgos sirvieron como estrategia de ascenso social para intentar conseguir una hidalguía notoria e incluso un título nobiliario.
La fundación del primer mayorazgo en Vélez Blanco data del año 1588, fecha en la que el titular del señorío ya había abandonado la villa de Vélez Blanco para trasladarse a Mula.
En Vélez Blanco hemos podido documentar la fundación de 39 mayorazgos hasta 1788, cuya dotación podía variar entre vincular una casa, el caso más frecuente, y la dotación con 700 fanegas de tierra.
Los sucesores en una gran parte de los casos fueron los primogénitos, en una fundación lo fue la hija por falta de sucesor varón y en otro caso la ahijada.
A falta de hijos herederos se nombraba a los hermanos, a la esposa o a los sobrinos. Están documentados once casos de sobrinos como sucesores, seis de sobrinas, uno de una hija de sobrina, dos casos de hermanos, en un caso la mujer.
En cinco casos no conocemos la sucesión por no haber encontrado la correspondiente documentación.
El primer mayorazgo documentado para Vélez Blanco, y uno de más importancia durante siglos, fue el instituido en noviembre de 1588 por Alonso Rodríguez, mayor contribuyente de Mula y Vélez Blanco.
Alonso era hijo de Ana de Acosta y Macián Rodríguez, un repoblador afincado en Vélez Blanco desde 1516. Se vincularon extensas labores en los pagos de Topares y Canaloba, en el norte del término municipal, y una casa en la calle principal de Vélez Blanco, la Corredera, a favor de su hijo Miguel y sus descendientes17.
El nieto de Alonso, el capitán Alonso Rodríguez Navarro, encargó la obra de la capilla familiar en la iglesia de Santiago (1609/1619) como lugar de memoria18.
La hermana del capitán, doña María Florián Rodríguez, casada con el madrileño Manuel Felipe de Legazpi, heredó el mayorazgo, en el cual sucedió su hijo Manuel Tomás de Legazpi, oficial de la secretaría de estado de la na- vegación del norte, quien en 1690 consiguió el hábito de la orden de Calatrava19.
El mayorazgo permanecería vinculado a la casa de Legazpi hasta finales del siglo XVIII, cuando pasa a los condes de Gavia. La administración de las propiedades vinculadas corría a cargo de miembros de la oligarquía local.
El canónigo y licenciado Leonardo Rodríguez Navarro (1593-1676), tío de doña María Florián Rodríguez, aumentó este mayorazgo con varias casas-cortijo y extensas tierras de los términos de Vélez Blanco (Canaloba y Topares) y Lorca, aparte de legar varios censos.
El licenciado Rodríguez fundó también una capellanía y unas obras pías para casar huérfanas20.
Colindante con el mayorazgo de la familia Rodríguez se encontraba el vínculo de una labor con casa perteneciente a la familia Aguino (o Iguino). Los primeros miem- bros documentados de esta familia, Machín de Aguino y Magdalena de la Retama eran propietarios de un mesón con mancebía en Huéscar.
La familia Aguino estaba relacionada con las principales familias de la oligarquía comarcal, como los Lizarán, Bermúdez o Sánchez de Molina, incorporando en 1695 la herencia de don Juan de Lizarán22.
Doña Marina de Aguino se casó con Tello de Argote, alcaide del castillo de Vélez Blanco, procreando a don Juan de Argote y Aguino, desde 1622 caballero de Santiago y residente en Madrid23.
El hermano de doña Matina era don Andrés de Aguino y Lizarán fue administrador de las salinas del partido de Almería24. Don Miguel Sánchez Arroyo le dejó como legado en forma de vínculo 1.000 ducados a don Pedro de Aguino, hijo de don Pedro de Aguino y de su sobrina doña Quiteria Sánchez Arroyo, para comprar otras propiedades, preferentemente un molino, para agregar todo esto al mayorazgo de los Aguino. El propio don Miguel Sánchez Arroyo mandó fundó otro vínculo sobre una casa “y la casa que llaman de la polbora y el afino” a favor de su sobrino don Manuel Lopez Yañez25.
En 1764 don Antonio de Aguino Bermúdez agregó a este vínculo su casa en la calle Corredera “para esplendor de la familia”26.
Desde que Vélez Blanco perteneciera al señorío del conde de Lerín, entre 1495 y 1501, se afincaron en la villa numerosas familias procedentes del vizcondado de Sola, en la Baja Navarra.
Es el caso de los Santonge-Falces-Ategui, con ejecutoria de hidalguía ganada ante la Chancillería de Pamplona en 156327. Jaime de Santonge, familiar del Santo Oficio, llegó a ser alcalde y, como apoderado del segundo marqués, contradijo el apeo de las hacienda de los moriscos expulsados en diciembre de 1571.
En 1604, Jaime de Santonge y su mujer Ana de Ategui establecieron un vínculo a favor de su hijo Diego “porque tenemos expiriençia que los bienes que se parten, se consumen sobre el tiempo y quedando agregados permaneçen, e de pequeñas doctaçiones se bienen a hazer estados por lo qual a munchos dias que deseamos ynstituir un binculo de alguna parte de nuestros bienes” a favor de su hijo Diego de Santonge Falces. Fue el vínculo con la mayor dotación de tierras: 700 fanegas de secano y muchas casas en el pago de Almadique y la fuente de la Puerca, a medio camino entre Vélez Blanco y Topares28.
Una vez asegurada la perpetuidad de los inmuebles, Diego de Santonge Falces pretendía perpetuar su linaje con un lugar de memoria. En su testamento de 1608 estipuló ser enterrado en la sepultura de sus padres en la parroquia de Santiago “para que despues se traslade a una hermyta que se a de hazer a onor y reberençia de señor San Josefe”, reslatando la preeminencia de la familia con la institución de una memoria perpetua de 52 misas anuales, determinando que “esta la digan los benefiçiados hasta en tanto que mys padres o hermanos ynstituyan capellanya porque el dia que la ayan ynstituido quiero que el capellan que fuere diga las dichas mysas “29. En 1606, Jaime de Santonge y su mujer establecieron un segundo vínculo, esta vez a favor de su hijo Miguel30, con un total de 330 fanegas de tierras en los pagos de la Alfahuara y la Hoya del Marqués. Finalmente, Jaime de Santonge le donó a su tercer hijo, el licenciado Martín de Falces, 60 fanegas de tierra de secano, un cercado de 26 tahullas de viñas, dos fanegas de tierra blanca en el pago de Canales, tinajas con una capacidad de 400 arrobas y medio día de agua, todo valorado en otros 800 ducados31.
En 1618 el licenciado Martín de Falces Ategui vinculó estas y otras propiedades, determinando que “en este vinculo se guarden todas las condiçiones que contiene el vinculo que mis padres hiçieron en el Almadique” y señalando a su sobrino Jaime de Santonge Ategui como sucesor en el mismo32.
Por parte de la otra rama de la familia Santonge-Falces-Ategui, doña Graciana del Arce y Noguerón, viuda de Andrés de Falces Ategui, “teniendo en consideraçion que por derecho dibino y umano es permitido que los onbres dejen memoria de sí e de sus pasados, mayormente aquellos que los an ganado a servizio de dios nuestro señor y defendiendo su santa fee catolica, sirbiendo a sus reyes y que dello vienen grandes provechos asi para que aquellos a quien se hazen [...] e para perpetuar y memoria de los pasados y apellidos dellos e porque las cosas questan sujetas a division facil- mente se gastan disminuyendo para que los a quien se hazen las dichas donaçiones e mexoras tengan con que sustentarla onrra e nobleça de sus pasados y con que serbir a sus reyes e señores naturales e ayudar los pueblos donde vivieren”, instituyó en 1607 un mayorazgo sobre 194 fanegas de tierra en el pago de Taibena, “queran de los Vandelviras y de Bartholome Bayllo”, términos de Lorca y Vélez Blanco, a favor de su hijo don Andrés de Ategui y su descendencia con la condición de que Andrés vinculara otra labor que había comprado en el dicho pago33.
El capitán don Andrés de Ategui, alcalde Vélez Blanco en alguna ocasión, también administrador de los bienes del licenciado Leonardo Rodríguez Navarro y mayordomo de la cofradía del Santísimo Sacramento, estuvo casado con doña Mariana Tortosa Bocanegra, mientras que su hija doña Luisa de Ategui y Bocanegra fue esposa del jurista Juan Lucas Cortés, quien llegó a ser consejero del Consejo de Castilla34. El vínculo de los Ategui pasaría más tarde a la familia lorquina de los Pérez de Meca.
Otras familias de origen navarro fundaron también mayorazgos, tal como hizo en 1698 Domingo de la Fuente Oscabia, heredero universal de doña María de Aulestia Baquedano, viuda de Pedro Navarro Fuentes, a favor de Petronila Martí- nez, mujer en primeras nupcias de Jacinto Navarro Ropero y en segundas de Isidro Quevedo, “a quien yo e criado desde que tubo un año en la estimacion de hija mia”. Después de la muerte de Petronila pasaría el vínculo a don Miguel Antonio Navarro; hijo de la citada Petronila Martínez y Jacinto Navarro Ropero (o Inzaurraga). Si faltara alguna descendencia, mandaba fundar una capellanía cuyos patronos serían los dos beneficiados más antiguos para nombrar como capellán a un sacerdote natural de Vélez Blanco36.
Resumiendo se puede afirmar que a principios del siglo XVII se fundaron varios mayorazgos por familias enriquecidas durante la segunda mitad de la centuria anterior, como es también el caso de Francisco Martínez de Rutia, acaudalado carpintero con bienes tasados en más de 3.000 ducados, regidor en alguna ocasión, casado primero con doña Gregoria de Mena y luego con doña Clara de Aguilar.
En su testamento de 1613 creó un vínculo sobre la propia casa familiar, cien fanegas de tierra de naturales37 en el pago de Canaloba, otros pedazos de tierra en la Fuente de Ejeo y diez fanegas de tierra en las Cañadas a favor de su hijo Francisco Martínez de Rutia.
En el caso de quedarse éste sin herederos directos, el mayorazgo reacaería en el hijo mayor de doña Juana de Urrutia, mujer de Diego de Acosta Moreno, ad- ministrador del marqués de los Vélez38.
El ascenso social de algunas familias podía hacer forzoso su movilidad geográfica, como en el caso de la familia Fernández Valera. Martín Fernández Valera se había afincado en Vélez Blanco en el primer tercio del siglo XVI, dotando su hijo Ginés la ermita de la Virgen de las Nieves, sita en la cortijada de Topares, centro de las pose- siones familiares, con catorce fanegas para sustentar el culto. De los cinco hijos de Ginés, Julián Fernandez Valera llegó a ser alcalde de Vélez Blanco y regidor perpetuo de Lorca; Pedro, abogado en la Real Chancillería de Granada y Alonso procurador del número en Vélez Blanco39.
En su testamento de 1633 Diego Fernández Valera instituyó un mayorazgo sobre una casa en la calle Corredera y 200 fanegas de tierra en los pagos de Barrax y Topares. Pero a mediados del siglo XVII Diego Fernández Valera entró en conflicto con miembros de la oligarquía velezana afin al marqués de los Vélez, acusándoles de corrupción y ser contrarios al bien común, lo que explicaría que en la década de 1660 ya no viviera ninguno de los cinco hermanos en Vélez Blanco.
Aparte de sus extensas propiedades en Topares, Diego Fernández Valera había comprado un molino harinero en el barranco de las Fuentes de Vélez Blanco.
En una petición sobre la sucesión en el vínculo, don Pedro Sánchez Rubio Fernández Valera declaró que los Fernández Valera “an sido en esta villa avidos, tenidos y comunmente reputados por hijosdalgo notorios”41.
Varias familias al servicio de la casa marquesal fundarían también mayorazgos y vínculos. Diego de Villarroel sirvió como alcaide del castillo, teniente de alcalde mayor y en otras funciones.
Fue el primer miembro de esta familia afincado en Vélez Blanco acumulando vastas propiedades inmobiliarias, buena parte de ellas adquiridas a los repobladores después de la expulsión de los moriscos.
Su hijo Jerónimo sirvió como capitán de los tercios en Sicilia.
En su testamento de 5 de septiembre de 1640, su nieto Juan Pérez de Villarroel vinculó la mayor parte de sus bienes, con la particularidad de instituir como sucesoras, primero a su mujer doña Francisca de Guevara, luego su cuñada doña Luisa de Guevara y después la línea sucesoria de doña Juana Pérez de Villarroel, hermana de su cuñado Juan Pérez42.
Otro miembro de la misma familia, Francisco Pérez de Villarroel, instituyó un mayorazgo y vínculo sobre una labor de secano con casa, era y pozo en el pago de Campillo, término de Vélez Rubio, cargando sobre esta labor dos ducados de pensión cada año para pagar una memoria de misas por él, su mujer y demás familiares, que “se an de deçir en la capilla del señor San Juan Baptista que Juan Perez de Villarroel mi hermano tiene en el el combento del señor San Luis”43.
Sorprende que la familia Acosta Moreno, vinculada durante generaciones a la casa marquesal como sus administradores de rentas, no fundara un mayorazgo hasta finales del siglo XVII. Diego de Acosta Moreno (I), administrador del marqués durante más de cuarenta años, también fue nombrado en alguna ocasión teniente de alcalde mayor y administraba la hacienda de don Juan de Argote, hijo de Tello de Argote, alcaide del castillo de Vélez Blanco44. Reunió muchas propiedades en ganado, censos e inmuebles, entre ellos una labor de 600 fanegas con casas, era, pozo y ejido.
En su testamento, su mujer doña Juana de Urrutia hace referencia a la capilla de San Juan que ella había mandado edificar en el nuevo convento franciscano de San Luis. Su hija doña Isabel de Acosta y Urrutia, se casó en 1619 con el licenciado Juan Correa de Tapia, abogado en la Real Chancillería, con una dote de 4.000 ducados45.
El hijo mayor de Diego y doña Juana, don Diego de Acosta Moreno (II), sucedió en el cargo de administrador y se casó en 1629 con doña María de Gea, hija y heredera univer- sal de Bernabé de Gea y Quiteria Martínez, con una dote de 4.000 ducados. Don Diego, capitán de la milicia de Vélez Blanco en Fuenterrabía, fue nombrado alcaide del castillo y teniente de alcalde mayor en 1642.
El tercer hermano, el licenciado don Juan de Acosta Moreno, desempeñó el cargo de alcalde mayor de Antequera y, siendo ya vecino de Madrid, el de consultor del Santo Oficio, teniente de corregidor de Madrid y auditor de guerra de la corte. En 1669 se veló a don Diego de Acosta Moreno (III), hijo de don Diego de Acosta Moreno y de doña María de Gea, con doña Mariana de Meneses y Monroy, hija de don Esteban de Meneses (comendador de Caravaca) y de doña Ana María Monroy47. Don Diego ocupó los cargos de administrador de rentas de la marquesa de San Leonardo, teniente de alcalde mayor y, desde 1689, teniente de alcaide del castillo.
Su hija doña María de Acosta Moreno Meneses se casó con licenciado don Pedro Miñano y Arce, abogado de la Real Chancillería. El hijo de don Diego de Acosta Moreno (III), también llamado don Diego de Acosta Moreno (IV) había sido clérigo de órdenes menores, pero en 1705 se casó con doña Rosa López Ruiz, hija de Asensio López Ruiz y de Rosalía Mellado.
Su tía, doña María de Acosta, deseando “la conserbacion de la familia probiniente de don Diego de Acosta, mi padre, y de doña María de Exea, mi madre”, fundó un vinculo y patronato de legos sobre su casa y la tercera parte de su cercado de viñas a favor de su sobrino don Diego de Acosta Moreno (IV)48.
Mientras, don Diego de Acosta Moreno (IV) se trasladaría a vivir a Cacabelos (León), ejerciendo el cargo de alcalde mayor de Villafranca del Bierzo. La familia Acosta Moreno se extinguiría en Vélez Blanco a finales del siglo XVIII49.
El presbítero don Antonio López Ruiz, hijo de Juan López Ruiz y María López, fundó en 1727 un vínculo a título de mayorazgo, señalando como primer poseedora a doña Mariana de Acosta, hija de don Diego de Acosta Moreno y de su sobrina doña Rosa López. Una vez extinguida la línea de doña Mariana, entraría la de su hermana doña Juana de Acosta, y luego en su hermano don Diego de Acosta. Su previsión le hizo establecer como condición que si se acabaran todas las líneas su- cesorias, el mayorazgo se reduciría a capellanía colativa y se entregaría al sacerdote más pobre y virtuoso, natural de Vélez Blanco, nombrando por sus patronos a los dos beneficiados más antiguos50.
Mencía Hernández de Córdoba, natural de Vélez Rubio y mujer del sobreguarda mayor de los montes del marquesado Melchor Ramírez, fundó un mayorazgo sobre la labor del alcaide Faura a favor de su hijo Isidro Ramírez51.
Los Barrionuevo (o Barnuevo) pertenecían a uno de los doce linajes de Soria afincados en Vélez Blanco en tiempos del primer marqués52, viviendo parte de la familia en Huéscar. Varios miembros de la familia fueron alcaldes, siendo Francisco
de Barrionuevo perseguido por la Inquisición en 1561, tal vez por sus estrechas relaciones con la comunidad morisca.
Isidro de Barrionuevo y su mujer doña Lucía de Villaescusa fundaron un mayorazgo y vínculo sobre una casa en la calle Corredera, aparte de la casa vinculada que habían heredado de la madre de doña Lucía en la calle San Agustín. Compró también un molino harinero en el barranco de las Fuentes de Vélez Blanco.
Su hija doña Catalina de Barrionuevo se casó con Julián de Alami- quez, hijo del capitán Antonio Gómez de Esquivel, administrador de los hermanos del segundo marqués don Luis Fajardo y de los hijos de don Diego Fajardo53.
Don Isidro de Barrionuevo Ruiz de Molina llegó a ser cavallerizo de los condes de Ayala, instituyendo en su testamento de 1693 varias obras pías54.
El escribano Pedro Muñoz, hermano del beneficiado y licenciado Fernando Muñoz y tío del beneficiado y licenciado Juan Capel, vinculó todos sus bienes a favor de su sobrino Pedro Muñoz de Guevara, determinando de vender las haciendas de población para comprar otras fincas de pleno dominio con la misma cantidad de viñas.
Pedro Muñoz incluyó una interesante fórmula de posesión del vínculo, mandando que el sucesor viviera en Vélez Blanco “porque pueda tener bien labrados y reparados los bienes y si no viviere en esta villa, los gozen los demas mis sobrinos [...] por su antigüedad y gozen cada uno quatro años ellos y sus desçendientes”55.
En el siglo XVIII aparecieron diversos casos de fundar dos o más vínculos para favorecer a varios familiares simultáneamente.
Es el caso del beneficiado y licenciado don Juan Tomás Marín, quien constituyó un vínculo sobre la casa con bodega y lagar en la calle de San Agustín a favor de su hermano don Alonso Tomás Marín, alguacil mayor de Vélez Rubio.
En caso de extinguirse todas las líneas sucesorias, la casa pasaría a la cofradía de las Benditas Ánimas56.
Pero el ejemplo por excelencia de vincular propiedades familiares y dotar a varios familiares simultáneamente es el de la familia Díaz Abarca.
En su testamento de 1781, el presbítero don Martín Díaz Abarca García, comisario del Santo Oficio, fundó un total de cuatro vínculos a favor de tres sobrinas y un sobrino suyos, determinando que, una vez extinguida una de las líneas sucesorias, un vínculo se incorporaría al otro y, faltando todas las demás líneas sucesorias, recaerían en su primo don Luis José García Belmonte57.
El hermano de don Martín, el beneficiado don Bartolomé Díaz Abarca, también comisario del Santo Oficio, instituyó otro vínculo sobre 1.099 marjales de tierra en la vega de Granada y otras tierras en los términos de La Malá y Montejícar, “cuyas haciendas pertenecieron a los jesuitas expulsos”, a favor de su sobrino don Bartolomé Díaz López y, a falta de las demás líneas sucesorias, este vínculo recaería en los sucesores en el vínculo fundado por su hermano don Martín Díaz Abarca. Agregó 2.000 reales al vínculo fundado por su sobrina doña Antonia García Díaz, “a quien eduqué desde su niñez y entró religiosa mercenaria”58.
El padre de ambos presbíteros, don Bartolomé Díaz Abarca, alcalde de población en 1744, había fundado el 7 de marzo de 1730 una capellanía nombrando por primer capellán a su hijo, el presbítero don Martín Díaz Abarca. Como don Martín en 1744, declaró “tener este otorgante bienes y rentas suficientes para su manutencion y ostentacion correspondiente a su estado asi por los que ha adquirido como por cierta donacion que le han hecho dichos sus padres de dos mil ducados”, cedió esta capellanía a su hermano don Bartolome Díaz Abarca59.
La sucesión en las propiedades vinculadas fue causa de numerosísimos conflictos, como el caso de don Pedro Fernández del Rincón, vecino de Vélez Rubio, el cual mantuvo un pleito contra Juan Montesinos, vecino de Vélez Rubio, marido de doña Mencía Fernández del Rincón, y contra los hijos del difunto don Diego Fernández del Rincón, vecino de Mula, sobre una labor y cortijo en el pago del Campillo, término de Vélez Rubio, vinculados por Martín del Rincón (o de Ruescas), vecino de Vélez Blanco, en el cual sucederían y que pertenecía a don Pedro Fernández del Rincón como hijo de don Pedro Fernández del Rincón, primer llamado después de la muerte de don Diego Fernández del Rincón, vecino de Mula y último poseedor del vínculo60.
En su testamento de 14 de mayo de 1689 don Diego Fernández del Rincón había declarado que su tío Martín de Ruescas había fundado este vínculo, en el cual había sucedido el propio don Diego por la muerte de Juan Cano de Ruescas, primer poseedor del vínculo, y que después de don Diego Fernández del Rincón pasaría a su hijo don Diego del Rincón61.
La sucesión en los vínculos, mayorazgos y capellanías fue un asunto meticulo- samente contemplado en las escrituras de fundación: María de Sola, natural de Gotane (vizcondado de Sola) y viuda del caravaqueño Alonso Sánchez López Pérez, era poseedora de un vínculo con una ermita en un cortijo del pago de Dunela, en la vega de Vélez Blanco.
María de Sola determinó que la sucesión en este vínculo se produjera un día después de una misa celebrada por el padre guardián del convento de San Luis echando suertes con los nombres de todos sus hijos en un vaso o un jarro, removiendo bien los papeles, sacando un “niño estraño” una papeleta con el nombre del sucesor en el vínculo, el cual tenía que observar todas las condiciones de la fundación “y asi mismo se entregara de un libro de quartilla con forro de per- gamino que contiene la fundazion y en que se escriben las cartas de pago de misas de memoria de dicho vinculo.
Las capellanías
La importancia de la propiedad vinculada en la España Moderna contrasta con el todavía reducido número de estudios sobre este tema, especialmente en lo referente a los aspectos sociales de esta institución. Es menor todavía la atención que se ha prestado a los patronatos, capellanías y memorias de misas.
Los estudios, la mayoría referentes al ámbito local, se han centrado en temas de la religiosidad y actitudes de los españoles ante la muerte o el poder económico de la Iglesia en la época moderna.
Pero es a partir de un artículo de Enrique Soria cuando se comienza a enfocar el papel social de las capellanías como instrumentos de promoción social y de solidaridad familiar63.
Aunque algunos autores señalan que los bienes vinculados de las capellanías en pocas ocasiones alcanzaron la importancia de los que sustentaban los mayorazgos, en Vélez Blanco, el caso fue bien distinto: los bienes vinculados a principios del siglo XVIII se tasaron en 1.300 ducados por cada capellanía, muy superiores a los ofrecidos por Soria Mesa para otras zonas del reino de Granada: en 1642 Miguel Alonso de la Puerta, familiar del Santo Oficio de Iznalloz, fundó una capellanía valorada en 600 ducados; en 1646 Juan Bautista de Cuenca, vecino de Illora, otra tasada en 900 ducados.
Pero hubo también mayores dotaciones, como la capellanía fundada en 1607 por Cristóbal López Morón y su esposa, vecinos de Montefrío, sobre un cortijo de 104 fanegas de tierra y una haza de 50 fanegas; o la capellanía de su pariente Juan Ramírez de Tejada, veinticuatro de Granada, dotada con 1.500 ducados.
En Orce, el beneficiado Ldo. Esteban de Morales estableció a principios del siglo XVIII una capellanía sobre un huerto cercado de fanega y media y un cortijo de 250 fanegas de tierra64.
La dotación pretendía asegurar una holgada renta para el capellán, base de su sustento económico y, en su caso, trampolín para futuras aspiraciones.
Como mínimo debía alcanzar el nivel exigido por cada obispado para poder ingresar en el clero, es decir, la congrua65. El derecho sucesorio estaba regulado por la escritura fundacional.
Las capellanías de legos primaron la descendencia de los fundadores y su inmediato parentesco colateral sin excluir a los parientes por línea de mujer. Aunque los capellanes sólo podían ser varones, el derecho a la capellanía podían ostentar también mujeres, igual como en el caso de los patronos.
Enrique Soria denomina vinculaciones alternativas a capellanías laicales que se fundaron para un grupo de parientes que alternativamente primaban la sucesión de una rama y de otra.
La función era obvia: mantener la unión entre un grupo muy laxo de individuos, relacionados entre sí normalmente sólo por el parentesco con el fundador o fundadores.
Aunque Soria Mesa afirma que se han contabilizado mayores índices de fundaciones de capellanías en los siglos XVI y XVII, en Vélez Blanco se concentra la mayor parte de las fundaciones entre 1708 y 1715, tal vez debido a la situación de inseguridad creada por la Guerra de Sucesión67.
Las prácticas endogámicas, tan frecuentes entre las clases dirigentes, colaboraron en la existencia de multitud de derechos a las diferentes fundaciones establecidas por antepasados directos o, en mayor número todavía, por colaterales.
Por consiguiente, era muy importante la reconstrucción genealógica del linaje y una buena parte de la documentación familiar procede del interés por fijar los derechos a diferentes capellanías68.
Los llamamientos demuestran claramente la voluntad de los fundadores de mejorar una línea sucesoria frente a otras.
También es interesante observar la colaboración familiar en la fundación de capellanías como muestra evidente de la solidaridad grupal.
Eran empresas familiares y aunque los bienes iniciales no eran muy sustanciosos, con el paso del tiempo y la colaboración de diferentes ramas del grupo familiar, el patrimonio podía alcanzar un volumen considerable.
Por el contrario, para evitar acumulaciones de capellanías en manos de eclesiásticos ya bien situados, algunos fundadores estipularon en sus llamamientos como capellanes a los de órdenes menores frente a los que poseían mayores69.
En Vélez Blanco consta la fundación de 24 capellanías entre 1603 y 1745, en la mayoría de los casos destinados a hijos y sobrinos de los fundadores(1526), del beneficiado Hernán Valero (primera mitad del siglo XVI) y Pedro de Molina en María (1555).
Su fundador fue el mercader Jerónimo (Francés) de Ribera, nombrando por primer capellán a su sobrino Juan Malía, natural de la Puebla de don Fadrique79, sucediendo luego el licenciado Leonardo Rodríguez.
Patronos eran los dos beneficiados más antiguos de la iglesia de Santiago. Jerónimo mandó construir una capilla a la devoción de Ntra. Sra. del Rosario en la parroquia80. Aparte de una casa en una de las principales calles de Vélez Blanco, Jerónimo había reunido tres haciendas de población, otras 300 fanegas de tierras roturadas con sus ensanches, una casa en Topares y viñas.
Arrendaba rentas del marqués y daba préstamos. Jerónimo Francés dotó esta capellanía con 300 ducados para comprar una casa para el capellán más el “Molino de Enmedio” en la Ribera de Argan para su sustento. Aparte de la capellanía Jerónimo Francés instituyó un mayorazgo a favor del hijo mayor de su primo, Pedro de Ribera, y de Catalina Pérez, hija de Antón Francés81.
Otro caso de un acaudalado propietario fue el de Stefano (o Esteban) di Celo, casado desde 1657 con María Labad82, el cual reunió en diez años centenares de fanegas de terreno alrededor de la cortijada de Derde y en los colindantes pagos de la Alquería y del Bizmay, construyendo la ermita de Santa Gertrudis como lugar de memoria, vinculando María Labad varias labores “para ayuda, sustento y reparos de la dicha hermita”83.
Tanto María Labad como Stefano di Celo instituyeron sendas memorias perpetuas en honor de Ntra. Sra. de Gracia y Santa Gertrudis y San Esteban84.
En 1691 Stefano di Celo fundó una capellanía, estipulando que el primer patrono de la capellanía iba a ser su hijastro Mateo Recobeni, hijo del primer matri- monio de María Labad, con la obligación de decir 52 misas anuales en “la hermita que el otorgante y su muger hicieron en su cortixo en el partido del Vizmay de la adbocacion de Nuestra Señora de Gracia y Santa Gertrudis”.
El primer capellán fue el clérigo de menores Ginés López Tovar85. Como el obispo no quería ordenarle sacerdote si no se aumentaban sus rentas, Stefano di Celo le dotó con 140 fanegas de tierra con la condición de que volvieran a sus herederos una vez fallecido el capellán86.
En 1693 Juan Portero donó varias fincas a su nieto Ginés López Tovar, hijo de Juan López Tovar y de la difunta Juana Portero, para mejorar sus exiguas rentas de la capellanía. Ginés López Tovar llegó a ser también capellán de la capellanía de don Isidro de Barrionuevo87
Entre los años 1637 y 1641 se produjeron una serie de concesiones de capillas en la iglesia y en el convento a miembros de la oligarquía de Vélez Blanco, como en el caso de Martín Fernández Mateo, el cual obtuvo el 27 de agosto de 1638 licencia para una capilla en el convento de San Luis88, fundando Martín en 1644 la correspondiente capellanía. Martín declaraba al comienzo de la escritura que “yo querria ordenarme de orden sacro y para atenerlo y tener capellania que a titulo della se me den las hordenes necesarias y a los demas mis descendientes”.
Los capellanes tenían la obligación de decir anualmente dos misas por las almas de Martín Fernández y sus familiares, una el día de San Martín y la otra el día de San Lázaro. Para garantizar que los patronos fueran de su linaje, Martín nombró por el primer patrono a su hijo el clérigo D. Martín Mateo, y después a su otro hijo Juan Mateo, y luego los hijos de este, pasando del pariente más cercano al otro.
El mismo día otorgó su poder al racionero Antonio de Tapia y a Francisco López de Tapia para presentar a Martín Fernández Mateo como primer patrono y capellán y solicitar del obispo de Almería la colación89.
En esta serie de concesiones de capillas se enmarca la que el 12 de junio de 1641 obtuvo Pedro Navarro Inzaurraga del vicario general del obispado de Almería del “derecho de sepultarse y sentarse él i sus herederos y sucesores” en la capilla del Santo Cristo90, abonando los 1.000 reales que habían invertido las fábricas de la Iglesia en erigir esta capilla.
La quinta parte de esta capilla fue dotada en 1706 por el presbítero don Juan y su hermana doña Rosalía Navarro Inzaurraga, hijos del capitán don Andrés Navarro, con una capellanía constituida sobre una labor de 140 fanegas en la cortijada de El Contador, hoy día término municipal de Chrivel, donde la familia Navarro Inzaurraga poseía extensas propiedades desde 162791.
La familia era oriunda de Arhansus, vizcondado de Sola, con ejecutoria de hidalguía ganada en un pleito ante la chancillería de Pamplona entre 1601 y 1614.
Los hermanos Luis y Pedro Navarro Inzaurraga se trasladaron a vivir a Vélez Blanco, casándose Pedro Navarro con Catalina Ropero, llegando su hijo, el capitán Andrés Navarro Ropero, a ser administrador del marqués de los Vélez (1649). El hijo del capitán Navarro, don Isidoro Navarro, fue a su vez capitán de las milicias de Vélez Rubio.
Los Navarro Inzaurraga establecieron alianzas con las principales familias de la villa, tales como los Bernabé (Esteban Bernabé fue administrador del marqués de los Vélez), Martínez de la Iglesia, los Torrente de Villena, etc.
Doña Teresa de Vandelvira, viuda de Pedro Martínez de la Zarza y vecina de Vélez Blanco, fundó una capellanía con la obligación de celebrar 52 misas anuales92.
En un pleito sobre la sucesión en esta capellanía con el clérigo de primera tonsura Juan Laso de la Vega, el cura y beneficiado D. Juan Tomás Marín exigía que se le dieran los papeles originales de la información sobre su nobleza y limpieza de sangre de su linaje que procedía de Juan Sánchez de Vandelvira, vecino de Alcaraz y “armado cavallero de la vanda de Elvira, de quien prozede por linaje este otorgante”93.
Aparte de aumentar con muchos bienes el mayorazgo fundado por Alonso Rodríguez Moreno, el licenciado Leonardo Rodríguez Navarro fundó en 1676 dos capellanías con 2.000 ducados de dotación cada una, de las cuales una estaba en el convento de las Descalzas de Úbeda y otra su la capilla de la Concepción de la parroquia de Vélez Blanco.
El capellán tenía la obligación de decir 183 misas a lo largo de todas las semanas del año. Nombró por el patrono de la capellanía “a la persona y subzesor que es o fuere en el vinculo y maiorazgo que fundo Alonso Rodriguez Moreno, mi abuelo”, aparte del vicario y uno de los descendientes del licenciado Barrionuevo94.
En consonancia con la tendencia a satisfacer a varios familiares con la fundación de varios mayorazgos se produjo también la institución de varias capellanías, como en el caso del beneficiado D. Pedro Serrano y Miñano, impulsor de la “Escuela de Cristo” en Vélez Blanco.
Como capellán de la capellanía fundada en 1708 nombró a don Francisco López Yáñez, hijo del administrador marquesal don Melchor López Yáñez; y por primer patrono después de su fallecimiento a los hijos y descendientes de su difunta hermana doña María Serrano y Miñano, mujer de don Luis Navarro Inzaurraga, y luego de su también difunta hermana doña Juana Serrano y Miñano, mujer de don Martín de Falces95.
Para atender también a la familia de su madre, el beneficiado Serrano fundó una segunda capellanía en 1715, nombrando por su sucesor como patrono a su tío el abogado Cristóbal Miñano y Arce, vecino de Mula, y por primer capellán al hijo de éste, don Cristóbal Miñano y Blaya96.
El gobernador general de los estados del marqués de los Vélez, el licenciado don Luis Antonio de Casanova y Acosta, fundó una capellanía en 1742 nombrando por sus patronos los descendientes de su matrimonio con doña Bernarda Mariana de Heredia y Mateos, y luego a las líneas sucesorias del licenciado Casanova97.
Destacan los contados casos de fundaciones de ambos tipos de vinculaciones, es decir, mayorazgos y capellanías. En dos casos, los de Jerónimo Francés y de Esteban de Celo, se trata de extranjeros sin antecesores en Vélez Blanco, ambos ligados al mundo mercantil, los cuales consiguen reunir importantes cantidades de dinero e inmuebles. Vinculan parte de sus bienes en beneficio de un sobrino y de un hijastro, respectivamente, para consolidar el ascenso. También crearon lugares de memoria: Jerónimo Francés la capilla de Ntra. Sra. del Rosario, Esteban de Celo la ermita de Derde.
Mención aparte merece el mayorazgo de más envergadura fundado en el término de Vélez Blanco, el de la familia Rodríguez Navarro, por su longevidad y el importante aumento de bienes vinculados por el testamento del licenciado Leonardo Rodríguez Navarro, quién instituyó también dos capellanías. La perpetuación del apellido se vio truncada por falta de descendencia masculina, pero la alianza matrimonial con los futuros condes de Legazpi es un paradigma del ascenso de una familia en un plazo de tres generaciones.
Finalmente, la estrategia para consolidar el ascenso de la familia Díaz Abarca a lo largo del siglo XVIII se plasma en que los clérigos Bartolomé y Martín, dos de un total de tres hermanos varones, fundaran un total de cinco vínculos con cláusulas sucesorias de mutuo beneficio de todos los sobrinos que prácticamente evitaran que se partiera una gran parte del patrimonio de la familia.
Lugares de memoria
Al capital social pertenecían los lugares de memoria y perpetuación en un espacio sacralizado.
La variante más económica eran las memorias perpetuas de misas que se financiaban con censos cargados sobre inmuebles como casas y fincas98.
Otros lugares de memoria modestos eran las sepulturas en propiedad99. Más ostentosas eran las capillas que se instalaron, primero en la iglesia de la Magdalena (capilla bautismal de los Faura), luego en la parroquia de Santiago (Ginés de la Bastida, Jerónimo Francés, Jerónimo de Villarroel, Pedro Navarro, Alonso Rodríguez, Miguel Sánchez de Arroyo) y, finalmente, en el convento de San Luis (Pérez de Villarroel) para ostentar el orgullo sobre el propio linaje100. La capilla, aparte de finalidad funeraria, poseía una clara función propagandística. Cada linaje se vinculaba a una capilla, normalmente profusamente adornada, donde se enterraba a los fundadores y sus sucesores.
http://dialnet.unirioja.es/descarga/...lo/2538537.pdf
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
MAYORAZGOS, CAPELLANÍAS Y LUGARES DE MEMORIA COMO PERPETUACIÓN DEL ASCENSO SOCIAL DE LA OLIGARQUÍA DE UN CENTRO ADMINISTRATIVO DE SEÑORÍO. EL EJEMPLO DE VÉLEZ BLANCO (1588-1788)
Dietmar ROTH
Numerosas comunicaciones presentadas al congreso sobre élites, celebrado en octubre de 2006 en Córdoba y coordinado por el profesor Soria Mesa, aludían a las múltiples facetas del ascenso y movilidad social tanto en las grandes ciudades como en las villas de realengo y señorío, a las estrategias matrimoniales, a la consolidación de las redes de parentesco, el concepto del linaje y el ideal de su perpetuación, la ocupación de cargos concejiles y eclesiásticos, la vinculación de la propiedad, la consideración social y los lugares de memoria.
Se cumple asi el desideratum, manifestado no hace tanto tiempo, de que se acometieran estudios monográficos de carácter “microhistorico” para analizar la realidad social de la Edad Moderna recurriendo a fuentes documentales de muy diversa tipología1. La constitución de mayorazgos, capellanías y fundación de capillas y memorias perpetuas dejan patentes los intereses claramente definidos de reproducción del status y de la jerarquía familiar.
En la presente comunicación se analizará la vinculación de propiedades en Vélez Blanco, centro administrativo de las posesiones almerienses de los marqueses de los Vélez.
La formación de la oligarquía local
La elite local de Vélez Blanco tiene varios orígenes. Por una parte se encuentran a las familias al servicio directo de la casa marquesal, en funciones como administradores de propios y rentas, alcaides de la fortaleza, veedores, sobreguardas mayores de montes, etc.
A excepción de los alcaldes mayores, las familias de las personas al servicio de la casa marquesal permanecerán durante una o dos generaciones en Vélez Blanco, tales como Diego Faura, alcaide del castillo de Vélez Blanco desde 1511, y su hijo y sucesor Alonso; o Ginés de la Bastida y su hijo Rodrigo, ambos veedores de los marqueses.
Una vez que la corte marquesal se trasladó de Vélez Blanco a Mula, la familia Bastida se marchó a Baza vendiendo sus propiedades velezanas.
Otros miembros de familias de la oligarquía local se trasladaron a Madrid para entrar en el servicio real, tales como Juan de Mula Saavedra (oficial mayor de la secretaría de la camara, 16302), el licenciado Juan de Acosta Moreno, teniente de corregidor (1641), hermano del administrador del marqués don Diego de Acosta; don Isidro de Barrionuevo (caballerizo del conde de Ayala, 1670) o Francisco Martínez de Perona, capellán del Consejo de Indias (1693), secretario del sexto marqués de los Vélez en Nápoles (1678 - 1681) y Madrid3.
Juan de Falces llegó a ser administrador de las salinas del reino de Murcia, don Andrés Navarro de Álava sargento mayor de Manila con encomienda5, don Ignacio Cruzate Valcárcel oidor en la audiencia de Santa Clara del reino de Nápoles.
Por otra parte se formó una oligarquía de orígenes sociales más modestos, fa- milias atraídas durante la repoblación del primer marqués don Pedro Fajardo, que obtuvieron extensas propiedades especialmente en las zonas de secano del norte de la comarca, como son Topares, Barrax y el campo de la Alfahuara, tierras en época nazarita fronterizas sin poblar.
En un par de generaciones, varias de estas familias se consideraban hijosdalgos notorios, tal como lo demuestran varios poderes que se otorgaron en octubre y noviembre de 1642 por parte del capitán don Diego de Acosta Moreno, Melchor Ramírez (sobreguarda mayor de los montes del marquesado), Juan Fernández Mateo, Silvestre de Villarroel, el abogado Domingo Zapata y Mendiola, Julián Fernández Valera, Juan de la Iglesia Pascual, Pedro Miñano Arce, Francisco Sanz, don Juan de Lizarán, don Bernabé de Villarroel, Francisco Pérez de Villarroel y Miguel de Santonge para comparecer ante la justicia por haber sido avisados “para que los hijosdalgo vayan a la jornada que su magestad a hecho a los reynos de Aragon y Valençia y a las que tuvieren lixitima escusa les aya por escusados, y porque ellos como hijos dalgo se registraron”7.
La riqueza
Una vez superada la visión tradicional de una comunidad campesina débil y homogénea en los señoríos, en la historiografía actual está asentada la tesis de la gran diferenciación existente en este grupo, donde destacaban los labradores ricos, dueños de extensas propiedades agrarias y clase dirigente en el ámbito local8.
Es el caso de Vélez Blanco, donde las familias repobladoras de la primera mitad del siglo XVI consiguieron reunir extensas propiedades en la subcomarca norte y en la fértil vega de Vélez Blanco (viñas, olivares y huertas).
La casa marquesal utilizó la concesión de mercedes de tierra a los vecinos como premios de fidelidad y como recurso para aumentar las rentas gracias al impuesto de la treintena, beneficiándose varios miembros de la oligarquía local de estas mercedes.
Esta estrategia había sido empleada ya en épocas del segundo marqués con los vecinos moriscos para contrarrestar la influencia de los cristianos viejos y se volvería a utilizar en época del cuarto marqués para los vecinos fuesen dóciles al causa marquesal frente a aquellos que reivindicaban las libertades de la repoblación, como la exención del pago de alcabalas o la elección de un procurador síndico9.
El poder local
Desde la repoblación efectuada por el licenciado Bonifaz en 1574, el marqués nombraba anualmente los cargos concejiles de una lista de “personas dobladas” pre- sentada por el concejo abierto. No existían regidurías perpetuas, sino que los oficiales cambiaban anualmente, aunque en la práctica se repetían las personas y los apellidos. El desempeño de estos cargos será aducido más tarde como prueba de tener hidalguía notoria, como es el caso de la familia Belmonte. En 1819 el clérigo José Inocencio Belmonte-Suárez Díaz Fajardo basó su petición para acceder al hábito de Santiago en que todos sus antepasados habían sido “hijosdalgo notorios de sangre según fuero y costunbre de España, y como tales han sido y son tenidos y comunmente reputados, como de las familias primeras y mas principales de mayor lustre coxiendo buena fama y opinion de esta villa, obteniendo por ello los empleos honorificos de ella de alcaldes y regidores de naturales u originarios, los que se tienen y siempre han tenido como actos positibos de nobleza, como los de procuradores sindicos de sus ascendientes y causantes, hasta sus primeros que lo fueron cavalleros conquistadores en la que los Reyes Catolicos hicieron de este Reyno de Granada, habiendo sido por igual razon todos y cada uno yndividuos de la esclavitud o archicofradia del Santisimo Sacramento, corporacion la mas ilustre y unica de esta clase”10.
Las estrategias familiares
El ideal de la perpetuación del linaje, es decir varias ramas familiares con un antepasado común, se reflejaría y se manifestaría en la vinculación perpetua de inmuebles, es decir la constitución mayorazgos y capellanías/patronatos de legos. Las familias hacían los mayores esfuerzos para mantener unidos apellidos, linaje y bienes vinculados por ejemplo a través de los matrimonios entre el tío y la sobrina o entre primos-hermanos para unificar las ramas familiares.
La relación familia-linaje y mayorazgo-linaje giraba alrededor del apellido y su mantenimiento, lo que explica también la acumulación como estrategia. Alrededor del entramado entre familia celular, parentela y linaje se mantenían las relaciones clientelares, resortes de poder11.
Como una consecuencia de la difusión del derecho romano en el siglo XI y el Concilio de Letrán (1215), la mujer se consideraba como equilibrio del sistema familiar. En este sentido hay que entender también el papel de la dote como bienes propios de la mujer y sus descendientes gestionados por su marido. Esta evolución tendría consecuencias tanto para las herencias (deduciendo en las particiones de bienes los valores de las dotes entregadas a las hijas), como para las alianzas familiares y la consolidación de linajes.
La dote es un instrumento para invertir en parentesco. La consanguinidad y la propiedad inmobiliaria son dos reflejos de esta inversión en estrategias de unidad familiar y patrimonial12.
Los mayorazgos
Los mayorazgos sirvieron como estrategia de ascenso social para intentar conseguir una hidalguía notoria e incluso un título nobiliario.
La fundación del primer mayorazgo en Vélez Blanco data del año 1588, fecha en la que el titular del señorío ya había abandonado la villa de Vélez Blanco para trasladarse a Mula.
En Vélez Blanco hemos podido documentar la fundación de 39 mayorazgos hasta 1788, cuya dotación podía variar entre vincular una casa, el caso más frecuente, y la dotación con 700 fanegas de tierra.
Los sucesores en una gran parte de los casos fueron los primogénitos, en una fundación lo fue la hija por falta de sucesor varón y en otro caso la ahijada.
A falta de hijos herederos se nombraba a los hermanos, a la esposa o a los sobrinos. Están documentados once casos de sobrinos como sucesores, seis de sobrinas, uno de una hija de sobrina, dos casos de hermanos, en un caso la mujer.
En cinco casos no conocemos la sucesión por no haber encontrado la correspondiente documentación.
El primer mayorazgo documentado para Vélez Blanco, y uno de más importancia durante siglos, fue el instituido en noviembre de 1588 por Alonso Rodríguez, mayor contribuyente de Mula y Vélez Blanco.
Alonso era hijo de Ana de Acosta y Macián Rodríguez, un repoblador afincado en Vélez Blanco desde 1516. Se vincularon extensas labores en los pagos de Topares y Canaloba, en el norte del término municipal, y una casa en la calle principal de Vélez Blanco, la Corredera, a favor de su hijo Miguel y sus descendientes17.
El nieto de Alonso, el capitán Alonso Rodríguez Navarro, encargó la obra de la capilla familiar en la iglesia de Santiago (1609/1619) como lugar de memoria18.
La hermana del capitán, doña María Florián Rodríguez, casada con el madrileño Manuel Felipe de Legazpi, heredó el mayorazgo, en el cual sucedió su hijo Manuel Tomás de Legazpi, oficial de la secretaría de estado de la na- vegación del norte, quien en 1690 consiguió el hábito de la orden de Calatrava19.
El mayorazgo permanecería vinculado a la casa de Legazpi hasta finales del siglo XVIII, cuando pasa a los condes de Gavia. La administración de las propiedades vinculadas corría a cargo de miembros de la oligarquía local.
El canónigo y licenciado Leonardo Rodríguez Navarro (1593-1676), tío de doña María Florián Rodríguez, aumentó este mayorazgo con varias casas-cortijo y extensas tierras de los términos de Vélez Blanco (Canaloba y Topares) y Lorca, aparte de legar varios censos.
El licenciado Rodríguez fundó también una capellanía y unas obras pías para casar huérfanas20.
Colindante con el mayorazgo de la familia Rodríguez se encontraba el vínculo de una labor con casa perteneciente a la familia Aguino (o Iguino). Los primeros miem- bros documentados de esta familia, Machín de Aguino y Magdalena de la Retama eran propietarios de un mesón con mancebía en Huéscar.
La familia Aguino estaba relacionada con las principales familias de la oligarquía comarcal, como los Lizarán, Bermúdez o Sánchez de Molina, incorporando en 1695 la herencia de don Juan de Lizarán22.
Doña Marina de Aguino se casó con Tello de Argote, alcaide del castillo de Vélez Blanco, procreando a don Juan de Argote y Aguino, desde 1622 caballero de Santiago y residente en Madrid23.
El hermano de doña Matina era don Andrés de Aguino y Lizarán fue administrador de las salinas del partido de Almería24. Don Miguel Sánchez Arroyo le dejó como legado en forma de vínculo 1.000 ducados a don Pedro de Aguino, hijo de don Pedro de Aguino y de su sobrina doña Quiteria Sánchez Arroyo, para comprar otras propiedades, preferentemente un molino, para agregar todo esto al mayorazgo de los Aguino. El propio don Miguel Sánchez Arroyo mandó fundó otro vínculo sobre una casa “y la casa que llaman de la polbora y el afino” a favor de su sobrino don Manuel Lopez Yañez25.
En 1764 don Antonio de Aguino Bermúdez agregó a este vínculo su casa en la calle Corredera “para esplendor de la familia”26.
Desde que Vélez Blanco perteneciera al señorío del conde de Lerín, entre 1495 y 1501, se afincaron en la villa numerosas familias procedentes del vizcondado de Sola, en la Baja Navarra.
Es el caso de los Santonge-Falces-Ategui, con ejecutoria de hidalguía ganada ante la Chancillería de Pamplona en 156327. Jaime de Santonge, familiar del Santo Oficio, llegó a ser alcalde y, como apoderado del segundo marqués, contradijo el apeo de las hacienda de los moriscos expulsados en diciembre de 1571.
En 1604, Jaime de Santonge y su mujer Ana de Ategui establecieron un vínculo a favor de su hijo Diego “porque tenemos expiriençia que los bienes que se parten, se consumen sobre el tiempo y quedando agregados permaneçen, e de pequeñas doctaçiones se bienen a hazer estados por lo qual a munchos dias que deseamos ynstituir un binculo de alguna parte de nuestros bienes” a favor de su hijo Diego de Santonge Falces. Fue el vínculo con la mayor dotación de tierras: 700 fanegas de secano y muchas casas en el pago de Almadique y la fuente de la Puerca, a medio camino entre Vélez Blanco y Topares28.
Una vez asegurada la perpetuidad de los inmuebles, Diego de Santonge Falces pretendía perpetuar su linaje con un lugar de memoria. En su testamento de 1608 estipuló ser enterrado en la sepultura de sus padres en la parroquia de Santiago “para que despues se traslade a una hermyta que se a de hazer a onor y reberençia de señor San Josefe”, reslatando la preeminencia de la familia con la institución de una memoria perpetua de 52 misas anuales, determinando que “esta la digan los benefiçiados hasta en tanto que mys padres o hermanos ynstituyan capellanya porque el dia que la ayan ynstituido quiero que el capellan que fuere diga las dichas mysas “29. En 1606, Jaime de Santonge y su mujer establecieron un segundo vínculo, esta vez a favor de su hijo Miguel30, con un total de 330 fanegas de tierras en los pagos de la Alfahuara y la Hoya del Marqués. Finalmente, Jaime de Santonge le donó a su tercer hijo, el licenciado Martín de Falces, 60 fanegas de tierra de secano, un cercado de 26 tahullas de viñas, dos fanegas de tierra blanca en el pago de Canales, tinajas con una capacidad de 400 arrobas y medio día de agua, todo valorado en otros 800 ducados31.
En 1618 el licenciado Martín de Falces Ategui vinculó estas y otras propiedades, determinando que “en este vinculo se guarden todas las condiçiones que contiene el vinculo que mis padres hiçieron en el Almadique” y señalando a su sobrino Jaime de Santonge Ategui como sucesor en el mismo32.
Por parte de la otra rama de la familia Santonge-Falces-Ategui, doña Graciana del Arce y Noguerón, viuda de Andrés de Falces Ategui, “teniendo en consideraçion que por derecho dibino y umano es permitido que los onbres dejen memoria de sí e de sus pasados, mayormente aquellos que los an ganado a servizio de dios nuestro señor y defendiendo su santa fee catolica, sirbiendo a sus reyes y que dello vienen grandes provechos asi para que aquellos a quien se hazen [...] e para perpetuar y memoria de los pasados y apellidos dellos e porque las cosas questan sujetas a division facil- mente se gastan disminuyendo para que los a quien se hazen las dichas donaçiones e mexoras tengan con que sustentarla onrra e nobleça de sus pasados y con que serbir a sus reyes e señores naturales e ayudar los pueblos donde vivieren”, instituyó en 1607 un mayorazgo sobre 194 fanegas de tierra en el pago de Taibena, “queran de los Vandelviras y de Bartholome Bayllo”, términos de Lorca y Vélez Blanco, a favor de su hijo don Andrés de Ategui y su descendencia con la condición de que Andrés vinculara otra labor que había comprado en el dicho pago33.
El capitán don Andrés de Ategui, alcalde Vélez Blanco en alguna ocasión, también administrador de los bienes del licenciado Leonardo Rodríguez Navarro y mayordomo de la cofradía del Santísimo Sacramento, estuvo casado con doña Mariana Tortosa Bocanegra, mientras que su hija doña Luisa de Ategui y Bocanegra fue esposa del jurista Juan Lucas Cortés, quien llegó a ser consejero del Consejo de Castilla34. El vínculo de los Ategui pasaría más tarde a la familia lorquina de los Pérez de Meca.
Otras familias de origen navarro fundaron también mayorazgos, tal como hizo en 1698 Domingo de la Fuente Oscabia, heredero universal de doña María de Aulestia Baquedano, viuda de Pedro Navarro Fuentes, a favor de Petronila Martí- nez, mujer en primeras nupcias de Jacinto Navarro Ropero y en segundas de Isidro Quevedo, “a quien yo e criado desde que tubo un año en la estimacion de hija mia”. Después de la muerte de Petronila pasaría el vínculo a don Miguel Antonio Navarro; hijo de la citada Petronila Martínez y Jacinto Navarro Ropero (o Inzaurraga). Si faltara alguna descendencia, mandaba fundar una capellanía cuyos patronos serían los dos beneficiados más antiguos para nombrar como capellán a un sacerdote natural de Vélez Blanco36.
Resumiendo se puede afirmar que a principios del siglo XVII se fundaron varios mayorazgos por familias enriquecidas durante la segunda mitad de la centuria anterior, como es también el caso de Francisco Martínez de Rutia, acaudalado carpintero con bienes tasados en más de 3.000 ducados, regidor en alguna ocasión, casado primero con doña Gregoria de Mena y luego con doña Clara de Aguilar.
En su testamento de 1613 creó un vínculo sobre la propia casa familiar, cien fanegas de tierra de naturales37 en el pago de Canaloba, otros pedazos de tierra en la Fuente de Ejeo y diez fanegas de tierra en las Cañadas a favor de su hijo Francisco Martínez de Rutia.
En el caso de quedarse éste sin herederos directos, el mayorazgo reacaería en el hijo mayor de doña Juana de Urrutia, mujer de Diego de Acosta Moreno, ad- ministrador del marqués de los Vélez38.
El ascenso social de algunas familias podía hacer forzoso su movilidad geográfica, como en el caso de la familia Fernández Valera. Martín Fernández Valera se había afincado en Vélez Blanco en el primer tercio del siglo XVI, dotando su hijo Ginés la ermita de la Virgen de las Nieves, sita en la cortijada de Topares, centro de las pose- siones familiares, con catorce fanegas para sustentar el culto. De los cinco hijos de Ginés, Julián Fernandez Valera llegó a ser alcalde de Vélez Blanco y regidor perpetuo de Lorca; Pedro, abogado en la Real Chancillería de Granada y Alonso procurador del número en Vélez Blanco39.
En su testamento de 1633 Diego Fernández Valera instituyó un mayorazgo sobre una casa en la calle Corredera y 200 fanegas de tierra en los pagos de Barrax y Topares. Pero a mediados del siglo XVII Diego Fernández Valera entró en conflicto con miembros de la oligarquía velezana afin al marqués de los Vélez, acusándoles de corrupción y ser contrarios al bien común, lo que explicaría que en la década de 1660 ya no viviera ninguno de los cinco hermanos en Vélez Blanco.
Aparte de sus extensas propiedades en Topares, Diego Fernández Valera había comprado un molino harinero en el barranco de las Fuentes de Vélez Blanco.
En una petición sobre la sucesión en el vínculo, don Pedro Sánchez Rubio Fernández Valera declaró que los Fernández Valera “an sido en esta villa avidos, tenidos y comunmente reputados por hijosdalgo notorios”41.
Varias familias al servicio de la casa marquesal fundarían también mayorazgos y vínculos. Diego de Villarroel sirvió como alcaide del castillo, teniente de alcalde mayor y en otras funciones.
Fue el primer miembro de esta familia afincado en Vélez Blanco acumulando vastas propiedades inmobiliarias, buena parte de ellas adquiridas a los repobladores después de la expulsión de los moriscos.
Su hijo Jerónimo sirvió como capitán de los tercios en Sicilia.
En su testamento de 5 de septiembre de 1640, su nieto Juan Pérez de Villarroel vinculó la mayor parte de sus bienes, con la particularidad de instituir como sucesoras, primero a su mujer doña Francisca de Guevara, luego su cuñada doña Luisa de Guevara y después la línea sucesoria de doña Juana Pérez de Villarroel, hermana de su cuñado Juan Pérez42.
Otro miembro de la misma familia, Francisco Pérez de Villarroel, instituyó un mayorazgo y vínculo sobre una labor de secano con casa, era y pozo en el pago de Campillo, término de Vélez Rubio, cargando sobre esta labor dos ducados de pensión cada año para pagar una memoria de misas por él, su mujer y demás familiares, que “se an de deçir en la capilla del señor San Juan Baptista que Juan Perez de Villarroel mi hermano tiene en el el combento del señor San Luis”43.
Sorprende que la familia Acosta Moreno, vinculada durante generaciones a la casa marquesal como sus administradores de rentas, no fundara un mayorazgo hasta finales del siglo XVII. Diego de Acosta Moreno (I), administrador del marqués durante más de cuarenta años, también fue nombrado en alguna ocasión teniente de alcalde mayor y administraba la hacienda de don Juan de Argote, hijo de Tello de Argote, alcaide del castillo de Vélez Blanco44. Reunió muchas propiedades en ganado, censos e inmuebles, entre ellos una labor de 600 fanegas con casas, era, pozo y ejido.
En su testamento, su mujer doña Juana de Urrutia hace referencia a la capilla de San Juan que ella había mandado edificar en el nuevo convento franciscano de San Luis. Su hija doña Isabel de Acosta y Urrutia, se casó en 1619 con el licenciado Juan Correa de Tapia, abogado en la Real Chancillería, con una dote de 4.000 ducados45.
El hijo mayor de Diego y doña Juana, don Diego de Acosta Moreno (II), sucedió en el cargo de administrador y se casó en 1629 con doña María de Gea, hija y heredera univer- sal de Bernabé de Gea y Quiteria Martínez, con una dote de 4.000 ducados. Don Diego, capitán de la milicia de Vélez Blanco en Fuenterrabía, fue nombrado alcaide del castillo y teniente de alcalde mayor en 1642.
El tercer hermano, el licenciado don Juan de Acosta Moreno, desempeñó el cargo de alcalde mayor de Antequera y, siendo ya vecino de Madrid, el de consultor del Santo Oficio, teniente de corregidor de Madrid y auditor de guerra de la corte. En 1669 se veló a don Diego de Acosta Moreno (III), hijo de don Diego de Acosta Moreno y de doña María de Gea, con doña Mariana de Meneses y Monroy, hija de don Esteban de Meneses (comendador de Caravaca) y de doña Ana María Monroy47. Don Diego ocupó los cargos de administrador de rentas de la marquesa de San Leonardo, teniente de alcalde mayor y, desde 1689, teniente de alcaide del castillo.
Su hija doña María de Acosta Moreno Meneses se casó con licenciado don Pedro Miñano y Arce, abogado de la Real Chancillería. El hijo de don Diego de Acosta Moreno (III), también llamado don Diego de Acosta Moreno (IV) había sido clérigo de órdenes menores, pero en 1705 se casó con doña Rosa López Ruiz, hija de Asensio López Ruiz y de Rosalía Mellado.
Su tía, doña María de Acosta, deseando “la conserbacion de la familia probiniente de don Diego de Acosta, mi padre, y de doña María de Exea, mi madre”, fundó un vinculo y patronato de legos sobre su casa y la tercera parte de su cercado de viñas a favor de su sobrino don Diego de Acosta Moreno (IV)48.
Mientras, don Diego de Acosta Moreno (IV) se trasladaría a vivir a Cacabelos (León), ejerciendo el cargo de alcalde mayor de Villafranca del Bierzo. La familia Acosta Moreno se extinguiría en Vélez Blanco a finales del siglo XVIII49.
El presbítero don Antonio López Ruiz, hijo de Juan López Ruiz y María López, fundó en 1727 un vínculo a título de mayorazgo, señalando como primer poseedora a doña Mariana de Acosta, hija de don Diego de Acosta Moreno y de su sobrina doña Rosa López. Una vez extinguida la línea de doña Mariana, entraría la de su hermana doña Juana de Acosta, y luego en su hermano don Diego de Acosta. Su previsión le hizo establecer como condición que si se acabaran todas las líneas su- cesorias, el mayorazgo se reduciría a capellanía colativa y se entregaría al sacerdote más pobre y virtuoso, natural de Vélez Blanco, nombrando por sus patronos a los dos beneficiados más antiguos50.
Mencía Hernández de Córdoba, natural de Vélez Rubio y mujer del sobreguarda mayor de los montes del marquesado Melchor Ramírez, fundó un mayorazgo sobre la labor del alcaide Faura a favor de su hijo Isidro Ramírez51.
Los Barrionuevo (o Barnuevo) pertenecían a uno de los doce linajes de Soria afincados en Vélez Blanco en tiempos del primer marqués52, viviendo parte de la familia en Huéscar. Varios miembros de la familia fueron alcaldes, siendo Francisco
de Barrionuevo perseguido por la Inquisición en 1561, tal vez por sus estrechas relaciones con la comunidad morisca.
Isidro de Barrionuevo y su mujer doña Lucía de Villaescusa fundaron un mayorazgo y vínculo sobre una casa en la calle Corredera, aparte de la casa vinculada que habían heredado de la madre de doña Lucía en la calle San Agustín. Compró también un molino harinero en el barranco de las Fuentes de Vélez Blanco.
Su hija doña Catalina de Barrionuevo se casó con Julián de Alami- quez, hijo del capitán Antonio Gómez de Esquivel, administrador de los hermanos del segundo marqués don Luis Fajardo y de los hijos de don Diego Fajardo53.
Don Isidro de Barrionuevo Ruiz de Molina llegó a ser cavallerizo de los condes de Ayala, instituyendo en su testamento de 1693 varias obras pías54.
El escribano Pedro Muñoz, hermano del beneficiado y licenciado Fernando Muñoz y tío del beneficiado y licenciado Juan Capel, vinculó todos sus bienes a favor de su sobrino Pedro Muñoz de Guevara, determinando de vender las haciendas de población para comprar otras fincas de pleno dominio con la misma cantidad de viñas.
Pedro Muñoz incluyó una interesante fórmula de posesión del vínculo, mandando que el sucesor viviera en Vélez Blanco “porque pueda tener bien labrados y reparados los bienes y si no viviere en esta villa, los gozen los demas mis sobrinos [...] por su antigüedad y gozen cada uno quatro años ellos y sus desçendientes”55.
En el siglo XVIII aparecieron diversos casos de fundar dos o más vínculos para favorecer a varios familiares simultáneamente.
Es el caso del beneficiado y licenciado don Juan Tomás Marín, quien constituyó un vínculo sobre la casa con bodega y lagar en la calle de San Agustín a favor de su hermano don Alonso Tomás Marín, alguacil mayor de Vélez Rubio.
En caso de extinguirse todas las líneas sucesorias, la casa pasaría a la cofradía de las Benditas Ánimas56.
Pero el ejemplo por excelencia de vincular propiedades familiares y dotar a varios familiares simultáneamente es el de la familia Díaz Abarca.
En su testamento de 1781, el presbítero don Martín Díaz Abarca García, comisario del Santo Oficio, fundó un total de cuatro vínculos a favor de tres sobrinas y un sobrino suyos, determinando que, una vez extinguida una de las líneas sucesorias, un vínculo se incorporaría al otro y, faltando todas las demás líneas sucesorias, recaerían en su primo don Luis José García Belmonte57.
El hermano de don Martín, el beneficiado don Bartolomé Díaz Abarca, también comisario del Santo Oficio, instituyó otro vínculo sobre 1.099 marjales de tierra en la vega de Granada y otras tierras en los términos de La Malá y Montejícar, “cuyas haciendas pertenecieron a los jesuitas expulsos”, a favor de su sobrino don Bartolomé Díaz López y, a falta de las demás líneas sucesorias, este vínculo recaería en los sucesores en el vínculo fundado por su hermano don Martín Díaz Abarca. Agregó 2.000 reales al vínculo fundado por su sobrina doña Antonia García Díaz, “a quien eduqué desde su niñez y entró religiosa mercenaria”58.
El padre de ambos presbíteros, don Bartolomé Díaz Abarca, alcalde de población en 1744, había fundado el 7 de marzo de 1730 una capellanía nombrando por primer capellán a su hijo, el presbítero don Martín Díaz Abarca. Como don Martín en 1744, declaró “tener este otorgante bienes y rentas suficientes para su manutencion y ostentacion correspondiente a su estado asi por los que ha adquirido como por cierta donacion que le han hecho dichos sus padres de dos mil ducados”, cedió esta capellanía a su hermano don Bartolome Díaz Abarca59.
La sucesión en las propiedades vinculadas fue causa de numerosísimos conflictos, como el caso de don Pedro Fernández del Rincón, vecino de Vélez Rubio, el cual mantuvo un pleito contra Juan Montesinos, vecino de Vélez Rubio, marido de doña Mencía Fernández del Rincón, y contra los hijos del difunto don Diego Fernández del Rincón, vecino de Mula, sobre una labor y cortijo en el pago del Campillo, término de Vélez Rubio, vinculados por Martín del Rincón (o de Ruescas), vecino de Vélez Blanco, en el cual sucederían y que pertenecía a don Pedro Fernández del Rincón como hijo de don Pedro Fernández del Rincón, primer llamado después de la muerte de don Diego Fernández del Rincón, vecino de Mula y último poseedor del vínculo60.
En su testamento de 14 de mayo de 1689 don Diego Fernández del Rincón había declarado que su tío Martín de Ruescas había fundado este vínculo, en el cual había sucedido el propio don Diego por la muerte de Juan Cano de Ruescas, primer poseedor del vínculo, y que después de don Diego Fernández del Rincón pasaría a su hijo don Diego del Rincón61.
La sucesión en los vínculos, mayorazgos y capellanías fue un asunto meticulo- samente contemplado en las escrituras de fundación: María de Sola, natural de Gotane (vizcondado de Sola) y viuda del caravaqueño Alonso Sánchez López Pérez, era poseedora de un vínculo con una ermita en un cortijo del pago de Dunela, en la vega de Vélez Blanco.
María de Sola determinó que la sucesión en este vínculo se produjera un día después de una misa celebrada por el padre guardián del convento de San Luis echando suertes con los nombres de todos sus hijos en un vaso o un jarro, removiendo bien los papeles, sacando un “niño estraño” una papeleta con el nombre del sucesor en el vínculo, el cual tenía que observar todas las condiciones de la fundación “y asi mismo se entregara de un libro de quartilla con forro de per- gamino que contiene la fundazion y en que se escriben las cartas de pago de misas de memoria de dicho vinculo.
Las capellanías
La importancia de la propiedad vinculada en la España Moderna contrasta con el todavía reducido número de estudios sobre este tema, especialmente en lo referente a los aspectos sociales de esta institución. Es menor todavía la atención que se ha prestado a los patronatos, capellanías y memorias de misas.
Los estudios, la mayoría referentes al ámbito local, se han centrado en temas de la religiosidad y actitudes de los españoles ante la muerte o el poder económico de la Iglesia en la época moderna.
Pero es a partir de un artículo de Enrique Soria cuando se comienza a enfocar el papel social de las capellanías como instrumentos de promoción social y de solidaridad familiar63.
Aunque algunos autores señalan que los bienes vinculados de las capellanías en pocas ocasiones alcanzaron la importancia de los que sustentaban los mayorazgos, en Vélez Blanco, el caso fue bien distinto: los bienes vinculados a principios del siglo XVIII se tasaron en 1.300 ducados por cada capellanía, muy superiores a los ofrecidos por Soria Mesa para otras zonas del reino de Granada: en 1642 Miguel Alonso de la Puerta, familiar del Santo Oficio de Iznalloz, fundó una capellanía valorada en 600 ducados; en 1646 Juan Bautista de Cuenca, vecino de Illora, otra tasada en 900 ducados.
Pero hubo también mayores dotaciones, como la capellanía fundada en 1607 por Cristóbal López Morón y su esposa, vecinos de Montefrío, sobre un cortijo de 104 fanegas de tierra y una haza de 50 fanegas; o la capellanía de su pariente Juan Ramírez de Tejada, veinticuatro de Granada, dotada con 1.500 ducados.
En Orce, el beneficiado Ldo. Esteban de Morales estableció a principios del siglo XVIII una capellanía sobre un huerto cercado de fanega y media y un cortijo de 250 fanegas de tierra64.
La dotación pretendía asegurar una holgada renta para el capellán, base de su sustento económico y, en su caso, trampolín para futuras aspiraciones.
Como mínimo debía alcanzar el nivel exigido por cada obispado para poder ingresar en el clero, es decir, la congrua65. El derecho sucesorio estaba regulado por la escritura fundacional.
Las capellanías de legos primaron la descendencia de los fundadores y su inmediato parentesco colateral sin excluir a los parientes por línea de mujer. Aunque los capellanes sólo podían ser varones, el derecho a la capellanía podían ostentar también mujeres, igual como en el caso de los patronos.
Enrique Soria denomina vinculaciones alternativas a capellanías laicales que se fundaron para un grupo de parientes que alternativamente primaban la sucesión de una rama y de otra.
La función era obvia: mantener la unión entre un grupo muy laxo de individuos, relacionados entre sí normalmente sólo por el parentesco con el fundador o fundadores.
Aunque Soria Mesa afirma que se han contabilizado mayores índices de fundaciones de capellanías en los siglos XVI y XVII, en Vélez Blanco se concentra la mayor parte de las fundaciones entre 1708 y 1715, tal vez debido a la situación de inseguridad creada por la Guerra de Sucesión67.
Las prácticas endogámicas, tan frecuentes entre las clases dirigentes, colaboraron en la existencia de multitud de derechos a las diferentes fundaciones establecidas por antepasados directos o, en mayor número todavía, por colaterales.
Por consiguiente, era muy importante la reconstrucción genealógica del linaje y una buena parte de la documentación familiar procede del interés por fijar los derechos a diferentes capellanías68.
Los llamamientos demuestran claramente la voluntad de los fundadores de mejorar una línea sucesoria frente a otras.
También es interesante observar la colaboración familiar en la fundación de capellanías como muestra evidente de la solidaridad grupal.
Eran empresas familiares y aunque los bienes iniciales no eran muy sustanciosos, con el paso del tiempo y la colaboración de diferentes ramas del grupo familiar, el patrimonio podía alcanzar un volumen considerable.
Por el contrario, para evitar acumulaciones de capellanías en manos de eclesiásticos ya bien situados, algunos fundadores estipularon en sus llamamientos como capellanes a los de órdenes menores frente a los que poseían mayores69.
En Vélez Blanco consta la fundación de 24 capellanías entre 1603 y 1745, en la mayoría de los casos destinados a hijos y sobrinos de los fundadores(1526), del beneficiado Hernán Valero (primera mitad del siglo XVI) y Pedro de Molina en María (1555).
Su fundador fue el mercader Jerónimo (Francés) de Ribera, nombrando por primer capellán a su sobrino Juan Malía, natural de la Puebla de don Fadrique79, sucediendo luego el licenciado Leonardo Rodríguez.
Patronos eran los dos beneficiados más antiguos de la iglesia de Santiago. Jerónimo mandó construir una capilla a la devoción de Ntra. Sra. del Rosario en la parroquia80. Aparte de una casa en una de las principales calles de Vélez Blanco, Jerónimo había reunido tres haciendas de población, otras 300 fanegas de tierras roturadas con sus ensanches, una casa en Topares y viñas.
Arrendaba rentas del marqués y daba préstamos. Jerónimo Francés dotó esta capellanía con 300 ducados para comprar una casa para el capellán más el “Molino de Enmedio” en la Ribera de Argan para su sustento. Aparte de la capellanía Jerónimo Francés instituyó un mayorazgo a favor del hijo mayor de su primo, Pedro de Ribera, y de Catalina Pérez, hija de Antón Francés81.
Otro caso de un acaudalado propietario fue el de Stefano (o Esteban) di Celo, casado desde 1657 con María Labad82, el cual reunió en diez años centenares de fanegas de terreno alrededor de la cortijada de Derde y en los colindantes pagos de la Alquería y del Bizmay, construyendo la ermita de Santa Gertrudis como lugar de memoria, vinculando María Labad varias labores “para ayuda, sustento y reparos de la dicha hermita”83.
Tanto María Labad como Stefano di Celo instituyeron sendas memorias perpetuas en honor de Ntra. Sra. de Gracia y Santa Gertrudis y San Esteban84.
En 1691 Stefano di Celo fundó una capellanía, estipulando que el primer patrono de la capellanía iba a ser su hijastro Mateo Recobeni, hijo del primer matri- monio de María Labad, con la obligación de decir 52 misas anuales en “la hermita que el otorgante y su muger hicieron en su cortixo en el partido del Vizmay de la adbocacion de Nuestra Señora de Gracia y Santa Gertrudis”.
El primer capellán fue el clérigo de menores Ginés López Tovar85. Como el obispo no quería ordenarle sacerdote si no se aumentaban sus rentas, Stefano di Celo le dotó con 140 fanegas de tierra con la condición de que volvieran a sus herederos una vez fallecido el capellán86.
En 1693 Juan Portero donó varias fincas a su nieto Ginés López Tovar, hijo de Juan López Tovar y de la difunta Juana Portero, para mejorar sus exiguas rentas de la capellanía. Ginés López Tovar llegó a ser también capellán de la capellanía de don Isidro de Barrionuevo87
Entre los años 1637 y 1641 se produjeron una serie de concesiones de capillas en la iglesia y en el convento a miembros de la oligarquía de Vélez Blanco, como en el caso de Martín Fernández Mateo, el cual obtuvo el 27 de agosto de 1638 licencia para una capilla en el convento de San Luis88, fundando Martín en 1644 la correspondiente capellanía. Martín declaraba al comienzo de la escritura que “yo querria ordenarme de orden sacro y para atenerlo y tener capellania que a titulo della se me den las hordenes necesarias y a los demas mis descendientes”.
Los capellanes tenían la obligación de decir anualmente dos misas por las almas de Martín Fernández y sus familiares, una el día de San Martín y la otra el día de San Lázaro. Para garantizar que los patronos fueran de su linaje, Martín nombró por el primer patrono a su hijo el clérigo D. Martín Mateo, y después a su otro hijo Juan Mateo, y luego los hijos de este, pasando del pariente más cercano al otro.
El mismo día otorgó su poder al racionero Antonio de Tapia y a Francisco López de Tapia para presentar a Martín Fernández Mateo como primer patrono y capellán y solicitar del obispo de Almería la colación89.
En esta serie de concesiones de capillas se enmarca la que el 12 de junio de 1641 obtuvo Pedro Navarro Inzaurraga del vicario general del obispado de Almería del “derecho de sepultarse y sentarse él i sus herederos y sucesores” en la capilla del Santo Cristo90, abonando los 1.000 reales que habían invertido las fábricas de la Iglesia en erigir esta capilla.
La quinta parte de esta capilla fue dotada en 1706 por el presbítero don Juan y su hermana doña Rosalía Navarro Inzaurraga, hijos del capitán don Andrés Navarro, con una capellanía constituida sobre una labor de 140 fanegas en la cortijada de El Contador, hoy día término municipal de Chrivel, donde la familia Navarro Inzaurraga poseía extensas propiedades desde 162791.
La familia era oriunda de Arhansus, vizcondado de Sola, con ejecutoria de hidalguía ganada en un pleito ante la chancillería de Pamplona entre 1601 y 1614.
Los hermanos Luis y Pedro Navarro Inzaurraga se trasladaron a vivir a Vélez Blanco, casándose Pedro Navarro con Catalina Ropero, llegando su hijo, el capitán Andrés Navarro Ropero, a ser administrador del marqués de los Vélez (1649). El hijo del capitán Navarro, don Isidoro Navarro, fue a su vez capitán de las milicias de Vélez Rubio.
Los Navarro Inzaurraga establecieron alianzas con las principales familias de la villa, tales como los Bernabé (Esteban Bernabé fue administrador del marqués de los Vélez), Martínez de la Iglesia, los Torrente de Villena, etc.
Doña Teresa de Vandelvira, viuda de Pedro Martínez de la Zarza y vecina de Vélez Blanco, fundó una capellanía con la obligación de celebrar 52 misas anuales92.
En un pleito sobre la sucesión en esta capellanía con el clérigo de primera tonsura Juan Laso de la Vega, el cura y beneficiado D. Juan Tomás Marín exigía que se le dieran los papeles originales de la información sobre su nobleza y limpieza de sangre de su linaje que procedía de Juan Sánchez de Vandelvira, vecino de Alcaraz y “armado cavallero de la vanda de Elvira, de quien prozede por linaje este otorgante”93.
Aparte de aumentar con muchos bienes el mayorazgo fundado por Alonso Rodríguez Moreno, el licenciado Leonardo Rodríguez Navarro fundó en 1676 dos capellanías con 2.000 ducados de dotación cada una, de las cuales una estaba en el convento de las Descalzas de Úbeda y otra su la capilla de la Concepción de la parroquia de Vélez Blanco.
El capellán tenía la obligación de decir 183 misas a lo largo de todas las semanas del año. Nombró por el patrono de la capellanía “a la persona y subzesor que es o fuere en el vinculo y maiorazgo que fundo Alonso Rodriguez Moreno, mi abuelo”, aparte del vicario y uno de los descendientes del licenciado Barrionuevo94.
En consonancia con la tendencia a satisfacer a varios familiares con la fundación de varios mayorazgos se produjo también la institución de varias capellanías, como en el caso del beneficiado D. Pedro Serrano y Miñano, impulsor de la “Escuela de Cristo” en Vélez Blanco.
Como capellán de la capellanía fundada en 1708 nombró a don Francisco López Yáñez, hijo del administrador marquesal don Melchor López Yáñez; y por primer patrono después de su fallecimiento a los hijos y descendientes de su difunta hermana doña María Serrano y Miñano, mujer de don Luis Navarro Inzaurraga, y luego de su también difunta hermana doña Juana Serrano y Miñano, mujer de don Martín de Falces95.
Para atender también a la familia de su madre, el beneficiado Serrano fundó una segunda capellanía en 1715, nombrando por su sucesor como patrono a su tío el abogado Cristóbal Miñano y Arce, vecino de Mula, y por primer capellán al hijo de éste, don Cristóbal Miñano y Blaya96.
El gobernador general de los estados del marqués de los Vélez, el licenciado don Luis Antonio de Casanova y Acosta, fundó una capellanía en 1742 nombrando por sus patronos los descendientes de su matrimonio con doña Bernarda Mariana de Heredia y Mateos, y luego a las líneas sucesorias del licenciado Casanova97.
Destacan los contados casos de fundaciones de ambos tipos de vinculaciones, es decir, mayorazgos y capellanías. En dos casos, los de Jerónimo Francés y de Esteban de Celo, se trata de extranjeros sin antecesores en Vélez Blanco, ambos ligados al mundo mercantil, los cuales consiguen reunir importantes cantidades de dinero e inmuebles. Vinculan parte de sus bienes en beneficio de un sobrino y de un hijastro, respectivamente, para consolidar el ascenso. También crearon lugares de memoria: Jerónimo Francés la capilla de Ntra. Sra. del Rosario, Esteban de Celo la ermita de Derde.
Mención aparte merece el mayorazgo de más envergadura fundado en el término de Vélez Blanco, el de la familia Rodríguez Navarro, por su longevidad y el importante aumento de bienes vinculados por el testamento del licenciado Leonardo Rodríguez Navarro, quién instituyó también dos capellanías. La perpetuación del apellido se vio truncada por falta de descendencia masculina, pero la alianza matrimonial con los futuros condes de Legazpi es un paradigma del ascenso de una familia en un plazo de tres generaciones.
Finalmente, la estrategia para consolidar el ascenso de la familia Díaz Abarca a lo largo del siglo XVIII se plasma en que los clérigos Bartolomé y Martín, dos de un total de tres hermanos varones, fundaran un total de cinco vínculos con cláusulas sucesorias de mutuo beneficio de todos los sobrinos que prácticamente evitaran que se partiera una gran parte del patrimonio de la familia.
Lugares de memoria
Al capital social pertenecían los lugares de memoria y perpetuación en un espacio sacralizado.
La variante más económica eran las memorias perpetuas de misas que se financiaban con censos cargados sobre inmuebles como casas y fincas98.
Otros lugares de memoria modestos eran las sepulturas en propiedad99. Más ostentosas eran las capillas que se instalaron, primero en la iglesia de la Magdalena (capilla bautismal de los Faura), luego en la parroquia de Santiago (Ginés de la Bastida, Jerónimo Francés, Jerónimo de Villarroel, Pedro Navarro, Alonso Rodríguez, Miguel Sánchez de Arroyo) y, finalmente, en el convento de San Luis (Pérez de Villarroel) para ostentar el orgullo sobre el propio linaje100. La capilla, aparte de finalidad funeraria, poseía una clara función propagandística. Cada linaje se vinculaba a una capilla, normalmente profusamente adornada, donde se enterraba a los fundadores y sus sucesores.
http://dialnet.unirioja.es/descarga/...lo/2538537.pdf
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
Casa de Olivares:
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Casa materna Casa de Guzmán
Casa de Haro
Casa de Álvarez de Toledo
Casa de Silva
Casa de Fitz-James Stuart
Títulos Condado de Olivares (1539)
Marquesado de Heliche (1624)
Ducado de Sanlúcar la Mayor (1625)
Condado de Arzarcóllar (1632)
Principado de Aracena (1640)
Fundador Pedro Pérez de Guzmán y Zúñiga
Jefe actual Cayetana Fitz-James Stuart
La Casa de Olivares es una casa nobiliaria española originaria de la Corona de Castilla, cuyo nombre procede del Condado de Olivares. La casa tuvo su origen en una rama secundaria de la Casa de Medina Sidonia, desvinculada de la principal a principios del siglo XVI. Sus señoríos jurisdiccionales eran Olivares, Heliche, Albaida del Aljarafe, Camas, Castilleja de Guzmán, Castilleja de la Cuesta, Salteras y Tomares. Su miembro más destacado fue Gaspar de Guzmán y Pimentel, conocido comúnmente como "conde-duque de Olivares", valido del rey Felipe IV de España.
En Olivares se conserva el Palacio del Conde-Duque del mismo título, que hoy en día es la sede del ayuntamiento del municipio, y en Loeches, se conserva la portada de su palacio.[1] A la muerte del Conde-duque sus propiedades se dividieron entre su hija legítima y su hijo ilegítimo, recibiendo la primera el mayorazgo de la Casa de Olivares mientras que el segundo recibió los señoríos y títulos que el Conde-duque obtuvo en vida, conocidos como Casa de Sanlúcar la Mayor, que más tarde pasó a los Condes de Altamira. Posteriormente la Casa de Olivares se incorporó a la Casa del Carpio y luego a la Casa de Alba, por el casamiento de Catalina de Haro y Guzmán, V Duquesa de Olivares, con Francisco de Toledo y Silva, X Duque de Alba de Tormes en 1688.[2][3]
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
La Encomienda de Martos:
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la Encomienda de la Peña de Martos y la Villa eran zonas que la Orden de Calatrava tenía desde el primer tercio del siglo XIII y en el siglo XVI seguían siendo territorios en los que todavía tenía armas, tierras, casas, fortalezas, etc.
Los cargos eran nombrados por el Rey a través el Consejo de las Ordenes, defendían los intereses, preeminencias, privilegios etc, de la Orden de Calatrava en Martos, intereses que tambien fueron defendidos por los Reyes españoles al ser desde finales del siglo XV Administradores perpetuos y Maestres de las Ordenes.
El Comendador era el cargo institucional de mayores ingresos, prestigio y preeminencias.
Preeminencias que el Comendador tenía en Higuera.
Según la visitación a la Villa de Martos de Frey Hernán Chacón y Frey Gonzalo de Calatayud en 1550
- Las sepulturas de la iglesia.
- Los quintos de los abintestados, los sacrilegios, penas y calumnias y los marcos de los amancebados.
- Poder nombrar y presentar ante su Magestad los clérigos que han de servir los beneficios de las iglesias de las villas y lugares de su Encomienda.
- Las penas de los que no se confiesen en los tiempos ordenados por la Santa Madre Iglesia y de los que y de los que quebrantan y no guardan las fiestas.
- Tiene una Provisión de los Reyes Católicos librada de los señores del Concejo de las Ordenespara que el prior de Higuera no atente cosa alguna sobre el asiento del priorazgo y que lleve el pie de altar en dos mil cuatrocientos maravedis.
Privilegios del Comendador.
- Los de poner Alcaides en los castillos de sus encomiendas entre personas hidalgas capaces de hacer el pleito homenaje que al fuero de España deben.
- Los de poder utilizar en cualquier momento que tuviese necesidad, las armas, petrechos y demás útiles de guerra que había en las fortalezas y lugares de su encomienda.
Misión del Comendador.
- La colaboración económica con el Rey que era quien corría con los mayores gastos al buen estado y ornamentación de las iglesias de la Encomienda.
- El cuidado del mantenimiento de los clérigos beneficiados de las iglesias de la Encomienda.
- El nombramiento de personas idóneas para administrar todo lo que concernía a su Encomienda.
- La designación de los Alcaides de los castillos de su Encomienda.
López Molina
http://higueradecalatrava.mforos.mob...nda-de-martos/
Última edición por Michael; 31/07/2013 a las 16:30
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
Me gusta este post. Yo vivo en Castilleja de la Cuesta que fue tierra del Conde-Duque de Olivares y suelo pasar mucho por Castilleja de Guzmán donde se puede ver todavía un letrero al entrar en el pueblo que dice "Señorío de Guzmán" y se pueden ver grandes campos con olivos, aunque parece que estén un poco abandonados, la verdad.
Interesante post Michael, enhorabuena.
¡VIVA ESPAÑA! ¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA LA HISPANIDAD!
¡VIVA ESPAÑA! ¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA LA HISPANIDAD!
"Dulce et decorum est pro patria mori" (Horacio).
"Al rey, la hacienda y la vida se ha de dar, pero el Honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios" (Calderón de la Barca).
La organización militar de la Orden
de Calatrava en el Alto Guadalquivir
a través de las investigaciones arqueológicas
Juan Carlos Castillo Armenteros José Luis Castillo Armenteros
Universidad de Jaén
Grupo de Investigación del Patrimonio Arqueológico de Jaén
INTRODUCCIÓN
En este estudio pretendemos analizar la con- solidación del señorío de la Orden de Calatrava en el Alto Guadalquivir durante la Edad Media. Y en este marco, estudiar la evolución de la estructura ofensiva-defensiva que establece para organizarlo, protegerlo y repoblarlo.
Para ello nos apoyaremos en diversas investigaciones arqueológicas, las cuales han permitido conocer ampliamente las transformaciones introducidas por la Orden en las fortificaciones islámicas y en el sistema de organización y control espacial creado previamente por los musulmanes, y todo ello, como consecuencia de la formación de una activa frontera entre la primera mitad del siglo XIII y finales del XV.
Para alcanzar tal objetivo se han llevado a cabo diversos estudios arqueológicos en los territorios de la Orden, los cuales podrían agruparse en dos grandes grupos:
• Por un lado una exhaustiva prospección superficial, que nos ha permitido documentar numerosas fortificaciones y estructuras defensivas, tanto rurales como urbanas.
• Y por otro, la excavación de varias de las fortalezas de la Orden, entre las que destacaremos los castillos de Alcaudete, Sabiote y Torredonjimeno.
Asimismo, el marco cronológico en el que se circunscribe este estudio cabría dividirlo en dos grandes etapas, una primera de consolidación, que abarcaría la primera mitad del siglo XIII, tras la donación a la Orden de Martos (1228), y el progresivo incremento de sus dominios con la incorporación de núcleos como Alcaudete (1246), Sabiote (1257), etc.
Y una segunda, que identificamos con la segunda mitad del siglo XIV y primera mitad del siglo XV, durante la cual perderá definitivamente algunas posesiones, en el sector Suroeste, mientras que adquiere otras en Sierra Mágina, en un ámbito territorial cercano a la frontera con el reino nazarí de Granada.
LA FORMACIÓN DEL SEÑORÍO EN EL ALTO GUADALQUIVIR
Numerosos autores han resaltado el importante papel que jugaron las Órdenes Militares en el proceso de conquista de las tierras musul- manas. La ayuda prestada a los reyes cristianos se puede resumir en dos aspectos:
• Por un lado proporcionan efectivos militares en las campañas bélicas.
Por otro, guardar y proteger la frontera con el objetivo de asegurar las posiciones cristianas más avanzadas, lo que permitirá repoblar estos territorios conquistados.
Por ambas aportaciones fueron recompensados con amplios privilegios, exenciones, derechos y donaciones de tierras, fortificaciones, etc..
El control de los pasos de Sierra Morena, se convertía en un factor determinante para los monarcas cristianos, a la hora de iniciar las conquista del Valle del Guadalquivir.
Por ello tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212), y una vez obtenido el respectivo control de las vías serranas y de algunas fortalezas 1, Castilla disponía de un pequeño territorio, desde el cual hostigar a los musulmanes, a la vez que servía de punto de partida para futuras expediciones (CASTILLO, 1998; 2000, MONTES, 1993). A este factor estratégico importantísimo, habría que añadir otros de tipo político que facilitaron los éxitos militares cristianos, por un lado la descomposición del Estado Almohade, y por otro la integración en 1230 de las coronas de Castilla y León en un solo reino.
El origen del patrimonio de la Orden de Calatrava en el Alto Guadalquivir surge en estos momentos, al convertirse esta institución feudal en una de las vanguardias de las tropas cristianas durante las campañas desarrolladas por Fernando III (MENÉNDEZ, 1955; VANDERFORD,
1984; GONZÁLEZ, 2000).
Gracias a su activa colaboración el monarca castellano les hizo entrega de numerosas donaciones, por lo general diversos núcleos de población con sus respectivos territorios dependientes.
En 1228 Fernando III entrega a la Orden la fortaleza de Martos con todos sus términos, así como Porcuna, Víboras y veinte yugadas de tierra en Arjona, cuando las mismas fueran conquistadas (A.H.N., 1228; ORTEGA ET ALII, 1761; GONZÁLEZ, 1980).
Donación que fue confirmada por Alfonso X en 1254.
Las posesiones de la Orden se incrementan paulatinamente a medida que avanza la conquista, así en 1240 se le otorgará los castillos de Locubín y Susana, en 1245 Alcaudete y Priego de Córdoba.
Alfonso X complementó estas donaciones con la cesión en 1257 de la villa de Sabiote y en 1272 Alcalá la Real.
Este patrimonio se completó en 1300 con la entrega de la villa de Santisteban del Puerto por el rey Fernando IV (Fig. 1).
Este mapa territorial fue incrementándose y transformándose a lo largo del siglo XIV, debido fundamentalmente a los frecuentes avances y retrocesos de la frontera, con la continua perdida y recuperación de algunos núcleos situados en ella, como lo demuestran la perdida de Alcalá la Real y Alcaudete (1300), esta última nuevamente entregada a la Orden en 1351.
O bien, aquellas alteraciones producidas fundamentalmente por donaciones, adquisiciones e intercambios 7 (Fig. 2).
Finalmente en 1434 el rey Juan II facilitó un nuevo incremento de sus territorios señoriales en el Alto Guadalquivir, gracias a la permuta de los poblados de Maqueda, San Silvestre y Colmenar, por los núcleos de Arjona, Arjonilla, La Figuera, Recena, 3/4 partes de Jimena.
Constituyéndose la Encomienda de Torres, Canena, Jimena y el heredamiento de Recena (RODRÍGUEZ, 1974-75) (Fig. 3).
Junto a estos núcleos de población, la Orden también recibió otros bienes rústicos y urbanos repartidos en diferentes puntos del Alto Guadalquivir, especialmente en los términos de los grandes concejos de Jaén, Baeza, Úbeda y Andújar (RODRÍGUEZ, 1974-75; GONZÁLEZ, 1995; 2000).
De esta manera la Orden de Calatrava adquirió un extenso territorio situado en el extremo Suroeste de la actual provincia de Jaén, controlando amplias zonas de la Campiña y buena parte del piedemonte de las Sierras Sur. Desde sus dominios ejerció un exhaustivo control de las principales vías de comunicación que unían Jaén con Córdoba y Granada (Fig. 4), así como de todos aquellos puentes que permitían vadear los cursos de agua más importantes que discurrían por este territorio (Láms. 1, 2, 3, 4).
Así pues, durante cada una de las fases en las que podemos dividir la consolidación de su señorío en el Alto Guadalquivir, la Orden emprende una significativa labor de fortificación, con el objetivo de controlar militar y administrativamente este amplio territorio fronterizo.
Prueba de ello, son las numerosas atalayas, torres y castillos rurales edificados durante una primera fase, en las demarcaciones de las Encomiendas de Porcuna, Martos y Torredonjimeno.
Esquema que se completa con las erigidas entre Alcaudete y Castillo de Locubín en un segundo momento.
Esta sólida barrera defensiva-ofensiva cerraba por completo el acceso al epicentro de sus posesiones en el antiguo Reino de Jaén, emplazado en la inexpugnable villa de Martos (Fig. 12).
Este panorama fue el resultado de la política desarrollada por los reyes castellanos, con el objetivo de proteger, defender y repoblar todas aquellas áreas más estratégicas y fronterizas, dado que carecían de un ejército numeroso y permanente.
De esta manera, todos los señoríos creados en el Alto Guadalquivir por la monarquía castellana tuvieron como objetivo, por un lado servir de recompensa por los servicios militares prestados en la conquista de este territorio andalusí, y por otro, convertirse en una sólido escudo protector de la zona central (donde se ubicaban los grandes Concejos de realengo) frente a las posibles incursiones del reino Nazarí de Granada.
LA FORMACIÓN
DE UNA FRONTERA
Una vez formado y organizado el señorío, resultaba vital su repoblación, con lo que se garantizaba por un lado control del territorio, y por otro, su explotación económica, generando las rentas necesarias para el funcionamiento de esta institución feudal.
Para poder llevar a cabo esta labor, era imprescindible ofrecer una mínima organización territorial y una relativa seguridad a la población que allí se trasladase.
Para cubrir este objetivo la Orden de Calatrava, siguiendo una costumbre, ya ejecutada en el Campo de Calatrava (RODRÍGUEZ-PICAVEA, 1994), estructura el territorio en encomiendas (MENDOZA, 1996; AYALA, 1999; 2003).
Una encomienda era una circunscripción asignada a un miembro de la institución para que la administrase económica y jurídicamente, a la vez que la defendía.
Cada una de ellas solía comprender un territorio relativamente extenso que incluía diversos núcleos de población (villas, aldeas e incluso lugares con un fuerte carácter rural), siendo el de mayor tamaño el que daba nombre a la encomienda, y en el cual residía el comendador.
Sin embargo, tras la conquista del Alto Guadalquivir, no fueron muchas las encomiendas establecidas en la zona.
Según la documentación del siglo XIII conservada, las posesiones de la Orden se agrupaban dentro de las encomiendas de Martos, Baeza, Canena, Alcaudete, Sabiote, Porcuna, Víboras y Torredonjimeno 11 (Fig. 1).
Como ya hemos señalado, este
panorama inicial se transformaría a lo largo del siglo XIV y XV, ya que la dinámica política y militar en la zona generó una nueva organización espacial (Fig. 2).
En este marco, aunque muchas de las antiguas encomiendas aún existían a finales del siglo XV 12 (Fig. 3), otras por el contrario se perdieron definitivamente (Alcaudete, Arjona), a la vez que se sumaban nuevas incorporaciones, entre ellas las encomiendas de Lopera, Subclavería, la Torre del Cañaveral, y la encomienda de Torres, Canena y Jimena.
Cada una de ellas tendría su propia organización interna, desde el punto de vista ofensivo-defensivo, que es el que nos ocupa, observamos como en ellas existía una clara jerarquización de estructuras militares.
No obstante habría que señalar, que esta organización militar del espacio, no responde a un modelo implantado por los calatravos, sino que éstos heredan en gran parte el esquema establecido anteriormente por los musulmanes.
De esta manera encabezando la encomienda, aparecería el núcleo de población más importante, Martos (Lám. 2, A), Alcaudete (Lám. 2, C), Sabiote (Lám. 2, D), Canena (Lám. 2, E); Víboras (Lám. 2, B y B’), Porcuna (Fig. 8; Lám. 3, A), Torredon- jimeno 14 (Fig. 6; Lám. 3, B y B’), etc., por lo general antiguos HiSn islámicos, que ocupan importantes posiciones estratégicas en las inmediaciones de las principales vías de comunicación.
Todos estos emplazamientos poseen un amplio control territorial, lo que les permite comunicar visualmente con la mayor parte de las fortalezas de su entorno y con los centros de las encomiendas vecinas (Fig. 12).
Asimismo, están dotados de sólidas estructuras de fortificación, que en algunos casos podrían tener un origen ibero-romano, pero que fueron ampliamente transformadas tras la conquista cristiana. Junto a ellos, ocupando este vértice jerárquico, como cabeceras de encomiendas podemos encontrar otras poblaciones, cuyo peso histórico dentro de la zona fue menor, posiblemente estratégicas alquerías islámicas como Jimena 15 (Fig. 10; Lám. 14) y Lopera 16 (Lám. 15).
Ambos núcleos pudieron fortificarse a principios del siglo XIII, transformando los calatravos ampliamente sus defensas a lo largo de los siglos XIV y XV.
De esta manera el castillo se convirtió para la Orden en una de sus principales bases de organización territorial (VILLEGAS, 1991; AYALA, 1993; 1996, RODRÍGUEZ-PICAVEA, 1994; 2001).
Junto a ellos, en un segundo escalafón, y ocupando también inmejorables posiciones estratégicas nos encontramos con diversos castillos integrados en los territorios de cada una de estas encomiendas, algunos de ellos igual- mente con un origen islámico como los de Torrebençala (Fig. 5), Arjonilla (Lám. 16), Cotrufe (Fig. 6), Locubín; o aquellas fortalezas posiblemente creadas de nueva planta por la propia Orden como los castillos de Jamilena, Higuera de Calatrava (Lám. 17), Torrevieja (Fuensanta)17 (Lám. 18), Alcázar (Torredonjimeno) (Lám. 10), García (Torredonjimeno), etc.
Por lo general, estos castillos están dotados de un recinto amurallado de diversas dimensiones y una gran Torre de Homenaje, que era utilizada básicamente como residencia de la guarnición.
Finalmente, las prospecciones arqueológicas documentan diversas torres, que al igual que los castillos, serían edificadas para el control de caminos, minas, salinas, puentes, etc, o bien para la protección de cortijos y pequeños núcleos campesinos. Son generalmente torres de planta cuadrada, que albergan pequeñas dependencias en su interior, es el caso de la Torre de Fuencubierta (Torredonjimeno) (Lám. 20) y la de Triana o Valcotón (Castillo de Locubín) (Lám. 21), etc., ambas ubicadas en zonas llanas y tierras fértiles.
Por el contrario, junto a ellas se documentan torres de planta circular, emplazadas en la cumbre de elevados cerros, caracterizados por una acusada orografía.
Por lo general cabe definirlas como torres de mampostería irregular de base maciza, en cuyo interior se construía una dependencia de reducidas dimensiones.
Se trata de atalayas de control espacial, que aparte de vigilar el tránsito que discurría por los caminos de la zona, avisaban de cualquier inminente peligro a las fortificaciones cercanas.
Entre ellas destacamos la Torre del Algarrobo (Lám. 22) o bien las numerosas torres construidas en las inmediaciones de Martos, Alcaudete y Castillo de Locubín (CEREZO Y ESLAVA, 1989; ESLAVA, 1999 a y b), como la Torre del Moro (Alcaudete) (Lám. 23).
Son numerosos los ejemplos conser vados en la zona, pero también es significativa la cantidad de casos desaparecidos de los que tan sólo se conser va el topónimo o escasas referencias documentales de difícil localización.
Entre ellas destacamos:
Un papel secundario dentro del esquema defensivo establecido, lo protagonizarían algu- nos molinos for tificados 18, como el Molino del Castillo (Martos) y del Cubo (Torredonjimeno) (Lám. 24 y 25) 19. Estas estructuras tendrían una triple funcionalidad, por un lado servirían como refugio para campesinos y molineros, protegerían la producción agrícola, y finalmen- te contribuirían al control territorial de la zona.
La distribución espacial de estas fortificaciones evidencia la existencia de una frontera entre calatravos y musulmanes, en la que pueden diferenciarse dos momentos cronológicos.
• La primera fase, comprendería desde 1228, fecha de la entrega del Iqlim de Martus a la Orden por Fernando III, y las posteriores anexiones, de los Iqlims de Porcuna y Víboras 20.
Esta frontera, que ya estudiamos hace algunos años (CASTILLO ET ALII, 1989, CASTI- LLO, 1998) se mantuvo activa hasta la conquista de Arjona (1244).
El análisis del territorio muestra como los musulmanes, ante el inminente peligro que suponía el avance cristiano, incrementaron de forma significativa el número de sus fortificaciones. Pero si reducimos la escala del territorio analizado podemos observar, como el área intermedia entre las defensas calatravas y islámicas, configura un hinterland, que aproximadamente coincide con el valle del Arroyo Salado de Porcuna.
La Segunda Fase (1244 -1247), coincide cronológicamente, con varios hechos significativos, por un lado con la conquista de Alcaudete, Arjona y Jaén.
Lo que dio lugar al incremento sustancial de las posesiones de la Orden, y al traslado de la línea fronteriza hacia el Sur, ubicándose entre Alcaudete, Castillo de Locubín, Alcalá la Real y Sierra Mágina.
No obstante, el control de la Campiña de Jaén por parte de los cristianos, generó nuevas transformaciones en la organización territorial de la Orden de Calatrava.
En este sentido, como consecuencia de la implantación de la primera línea fronteriza, algunas de las posesiones que desde el Emirato Omeya habían formado parte de los Iqlims de Martus y Bulkuna, tras la cesión de éstos a la Orden, permanecieron bajo la autoridad musulmana integrándose en los distritos de Yayyan y Aryuna, lo que provocó profundos cambios en la organización administrativa y territorial de estas demarcaciones.
Sin embargo, una vez controlada la Campiña por los ejércitos cristianos, surgen diversos conflictos, generados por la indefinición de los límites territoriales que separaban los territorios de las encomiendas calatravas y los pertenecientes a los Concejos de Jaén y Arjona.
En este marco de confusión de términos, los calatravos reclamaban la entrega de las posesiones que formaron parte las antiguas demarcaciones territoriales islámicas, y que debido a las fluctuaciones fronterizas quedaron integradas en los territorios del realengo.
Esta situación de indefinición territorial incrementó la confusión y el conflicto, hasta el punto que Fernando III en 1251 ordenó, por un lado, el deslinde de los términos entre Martos, Jaén y Locubín, y por otro, los de Arjona, Martos y Porcuna.
Para realizar esta labor se solicitó la colaboración y el asesoramiento de pobladores musulmanes. El resultado del deslinde fue volver a plasmar sobre el territorio la estructura administrativa y fiscal existente en la zona entre los siglos IX y X.
Sin embargo, tras la conquista definitiva de todo este ámbito espacial (s. XIII), los calatravos llevan a cabo una nueva organización del espacio, que consistió en fragmentar los grandes distritos islámicos en unidades territoriales de menor tamaño (Encomiendas de Lopera, Torre del Cañaveral, Subclavería), con el objetivo de ejercer un mayor control territorial.
Sin embargo, esta frontera no se extinguió tras los grandes avances territoriales obtenidos por los ejércitos castellanos durante los siglos XIII y XIV, ya que en la segunda mitad del siglo XV, volverían a activarse estas líneas fronterizas, como consecuencia de los enfrentamientos nobiliarios desarrollados durante el reinado de Enrique IV, que enfrentó a los partidarios del rey (Miguel Lucas de Iranzo y Beltrán de la Cueva), apoyados por el Concejo de Jaén y los seguidores de una coalición nobiliaria encabezada por D. Pedro Pacheco, Marqués de Villena y D. Pedro Girón, Maestre de Calatrava, participando activamente en el conflicto los miembros de la Orden (CARRIAZO, 1940; CUE- VAS, DEL ARCO Y DEL ARCO, 2001; TORAL, 1984; RODRÍGUEZ, 1996).
LAS TRANSFORMACIONES INTRODUCIDAS EN LAS FORTIFICACIONES ISLAMICAS. APORTACIONES DESDE LA INVESTIGACION ARQUEOLOGICA
A continuación haremos una revisión de los resultados obtenidos en recientes investigaciones arqueológicas efectuadas en las for tificaciones de varios de los principales centros de las encomiendas del Alto Guadalquivir.
Los estudios arqueológicos confirman la enorme transformación que sufren las primitivas fortificaciones islámicas tras su incorporación al señorío calatravo.
El sistema defensivo de la villa de Alcaudete
En Alcaudete se configuro una encomienda singular, debido básicamente a su escasa continuidad cronológica, dentro de un marco geográfico de primera índole, la frontera castellano-nazarí.
La presencia de la Orden de Calatrava en la villa se desarrolla en tres momentos diferentes:
• Primera Etapa: Se produce en la segunda mitad del Siglo XIII, iniciándose tras la conquista del núcleo islámico, y la correspondiente configuración del señorío y la encomienda.
• Segunda Etapa: Acaecida tras su perdida en 1300 24, y su posterior recuperación en 1312. Caracterizada con la desaparición del señorío, percibiendo la Orden tan solo derechos eclesiásticos.
• Tercera Etapa: A mediados del siglo XIV, la villa volvió efímeramente al poder calatravo, y lo hizo en función del conflicto que enfrentó a Pedro I y Enrique II Trastámara. Pedro I con el objetivo de atraerse partidarios a su causa, dona a la Orden en 1350 el castillo y villa de Alcaudete con todos sus términos (RODRÍGUEZ-PICAVEA, 1994; MATE- LLANES, 1994). Sin embargo, la victoria de Enrique II, supuso el fin definitivo de la presencia Calatrava en Alcaudete.
Tras la consolidación de la dinastía Trastámara, la nobleza comienza a monopolizar ciertos espacios de poder.
En este marco privilegiado, D. Alfonso Fernández de Montemayor, Adelantado Mayor de la Frontera (1380), obtuvo importantes beneficios, entre ellos la donación en mayorazgo del señorío de Alcaudete por parte de Juan I en 1385.
A partir de este momento la villa quedó adscrita al señorío de los Montemayor (RIVAS, 1992; 1994).
Las defensas de este núcleo de población se encuentran distribuidas por la cumbre del cerro a cuyos pies se dispone de forma anular el actual el caserío de Alcaudete. Su indiscuti- ble emplazamiento estratégico le ha permitido ejercer un amplio control de las principales vías de comunicación que unían Córdoba, Jaén y Granada.
Los restos arqueológicos más antiguos hallados en el cerro del castillo, pertenecen a época islámica (ss. VIII – X), momento en el que se inicia la construcción de una cerca defensiva, utilizada por los habitantes de la zona para refugiarse en caso de peligro.
Se trataba básicamente de efímeras estructuras defensivas, posiblemente de tapial de tierra, que se adaptaban a la acusada orografía del terreno.
Sin embargo, entre los ss. XI - XII, se modifican estas defensas articulándose lo que será el germen de la fortaleza actual, es decir, la creación de una gran muralla que circunda el núcleo de población, y la construcción de un alcázar en la cumbre del cerro (Fig. 13; Lám. 26).
Según las investigaciones en curso, en el interior de esta última apenas se construyeron edificaciones, tan solo alguna dependencia utilizada como almacén, y en aquellos espacios donde los acusados desniveles así lo aconsejaban, se edificaron varios aljibes, que permitiría a la población resistir largos periodos de asedio.
Durante esta época, Alcaudete se identifica en las fuentes como HiSn al-Qabdaq, un núcleo fortificado perteneciente a la Cora de Ilbira (Granada), y dependiente del partido de Alcalá la Real (Qal`at Yahsub), del que formaba parte de su estructura defensiva junto con otros castillos y atalayas distribuidas por todo el territorio.
Como hemos indicado durante este período, el núcleo de población se rodea de una cerca o muralla construida con tapial de tierra sobre basamento de mampostería, que se auxiliaba con pequeñas torres de planta cuadrada.
En la cumbre del cerro se edifica un alcázar con idéntico material, adaptándose perfectamente a la orografía del terreno, aprovechando incluso algunos escarpes naturales como elementos defensivos (Fig. 13).
La conquista cristiana provocó una nueva reestructuración de las defensas de la villa, así, por ejemplo, la cerca o muralla, que circundaba la zona habitada se reviste de muros de mampostería, lo que supone un reforzamiento de las antiguas estructuras, que a partir de estos momentos incrementan su resistencia ante posibles ataques con piezas de artillería. Junto a ello, se amplían también el número de torres que la defienden.
Por el contrario, el antiguo alcázar mantendrá en líneas generales, su antigua fisonomía, aunque siendo utilizado ahora como antemuro y basamento de un nuevo castillo. Ya que, en su interior los cala- travos edifican una nueva fortaleza (Láms. 26 y 27), separada de la primitiva por un reducido pasillo (Liza).
Para ello derriban parte de las murallas islámicas hasta quedar reducidas a una cerca de dos o tres metros de altitud (Falsabraga), con ello se configuraba una liza entre ambos lienzos, con la que se pretendía incrementar la inexpugnabilidad de la fortaleza, al tiempo que su escasa altura facilitaba a la guarnición el uso de todo tipo de armamento defensivo (Lám. 28, 29 y 30).
El acceso al interior del conjunto fortifica- do seguía un exhaustivo proceso de control, diseñado sobre el terreno, mediante el cual una vez flanqueadas las puertas de entrada, todos los caminos posibles conducían a la zona de Santa María (Fig. 13), donde se encontraba el sendero que conectaba con el castillo. Una vez en él nos adentrábamos en la liza, reco- rriendo un amplio tramo de la misma hasta lle- gar a la puerta principal (Lám. 27). Tan solo la guarnición usaría otras alternativas que comunicaban la fortaleza con el núcleo de población sin tener que penetrar y recorrer la liza.
El nuevo castillo, edificado en mampostería irregular, tiene planta poligonal (Figs. 13 y 14), adaptada perfectamente a la orografía del terreno. A su interior se ingresaba por dos puertas, la puerta principal se situó en el extremo Norte, estando defendida por dos torres de planta cuadrada con sus esquinas externas redonde- adas, mientras que la poterna o puerta falsa se localiza en el extremo Sureste.
Una vez franqueada la puerta principal, se accedía directamente a un pasillo-foso fortificado, definido por las murallas del propio castillo y por otros lienzos que intentan aislar y defender una zona central, que se encuentra más elevada que es el resto de la fortaleza, encumbrada en un promontorio rocoso.
De esta manera, el área central se configura a modo de una amplia terraza, donde se localizaban los elementos más representativos de la fortificación.
En el interior localizamos varios aljibes, todos ellos emplazados en las zonas de tránsito: El primero, situado en las proximidades de la puerta principal (Fig.14), ocupa la planta inferior de un edificio que se adapta perfectamente a la roca, presenta planta cuadrada y a su interior se accedía a través de un vano situado en un lateral.
Este aljibe estaba cubierto por una bóveda vaída de ladrillo, que soportaba una estancia rectangular, utilizada como cuerpo de guardia, ya que su puerta se abre directamente al adarve, lo que permitía a los centinelas alcanzar cualquier punto de la fortaleza rápidamente.
El segundo se localiza en el área de las caballerizas, adosado a la entrada de las mismas; presenta planta rectangular cubierta con bóveda de cañón construida de ladrillo.
El acceso a su interior se efectuaba a través de un pequeño pozo abierto en la bóveda en uno de sus extremos.
El sistema de captación de agua para este aljibe es muy peculiar, ya que era recogida de la cubierta del refectorio y conducida hasta unas pequeñas pero profundas arquetas de decantación, que permitían la introducción de agua limpia a la cisterna.
Sobre el lienzo meridional se apoya un edificio de planta rectangular (Fig. 14) estructurado en dos niveles:
• Al primero, que ocupa el nivel inferior, se accedía después de atravesar el pasillo-foso, está cubierto con una bóveda de cañón y consta de cinco aspilleras alargadas, que permitían la iluminación y la ventilación del interior, así como la defensa del lienzo sobre el que descansa.
Ejercía la función de caballerizas.
• Al nivel superior o refectorio se accedía desde la terraza superior o central gracias a un amplio vano, que dejaba paso a un espacio diáfano, cubierto por una estructura de madera.
Esta sala esta comunicada directamente con el adarve del lienzo meridional a través de una pequeña puerta.
La habitación contaba con un banco corrido, posiblemente de ladrillo, apoyado en sus muros, y con un pavimento, también de ladrillo, dispuesto a espiga, sustituido posteriormente por una gruesa capa de mortero de yeso.
En la parte central del castillo se localiza la Torre del Homenaje (Lám. 31; Fig. 14), último reducto de resistencia, fue construida en la zona más elevada del promontorio rocoso sobre el que se asienta la fortaleza, quedando aislada del resto, lo que le permite adquirir cierto grado de autonomía funcional o autosuficiencia, mar- cada por fuertes desniveles rocosos que la cir- cundan. Tiene perfil troncocónico y planta rec- tangular. Internamente se estructura en tres niveles:
• La planta inferior o almacén: se accedía a tra- vés de una trampilla abierta en la bóveda de cañón de piedra que cubre la estancia. La cual presenta un banco corrido adosado a sus muros, que servía para depositar los recipientes de almacenaje. Sin embargo, esta dependencia también sería utilizada como aljibe, ya que en ella, se guardaba el agua de lluvia que se recogía en la parte supe- rior, y canalizada mediante un tubo forma- do por atanores de cerámica que, embuti- do en uno de los muros de la torre, conducía el preciado líquido hasta el interior, donde era recogido en grandes tinajas o incluso depositado en su suelo de la estancia, el cual había sido preparado para tal fin, ya que fue construido con una gruesa capa de mortero de cal, que al entrar en contacto con el banco lateral, formaba una pequeña cuenca, evitando así la perdida de agua.
• En la Primera Planta se encuentra la puer- ta de acceso al interior de la torre. La fun- ción de la estancia era permitir la comu-
nicación y la conexión con las demás depen- dencias. El sistema de acceso desde el exte- rior a la torre está muy destruido, pero con- sistía en un patín o estructura rectangular adosada a la torre, construida con mam- postería, donde se embutía una angosta escalinata, que permitía alcanzar la puerta, situada en alto.
• La Tercera Planta era utilizada como la resi- dencia del comendador, por tanto la zona privilegiada de la fortaleza. Está cubierta con bóveda de cañón de ladrillo, al igual que el nivel anterior. Su ventilación e ilu- minación se lleva a cabo a través de cua- tro ventanas-miradores, construidas con dos arcos de herradura divididos por un par- teluz, elementos que evidencian su claro uso residencial.
Tras la toma de Granada y la adscripción de la villa al señorío de Montemayor, la forta- leza pierde su función militar. Los señores de Alcaudete, transformarán el antiguo castillo en residencia particular 27.
Las fortificaciones de la Encomienda de la Peña de Martos
Como ya hemos señalado, esta encomien- da se constituye tras la entrega que Fernando III realiza a la Orden en 1228 de la fortaleza de Martos con todos sus términos. Martos fue una importante ciudad ibero-romana, la Augus- ta Gemela Tuccitana (Tucci), con una estructu- ra compleja y jerarquizada, que desde el punto de vista defensivo se organizó en dos áreas (Lám. 5): por un lado la Peña, un elevado maci- zo rocoso, que sin lugar a dudas puede ser considerado como uno de los principales hitos estratégicos de la Campiña de Jaén; y por otro, el amplio espolón sobre el que se asienta el primitivo núcleo urbano, situado en la propia ladera de la Peña, ocupando cotas altimétricas inferiores. No obstante, ambos conjuntos se enlazaron en la Baja Edad Media a través de varios lienzos de muralla.
Aunque los estudios arqueológicos realiza- dos en este municipio no se han extendido al recinto amurallado, contamos con algunos estu- dios específicos del mismo, que evidencian la existencia de una compleja estructura defensi- va 28, compuesta por una cerca de mamposte- ría irregular intercalada con torres cuadradas y semicirculares. Ocupando la zona más elevada de este espolón rocoso, se localiza la alcazaba, un nuevo recinto amurallado, delimitado por una vaguada, que le eleva también sobre el resto del caserío.
Este nuevo espacio amurallado, se define como un conjunto rectangular, que ocupa el antiguo solar de la primitiva acrópolis ibero- romana, convertida posteriormente en alcazaba por los musulmanes entre los siglos XI-XIII (Lám. 32).
Inicialmente ambos elementos defensivos se edificaron, como la mayor parte de las fortificaciones de la zona, en tapial de argamasa, siendo revestidos en mampostería tras la conquista cristiana, ampliándose sus posibilidades defensivas con torres macizas de planta cuadrada y circular. Ocupando la zona más elevada de la alcazaba, se edificó un alcázar, del que tan solo se conserva una esbelta torre de Homenaje.
Por lo que respecta a la fortaleza emplazada en la cumbre de la Peña (Lám. 33), ocupa una amplia meseta, con una apreciable inclina- ción Sur – Norte.
Tampoco en ella se han efectuado trabajos arqueológicos, tan solo varios estudios superficiales, que han puesto de manifiesto la importancia y la riqueza de este conjunto arqueológico 29. Esta fortificación ocupa toda la meseta de la cumbre, con lo cual aprovecha las fuertes pendientes y la acusada orografía como elementos defensivos naturales (HiSn).
Inicialmente esta cualidad permitía su fácil defensa, pero paulatinamente fue dotándose de un recinto amurallado que circundó toda la meseta, configurando de esta manera una fortaleza de planta irregular.
Tras la conquista, los caballeros calatravos, siguiendo una costumbre muy extendida por todo el Alto Guadalquivir, modifican ampliamente este HiSn, que convierten en una de las principales fortalezas de la Campiña, desde la cual mantendrían contactos visuales con la mayor parte de las posesiones de la Orden.
La reestructuración de la fortificación consistió en reutilizar las antiguas defensas sobre las que se edifican un primer recinto amurallado, dotado de torres defensivas de plantas cuadradas y circulares (Fig. 15; Lám. 34)., algunas de ellas construidas en época islámica. Al interior se accedía a través de una torre puerta (ESLAVA, 1990).
Paralelamente, en la zona más elevada se construyó un alcázar, de planta irregular, donde destaca una gran torre de Homenaje rectangular (Fig. 15, Lám. 35, 36 y 37), organizada en tres pisos, el inferior posiblemente utilizado como aljibe, se encuentra enterrado, conservando su bóveda de cañón. Este conjunto quedó aislado del resto de la meseta a través de un amplio foso (Fig. 15, Lám. 38).
En el extremo Noroeste del recinto de mayor tamaño, se edificaron don grandes depósitos de agua, uno a modo de balsa, del que parten dos canalizaciones. Mientras que el segundo, fue cubierto con bóvedas de arista de ladrillo (Lám. 39). En el interior de este amplio recinto se conservan restos de varias dependencias que futuros trabajos de excavación podían relacionar con almacenes, cocinas, etc..
El Castillo de Lopera
El primitivo asentamiento islámico de Lopera fue fortificado entre los siglos XI-XIII 30 con la construcción de un recinto que cerraría el caserío y un alcázar situado en la zona más elevada de la población. De estos elementos son muy escasos los indicios conservados, ya que la muralla fue destruida en 1930 (VALDECAN- TOS, 1998), y el alcázar, enormemente transformado por la Orden de Calatrava .
Esta fortaleza presenta un primer recinto externo de planta pentagonal (Fig. 12), construido en mampostería irregular, con cinco torres macizas en sus esquinas, tres de planta semicircular y dos cubos rectangulares, que en algunas ocasiones se complementan en su base con un pequeño talud o alambor. Todas ellas están coronadas con una terraza a la que se accede a través de los adarves
Al interior se accedía por dos puertas (Fig. 16):
•1: La Puerta Principal se situaba en el lienzo Este, se encuentra defendida por dos torres y configurada por un arco de medio punto de dovelas de arenisca, que descansan sobre dos columnas de mármol, que flanquean esta entrada.
En el centro del vano encontramos otro arco de medio punto elaborado con ladrillo macizo, en el cual se coloca la puerta de dos hojas de madera, encajadas en sus respectivas ranguas.
Previamente como medio de defensa de este acceso, se construye en su vertical y a nivel de adarve, una ladronera soportada por cuatro ménsulas, así como una buhedera u orificio situado en el intradós del pasaje de la puerta (Lám. 15).
•2: Según JL. Pantoja (1993), pudo existir una posible Poterna o puerta falsa en el lienzo Oeste, en su lugar, actualmente se localiza un gran portón de acceso a la plaza de armas.
Esta sería de menor tamaño, que la principal, siendo utilizada para uso privado de la guarnición.
El interior se organiza entorno a un amplio patio de armas, en cuyo centro se construyó un Segundo Recinto o Alcázar (Fig. 16, Láms. 40 y 41), configurado por dos grandes torres unidas por dos lienzos de murallas flanqueantes.
El sistema defensivo de estos lienzos consiste en un matacán o largo antepecho voladizo sobre el adarve, soportado por arcos de medio punto y contrafuertes, con suelo aspillerado para con- trolar el pie de muro (Figs. 16, 17 y 18; Lám. 41).
Este adarve tiene una coronación de similares características al recinto externo, es decir antepecho almenado y aspillerado.
No obstante, los dos elementos que destacan dentro de este alcázar son dos esbeltas torres, la primera de ellas se ubica en el extremo Oeste, siendo utilizada para defender el acceso al interior del alcázar, ya que la puerta principal del mismo se ubica en uno de sus laterales.
Esta torre, conocida popularmente como la Torre de San Miguel, tiene planta rectangular, y fue construida con mampostería irregular, reforzando sus esquinas con sillarejo a soga y tizón.
Está coronada con un antepecho almenado y aspillerado, así como por una ladronera ubicada en su cara Oeste, que defendía la puerta de acceso al alcázar. Interiormente se organiza en dos plantas abovedadas.
Frente a ella, y ocupando el extremo Este, se localiza la torre de Homenaje, conocida como Torre de Santa María, que tiene planta rectangular con laterales flanqueantes.
Está defendida, como la de San Miguel, por antepechos almenados y aspillerados. Presenta en tres de sus frentes, ladroneras de ménsulas de arenisca, sobre las que descansan antepechos de mampostería mixta.
Interiormente se organiza en dos niveles, el primero se identifica con un oratorio construido por el Comendador de Lope- ra D. Juan Pacheco en 1535 (PANTOJA, 1993).
Presenta bóveda esquifada con una pequeña zona absidal, sus frentes estaban decorados con yeserías renacentistas en las que se alternan la heráldica y motivos religiosos, vegetales y geométricos, junto a ellas en la propia bóveda aparecían diversas inscripciones pintadas, ya desafortunadamente desaparecidas.
Posiblemente en el siglo XVI se abre la actual puerta de acceso al interior de esta capilla, creándose un cober tizo o pór tico, con ar tesonado de madera, soportado por columnas y ménsulas de arenisca decoradas.
También en el patio del Alcázar se llevo a cabo una impor tante inter vención encaminada a transformar la primitiva fortaleza en residencia señorial.
De esta manera se redujeron las dimensiones la antigua plaza de armas, edificándose un pequeño patio por ticado, que según la documentación del siglo XV, servía como eje articulador, entorno al cual se ubi- caban diversas dependencia.
En 1459 y 1492 el castillo presentaba un lamentable estado de conservación, como manifiestan varios documentos redactados por los freyres visitadores de la Orden de Calatrava, documentación que ha sido analizada por M. Ruiz Calvente (1990).
Entre ellos destaca, por su riqueza en detalles, el elaborado por Frey Bartolomé de Almodovar y Frey Juan Mora el día 23 de Marzo de 1459 (A.H.N., 1459; CAL- VENTE, 1990).
La estructura defensiva de la Villa de Sabiote
Los análisis arqueológicos efectuados en la misma hasta el momento han sido escasos, tan sólo los trabajos desarrollados en la explanada ubicada frente al Castillo (SALVATIERRA Y CHOCLÁN, 1986; HORNOS ET ALII, 1987), y los efectuados en el interior de la fortaleza (CAS- TILLO ET ALII, 1999).
Estos estudios ponen de manifiesto la significativa transformación que sufrió esta fortaleza a lo largo de la Edad Media.
Las fuentes árabes de principios del S. XII denominan a esta población con el nombre de HiSn Sabiyuto (VALLVÉ, 1969). A finales del S. XII o inicios del S. XIII, Yaqut cita la fortaleza de Sibyawt o Sabiyut como perteneciente al distrito de Ubbadat (Úbeda) (AGUIRRE, 1982).
Los sondeos estratigráficos desarrollados tanto dentro como fuera del castillo han documentado materiales cerámicos de época Emiral, aunque no relacionados con estructuras de hábitat o fortificación, por lo que pudieron pertenecer a un HiSn-refugio (Fig. 19) emplazado en un punto elevado y de fácil defensa, utilizado como refugio de los habitantes de varias alquerías del Valle del Guadalimar.
Este núcleo fue enormemente modificado entre los siglos XI - XIII.
Las excavaciones arqueológicas han documentado los restos de diversos edificios, correspondiente a la retícula interna de un núcleo dotado de una muralla de tapial (SAL- VATIERRA Y CHOCLÁN, 1986).
Fernando III tomará la ciudad entre 1227 y 1229, durante las operaciones militares en la Loma de Úbeda (AGUIRRE Y JIMÉNEZ, 1979; RUIZ, 1989), no obstante, fue su sucesor, Alfonso X, quien en 1257 la entregó a la Orden Militar de Calatrava en compensación por la villa y castillo de Almoguera (SOLANO, 1978).
La conquista cristiana, provoca un abandono rápido de la ciudad, hecho que se observa en algunas de estas viviendas donde la marcha de la población islámica fue rápida y violenta, documentándose algunos niveles de incendio y abandono de objetos y útiles diversos.
Este despoblamiento determino que el asentamiento fuese sometido a una profunda transformación interna, entre las que cabría destacar la superposición sobre el antiguo caserío de una nueva retícula urbana.
La repoblación de Sabiote trajo consigo un significativo crecimiento de la población en dirección Oeste, dotándose de un nuevo cinturón de murallas de mamposte- ría, defendida por torres de planta cuadrada. A su interior se accedía por cinco puertas: P. Canal, P. Santos, P. San Sebastián, P. de la Villa y P. del Tejar (Fig.22).
Asimismo, se construyeron nuevos espacios de culto, con sus correspondientes necrópolis, como la Iglesia de Santa María del Cortijo, edificada en las inmediaciones del castillo 31, etc.
Pero sobre todo, este abandono determinó, que la Orden de Calatrava construyera una fortificación situada en el extremo Noreste del HiSn (Figs.20 y 21; Lám. 42), que destruirá gran parte de su estructura interna.
La fortaleza fue edificada en mampostería, presenta planta rectangular con torres cuadradas en cada ángulo, y dos más en el lienzo Norte.
Para su construcción se aprovechan algunos ele- mentos de for tificación islámicos (lienzos Nor te y Este del antiguo HiSn), que son revestidos con amplios forros de mampuestos irregulares.
Al interior (Fig. 21) de la fortaleza se accedía a través de la puerta principal localizada en el extremo Noroeste, protegida por dos torres. Desde ella y accediendo al interior (direc- ción Este), se estableció un camino-foso (Lám. 43) protegido por el lienzo Norte del casti- llo y el muro perimetral del Patio de Armas.
El pasillo o foso sigue siempre en dirección este hasta llegar a una torre, desde la cual se permitía el acceso al interior de la plaza de armas. Posiblemente debió existir un acceso directo desde la villa al interior del castillo, que podría localizarse en el lienzo Sur.
El castillo de Sabiote sufrirá restauraciones en 1533 y 1535, un poco antes de la gran trans- formación que se realizará en la fortaleza, tras ser comprada por Francisco de los Cobos (RUIZ, 1989).
Las obras fueron programadas por el Consejo de la Orden de Calatrava.
De esta manera, por Real Provisión de su Majestad se libran por los señores del Consejo de las Ordenes, la concesión de cien mil maravedies al alcaide del castillo y fortaleza de Sabiote, Frey Juan de la Tovilla, para realizar las obras más necesarias.
La inspección de los trabajos la efectúa el 14 de julio de 1535 el Comendador Frey Hernando Chacón, el cual recomendará nuevas obras.
La documentación hace mención a una serie de restauraciones puntuales en algunos elementos, al tiempo que nos indica los nombres de las diferentes torres que la componen: Torre del Homenaje o del León (Fig. 21) que podría corresponderse con la torre de la esquina Suroeste, siguiendo en dirección Este se localizaría la puerta de entrada a la fortaleza protegida por una torre que llevaría su nombre (esquina Sureste), de esta torre y toman- do dirección Norte encontraríamos la torre del Espolón (esquina Noreste), de ella parte un lienzo de muralla con sentido Este, que nos conduce a la torre del Baluarte y otro, con dirección Oeste, en el cual se localizan tres torres dos de ellas sin denominar y la tercera que coincide con la esquina Noroeste llamada de la Puerta de la Canal, porque a ella se adosaba una de las entradas a la ciudad.
Existiría una última torre que se ubica dentro de la fortaleza y que hemos identificado con la torre que controla el camino-foso.
Sabiote perteneció a la Orden Militar de Calatrava hasta finales del S. XV o principios del XVI, momentos en los que es vendida por Don Alonso de Baeza a Don Francisco de los Cobos, por la cantidad de 18 millones de maravedís.
A partir de aquí, el nuevo propietario encarga a Andrés de Vandelvira y al ingeniero Benedetto de Ravena la reforma del castillo para transformarlo en un majestuoso palacio renacentista (CHUECA, 1971; RUIZ, 1989; CASTILLO ET ALII, 1999; COOPER, 1991) (Láms. 42 y 44).
Para ver las fotos de los castillos, aquí está el artículo:
http://www.ujaen.es/revista/arqytm/P...6_Castillo.pdf
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
El legado de la Edad Media: el régimen señorial en el Reino de Jaén (siglos XV -XVIII)
No pretende el presente trabajo exponer de modo exhaustivo todas y cada una de las vicisitudes por las que atravesaron los señoríos y las familias que los detentaron en el Reino de Jaén, durante el largo período de cuatro siglos que nos ocupa.
Más bien se trata de presentar el resultado de las investigaciones llevadas a cabo tanto por los historiadores preocupados por la historia giennense en este
campo como por mí mismo.
Para ello es de primordial interés establecer una primera evaluación de los pueblos que estuvieron situados bajo la órbita señorial desde el momento de la «Reconquista» del Reino hasta el siglo pasado, labor completa que, obviamente, desborda las pretensiones de cualquier investigador individual.
No se agota, sin embargo, el estudio del régimen señorial en estos aspectos locales; este sistema de concebir la sociedad, que ocupa
las Edades Media y Moderna, envuelve y caracteriza todas sus estructuras, hasta el extremo de que, incluso, los concejos realengos
acaban siendo dominados por la nobleza local, que procura constituir o ampliar su patrimonio a costa de los bienes de estos concejos.
No obstante, tampoco esto debe extrañarnos, toda vez que el propio concejo de realengo actúa con respecto a sus aldeas como un señor más, exigiéndoles la prestación de pleito-homenaje y la contribución de cantidades por diversos conceptos, así como sometiéndolas a la directa jurisdicción de sus justicias.
Podríamos definir el régimen señorial, siguiendo al profesor don
Eduardo de Hinojosa, como «el conjunto de las relaciones de dependencia de unos individuos respecto de otros, ya por razón de la persona, ya de la tierra [..], y la organización económica, social y
política derivada de aquellas relaciones»’.
El marca escogido en esta ocasión para el estudio del régimen
señorial es la actual provincia de Jaén; aunque el Reino de Jaén se constituyó como tal ya en el siglo xiii, los avatares de la lucha fronteriza, de un lado, y la primitiva organización político-administrativa de Castilla, de otro, determinan que el actual mapa provincial sea más extenso que el histórico, desde la reorganización de Javier de Burgos, hace ahora siglo y medio.
En efecto, la incorporación del concejo de Alcalá la Real y de la encomienda santiaguista de Segura de la Sierra al Reino jienense procede del siglo pasado, si bien su adscripción al obispado de Jaén es aún más reciente.
Un hecho marginal también a tener en cuenta es la creación a fines del si- glo xviii de las nuevas poblaciones de Sierra Morena.
Vemos, pues, que entendiendo el concepto de «régimen señorial» como el conformador de la sociedad moderna, es necesario estudiar todas las circunscripciones político-administrativas, independientemente de que se trate de tierras de realengo o de señorío.
Para la mejor comprensión de este fenómeno hemos preparado dos cuadros, el primero de ellos referido a las contribuciones debidas por las localidades del Reino, que sirven para estimar tanto la estructura de la distribución de la riqueza en dos momentos distintos —finales del siglo xv y comienzos del xvii como la evolu- ción de la misma, aunque debemos advertir que la falta de datos en uno u otro momento da lugar a que los resultados sean bastante aleatorios.
En líneas generales, puede afirmarse que más de la mitad de la riqueza del Reino se concentraba en tierras realengas, en tanto que los señoríos militares y religiosos apenas alcanzaban un tercio del total, siendo minúsculo el papel de los señoríos laicos, con la excepción del condado de Santisteban del Puerto, sin duda, el más potente de todos ellos en tierras giennenses.
De mayor precisión es el segundo cuadro, mediante el cual podemos conocer tanto el número de pueblos situados bajo la órbita señorial como la densidad, la población, la extensión y la adscripción de los mismos al señorío del rey, de la Iglesia, Ordenes Militares o señores laicos, entre los siglos xv y XVIII.
En cuanto al número de pueblos, Ordenes Militares y concejos realengos ocupan los primeros lugares en ambos momentos, mientras que los señoríos laicos apenas superan la unidad.
Con respecto a la relación de 1789 se refleja una cierta evolución: si, par una parte, las aldeas de los concejos tienden a emanciparse, par otra, los señoríos eclesiásticos pierden el 10 por 100 de sus pueblos en favor de los seglares, en especial, del marqués de Camarasa.
Consecuencia de este mismo fenómeno «desamortizador» del siglo XVI es la alteración en las proporciones de extensión y población de ambas jurisdicciones: realengas y señoriales; en lo relativo a la extensión, el realengo se mantiene estable en torno al 42 por 100 del total, en tanto que Ordenes y diocesanos ven disminuir en seis puntos sus posesiones en beneficio de los señores laicos, que del 15 por 100 del total pasan al 23 por 100.
Sin embargo, la población realenga aumenta prácticamente un 10 por 100, mientras que los eclesiásticos pierden un 11 por 100, deI
cual sólo un 2 por 1013 redunda en favor de los señoríos seglares.
Una vez apreciadas estas líneas generales, conviene pasar revista a las distintas circunscripciones territoriales, según su adscripción
señorial.
1. El Realengo
Acabamos de constatar la importancia de los concejos situados, teóricamente, bajo la directa soberanía regia, que prácticamente suponían la mitad del Reino en todos los conceptos.
Estos concejos, en el siglo xv eran cinco: Jaén, Baeza, Ubeda, Andújar y Alcalá la Real. Con anterioridad, también habían sido independientes los municipios de Iznatoraf, Arjona y Santisteban del Puerto, aunque en el curso de los siglos xn y xiv cayeron en la órbita señorial.
1.1. El concejo de Jaén
Formado a raíz de su conquista en 1246, durante la época medieval dispuso de siete aldeas dentro de su alfoz: Tarrecampo, Pegalajar, Villargordo, Fuente el Rey, Mengíbar, Cazalílla y Torrequebradula, aunque no queda claro el momento de aparición de esta última .
El cercano Villargordo pasó en el siglo xv al señor de Villardompardo para independizarse en el siglo xviii.
Por su parte, el concejo de Cambil y Albabar se constituirá en 1485, tras su conquista a los nazaríes; para 1680 se poblarían, dentro de su término, concretamente en el pago de Escarcena, los lugares de Cárchel y Carchelejo, junto al despoblado de Cazalla.
La gran población alcanzada por la ciudad de Jaén a finales de la Edad Media propició la repoblación de su término, proponiéndose en 1508 a la reina Juana la creación de los lugares de la Nava del Can, Hoyo Rabaneros, Otiñar, Campillo de Arenas, Susana y Ranera, los Villares de Jige y Letraña, de los cuales, efectivamente, se repoblaron a partir de 1536 los cuatro últimos con los nombres de Campillo de Arenas, Valdepeñas, Los Villares y Mancha Real, respecti- vamente, en tanto que Otíñar permanecía, como hasta hoy, como una cortijada.
El éxito obtenido en la repoblación de su término, paradójicamente, determinó que estas aldeas, en el curso de la segunda mitad
del siglo xvi, se acabaran independizando de Jaén, mediante el expediente de comprar su libertad al rey: Mancha Real y Pegalajar en 1557; un año más tarde, Valdepeñas, Cambil y Alhabar; en 1565, Cazalilla; en 1574, Mengíbar“, y Los Villares en 1600”.
Temporalmente, durante el siglo xvii, habían sido enajenados del concejo de Jaén los lugares de Torredelcampo y Fuente el Rey, aunque acabaron siendo devueltos a aquél.
No obstante todo lo dicho, la nobleza local continuaba dominando tanto el concejo de Jaén como los nuevos municipios; en el primer caso, una serie de familias, emparentadas con la nobleza secular del Reino, controlan desde el siglo xv, al menos, la administración mu- nicipal 15, en tanto que esta nobleza se introduce en los concejos y percibe sus rentas
A pesar del gran esfuerzo repoblador del concejo de Jaén, ello no impidió que entre los siglos xv y xvi se despoblasen varios luga- res, como Otíñar, El Berrueco, Fuente Tétar, Villar de las Cuevas, Olvidada, Grafiena, Almenas-a, Ventosilla, Torre de Lope Fernández, Aldehuela, Bexix y Bornos, las cuatro últimas situadas fuera de la jurisdicción concejil.
Finalmente, digamos que, durante el periodo de nuestro estudio,
la población de estas localidades se duplicó, alcanzando los 65.000 habitantes en 1789 y una densidad en torno a los 45 hab./km2.
El territorio del antiguo concejo oscilaba alrededor de los 15OO km2.
1.2 el concejo de Baeza
Tal vez por ser la primera ciudad importante que se conquistó en el Reino de Saén, el alfoz de Baeza sea el mayor de todos los
concejos, alcanzando los 2.000 km’, si contabilizamos los términos de las nuevas poblaciones de Sierra Morena.
La población, por su parte, osciló entre los 20.000 y 30.000 habitantes.
Dependían de la ciudad de Baeza en el siglo xv los lugares de Baños de la Encina, Vilches, Rus, Lupión, Linares y el barrio del Rey de Ibros. Con anterioridad habían sido segregados del término para pasar a manos señoriales los lugares de Bailén, Canena, Begíjar, Estibiel, Arquillos, Recena, Chincóyar y Neblí.
Durante la Edad Moderna, las aldeas baezanas también pudieron acceder a su emancipación mediante el pago de fuertes cantidades
a la Corona: Linares en 1565, Baños en 1627, Rus en 1628 Lupión en 1795 y Vilches con anterioridad a 1799.
Nuevamente en Baeza y municipios segregadas encontramos oficios y rentas en manos de la pequeña nobleza.
1.3. El concejo de Ubeda
Es el alfoz de Ubeda el término que más variaciones experimen- ta desde el siglo xiii2t no sabiéndose, a ciencia cierta, qué lugares
dependían de ella en un momento dado. Para fines de la época me- dieval parece que dependían de su señorío los lugares de Cabra, Navas de San Juan y Quesada. Sin embargo, para finales del siglo xviii estos lugares hablan pasado, respectivamente, al marqués de la Ram- lila, al conde-duque de Santisteban y al duque de Arcos ~. A cambio de estas pérdidas, Ubeda volvió a ejercer su señorío en el siglo xvi sobre Torreperogil. Precisamente, Torreperogil, en unión de Quesa- da, intentó comprar su libertad del rey en 153?, infructuosamente, consiguiéndolo sólo Quesada en 1564 ~.
En términos generales, el concejo ubetense se extendía por unos mil kilómetros cuadrados, con una población que oscilaba entre los
15.000 y 10fl00 habitantes, contando con las cortijadas de Santa Ola- lía (hay Santa Eulalia), Torre de San Juan, Olvera y Villarpardillo. También encontramos a la pequeña nobleza local instalada en los oficios municipales de Quesada ~ y Ubeda ~.
L4. El concejo de Andújar
Este concejo, extendido desde Siena Morena hasta el Guadalqui- vn, gozó de cierta estabilidad en su conjunto durante toda nuestra época de estudio, aunque siempre anduvo en peligro de caer en la órbita señorial ~‘.
Su término incluía las aldeas de Villanueva de la Reina y Marmo- lejo, además de treinta y tres cortijos ~. Para 1790 y 1791 ambas aldeas ganarían su libertad, a titulo oneroso, como era habitual ~. Sobre un territorio de 1.300 km’ se asentaba una población de 10.000 a 25.000 habitantes.
El concejo de Andújar conservó hasta fines del siglo XVIII la mayoría de sus oficios municipales~, aunque el portazgo de la ca- pital pertenecía al duque de Montellano ~.
1.5. El concejo de Alcalá La Real
El concejo de Alcalá la Real, de tan acusada personalidad hasta el presente siglo, se extendía por más de 400 km’, con una pobla- ción oscilante entre 6.000 y 14.000 habitantes. Hasta 1835, en que adquirió la categoría de villa Frailes ~ la única entidad importante era Castillo de Locubin; había, además, doce aldeas~‘.
Oficio importante, por las pagas reales que llevaba aparejadas, era la alcaidía de la fortaleza de la Mota, que siempre estuvo en manos de señores.
2. SEÑORíOS ECLESIÁSTICOS
Estos señoríos representaban, en cuanto a población y extensión, entre el 30 y el 40 por 100 del Reino de Jaén. Se puede hablar de das tipos de señoríos eclesiásticos: los militares y los seculares; entre éstos habría que incluir el Adelantamiento de Cazorla, pene- neciente al arzobispo de Toledo, y las escasas posesiones del dioce- sano giennense.
Las Ordenes Militares, por su parte, ocupan los extremos noroeste y suroeste del reino> como herencia fronteriza de su pasado medie- val.
Es sabido que durante el reinado de los Reyes Católicos los maestrazgos de las órdenes de Santiago y Calatrava, que aquí nos ocupan, ft¡eron ocupados por los monarcas, con lo que se plantea el problema de su filiación dominical.
Si bien es cierto que el señorío corresponderá en adelante a los reyes, no la es menos que estos institutos conservaron sus institu-
ciones intactas, variando tan sólo el destinatario de las rentas de las respectivas mesas maestrales. Es por esto por lo que los incluimos dentro de los señoríos eclesiásticos.
2.1. La Orden Militar de Calatrava
Gozaba de una extensión de 1200 Km2 y una población oscilante entre los 28.000 y 33.000 habitantes. La base del señorío radicaba en la provincia calatrava de Martos, junto con la ciudad de Arjona y los núcleos de Sabiote, Torres, Jimena can Recena y barrio cala- travo de Canena, localidades dispersas que serían segregadas en el siglo xvi en favor de Francisco de los Cobos.
Por su parte, tercias de Arjona y alcabalas y tercias de Arjonilla
habían caído en manos de la familia genovesa de Espínola Palavicina ~‘, en tanto que oficios municipales eran detentados por pequeños nobles.
2.2. La Orden Militar de Santiago
Caso similar es el de la Orden de Santiago, que en sus 2200 km2 concentraba una población de 17.000 habitantes, en diecisiete pueblos; éstos se hallaban repartidos en las encomiendas de Beas, Se- gura y Bedmar. El crecimiento demográfico de fines de la Edad Media permitió la repoblación en 1525 de Santiago de la Espada fl can posterioridad a 1789 se poblarían Pontones y Puente Génave, antes cortijadas.
Las desmembraciones del siglo xvi afectaron poco a los santia- guistas, que sólo cedieron su barrio de Canena al marqués de Cama- rasa y la villa de Bedmar al cuarto señor de Solera”.
2.3. El Adelantamiento de Cazorla
Mucho peor parado salió el arzobispo de Toledo de los cambios de la Edad Moderna. Este Adelantamiento se había constituido en torno a los concejos de Iznatoraf, Cazorla y Quesada con sus res- pectivas tierras. Dos aldeas alcanzaron su libertad, emancipándose del señorío y pasando a ser realengas: Sorihuela, aldea de Iznatoraf, se independizó en el curso del siglo XVII ~, en tanto que Pozo-Alcón lo hizo en 1648 t Por otra parte, Hinojares y Huesa pasaron a manos de dos señores, que las hicieron base de sus posesiones.
Hay que advertir, además, que el señorío de Santo Tomé, desde su fundación en 1348, fue compartido por el arzobispo y los descendientes del administrador que lo fundo
De este modo, el Adelantamiento perdió un 3 por 100 de su territorio, aunque la población de las villas restantes se triplicó en los siglas modernos. Carlos 1 entregó este Adelantamiento al marqués de Camarasa, aunque, tras largo pleito, los arzobispos toledanos recuperaron este señorío en 1601 ~
2.4. El obispo de Jaén (la mesa episcopal)
Comparados con los anteriores señoríos, las posesiones del dio-
cesano de Jaén son ciertamente exiguas —apenas 44 km2—, lo que facilitó su rápida extinción a lo largo de los tiempos modernos.
Este señoría episcopal se formó en torno a dos núcleos: Begíjar y la nueva población de la Torre del Obispo, de 1518 ~ por un lado, y, por otro, el lugar de la Torre de Tiédar y el aledaño de Canalejas, luego transformado en El Mármol ~.
3. Señoríos Laicos
Dos hechos importantes hay que reseñar en lo que respecta a es- tos señoríos: en primer lugar, la mayoría de los señoríos seculares del Reino de Jaén aparecen en el siglo XLV, al calor de la política trastamarista, o en el siglo xv, como consecuencia o bien del avance fronterizo, o bien de las luchas nobiliarias, y, en segundo lugar, el hecho de que el territorio dominado por estos sefiores aumentase en la Edad Moderna un 8 por 100 es debido a la creación de cierta cantidad de señoríos nuevas, más que la ampliación de los anteriores.
3.1. Principales señoríos medievales
3.1.1. El linaje Torres de Portugal: condes de Villardonzpardo
En el siglo xv formaban este condado los lugares de Villardom- parda, Escañuela y Villargordo, en un territorio de apenas 80 kw2, habitado por mil personas. La donación a los Ruiz de Torres de las dos primeras villas —segregadas probablemente del término de Ar- jona— procede de mediados del siglo xiv ~ fundándose el mayoraz-
go en Jaén el 24 de mayo de 1396 por Pedro Ruiz de Torres e Isabel Méndez de Biedma 52 Estos emparentaron con un descendiente de la casa real portuguesa y, más tarde, a través de Teresa cte Torres y Portugal, con Miguel Lucas de Iranzo, condestable de Castilla~.
El primer conde de Villardompardo fue Femando de Torres y Portugal, asistente de Sevilla y virrey del Perú, por gracia de Felipe II, fundando su mayorazgo en Sevilla (12 de octubre de 1592).
Posteriormente, la condesa Eugenia María Torres y Portugal acumuló el marquesado de Villamayar, habiendo pasado en 1696 condado y marquesado a la marquesa de Bélgida, Francisco María Belvís Torres y Portugal ~.
Para comienzos del siglo xviii era marquesa de Bélgida y Bena- vites María Exarcb de Bellón ~.
3.1.2. El linaje Benavides
3.1.2.1. Condado de Sanristeban del Puerío.—EI linaje de los Biedma-Benavides, infanzones procedentes del Reino de León, esta- Mecidos en Jaén desde el siglo xiii, es una de las castas que prota- gonizará la historia del Reino giennense durante la Baja Edad Media ~‘.
Este señorío laico es el más amplio de todo el Reino, y nos es bien conocido gracias a los trabajos de Concepción Quintanilla ~.
Ya en el siglo xv del tronco principal se desgajaron dos ramas: la de los señores de Jabalquinto y la de los de Frómista ~. El núcleo principal, no obstante, estaba constituido por la villa de Santisteban del Puerto, con sus aldeas de El Castellar y las Navas de Santisteban, a las que se unía el lugar de Espeluy, casi despoblado en esta época, y el antiguo barrio del Condestable en Ibros ~.
Elevado a la categoría de condado en 1473, un siglo más tarde el conde de Santisteban había acumulado el vizcondado de Huelma —provisionalmente— y el señorío de Solera, debido a la política seguida de enlaces matrimoniales él.
Así pues, el condado en el siglo XVIII ocupaba una extensión cercana a los 1000Km2(no olvidemos sus posesiones en SierraMorena), gracias a la unión de Solera y Torre de García Fernández —hoy San Bartolomé—; sin embargo, la población nunca fue abundante. Es en este mismo siglo cuando sus señores obtienen el título de
duques. Con posterioridad, sus señoríos, previsiblemente por matri- monio, pasaron a la casa ducal de Medinaceli, en cuya archivo se- villano se conserva la documentación pertinente al condado-ducado de Santisteban.
3.L22. Señorío de Jabalquinta y Estibiel.—En los primeros años del siglo xv, debido al testamento de Día Sánchez de Benavides, se separan dos ramas del señorío de Santisteban: el primogénito Men
Rodríguez heredaría el mayorazgo, en tanto que los bienes libres en Castilla la Vieja pasarían al segundo, Gómez, y los del Reino de Jaén a Manuel, el tercer hijo %
Durante el resto del siglo este señorío irá afianzándose poco a poco, entre luchas con los Carvajales, sus eternos enemigos, e inter- venciones en la guerra de Granada ~. En la centuria siguiente, estos señores participan en las campañas de la monarquía, logrando la confianza de los reyes, que, finalmente, acaban elevando a marque- sado el señorío de Sabalquinto en 1617.
Para mediados del siglo xvii el marquesado es agregado por ma-
trimonio al señorío de los primogénitos de los condes de Benavente, es decir, al condado de Luna y Mayorga. Como las demás posesiones del condado de Benavente, Jabalquinto pasó, igualmente por matri- motilo, a partir de 1834 al señorío del ducado de Osuna ~.
Numéricamente, este señorío de labalquinto, con el despoblado
de Estibiel, nunca fue importante: apenas 72 km2, con una población entre 500 y 800 habitantes.
3.13. El linaje De la Cueva
3.1.3.1. Vizcondado de Huelma—El origen y destino de este li- naje se halla ligado, de una parte, a don Beltrán de la Cueva y, por
por otra, a la Orden de Santiago y a la frontera de Granada ~.
El hidalgo ubetense Beltrán de la Cueva, paje y favorito de En- rique IV, consiguió de éste el maestrazgo de Santiago, donde situó a sus familiares, y el condado de Ledesma.
De su suegro, Diego Hurtada de Mendoza, marqués de Sanfillana, consiguió en 1463 la villa de Huelma, con titulo de vizcondado t
Durante un siglo esta familia estrechó lazos con los Manrique y los Benavides, por lo que no es extraño que el vizcondado pasase
temporalmente a los condes de Santisteban, aunque para 1575 re- vertíaalducadodeAlburquerque~‘, en donde permanecería al menos doscientos años.
Este señorío ocupaba una extensión de casi 200 kw2, con una po-
blación importante: entre 1300 y 3.000 habitantes, si bien los señores procuraron extender sus propiedades a la cercana Bexix, sin demasíada fortuna ~.
3.13.2. Señorío de Solera,—EI castillo de Salera fue conquista- cIa durante el reinado de Enrique IV por Luis de la Cueva, segundo hijo de don Beltrán, que usurpaba la encomienda santiaguista de Bedmar a Femando de Quesada~. El cuarto señor de Solera fue el comendador Alonso de la Cueva y Benavides, comendador desde 1522 de Bedmar, el cual compró esta villa a Felipe II, siendo su pri- mer señor.
En la siguiente generación este señorío, por matrimonio, pasa a ser detentado por el conde de Santiesteban.
El señorío de Solera, que ocupaba las villas de Solera, Torrepe-
rogil y Torre de García Fernández, suponía cerca de 150 km2, habi- tados por unas dos mil personas.
3.1.3.3. Señorío de J3edvnar.—La villa de Bedmar fue comprada, como acabamos de ver, por su comendador en 1562, después de que sus antepasados la dominasen durante una centuria, como comen- dadores de la Orden de Santiago. Y, ciertamente, se trataba de una buena adquisición, ya que sobre un solar de 100 km2 vivían más de dos mil personas.
Para 1614 fue erigida en marquesado, aunque siguiendo derrote- rosdistintosalosdeSolera“, y,así,enelsigloxvrueraseñoríodel marqués de Bedmar, título perteneciente al marqués de Villena, y hoy al duque de Frías.
3.1.4. El linaje Carvajal: señores de Jódar
Los Carvajales, adversarios de los Benavides y de la Cueva, eran hidalgos procedentes de Baeza, que en el siglo xv consiguieron al-
zarse con un señorío de casi 300 km2, con unos das mil habitantes de población, gracias a su adhesión al bando vencedor en todas las guerras civiles de la Baja Edad Media y comienzos de la Moderna.
Jódar había estado en manos de los descendientes de Sancho Martínez de Jódar hasta que fue adquirido por el condestable Ijúvalos pastenormente, Juan II la cedería a Alonso de Carvajal (1422)~, en manos de cuya familia permanecería en adelante. El castillo de Tobavuela también fue adquirido por Día Sánchez de Jódar o Carvajal en 1467”, en tanto que Belmez le era donado por los Reyes Católi- cas en 1478, después que lo conquistase ~, junto con el despoblado de Moraleda.
Parece que también usurpó el castillo de Torres, antes que fuese comprado a los calatravos por Francisco de los Cobos.
Excepto este lugar, el resto del señorío fue ascendido a la categoría de marquesado, siendo patrimonio en el siglo xviii del conde de Maceda~.
3.2. Otros señoríos de origen medieval
3.2.1. Señorío de Bailén
La aldea baezana de Bailén fue vendida en 1349 por Alfonso XI a Pedro Ponce de León, señor de Marchena y conde de Arcos, en 145.000 maravedíes.
Se extendía sobre más de 100 km2, con más de 2.500 habitantes a fines del siglo xv.
Al menos desde esta época, poseía el conde de Arcos en Bailén el portazgo ~ las alcabalas ~, el oficio de fiel medidor ~, los novenos de los diezmos, las tercias de granos y maravedíes y los derechos de correduría ~.
Según la relación de la renta de Tabaco, la villa de Quesada también pertenecía al ducado de Arcos aunque no he encontrado dato
alguno que avale tal suposición.
La documentación relativa a este señorío puede consultarse en
la sección Osuna del kH.N
3.2.2. Señorío de Garcíez
Según Rodríguez Molina, este lugar estaba en posesión de Pero Díaz de Quesada ya en 129981; este personaje era administrador de las tierras del arzobispo de Toledo y precisamente por ello fundó en ellas el lugar de Santo Tomé en tiempos de Fernanda IV; el se- ñorío de la nueva población fue partida por mitad entre el administrador y la mitra. Para 1543, Día Sánchez de Quesada casaba can Leonor de Guzmán, que aportó al señorío los lugares de Nínchez y Chozas.
Un siglo antes, concretamente en 1478, Pedro Díaz de Quesada, primogénito del señor de Garcíez, casa con una hija del señor de Jabalquinto ~; enlace que se volvería a repetir una centuria más tarde entre Diego de Quesada y Ana de Benavides ~.
El señorío de Garcíez se extendía, pues, a Garcíez, mitad de Santo
Tomé, Nínchez y Chozas, en algo más de 50 km2, escasamente po- bladas por 150 personas.
En 1627, bajo el señorío de Fernando de Quesada y Mendoza, Garcíez fue elevado al rango de condado y Santo Tomé al de viz-
condado ~, y quince años después recibiría los oficios de escribano, fiel ejecutor y guarda mayor de Santa Tomé y Montiel~.
Este fue sucedido por su hijo Pedro Juan de Quesada y éste, a su vez, por Miguel Jerónimo Ponce de León y Mesía ~; éste heredó en 1726 el
mayorazgo de Floreaga, creado en 1532 por Pedro de Zuazola ~.
Con Miguel Jerórimo el condado de Garcíez queda englobado en
el marquesado de Castromonte
3.2.3. Señorío de La Guardia
El señorío de la villa de La Guardia procede de la guerra civil entre Pedro 1 y Enrique 11, el cual la entregó a Ruy González Megía.
En adelante, los Megía serán sus señores, los cuales detentaban, además, los señoríos de Santa Eufemia y Torreblanca, en el Reino de Córdoba.
Alcanzó el rango de marquesado en 1566, siendo señor Gonzalo Megía Carrillo ~.
Para mediados del siglo xviii, este marquesado pasó a manos del marqués de Ariza, probablemente por medio de alianzas matrimoniales; este marqués, según Loynaz, tenía el núcleo de su señorío en tierras conquenses.
El marquesado de La Guardia incluía en un perímetro de ape- nas 38 km2 una población que oscilaba entre los mil y das mil habitantes.
3.2.4. Señorío de Alcaudete
La villa fronteriza de Alcaudete atravesó por diversas vicisitudes hasta ser incorporada definitivamente al reino castellano a comienzos del siglo xiv Parece ser que dependió temporalmente de la Orden de Calatrava, para en el mismo siglo xiv pasar al señorío de los Montemayor ~.
Así, en 1478 era señor Martín Alfonso de Montemayor, aunque para 1500 había pasado a manos de Alonso Fernández de Córdoba, casado con María de Velasco ~‘.
Este señorío fue elevado a condado por Carlos 1 en la persona de Martín Alonso de Córdoba y Velasco. En cl siglo xviii por la política matrimonial seguida, detentaban el condado los marqueses de Villena, dentro de la casa de Oropesa, es decir, el ducado de Frías ~.
Este importante señorío, de más de 5.000 habitantes, ocupaba 237 km2.
3.2.5. Señorío de la Torre de Gil de O/íd
La historia señorial de esta cortijada apenas nos es conocida: sa- bemos que en 1269 Alfonso X entregó la Torre de Gil de Olid y Ja- rafe —enclavadas en el término de Baeza— a treinta y tres infantes baezanos en señorío ~. Hasta fines del siglo xix no volvemos a tener noticias de su detentador: era Juan Pérez de Guzmán y Boza, duque de T’Serclaes de Tilly, grande de España de primera clase, maestran- te del real de Sevilla, gentilhombre de Cámara, señor de la Torre de Gil de Olid y de la Torre de la Margarita ~.
3.3. Señoríos de época moderna
3.3.1. Marquesado de Camarasa
Francisco de los Cobos, secretario de Carlos 1, personaje enraizado en Ubeda, creó un importante señorío en tierras giennenses, de 250 km2 y más de cinco mil personas, a costa de la Orden de Calatrava en1537compró Sabiote,que pronto se alzaría como marquesado; un año más tarde, el emperador ordenaba a los dos barrios de Canena constituyeran un solo ayuntamiento, ya que ambos hablan sido vendidas a su secretario ~.
Poco después adquiría, también, las villas de Torres, Jimena y Recena.
Estas posesiones constituirán un señorío bastante completo, pues el emperador le vendió incluso, los derechos regios: en 1539 da posesión a Francisco de los Cobos de las villas de Torres y Canena ~ y en 1540 le vende las tercias y alcabalas de Sabiote en 16.590 maravedíes así como las de Torres y Canena ~.
Posteriormente, conseguirá los condados de Ricla y Castro y el Adelantamiento de Cazorla, siendo en cuanto a rentas, el primer señor del Reino de Jaén a mediados del siglo xvi
En la primera mitad del siglo xvii fue marqués de Camarasa Manuel de los Cobos y Luna, que fue sucedido en 1669 por Baltasar de los Cobos y Luna, el cual sería nombrado contador mayor de la ciudad de Granada.
Para 1726 era marqués Miguel González de los Cobos, y cuarenta años después, Isabel Raza Gómez de los Cobos.
Con posterioridad, el marquesado de Camarasa se integré en el ducado de Medinaceli, en cuyo archivo se halla su documentación.
3.3.2. Marquesado de la Rambla
La aldea de Cabra del Santo Cristo había pertenecido en el siglo xv al concejo de Ubeda, que hubo de desampararla por lo peligroso de su tenencia.
Despoblada permaneció hasta 1530, en que se rehizo su puebla; unos años más tarde era comprada par Jerónimo
de San Victores de la Portilla 107 Para 1652, su sucesor, Jasé San Víctores de la Portilla, caballero de Alcántara, compraba las tercias del lugar ~% y dos años más tarde hacía lo propio can las alcabalas y unos por ciento.
En 1710 encontramos al señor José San Victores de la Portilla como marqués de la Rambla. Su sucesor, Rodrigo Pe- dro de Orozco San Víctores, fue despojado en 1764 por la Corona de las alcabalas, tercias y derechos del primer y segunda uno por ciento de la nueva alcabala de Cabra.
Poco después, el concejo de Cabra comprada su libertad al rey, por lo que, al tiempo del Atiante, era realenga ‘~.
Esta casa ha perdurado hasta nuestros días. Así, en 1920 fallecía a los veintidós años Bernardo de Orozco y Loring, marqués de la Rambla, con casa solar en Úbeda.
3.3.3. Marquesado de Hinojares
Según Espinalt, Hinojares fue aldea de Pozo-Alcón hasta 1690, que, cama villa, pasé a pertenecer a Iñigo Rodolfo Fernández de Angulo, habiendo pasado al siglo siguiente a manos del conde de Are- nales, como marqués de Hinojares “k
3.3.4. Condado de Huesa
Poco sabemos de este señorío; según Olivares Barragán, fue con- quistada definitivamente por Francisco de la Cueva> al que Enrique IV dio título de cande de Huesa; y, en efecto, como tal condado aparece en la relación de Loynaz 122,
3.3.5. Condado de Torralba y Talara
Torrequebradilla durante la Edad Media fue una dehesa del con- cejo de Jaén, siendo poblada, probablemente, en el sigla xvi.
Para 1612, Antonio de Córdoba y Mendoza, hijo de Gabriel de Córdoba y Aldonza Manrique de Córdoba, compra las alcabalas de
Tarrequebradilla y Torralba 113, aunque hasta 16.40 no es concedido el señorío de ambas localidades a Iñigo Fernández de Córdoba y Mendoza‘~. SusdescendientesfueronloscondesdeTorralbayla- lara y marqueses de Puentes, en tierras sevillanas 115
3.3.6. Marquesado de Coste/moncayo
Parece que la fundación de Noalejo se debe a Menda de Salcedo, criada de la reina Juana, que le vendió el lugar en 1508 ~ Para fines de siglo, su señor, Diego de Maldonado Salcedo, emparentaba con los señores de Jabalquinto’”.
Desconozco el momento en que el señorío de Noalejo se integró en el marquesado de Caátelmoncayo, aunque debió ser antes del si-
glo xviii, en que era marquesa Manuela de Fuenmayor y Dávila, con- juntamente con su hijo, Joaquín de Saavedra Quiñones Pimentel, cu- yos señoríos se extendían por la actual provincia de Madrid —Robledo de Chavela, principalmente— y tierras de León
A fines de siglo, el concejo de Noalejo intentó redimir la jurisdicción del marqués, que les causaba grandes estragos en sus propios -
33.7. Otros señores jienenses
Obviamente, la nobleza de Jaén no se limitaba a los señores re- señados hasta aquí, toda vez que no fueron demasiados —entre los que detentaron propiedades territoriales— los que lograron hacerse con el señorío jurisdiccional de una o varias villas.
Así, es palmario el caso del vizconde de Los Villares, cuyo señorío en 1789 era prácticamente inexistente‘~.
En situación similar se encontraba doña Isabel de Carvajal y Ponce, condesa de Humanes, que era dueña de un coto en Villargordo y patrona de un convento de dominicos en Jaén.
Dos marqueses más se documentan en el Jaén del siglo XVIII: el
marqués de Villanueva de Duero, poseedor de la mitad del patronato del monasterio de la SantísimaTrinidad, y Joaquín Melgarejo, marqués de Quiroga, dueño de unas tenerías.
Por su parte, en la Ubeda del mismo siglo destacan el conde de
Guadiana W y el duque de San Pedro Galatino, también conde de Benalúa ‘~.
4. CoNcLusIoNEs
Aunque la labor a realizar es aún ingente, creo que se puede con- cluir este trabajo volviendo al comienzo, es decir, resaltando cómo el régimen señorial es algo omnipresente en la época moderna: los concejos realengos, que, desde mediados del siglo xlv, van perdiendo autonomía, a fines del siglo xv y comienzos del xvi son dominados por la oligarqula local, representada en el colegio de regidores, las cuales estaban emparentados, por otra parte, con la nobleza detentadora de los señoríos laicos.
Estos, a su vez, crecen a costa de los señoríos religiosos y militares, que son dominados por señores y reyes, respectivamente.
En Cuanto a los linajes giennenses, si hacemos abstracción de los
señoríos creados en los siglos xvii y XVIII, tienden a permanecer en el Reino de Jaén, siendo excepcionales las castas que poseen propiedades fuera de éste.
Es a partir del siglo XVI, cuando, a causa del agotamiento biológico de los linajes y de la política de alianzas matrimoniales, estos señoríos pasan a casas importantes a nivel nacional.
Finalmente, a los pueblos —empobrecidos a causa del despilfarro de sus propios y comunes— no les quedará otra opción que redimirse
por titulo oneroso de sus señores o villas.
Pedro A. PORRAS ARBOLEDAS
(Universidad Autónoma de Madrid)
http://revistas.ucm.es/index.php/ELE...4220797A/24943
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
El legado de la Edad Media: el régimen señorial en el Reino de Jaén (siglos XV -XVIII)
No pretende el presente trabajo exponer de modo exhaustivo todas y cada una de las vicisitudes por las que atravesaron los señoríos y las familias que los detentaron en el Reino de Jaén, durante el largo período de cuatro siglos que nos ocupa.
Más bien se trata de presentar el resultado de las investigaciones llevadas a cabo tanto por los historiadores preocupados por la historia giennense en este
campo como por mí mismo.
Para ello es de primordial interés establecer una primera evaluación de los pueblos que estuvieron situados bajo la órbita señorial desde el momento de la «Reconquista» del Reino hasta el siglo pasado, labor completa que, obviamente, desborda las pretensiones de cualquier investigador individual.
No se agota, sin embargo, el estudio del régimen señorial en estos aspectos locales; este sistema de concebir la sociedad, que ocupa
las Edades Media y Moderna, envuelve y caracteriza todas sus estructuras, hasta el extremo de que, incluso, los concejos realengos
acaban siendo dominados por la nobleza local, que procura constituir o ampliar su patrimonio a costa de los bienes de estos concejos.
No obstante, tampoco esto debe extrañarnos, toda vez que el propio concejo de realengo actúa con respecto a sus aldeas como un señor más, exigiéndoles la prestación de pleito-homenaje y la contribución de cantidades por diversos conceptos, así como sometiéndolas a la directa jurisdicción de sus justicias.
Podríamos definir el régimen señorial, siguiendo al profesor don
Eduardo de Hinojosa, como «el conjunto de las relaciones de dependencia de unos individuos respecto de otros, ya por razón de la persona, ya de la tierra [..], y la organización económica, social y
política derivada de aquellas relaciones»’.
El marca escogido en esta ocasión para el estudio del régimen
señorial es la actual provincia de Jaén; aunque el Reino de Jaén se constituyó como tal ya en el siglo xiii, los avatares de la lucha fronteriza, de un lado, y la primitiva organización político-administrativa de Castilla, de otro, determinan que el actual mapa provincial sea más extenso que el histórico, desde la reorganización de Javier de Burgos, hace ahora siglo y medio.
En efecto, la incorporación del concejo de Alcalá la Real y de la encomienda santiaguista de Segura de la Sierra al Reino jienense procede del siglo pasado, si bien su adscripción al obispado de Jaén es aún más reciente.
Un hecho marginal también a tener en cuenta es la creación a fines del si- glo xviii de las nuevas poblaciones de Sierra Morena.
Vemos, pues, que entendiendo el concepto de «régimen señorial» como el conformador de la sociedad moderna, es necesario estudiar todas las circunscripciones político-administrativas, independientemente de que se trate de tierras de realengo o de señorío.
Para la mejor comprensión de este fenómeno hemos preparado dos cuadros, el primero de ellos referido a las contribuciones debidas por las localidades del Reino, que sirven para estimar tanto la estructura de la distribución de la riqueza en dos momentos distintos —finales del siglo xv y comienzos del xvii como la evolu- ción de la misma, aunque debemos advertir que la falta de datos en uno u otro momento da lugar a que los resultados sean bastante aleatorios.
En líneas generales, puede afirmarse que más de la mitad de la riqueza del Reino se concentraba en tierras realengas, en tanto que los señoríos militares y religiosos apenas alcanzaban un tercio del total, siendo minúsculo el papel de los señoríos laicos, con la excepción del condado de Santisteban del Puerto, sin duda, el más potente de todos ellos en tierras giennenses.
De mayor precisión es el segundo cuadro, mediante el cual podemos conocer tanto el número de pueblos situados bajo la órbita señorial como la densidad, la población, la extensión y la adscripción de los mismos al señorío del rey, de la Iglesia, Ordenes Militares o señores laicos, entre los siglos xv y XVIII.
En cuanto al número de pueblos, Ordenes Militares y concejos realengos ocupan los primeros lugares en ambos momentos, mientras que los señoríos laicos apenas superan la unidad.
Con respecto a la relación de 1789 se refleja una cierta evolución: si, par una parte, las aldeas de los concejos tienden a emanciparse, par otra, los señoríos eclesiásticos pierden el 10 por 100 de sus pueblos en favor de los seglares, en especial, del marqués de Camarasa.
Consecuencia de este mismo fenómeno «desamortizador» del siglo XVI es la alteración en las proporciones de extensión y población de ambas jurisdicciones: realengas y señoriales; en lo relativo a la extensión, el realengo se mantiene estable en torno al 42 por 100 del total, en tanto que Ordenes y diocesanos ven disminuir en seis puntos sus posesiones en beneficio de los señores laicos, que del 15 por 100 del total pasan al 23 por 100.
Sin embargo, la población realenga aumenta prácticamente un 10 por 100, mientras que los eclesiásticos pierden un 11 por 100, deI
cual sólo un 2 por 1013 redunda en favor de los señoríos seglares.
Una vez apreciadas estas líneas generales, conviene pasar revista a las distintas circunscripciones territoriales, según su adscripción
señorial.
1. El Realengo
Acabamos de constatar la importancia de los concejos situados, teóricamente, bajo la directa soberanía regia, que prácticamente suponían la mitad del Reino en todos los conceptos.
Estos concejos, en el siglo xv eran cinco: Jaén, Baeza, Ubeda, Andújar y Alcalá la Real. Con anterioridad, también habían sido independientes los municipios de Iznatoraf, Arjona y Santisteban del Puerto, aunque en el curso de los siglos xn y xiv cayeron en la órbita señorial.
1.1. El concejo de Jaén
Formado a raíz de su conquista en 1246, durante la época medieval dispuso de siete aldeas dentro de su alfoz: Tarrecampo, Pegalajar, Villargordo, Fuente el Rey, Mengíbar, Cazalílla y Torrequebradula, aunque no queda claro el momento de aparición de esta última .
El cercano Villargordo pasó en el siglo xv al señor de Villardompardo para independizarse en el siglo xviii.
Por su parte, el concejo de Cambil y Albabar se constituirá en 1485, tras su conquista a los nazaríes; para 1680 se poblarían, dentro de su término, concretamente en el pago de Escarcena, los lugares de Cárchel y Carchelejo, junto al despoblado de Cazalla.
La gran población alcanzada por la ciudad de Jaén a finales de la Edad Media propició la repoblación de su término, proponiéndose en 1508 a la reina Juana la creación de los lugares de la Nava del Can, Hoyo Rabaneros, Otiñar, Campillo de Arenas, Susana y Ranera, los Villares de Jige y Letraña, de los cuales, efectivamente, se repoblaron a partir de 1536 los cuatro últimos con los nombres de Campillo de Arenas, Valdepeñas, Los Villares y Mancha Real, respecti- vamente, en tanto que Otíñar permanecía, como hasta hoy, como una cortijada.
El éxito obtenido en la repoblación de su término, paradójicamente, determinó que estas aldeas, en el curso de la segunda mitad
del siglo xvi, se acabaran independizando de Jaén, mediante el expediente de comprar su libertad al rey: Mancha Real y Pegalajar en 1557; un año más tarde, Valdepeñas, Cambil y Alhabar; en 1565, Cazalilla; en 1574, Mengíbar“, y Los Villares en 1600”.
Temporalmente, durante el siglo xvii, habían sido enajenados del concejo de Jaén los lugares de Torredelcampo y Fuente el Rey, aunque acabaron siendo devueltos a aquél.
No obstante todo lo dicho, la nobleza local continuaba dominando tanto el concejo de Jaén como los nuevos municipios; en el primer caso, una serie de familias, emparentadas con la nobleza secular del Reino, controlan desde el siglo xv, al menos, la administración mu- nicipal 15, en tanto que esta nobleza se introduce en los concejos y percibe sus rentas
A pesar del gran esfuerzo repoblador del concejo de Jaén, ello no impidió que entre los siglos xv y xvi se despoblasen varios luga- res, como Otíñar, El Berrueco, Fuente Tétar, Villar de las Cuevas, Olvidada, Grafiena, Almenas-a, Ventosilla, Torre de Lope Fernández, Aldehuela, Bexix y Bornos, las cuatro últimas situadas fuera de la jurisdicción concejil.
Finalmente, digamos que, durante el periodo de nuestro estudio,
la población de estas localidades se duplicó, alcanzando los 65.000 habitantes en 1789 y una densidad en torno a los 45 hab./km2.
El territorio del antiguo concejo oscilaba alrededor de los 15OO km2.
1.2 el concejo de Baeza
Tal vez por ser la primera ciudad importante que se conquistó en el Reino de Saén, el alfoz de Baeza sea el mayor de todos los
concejos, alcanzando los 2.000 km’, si contabilizamos los términos de las nuevas poblaciones de Sierra Morena.
La población, por su parte, osciló entre los 20.000 y 30.000 habitantes.
Dependían de la ciudad de Baeza en el siglo xv los lugares de Baños de la Encina, Vilches, Rus, Lupión, Linares y el barrio del Rey de Ibros. Con anterioridad habían sido segregados del término para pasar a manos señoriales los lugares de Bailén, Canena, Begíjar, Estibiel, Arquillos, Recena, Chincóyar y Neblí.
Durante la Edad Moderna, las aldeas baezanas también pudieron acceder a su emancipación mediante el pago de fuertes cantidades
a la Corona: Linares en 1565, Baños en 1627, Rus en 1628 Lupión en 1795 y Vilches con anterioridad a 1799.
Nuevamente en Baeza y municipios segregadas encontramos oficios y rentas en manos de la pequeña nobleza.
1.3. El concejo de Ubeda
Es el alfoz de Ubeda el término que más variaciones experimen- ta desde el siglo xiii2t no sabiéndose, a ciencia cierta, qué lugares
dependían de ella en un momento dado. Para fines de la época me- dieval parece que dependían de su señorío los lugares de Cabra, Navas de San Juan y Quesada. Sin embargo, para finales del siglo xviii estos lugares hablan pasado, respectivamente, al marqués de la Ram- lila, al conde-duque de Santisteban y al duque de Arcos ~. A cambio de estas pérdidas, Ubeda volvió a ejercer su señorío en el siglo xvi sobre Torreperogil. Precisamente, Torreperogil, en unión de Quesa- da, intentó comprar su libertad del rey en 153?, infructuosamente, consiguiéndolo sólo Quesada en 1564 ~.
En términos generales, el concejo ubetense se extendía por unos mil kilómetros cuadrados, con una población que oscilaba entre los
15.000 y 10fl00 habitantes, contando con las cortijadas de Santa Ola- lía (hay Santa Eulalia), Torre de San Juan, Olvera y Villarpardillo. También encontramos a la pequeña nobleza local instalada en los oficios municipales de Quesada ~ y Ubeda ~.
L4. El concejo de Andújar
Este concejo, extendido desde Siena Morena hasta el Guadalqui- vn, gozó de cierta estabilidad en su conjunto durante toda nuestra época de estudio, aunque siempre anduvo en peligro de caer en la órbita señorial ~‘.
Su término incluía las aldeas de Villanueva de la Reina y Marmo- lejo, además de treinta y tres cortijos ~. Para 1790 y 1791 ambas aldeas ganarían su libertad, a titulo oneroso, como era habitual ~. Sobre un territorio de 1.300 km’ se asentaba una población de 10.000 a 25.000 habitantes.
El concejo de Andújar conservó hasta fines del siglo XVIII la mayoría de sus oficios municipales~, aunque el portazgo de la ca- pital pertenecía al duque de Montellano ~.
1.5. El concejo de Alcalá La Real
El concejo de Alcalá la Real, de tan acusada personalidad hasta el presente siglo, se extendía por más de 400 km’, con una pobla- ción oscilante entre 6.000 y 14.000 habitantes. Hasta 1835, en que adquirió la categoría de villa Frailes ~ la única entidad importante era Castillo de Locubin; había, además, doce aldeas~‘.
Oficio importante, por las pagas reales que llevaba aparejadas, era la alcaidía de la fortaleza de la Mota, que siempre estuvo en manos de señores.
2. SEÑORíOS ECLESIÁSTICOS
Estos señoríos representaban, en cuanto a población y extensión, entre el 30 y el 40 por 100 del Reino de Jaén. Se puede hablar de das tipos de señoríos eclesiásticos: los militares y los seculares; entre éstos habría que incluir el Adelantamiento de Cazorla, pene- neciente al arzobispo de Toledo, y las escasas posesiones del dioce- sano giennense.
Las Ordenes Militares, por su parte, ocupan los extremos noroeste y suroeste del reino> como herencia fronteriza de su pasado medie- val.
Es sabido que durante el reinado de los Reyes Católicos los maestrazgos de las órdenes de Santiago y Calatrava, que aquí nos ocupan, ft¡eron ocupados por los monarcas, con lo que se plantea el problema de su filiación dominical.
Si bien es cierto que el señorío corresponderá en adelante a los reyes, no la es menos que estos institutos conservaron sus institu-
ciones intactas, variando tan sólo el destinatario de las rentas de las respectivas mesas maestrales. Es por esto por lo que los incluimos dentro de los señoríos eclesiásticos.
2.1. La Orden Militar de Calatrava
Gozaba de una extensión de 1200 Km2 y una población oscilante entre los 28.000 y 33.000 habitantes. La base del señorío radicaba en la provincia calatrava de Martos, junto con la ciudad de Arjona y los núcleos de Sabiote, Torres, Jimena can Recena y barrio cala- travo de Canena, localidades dispersas que serían segregadas en el siglo xvi en favor de Francisco de los Cobos.
Por su parte, tercias de Arjona y alcabalas y tercias de Arjonilla
habían caído en manos de la familia genovesa de Espínola Palavicina ~‘, en tanto que oficios municipales eran detentados por pequeños nobles.
2.2. La Orden Militar de Santiago
Caso similar es el de la Orden de Santiago, que en sus 2200 km2 concentraba una población de 17.000 habitantes, en diecisiete pueblos; éstos se hallaban repartidos en las encomiendas de Beas, Se- gura y Bedmar. El crecimiento demográfico de fines de la Edad Media permitió la repoblación en 1525 de Santiago de la Espada fl can posterioridad a 1789 se poblarían Pontones y Puente Génave, antes cortijadas.
Las desmembraciones del siglo xvi afectaron poco a los santia- guistas, que sólo cedieron su barrio de Canena al marqués de Cama- rasa y la villa de Bedmar al cuarto señor de Solera”.
2.3. El Adelantamiento de Cazorla
Mucho peor parado salió el arzobispo de Toledo de los cambios de la Edad Moderna. Este Adelantamiento se había constituido en torno a los concejos de Iznatoraf, Cazorla y Quesada con sus res- pectivas tierras. Dos aldeas alcanzaron su libertad, emancipándose del señorío y pasando a ser realengas: Sorihuela, aldea de Iznatoraf, se independizó en el curso del siglo XVII ~, en tanto que Pozo-Alcón lo hizo en 1648 t Por otra parte, Hinojares y Huesa pasaron a manos de dos señores, que las hicieron base de sus posesiones.
Hay que advertir, además, que el señorío de Santo Tomé, desde su fundación en 1348, fue compartido por el arzobispo y los descendientes del administrador que lo fundo
De este modo, el Adelantamiento perdió un 3 por 100 de su territorio, aunque la población de las villas restantes se triplicó en los siglas modernos. Carlos 1 entregó este Adelantamiento al marqués de Camarasa, aunque, tras largo pleito, los arzobispos toledanos recuperaron este señorío en 1601 ~
2.4. El obispo de Jaén (la mesa episcopal)
Comparados con los anteriores señoríos, las posesiones del dio-
cesano de Jaén son ciertamente exiguas —apenas 44 km2—, lo que facilitó su rápida extinción a lo largo de los tiempos modernos.
Este señoría episcopal se formó en torno a dos núcleos: Begíjar y la nueva población de la Torre del Obispo, de 1518 ~ por un lado, y, por otro, el lugar de la Torre de Tiédar y el aledaño de Canalejas, luego transformado en El Mármol ~.
3. Señoríos Laicos
Dos hechos importantes hay que reseñar en lo que respecta a es- tos señoríos: en primer lugar, la mayoría de los señoríos seculares del Reino de Jaén aparecen en el siglo XLV, al calor de la política trastamarista, o en el siglo xv, como consecuencia o bien del avance fronterizo, o bien de las luchas nobiliarias, y, en segundo lugar, el hecho de que el territorio dominado por estos sefiores aumentase en la Edad Moderna un 8 por 100 es debido a la creación de cierta cantidad de señoríos nuevas, más que la ampliación de los anteriores.
3.1. Principales señoríos medievales
3.1.1. El linaje Torres de Portugal: condes de Villardonzpardo
En el siglo xv formaban este condado los lugares de Villardom- parda, Escañuela y Villargordo, en un territorio de apenas 80 kw2, habitado por mil personas. La donación a los Ruiz de Torres de las dos primeras villas —segregadas probablemente del término de Ar- jona— procede de mediados del siglo xiv ~ fundándose el mayoraz-
go en Jaén el 24 de mayo de 1396 por Pedro Ruiz de Torres e Isabel Méndez de Biedma 52 Estos emparentaron con un descendiente de la casa real portuguesa y, más tarde, a través de Teresa cte Torres y Portugal, con Miguel Lucas de Iranzo, condestable de Castilla~.
El primer conde de Villardompardo fue Femando de Torres y Portugal, asistente de Sevilla y virrey del Perú, por gracia de Felipe II, fundando su mayorazgo en Sevilla (12 de octubre de 1592).
Posteriormente, la condesa Eugenia María Torres y Portugal acumuló el marquesado de Villamayar, habiendo pasado en 1696 condado y marquesado a la marquesa de Bélgida, Francisco María Belvís Torres y Portugal ~.
Para comienzos del siglo xviii era marquesa de Bélgida y Bena- vites María Exarcb de Bellón ~.
3.1.2. El linaje Benavides
3.1.2.1. Condado de Sanristeban del Puerío.—EI linaje de los Biedma-Benavides, infanzones procedentes del Reino de León, esta- Mecidos en Jaén desde el siglo xiii, es una de las castas que prota- gonizará la historia del Reino giennense durante la Baja Edad Media ~‘.
Este señorío laico es el más amplio de todo el Reino, y nos es bien conocido gracias a los trabajos de Concepción Quintanilla ~.
Ya en el siglo xv del tronco principal se desgajaron dos ramas: la de los señores de Jabalquinto y la de los de Frómista ~. El núcleo principal, no obstante, estaba constituido por la villa de Santisteban del Puerto, con sus aldeas de El Castellar y las Navas de Santisteban, a las que se unía el lugar de Espeluy, casi despoblado en esta época, y el antiguo barrio del Condestable en Ibros ~.
Elevado a la categoría de condado en 1473, un siglo más tarde el conde de Santisteban había acumulado el vizcondado de Huelma —provisionalmente— y el señorío de Solera, debido a la política seguida de enlaces matrimoniales él.
Así pues, el condado en el siglo XVIII ocupaba una extensión cercana a los 1000Km2(no olvidemos sus posesiones en SierraMorena), gracias a la unión de Solera y Torre de García Fernández —hoy San Bartolomé—; sin embargo, la población nunca fue abundante. Es en este mismo siglo cuando sus señores obtienen el título de
duques. Con posterioridad, sus señoríos, previsiblemente por matri- monio, pasaron a la casa ducal de Medinaceli, en cuya archivo se- villano se conserva la documentación pertinente al condado-ducado de Santisteban.
3.L22. Señorío de Jabalquinta y Estibiel.—En los primeros años del siglo xv, debido al testamento de Día Sánchez de Benavides, se separan dos ramas del señorío de Santisteban: el primogénito Men
Rodríguez heredaría el mayorazgo, en tanto que los bienes libres en Castilla la Vieja pasarían al segundo, Gómez, y los del Reino de Jaén a Manuel, el tercer hijo %
Durante el resto del siglo este señorío irá afianzándose poco a poco, entre luchas con los Carvajales, sus eternos enemigos, e inter- venciones en la guerra de Granada ~. En la centuria siguiente, estos señores participan en las campañas de la monarquía, logrando la confianza de los reyes, que, finalmente, acaban elevando a marque- sado el señorío de Sabalquinto en 1617.
Para mediados del siglo xvii el marquesado es agregado por ma-
trimonio al señorío de los primogénitos de los condes de Benavente, es decir, al condado de Luna y Mayorga. Como las demás posesiones del condado de Benavente, Jabalquinto pasó, igualmente por matri- motilo, a partir de 1834 al señorío del ducado de Osuna ~.
Numéricamente, este señorío de labalquinto, con el despoblado
de Estibiel, nunca fue importante: apenas 72 km2, con una población entre 500 y 800 habitantes.
3.13. El linaje De la Cueva
3.1.3.1. Vizcondado de Huelma—El origen y destino de este li- naje se halla ligado, de una parte, a don Beltrán de la Cueva y, por
por otra, a la Orden de Santiago y a la frontera de Granada ~.
El hidalgo ubetense Beltrán de la Cueva, paje y favorito de En- rique IV, consiguió de éste el maestrazgo de Santiago, donde situó a sus familiares, y el condado de Ledesma.
De su suegro, Diego Hurtada de Mendoza, marqués de Sanfillana, consiguió en 1463 la villa de Huelma, con titulo de vizcondado t
Durante un siglo esta familia estrechó lazos con los Manrique y los Benavides, por lo que no es extraño que el vizcondado pasase
temporalmente a los condes de Santisteban, aunque para 1575 re- vertíaalducadodeAlburquerque~‘, en donde permanecería al menos doscientos años.
Este señorío ocupaba una extensión de casi 200 kw2, con una po-
blación importante: entre 1300 y 3.000 habitantes, si bien los señores procuraron extender sus propiedades a la cercana Bexix, sin demasíada fortuna ~.
3.13.2. Señorío de Solera,—EI castillo de Salera fue conquista- cIa durante el reinado de Enrique IV por Luis de la Cueva, segundo hijo de don Beltrán, que usurpaba la encomienda santiaguista de Bedmar a Femando de Quesada~. El cuarto señor de Solera fue el comendador Alonso de la Cueva y Benavides, comendador desde 1522 de Bedmar, el cual compró esta villa a Felipe II, siendo su pri- mer señor.
En la siguiente generación este señorío, por matrimonio, pasa a ser detentado por el conde de Santiesteban.
El señorío de Solera, que ocupaba las villas de Solera, Torrepe-
rogil y Torre de García Fernández, suponía cerca de 150 km2, habi- tados por unas dos mil personas.
3.1.3.3. Señorío de J3edvnar.—La villa de Bedmar fue comprada, como acabamos de ver, por su comendador en 1562, después de que sus antepasados la dominasen durante una centuria, como comen- dadores de la Orden de Santiago. Y, ciertamente, se trataba de una buena adquisición, ya que sobre un solar de 100 km2 vivían más de dos mil personas.
Para 1614 fue erigida en marquesado, aunque siguiendo derrote- rosdistintosalosdeSolera“, y,así,enelsigloxvrueraseñoríodel marqués de Bedmar, título perteneciente al marqués de Villena, y hoy al duque de Frías.
3.1.4. El linaje Carvajal: señores de Jódar
Los Carvajales, adversarios de los Benavides y de la Cueva, eran hidalgos procedentes de Baeza, que en el siglo xv consiguieron al-
zarse con un señorío de casi 300 km2, con unos das mil habitantes de población, gracias a su adhesión al bando vencedor en todas las guerras civiles de la Baja Edad Media y comienzos de la Moderna.
Jódar había estado en manos de los descendientes de Sancho Martínez de Jódar hasta que fue adquirido por el condestable Ijúvalos pastenormente, Juan II la cedería a Alonso de Carvajal (1422)~, en manos de cuya familia permanecería en adelante. El castillo de Tobavuela también fue adquirido por Día Sánchez de Jódar o Carvajal en 1467”, en tanto que Belmez le era donado por los Reyes Católi- cas en 1478, después que lo conquistase ~, junto con el despoblado de Moraleda.
Parece que también usurpó el castillo de Torres, antes que fuese comprado a los calatravos por Francisco de los Cobos.
Excepto este lugar, el resto del señorío fue ascendido a la categoría de marquesado, siendo patrimonio en el siglo xviii del conde de Maceda~.
3.2. Otros señoríos de origen medieval
3.2.1. Señorío de Bailén
La aldea baezana de Bailén fue vendida en 1349 por Alfonso XI a Pedro Ponce de León, señor de Marchena y conde de Arcos, en 145.000 maravedíes.
Se extendía sobre más de 100 km2, con más de 2.500 habitantes a fines del siglo xv.
Al menos desde esta época, poseía el conde de Arcos en Bailén el portazgo ~ las alcabalas ~, el oficio de fiel medidor ~, los novenos de los diezmos, las tercias de granos y maravedíes y los derechos de correduría ~.
Según la relación de la renta de Tabaco, la villa de Quesada también pertenecía al ducado de Arcos aunque no he encontrado dato
alguno que avale tal suposición.
La documentación relativa a este señorío puede consultarse en
la sección Osuna del kH.N
3.2.2. Señorío de Garcíez
Según Rodríguez Molina, este lugar estaba en posesión de Pero Díaz de Quesada ya en 129981; este personaje era administrador de las tierras del arzobispo de Toledo y precisamente por ello fundó en ellas el lugar de Santo Tomé en tiempos de Fernanda IV; el se- ñorío de la nueva población fue partida por mitad entre el administrador y la mitra. Para 1543, Día Sánchez de Quesada casaba can Leonor de Guzmán, que aportó al señorío los lugares de Nínchez y Chozas.
Un siglo antes, concretamente en 1478, Pedro Díaz de Quesada, primogénito del señor de Garcíez, casa con una hija del señor de Jabalquinto ~; enlace que se volvería a repetir una centuria más tarde entre Diego de Quesada y Ana de Benavides ~.
El señorío de Garcíez se extendía, pues, a Garcíez, mitad de Santo
Tomé, Nínchez y Chozas, en algo más de 50 km2, escasamente po- bladas por 150 personas.
En 1627, bajo el señorío de Fernando de Quesada y Mendoza, Garcíez fue elevado al rango de condado y Santo Tomé al de viz-
condado ~, y quince años después recibiría los oficios de escribano, fiel ejecutor y guarda mayor de Santa Tomé y Montiel~.
Este fue sucedido por su hijo Pedro Juan de Quesada y éste, a su vez, por Miguel Jerónimo Ponce de León y Mesía ~; éste heredó en 1726 el
mayorazgo de Floreaga, creado en 1532 por Pedro de Zuazola ~.
Con Miguel Jerórimo el condado de Garcíez queda englobado en
el marquesado de Castromonte
3.2.3. Señorío de La Guardia
El señorío de la villa de La Guardia procede de la guerra civil entre Pedro 1 y Enrique 11, el cual la entregó a Ruy González Megía.
En adelante, los Megía serán sus señores, los cuales detentaban, además, los señoríos de Santa Eufemia y Torreblanca, en el Reino de Córdoba.
Alcanzó el rango de marquesado en 1566, siendo señor Gonzalo Megía Carrillo ~.
Para mediados del siglo xviii, este marquesado pasó a manos del marqués de Ariza, probablemente por medio de alianzas matrimoniales; este marqués, según Loynaz, tenía el núcleo de su señorío en tierras conquenses.
El marquesado de La Guardia incluía en un perímetro de ape- nas 38 km2 una población que oscilaba entre los mil y das mil habitantes.
3.2.4. Señorío de Alcaudete
La villa fronteriza de Alcaudete atravesó por diversas vicisitudes hasta ser incorporada definitivamente al reino castellano a comienzos del siglo xiv Parece ser que dependió temporalmente de la Orden de Calatrava, para en el mismo siglo xiv pasar al señorío de los Montemayor ~.
Así, en 1478 era señor Martín Alfonso de Montemayor, aunque para 1500 había pasado a manos de Alonso Fernández de Córdoba, casado con María de Velasco ~‘.
Este señorío fue elevado a condado por Carlos 1 en la persona de Martín Alonso de Córdoba y Velasco. En cl siglo xviii por la política matrimonial seguida, detentaban el condado los marqueses de Villena, dentro de la casa de Oropesa, es decir, el ducado de Frías ~.
Este importante señorío, de más de 5.000 habitantes, ocupaba 237 km2.
3.2.5. Señorío de la Torre de Gil de O/íd
La historia señorial de esta cortijada apenas nos es conocida: sa- bemos que en 1269 Alfonso X entregó la Torre de Gil de Olid y Ja- rafe —enclavadas en el término de Baeza— a treinta y tres infantes baezanos en señorío ~. Hasta fines del siglo xix no volvemos a tener noticias de su detentador: era Juan Pérez de Guzmán y Boza, duque de T’Serclaes de Tilly, grande de España de primera clase, maestran- te del real de Sevilla, gentilhombre de Cámara, señor de la Torre de Gil de Olid y de la Torre de la Margarita ~.
3.3. Señoríos de época moderna
3.3.1. Marquesado de Camarasa
Francisco de los Cobos, secretario de Carlos 1, personaje enraizado en Ubeda, creó un importante señorío en tierras giennenses, de 250 km2 y más de cinco mil personas, a costa de la Orden de Calatrava en1537compró Sabiote,que pronto se alzaría como marquesado; un año más tarde, el emperador ordenaba a los dos barrios de Canena constituyeran un solo ayuntamiento, ya que ambos hablan sido vendidas a su secretario ~.
Poco después adquiría, también, las villas de Torres, Jimena y Recena.
Estas posesiones constituirán un señorío bastante completo, pues el emperador le vendió incluso, los derechos regios: en 1539 da posesión a Francisco de los Cobos de las villas de Torres y Canena ~ y en 1540 le vende las tercias y alcabalas de Sabiote en 16.590 maravedíes así como las de Torres y Canena ~.
Posteriormente, conseguirá los condados de Ricla y Castro y el Adelantamiento de Cazorla, siendo en cuanto a rentas, el primer señor del Reino de Jaén a mediados del siglo xvi
En la primera mitad del siglo xvii fue marqués de Camarasa Manuel de los Cobos y Luna, que fue sucedido en 1669 por Baltasar de los Cobos y Luna, el cual sería nombrado contador mayor de la ciudad de Granada.
Para 1726 era marqués Miguel González de los Cobos, y cuarenta años después, Isabel Raza Gómez de los Cobos.
Con posterioridad, el marquesado de Camarasa se integré en el ducado de Medinaceli, en cuyo archivo se halla su documentación.
3.3.2. Marquesado de la Rambla
La aldea de Cabra del Santo Cristo había pertenecido en el siglo xv al concejo de Ubeda, que hubo de desampararla por lo peligroso de su tenencia.
Despoblada permaneció hasta 1530, en que se rehizo su puebla; unos años más tarde era comprada par Jerónimo
de San Victores de la Portilla 107 Para 1652, su sucesor, Jasé San Víctores de la Portilla, caballero de Alcántara, compraba las tercias del lugar ~% y dos años más tarde hacía lo propio can las alcabalas y unos por ciento.
En 1710 encontramos al señor José San Victores de la Portilla como marqués de la Rambla. Su sucesor, Rodrigo Pe- dro de Orozco San Víctores, fue despojado en 1764 por la Corona de las alcabalas, tercias y derechos del primer y segunda uno por ciento de la nueva alcabala de Cabra.
Poco después, el concejo de Cabra comprada su libertad al rey, por lo que, al tiempo del Atiante, era realenga ‘~.
Esta casa ha perdurado hasta nuestros días. Así, en 1920 fallecía a los veintidós años Bernardo de Orozco y Loring, marqués de la Rambla, con casa solar en Úbeda.
3.3.3. Marquesado de Hinojares
Según Espinalt, Hinojares fue aldea de Pozo-Alcón hasta 1690, que, cama villa, pasé a pertenecer a Iñigo Rodolfo Fernández de Angulo, habiendo pasado al siglo siguiente a manos del conde de Are- nales, como marqués de Hinojares “k
3.3.4. Condado de Huesa
Poco sabemos de este señorío; según Olivares Barragán, fue con- quistada definitivamente por Francisco de la Cueva> al que Enrique IV dio título de cande de Huesa; y, en efecto, como tal condado aparece en la relación de Loynaz 122,
3.3.5. Condado de Torralba y Talara
Torrequebradilla durante la Edad Media fue una dehesa del con- cejo de Jaén, siendo poblada, probablemente, en el sigla xvi.
Para 1612, Antonio de Córdoba y Mendoza, hijo de Gabriel de Córdoba y Aldonza Manrique de Córdoba, compra las alcabalas de
Tarrequebradilla y Torralba 113, aunque hasta 16.40 no es concedido el señorío de ambas localidades a Iñigo Fernández de Córdoba y Mendoza‘~. SusdescendientesfueronloscondesdeTorralbayla- lara y marqueses de Puentes, en tierras sevillanas 115
3.3.6. Marquesado de Coste/moncayo
Parece que la fundación de Noalejo se debe a Menda de Salcedo, criada de la reina Juana, que le vendió el lugar en 1508 ~ Para fines de siglo, su señor, Diego de Maldonado Salcedo, emparentaba con los señores de Jabalquinto’”.
Desconozco el momento en que el señorío de Noalejo se integró en el marquesado de Caátelmoncayo, aunque debió ser antes del si-
glo xviii, en que era marquesa Manuela de Fuenmayor y Dávila, con- juntamente con su hijo, Joaquín de Saavedra Quiñones Pimentel, cu- yos señoríos se extendían por la actual provincia de Madrid —Robledo de Chavela, principalmente— y tierras de León
A fines de siglo, el concejo de Noalejo intentó redimir la jurisdicción del marqués, que les causaba grandes estragos en sus propios -
33.7. Otros señores jienenses
Obviamente, la nobleza de Jaén no se limitaba a los señores re- señados hasta aquí, toda vez que no fueron demasiados —entre los que detentaron propiedades territoriales— los que lograron hacerse con el señorío jurisdiccional de una o varias villas.
Así, es palmario el caso del vizconde de Los Villares, cuyo señorío en 1789 era prácticamente inexistente‘~.
En situación similar se encontraba doña Isabel de Carvajal y Ponce, condesa de Humanes, que era dueña de un coto en Villargordo y patrona de un convento de dominicos en Jaén.
Dos marqueses más se documentan en el Jaén del siglo XVIII: el
marqués de Villanueva de Duero, poseedor de la mitad del patronato del monasterio de la SantísimaTrinidad, y Joaquín Melgarejo, marqués de Quiroga, dueño de unas tenerías.
Por su parte, en la Ubeda del mismo siglo destacan el conde de
Guadiana W y el duque de San Pedro Galatino, también conde de Benalúa ‘~.
4. CoNcLusIoNEs
Aunque la labor a realizar es aún ingente, creo que se puede con- cluir este trabajo volviendo al comienzo, es decir, resaltando cómo el régimen señorial es algo omnipresente en la época moderna: los concejos realengos, que, desde mediados del siglo xlv, van perdiendo autonomía, a fines del siglo xv y comienzos del xvi son dominados por la oligarqula local, representada en el colegio de regidores, las cuales estaban emparentados, por otra parte, con la nobleza detentadora de los señoríos laicos.
Estos, a su vez, crecen a costa de los señoríos religiosos y militares, que son dominados por señores y reyes, respectivamente.
En Cuanto a los linajes giennenses, si hacemos abstracción de los
señoríos creados en los siglos xvii y XVIII, tienden a permanecer en el Reino de Jaén, siendo excepcionales las castas que poseen propiedades fuera de éste.
Es a partir del siglo XVI, cuando, a causa del agotamiento biológico de los linajes y de la política de alianzas matrimoniales, estos señoríos pasan a casas importantes a nivel nacional.
Finalmente, a los pueblos —empobrecidos a causa del despilfarro de sus propios y comunes— no les quedará otra opción que redimirse
por titulo oneroso de sus señores o villas.
Pedro A. PORRAS ARBOLEDAS
(Universidad Autónoma de Madrid)
http://revistas.ucm.es/index.php/ELE...4220797A/24943
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
IX
REALENGO, SEÑORÍOS Y MAYORAZGOS
Con anterioridad a la toma de Almería por los Reyes Católicos, algunas familias de la realeza nazarí, que ejercían el control político de la ciudad, no vacilaron en entrevistarse secretamente con el rey don Fernando para pactar la entrega del territorio almeriense.
Encabezaba la intriga el infante de Almería y alcaide de la ciudad Yahya al-Nayar, cuñado del rey Zagal y figura relevante en la sociedad musulmana. Yahya se comprometió con don Fernando a entregarle las plazas de Vera y Almería a cambio de importantes prebendas para sí y los suyos, entre las que figuraba la concesión a favor de su hijo Aliomar ben Nayar de “...los lugares de Enix e Felix, que corresponden a tres alcarías en tierras de Almería (...); e de cada una de ellas con el término e vasallos de suyo, hombres e mujeres que en ellos viven, do están con todas sus rentas e pechos e derechos, e con todos sus ejidos, montes, prados e pastos e aguas manantes o corrientes (...); e con jurisdicción civil o criminal, con todos los usos y servidumbres...”. Convenio que, como se deduce del texto documental, avalaba en principio toda una concesión de pleno señorío.
Informado El Zagal de aquellas negociaciones, destituyó a los miembros de su familia que habían participado en las mismas, castigo que no impidió el proseguimiento de las maquinaciones secretas de Yahya al-Nayar, como lo demuestra el hecho de que al producirse más tarde la conquista y entrega de Almería, los Reyes Católicos colmaron de mercedes a este infante y a su hijo ben Nayar, conocido a partir de su bautismo como don Alonso de Granada Venegas. Pero ningún documento posterior da noticia de que a don Alonso se le concediera el señorío de los lugares de Almexixar que previamente había pactado. Una precaución seguida por los reyes aconsejaba no otorgar señoríos en las zonas de costa fronteras al África, norma que sin duda alteró el compromiso con los Nayar de Almería, concediéndoles a cambio señaladas ventajas en los lugares de la taha de Marchena, ubicados más al interior.
Por su estratégica proximidad a la costa, Felix quedó desde el principio como lugar de realengo, con dependencia directa de la Corona, circunstancia que no descuidó en aprovechar el gobernador de Almería (fundándose quizá en el precedente no lejano de Yusuf V) para demandar de los reyes que Almexixar fuera declarada tierra de Almería, lo que no alteraba la condición realenga de la comarca, quedando mas bien consolidada al ser incorporada al partido de Almería, ciudad realenga por excelencia. El 8 de diciembre de 1501 los Reyes Católicos acceden a la petición por real cédula firmada en Écija en los términos siguientes:
“...Porque la dicha ciudad de Almería sea más ennoblecida e mejor poblada, por la presente hacemos merced e gracia e donación pura e perfecta, no revocable, que es dicha entre vivos por juro de heredad para siempre jamás, de las villas de Tabernas e Níxar e sus tierras e de los lugares de Ynix (Enix), Filix (Felix) e Bícar (Vícar)”, que son de la tierra de Almexixar, e de los lugares del Alquián e Alhamilla, con sus vasallos, e términos e jurisdicciones...” Consecuentemente se produce por segunda vez la incorporación de Felix y los pueblos de su entorno al alfoz de Almería, como parte integrante del mismo.
Como hecho prioritario, la jurisdicción del distrito en el orden criminal pasaba a la alcaldía mayor de Almería, en tanto que el alcalde de Felix, según se ha indicado en el capítulo anterior, seguía entendiendo en los casos ordinarios de carácter civil. Por supuesto, la ciudad se encargaba de recaudar todos los impuestos en nombre de la Corona, gestión intermediaria que a los labriegos de Almexixar, en su mayoría sencillos moriscos, les era particularmente indiferente, pues sabían que por un medio u otro, fuera quien fuese el inmediato perceptor, ellos habían de aportar sus tributos al erario público.
Diferente cuestión fue cierto sistema de mayorazgo –que no de señorío- surgido cuatro años más tarde en los lugares de Almexixar, asunto éste que por sus interesadas derivaciones y casi discutible legalidad perjudicó con frecuencia la economía de algunos modestos campesinos. El caso tuvo su antecedente en la fuga de moros felisarios y de lugares cercanos, que después de la revuelta del año 1500 buscaron refugio en Marruecos o Argel, dejando abandonadas sus haciendas, lo que contribuía al empobrecimiento de la tierra. La concurrencia de labradores cristianos viejos en la provincia era por entonces tan escasa, que resultaba insuficiente para el cultivo de los campos. Por otra parte, aunque aún permanecía suficiente población morisca ocupada en la agricultura, la política oficial del momento desaconsejaba el incremento de tierras en manos de los vencidos.
Sobrevino en tales circunstancias la muerte de la reina Isabel, quedando don Fernando como regente de Castilla en nombre de su hija doña Juana. El regente, pragmático y especulador, lejos de insistir en la política de repoblación puesta en marcha para atraer a cristianos viejos a los territorios conquistados, optó por vender en “lote único” todas las casas y haciendas abandonadas por los infieles en el distrito de Almexixar, decisión que, si bien aportó un beneficio a las arcas reales, conculcaba en cierto modo todos los derechos otorgados por real cédula a favor de la ciudad de Almería, como se vio más tarde en una serie de competencias enfrentadas.
La transacción tuvo lugar a comienzos de 1505. Un desconocido hidalgo de Madrid, don Jorge de la Torre, con el fin de crearse un mayorazgo para prestigiar su nueva alcurnia, propuso a la Corona la adquisición por 180.000 maravedíes de las casas, huertas, dehesas, etc., que habían sido abandonadas en la taha de Almexixar por los moros “pasados al allende”. La escritura se formalizó en Toro el 20 de febrero del mismo año, pero don Jorge debía pertenecer a una clase de hidalgos con más pretensiones que “posibles”, pues no pudo hacer frente al pago y traspasó la operación, con el consentimiento del regente, a don Alonso Núñez, caballero también madrileño, que entró en posesión de los bienes adquiridos.
En 1541 heredó a don Alonso su hermano don Francisco Núñez, quien fundó su propio mayorazgo (1562), autodeclarándose sin más “señor solariego de los lugares de Felix, Vícar y Enix”, cuando sólo poseía en ellos unos bienes amplios pero perfectamente determinados, sin atribución alguna de señorío sobre las restantes tierras de dichos términos. Según datos obtenidos de un voluminoso pleito que se conserva en el archivo de la Real Chancillería de Granada, la propiedad agraria más importante de los Núñez era un marchal o tierra de regadío en la “boca de Andacarcauz” (sin duda Casablanca) administrado entonces por un morisco de Vícar llamado Luis Zambaron. Por derecho de sucesión, el mayorazgo vino con el tiempo a manos del coronel don Juan Maza y Montalvo, caballero de Alcántara, que en 1712 fue ennoblecido con el título de marqués de Casablanca, linaje hoy desconocido.
A lo largo del siglo XVI y en períodos subsiguientes, la situación creada entre el mayorazgo y las autoridades de Almería, como representantes éstas del distrito y obligadas a la legítima defensa del mismo, ocasionó continuos problemas en orden a deslindes, censos enfitéuticos y otras cuestiones recaudatorias, pues la familia Núñez interpretaba a su buen antojo el patrimonio realmente adquirido por su antepasado, sin que los labriegos perjudicados de la comarca, que desconocían el quid legal del asunto, supieran a qué atenerse en aquel embrollo de derechos y pleitos cada vez más enredados por leguleyos y escribanos. Las reivindicaciones de los Núñez, firmes en su autoproclamación de señores solariegos de toda una comarca que era legalmente libre por derecho de realengo y afecta jurisdiccionalmente a la capital, ocasionó tantas dificultades y trastornos que, incluso setenta años más tarde de realizada la famosa compra, cuando se efectuaba la repoblación del concejo de Almexixar decretado por Felipe II tras la expulsión de los moriscos, muchos de los colonos venidos a poblar renunciaron a establecerse en la comarca, ante las reclamaciones y exigencias de los Núñez.
Todavía en las primeras décadas del siglo XIX, casi en la agonía ya del viejo régimen de señoríos, surgen renovadas pretensiones del marqués de Casablanca sobre las viviendas construidas por los vecinos en Roquetas en la dehesa comunal, reproduciéndose los trámites del viejo pleito en la Real Chancillería, litigio que apesadumbró durante largo tiempo a la nueva población roquetera, que con tanto entusiasmo y tesón cuidaba el crecimiento de un pueblo forjado con su personal esfuerzo. La implantación de las ideas progresistas, que dieron al traste con los rancios privilegios, fue un respiro para el conturbado vecindario de Roquetas.
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La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
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