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Tema: Cosas de mi Andalucía

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  1. #1
    Avatar de Ordóñez
    Ordóñez está desconectado Puerto y Puerta D Yndias
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    Respuesta: Cosas de mi Andalucía

    Pues me parece lo que es: Una basura, un insulto a nuestra tierra.

  2. #2
    Toronjo está desconectado Miembro Respetado
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    Respuesta: Cosas de mi Andalucía

    Por favor que alguien lo quite
    "QUE IMPORTA EL PASADO, SI EL PRESENTE DE ARREPENTIMIENTO, FORJA UN FUTURO DE ORGULLO"

  3. #3
    Toronjo está desconectado Miembro Respetado
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    Respuesta: Cosas de mi Andalucía

    A ANDALUCÍA





    Niña que toca las olas
    Con sus manos de gitana
    Vistiéndose con espuma
    Mojándose con el agua



    Blanca mantilla de encaje
    Sobre peineta de nácar
    Que cubre con azahares
    Una garganta dorada



    Mil manantiales de sol
    Riegan tus campos de ámbar
    Aire de jazmines mece
    Cada hoja de tus ramas



    Eres himno de alegría
    Saeta de madrugada
    Eres canto desgarrado
    Eres cuerda de guitarra



    Callejuelas de faroles
    Atraviesan tus entrañas
    Como venas encendidas
    Como afluentes de lava



    Tu noche de piel morena
    Con sus lunares de plata
    Despierta con unas palmas
    Con el crujir de una falda



    Eres balcón de geranios
    Que no cierra sus ventanas
    Brisa se cuela en tu alcoba
    Con su frescor de esperanza


    Mar Valderas
    "QUE IMPORTA EL PASADO, SI EL PRESENTE DE ARREPENTIMIENTO, FORJA UN FUTURO DE ORGULLO"

  4. #4
    Toronjo está desconectado Miembro Respetado
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    Respuesta: Cosas de mi Andalucía


    Cristianos y moriscos



    Estébanez Calderón, en unión de Luis Usoz y del Río, proyectó crear una colección de Novelas originales españolas, que iniciaría con la publicación de una obra suya. Así surgió en la mente y salió a la luz pública la noventa histórica denominada Cristianos y moriscos. Y con ella nació la proyectada colección.

    Es novela excesivamente corta. Si bien su asunto se prestaba para una novela no sólo extensa, como es propio en las del género, sino en conjunto interesante, no consiguió El Solitario más que una obra que se nos antoja inacabada, o más bien, acabada precipitadamente, en una especie de prisa o inconstancia del autor por darle fin. Su acción es escasa y esto, naturalmente, la priva de interés. No obstante estos defectos, Estébanez Calderón ha procurado pintarnos fielmente las costumbres, tipos y ambiente de la época, exponiéndonos una serie de cuadros en los que ha querido, según característica propia de su estilo literario, hacernos alarde de un lenguaje castizo, con ribetes de preciosismo lingüista que nos le presenta bajo una faceta de afectación pedantesca, consecuencia natural de esa búsqueda incansable y continuada de las riquezas lingüísticas guardadas en el hablar del pueblo. Así sus descripciones obtienen un marcado pintoresquismo. No obstante, se complace en hacer excesivamente extensas algunas descripciones secundarias, al propio tiempo que otras principales y más interesantes quedan, en su pobre detalle, faltas del debido relieve.

    Cristianos y moriscos


    A Don Luis Usoz y Río.

    Cosa difícil por cierto será, querido amigo mío, el que esos desairados rasgos de mi pluma, y esas fantasías de mi imaginación abatida, logren de la severidad y corrección de tu gusto, y de tus conocimientos en los primores y galas de nuestro feliz idioma, la indulgencia de que tanto necesitan los frutos de mi estéril ingenio. Cosa será, por cierto, difícil; pues en época como la presente, en que por todas partes y en todas las lenguas de Europa se ven brotar obras de imaginación, hijas de ingenios esclarecidos, que se afanan por coger una hoja de laurel en senda tan áspera, a puro ser batida y trillada; es preciso achacar antes a lance de buena fortuna, que no a deliberado fruto del talento y del estudio, el crear, el escribir algo por tal estilo, que merezca los honores de la lectura. Mas no todo lo que se escribe se escribió con el estudiado objeto de mantener la atención pública, con la pretensión de crear en los otros nuevas sensaciones, con el prurito de hacerse notable, de hacerse mirar, como ventana de donde sale disparado cohete volador. No, amigo mío: se escribe por fiebre, por enfermedad; se escribe también por consuelo, por desahogo, por verdadero remedio. ¿Quién podrá explicar a cuál de los dos instintos deban referirse esas inspiraciones que vas a leer? ¿Ni quién puede jamás, en medio de las borrascas de la vida, explicarse, comprenderse a sí mismo, darse cuenta de los resortes que han movido a su mente, ni de las ideas que han presidido a sus inspiraciones? Nadie, amigo mío. Tú, empero, leyendo esas mis fantasías nacidas en un suelo de azahares, en un país de ilusiones y recuerdos, retratando las desventuras de una nación desgraciada, los infortunios de altos personajes traídos a menos, a la muerte, y al vilipendio por el desdén y la crueldad de la mala suerte, sabrás distinguir la realidad de la ficción, lo que son memorias lejanas de lo que son ecos de sensaciones más inmediatas, de impresiones acaso palpitantes todavía. Tu sagacidad sabrá hacer tal distinción, y de todos modos un leve signo de aprobación tuya, un movimiento solo de simpatía de parte de tu corazón, llenará al mío de placer, y de cierto linaje de agradecimiento, que me enlaza con el sentimiento de la gloria y del porvenir.
    El Solitario.


    Capítulo I


    Otros declararon a sus naturales las cosas extrañas y peregrinas por interpretación, y perpetuaron las propias para un claro ejemplar en la memoria de las letras, dando a cada cual su medida como jueces de la fama, y testigos de la verdad.
    Luis del Mármol

    Fresca y apacible tarde del otoño hacía, y como domingo alegre después de vísperas, por gustoso recreo se derramaban allá en los ruedos y ejidos del lugar los habitantes rústicos de cierta aldea, cuyo nombre, si no lo apuntamos ahora, es por hacer poco al propósito de la historia que vamos relatando. Baste sólo decir que el tal lugar estaba en lo más bien asentado de la Andalucía, para saber que era rico, y que no distando sino poco trecho de la ciudad de Ronda, disfrutaba del sitio más pintoresco y de más rústica perspectiva que pueden antojarse a los ojos que se aficionan de las escenas de riscos, fuentes y, frescuras.

    Aquellas buenas gentes, digo, unas subían a las más altas crestas de los montes, para divertir los ojos en la sosegada llanura del mar, que allá al lejos se parecía; otras se entraban por entre las arboledas y frutales de tanto huerto y jardín como cercaban la aldea, y aquí o allá grupos de mancebos granados o muchachos de corta edad se entretenían en jugar al mallo y en tirar la barra, o en soltar al aire pintadas pandorgas con la mayor alegría del mundo.

    Entre tanto, ciertas personas más graves y de mayor autoridad, como desdeñándose de participar de aquellos entretenimientos, o comunicarse con tales gentes, buscaban separadamente su recreación, paseándose por cierta senda muy sombreada de árboles, y apacible por todo extremo.

    Esta senda era la que conducía al principal pueblo de la comarca, y por ello, y por no ser tan riscoso el terreno por aquella parte, ofrecía cierta apariencia y espaciosidad muy de molde para emprender un buen paseo, que por tácito consentimiento de los paseantes, tenía su término en una blanca capilla, alzada a San Sebastián por el buen celo de los cristianos viejos que habitaban entre los moriscos de aquellas quebradas.

    El césped que crecía al pie de los tapiales de las heredades contiguas ofrecía asiento en todo lo largo del camino, y los ramos y follaje que rebosaban por cima de los setos y bardales, formando una bóveda de verdura, templaban los duros rayos del sol, o las asperezas del viento, en las estaciones rígidas del año.

    En cierta anchura que abría la senda a distancia igual de la aldea y de la bendita capilla, al lado de una fuentecilla fresca, de clara y sonante agua, y bajo la frondosa sombra de dos nogales hermosos, estaba sentado un personaje, no de la mejor catadura, y que por ser sujeto de razonable influencia en este cuento, no será fuera de propósito presentarlo en este punto con ayuda de cuatro pinceladas.

    Su estatura estaba entre los dos extremos, ni muy alto ni muy bajo, bien que si se tomaba en cuenta cierta curvatura de la espalda, que bien le embebía y menguaba dos pulgadas, más se alejaba de esta que no de aquella medida: ciertas muletas que al lado tenía mostraban no conservar sus piernas un paralelo bien exacto, y un parche que le oscurecía el siniestro ojo lo daría por tuerto, a no ser que lo encendido, bermejizo y fontanero del otro no lo pusiese casi en opinión de ciego, para todo el que tropezaba con tal figura.

    El traje no era de gala, y distaba mucho de lo profano, pues del zapato hasta la rodilla no había más adorno que una pierna viva, que si bien tostada por el aire, daba lástima, por sus formas y su vigor, que adoleciese el amo de aquel achaque de la cojera. Desde la rodilla remaban unas medias calzas de mal pardillo, condecorado con los cuatro títulos de revuelto, roto, raído y remendado, y con esto y un mal gabán pasado con mangas por los hombros se cumplía la buena traza de aquella persona, si es que no contamos un zurroncillo como de pastor que le adornaba las espaldas.

    La cara de este mendigo (pues tal nombre antes que cualquiera otro merecía) estaba muy lejos de parecer tan triste como su mal porte pedía; muy al contrario, y con gran maravilla del que lo viera, mostrábase alegre y nada desatalentado, y más bien avenido con las burlas, que no con lástimas y quejumbrerías. Estaba sentado con gran sosiego, halagando con una mano el lomo de un buen gozque, que le servía a un tiempo (rareza extraña) de sincera ayuda y de amigo desinteresado, mientras que risueñamente así hablaba con un muchacho, que frontero de él se veía sentado, respondiendo a las curiosas preguntas que le enderezaba el de las muletas.

    -Con que dime, Mercado, ya que tus ojos linces por medio de tu bien cortada lengua me enteran y dan razón de lo que mi vista menguada no alcanza alrededor suyo, dime, repito, ese que pasó tan mesurado, ¿es el recién venido para completar las dos docenas de cristianos viejos que viven entre esta canalla morisca?
    -Sí, hermano, este es Pero Antúnez, el viejo.
    -¿Este es el que presta un celemín, y recoge dos fanegas de grano de los perros descreídos?
    -Hermano, sí.
    -He ahí una usura -respondió el soldado- que ningún mal acarrea ni al cuerpo ni al alma. ¿Y el otro que le acompaña era Juan Molino, el corchete ganzúa, que lleva cuenta de los moriscos que ni van ni vienen a la iglesia?
    -Sí, hermano.
    -¿El que la hace pagar gallina por falta, o maravedí por descuido?
    -Sí, hermano.
    -Bueno, bueno; he aquí el primer corchete que no ejecuta el mal, cumpliendo con su empleo. ¿Y pasó también la dueña Bermúdez, la que adoctrina a las cristianillas nuevas, y las pellizca si no le toman sus aleluyas, y las repellizca si no la dan sendas blancas por ellas?
    -Sí, hermano, ya pasó.
    -¿Y el arcabucero Jinez, y el soldado Pinto, y el herrador Ortuño, todos han ido su paso, eh?
    -Sí, sí, hermano.
    -¿Y ninguno ha dicho, buen ciego, hermano Cigarral, tome ahí esa tarja, o relámase con ese buen cuartalejo de pan?... Vaya, vaya, fuerza será dejar el paso libre a estos cristianos viejos, y ponerse delante de los que no tienen tanta injundia de rancio en la caridad; pero; ¿quién que tenga sangre pura castellana alargará la mano ante estos miserables aljamisados, que por ladinos que sean siempre huelen sus pensamientos a Mahoma, como sus palabras a la algarabía? Más vale morir por hambre... Pero, alto allá, Mercado hijo, gente suena... Principiaremos las lástimas por si ablandamos la dureza de alguno de estos hombres de pedernal.
    -Sí, hermano -respondió Mercado-, pasos se sienten, y no haría mal en repetir la retahíla.
    Y de como esto oyó el del gabancillo y muleta, el manco y de entrambos ojos mal parado, aquel emparchado y este manantial y bermejizo, así comenzó a perorar:
    -¡Oh, caballeros, gente honrada, acudan a socorrer a un león de España, que aquí y allá y por diversas regiones y apartados países ha dado bizarras muestras de su persona en muchos encuentros y batallas, asaltos y escaramuzas; el que siempre acompañó al rayo de la guerra, el glorioso imperante don Carlos, y que se encontró en cuanta jornada de importancia ha tenido lugar de diez años para acá; al que se halló, tuvo parte, y puso mano en aquella famosa de Pavía, rindiendo a más de cuatro que decían mon dieu, y al que miró no de lejos aprisionar al rey Francisco, y no quiso su mala estrella ponerle tan cerca, que le cogiera alguno de aquellos diamantes tamaños como nueces que llevaba al cuello, cosa que el Rey de los lamparones no le hubiera hecho mayor mal, y a mí estorbara estos pesados trabajos! ¡Señores, al soldado pobre que ha sido blanco en su cuerpo de sendas rociadas de arcabucería, botes de las lanzas, y cintarazos de los infantes! ¡Al soldado, señores, al soldado que forzó sobre el campo de batalla a decir viva España, y en distintas y endiabladas lenguas, al francés, al tudesco, al esguízaro, al italiano, al turquesco, y cuantos soldados hay en el universo mundo; al estropeado, mal parado y peor herido arcabucero Moyano del Cigarral! ¡Caballeros, gente honrada, acudan, alivien, ayuden y den socorro al más granado de la compañía del bravo Francisco de Carvajal, al arcabucero Moyano...! Pero Mercado hijo, nadie mosquea; ¿es que vuelven atrás, o que se traga la tierra a los paseantes?
    -No, hermano: los pasos del que viene siguen muy reposados, y suenan muy al compás; pero el ramaje, que tanto se inclina y enmaraña por este sitio, roba al alcance de los ojos lo que permite al sentido de las orejas.
    -Si vienen con mucha pausa, es sin duda el doctor y boticario Gorgueran, el médico, que cura por igual todos los miembros del doliente.
    -El médico, si anda a compás, tose sin medida, y ya por este son le hubiera yo conocido.
    -Pues si él no es, será el notario Candurgo, cristiano viejo venido de Berbería.
    -No será él; pues a serlo, vendría entonando algún buen salmo, para probar que sabe latín, y que es de los buenos y añejos.
    -Pues, diablo, será el sacristán, tercera autoridad y persona grave del pueblo.
    -Nones y más nones, que a ser él, ya entenderíamos algún ofertorio, que por buen ejemplo vendría entonando.
    -Puesto -respondió Cigarral- que ni viene el doctor, ni suena el notario, ni asoma el sacristán, trinidad y compañía la más grave que está al comienzo y cabeza de este pueblo, no hay más que decir, sino que esa persona que autorizadamente marcha, y paso pasito llega, no es ni puede ser menos, y sin ofensa de parte, que el sardesco lucero, jumento principal de don Antonio Gerif, que a esta hora y cotidianamente pasa, en conserva de algún sirviente, por regalos, frutas y flores de la huerta que el rico Antón posee con tantos jardines allá en el río.
    Y era así, como sospechaba el buen entender del estropeado Cigarral; pues decir esto y salir de entre las ramas y verdura que ocultaban la vista, un jumento lozano y de cabeza entonada, fue todo un punto, y allí mismo, y sin más parecer ni mejor licencia, dio al aire el cuello, y mostrando una boca risueña soltó dos o tres golpes de diapasón que si no muy armoniosos, no por eso dejaron de ser repetidos y revocados por la ninfa Eco, y llevados de monte en monte. Y nada de este cuadro ofrecía por sí algo de extraordinario; pues este nuevo interlocutor, que tomamos la libertad de ofrecer al leyente, como siempre, a la propia hora y en el mismo punto y sitio tomaba algún descanso, saludaba por las más veces con toda su garganta aquel asueto a su fatiga.
    -Víctor, víctor -dijo Cigarral-, así haya consuelo con esta visita, como bien me suenan a mis orejas estos ásperos sonidos. Plegué a Dios que lleguen tiempos en que el clarín de la fama no sepa repetir sino estos sones de mi buen amigo, y sírvale de premio tal corona, por las buenas obras de que me es portador.
    Y no se engañaba en esto tampoco el cojo soldado; pues saltando quien cabalgaba en el rucio, así le decía, entregándole algo de vianda y algunos otros regalillos, que para entretenimiento de los dientes le sacó de los serones que adornaban al rucio; regalillos que bien pudieran despertar el paladar de un penitente, no que de hombre tan apetitoso como el soldado.
    -La hermosísima María -le dijo- me encomienda os dé estas limosnas, que hoy domingo son más abundantes y de mejor gusto que otro día: mucho se encomienda a vuestra memoria, y aún más a las oraciones que digáis a la Santísima Virgen.
    -Llegue ella al cielo -respondió el estropeado- como yo la subiré y ensalzaré, y encomendaré con palabras y pensamientos, hasta donde alcance mi humilde merecimiento, puesto que ni todo el lugar en junto, ni cada su morador apartadamente, ni el cristiano viejo por caridad, ni el morisco por el respeto que se debe a un soldado de Su Alteza como yo, me han dado tanto en un mes, como esta hermosísima doncella en un solo día. Lástima es que la naturaleza al sacarla del vientre de su madre, la dotase de tanta hermosura, dejándole así poco que hacer al resplandor de belleza que lleva consigo la caridad; pero cierto es que si la mujer es hermosa por sí, con la ayuda de su blando corazón y piadosa condición, menos que hermosa, es un ángel sobre la tierra, y arcángel será la hermosísima María.
    -Amén, amén -respondieron a una el muchacho Mercado y el mensajero del asno, quien, al seguir su paso, le dijo al soldado:
    -Con algo de desabrimiento habláis de nosotros, pobres moriscos, y a fe a fe que no sino moriscos son estos bocados que coméis, y no sino morisca es esa María que tanto alabáis, y que todos bendecimos.
    -Buen Ferri -respondió el soldado-, yo no hablo mal de la gente de tu nación, sino por esas malas voces que corren de vuestra mala creencia; por lo que toca a María, ángel es y ángel se estará, y libre se encuentra de tan negra mancha; yo la fío y la confío, y desde el niño Mercado, monaguillo de hopa y bonete, que esto escucha, hasta el licenciado y cura Tristán, y los dos beneficiados, darán la vida por ella. Esto en cuanto a fe y creencia, que por linaje y sangre, quien tiene como ella sangre de reyes, ninguna mácula le puede caber. ¿Quién no respeta a los Granadas y Benegas? Con que así, hermano Ferri, sosegaos, y no echéis a mala parte lo que apunto y digo, que honrado sois, y honrado me conocéis, y, sobre todo, agradecido.
    -La paz de Dios te acompañe, soldado -dijo el Ferri-; Dios es grande, Dios es misericordioso, y mira por los suyos.
    -Al diablo por estos tornadizos -dijo el estropeado Cigarral, así como vio trasponer al morisco hortelano-; al diablo por estos tornadizos que siempre responden con sentencias y palabras de compás y medida, que huelen todavía al Alcorán, como pólvora al azufre, y como vasija al primer caldo que encerró en ella. Pero Mercado, alto allá y no murmuremos, que a fuer de agradecido, más hace el morisco con ser mensajero dadivoso que yo con callarle sus puntas y collares. Quédate conmigo, monaguillo insigne, que quiero con parte de estos regalillos pagar la buena gracia con que me acoges y hospedas toda noche en tu encogido aposento, librandóme así del frío que derrama el zaguán de la iglesia o las plagas que derrama y llueve el mesón único que permite gallardamente el señor duque a estos infelices vasallos. Todavía, amigo Mercado, habrás de pagar tu costa en este banquete, vaciándome algunas de las vinajeras que habrás puesto, cual sueles tú, a recaudo, como varón prudente, pues sabes que el agua del cielo no siempre baja cuando hace sequía, y que para entonces sirven y tienen su acomodo y aplicación los aljibes y depósitos, y aunque no tanto, siempre me contentaré con una buena azumbre para mí solo, pues a ti ningún provecho pueden hacerte estas bebidas ardientes, que en la primera edad previenen y disponen a los muchachos para ser sanguinolentos y coléricos, faltando así a la mansedumbre y humildad, que tanto nos encargan nuestros padres y maestros. En cambio partiré contigo todos estos adminículos y bastimento, y te alcanzaré, como mejor pueda, sendos jarros de agua de la fuente alta de la plaza, para que te refrigeres y tomes todo placer a la comida.
    -Admito -respondiole el de la hopa-, amigo Cigarral, tan cordial convite, y en lo del vino nada me advierta, bastándole saber que muy bien sé y se me alcanzan las franquicias, gajes y libertades del oficio del despensero y sisón, para renunciar a lo más bueno y mejor parado de lo apartado, y puesto a seguro por estas mis manos, a hurto del sacristán. Pero entornad la parla inoficiosa, que ya vuelven de la capilla por lo alto del pueblo todos los paseantes que fueron para lo bajo; y siendo así que poco o más nada les entra ni vuestra humildad, ni menos penetran vuestras plegarias estropeadas, soldadescas y lagrimosas, poned en campaña las buenas partes de vuestro gozque Canique, que lo que vos no alcanzáis, acaso lográranlo sus buenas gracias, saltos, danzas y donaires.
    -Así sea -dijo Cigarral-; y dándole dos palmadas a su gozque Canique, este se aliñó y preparó diligentemente para algo de importancia.
    En tanto iban allegándose los paseantes, y en cuanto los sintió a tiro el estropeado, así dijo al gozque:
    -Salid, don Canique, can honrado y placentero, y dad cuatro vueltas de villano o de Bran de Inglaterra por lo alegre o autorizado, según más os conviniere, ante los altos señores que os miran, todo por darles gusto y placer.
    Y esto diciendo, con dos tejoletes que movía entre el meñique y pulgar de la siniestra, y un tris con tras que sacaba de los palos de las muletas, formaba una como manera de compás, que el can bailador se esforzaba por coger con sus patitas traseras lo más galanamente posible. Lo que no lograron las lástimas, lo alcanzaron las danzas y saltos caninos, cual presumió Mercado, y todos los vinientes se pararon formando corro, admirando y celebrando los donaires de la alimaña. El estropeado, con algo más de aliento, ya cautivada la atención de su auditorio, proseguía diciendo:
    -Ahora, don Canique, haced la salva por el rey de Francia y los otros príncipes de la cristiandad.
    Y el perro daba tres ladridos alegres.
    -Ahora haced la mesura al señor emperador, vuestro señor natural.
    Y el perro cruzaba las manitas, y bajaba humildemente la cabeza.
    -Y ahora -repetía- cantad las alabanzas a don Lutero y otros canes de herejes, peores y peorísimos que vos.
    Y el avisado can aullaba como un diablo del infierno.
    -Ahora emplead las súplicas y pedid albricias, comenzando por el más rico y concluyendo por el más dadivoso.
    El perro, que debía haber un mal espíritu en el cuerpo, así como esto oyó, se puso a los pies de aquel Pero Antúnez, usurero honrado, que, como ya se apuntó, prestaba un celemín, y recogía dos fanegas. El buen avaro, bien como se vio señalado y proclamado por el más rico del auditorio, dio un paso atrás, y poniéndose entrambas manos en los bolsillos, daba al diablo al perro, y apellidaba aquello por algo de brujería. El perro, aunque seguía en sus genuflexiones y zalemas, nada alcanzaba; hasta que enfadado el cojo por la esterilidad del tiempo, y la mezquina condición de tanto estante y ningún donante, así dijo a su cofrade, sirviente y amigo.
    -Pues, amigo Canique, lo que no dan ni prestan, fuerza será tomarlo; entrad a saco a estas buenas gentes, como allá en antaño en el asalto y sacó de Roma; mas contad y advertid que no les habéis de tomar, sino de lo superfluo y profano, dejándoles entera la piel, y menos interesar algo del tegumento de las carnes, y sin detracción alguna, que todo lo demás, camisa inclusive, os lo fallo y declaro por buena y legítima presa.
    Decir esto, y como cobijarse el maligno gozque con ligereza y travesura del mismo diablo, fue todo un punto, no habiendo arremetida en que no dejase alguna prenda por despojo bajo la salvaguardia del soldado, volviendo a la carga más desesperadamente, brincando, latiendo, lanzándose y agazapándose, siempre huyendo y siempre burlando los quites y reparos de aquella gente salteada. Esta, ya por lo intempestivo del asalto, y ya por la placentera traza del amo y sirviente, no acordaron en lo que les acontecía, hasta que vieron a los pies del soldado quién el lenzuelo del bolsillo, quién la caperuza, cuál la gorra y hasta la dueña Bermúdez miró con escándalo sus venerables tocas, siendo prenda pretoria del burlador soldado. Este tocó a recoger diciendo:
    -Alto y parad, hermano Canique: bien lo habéis hecho, y ahora rescatemos estos trofeos, quiero decir, que nos los rescatarán, trocándolos por blancas y ochavos, no de otra suerte que hizo vuestro capitán y el mío, Francisco Carvajal, en aquel de Roma. Y no os parezca mal esto, señores, ni se me amostacen por tal niñería, que mi capitán Francisco de Carvajal en aquel saco de Roma, como ya dije, no encontrando su parte de despojo, pues se entretuvo harto en pelear, al revés de otros que medran más, mientras menos refriegan con los enemigos, tomó traza y medio para enmendar el disfavor de la fortuna; pues encontrando con uno como vos, seor Candurgo (hablaba con el notario del lugar), que era el notario de la santa Dataría, le pidió 200.000 escudos, que no dándoselos el italiano, puso a pique de poner fuego a un monte de papeles que de la notaría sacamos sus soldados a la inmediata plaza, para hacer lumbradas y candelarias; pero el notario, que daba mucha importancia a tanto papel, y que por ello le había amagado por aquel flanco mi capitán y vuestro señor, Canique, queriendo conservar las buenas cosas que allí se guardarían, sin más espera, y como deuda que tiene aparejada ejecución, le contó los 200.000 escudos a mi capitán Francisco Carvajal, que ahora en gracia de Dios y por méritos de sus manos, conquista y arregla esos imperios del Perú.

    Los circunstantes, que no se maravillaban menos de aquella tarabilla que de las artes caninas del don Canique, mitad enfadados, mitad placenteros, rescataron por este a aquel ochavo o blanca cada uno la parte que perdieron de despojo, si exceptuamos al usurero Antón, que enroscándose como sierpe, y guareciéndose en sí propio contra el suelo, cual erizo breñal, se libró de ser prendido en el primer asalto, y que ahora durante la plática se escurrió silenciosamente, dándose albricias que por su industria y buen ánimo pudo libertarse de todo empeño y de toda multa.

    El campo quedaba ya del todo en todo despejado, según entender del soldado y del muchacho de la hopa; pero aquel, alzando los ojos, vio que tenía ante sí a otra tercera persona extraña, que sin duda había ocupado lugar al concluir el asalto del perro, y el saco de los paseantes.

    Este nuevo personaje, vestido por aquella manera, mitad morisca, mitad castellana, que aún usaba la nación vencida, bien mostraba cuya era su estirpe; si bien el buen porte de sus arreos, lo venerable de su barba, y el respeto que derramaba su persona, mostraba por otra parte no ser de vulgar condición. Este personaje fue el primero que rompió el silencio, diciéndole al soldado:
    -Mal hacéis en despojar, ni aun en burlas, ni por un ardite, a vuestros cristianos viejos; pues tenéis a tiro modo más llano de medrar, tomándolo todo de los moriscos. Lo que perdone la farda, lo que dejen las socaliñas y lo que olviden las derramas, tomadlo vos antes que otros de vuestros compatricios; tomadlo, que según vuestros doctores y políticos entendidos, estamos a merced, y lo que nos dejéis, eso debemos agradecer. Con todo ello, bien me place el donaire con que habéis burlado a tanto cristiano viejo. Entre tanto, si queréis venir esta noche, entrad en mi casa, y asistiréis a la fiesta que doncellas y mancebos celebran hoy por el natalicio de mi sobrina, tu bienhechora. Quedad a Dios, y si mi sobrina María salta del puente acá, decidla que paso voy, para que pueda alcanzarme, pues no me vendrá mal la ayuda de su brazo para subir el último recuesto.

    El venerando don Antonio Gerif, pariente de los destronados reyes de la Alhambra, siguió el camino diciendo estas palabras, acompañado de una inclinación respetuosa del soldado y del muchacho; pues este poder tienen los grandes infortunios de las personas elevadas, que imponen el respeto hasta a los mismos enemigos.

    Entre tanto que esto pasaba, el de la hopa revolvía una al parecer como bolsa que divisó en el suelo, allí en el mismo sitio donde el usurero Antúnez se atrincheró, encorvándose y encogiéndose para no ser salteado por los tropeles del Canique.

    Ya el muchacho se disponía a forzar insolentemente la bolsa y revolverla y registrarla sin comedimiento alguno, cuando el soldado, levantándose de su asiento, que ni tenía cojín ni respaldo, diligentemente se acercó al muchacho, increpándole su intento, diciéndole:
    -Alto allá, y entrégueme ese despojo, trofeo de mi sirviente Canique. El esclavo adquiere para su señor, según toda buena regla de derecho, y nadie me disputará el señorío que ejerzo sobre mi perro; y mirad, Mercado, en prueba de ello, cómo reclama con su inquieto latir, lo que le pertenece de derecho.
    El monaguillo repugnaba y tomaba el largo, el cojo insistía y le daba caza a pesar de su manquedad de piernas, y el can, como práctico ya en tal guerra, brincaba y saltaba a las espaldas del muchacho, conociendo bien que no hay como amenazar la retirada para perturbar al enemigo.
    Nadie sabe dónde hubiera ido esta disputa, si Mercado, viéndose en tanto apremio y asedio, no hubiera dicho:
    -Repórtese, señor Cigarral; su amigo soy, y prendas tiene de ello: si vuestro sirviente hizo el despojo, yo lo he restaurado con mi hallazgo; y bueno será que, si encontramos por sano y bueno el alzarnos con la presa, partamos como buenos hermanos, partiendo así las acechanzas al diablo, que quiere invadirnos y ponernos en rifa. Además, que cualquiera de entrambos que se disgustara haría mal tercio y peor obra al compañero, llevándole nuevas al usurero de la bolsa perdida.
    Parecieron tan elocuentes tales razones al uno, y le mostró tal fuerza el último argumento, que afirmándose en las muletas, y asegurándose en tierra el zoquete que le sobrellevaba la pierna, así dijo alargando la mano al monaguillo:
    -Tus palabras, niño, son tan discretas como razonables; en lo de la partija, si hay materia partible, estaba concedido sin ser demandado, pues tanta estimación me merecen tus buenas gracias; y como estaremos juntos hasta tarde, en tanto tiempo haremos toda composición, es decir, que en tu aposentillo, una cosa tras otra y por su orden, iremos ejecutando lo de la cena, lo de las vinajeras y lo de la visita y partija de la bolsa; a no ser que nos asistan razones que muevan a principiar por la bolsa, por preferencia a su linaje y calidad, en lo cual ni podrán agraviarse ni los bastimentos ni la bebida.

    Acaso no concluyera tan presto este coloquio burlón como maligno, a no ser que el perro, dejándolos de un salto, no arrancara a correr con toda su carrera hacia un sitio señalado de esta escena.

    Para mejor inteligencia deberá entenderse que el terreno, que por allí formaba una falda espaciosa, estaba dividido por un hondísimo tajo, practicado por la acción lenta de las aguas, o por alguna otra explosión rabiosa de la naturaleza allá en los remotos siglos. De lejos no se advertía esta abertura horrible; pero de cerca parecía un anchísimo foso por donde pasaba un río entero, que desde lo alto solo se escuchaba mugir pausadamente, divisándose apenas una como faja de plata, sin más distinción ni claridad; pues tal y tanta es la altura desde donde se mira.

    Por lo más encumbrado, en tiempos antiguos, practicaron los moros cultivadores de aquellas fértiles asperezas, un puentezuelo o arcaduz, estribando entre las peñas de aquellos abismos, por donde hacían pasar las aguas de un lado a otro, para regar los jardines y vergeles de la parte inferior. Este puente acueducto se había roto y derrumbado por su clave, ya por la injuria del tiempo, o ya por consecuencia de las revueltas pasadas; mas los aleros del arco, no estando sino separados por vara y media o dos varas, muchas personas de agilidad y soltura, por librarse del cansancio y fatiga de bajar un gran recuesto, y volver a subir la rambla empinada que conducía a la aldea, de un salto ligero, salvando así el tajo, se miraban casi casi tocando a las primeras casas. Aunque el salto no era peligroso, todavía helaba de temor el ver lo profundo del abismo, las negras bocas que se abrían en las paredes cavernosas del tajo y el haber de andar cuatro o seis pasos por el pretil no ancho del puente y arco dividido.

    El verdín de la humedad resbalaba mucho; pero unos cuantos golpes de espadaña y juncia, nacidos entre la fábrica y mantenidos por la frescura, prestaban ayuda y apoyo para los atrevidos pasajeros, y hacia este sitio salvaje y pintoresco fue adonde vieron partir Cigarral y Mercado al tercer interlocutor de la escena, el insigne gozque Canique.

    Allí dirigiendo los ojos, y a pesar de lo que ya anochecía, vieron desprenderse desde el boscaje obscuro de la ribera opuesta, una como sombra aérea, ligera como el viento, que, deslizándose sobre el pretil del arco destruido, y salvándolo de un vuelo, que no de un salto, se acercaba ligeramente entre los saltos y caricias del gozque.

    -Ya sabía yo -dijo el soldado- que la acometida alegre del perro no pudiera ser sino por la llegada de la hermosísima María; él paga con sus fiestas y escarceos sus obligaciones de agradecimiento, así como yo las guardo en lo más íntimo del corazón, para manifestarlas en tiempo que puedan ser de algún útil.

    En esto llegó aquella tan celebrada por hermosa, tan amada por su piadosa condición y tan respetada por su religiosidad, y cierto que así como llegó y descorrió el velo que pendía de las tocas de su cabeza, mostró maravillosamente que aún pasaba su belleza al encarecimiento de la fama. Su traje era aún el usado por la nación vencida, esto es, toda la profusión oriental, realzada por los golpes de gracia y capricho añadidos por los moros de Granada, que hacían de su vestido un adorno tan lindo, como peculiar a aquel país. El pelo recogido, las trenzas vagando por las espaldas, daban una picante extrañeza a su rostro, iluminado dulce y melancólicamente con ojos del linaje del Yemen. Dos leves y riquísimas girándulas de oro y esmeralda, pendientes de sus breves orejas, mostraban la riqueza de su dueño, así como una cruz que adornaba su joyel, mostraba la creencia de la doncella.

    -Dios os guarde -dijo.
    Y los cielos parecían que habían hablado por su boca; tal fue su acento de armónico y delicado, y el soldado, con su mejor gracia posible, replicó:
    -Si no Dios, al menos los ángeles están en nuestra compañía; vuestro sirviente, dama hermosa, ha cumplido con vuestro dadivoso encargo, y mirad lo que mandáis, que obligación tengo de obedeceros, aunque menester fuera ir a las tierras del Catay, o a la noche de la Noruega; mandad, señora, y no reparéis en este entorpecimiento de mi persona, apoyada en rodrigones de palo; mandadme, que tal fuerza haría la voluntad, que todavía se hiciese obedecer cumplidamente de la ligereza del cuerpo.
    -Os lo agradezco en el alma, bravo soldado; pero esas tierras apartadas que por mí queríais visitar, no se miran holladas por los tercios españoles. ¿No es cierto?
    -Doncella -replicó el soldado-; yo no sé qué rincón del mundo no habrán ya visitado mis compañeros; pero cuando dejé las banderas del emperador, quedaban nuestros tercios en Alemania, prestos para pasar el Danubio, y el que obedecía al bravo como mancebo Lope de Zúñiga, ya os he dicho...
    -Adiós, soldado -le dijo la doncella, dando un blando suspiro-. Adiós.
    A pocos pasos de distancia volvió hacia el soldado, y le dijo:
    -Esta noche hay velada en la casa de mi tío; podéis allá ir a recoger limosna. De este modo miraréis bien como cristiano viejo (y la doncella se sonreía agradablemente), que estos festejos distan mucho de las zambras y supersticiones con que los mal intencionados acusan a los de mi nación.
    -Sí, iré, hermosísima María -replicó el estropeado-; pero entended que, aunque el mismo fiscal del diablo soplara y acusara a cuantos moriscos hay desde el Cairo hasta aquí, solo así como os viera en un lugar bastaría para sobreseer y desistir de todo pensamiento sospechoso, cuanto más que de otras demostraciones más vigorosas; pues donde vos estáis, bien así como la noche de la luz, han de ir a mil leguas Mahomilla y don Satanás.
    No pudo oír replicar el soldado, pues María ya traspuso por entre las sombras de los árboles desde la primera palabra, y la blanca alcandora que vestía flotaba entre el verde oscuro de los ramos.
    María se acercaba hacia la aldea diligentemente, para ayudar con su brazo los cansados pasos de su tío en el subir el recuesto fatigoso que ya hemos apuntado.
    Llegó al apoyo de piedra, que servía de arranque a la subida, sitio donde siempre era esperada, y no encontrando al anciano tío, ocupó, mientras aguardaba, aquel asiento, entregándose a las imaginaciones que la soledad, lo apacible de la hora y la edad breve de dieciocho años llevan siempre consigo en el blando corazón de una mujer.
    A un lado y otro volvía los ojos con tierna inquietud, hasta que dejando ir su diestra y linda mano debajo del pecho, y con la siniestra manteniendo la hermosura de su mejilla, fija la vista en la luna, que ya parecía entre los cielos, estuvo estática un breve instante, hasta que, dando un blando aliento, y casi sin abrir los labios, y como si esta armonía se le deslizara furtivamente por ellos, cantó esta cantinela, por aquel tono triste y penetrante de los cantares moriscos:

    Cantinela


    ¡Dónde estás,
    dónde estás, amigo mío!
    Ora acaso gala y brío
    mostrarás
    cabe el Elba o Reno frío.
    Fiera lid,
    fiera lid y sus azares
    tú prefieres, o ir por mares,
    bravo Cid,
    a este suelo de azahares.
    No más ya,
    no más ya tu mente amada
    en placer embelesada
    llorará
    los vergeles de Granada.
    Pienso en ti,
    pienso en ti con dulce empeño,
    cuando el plácido beleño
    me da, sí,
    con tu imagen, blando ensueño.
    Otra flor,
    otra flor de más belleza
    prenda acaso tu fineza
    con su amor:
    ¡Ay mi Dios, qué cruel tristeza!
    Mientras yo,
    mientras yo, apartada y sola,
    canto y lloro con mi viola:
    «No irás, no,
    del pecho de tu española».


    Al llegar aquí, la titulada doncella, sintió una mano desconocida que la llamó en el hombro, y estremeciéndose y volviendo el rostro, miró entre las ramas levantarse las blancas tocas de un turbante, y luego un mancebo saltar gallardamente ante sus ojos, diciéndola:
    -No te asustes, prima, esposa y señora mía; tú, hermosa Zaida, como te nombra el corazón mío, oh bellísima María, como te nombran nuestros altivos vencedores, queriendo así los soberbios, trocándonos los nombres, arrebatarnos los títulos y motes de nuestra elección; tú, Zaida mía, has visto llegar la luna de Rajeb, término puesto por nuestro tío para este enlace afortunado, única dicha que les resta a los dos vástagos de los reyes de Granada, a los descendientes de los califas de Oriente y sucesores de los omíadas de Córdoba. Este término deseado lo vi llegar en estas costas de Berbería, donde buscaba apoyo para sacudir la funesta servidumbre que nos agobia: desde allí, alegre con mil promesas, y más alegre con las esperanzas de mi ventura, me embarqué en una goleta, que antes de ahora me hubiera echado en estas playas de España, a no tener que esquivarse de las galeras de Leiva, que han vuelto de Sicilia. Al fin hace tres días que tomé tierra a despecho de los corredores y atalayas de la costa, y llegando como llegué a esta aldea, donde sabía que era aguardado de los míos, y abrazando a nuestro tío en esas casas que se ocultan entre las alamedas, he venido a presentarme a tus ojos, ya para llevarme yo mismo las albricias, si tal merezco, o para anticiparme a la pena, si es que mi desgracia no alcanza otro premio.

    Luengos instantes estuvo la hermosa morisca, fijos los ojos en la tierra sin articular palabra alguna, hasta que pasando la mano por la frente, como si pidiera ayuda a su discreción, algo más sosegada, le respondió al mancebo de esta manera:
    -No sé, primo y señor, cómo es -si vuestra memoria no os ha abandonado-, que os atrevéis a entrar por las puertas del alma mía, llamándome por otro nombre que el de María, único que reconozco, único que quiero, y sólo por el que responderé de hoy más hasta la muerte. Esta irrevocable determinación mía bien os mostrará cuál sea mi pensamiento en esas locas esperanzas de coronas y de imperios. Si es que nuestra miserable nación ha de emprender algún día el imposible de su libertad, aguarde a que los vencedores castellanos adolezcan de la misma enfermedad y corrupción que desmayó a los moros de Boabdil; y tomen este largo plazo, y conténtense o resígnense al menos con él, ya que no supieron, o no pudieron, o por no lo decir, no quisieron defender su libertad y su independencia, dejando para un mañana incierto, lo mejor que parecía, en un hoy seguro de seguras y firmes esperanzas.

    No quiera Dios que mi nombre ni la sangre de donde vengo entren a parte, para provocar tamañas desdichas sobre nuestros antiguos vasallos, y menos para arrebatarles la mísera fortuna que les resta, dándoles, en cambio, la servidumbre y la muerte. Si alguna esperanza pueden tener las que nuestro tío ha podido inspirar sobre mi posesión, fuerza será que abandonen vuelos tan locos y osadías tan temerosas, por lo mismo que son tan atrevidas. No alhambras, no coronas quiero, no ansío ni por esclavos ni por tesoros, no anhelo por las fiestas ni por las zambras; quietud quiero, mi hogar me basta, los bienes de mis padres me sobran en parte; y puesto que mi dicha me ha dado una en una región santa, en ella quiero morir a trueque de los mayores bienes, ya que bienes queréis llamar a los que, si se consiguen, han de comprarse en tantos duelos, fuerzas, lágrimas, hogueras y muertes. No, primo, si os pude considerar árabe lejos de mis ojos, abanderizando el África, confiándoos en la fe berberisca, y combatiendo inútilmente en la Goleta y Túnez estos mismos castellanos que queréis vencer en nuestro país, nunca presumí, que en ánimo morisco, quien nació ya cristiano, viniese a ofrecer su amor a quien no quisiera ver un príncipe en un amante, sino sólo un caballero.

    -No más, Zaida -le interrumpió el mancebo-, tu palabra última revela cuánto pasa en tu corazón. Esa fe de que tanto blasonas acaso se sostiene más en ti con la memoria de un caballero, que no con las pláticas de las misiones; más con el recreo de los papeles y endechas, que con la lectura de catecismos; pero no cuentes con burlar a nuestro tío, ni burlar las esperanzas mías. ¡Vive Dios!...

    Algo más de colérico hubiera dicho el moro, a no haber llegado el viejo Gerif, quien, apoyándose en aquellos dos reales vástagos de su familia, los hizo andar hacia la aldea, él pensando en las grandezas pasadas de su estirpe, el mancebo en su engrandecimiento futuro, y María, en el bien pasado, las angustias presentes y en lo incierto del porvenir.
    "QUE IMPORTA EL PASADO, SI EL PRESENTE DE ARREPENTIMIENTO, FORJA UN FUTURO DE ORGULLO"

  5. #5
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    GIRASOL



    Mecíanse los girasoles,
    Al ritmo del mediodía,
    Las palmeras bien de cerca,
    El sol disputando con la neblina,


    Se acercaba el arroyo,
    Al sorbo de las cañas,
    Y detrás los olivos,
    Y delante las naranjas,


    Pudría el asfalto humeante,
    Un paisaje sencillo y bueno,
    Mas los girasoles rodaban,
    En campo verde, lleno,


    Rodeando un viejo pozo,
    Hasta la hacienda arribaba,
    Hacienda de cal y tejas,
    Puntal del sur de España,


    Florece lo negro en lo amarillo,
    El girasol sus colores aúna,
    Y así como ronronea su tallo,
    La tierra va haciendo muda,


    Van saltando cuasi uniformes,
    Por toda la buena comarca,
    Dejando pinares y polvaredas,
    Van del Aljarafe a Doñana,


    El girasol recuerda a mi Bollullos,
    El girasol me recuerda a Pilas,
    Del Majalberraque al Alcarayón,
    Y por el Guadiamar pasa la vida,


    Son las flores del sol,
    Según su lógica van girando,
    Girando como todo el orbe,
    Gira el girasol sudando,


    Del girasol nace un fruto seco,
    Que tiene sabor de terruño,
    Salado y árido, pero jugoso,
    Intenso y fuerte como un puño,


    Me dan alegría los girasoles,
    Forman parte de la apegada vida,
    De la tierra donde nací y me crié,
    De mi tierra, mi tierra querida.


  6. #6
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    RÍO ANDALUZ









    Hoy alcé la vista,
    A lo largo del río,
    Al horizonte la Giralda,
    Se asomaba con brío,


    Río de Jaén,
    Río de Sevilla,
    Río de Córdoba,
    Río de Andalucía,


    Betis de los romanos,
    Wadi al Kabir de los moros,
    Río de los tartessos,
    De leyendas y tesoros,


    Cercanía del ligur,
    Y también del celta,
    Río del turdetano,
    Cuántos mitos encierra,


    Esplendor para el griego,
    Maravilla para el fenicio,
    Hasta tus aguas llegó,
    La furia del vikingo,


    El que en Cazorla nace,
    Y en Sanlúcar se entrega,
    Al Atlántico glorioso,
    Como río de América,


    Río de los juncos,
    Río de los remolinos,
    Río del flamenco,
    De trianero destino,


    Río de la cucaña,
    Río de las goletas,
    Río del bamboleo,
    La Torre del Oro sueña,


    Río de yerbas tímidas,
    Río de tierra dura,
    Río que nace montañoso,
    Mas se hace a la llanura,


    Río de luminosos puentes,
    Cuyo epicentro es cordobés,
    Siempre río de la Bética,
    Guadalquivir, te quiero ver,


    Río, por tu valle se abrió,
    La heroica Reconquista,
    Por la gloria del Rey Santo,
    De León y de Castilla,


    Tu valle dio el nombre,
    De región, de cultura,
    Que es creación cristiana:
    Andalucía, tu figura,


    Así, eres río de reinos,
    Hijo de sueños visigodos,
    Hermano puro del Guadiana,
    Hacia el luso rincón de oro,


    Río grande, río andaluz,
    Unes el sur español,
    A través de tu trazado proceloso,
    En fiel y bendita comunión,



    Oh, río de las Andalucías,
    Sigue brillando marismeño,
    Agua viva hacia el sol,
    Primaveras de azahar y ensueño.

  7. #7
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    SOL DEL SUR



    Sol del sur,
    Los caballos te saludan,
    Galopando a la jineta,
    Con sudor y con espuma,


    Sol del sur,
    Los días alargas,
    Con la potencia de tus rayos,
    Los cuerpos abrasas,


    Sol del sur,
    Los olivos calientas,
    Sensación de sed,
    El campo atraviesa,


    Sol del sur,
    Alegría destilas,
    Aligeras las vestimentas,
    De no pocas niñas....


    Sol del sur,
    La Sierra Morena bañas,
    Aún algo te frena el Mulhacén,
    Y la Sierra Nevada,


    Mas al Betis puedes,
    Y su valle inundas,
    Sol del sur,
    Cuánto retrasas la luna,


    Sol de los naranjos,
    De jazmines y matojos,
    Sol de las albercas,
    De palmas y de enojos,


    Sol del sur,
    Gran marca andaluza,
    Sello de españolía,
    Hasta en la mar se escucha,


    Sol del sur,
    Aunque me mandes al infierno,
    Me gustas como mi tierra,
    Pero prefiero el invierno.

  8. #8
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    MAÑANITA VERANIEGA



    El sol luminoso baña,
    Una mañanita veraniega,
    Las casas blancas se mecen,
    Al compás de las rojizas tejas,


    Las macetas son regadas,
    Por las mujeres en los patios,
    Los niños, en la calle,
    Sin colegio, jugando;


    Hierven los pies castigados,
    A la más mínima caminata,
    El calor que envuelve a Andalucía,
    No encuentra parangón en España,


    Sol del sur, valle del Betis,
    Abrazo del oso al Aljarafe,
    Mientras la vieja alberca lamenta,
    Que ya no halla hospedaje,


    Se ve humear el asfalto,
    El asfalto siempre feo,
    El alquitrán, oscuro y triste,
    Del sol es débil reo,


    Yaciendo en los lindes del arroyo,
    Palidecen los enjambres de moscas,
    Mientras espigas sueltas de trigo,
    Malviven secas y llorosas,


    El sol que guió hacia las Canarias,
    El sol que guió hacia las Indias,
    Tan fortalecido como arrogante,
    Mas, ¡ qué esplendidas mañanitas !


    Qué recuerdos de niñez,
    De bicicletas y de playas,
    De fútbol y escondites,
    Acechando a las madrugadas,


    Y yo, caminando hacia el estanco,
    Buscaba la sombra indemne,
    Silenciando desnudas soledades,
    Al viento, entonces inexistente....

  9. #9
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    Mi andalucia


    Hay un lugar en mi Andalucía
    en que las rosas florecen y el ave gorjea,
    donde el olor a azahar, cual dulce ambrosía,
    de intenso, marea.
    Discurre el agua por acequias moras,
    bajando lenta en suaves cañadas,
    que en noches de ensueño, al llegar la aurora,
    suenan a cascadas.
    Es tal la hermosura de este rinconcito
    que me duele el alma de saberlo mío,
    es mi paraíso, tranquilo y bendito,
    lejos del gentío.
    Aquí es donde quiero terminar mis días,
    muy cerca del mar, mi otro gran amado.
    En paz, olvidado, en sus cercanías,
    con él a mi lado.
    Este vergel mío, en tierra escondida,
    lo guardo muy oculto de ajenas miradas,
    es la recompensa de toda una vida
    ya casi acabada...
    Solo lo comparto con un ser querido,
    ese ser tan bueno a quien tanto amo,
    el que a mi verita, fiel, ha recorrido
    mi último tramo.
    ¡Bendita la tierra que Dios me ofreció!
    ¡Bendita su gente, bendita su luz!
    ¡Bendito el orgullo que mi alma sintió,
    de ser andaluz!
    Y cuando me vaya al reposo eterno
    entre los vergeles de esta patria mía,
    quiero que me acoja con amor materno,
    ..mi Andalucía...
    "QUE IMPORTA EL PASADO, SI EL PRESENTE DE ARREPENTIMIENTO, FORJA UN FUTURO DE ORGULLO"

  10. #10
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    OZÚ, QUE CALÓ




    ¡Maresita de mi arma, que caló jase!
    Me voy al patio un rato, bajo la vela
    a vé si allí, a la sombra, cojo resuello,
    que en la calle parece que hace candela.

    Viá descansá un poquito en la mesedora,
    con el búcaro al lao, de agua fresquita,
    y el abanico viejo de tia Isidora,
    a vé si estos sudores va y se me quitan.

    Y pa colmo de males, l'Ayuntamiento,
    con esto la sequía nos corta el agua
    y vamos a diñarla todos sedientos,
    que tamos tos metíos en una fragua.

    ¡Ay, omaíta mía, qué caló jase!
    ¡Y el río Genil mas seco cunasparteña!
    ¿Ande meto mi cuerpo pa refrescarlo?
    Si la alberca esta llena, ¡pero de leña!

    Arrimame el botijo, que dé un buchito,
    ante que se vapore lagua que tiene,
    que por dentro me encuentro mas que sequito
    aunque el suó por fuera me va y me viene.

    ¿Que dice ese parato de la paré?
    ¿Po no apunta la buja pa los cincuenta?
    ¡Esto ya no lo aguanta ni el tío Manué,
    que estuvo en el Sahara en el año treinta!

    ¡Ahora mesmito saco la fragoneta,
    y le dejo la perra a nuestro vecino!
    ¡Mare, saca a toa bulla nuestra maleta,
    que nos vamos zumbando a Torremolino!
    "QUE IMPORTA EL PASADO, SI EL PRESENTE DE ARREPENTIMIENTO, FORJA UN FUTURO DE ORGULLO"

  11. #11
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    Esperanza Macarena

    Ya contemplo tu faz tan hermosa,
    ya percibo tu aroma a azucena.
    Ya diviso tu cara llorosa.
    Ya te acercas a mí, Macarena.

    Vas andando, muy lenta, despacio,
    con tu rostro bonito, de pena,
    y pasitos de lento cansancio,
    Virgencita de cara morena.

    Unos lloran, al verte afligida,
    otros cantan saetas hermosas
    que nos cuentan tu llanto y tu herida,
    y te ofrecen cual ramos de rosas.

    Cuando veo tus ojos tan tristes.
    Cuendo pienso en tu Hijo en la Cruz,
    me doy cuenta de lo que sufriste,
    Madre eterna de Dios y su Luz!

    Poco a poco te vas acercando
    a la esquina donde me cobijo,
    y te rezo y te grito, llorando.
    ¡Madre mía, han matado a tu Hijo!

    Ya el incienso da olor al ambiente,
    y mi mano ya casi te alcanza.
    Ya me muero de amor, solo al verte,
    con tu cara de dulce Esperanza

    ¡Reina y Madre del gran universo!
    ¡Lo más bello que Dios ha creado!
    ¡Hoy quisiera escribirte aquí, en verso
    el más tierno poema pensado!

    ¡Mas no puedo sacar de mi pecho,
    con mi pobre y humilde escritura,
    este Amor que me tiene deshecho
    al pensar en tu triste amargura!

    Es por ello que quiero rogarte
    un favor, pués me embarga la pena:
    danos paz y bondad para amarte,
    Santa Madre de Dios... Macarena...

    Antonio Pardal
    "QUE IMPORTA EL PASADO, SI EL PRESENTE DE ARREPENTIMIENTO, FORJA UN FUTURO DE ORGULLO"

  12. #12
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    Re: Respuesta: Cosas de mi Andalucía

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    OZÚ, QUE CALÓ




    ¡Maresita de mi arma, que caló jase!
    Me voy al patio un rato, bajo la vela
    a vé si allí, a la sombra, cojo resuello,
    que en la calle parece que hace candela.

    Viá descansá un poquito en la mesedora,
    con el búcaro al lao, de agua fresquita,
    y el abanico viejo de tia Isidora,
    a vé si estos sudores va y se me quitan.

    Y pa colmo de males, l'Ayuntamiento,
    con esto la sequía nos corta el agua
    y vamos a diñarla todos sedientos,
    que tamos tos metíos en una fragua.

    ¡Ay, omaíta mía, qué caló jase!
    ¡Y el río Genil mas seco cunasparteña!
    ¿Ande meto mi cuerpo pa refrescarlo?
    Si la alberca esta llena, ¡pero de leña!

    Arrimame el botijo, que dé un buchito,
    ante que se vapore lagua que tiene,
    que por dentro me encuentro mas que sequito
    aunque el suó por fuera me va y me viene.

    ¿Que dice ese parato de la paré?
    ¿Po no apunta la buja pa los cincuenta?
    ¡Esto ya no lo aguanta ni el tío Manué,
    que estuvo en el Sahara en el año treinta!

    ¡Ahora mesmito saco la fragoneta,
    y le dejo la perra a nuestro vecino!
    ¡Mare, saca a toa bulla nuestra maleta,
    que nos vamos zumbando a Torremolino!
    ANTONIO PARDAL RIVAS

  13. #13
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    Respuesta: Cosas de mi Andalucía

    SUEÑOS DE LAS ANDALUCÍAS



    Con los mosaicos romanos,
    Se agitaban los cipreses,
    Mientras una vieja y dulce ermita,
    Silenciaba emotivas preces,


    En un palacio mudéjar,
    Palomas, golondrinas y gorriones,
    Volando, volando y volando,
    En espontáneas competiciones,


    Atalayas sobre los ríos,
    Que van a dar a la mar,
    Con los olivares fecundos,
    El bello olor del azahar,


    Con la monumentalidad gótica,
    Hervían las enredadas calles,
    Una pasión triste se oculta,
    Con la alegría que nerviosa sale,


    Luminosas son las mañanas,
    Bañadas por el sol opulento,
    Las estrellas se jactan con donaire,
    Hasta en las noches de tormento,


    Fresco traen los zaguanes,
    Como fresco traen los patios,
    Muge el buey en la polvareda,
    De los caminos que andan despacio,


    Épica, leyenda, historia,
    Sueños de las Andalucías,
    Melancolía, fuerza, espíritu,
    Cantos de vital travesía.

  14. #14
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    Respuesta: Cosas de mi Andalucía

    SE OYEN RUMORES POR LAS ESQUINAS



    Se oyen rumores por las esquinas,
    De aquellas calles sinuosas,
    Que antaño cobijaban jazmines,
    Y limoneros que protegían rosas,


    Ahora, las polvorientas ventanas,
    Anuncian el presente triste,
    De un pasado muy distinto,
    Que a la memoria embiste,


    Los rumores parecen indicar,
    El ruido de una fuente,
    Cuya agua refrescaba,
    Contra el calor disfrazado de muerte,


    Rumores que hablan deprisa,
    Al furor de corazones alterados,
    Encerrando intrahistoria pura,
    Evocando atractivos arcanos,


    Rumores se oyen por las esquinas,
    Como en el alcázar las banderas,
    Tremolan al dominio del viento,
    Oyendo tambores de guerra,


    Esquinas del embrujo de mi tierra,
    ¡ Aún destiláis tantos rumores,
    Cuántos destellos y añoranzas,
    Cuántas leyendas y sinsabores !

  15. #15
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    Respuesta: Cosas de mi Andalucía

    EL OLOR DE LA ACEITUNA



    Después del verano,
    Vienen las tristes tardes,
    Tristes, siendo encantadoras,
    Respirando aires otoñales,


    Alguna tímida tormenta,
    Sobrecoge el cielo enrarecido,
    Luego, una envalentonada luna,
    Corona los astros sorprendidos,


    Son tardes de olor a aceituna,
    Que trae la tierra mojada,
    Como trae el olor del mosto,
    Son cosechas señaladas,


    Prontas mañanas de taberna,
    Esperando el contundente café,
    Trasiego de tractores inquietos,
    Saludos de antiguo amanecer,


    Olores puros de mi pueblo,
    Perfumes de terruñera unción,
    Aromas del campo de la Bética,
    Granero del romano sol,


    Aquí me veo nostálgico,
    De mis tiempos de jornalerito,
    En aquella sabia cuadrilla,
    Donde aprendí tan noble oficio,


    Melancolía de caminos y espuertas,
    Me trae este olor aceitunero,
    Olivo ancestral de mi raza,
    En mi sangre tu labor llevo,


    Ay, olor de la aceituna,
    Cómo azuzas mis emociones,
    Cuántas vivencias y alegorías,
    Intrahistoria y sensaciones.

  16. #16
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    Respuesta: Cosas de mi Andalucía

    El Ser andaluz

    Un anuncio televisivo, de un vino tinto de verano para más señas, nos ha servido de detonante para interrogarnos acerca de la identidad andaluza (si es que ésta existe como tal).
    En dicho comercial, de apenas unos segundos, un sujeto azuza el producto mientras deleita al espectador con una expresión tópica y típica. Para nuestro gusto, demasiado tópica y demasiado típica. Pero la expresión perfecta si lo que se quiere es perpetuar la sempiterna imagen del sujeto andaluz graciosete y chistoso. Que muy probablemente era la intención de los anunciantes de la bebida.
    Es muy dificil romper con la concepción arquetípica del ser andaluz poco amigo del trabajo, íntimo de las verbenas y siempre simpático cuando algunos, no pocos, de los andaluces son los primeros interesados en mantener esta idea.
    Que a decir verdad, tiene que ver con la realidad, pero sólo con una parte de ella. En efecto, romerías como "El Rocío" o "La Virgen de la Cabeza" congregan a decenas de miles de andaluces en torno a guitarras, trajes de faralaes, buen fino y mejor jamón. Y en cientos de chiringuitos de playa y bares de tapas podemos encontrar cada noche un ambiente de lo más sano, ameno y distendido. La alegría forma parte del carácter andaluz. Así ha sido y será, en buena medida gracias al fantástico clima del que podemos disfrutar en esta tierra. El sol anima la sonrisa.
    Pero esta seña de identidad, por supuesto no exclusiva, tiende demasiadas veces a mezclarse con la concepción peyorativa antes referida. Concluyendo en una generalización profundamente errónea sobre el andaluz.
    Y como hemos indicado, hay muchos sectores interesados (no sabemos por qué) en el mantenimiento de la misma. Ver el canal autonómico de televisión, la mayoría de sus programas, hace que con facilidad uno corrobore lo que aquí afirmamos. Emisiones del tipo "Se llama copla" o "La hora de Manu" aupan triunfalmente el catetismo más casposo que se pueda imaginar. Chistes fáciles y simples, tópicos, tópicos y más tópicos. He aquí el resumen de lo que podemos encontrar. El ente autonómico, al servicio evidente de la administración también autonómica, cumple una función clara; mantener la imagen de Andalucía dentro de los cánones de lo folclórico y chabacano.
    El enemigo está en casa. Por eso no debe resultar raro que la idea de la identidad andaluza se asocie fundamentalmente a algunos rasgos de típo lúdico-festivos. Y cuando no es así, se trata de vincular a los andaluces a un único periodo histórico. O se trata de plagiar nacionalismos que si de por sí son el lamentable fruto de una manipulación romanticista, adquieren la firme consideración de irrisorios cuando se importan a Andalucía.
    Nosotros no sabemos si es posible sentenciar la existencia de una identidad propiamente andaluza. Con características homogéneas en el ámbito lingüistico, cultural, histórico o étnico. Y ello porque Andalucía no puede ser considerada desde un único prisma.
    Pero de lo que si estamos seguros es que Paz Padilla no pasa por ser la mejor embajadora de esta tierra. Al igual que también estamos seguros, segurísimos, de que romanos, vándalos e íberos también anduvieron por estos lares.
    Publicado por Napolitano en 16:00

  17. #17
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    LA TORRE DE CUATROVITAS



    Torre de Cuatrovitas,
    Hija del Aljarafe,
    Verdeo y mosto,
    Señal saludable,


    Vecina del arroyo,
    Hermana del pinar,
    La almohade invasión,
    Te vino a crear,


    La pesadilla acabó,
    Con el rey San Fernando,
    Padre de Andalucía,
    España triunfando,


    De allí Santa María,
    El día de Santiago,
    Parte hacia el pueblo,
    Con popular entusiasmo,


    Y a finales de octubre,
    A la ermita vuelve,
    Con el romero gentío,
    La torre florece,


    Cuanto más lejos estoy,
    Más bollullero me siento,
    La torre de Cuatrovitas,
    Mi cabeza y sentimiento,


    Porque tiene faz eterna,
    Porque altas son sus miras,
    Más antigua que la Giralda,
    La torre de Cuatrovitas.

  18. #18
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    ANDALUCES ( 2 )



    - A la memoria de Miguel Hernández, de quien descaradamente tomo el primer cuarteto:




    Andaluces de aceitunas,
    Nacidos entre guitarras,
    Y forjados en los yunques,
    Torrenciales de las ansias,


    Andaluces de las parras,
    Los pinares, las palmeras;
    Bendiciones de azahar,
    Entre ciruelos y almendras,


    Andaluces de las higueras,
    Enredadas entre tapias,
    Andaluces del Barroco,
    De los llantos y las palmas,


    Andaluces de las carretas,
    Andaluces de los arados,
    Andaluces de las playas,
    Con los bien fritos pescados,


    Andaluces de los toros,
    Andaluces de los caballos,
    Que en invierno van haciendo,
    De su capa un buen sayo,


    Andaluces de los calores,
    La humedad y el viento,
    Andaluces de las agonías,
    Que buscan el sustento,


    Andaluces de los pájaros,
    Volando sobre ilusiones,
    Andaluces de repostería,
    Endulzada con emociones,


    Andaluces de sol y luna,
    Andaluces de tierra y mar,
    El meridional espíritu,
    Armazón de Hispanidad.

  19. #19
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    Respuesta: Cosas de mi Andalucía

    " EL ALJARAFE SEVILLANO DURANTE EL ANTIGUO RÉGIMEN ", DE ANTONIO HERRERA GARCÍA



    - Ediciones de la Diputación Provincial de Sevilla, 1980.


    He aquí un préstamo literario de un muy querido primo mío, préstamo que nació entre un buen puro hondureño y una copita de ron. Ambos parlamentábamos sobre cómo en nuestra comarca del Aljarafe se han conservado caracteres atávicos desde el amanecer de los tiempos, y así, este libro lo puede corroborar. Tal y como Schulten decía que en España pervive extraordinariamente lo arcaico, en el Aljarafe hispalense encontramos mucho de ello, constituyendo toda una encrucijada estratégica en la geografía andaluza, y uno de los puntos clave acaso de toda la historia española.


    Estamos ante un manual de un autor ariscaleño que tiene mucho de historia económica, lo cual me pierde un poco, pero también tiene de historia política, social y religiosa, y tiene historia nobiliaria y plebeya, desde las andanzas del conde de Olivares a los porqueros que deambulaban hasta las marismas. Hacía mucho tiempo que no leía manuales historiográficos propiamente dichos y es bueno no perder la costumbre. Está centrado básicamente de los siglos XVI al XIX, sin embargo, los coletazos anteriores son bastante buenos y explicativos. Ahí vemos de nuevo que el latifundio no fue un invento de la Reconquista, como siguen ladrando los andalucistas. Hubo señoritos musulmanes por aquí, como los ibn Hayyay, descendientes de Witiza, o los ibn Jaldun, descendientes de clanes yemenitas. Los musulmanes sustituyeron las villae romanas por las alquerías; y de nuevo en periodo cristiano, se fue tendiendo con los siglos a la concentración poblacional, aun perviviendo " aldeas-haciendas " hasta hace relativamente poco. Que el Aljarafe pudiera haber sido reconocido en época romana como " la huerta de Hércules " me parece una hipótesis atractiva y entrañable, aun no dejando de ser una hipótesis. Mas, por ejemplo, lo que no parece ser hipótesis es la raíz topónima " borm "; de ahí al pueblo de Bormujos; no es sólo preislámico, sino también prerromano, como supo acuñar Ramón Menéndez Pidal.

    Más bien parece muchas veces, y coincido con mi primo, en que los musulmanes se impregnaron más de esta tierra que al revés....Aunque esto es pecado mortal para los santones de la progresía, que dejarían a los morabitos en pañales.


    Es verdad que el libro puede parecer monótono, sobre todo, en cuanto a historia económica. Y ello es por la monumental proliferación de datos recogidos por este concienzudo y paisano autor. Es un libro sin duda muy localista, y por tocarme tan de cerca, así me ha parecido de interesante.


    Tiene cosas mejores y peores, como todo, pero sin duda, constituye toda una inspiración, como mis paisanos Alfonso Álvarez-Ossorio y Francisco Rivas pusieron la primera piedra sobre la historia de Bollullos de la Mitación. Me he reencontrado en brevedad con mi vocación y he alimentado mi infalible curiosidad sobre mi intrahistoria, que a pesar de los pesares, ahí sigue viva, aunque cada vez más depravada. Cada vez más depravada esta tierra de olivos y viñas, donde ya los trigales parecen muertos, como tantas otras cosas...


    Un buen libro, muy documentado; todo un estricto manual en condiciones para conocer la comarca más cercana y que más relación ha tenido y tiene con la ciudad de Sevilla, y que por su extensión e idiosincrasia sigue mirando de cerca a Huelva.

  20. #20
    Antonio Pardal Rivas está desconectado Miembro graduado
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    Re: Respuesta: Cosas de mi Andalucía

    Cita Iniciado por Toronjo Ver mensaje
    Mi andalucia


    Hay un lugar en mi Andalucía
    en que las rosas florecen y el ave gorjea,
    donde el olor a azahar, cual dulce ambrosía,
    de intenso, marea.
    Discurre el agua por acequias moras,
    bajando lenta en suaves cañadas,
    que en noches de ensueño, al llegar la aurora,
    suenan a cascadas.
    Es tal la hermosura de este rinconcito
    que me duele el alma de saberlo mío,
    es mi paraíso, tranquilo y bendito,
    lejos del gentío.
    Aquí es donde quiero terminar mis días,
    muy cerca del mar, mi otro gran amado.
    En paz, olvidado, en sus cercanías,
    con él a mi lado.
    Este vergel mío, en tierra escondida,
    lo guardo muy oculto de ajenas miradas,
    es la recompensa de toda una vida
    ya casi acabada...
    Solo lo comparto con un ser querido,
    ese ser tan bueno a quien tanto amo,
    el que a mi verita, fiel, ha recorrido
    mi último tramo.
    ¡Bendita la tierra que Dios me ofreció!
    ¡Bendita su gente, bendita su luz!
    ¡Bendito el orgullo que mi alma sintió,
    de ser andaluz!
    Y cuando me vaya al reposo eterno
    entre los vergeles de esta patria mía,
    quiero que me acoja con amor materno,
    ..mi Andalucía...

    Antonio Pardal Rivas

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