Y es que con los nacionalistas los demócratas pueden negociar, pactar y compartir; con los carlistas, no.
Es importante también señalar la decisiva influencia (más incluso, creo yo, que la de Carlos Hugo (que Dios le haya perdonado) y del Vaticano II) que tuvo Franco en la progresiva invasión del nacionalismo en las Vascongandas y Navarra. Franco, una vez más (dentro de su interminable católogo de políticas suicidas y estúpidas al servicio de... su propia estabilidad y tranquilidad en el poder político) prefería infinitamente más la presencia política y cultural activa del nacionalismo vasco a la presencia del legitimismo javierista en dichos territorios; política ésta que no dejó en ningún momento de promocionar de manera tanto directa como indirecta, haciéndo todo lo posible por desalojar y destruir la "incómoda" sana influencia legitimista en dichos territorios, vacío el cual iría ocupando progresivamente los nacionalistas (un ejemplo más de la verdadera sentencia de que los lodos del régimen juancarlista tuvieron su origen inmediato en los polvos del régimen revolucionario franquista en todos los aspectos: políticos, económicos y culturales).

Para más información, me remito al brillante artículo que el prestiogoso abogado y javierista Jesús Evaristo Casariego publicó en La Nueva España el 20 Junio de 1980, donde explica todo este capítulo particular de los desmanes generales de la política franquista con pelos y señales en contestación a unas falsedades vertidas por Fraga en un libro suyo de memorias.