El lendakari José Antonio Aguirre, convertido en un mito por los nacionalistas vascos tras la Guerra Civil, fue el máximo responsable de una red mundial de espías al servicio de Estados Unidos. Con la excusa de debilitar el régimen de Franco, Aguirre puso al servicio de la CIA y del FBI a miles de militantes del PNV, exiliados vascos y hasta a curas y obispos de origen vasco en decenas de países. Esta es la tesis que sostiene el periodista José Díaz Herrera en su libro Los mitos del nacionalismo vasco (Planeta), que incluye también otros episodios oscuros.

Uno de los pasajes más extraños de la biografía de Aguirre es su relación con los nazis. Herrera cuenta como, en plena guerra mundial, realizó un viaje de cuatro meses a Berlín. Su objetivo no era otro que negociar con Hitler la garantía de que el País Vasco se convertiría en un «protectorado» dentro de Europa una vez que Alemania ganara la guerra.

Aguirre contaba con un informe del Euskadi Buru Batzar (máximo órgano del PNV) en el que se afirmaba lo siguiente: «Creemos en el talento político del Führer, en su sagacidad, en su alto espíritu de comprensión y esperamos que en el nuevo orden a establecer en Europa y particularmente en España, el problema vasco será tenido en cuenta».

El PNV estaba convencido de que Hitler vería con «simpatía» su causa porque «el problema vasco está íntimamente ligado al problema racial alemán». Aunque no consiguió entrevistarse con Hitler, Aguirre dejó en su propio diario personal perlas como ésta, escrita el 21 de febrero de 1941 tras leer La Alemania de Hitler, una obra de propaganda nazi: «En el campo social se ha realizado una gran obra. Parece una copia de lo que hicieron y algún día harán mis compañeros... Cómo se equivocan los que juzgan la obra de Hitler».



Cambio de bando

Fracasado el intento de pactar con Hitler, el nacionalismo vasco cambió de bando y volcó sus esfuerzos en buscar una alianza para su causa con Estados Unidos. A cambio, ofrecieron toda la red de exiliados vascos en el mundo para actuar como espías. El llamado Servicio de Información Vasco debería, en teoría, delatar a los simpatizantes del nazismo que se refugiaban en Latinoamérica, pero lo cierto, según asegura Herrera con documentación clasificada de la CIA y el FBI, es que espió a los partidos políticos de democracias hispanoamericanas y delató a comunistas que promovían una política contraria al colonialismo de Estados Unidos. Elemento importante en esta trama fue Jesús Galíndez, dirigente del PNV que fue captado para el FBI de Edgar Hoover durante su etapa en República Dominicana.

Clement Driscoll, jefe del FBI en la República Dominicana, envió un informe que, refiriéndose a Galíndez, decía: «Sigue brindando valiosa información sobre todos los refugiados españoles, los comunistas en la República Dominicana..... Es nuestra mejor fuente de información sobre el Partido Comunista de España y sus tentáculos».

Díaz Herrera asegura también que Joseba Lasarte, jefe operativo de los espías vascos que actuaban en Latinoamérica, intentó poner en marcha «con la autorización de Alfonso Rodríguez Castelao, el dirigente nacionalista gallego de Galeusca» una red de espías utilizando a gallegos afincados en Buenos Aires «con excelentes contactos con el estamento militar». Los planes de utilizar a la colonia gallega para espiar en Argentina se fueron al traste porque a partir de 1944 el FBI desmanteló la colaboración con el nacionalismo vasco.

El cambio de bando del PNV se había operado ya en la Guerra Civil. Tras haber intentado pactar un estatuto vasco con la derecha, Aguirre llegó a un acuerdo con Indalecio Prieto y, en plena guerra, se aprobó el estatuto vasco en una votación en la que sólo participaron 50 de los 315 diputados exigidos. A cambio, ayudarían militarmente al Frente Popular. En 1937, los nacionalsitas vascos pactaron sin embargo su rendidicón ante las tropas italianas en Santoña (Cantabria). Una vez más, exigían que se garantizase tras la guerra el protectorado vasco, algo que no consiguieron.

(extraído de "La Voz de Galicia", 02/05/06)