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Tema: Caseríos

  1. #21
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    Re: Caseríos

    TIPOLOGIA DEL CASERÍO VASCO Para este articulo hemos tomado como referencia el libro "Euskal Herriko baserriaren arkitektura". ESTILOS GÓTICO-RENACENTISTAS


    1. El tipo vizcaíno
    El arquetipo del caserío vizcaíno que surgió hacia el año 1500 está representado por el caserío Landetxo Goikoa de Mungia: un edificio de tres crujías longitudinales, con estructura de postes enterizos exentos de la fábrica de cantería que soportan una armadura de correas. Es un rasgo identificador de este tipo de casa el hecho de que las correas de la cubierta aparecen unidas entre sí por una densa alineación de tirantes, encepados bajo las contracorreas. Este es un tipo de caserío en el que el granero, situado en la primera planta, en el centro de la fachada, adquiere un enorme protagonismo y que habitualmente dispone de soportal centrado en el frontis. El cuerpo central de la fachada es de madera y aparece retranqueado respecto a los laterales, que son de piedra. En los ejemplares más elaborados dispone de un muro cortafuegos transversal en el que se abren hasta cuatro arcos que acogen los pesebres del ganado. Este medianil, que separa a hombres de animales, constituirá una de las constantes más duraderas de las mejores casas vizcaínas a lo largo de la historia, garantizando además de la seguridad contra incendios una organización más higiénica y racional del espacio. Las plantas son casi siempre simétricas y la zona de vivienda permanente tiende a quedar reducida al tramo delantero del piso bajo, aun cuando ocasionalmente puedan utilizarse como dormitorios de verano los cuartos superiores que se asoman a los laterales de la fachada principal, que cuando la familia dispone de medios reciben un tratamiento visual de prestigio. El área de difusión geográfica de este modelo de caserío abarca todo el territorio de Bizkaia, así como la cuenca alta del río Deba en Guipuzkoa, y los valles atlánticos alaveses de Aramaiona y Ayala. En el frente occidental es probable que este modelo no llegara nunca a penetrar más allá del río Agüera, e incluso los poquísimos ejemplares conocidos en Arcentales o Trucíos pueden considerarse marginales frente a otras formas de vivienda agrícola local más compactas, de carácter casi cúbico, que se difundieron en la zona en el siglo XVI.

    2. El tipo guipuzcoano
    Hasta hace poco más de una década nadie había reparado en la existencia de los antiguos trujal es de manzana que emplearon los labradores vascos del pasado, pero en pocos años hemos tenido que rendirnos a la certeza de que, al menos en Guipuzkoa, el único modelo de caserío conocido a lo largo del siglo XVI fue la casa lagar, cuya estructura se articula en torno a la gran prensa de sidra con palanca y husillo de madera que ocupa todo el cuerpo central del edificio, habitualmente ordenado en cuatro crujías longitudinales. La primacía de la máquina en el proyecto de la casa de labranza constituye un hecho excepcional en la arquitectura rural europea, donde esta tecnología de prensado estuvo ampliamente difundida para exprimir uva o aceituna, pero siempre como un artilugio separado de la vivienda. En el origen de los caseríos guipuzcoanos, por el contrario, casa y máquina constituyeron una unidad indivisible, y la presencia de las bernias y el tornillo verticales, así como la de la gran viga longitudinal, condicionaron drásticamente los aprovechamientos del edificio, impidiendo el fraccionamiento del espacio en la planta alta y dificultando la creación del granero o el soportal, a menos que se antepusiera una crujía delantera a la máquina. Obviamente en estos caseríos resultan inviables los muros medianiles transversales y sin embargo son más frecuentes las plantas de vivienda en L, o los muros cortafuego laterales que segregan una sola crujía del resto del edificio. Además de en Guipuzkoa, donde esta tipología fue utilizada de manera unánime por todos los constructores de casas de labranza del siglo XVI, restos de estructuras de caseríos con lagar también pueden encontrarse esporádicamente en Lapurdi y el noroeste de Navarra, así como en el valle de Aramaiona alavés, y son frecuentes en el valle del Ibaizabal vizcaíno, donde se extienden hasta su cuenca media, en el entorno de Amorebieta. En Arratia y los valles colindantes de Zeberio y Orozko también se conocen algunas modalidades y variantes de la casa máquina dedicada al prensado de manzana, a pesar de que la ganadería debió de ser la ocupación prioritaria de los campesinos de la zona.


    3. El tipo labortano
    El modelo de caserío primitivo más frecuente en Lapurdi y la Baja Navarra tiene muchos más parentescos con el tipo tradicional vizcaíno que con el vecino guipuzcoano. La estructura más habitual es de tres largas crujías longitudinales, con la central más ancha que las laterales; pero la principal diferencia frente al modelo vizcaíno deriva de la fórmula de rigidización de los pórticos que forman el esqueleto de la casa. En vez de utilizarse tirantes encepados entre la correa y la contracorrea, son los propios postes los que aparecen enlazados dos a dos por una carrera superior que frecuentemente los atraviesa y se afianza mediante espiga pasante y chaveta. Para completar este sistema se añaden numerosos puentes y tornapuntas para reforzar la rigidez de la estructura en sentido longitudinal, con lo que la circulación entre crujías queda muy comprometida en la planta alta. En realidad, todos los movimientos se desarrollan en el sentido del eje de la cumbrera de la casa y las crujías tienden aun reparto de usos relativamente autónomo entre sí. La ausencia de un muro transversal cortafuegos facilita esta organización de la vivienda que da lugar a plantas de apariencia simétrica, en cuanto a su estructura de muros y postes, pero de distribución de funciones asimétrica. Este modelo de caserío estuvo bien implantado en todo Lapurdi y en la mayor parte de la Baja Navarra, aunque resulta menos habitual en el país de Amikuze, en los paisajes suavemente acolinados de la cuenca inferior del Biduze. La fórmula estructural se extendió también a la vertiente meridional del Pirineo, a los valles de las Cinco Villas y el Baztán, e incluso a los municipios guipuzcoanos más próximos ala cuenca baja del Bidasoa, y así mismo, su continuidad puede rastrearse en el origen de la vivienda popular landesa.


    Para este articulo hemos tomado como referencia el libro “ Euskal Herriko baserriaren arkitektura”.

    http://www.probicosl.com/index.php?o...d=40&Itemid=48

  2. #22
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    Re: Caseríos

    LAS TECNICAS TRADICIONALES VASCAS Este articulo es un resumen sobre las técnicas empleadas por los antiguos constructores de caseríos. Técnicas olvidadas en nuestro tiempo que bien merece la pena nombrar como una alternativa sana y ahorradora de recursos en esta construcción moderna, agresiva y poco respetuosa con la naturaleza. Para realizar este articulo hemos tomado como referencia el libro “ Euskal Herriko baserriaren arkitectura”.
    1. Carpintería estructural
    1.1. Corte y talla de piezas
    Durante el período Gótico-Renacentista (1500-1650) los elementos más importantes de la estructura
    Clavos de madera
    son enterizos, tanto los postes como los cabrios de las cubiertas. La carpintería de armar se corresponde con una carpintería ensamblada. En general mediante ensamblajes de caja-espiga. No se utiliza ningún elemento metálico de unión siendo siempre pasadores o tarugos (ziriak) de madera los que definen la unión. Cuanto más enrasados estén estos elementos más antigua es la armazón. Los ensamblajes son oblicuos, a cara, con forma de "ala de golondrina". De nuevo resulta indicativo que cuanto más complejo resulte el dibujo del ala de la golondrina más antiguo resulta el trabajo.La madera es canteada con hacha o sierra y blanqueada a azuela.
    En el período Barroco (1650-1790), los elementos más importantes dejan de ser enterizos. Debido a ello en los elementos portantes verticales aparecen los pies derechos que se desarrollan de planta a planta, precisando en las entregas con las vigas las necesarias zapatas de acuerdo. Al igual, en las cubiertas desaparecen los cabrios continuos, utilizándose en este período cabrios de crujía. Como curiosidad destacar la búsqueda de piezas de madera naturalmente conformada para resolver piezas especiales como los "astazaldi", "sardango", "sardeak", etc... incluso cuando no es posible encontrar piezas especiales se procede al tallado de las mismas, como ocurre con las tornapuntas en lira.
    Uniones tipo cola de golondrina
    La carpintería sigue siendo una carpintería ensamblada. Sin embargo como diferencia respecto del período anterior las escuadrías se normalizan. Los ensambles dejan de ser a caras y pasan a ser de caja-espiga. Se pierde el uso del hacha que resulta sustituida por la sierra de carpintería (la de armazón de madera y fleje dentado, arpana) o por la sierra tronzadera o sierra para dos manos (tronza). Se sigue terminando la madera a azuela.
    En el período Neoclásico (1790-1890) las armazones comienzan a ser clavadas de modo sistemático. En el País Vasco se difunden los aserraderos de madera dotados de sierras hidráulicas de hoja vertical, que aprovechan las instalaciones de antiguas ferrerías caídas en desuso. A mediados del siglo XIX se incorpora la sierra mecánica. La madera por tanto es ahora de escuadría estandarizada y modulada. En general ello conlleva la ejecución escuadrías menores y el ajuste de la sección resistente a las cargas que debe soportar. En este período la carpintería retrocede en su relevancia respecto de las obras de fábrica que pasan a ser lo más característico del mismo.

    Marcas de carpintero
    1.2. Marcas de ensamblajes
    Las marcas de ensamblaje pueden ser dobles, por una parte existen las marcas de guía de construcción y por otra parte existen las marcas de autor. Éstas últimas no se encuentran habitualmente en el caserío vasco, de modo que en general no se firman las obras. Las marcas de guía de construcción se pueden clasificar para su estudio en marcas según su función y marcas según su tipología formal.
    - Marcas según su función: se subdividen en tres grupos.
    Marcas de continuidad. En general un trazo recto que discurre sobre varias piezas y permite garantizar la correcta unión de las mismas.
    Marcas de correspondencia. Signo idéntico que se repite en dos piezas contiguas.
    Marcas de secuencia. Identifican a una pieza en su posición y en su orden de montaje.
    - Marcas según su tipología formal:
    Dependen del instrumento con el que se realizan.
    Durante los siglos XVI y XVII las marcas más habituales son:
    A boca de azuela, que resulta ser la más antigua. Son rayas o cruces.
    Avellanado, realizada con el esgarabote.
    Muescas de canto de viga.
    De aguja de marcar, son rayas continuas.
    Durante el período barroco y neoclásico las marcas pasan a ser labradas con gubia y formón, con formas complejas y con referencias a símbolos y signos cultos como medias lunas, letras, etc...
    2. Cantería

    2.1. Cimentaciones
    No existen propiamente sistemas de cimentación. Los caseríos se suelen ubicar en afloraciones rocosas de modo que la fábrica entrega directamente al terreno y la estructura portante de madera lo hace mediante el uso de poyos que también descansan sobre roca o incluso son tallados en la misma.
    Durante el período Gótico-Renacentista (1500-1650) la tradición consiste en elegir afloraciones rocosas, tallar las mismas convirtiendo los arranques y zócalos de los muros en parte de la roca existente, el aparejo de piedra se acomoda a las distintas formas y niveles de este bancal rocoso para lograr una hilada de acuerdo, donde en general el muro se ensancha para dejar una deja exterior que define la altura del zócalo.
    Será en el período Barroco (1650-1790) cuando las técnicas de construcción y el mayor dominio de las fábricas permitan la ejecución de cimentaciones que se acomodan al terreno y no terrenos que se acomodan a la edificación. Durante este período se desarrollan las cimentaciones superficiales producidas por ensanchamiento simple de la base del muro. Las cimentaciones se realizan en zanja corrida sobre firmes de arcilla compacta. En este período aparecen también los elementos de corrección de patologías como son los contrafuertes de contención.
    Durante el período Neoclásico (1790-1890) aparecen incluso las cimentaciones por pozos aunque no son muy habituales. Los cimientos siguen resultando muy superficiales y desarrollados por ensanchamiento escalonado o progresivo de la sección resistente del mismo.
    2.2. Muros
    Los muros juegan un papel secundario en la construcción tradicional del Caserío Vasco. Actúan como una envolvente independiente de protección en el inicio del caserío para posteriormente formar parte de las divisiones funcionales del edificio.
    En el período Gótico-Renacentista (1500-1650) el muro se construye con aparejo gótico de sillarejo careado pseudoisódomo en su mejor versión hasta el mampuesto de bolos. El muro es prácticamente independiente de la carpintería de madera, que es la estructura real del caserío. En muchos casos el muro no alcanza al alero y debe ser protegido en su cima por el uso de lajas de piedra que a modo de albardilla recta tapan la cabeza del muro para evitar la descomposición del relleno del emplecton cementicio interior. Interiormente el muro limita su uso al de protección contra fuegos, como barrera entre la vivienda y el espacio de cuadra.
    Durante el período Barroco (1650-1790) el muro alcanza un mayor protagonismo al imbricar la estructura de madera con los muros mediante los entramados y plementerías. La forma de trabajo del muro sigue siendo la de rellenar huecos y arriostrar la estructura de madera que por lo demás va perdiendo su independencia y el ocasiones se encuentran soliverías que descansan directamente en los muros.
    En el período Neoclásico (1790-1890) se especializa al muro en función de su necesidad portante de modo que el muro reduce su sección en función de la altura de carga que debe soportar. El muro, sobre todo en Iparralde, se convierte en elemento de soporte vertical y así las estructuras horizontales se mantienen en madera en tanto que los postes y pies derechos ceden su lugar a los muros.
    2.3. Pilares y columnas
    En la arquitectura del caserío de Euskal Herria los pilares son elementos de madera de escuadrías importantes durante el período Gótico-Renacentista. Son elementos ente rizos que discurren de cimentación a cubierta. Con el paso de la historia los elementos verticales se racionalizan y así durante el Barroco se utilizan los pies derechos con zapatas de acomodo de vigas con lo que se limita su altura ala de la planta ala que sirven. En el período Neoclásico se mantendrá esta forma de construir. Las columnas comienzan a ser habituales en los caseríos con soportal durante el Barroco y Neoclásico. No son relevantes desde el punto de vista constructivo y sí lo son en SU aspecto compositivo. En general son severas columnas dóricas o toscanas según el canon de Serlio. Se desarrollan en fustes de pieza única, basa y capitel. Las columnas procuran mantener las proporciones serlianas resultando por ello esbeltas. Los materiales en los que se resuelven son los más diversos existiendo ejemplos de casi todas las piedras del país. La zona más rica en ejemplos de "aterpes o etartes" columnados es la zona del Duranguesado y Ría de Mundaka, con caseríos extremos, como el del caserío Esterripa, de Abadiño, que dispone de seis columnas en el soportal.
    2.4. Arcos y bóvedas
    Los tipos de arcos de la historia del caserío son muy reducidos en número.
    Durante el período Gótico-Renacentista se utiliza básicamente el arco ojival casi equilátero, que a partir de 1530, es reemplazado por el arco de medio punto. Estos tipos de arco de flecha considerable, limitan la luz a la que sirven por su incidencia sobre el plano de piso superior, por ello se tienden a corresponder o con huecos pequeños o con puertas de servicio a las cuadras.
    En el período Barroco son muy utilizados los arcos rebajados de medio punto o arcos de segmento y los arcos escarzanos. Las ventajas del uso de este tipo de arcos son evidentes al no afectar a los pisos superiores el cenit de su traza.
    En el período Neoclásico se mantiene la tradición barroca apareciendo de 1790 en adelante los dinteles adovelados o falsos arcos. Las bóvedas como elemento de construcción son tan extraordinarias que únicamente el caserío Larrañaga (Azpeitia) las presenta. Este singular y único ejemplar de caserío construido como sucesión de bóvedas es la excepción que conforma la tendencia natural al uso de arquitecturas de madera para solucionar la construcción del caserío.
    2.5. Huecos
    Los huecos de los caseríos tienen una tradición similar en el tiempo ala de otros tipos de arquitectura.
    Durante el período Gótico-Renacentista los huecos son muy pequeños, casi aspilleras, cerrados con carpinterías de madera, muy habitualmente sin vidrio, y cumplen funciones de ventilación con predominancia a las funciones de iluminación. El rasgado del muro lleva desde muy temprano al uso de esquineros y piezas de mayor resistencia que enjamban el hueco, sin embargo la molduración de los mismos es muy reducida O prácticamente inexistente.
    Durante el período Barroco el hueco adquiere un mayor tamaño, comienza a usarse el vidrio y la propia carpintería de ventana se decora y enriquece. Los huecos se producen en el muro con igual sencillez constructiva que en el período anterior aunque comienzan a aparecer los guardapolvos y vierteaguas, al tiempo que se produce una mayor decoración de los telares y jambas.
    En el período Neoclásico conviven la tendencia a una mayor profusión decorativa en los huecos con la tendencia contraria propicia a la austeridad y desnudez formal. A partir del siglo XIX se difunde el uso de vidrio en las carpinterías de ventanas.
    2.6. Divisiones interiores
    En las primeras épocas, siglo XVI y primer tercio del siglo XVII, la tabiquería e incluso la envolvente exterior se ejecutan mediante maderas machihembradas. Para la ejecución de estas tabiquerías se parte de un bastidor modulado que se rellena con piezas de sección triangular obtenidas por el desgaje radial del tronco de un árbol. Estas piezas se van encajando unas con otras en sentido vertical hasta llegar a la final que debe ser un doble macho para permitir rematar el conjunto.
    A mediados del siglo XVII desaparece la tabla de raja machihembrada y se difunde el uso de largas tablas de madera cortada a sierra que se clavan a puentes y largueros normalmente unidas a tope o media madera. Resulta también muy habitual la utilización del zarzo, formado por una estera vegetal realizada mediante montantes verticales de escuadría reducida unidos mediante varas de sección circular sobre las que se teje un entramado de hilos vegetales de varas que actúan como soporte de la argamasa o mortero de cal. La utilización de las divisiones de ladrillo resulta tardía, desde luego no anterior a mediados del siglo XVII.
    El ladrillo como material de construcción se utiliza con mayor profusión en los exteriores como elemento de relleno de la plementería del entramado portante de madera.

    3. Procesos constructivos
    3.1. Descripción de los tipos estructurales básicos Período Gótico-Renacentista (1500-1650)
    Tipo vizcaíno o caserío sin lagar, también se incluye en esta categoría el caserío labortano.
    En primer lugar destaquemos que debe entenderse el caserío como una estructura de madera rodeada de muros. En este sentido las armazones son previas a la envolvente de modo que toda la estructura portante está ejecutada en sus elementos verticales antes de cerrar el espacio. Está formado por tres o más crujías ("habelarteak"), resultando la más significativa la central que está formada por una estructura en forma de "H", formada por dos postes enterizos unidos por una carrera ("trontala"). Esta forma estructural se ensambla en el suelo tras haber decidido la traza del caserío. No cabe otra forma de construcción dado que la estructura en forma de puente precisa ser presentada en el suelo para poder realizar los dos ensambles de la carrera que en muchas ocasiones traspasan al poste de lado a lado. Una vez levantado el primero de los pórticos y tras apuntalar el mismo se levanta un segundo pórtico que se une al primero mediante unas vigas de arriostramiento denominadas jácenas ("habeak"). Para rigidizar la estructura pueden aparecer codales o tornapuntas ( "besoak", "ostikoak", "txarrantxak") en el encuentro de carreras y postes de modo que la "H" queda "atxarrantxada".
    Tras la ejecución de esta estructura primaria se levantan las correas principales (“goiarak”) que atan en sentido longitudinal las cabezas de las "H" quedando unidas a la cabeza del poste mediante un ensamble de quijera. Esta correa, actuando casi como picadero recibe en cada entrepaño de pórtico tres tirantes, además del ya situado sobre la "H". Esta disposición de elementos horizontales sucesivos sometidos a tracción garantiza la estabilidad del conjunto ante la natural tendencia de abrir las cabezas de los postes. Sobre estos tirantes se ubican dos contracorreas, una sobre cada correa, de modo que el tirante queda trabado. Sobre el centro de los tirantes se levantará un pequeño pilar, mozo o enano (“morroi”) que soportará la viga cumbrera (“gailur”). La altura del enano y la ubicación de las contracorreas definen la pendiente y disposición de la cubierta.
    En la variante labortana no es precisa la contracorrea al introducir un segundo tirante debajo del principal. Curiosamente esta variedad se arriostra y rigidiza más en el sentido longitudinal del caserío que en el sentido transversal propio de las crujías de carga. En la ejecución de las crujías laterales o "habelartes" laterales se sitúan en primer lugar los postes de fachada que quedan unidos a la crujía central mediante una carrera que debe ensamblarse tras hacerla girar en el plano vertical sobre el encuentro central de la "H". Sobre las cabezas de estos postes se sitúa una correa que recibe el nombre de zapata o durmiente. En los caseríos más antiguos las paredes embeben a los pilares, sin embargo muy pronto estos pilares desaparecen y se apoya directamente la zapata sobre la cabeza del muro. Una vez dispuesta la estructura vertical se procede a realizar la estructura secundaria de la cubierta. La estructura primaria queda conformada por el gallur, las contracorreas y las zapatas o durmientes. La estructura secundaria está formada por cabios enterizos que siguen la pendiente de la cubierta, atados a la estructura primaria mediante cabillas de madera ("ziriak") de sección cuadrada que se introducen en taladros de sección circular. Por último, para definir el tablero de cubierta se utiliza una lata o chilla de madera irregular.
    Tipo guipuzcoano o caserío-máquina lagar.
    También encontramos esta disposición constructiva en el caserío vizcaíno oriental. Se describe en esquema en el conjunto de dibujos que conforman las figuras siguientes.
    La primera característica destacable de este caserío es que no invita a generar un soportal único, dado que el eje de la planta no esta ocupado por la luz de una crujía, sino por las bernias que Soportan la máquina de lagar, conformando dos plantas tipo en función de si la máquina se remata contra el muro trasero o si finaliza antes del último pórtico, según los esquemas siguientes.
    En ambos casos encontramos cuatro tipos de pórtico; el trasero, el de ballesta, el de marrana y el delantero. Cada uno de ellos se caracteriza en los esquemas siguientes:

    La crujía marrana sería aquella en la que pendula la gran palanca que conforma la máquina-Lagar. Resulta un pórtico similar en concepto al vizcaíno si entendemos el mínimo espacio entre postes como la crujía central.

    Sin embargo la diferencia radical se produce en la forma de entender las correas que en este caso no están unidas por espigas sino que pasan de lado a lado a los postes que ahora se denominan bernias; De nuevo resulta relevante comprobar que esta estructura no puede montarse en vertical.

    Debe replantearse y construirse extendida sobre el suelo para luego izarla a su posición final. Los tirantes han desaparecido y son sustituidos por yugos que de nuevo se repiten de modo seriado, garantizando el trabajo solidario de las pequeñas correas enyugadas ante el esfuerzo horizontal, producido no sólo por la cubierta sino por el funcionamiento de la máquina de lagar.

    En la crujía de ballesta encontramos una solución constructiva original y sorprendente.Se trata del soporte de la prensa del lagar formada por unos sovigaños de escuadrías exageradas que descansan sobre una viga mínima dispuesta de canto que no llega a encontrarse con los postes laterales. De este modo todo el esfuerzo de prensado se absorbe por la deformación a flexión de esta estilizada viga.

    La crujía delantera remata la disposición estructural del conjunto estableciendo como característica más sobresaliente que el poste central se desarrolla con una sección decreciente, de modo que en él se van ensartando las carreras de los pisos, los puentes y los yugos de la cumbrera.
    Actuando como un verdadero pasante vertical de unión de todos los elementos horizontales.

    Período Barroco (1650-1790)
    Durante el período barroco desaparecen las alineaciones de postes unidos a los muros. La estructura de madera deja de ser exenta de modo que podemos hablar de estructuras mixtas. Los muros se desarrollan ajustando su dimensión ala carga que deben soportar. Así se hacen decrecientes en función de la altura de los pisos generando las dejas de apoyo para las entregas de los elementos estructurales de madera que conforman los pisos. En la estructura portante de madera se produce la superposición de órdenes de pies derechos y zapatas. El caserío gana en altura. Al tiempo se produce una gran diversificación de los tipos: aparece el caserío cuadrado con cubierta tipo pabellón, el caserío labortano realizado con muros, antas y espolones, o el modelo de caserío lagar en la crujía trasera: lagar de presión directa de tres tornillos en pórtico exento. La singularidad estructural queda definida en la sección transversal por la aparición del tirante oblicuo en la crujía lateral, fijado mediante orejetas pasantes al poste que conforma la crujía central. Sobre este tirante se sitúa una sopanda o falsa correa. En la crujía central también aparece como novedad un tirante curvo denominado "astazaldí" que resulta característico del período. Este gusto por el formalismo orgánico lleva en Guipúzcoa a la aparición de liras o de armaduras de horquillas. Durante este período comienzan a popularizarse los caseríos bifamiliares. En este período surgen las soluciones de cubierta a cuatro aguas, y las colas de milano.
    Período Neoclásico (1790-1890)
    Durante este período la construcción mediante fábricas desplaza a la construcción en madera de modo que ya las plantas bajas de los caseríos son de muros de fábrica, incluso en ocasiones las plantas primeras también. Las soluciones de cantería son más relevantes que las soluciones de carpintería donde se produce un empobrecimiento acelerado de los ensamblajes, empalmes y acopladuras, al ser sustituida la técnica del ensamble por el clavado mediante elementos de hierro forjado. El empobrecimiento técnico es evidente y la arquitectura, desde un punto de vista constructivo, resulta poco innovadora con respecto a las soluciones que en general se practican.


    http://www.probicosl.com/index.php?o...d=41&Itemid=48

  3. #23
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    Re: Caseríos



    Caserío Etxeberri (S. XVI - Altzo - Guipúzcoa)

    Antes y depués de ser restaurado. Creo que la resturación en este caso, no ha sido muy afortunada.



    http://ketari.nirudia.com/3327

  4. #24
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    Re: Caseríos

    Historia del caserío

    Cuentan que un día de mediados de verano un valeroso héroe llamado “San Martintxiki” consiguió robar a los señores de la montaña, los gigantes basajaunak, un puñado de semillas de trigo y que poco después se las ingenio para espiarles mientras conversaban y logro averiguar en que época del año convenía sembrarlas.

    Esta vieja leyenda, que José Miguel de Barandiaran escucho durante su juventud en Ataun, narra las peripecias de una aventura fantástica que permitió a los vascos descubrir los secretos de la agricultura, que antes solo eran conocidos por las criaturas y divinidades del bosque.
    Robando sus secretos a los antiguos dioses fue como los hambrientos pastores y recolectores guipuzcoanos iniciaron su transformación en labradores e inauguraron un largo ciclo cultural que se extendería hasta la Revolución Industrial.
    El ciclo de la civilización agrícola fue un dilatado proceso en el que el paisaje ecológico del territorio se fue moldeando con esfuerzo al ritmo lento de las tareas del campo y en el que se fueron configurando las comunidades de labradores que poco a poco harían de sus casas una sofisticada herramienta de trabajo, al mismo tiempo que la principal expresión de su propia identidad cultural.

    11. El casero y sus bueyes, una imagen tradicional con mas de siete siglos de vigencia en Guipuzcoa. "El boyero guipuzcoano" de Vazquez Diaz (1925). © Xabi Otero

    La puerta de aquella edad mítica en la que vivieron San Martintxiki y los basajaunak hace tiempo que sé cerro para no volver a abrirse jamás. Por desgracia no podemos mirar por el ojo de la cerradura para descubrir como se las arreglaron los primitivos campesinos guipuzcoanos para explotar la tierra virgen de sus valles y por esta razón nos cuesta trabajo imaginar como se organizaron o en que condiciones vivían: como eran sus casas, donde estaban situadas y donde comenzaron a almacenar las primeras cosechas de cereal.
    El problema puede parecer grave, pero en realidad no lo es tanto si lo que nos interesa es abordar estrictamente la historia del caserío y no perdernos en los vericuetos mágicos de la leyenda. Una cosa es el origen mítico del caserío y otra su historia real como tipo especifico de casa regional europea, y –por fortuna- para rastrear las primeras huellas veraces no hace falta bucear en la noche de los tiempos ni remontarse a la revolución neolítica; basta con buscarlas en los siglos finales de la Edad Media. Los recursos de información de que hoy se dispone, aun siendo exasperantemente limitados llegan a cubrir todas las etapas de vida de la casa rural guipuzcoana. Es cierto que los primeros pasos de su andadura tienen todavía unos contornos borrosos que necesitan ser mejor estudiados, pero aun con esta prevención es posible afirmar con seguridad que en la historia del caserío existen dos momentos claves que pueden ser considerados los auténticos puntos de partida de su biografía. Cada uno de ellos hace referencia a una de las definiciones posibles del termino caserío; un nombre de significado ambiguo, que designa tanto a la institución económica como al edificio de vivienda que la alberga.

    12. Despues de la siembra el pase de la area deshace los terrones y entierra la simiente en el surco. Empieza el tiempo de espera. © Xabi Otero


    13. El antiguo caserio Aginaga (Eibar), ya desaparecido, habia sido construido con madera de roble entre los siglos XVI y XVII. De las casas de labranza medievales no se ha conservado ninguna huella. © Xabi Otero


    Si el caserío se interpreta en su sentido económico más amplio, es decir, como célula básica de producción familiar en una sociedad agropecuaria de montaña, entonces se puede afirmar que es una institución de origen medieval que se configuro entre los siglos XII y XIII.

    14. Apeamiento de la caseria Alkorta, perteneciente a Juan Fernando de Aguirre, realizado por el maestro Gabriel de Capelastegui en 1767. La casa de labranza aparece rodeada por sus tierras, arboles, fuentes y caminos. Es una unidad de vida y trabajo familiar con vocacion de autosuficiencia. © Xabi Otero

    Si, por el contrario, se entiende por caserío un determinado tipo de edificio, es decir un modelo arquitectónico con identidad especifica, entonces estaremos hablando de una formula regional de casa de labranza moderna que tiene una antigüedad máxima de medio milenio; una edad que no supera ninguno de los edificios rurales que hoy existen en Guipuzcoa.

    Una peculiaridad que singulariza a los caseríos vascos es que todos tienen nombre propio, reconocido por las autoridades y vecinos, y habitualmente invariable a través de la historia. Ello permite identificarlos con facilidad, pero a veces también provoca equívocos como el de pretender atribuir al edificio la misma antigüedad que el nombre de la unidad económica asentada en su solar desde épocas, casi siempre, anteriores. El nombre y el solar permanecen unidos sin cambios, mientras que la casa va variando su fisonomía al compás de los tiempos. Sin embargo cuando se interroga a un labrador por la antigüedad de la casa en la que vive indefectiblemente tratara de remontarse al origen del solar, haciendo caso omiso de la vetustez o modernidad de la arquitectura del edificio.

    Labradores y caseríos en le Edad Media


    Los labradores constituían la clase social más numerosa de Guipúzcoa durante la Baja Edad Media pero se les consideraba personas de segunda categoría respecto a los señores y ricos hombres. Formaban un extenso grupo de familias que vivían atemorizadas bajo la amenaza de los rentistas rurales. Sometidos a los abusos de un núcleo de aristócratas locales de pequeña estatura, pero con suficientes recursos para mantener algunos hombre armados a su servicio y hacerse respetar por la fuerza.

    Los campesinos no constituían un grupo homogéneo, sino que se dividían en tres categorías escalonadas. Los mas favorecidos de entre ellos eran los fijosdalgo o propietarios libres, dueños de pleno derecho de la tierra que cultivaban y sin obligaciones fiscales para con el rey ni para con ningún otro señor particular.
    Por debajo de estos el subgrupo mayoritario –que en muchas comarcas comprendía a dos tercios de la población campesina- estaba integrado por los llamados labradores horros o pecheros del rey, hombres genéricamente libres, que gestionaban autónomamente sus caseríos pero que no podían abandonarlos sin dejar a algún pariente que les sustituyese al frente de la explotación, porque la tierra que trabajaban pertenecía a la corona y se les exigía que con su fruto hicieran frente a una serie de pechos o impuestos, como la martiniega, la infurcion, el fonsado y los servicios. La lejanía del monarca hizo que su situación de dependencia fuese haciéndose cada vez más llevadera, pero en contrapartida les convirtió en presas extremadamente vulnerables a las agresiones de los señores locales.

    El paisaje de Abaltzisketa aun recuerda que los primitivos caserios de los siglos XIV y XV preferian agruparse en pequeñas barriadas situadas a media ladera.


    18. Lujosa ballesta del siglo XVI. La ballesta fue el arma personal mas mortifera utilizada durante las luchas de bandos medievales. El temor a ser agredidos por los violentos clanes de nobles provoco que los labradores guipuzcoanos buscaran la proteccion de las villas y de la justicia real. © Xabi Otero


    En el periodo más virulento de la gran crisis bajomedieval, a fines del siglo XIV, muchos buscaron el amparo jurisdiccional de las villas frente a la violencia de los señores, mostrándose incluso dispuestos a pagar por tal protección. Así lo hicieron los vecinos de Uzarraga integrándose como contribuyentes de Bergara (1391), los de Ataun, Beasain, Zaldibia, Gainza, Itsasondo, Legorreta, Alzaga, Arama y Lazkano en Villafranca (1399) y los de Udala, Garagarza, Gesalibar y Uribarri en Arrasate (1405). Sin embargo, en el siglo XVI, al llegar la paz a los campos de Guipúzcoa, los antiguos pecheros prosperaron hasta equipararse con los labradores libres y exhibieron sin recato la antigüedad de sus granjas rurales adjudicándose el pomposo titulo de “señores de su casa y solar”.

    19. En 1290 acudieron a poblar la villa de Segura los hombres libres de la comarca y los labradores horros del rey Sancho IV, cada uno de ellos manterniendo sus antiguas obligaciones. Las diferencias sociales del campo se transfirieron asi a la nueva ciudad. © Xabi Otero

    En el escalón inferior de la pirámide social medieval se alineaban los collazos o vasallos solariegos: campesinos sin libertad personal que, entre otras muchas restricciones, no podían reedificar su caserio o ni tan siquiera casarse sin permiso del señor a quien servian.
    El profundo temor de los labradores fijosdalgo y de los pecheros era el de ser sojuzgados colectivamente por algún noble o Pariente Mayor que los humillase y tratase como a vasallos, como ya habían hecho los Lazcano con los vecinos de Areria hasta 1461. Sin embargo el peligro que con mas frecuencia se convertía en realidad no era ese, sino el de los asaltos armados de que eran objeto individualmente los caseríos, aprovechando que a menudo se encontraban bastante distanciados unos de otros, o desparramados, como decían los vecinos de Mendaro en 1346. Pocos años antes, en 1320, el concejo de Oiartzun había descrito con claridad la situación a Alfonso XI, al señalar que:

    20. El escudo de armas de los Lazcano (1638), defendido por dos guerreros preside la entrada del palacio del Duque del Infantado (Lazkao). El palacio sustituye a las viejas torres medievales desde las que los Lazcano dominaban con puño de hierro a los labradores de la alcaldia de Areria. © Xabi Otero


    21. Caserio Zuaznabar Haundi (Altzo). Durante la Edad Media los caserios solitarios y apartados sufrian frecuentes robos y asaltos de bandas de pequeños nobles armados. © Xabi Otero


    “sus casas de morada eran apartadas las unas de las otras e non eran poblados de so uno (...) e tan aina no se podían acorrer los unos a los otros para se defender de ellos de los males, e tuertos, e robos que les facian”.

    22. Casco militar del tipo utilizado por los infantes y arcabuceros guipuzcoanos a principios del siglo XVII. © Xabi Otero


    23. Las viejas chozas medievales de madera dejaron de construirse a fines del siglo XV y ninguna ha sobrevivido hasta la actualidad. En su lugar, y manteniendo el mismo nombre del solar, se alzaron solidos caserios de piedra que todavia se conservan en gran numero. © Xabi Otero


    Similares argumentos de dispersión expusieron los labradores de Zumaia (1347) y los de Usurbil (1409) dando a entender que esta era la estructura general de todo el territorio. Sin embargo, parece que es una observación algo exagerada, producto del nerviosismo que provocaba la inseguridad de los tiempos y del deseo de fundar villar amparadas por privilegios reales. Allí donde se ha podido reconstruir, aunque solo sea parcialmente, el mapa del poblamiento rural del siglo XIV –en Antzuola, Bergara y algunas localidades del Goiherri- se ha puesto de relieve la existencia de un asentamiento en enjambre de media y baja ladera, con alta saturación de las parcelas de aprovechamiento optimo. Así mismo, se ha podido comprobar que los caseríos aislados y en alturas extremas eran prácticamente desconocidos y que, en contrapartida, ya estaban bien configuradas las barriadas o aldeas como circulo básico de organización social de los labradores.

    De la choza de tablas a la casa de cal y canto




    24. Tejas artesanales que llevan impresa la huella de los dedos del maestro tejero. Al menos desde el siglo SIV los caserios guipuzcoanos se cubrian con tejas acanaladas de arcilla roja realizadas a mano. © Xabi Otero


    25. Desde el siglo XI los manzanos constituyeron una de las principales riquezas de los caserios de Guipuzcoa. © Xabi Otero


    La vivienda de los campesinos guipuzcoanos de la Edad Media no se parecía en nada a los caseríos que comenzaron a construirse a fines del siglo XV. Aunque no se ha conservado ninguna, se sabe que eran cabañas muy frágiles e incomodas. Eran chozas de madera, pero no se construían con troncos, sino que tenían un esqueleto interior de postes y las cuatro paredes externas de tablas verticales ensambladas.

    26. Caserio Legarre (Altzo), construido a principios del siglo XVI. Los caserios mas antiguos de Guipuzcoa tienen grandes puertas de entrada con arcos ojivales de piedra labrada. © Xabi Otero

    Las cabañas medievales eran mucho mas pequeñas que los caseríos actuales, pero en ellas había especio para los animales y para almacenar la paja, además de una zona destinada a la familia. Sin embargo, el lagar, los graneros, la pocilga y los rediles estaban situados en edificios separados. El techo de estas construcciones era ya de teja acanalada, por lo menos el de la casa principal.
    Los primeros caseríos de piedra de Guipúzcoa comenzaron a construirse durante el siglo XV y despertaron la admiración y envidia de todos sus vecinos. Solo los labradores mas ricos podían permitirse el lujo de edificar una casa “de cal y canto” pagando un sueldo a las cuadrillas de canteros que tenían que sacar y trabajar la piedra. La madera de roble, por el contrario, resultaba barata y accesible incluso para los campesinos mas pobres, porque se podían cortar gratuitamente todos los árboles necesarios para hacer la vivienda en los bosques públicos pertenecientes al concejo.
    Aunque durante la ultima década del siglo XV cada vez se hacen mas frecuentes las noticias de nuevas casas de mampostería, el momento decisivo para asistir al nacimiento del caserío guipuzcoano en la forma en que hoy se le conoce fue la primera mitad del siglo XVI. La sensación de seguridad y prosperidad que entonces se extendió por los campos y las nuevas posibilidades de hacer fortuna que se abrieron tras el reinado de los Reyes Católicos, tanto en América como en Andalucía, permitieron a los labradores vivir mas desahogados y hacer planes optimistas para el futuro. Ya no había peligro de asaltos ni robos de los nobles, y en el corazón de las familias campesinas cobro una importancia prioritaria el deseo de habitar una vivienda digna y duradera, en sustitución de las destartaladas chozas en las que se habían refugiado hasta la fecha.

    27. Aramburu Zahar (Aia). Las grandes dimensiones ofrecen una engañosa apariencia de comodidad. En realidad la familia vivia apiñada en el ala derecha del edificio y la mayor parte del espacio interior estaba dedicada a establos y pajar. © Xabi Otero


    28. Gorba. Artilugio utilizado en la elaboracion tradicional del lino en Guipuzcoa; servia para cortar la cascara de paja que recubre las fibras vegetales. Con lino laboriosamente tejido en casa se confeccionaban el ajuar de cama y las camisas de los labradores guipuzcoanos. © Xabi Otero


    Fue una autentica explosión de nuevos caseríos construidos en piedra y madera, o mas a menudo utilizando técnicas mixtas en las que ambos materiales se combinaban en ingeniosas soluciones.
    Todavía se mantienen en pie varios centenares de caseríos edificados en el siglo XVI y lo que mas sorprende de ellos, además de su gran antigüedad, es el altísimo nivel de calidad de sus trabajos de carpintería y cantería; a menudo muy superior al de las casas erigidas cientos de años mas tarde. Son viviendas rurales realizadas con una mentalidad moderna y exigente. Dentro de ellas las funciones están bien definidas y los espacios internos son amplios. Aunque existen muchas variedades locales, todas tienen dos pisos: el inferior para la familia y sus animales domésticos y el superior para almacén de la cosecha.

    29. Troje del siglo XVII. Los trojes eran grandes arcones desarmables en los que se almacenaban las reservas de trigo de la familia. Se guardaban en el camarote o en la bodega del caserio. © Xabi Otero

    Los principales frutos que producían los valles guipuzcoanos en el siglo XVI eran las manzanas y el trigo, y esta especialización se reflejaba con total claridad en la arquitectura de la vivienda. Muchos caseríos de aquel periodo están construidos envolviendo el armazón de un gigantesco lagar de madera que ocupaba toda la longitud del edificio y en el que se prensaban las frutas recogidas al final del verano. Aunque todas las casas de la época disponían de cubas para guardar la sidra, eran numerosas las que, además, poseían también una bodega semienterrada que se construía aprovechando el desnivel natural del terreno.
    En las bodegas también se guardaba el trigo cosechado, bien protegido en grandes arcones de madera denominados trojes. El trigo era la unidad de medida de la riqueza y por eso en la zona occidental del territorio –en el valle del Deba- algunos de los labradores con mayores recursos económicos adoptaron la idea de armar grandes hórreos de madera delante de la casa, adornándolos con bellas tallas y figuras geométricas. Sabían que cuanto mas amplio y elegante fuese su granero, mayor seria el respeto de que gozarían en la comarca. Hoy solo se conserva el magnifico hórreo del caserío Agarre, en Bergara, pero hay numerosos indicios de que otros muchos fueron desapareciendo a partir del siglo XVII.

    30. La construccion de los caserios de los siglos XVI y XVII exigio sacrificar miles de robles centenarios de los bosques comunales. Casi todos los ayuntamientos cedian la madera gratuitamente a los vecinos que necesitaban rehacer sus casas. © Xabi Otero



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    Re: Caseríos


    31. La escena grabada por Georgio Housnaglio en 1567 muestra como vestian los labradores vascos de la epoca. A la izquierda dos mujeres casadas y un hombre caminan hacia Vitoria; ellas llevan lana hilada o en mechones para vender en el mercado y se cubren la cabeza con voluminosos tocados cuyas complicadas formas variaban de un pueblo a otro. El varon, que va armado de pica y ballesta, viste calzas, camisa y un jubon de mangas abullonadas. Las dos jovenes que se cruzan por el camino vuelven del rio, cargando sobre sus cabezas la colada de ropa blanca de lino en un cesto hemiesferico y una primitiva pedarra llena de agua; ambas son doncellas y por eso lucen el cabello al descubierto. © Xabi Otero



    32. El hierro de las hoces enmohece hoy en los desvanes de los caserios. En los años sesenta dejo de cultivarse el trigo en los campos de Guipuzcoa. © Xabi Otero

    Probablemente el siglo XVI fue la etapa mas feliz de la vida de los caseríos guipuzcoanos. La propiedad de la tierra estaba aceptablemente repartida y los labradores podían disfrutar de los frutos de su trabajo en un ambiente económico expansivo y optimista. Es cierto que el clima, el tipo de suelo y la difícil orografía del territorio no eran los mas adecuados para el cultivo de cereal, pero el esfuerzo continuado de toda la familia conseguía arrancar a la tierra el pan necesario para subsistir. La venta de sidra, castaña, carne, astas y cueros de vaca permitían completar los ingresos mínimos y los mercados de las villas estaban bien abastecidos de trigo navarro o castellano para suplir el déficit natural de la región.
    En menos de un siglo el panorama medieval había cambiado radicalmente, y donde antes hubo temerosos campesinos malparados en chozas de tabla, ahora florecían labradores orgullosos que competían por construir el caserío mas grande, con los arcos mas bellos y las mas artísticas tallas de madera. El aire del Renacimiento soplaba con fuerza por los angostos valles guipuzcoanos.

    Los caseríos en el tiempo del maíz



    33. Banderin de piedra labrado en un dintel de Orio, que representa una nao vasca de fines del siglo XVI. La tradicional actividad marinera guipuzcoana entro en crisis en esta epoca y provoco un brusco repliegue de la poblacion hacia el mundo rural. © Xabi Otero

    A fines del siglo XVI los sectores mas activos de la economía guipuzcoana cayeron en una profunda crisis. En los puertos costeros se vivió el colapso del comercio internacional de trigo y lana castellanos y el bloqueo de las pesquerías de Terranova, lo que provoco la decadencia de la construcción naval, que hasta entonces había sido puntera en Europa. En las cuencas interiores se extinguieron los gremios de artesanos que trabajaban en las villas y los ferrones se vieron en serias dificultades para poder seguir colocando sus productos en los mercados tradicionales de Andalucía y la costa atlántica. El fracaso de la Armada Invencible (1587) en la que desaparecieron muchos barcos y marineros guipuzcoanos y la difusión de un virulento brote de peste en 1598 hicieron temer a muchos que se retrocedería a los tiempos oscuros de la Edad Media que ya se creían superados.
    Acosada por problemas que no podía resolver la sociedad guipuzcoana se ruralizó rápidamente. Los ricos volvieron los ojos hacia el caserío porque era la única inversión segura en la que podían colocar sus capitales sin riesgo de bancarrota y los pobres miraron hacia el campo buscando en el trabajo y los medios de subsistencia que en otras partes se les negaban.

    34. Carboneros, ferrones, pastores y arrieros convivian con los labradores en los montes de Guipuzcoa, disputandose las reducidas riquezas naturales de la tierra. © Xabi Otero

    Pero los cultivos tradicionales no eran suficientes para alimentar a todas las bocas de la Provincia y las tierras aptas para la labranza estaban ya tan saturadas de gente que no podían acoger a nuevas familias de pobladores. Cuando la angustia comenzó a extenderse apareció de forma casi milagrosa una planta americana que iba a cambiar por completo la vida y las costumbres de los labradores vascos: el maíz.
    El nuevo cereal se aclimataba rápidamente y producía el triple de volumen de grano que el trigo, además se adaptaba perfectamente a terrenos húmedos y pendientes que antes habían estado vedados para las espigas mediterráneas.
    Los grandes propietarios vieron en este exótico cultivo la oportunidad para sacar buenos beneficios de muchas de sus parcelas marginales, fundando en ellas nuevos caseríos que ofrecían en alquiler y, por su parte, los campesinos segundones, que antes parecían condenados a la emigración, se armaron de sus layas de largas púas para labrar aquellas tierras vírgenes que hasta entonces habían estado dedicadas a bosques, prados y argomales. Para compensar al ganado por la desaparición de los pastos naturales se plantaron campos de nabos y se aumentaron los meses en los que las vacas y bueyes permanecían encerradas en los establos.

    35. La difusion del maiz exigio cultivar muchas parcelas reducidas o de pendientes pronunciadas en las que la laya resultaba mas eficaz que el arado. Mujeres y hombres compartian el pesado esfuerzo de la labranza. © Xabi Otero


    36. El maiz se difundio en Guipuzcoa desde los primeros años del siglo XVII. No trajo la riqueza para nadie pero permitio sobrevivir dignamente a muchas familias modestas. © Xabi Otero


    Nadie se hizo rico cultivando el maíz, pero la nueva semilla traída de las Indias permitió sobrevivir en condiciones dignas a muchas mas familias que las que hasta entonces había acogido el campo guipuzcoano. Mientras el resto de la economía local se derrumbaba, los caseríos no solo se libraron de la crisis sino que crecieron en numero, en población y en capacidad productiva. Sin embargo, a medio plazo, tampoco pudieron escapar al desfallecimiento generalizado de los mercados y la falta de una demanda estimulante provoco que las granjas locales se replegasen sobre si mismas, consolidándose como una red de pequeñas explotaciones familiares muy conservadoras, con vocación de pura auto subsistencia.

    37. La laya era una herramienta bien conocida en Euskalherria desde la Edad Media que se mantuvo en uso hasta 1950 aproximadamente. La tipica laya guipuzcoana tiene largas puas y mango corto. © Xabi Otero


    38. Haciendo provision de leña para el invierno. © Xabi Otero


    El ciclo expansivo del maíz se alargo hasta mediados del siglo XVIII. Durante este periodo las familias mas acomodadas de Guipúzcoa mostraron un permanente interés por acaparar el mayor numero posible de caseríos y mantenerlos encadenados al tronco sucesorio mediante el vinculo de mayorazgo.

    39. El caserio Balanzategi Haundi (Zarautz) se protege bajo la sombra de una corpulenta encina. © Xabi Otero


    40. A fines del siglo XIX la difusion de las ventanas de cristal llevo la luz al interior de los viejos caserios. © Xabi Otero


    Hasta entonces se había aplicado escrupulosamente el principio de que cada casa fuese la residencia de una sola unidad familiar, pero pensando en formulas que les permitieran sacar mayor rendimiento de sus solares los grandes propietarios descubrieron que resultaba mucho mas ventajoso alquilar cada vivienda a varias familias de colonos. La demanda de caseríos era tan acuciante que siempre se encontraban varios candidatos deseosos de casarse y establecerse por su cuenta, aun en condiciones de relativo hacinamiento.

    41. Segador de Olaberria a principios de siglo. Los prados de siega y las repoblaciones forestales han sustituido a los campos de cultivo en los valles de Guipuzcoa. © Xabi Otero

    El trigo no se extinguió todavía. Su harina seguía siendo la mas apreciada y era muy fácil de convertir en el mercado en ducados constantes y sonantes. Por este motivo los propietarios siempre exigieron que se les pagase la renta en fanegas de trigo. Así quedo establecido un absurdo desdoblamiento de dietas en el territorio de Guipúzcoa. Los labradores se veían obligados a sembrar dos cosechas a la vez: una de maíz para amasar el talo y el pan de borona que ellos consumian, y otra de trigo para hacer frente a las imposiciones de la iglesia y los mayorazgos. Solo a mediados del siglo XX, con la desaparición de las ofrendas eclesiásticas y el acceso generalizado de los baserritarras a la propiedad de la tierra, se ha abandonado el desatinado esfuerzo de intentar recolectar trigo a orillas del Cantábrico.

    Expansión y decadencia del caserío moderno


    En los caseríos guipuzcoanos del siglo XVIII hombres y mujeres trabajaban por igual en las faenas mas duras del campo, y en las granjas bifamiliares los brazos dispuestos para la laya y la siega se contaban por decenas. La producción lograda por cada unidad de explotación agrícola era elevada pero, en contrapartida, el rendimiento por persona era muy bajo y la tierra se forzaba hasta el agotamiento. Para aumentar las cosechas se recurría a abonar los campos con cal de piedra cocida en hornos artesanales, pero su uso abusivo e indiscriminado llego a quemar algunas de las mejores parcelas y a hacerlas temporalmente estériles.

    42. El caserio guipuzcoano lucha por modernizarse pero la dificil orografia y las reducidas dimensiones de las parcelas impiden la plena mecanizacion del campo. © Xabi Otero

    En las décadas finales del siglo ya no quedaba nadie en Guipúzcoa a quien se le ocultase que la tierra daba cada año menos frutos. Sin embargo el numero de bocas a alimentar seguía creciendo. La solución que se adopto a principios del siglo XIX para paliar la escasez de alimentos fue fundar nuevos caseríos roturando todos los terrenos disponibles, incluso los de mala calidad que se robaban a las reservas de pasto y monte publico.
    La invasión de las tropas republicanas francesas en 1795 y la de los ejércitos napoleónicos en 1807 facilito las cosas, porque provoco grandes gastos a los ayuntamientos guipuzcoanos y estos tuvieron que vender parte del patrimonio comunal para hacer frente a las deudas. Por esta vía fue como los grandes propietarios consiguieron hacerse con nuevos bosques y prados, e incluso con algunas viejas ermitas, que utilizaron para instalar a inquilinos con pocos recursos; a menudo en parajes apartados y solitarios con pocas posibilidades de éxito a largo plazo.

    43. Las invasiones francesas de 1795 y 1807 y las dos guerras carlistas del siglo XIX marcaron la ruptura del equilibrio tradicional del campo guipuzcoano. © Xabi Otero

    Esta oleada expansiva logro buenos resultados porque estuvo acompañada por un nuevo cambio en el tipo de productos cultivados. Fue entonces cuando entraron a formar parte de la alimentación popular las alubias y la patata, que han arraigado hasta tal punto en Guipúzcoa que hoy constituyen dos ingredientes básicos de su gastronomía tradicional. Con las nuevas roturaciones del siglo XIX se consiguió duplicar el volumen de maíz, mientras que la cantidad de trigo cosechada permaneció estable y otros cereales menores, como el centeno y la avena, desaparecieron definitivamente.

    44. Mercado de la Brecha de Donostia. El cultivo y comercializacion de los productos de la huerta es una tarea femenina en los caserios vascos. © Xabi Otero

    A diferencia de los elegantes caseríos de piedra o de entramado que se habían edificado al calor de la primera difusión del maíz en los siglos XVII y XVIII, muchas de las nuevas construcciones rurales del siglo XIX eran obras de reducidas dimensiones y de pobre apariencia, con frecuencia simples bordas de ganado precariamente transformadas en viviendas. Durante este proceso el numero de labradores independientes de Guipúzcoa quedo reducido a su mínima expresión histórica. Al despertar el siglo XX ocho caseríos se encontraban ocupados por modestos arrendatarios, y en los municipios del entorno de Donostia la proporción aun era menor, pues solo el 10% de los baserritarras eran dueños de la tierra que con tanta fatiga trabajaban.
    La industrialización cambio radicalmente las reglas del juego en la estructura de propiedad y explotación de la tierra en Guipúzcoa. El florecimiento de fabricas siderometalúrgicas, textiles, cementeras y papeleras, así como la revitalización de los talleres armeros del Deba atrajo a los excedentes de población rural y provoco el abandono de los caseríos menos productivos. Los grandes propietarios se enfrentaron por primera vez a la disyuntiva de tener que elegir entre congelar las rentas de alquiler o ver como sus campos quedaban sin labradores que los cultivasen; rápidamente perdieron interés por su patrimonio agrícola amasado a través de tantas generaciones. Los inquilinos pudieron entonces comprarles la granja a precios muy abordables –hoy apenas quedan 1.500 familias de colonos en los mas de 11.000 caseríos de Guipúzcoa- y emprendieron el ultimo cambio de rumbo que ha conocido el caserío local: el abandono del trigo, los manzanos y otros cultivos de bajo rendimiento y su sustitución por los prados de siega y plantaciones de coniferas de crecimiento acelerado.

    45. La patata, que hoy es un ingrediente basico de la gastronomia local, no se difundio hasta mediados del siglo XIX. © Xabi Otero


    46. Muchos caserios varias veces centenarios, como Agerre Bekoa (Zarautz), estan siendo absorbidos por la expansion desordenada de los nucleos urbanos. © Xabi Otero


    Durante el siglo XX nose han fundado nuevos caseríos. Sin embargo muchos de los viejos edificios se han renovado y la mayoría se están adaptando a unas condiciones de habitabilidad moderna, sacrificando –a veces de manera innecesaria- algunos de los elementos que hicieron del caserío guipuzcoano uno de los tipos de vivienda rural de mayor calidad de Europa. En la actualidad hay cerca de 2.000 caseríos en trance de desaparecer para siempre.

    47. La industrializacion de Guipuzcoa durante el siglo XX ha provocado consecuencias contradictorias en el caserio. Por una parte ha permitido a muchos antiguos inquilinos hacerse con la propiedad de la casa, pero por otro lado ha propiciado el abandono de las explotaciones agricolas. © Xabi Otero


    48. En Guipuzcoa hay cientos de caserios que parecen condenados a desaparecer. Muchos estan ya deshabitados y en otros solo viven ancianos solteros a los que nadie sucedera. © Xabi Otero




    49. La alubia se popularizo durante el siglo XIX como inmejorable compañera del maiz. © Xabi Otero

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  6. #26
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    Re: Caseríos

    Propiedad y herencia





    Mayorazgos, propietarios e inquilinos


    La tradición histórica y el sentido común siempre han exigido que la propiedad del caserío y sus terrenos se transmitiesen íntegros en el seno de la misma familia. Esta practica tan razonable permitió que la superficie de las explotaciones no se fragmentase y se mantuviese por encima del mínimo necesario para garantizar la supervivencia de los labradores, pero no impidió que se formasen cuatro grupos sociales en el campo guipuzcoano, definidos por su diferente posición respecto a la propiedad de la tierra.
    50. El palacio de los Lili-Idiaquez (Zestoa) fue desde principios del siglo XVI la residencia de uno de los clanes familiares que mayor numero de caserios poseia en Guipuzcoa. © Xabi Otero

    51. Los maisterrak constituian el grupo mayoritario de los labradores guipuzcoanos. © Xabi Otero


    La clase privilegiada la integraban los dueños de varios caseríos o nagusiak, que se beneficiaban de las rentas de la agricultura sin manchar sus manos en ella. Les seguían los pequeños propietarios o etxejabeak, hombres respetados que aun siendo minoritarios constituían el emblema del país, y que se dedicaban personalmente a explotar los recursos de su casa solar heredada. El grupo mas numeroso era el de los colonos arrendatarios o maisterrak, que mediante un contrato renovable se asentaban en caseríos ajenos y mantenían con sus cosechas a las familias aristocráticas locales. Por ultimo, en el nivel mas bajo, se encontraban los criados rurales o morroiak, que a cambio de comida, techo y vestido colaboraban de por vida con los labradores independientes e incluso con algunos arrendatarios acomodados. Habitualmente recibían un trato afectuoso, pero al carecer por completo de recursos estaban condenados a no poder formar nunca una familia propia. había también algunos peones asalariados, piontzak, pero su numero era prácticamente irrelevante en Guipúzcoa.
    52. Francisco Xavier Maria de Munive e Idiaquez (1729-1785), Conde de Peñaflorida, habia heredado un inmenso patrimonio de granjas y caserios en Guipuzcoa. Desde su puesto de director y fundador de la Real Sociedad Vascongada de los Amigos del Pais se esforzo por modernizar las tecnicas de la agricultura tradicional vasca. © Xabi Otero

    La familia mas poderosa de la Provincia era la de los Idiaquez de Azkoitia, sucesora de los antiguos señores de Loyola, que entre fines del siglo XVI y mediados del XVII consiguió reunir medio centenar de caseríos entre Beasain, Azpeitia, Azkoitia, Elgoibar, Deba y Mutriku. A escala menor no faltaban en cada pueblo un par de fortunas locales de renombre, respaldadas por la posesión de una decena de granjas del entorno.
    Los grandes patrimonios rurales no se formaron por compraventa de caseríos, sino que surgieron por matrimonios de conveniencia entre herederos –a menudo entre dos parejas de hermanos- y se consolidaron con la fundación de nuevas viviendas en zonas despobladas ocupadas por el bosque. Una vez que estos bienes entraban en la orbita de la familia quedaban perpetuamente vinculados a ella en régimen de mayorazgo, de manera que un solo heredero los recibía todos juntos y no podía hipotecarlos ni venderlos bajo ningún concepto; ni siquiera para pagar deudas que tuviese contraidas.

    El caserío arrendado: pagos y plazos
    El reverso de la moneda de la gran propiedad fue la nutrida masa de colonos que poblaron los caseríos guipuzcoanos pagando por el derecho a trabajar la tierra. Ineludiblemente, una vez al año –casi siempre el día de Todos los Santos-, los maisterrak se acercaban a su cita en el caserón del amo o del administrador para hacer entrega de la renta pactada.
    53. Caserio Agarreurreta (Zaldibia). Durante los siglos XVIII y XIX los grandes propietarios dividian los viejos caserios en porciones u ordenaban la construccion de casas dobles para conseguir alojar a mas familias de inquilinos en el mismo espacio. © Xabi Otero

    54. Las castañas constituian uno de los alimentos basicos de las cenas de invierno. © Xabi Otero


    55. Maravedis de Fernando VII, acuñados en 1833. La renta del caserio se pagaba en trigo y otras especies: solamente en el siglo XIX comienzan a hacerse habituales los pagos en moneda. © Xabi Otero

    La renta se desglosaba en varios capítulos diferentes. Habitualmente el dinero en metálico tan solo constituya una pequeña parte del pago total, mientras que el apartado más gravoso era la entrega de una cantidad variable de fanegas de trigo: en los casos de las granjas mas fertiles por encima de 1.500 kilos, y en las modestas escasamente 400. A lo dicho se sumaban las caricias o regalos obligatorios, que consistían en capones, carneros, manzanas, huevos, quesos, miel y otros alimentos exquisitos. Por ultimo, el inquilino se comprometía a conservar y mejorar la capacidad de producción de la finca, obligándose a abonarla regularmente con cal y a hacer plantaciones de castaños y manzanales. También se le exigían reparaciones menores en el caserío, y en algún caso un reteje completo o la construcción del horno. Las obras mayores corrían a cuenta del dueño. Antiguamente los contratos solían ser breves, de cuatro a diez años generalmente, lo que permitía al propietario subir periódicamente la renta y añadir nuevas cargas, al mismo tiempo que seleccionar a los candidatos mas trabajadores o a los que le inspirasen mayor confianza. Ello no era obstáculo para que en circunstancias normales se instaurasen buenas relaciones que favorecían la renovación del acuerdo e incluso la sucesión de los hijos del inquilino al frente de la explotación, pero para ello había que cuidar que el amo estuviese siempre satisfecho.
    Con la llegada de la industrialización a Guipúzcoa y la amenaza de la despoblación rural, el poder de los propietarios disminuyo y los labradores ganaron en estabilidad, de manera que las ultimas generaciones de inquilinos apenas se han movido de su caserío y han llegado a considerarlo casi propio.
    56. La miel era el unico edulcorante utilizado en los caserios guipuzcoanos. Todos los caserios tenian colmenas y una parte de la produccion se reservaba obligatoriamente para regalar al amo de la casa. © Xabi Otero

    57. Aduna. Antiguamente los caserios nunca se arrendaban por mas de una decada. La renovacion del contrato dependia de la buena o mala labor realizada por los maisterrak. Con la aparicion de la industria muchos inquilinos abandonaron el campo y los que se quedaron pudieron disfrutar de mayor estabilidad. © Xabi Otero



    58. Existian algunas variedades de manzanas de especial calidad, las gorde sagarrak, que se conservaban sanas durante muchos meses y que habitualmente se utilizaban para pagar la renta del caserio. © Xabi Otero

    59. Junto al fuego bajo se decidia cual de los hijos habria de heredar el caserio y el momento justo -casi siempre demasiado tardio- en que se le consentiria contraer matrimonio. © Xabi Otero


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  7. #27
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    Re: Caseríos

    Me gustaría que alguien puesto en el tema, revisara este texto y me diera su opinión, pues no sé si es verdad o fruto del algún iluminado del PNV.





    Herencia vasca con leyes castellanas


    Desde que en los siglos XII-XIII comenzaron a fundarse los primeros caseríos familiares en Guipúzcoa, se había instituido la tradición de seleccionar a uno solo de los hijos para que sucediera al padre al frente de la explotación agrícola, desheredando al resto de los hermanos. Sobre esta base de herencia indivisible, que protegía la viabilidad económica de la casa por encima del bienestar individual de sus ocupantes, se formo la clase de pequeños propietarios que ha constituido la medula histórica de los caseríos.
    60. Los hijos desheredados solian recibir de sus padres un arca con ropa blanca y una cuja de cama. El arca era tambien un elemento esencial de la dote femenina. © Xabi Otero

    61. En los caserios guipuzcoanos un solo hijo -daba igual que fuese hombre o mujer- era escogido para recibir toda la herencia de la familia en el mismo instante de su matrimonio. © Xabi Otero


    Pero Guipúzcoa estaba integrada en la corona castellana y las leyes del reino en materia de sucesiones tenían un espíritu completamente distinto a la costumbre vasca. En concreto, el viejo Fuero Real, cuya aplicación se había hecho obligatoria a partir de 1348, defendía el derecho de todos los hijos a recibir su parte legitima de los bienes paternos, y a lo sumo consentía que al favorito se le beneficiase con un tercio del total. Desde aquellas fechas los guipuzcoanos trataron de que se les reconociese su normativa peculiar, argumentando –sin éxito- que la partición suponía la muerte del caserío.
    62. Cuando la recien casada se instalaba como nueva señora en casa de su marido, recibia de su suegra un cucharon de palo, como simbolo de la cesion del poder domestico. © Xabi Otero

    Como no obtuvieron respuesta a estas peticiones tuvieron que idear una formula que les permitiera respetar la letra de la ley y al mismo tiempo lograr el resultado practico de transmitir la casa y las tierras a un solo heredero. La solución adoptada desde principios del siglo XVI a fines del XIX fue la de donar el caserío al hijo designado como sucesor en el mismo momento en que este contraía matrimonio. Mediante un pacto que se redactaba por escrito el hijo y su nueva esposa se convertían así en propietarios, pero a cambio se comprometían a seguir tratando con respeto a los padres, a cederles en usufructo la mitad de los bienes recibidos y, llegado el momento, a pagarles unos funerales dignos. A los demás hermanos se les apartaba dándoles algún dinero, un arca y una cama con muda nueva.
    Los padres solían mostrarse recelosos de perder demasiado pronto su autoridad y a menudo trataban de retrasar la boda todo lo posible, lo que dio lugar a que muchas parejas guipuzcoanas demasiado impacientes concibieran hijos ilegítimos antes de celebrarse matrimonio. En el momento en que, finalmente, la nueva nuera era admitida en la casa de forma oficial, la madre le entregaba ceremoniosamente el cucharón de madera con el que se repartía la comida: un gesto simbolico que marcaba la cesion definitiva del poder.


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  8. #28
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    Re: Caseríos

    Cómo se construía el caserío






    Maestros carpinteros y canteros


    Todos los antiguos caseríos de Guipúzcoa fueron edificados por maestros carpinteros y canteros profesionales, que trabajaban contratados por el propietario y auxiliados por una cuadrilla de oficiales y criados.
    63. Pareja de trinchantes forjados, del tipo utilizado por los canteros vascos para labrar la piedra de silleria. © Xabi Otero

    64. El maestro Andres de Garitano Aldaeta dibujo en 1695 este magnifico proyecto de casa con cuatro arcos de piedra para renovar el caserio Egino (Bergara). © Xabi Otero


    El dueño de la casa discutía con el maestro las características generales del edificio y la suma de dinero que estaba dispuesto a invertir, y frecuentemente colaboraba con su yunta de bueyes conduciendo a pie de obra parte de la piedra, madera o cal necesarias.
    El protagonismo que tuvieron los artesanos constructores en la creación de la arquitectura popular guipuzcoana ha dado a esta un carácter de robustez y calidad poco frecuente en la vivienda campesina europea. Además, como los maestros trabajaban indistintamente en la edificación de iglesias y caserones nobles del país no pudieron evitar contagiarse de las modas de su época, y ello dio como resultado que el caserío, sin perder su carácter autóctono y funcional, fuese especialmente sensible a los diferentes estilos artísticos de cada momento histórico.
    65. Sierra de carpinteria, utilizada para cortar tablas y viguetas menores. © Xabi Otero

    66. El caserio Iraeta (Antzuola) fue proyectado en 1796 por uno de los primeros arquitectos con titulo academico de Guipuzcoa: el bergares Alejo de Miranda. © Xabi Otero


    67. La azuela era la herramienta favorita de los carpinteros vascos para labrar la vigueria y tablazon de los caserios. © Xabi Otero

    Durante el siglo XVI y buena parte del XVII el maestro que proyectaba la obra se encargaba de dirigirla paso a paso hasta su termino, que se celebraba con un gran banquete. Sin embargo hacia 1650 las funciones empezaron a desdoblarse y apareció el personaje del maestro que pensaba, decidía y a veces dibujaba el tipo de caserío que debía edificarse, pero que luego dejaba a otros maestros u oficiales de segunda fila que se ocupasen de la ejecución material de la idea. Cuando la casa ya estaba terminada él volvía a visitarla acompañado de un perito del oficio y decidía cuanto debía pagarse a los contratistas, en función de sí habían sabido ajustarse al plan marcado.
    A partir de la ultima década del siglo XVIII comenzaron a intervenir los primeros arquitectos titulados como responsables del proyecto de grandes caseríos, siendo una de las precursoras la casa Iraeta de Antzuola, diseñada en 1796 por el académico bergares Alejo de Miranda.

    Contratos y trazas de construcción


    Durante el siglo XVI bastaba el acuerdo verbal entre el propietario y el artesano constructor para que este diera comienzo a las obras y se amoldase al encargo que había recibido. Muchas veces era el dueño quien, como primer interesado, seguía de cerca los trabajos y decidía sobre el terreno la compra de materiales y el salario de los peones.
    68. El caserio Iriarte Azpikoa fue construido en 1672 por los maestros Joseph de Oxirondo y Juan de Ibargoitia, siguiendo el plano y las condiciones que previamente habian acordado con el propietario, Juan Bautista de Benitua. © Xabi Otero

    69. Traza del caserio Iriarte Azpikoa (Antzuola), dibujada en 1672. © Xabi Otero


    El labrador no se inmiscuía en los aspectos técnicos, que formaban parte del oficio aprendido por el maestro, pero podía colaborar con el para tomar decisiones básicas, como la orientación mas adecuada de la fachada del caserío, que invariablemente se buscaba en el arco solar de la mañana.
    La calidad final que se exigía era elevada y el proceso de construcción resultaba enormemente trabajoso; tanto que podía durar hasta dos años y medio. había que talar y arrastrar robles gigantescos, reducirlos a piezas de distintas medidas, tallarlas y ensamblarlas a diferentes alturas, izándolas a fuerza de brazos y de rudimentarias poleas tiradas por bueyes. había que arrancar piedra de la cantera a golpe de mazas y palanquetas, labrarla finamente con el picon, transportarla en carros y cementarla con arena y cal, que previamente había sido necesario cocer en el horno con leña y mas cargas de piedra. Si a esto se le sumaba la fabricación de seis o siete mil tejas y varios cientos de clavos de hierro forjados a mano con parecido esfuerzo, mas la fatiga de unir ordenadamente todos los elementos citados, se tendrá una visión aproximada del inmenso caudal de energía humana que se invirtió para edificar la primera generación de caseríos de Guipúzcoa.
    70. Plumin del siglo XIX realizado con una pua de puercoespin. © Xabi Otero

    71. Compas de trazar (siglo XIX). © Xabi Otero


    Hacer un buen caserío en pleno siglo XVI venía a costar lo mismo que comprar doce bueyes de tiro. Un tercio del presupuesto se pagaba antes de empezar la obra y otro cuando se ponía el tejado, pero el ultimo plazo, que debía hacerse efectivo al final de la construcción, siempre se retrasaba y se iba entregando a lo largo de varios años en forma de pequeñas cantidades de grano, algún dinero en metálico, un animal de granja o varias cargas de leña.
    72. Firma autografa de Martin de Abaria. © Xabi Otero

    73. Escuadra de construccion con gradiente y plomada (siglo XIX). © Xabi Otero


    Desde mediados del siglo XVII los contratos de construcción de caseríos se formalizaron por escrito ante el escribano del pueblo y con cierta frecuencia el maestro constructor dibujaba un plano o traza y redactaba un pliego de condiciones técnicas que los canteros y carpinteros contratistas debían comprometerse a respetar. Se siguieron construyendo casas muy hermosas pero cada vez aparecieron mas modelos y categorías diferentes: grandes caseríos solariegos con arcos y escudos de sillería, que incorporaban todas las novedades artísticas del momento; modestos caseríos de entramado con ladrillo; macizos caserones dobles para inquilinos y pequeñas granjas de tablas y mamposteria para los arrendatarios mas desafortunados que cuidaban a media ganancia unas cuantas cabezas del ganado del amo. Los maestros ofrecían una solución distinta para cada tipo de demanda, pero mantuvieron siempre una cierta homogeneidad de estilo marcada por la unidad cultural y ecológica en la que vivía el campo guipuzcoano.

    Los materiales y las técnicas de construcción


    En cada uno de los periodos históricos de la vida del caserío se barajaron múltiples posibilidades de combinar los materiales que ofrecía el terreno. Con solo tres ingredientes básicos: madera de roble, piedra arenisca o caliza y arcilla susceptible de convertirse en teja o ladrillo, mezclados sabiamente con distintas tecnicas y proporciones se logro preparar un selecto menu de mas de diez tipos de casa diferentes.
    74. En el caserio Lazarraga (Oñati) conviven diferentes tecnicas de construccion, fruto de distintos momentos historicos. © Xabi Otero

    75. Machihembrado. Tecnica de ensamblaje de tablas mediante acanaladuras utilizada en los tabiques y cerramientos de los caserios guipuzcoanos del siglo XVI. © Xabi Otero


    En los caseríos guipuzcoanos –que generalmente parten de una planta rectangular- el muro trasero y las paredes laterales son siempre de mampostería. Sin embargo la fachada delantera, que es la que marca su identidad, puede estar cerrada con tablas verticales de madera, con piedra o con un entramado de viguetas de disposición geométrica. En este ultimo supuesto caben dos posibles variantes para rellenar la trama: hacerlo con mampostería menuda o bien con ladrillos macizos, como se puso de moda en la segunda mitad del siglo XVII.
    76. Caserio Iriarte (Altzo). Las fachadas de entramado relleno de ladrillo se hicieron muy habituales a fines del siglo XVII. © Xabi Otero

    77. Ensamblajes con perfiles de golondrina, tipicos del siglo XVI. © Xabi Otero


    A menudo es en el interior, y mas específicamente en el pajar, donde mejor se aprecia la edad y la técnica de construcción de los caseríos. Muchos tienen un grueso muro medianil que los divide en dos partes, pero en los que se edificaron hasta mediados del siglo XVII lo mas habitual es encontrar un esqueleto de enormes postes que ascienden desde el suelo atravesando el piso de madera. Si la casa se construyo durante la segunda mitad del siglo XVII o a principios del XVIII es fácil que utilice en la estructura muchas horquillas naturales de árbol y también brazos curvos para sostener las vigas horizontales. Durante las épocas posteriores la madera perdió todo su protagonismo como soporte y su uso quedo limitado a los suelos y el tejado.
    La carpintería popular del siglo XVI alcanzo un elevadísimo nivel de calidad y en los caseríos guipuzcoanos su presencia es fácilmente reconocible porque utiliza una sofisticada técnica de ensamblajes laterales con siluetas curvas que recuerdan las alas abiertas de una pájaro.
    78. Estructura de vigueria barroca, con tornapuntas curvos y marcas de ensamblaje en la union de las distintas piezas. © Xabi Otero

    79. Los caserios con soportal corrido y fachadas de tablas se popularizaron a principios del siglo XVII. © Xabi Otero



    La de fines del siglo XVII y comienzos del XVIII es completamente distinta pero igualmente atractiva, por las formas arborescentes que adoptan sus sistemas de postes y tornapuntas. Con frecuencia los encuentros entre las distintas piezas llevan signos y marcas de montaje realizados por el maestro que concibió la estructura.
    Los tabiques de separación entre las estancias del caserío también han conocido diferentes modalidades a través de los siglos. Los de principios del XVI eran simples mamparos de tablas machihembradas, a estos les sucedieron los de ramas y tiras de madera entretejidas rebocados con argamasa y, ya avanzado el siglo XVII, se impusieron las paredes de ladrillo y mampostería, que son las que al final han tenido mayor aceptación.

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  9. #29
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    Re: Caseríos

    Vida y trabajo en el caserío





    El espacio familiar


    Aunque los caseríos son edificios de grandes dimensiones, con una media de 300 m2 de planta, el espacio que tradicionalmente se reservaba a la vida familiar era tan reducido que apenas llegaba a la quinta parte del volumen construido.
    La zona de vivienda de la casa siempre estaba situada en la planta baja, y solo en los últimos ciento cincuenta años se ha comenzado a habilitar dormitorios en el piso superior. En los caseríos de una sola familia el área de residencia ocupaba la cara frontal o bien todo el flanco lateral que mira al valle, mientras que en los bifamiliares siempre se encuadraba en el frontis.
    80. En los caserios antiguos no existia intimidad. Toda la familia dormia en una sala comun, a lo sumo en pequeñas celdas separadas con cortinas. © Xabi Otero

    81. Jarra con babero esmaltado. La vajilla de los caserios era extremadamente limitada. © Xabi Otero


    La vivienda se dividía en dos partes: la cocina, sukaldea, y las alcobas, logelak. La cocina, próxima a la entrada y habitualmente en el ángulo delantero del edificio, era el corazón del caserío y, sobre todo, el espacio de la palabra; era el lugar donde se reunia la familia y se recibia al visitante, donde a las noches se hilaba y donde por el dia se “rumiaban” todos los sucesos de la vida local. Era también donde se concertaban los matrimonios y donde se refugiaban los mas ancestrales ritos de la cultura popular vasca.
    Durante los siglos XVI y XVII el fuego se encendía sobre una losa colocada en el centro de la estancia, encima de la cual pendía la cadena del llar. A lo largo del XVIII y XIX se generalizaron las chimeneas de fuego bajo con campana adosada al muro, y ya en el siglo que ahora termina se impusieron las chapas metálicas, o económicas, de fabricación industrial, que permiten ahorrar mucho combustible.
    82. El zizaillu era el mueble familiar mas valioso. No todos los caserios podian permitirse comprar este banco de alto respaldo con mesa abatible. Frecuentemente se completaba con armarios laterales o con arcas y caponeras bajo el asiento. © Xabi Otero

    83. Las cocinas de los caserios han evolucionado a traves de los siglos. Primero fue el hogar central sin campana (siglos XVI-XVII), despues vino el fuego bajo con chimenea adosada al muro (siglos XVIII-XIX), y solo hace cien años se empezaron a introducir las chapas economicas de hierro colado. © Xabi Otero


    El mueble principal de la cocina era el zizaillu o izillu, un escaño corrido con caponeras bajo el asiento y con un alto respaldo en el que se sujetaba una mesa abatible. La vajilla, muy modesta, incluya piezas de ceramica rustica, de madera y a veces de estaño: ollas, jarras, herradas, pedarras, cuencos, tarros y platos.
    84. Las muchachas jovenes del caserio dedicaban buena parte de la jornada a acarrear agua desde la fuente o el manantial, sirviendose para ello de grandes pedarras de ceramica. © Xabi Otero

    85. Reproduccion de la cocina de un caserio tradicional en el Museo de San Telmo. Algunos pesebres de la cuadra disponian de ventanillas que se asomaban directamente a la cocina. © Xabi Otero


    En cada caserío había tres o cuatro camas, cada una con sus respectivas fundas dobles de lino, y nunca faltaban varias arcas talladas para guardar la ropa. Hasta mediados del siglo XIX la alcoba solia ser una estancia unica o a lo sumo estar dividida en dos cuartos diferentes. Cada vez son menos las casas en las que se conserva la antigua sala comun de dormitorio con su fila de celdillas empotradas, no mas grandes que la propia cama, aisladas por una simple cortina de lienzo. El concepto de intimidad ha cambiado mucho desde entonces.

    El espacio del ganado


    86. Las bellotas de roble y encina de los bosques comunales sirvieron para alimentar al abundante ganado porcino de los caserios. © Xabi Otero

    Mas aun que los cultivos, los animales domesticos, y en particular el ganado vacuno, se consideraban el simbolo de la riqueza de un caserío. Nada era mas preciado para los labradores guipuzcoanos que poseer una buena yunta de bueyes fuertes y lustrosos. Todavia en época reciente, cuando la traccion animal ya había quedado obsoleta y los bueyes por falta de habito se resistian a ser uncidos al yugo, eran muchos los baserritarras que se negaban en redondo a prescindir de sus hermosas bestias de tiro.
    Para el ganado vacuno se reservaba mas de la mitad de la planta baja del edificio. Cada animal disponia de un pesebre en forma de cajon de madera, donde introducia el cuello para recoger su alimento, y en el suelo de tierra preparaba su cama con paja y helecho que mas tarde eran utilizados como abono. Hasta mediados del siglo XVIII dos de los pesebres se colocaban en la pared contigua a la cocina, con la que estaban comunicados a través de sendas ventanas correderas. Por este medio se podía vigilar en todo momento a las vacas parideras o a los bueyes mas valiosos, cuyas apacibles cabezotas entraban a formar parte habitual de la tertulia familiar.
    A la cuadra se entra directamente desde el soportal, cuando este existe, pero casi siempre suele haber una puerta lateral o zaguera complementaria, que permite la ventilacion rapida y un transito mucho mas comodo de personas y animales. En la cuadra no hay ventanas, sino estrechos huecos de respiracion que parecen aspilleras. Tampoco hay tabiques intermedios, aunque a algunos animales, como el cerdo, se les cria separados en un rincon. Antiguamente, cuando la cabaña porcina era mucho mas abundante, era comun tenerlos sueltos en las proximidades de la casa o juntar las piaras en los bosques de roble y encina comunales.
    87. Guadaña utilizada para segar y apilar los helechos. © Xabi Otero

    Algunos caseríos de las zonas montañosas de Guipúzcoa al este del rio Oria solian ser propietarios de bordas situadas en las proximidades de los pastos de altura. Estas bordas son pequeños establos donde se guardan ovejas y vacas, asi como una provision de paja y helecho. Su numero se ha ido reduciendo con el tiempo, pero en el pasado fueron muy frecuentes. Las mas proximas al valle o a centros habitados se transformaron en viviendas durante la desordenada expansion de los siglos XVIII y XIX, y las menos accesibles se fueron abandonando.
    88. Pareja de bueyes de tiro de Iñaki Oliden (Orio). Desde la Edad Media la posesion de una buena yunta de bueyes ha constituido el maximo simbolo de riqueza entre los labradores guipuzcoanos. © Xabi Otero

    89. Los cerdos vivian separados del resto de los animales del caserio. Con frecuencia se les dejaba en libertad en las proximidades de la casa. © Xabi Otero



    90. Jesus Isasa cuela las impurezas del zumo de manzana en la bodega de la casilla de lagares de Ierobi Haundi (Oiartzun). © Xabi Otero

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  10. #30
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    Re: Caseríos

    El espacio de almacenaje


    Cada uno de los productos que cosechaba el labrador guipuzcoano tenia reservada una ubicación precisa dentro de la arquitectura del caserio. Todo el piso superior estaba dedicado al almacenaje y en muchos casos tambien una planta de semisotano situada bajo el nivel de la vivienda.
    Sobre la cuadra se situaba el pajar, mandio, en el que se apilaba la hierba, heno y paja para el ganado. A traves de una trampilla abierta en el suelo de tablas resultaba muy comodo hacer caer con una horca la cantidad necesaria en cada momento. Desde el siglo XIX, y alli donde la pendiente del terreno lo consentia, se ha procurado añadir una rampa exterior al caserio del pajar. Antes el heno se lanzaba con esfuerzo a traves de una puerta elevada.
    91. El viejo arco de entrada a la bodega del caserio Lazpiur (Bergara) se remonta a los primeros años del siglo XVI y ha sido sustituido por una sencilla puerta de madera. © Xabi Otero

    92. Los toneles de sidra se alineaban en la bodega o en un rincon de la cuadra. © Xabi Otero


    En la parte delantera del piso superior se encuentra el camarote, sabai, bien delimitado con mamparos de tabla o paredes de mamposteria, y a veces con un pequeño balcon sobre la fachada sin cerrar. Su funcion es multiple y ha ido variando a traves de la historia. En origen fue el lugar donde algunos labradores del siglo XVI guardaban los trojes de trigo y las manzanas o frutos que pretendian conservar a lo largo del año. Con la aparicion del maiz a principios del siglo XVII se convirtió en el espacio mas idoneo para curar las mazorcas y evitar que el grano fermentase, extendiendolas sobre el suelo seco y avivando la ventilacion. En el siglo XIX fue necesario ampliarlo para dejar un hueco a la alubia y la patata, que tambien reclamaban una superficie seca y aireada. Ha cubierto tambien las funciones de palomar, tendedero de ropa y desvan de trastos viejos, y de ciento cincuenta años a esta parte son muchos los que lo estan utilizando parcialmente para ampliar el escaso numero de dormitorios de que suelen disponer los caseríos viejos.
    93. El horreo de Agarre, armado a mediados del siglo XVI, es el ultimo granero elevado de esta especia que se ha conservado en Guipuzcoa. Antiguamente fueron muy frecuentes en el valle del Deba. © Xabi Otero

    94. Camarote del caserio Igartubeiti (Ezkio-Itsaso). Todo el piso superior del caserio guipuzcoano se utilizaba para almacenar la cosecha y debia de permanecer bien ventilado para evitar que se estropeasen los frutos recogidos. © Xabi Otero


    Los grandes arcones de tablas en los que se depositaba el trigo tambien encontraron acomodo en los horreos y las bodegas. Los graneros elevados llamados horreos, garaixe, ya acompañaban a los caseríos vascos en el siglo XIV, pero como todas las construcciones rurales medievales sufrieron un drastico cambio a principios del siglo XVI. Su vida fue muy breve, pues dejaron de construirse al despertar el siglo XVII, y en Guipúzcoa no debieron estar bien implantados fuera de los valles occidentales, a pesar de que el ejemplar de Agarre, recientemente restaurado, es uno de los mas impresionantes que se conservan en toda la Peninsula.
    La bodega, upategi o iputeixa, es uno de los espacios de almacenaje que mas singularizan a algunos modelos de caserio guipuzcoano respecto a las demas variedades de la casa rural vasca. Se construyeron durante los siglos XVI y XVII, buscando terrenos de pendiente acusada y encajandolas bajo el flanco del edificio que estaba mas proximo al valle. Son estancias con techo de madera y suelo de tierra, que disponen de entrada propia desde el exterior y se ventilan a traves de dos ventanas muy largas y estrechas. En ellas se alineaban antaño las aromaticas barricas de sidra, que nunca faltaban en ninguna casa de Guipúzcoa, y tambien quedaba algún sitio libre para los trojes. En la actualidad han perdido su noble uso primitivo y a cambio se utilizan como estercolero o cuadra secundaria para ovejas, conejos y gallinas.

    El espacio del trabajo


    El caserio guipuzcoano tradicional era una herramienta y un escenario permanente de trabajo. En un solo edificio, cerrado y compacto, se criaba el ganado y se almacenaban las cosechas; y ademas se producian una gran variedad de objetos de uso domestico que satisfacian algunas de las necesidades basicas de la familia. Muchas de estas labores artesanales que en el se ejecutaban, como la cesteria, el tejido, la talla o la carpinteria, no requerian de un espacio especifico, sino que se realizaban comodamente en la cocina o a la sombra del espacioso portalon.
    Sin embargo el caserio disponia tambien de algunos espacios particulares diseñados expresamente para realizar un trabajo, una tarea de tipo mecanico relacionada con el ciclo agricola; eran espacios y estructuras que condicionaron toda la arquitectura del caserio de ciertas epocas y que estaban vinculados a la elaboracion de un producto concreto. Los mas importantes fueron el lagar y la hera.
    95. En las trazas de reedificacion del caserio Mekolalde Azpikoa (Bergara) dibujadas por Andres de Garitano Aldaeta en 1693 se determina la funcion de los distintos espacios del edificio. En la parte inferior esta el soportal porticado que sirve como hera de trilla, en medio las cuadras y cocina, y arriba a la derecha la bodega de sidra y los trojes de trigo. © Xabi Otero

    96. Lagar de tres husillos del caserio Azkunabieta (Urnieta). A fines del siglo XVII se difundieron en Guipuzcoa y Navarra los lagares dotados de tres tornillos verticales que presionaban directamente sobre la pasta de manzana para exprimir el zumo. © Xabi Otero


    En los caseríos del siglo XVI y la primera mitad del XVII el lagar, tolare, era una gigantesca maquina de madera que ocupaba todo el eje longitudinal de la granja en sus dos plantas. Estos artefactos, dedicados a la elaboracion de sidra, se basaban en los principios de las primitivas prensas romanas y estaban formados por una gruesa viga horizontal de hasta doce metros de largo que se hacia descender hasta apisonar la masa de manzanas colocada bajo ella, mediante un enorme tornillo de madera. ningún lagar se ha conservado entero pero los postes que regulaban el mecanismo siguen en pie sosteniendo varias decenas de los caseríos mas antiguos de Guipúzcoa.
    97. Caserio con lagar de viga (siglo XVI).
    1. Husillo o eje
    2. Camarote
    3. Viga
    4. Dobe cumbrera
    5. Bernias
    6. Pajar
    7. Pulpa de manzana
    8. Masera
    9. Tina
    10. Cuadra
    11. Pesa
    12. Cocina
    13. Puerta contra incendios
    14. Alcobas
    15. Bodega
    16. Medianil cortafuegos


    Los lagares que se inventaron a fines del siglo XVII todavia siguieron siendo de madera, pero eran mucho mas pequeños y tenian varios tornillos de presion directa. Mas tarde, a principios del siglo XIX, comenzaron a difundirse las pequeñas prensas desarmables con husillo de hierro central y mecanismo automatico, que son las que hoy abundan en buena parte de las granjas locales.
    Del mismo modo que las manzanas, el trigo –que ha estado vinculado a la historia del caserio vasco durante mas de medio milenio- tambien provoco la creacion de espacios apropiados para su elaboracion antes de ser almacenado. Los labradores guipuzcoanos de epocas pasadas no utilizaban trillos para separar la espiga del grano, sino que se servian de mayales o golpeaban las gavillas directamente contra unas piedras dispuestas en el suelo. El deseo de poder realizar esta delicada operación a cubierto de la intemperie fue el origen de la construccion de grandes soportales enlosados, atai o aterpe, dispuestos en toda la anchura de la casa. Los mas primitivos eran porticos con postes de madera pero a mediados del siglo XVII comenzaron a propagarse desde el Alto Deba unas elegantes estructuras con cuatro y cinco arcos de silleria que fueron imitadas con éxito por los caseríos mas notales de su entorno. A muchos edificios de calidad que, por haber sido construidos durante el siglo anterior, carecian de estas nuevas heras de trilla cubiertas, se les añadio este cuerpo en la fachada delantera, pues ademas de ser util daba prestigio y nobleza a la imagen de la casa solar. Hoy se valora mas este aspecto emblematico que la funcion primitiva que le dio origen.

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  11. #31
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    Re: Caseríos

    Defender la casa del padre





    Proteger el caserio con la ayuda del cielo


    Se dice que la casa tenia para los vascos un carácter sagrado de templo familiar, sin embargo, este concepto religioso de la vivienda, muy extendido entre los pueblos antiguos, se ha ido diluyendo velozmente hasta extinguirse durante el ultimo siglo. Afortunadamente algunos etnografos, como Jose Miguel de Barandiaran, aun llegaron a tiempo de captarlo antes de su desaparicion, en visperas de la Guerra Civil, cuando todavia formaba parte de una estructura organizada de ritos y creencias. En ella se entremezclaban los elementos magicos cristianos con abundantes referencias mas primitivas, pertenecientes a un arraigado universo mitico naturalista.
    98. Maria Manterola espera ante la puerta del caserio Aranburu Zahar (Aia), protegida por los ramos de San Juan y por una estampa moderna del Sagrado Corazon de Jesus. © Xabi Otero

    99. IHS. El anagrama de Cristo protege la entrada del caserio © Xabi Otero


    Muchas de aquellas practicas –que todavia sobreviven parcialmente como gestos tradicionales, aunque sin su antiguo contenido de fe- tenian como fin invocar al cielo o a otras fuerzas invisibles la protección de la casa y de la familia que moraba en su interior.
    La flor del cardo evoca la figura del sol y atrae su proteccion contra los malos espiritus. © Xabi Otero

    Las crucecitas de madera talladas y bendecidas el dia de la Santa Cruz se clavan en las puertas de la casa para impedir el paso de cualquier influencia maligna. Era necesario renovarlas cada año. © Xabi Otero



    Las grandes cruces pintadas en los muros de la solitaria Venta de Iturrioz (Aia) garantizan la paz y la proteccion divina a todos los moradores y visitantes de la casa. © Xabi Otero

    ¿Quién podia amenazar la vida del caserio? Eran muchos los peligros reales o imaginarios que causaban temor a los labradores guipuzcoanos. El mas terrible de todos el fuego del rayo, que todos los años provocaba varios incendios en la Provincia; pero tambien la envidia o mala voluntad de los vecinos, que podia acarrear algún maleficio que hiciese enfermar a la familia o a sus ganados. La presencia de extranjeros, de brujas, lamiak y otros seres fantasticos tambien debia ser conjurada mediante los ritos oportunos para evitar que alterasen la tranquilidad del hogar.
    La seguridad se lograba colocando en la casa signos y objetos que actuaban como talismanes protectores. Muchos eran de tipo cristiano, como los anagramas “IHS” que se hicieron frecuentes en los arcos de los caseríos de principios del siglo XVI, y, como la cruz, que aparece con distintas variantes en todas las epocas: cruces de piedra sobre la cumbrera del tejado, crucecitas bendecidas de madera que se clavan en las puertas, cruces pintadas con cal en torno a las ventanas y cruces, en fin, talladas en vigas y dinteles.
    Algunas plantas y arbustos tambien tenian virtudes protectoras. Sobre todo el laurel, cuyas ramas acompañaban al caserio desde el mismo instante en que se terminaba de construir la cubierta. Por su parte, la flor del cardo se consideraba particularmente eficaz para ahuyentar a los malos espiritus y se creia que el espino albar tenia el poder de alejar el rayo.

    Unidos contra el fuego


    Los ritos magicos no eran suficientes para evitar que un rayo o un simple accidente domestico causasen con reiterada frecuencia el incendio y la destruccion completa de los caseríos. Para paliar estos desastres se crearon desde antiguo asociaciones voluntarias de seguros mutuos en las que cada uno de los socios miembros se comprometia a aportar cierta cantidad de dinero para sufragar la reconstruccion del edificio siniestrado. Una de las mas tempranas fue la que fundaron un grupo de vecinos que tenian propiedades en Azpeitia en 1541 por medio de la “Escritura de Concordia en razon de los incendios de casas y sus reparos” y otra, que tuvo larga vida y en la que incluso llegaron a integrarse algunos labradores vizcainos, fue la “Hermandad de Casas Germadas” creada en Bergara en 1657, que contaba con mas de trescientos caseríos asociados a mediados del siglo XVIII.
    103. Bovedas interiores del caserio Larrañaga (Azpeitia), construido en 1712 a prueba de incendios. © Xabi Otero

    104. La iluminacion de los caserios mediante rollos de vela y candiles de aceite provocaba frecuentes accidentes de consecuencias desastrosas. © Xabi Otero


    Las cantidades que se recaudaban por este sistema eran importantes y permitian afrontar con cierto desahogo la reedificacion de la granja arruinada. Para evitar fraudes se exigía a quien recibiese la indemnizacion que en breve plazo de tiempo construyese un caserio completo de dimensiones y calidad regulares, y que no se conformase con hacer algunas reparaciones o alzar una simple borda.
    Los propietarios de caseríos en alquiler solian incluir la derrama del seguro contra incendios en los pagos de la renta, de manera que sin ningún esfuerzo economico por su parte estaban cubiertos frente a cualquier eventualidad.

    Caseríos a prueba de incendios


    105. La Hermandad de Casas Germadas, fundada en 1657, era una de las asociaciones de seguros mutuos que ayudaban a reconstruir los caserios incendiados de Guipuzcoa. En este libro se inscribian los nombres de los socios. © Xabi Otero

    106. Caserio Larrañaga (Azpeitia). Movido por su obsesion de luchar contra el fuego, Martin de Abaria encargo al maestro Lazaro de Laincera el proyecto de un caserio unico en su genero: un edificio de dos plantas, con tres naves definidas por arcos y pilares de piedra, y cubiertas con diferentes tipos de bovedas. © Xabi Otero


    Mucho mas eficaces que los conjuros y plegarias en la batalla contra el fuego fueron algunas originales soluciones arquitectonicas que desde principios del siglo XVI se adoptaron para proteger los caseríos guipuzcoanos.
    107. Puerta blindada. Muchos caserios guipuzcoanos del siglo XVI tenian las alcobas separadas del resto de la vivienda por un grueso medianil y por las noches cerraban el paso de comunicación entre ambas zonas mediante una puerta de hierro forjado. © Xabi Otero

    Una de las mas extendidas de aquel periodo fue la de crear un muro interior que aislase las alcobas del resto de la vivienda, en especial de los focos de incendio mas habituales, que eran la cocina y la cuadra. Concretamente en el establo, la iluminacion de candiles de aceite y la presencia del ganado moviendose entre grandes montones de helecho seco constituían una combinacion mortifera. En la fabricacion del muro cortafuegos que separaba los dormitorios se excluian todos los elementos combustibles e incluso la puerta que permitia cruzarlo, que por las noches se cerraba con llave, no era de madera sino de chapas de hierro roblonadas.
    A partir de los años finales del siglo XVII la difusion de los elementos de piedra en la estructura de los caseríos dificulto la propagacion de incendios en su interior y en la mayor parte de los casos se hizo frecuente la construccion de un solido medianil transversal que cumplia las funciones de cortafuegos.
    Todos los caseríos de Guipúzcoa fueron ganando en seguridad, pero sin duda ninguno llego tan lejos en la adopcion de medidas preventivas como la casa Larrañaga de Urrestilla. Este caserio centenario se quemo en febrero de 1711 y su dueño, el cantero Martin de Abaria, quiso asegurarse de que nunca mas volveria a arder, de modo que encargo al maestro montañes Lazaro de Laincera un proyecto desconcertante en el que tanto los soportes como los suelos y techos debian estar realizados en piedra. El resultado fue un edificio unico en su especie, con veintiun bovedas de diferentes tipos en su interior pero que reproduce fielmente las funciones y la imagen externa de un caserio corriente.

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  12. #32
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    Re: Caseríos

    Los tipos de caserío

    Una de las caracteristicas mas sorprendentes de la arquitectura rural guipuzcoana es la extraordinaria variedad de tipos de caserio que existen en un pequeño territorio de tan solo 1.977 km2. Las explicaciones a la espectacular riqueza de formas vernaculas son multiples: por una parte la fragmentacion natural de la geografia de Guipúzcoa, compartimentada en valles mal comunicados entre si, habria posibilitado el desarrollo de algunas tradiciones constructivas muy localistas; por otra, la estratificacion economica de los labradores seria la causa de la difusion de diferentes modelos de vivienda ajustados a la personalidad especifica de cada uno de los grupos sociales. Tambien los factores de tipo natural han debido de ejercer una gran influencia, en especial la mayor disponibilidad de un determinado material constructivo –madera o piedra- en relacion a los demas.

    En cada uno de los pueblos de Guipuzcoa conviven diferentes tipos de caserios. La variedad depende de la antigüedad de cada casa y de los recursos economicos de los propietarios.

    Sin embargo la razon que mejor explica la gran diversidad de caseríos existentes –aun en areas muy proximas y sin marcadas diferencias sociales o ecologicas- es que, a pesar del carácter de conservadurismo repetitivo que generalmente se suele atribuir a la arquitectura popular, el caserio vasco ha demostrado ser siempre muy receptivo a los cambios historicos, tanto en lo que se refiere a la incorporacion de nuevas tecnicas constructivas, como a la rapida asimilacion de las modas artisticas. Para entender la gran variedad de cambios que ha provocado esta receptividad cultural hay que saber que practicamente todos los caseríos que hoy estan en pie fueron edificados en un plazo de cuatrocientos años, de 1500 a 1900, y que cada generacion tenia un modo de hacer ligeramente distinto al de sus antepasados y descendientes.
    Cada tecnica y cada forma tienen su propio tiempo de vigencia historica y un ritmo diferente de asimilacion, transformacion y decadencia. Conociendolos se pueden ordenar los diversos tipos de caseríos en grandes familias y ubicarlos en una epoca especifica, superando en algo la habitual indefinicion y ambigüedad cronologica en la que se mueve la interpretacion de las creaciones populares.
    Aun asi es dificil hacer una sintesis de todas las especies de caseríos existentes. La variedad es tan amplia que lo que aquí se puede recoger solo alcanza a ser una breve galeria de fachadas de algunos de los tipos mas nitidos y representativos, pero es obvio que la realidad de los mas de once mil caseríos de Guipúzcoa es mucho mas rica y depara multitud de sugestivas singularidades.

    Los caseríos renacentistas de piedra


    Algunos de los primeros caseríos conocidos de Guipúzcoa tienen sus cuatro fachadas construidas en piedra. Presentan un aspecto hosco y hermetico, y a veces se les ha confundido con antiguas torres que hubieran perdido los pisos superiores. Sin embargo, las amplias dimensiones de la planta y la total ausencia de elementos defensivos –entre otros muchos detalles- prueban que fueron autenticas casas de labranza.
    Estos caseríos, de los que Legarre, en Altzo, constituye un magnifico ejemplo, no tienen soportal ni ningún otro espacio cubierto que sirva de transicion entre la vivienda y el campo exterior, lo cual constituye un hecho bastante frecuente en Guipúzcoa pero poco habitual en el resto de la cornisa cantabrica. La entrada a la casa se efectua a traves de una puerta con arco de silleria abierta en un lateral de la fachada. Dicho arco suele ser todavia de silueta gotica en los primeros años del siglo XVI, pero luego se transforma en una elegante rosca semicircular durante el resto de la centuria.

    110. El caserio Legarre (Altzo) se edifico a principios del siglo XVI y pertenece a la primera generacion de caserios de Euskalherria. Tiene solidos muros exteriores de piedra y una estructura de postes de madera con lagar de viga en el interior. © Xabi Otero


    111. Las ventanas del caserio Makutso (Oiartzun) estan ricamente decoradas con molduras y tallas de anclas, cruces y pajaros. © Xabi Otero


    Un segundo arco, de mayor tamaño, da acceso a al cuadra, de forma que el espacio de la familia y el espacio del ganado quedan clara e higienicamente delimitados desde el exterior.
    Los ejemplares mas primitivos, como el propio Legarre, apenas tenian ventanas y todas las que hoy lucen han sido abiertas mucho mas tarde. Sin embargo este aire de maciza fortaleza, muy nitido aun en casos como Etxezabal de Astigarribia (Mutriku), desaparecio rapidamente y hacia 1525 ya proliferaban las casas con numerosos huecos de luz y ventilacion, que casi siempre adoptaban la forma de ventanas dobles o germinadas, con asientos de piedra empotrados en el interior del muro. La galeria de ventanales del rico caserio Makutso, en Oiartzun, simboliza muy bien aquel deseo de abrirse al sol y la naturaleza que caracterizo a la arquitectura renacentista, por contraste con el tenebrismo medieval. Ademas, sus dinteles tallados con grandes anclas navales nos trasladan al espiritu de la epoca, evocando la memoria de un hombre que quiso ser recordado entre sus vecinos por su vinculacion a la mar.

    112. Las puertas de los caserios mas antiguos de Guipuzcoa tienen arcos de piedra apuntados, como este de Astigarribia (Mutriku). © Xabi Otero


    113. La calidad y el trabajo de la piedra empleada en los caserios mas antiguos es superior a la de epocas mas recientes. © Xabi Otero


    caseríos de piedra y sin soportal se han seguido construyendo a lo largo de toda la historia, aunque las puertas con arco dejaron de utilizarse a principios del siglo XVII. Sin embargo en muchos casos se les añadieron tardiamente grandes porticos enlosados, como puede comprobarse en Albizua y Agarre de Bergara, lo que demuestra que el modelo de casa totalmente cerrada no llego a satisfacer plenamente las necesidades de los labradores guipuzcoanos.



    115. Makautso (Oiartzun) es casi un palacio rural renacentista, pero la organización de sus espacios interiores es la propia de una casa de labranza. Las dos puertas de entrada sirven para diferenciar el acceso de los hombres y el de los animales. © Xabi Otero



    Los caseríos de entramado


    Los edificios con fachada de estructura entramada a la vista constituyen una de las familias mas prolificas del conjunto de los caseríos guipuzcoanos. Comenzaron a construirse muy pronto, a principios del siglo XVI, y posteriormente, aunque han conocido variaciones tecnicas sustanciales, han seguido desarrolandose hasta el siglo XIX.

    116. Ierobi Haundi (Oiartzun) es uno de los mejores ejemplos de estructuras de entramado cuajadas de ladrillo realizados en el siglo XVII. © Xabi Otero


    117. Fragmento de entramado relleno de piedra porosa de toba en Altzo Muño. © Xabi Otero


    La base comun de todos ellos es la de lograr ensamblar una red de viguetas de madera de distintas dimensiones, que se sostengan por si mismas en un plano vertical. Los huecos de dicha red se rellenan posteriormente con mamposteria enlucida con argamasa y cal, o bien con ladrillo, que por su hermoso color y elevado precio se acostumbraba a dejar a la vista del espectador. La relativa ligereza y solidez de este tipo de estructuras permite a la casa ganar mayor altura y crear voladizos, aunque en el campo guipuzcoano estos fueron menos frecuentes de lo que se ha solido pensar.
    El tipo de ensamblaje utilizado y la ordenacion de las maderas de la trama son los que permiten distinguir la edad de las distintas estructuras. En los ejemplos de caseríos de entramado mas antiguos, como pueden serlo Agerre (Irura) y Aritzeta Erdi (Alkiza), las viguetas componen figuras de cuadrilateros o rectangulos muy altos y regulares, cuajados con mamposteria. Apenas existen tornapuntas o piezas oblicuas, pero cuando aparecen se unen a los demas elementos con ensamblajes de perfil mixtilineo.
    Los entramados rellenos de ladrillo no parecen ser comunes antes de mediados del siglo XVI, fuera de edificios de cierta nobleza, como la casa de Legazpi en Zumarraga. Sin embargo cuando se popularizan en el mundo de los caseríos guipuzcoanos consiguen arraigar con una vitalidad desconocida en otros territorios vascos. Logran una gran aceptacion en toda la cuenca del Oria, pero en contrapartida el ladrillo es practicamente desconocido en la arquitectura popular del Deba. Muchos de los artesanos tejeros que lo producian eran trabajadores estacionales que venian del norte de los Pirineos y tal vez por esta razon es mas facil de encontrar en zonas proximas a la frontera. A favor de esta hipotesis jugaria su abundancia en el entorno de Donostia, con bellos ejemplos como Urruzmendi en Usurbil, y Aliri o las otras casas de Zubieta. En cualquier caso, se constata que su empleo deja de ser usual a mediados del siglo XVIII. Su edad de oro había sido el siglo XVII, que es cuando se construyeron caseríos tan racionales y armoniosos como Ierobi Haundi de Oiartzun y cuando se rehicieron otros mas rudos, como Aranburu Zahar en Aia.

    118. Las estructuras de entramado eran baratas y ligeras, y permitian construir a un precio razonable enormes caserios como Etxehaundi (Lizartza). © Xabi Otero


    119. Los caserios con fachada de entramado, como Lizarralde, Bergara, fueron los mas populares en Guipuzcoa durante los siglos XVII y XVIII. © Xabi Otero


    El entramado relleno de mamposteria estuvo mucho mas extendido, tanto en el espacio como en el tiempo. Se aplico por igual a grandes caseríos sin soportal, como Etxeaundi, en Lizartza, que a caserones porticados como Etxeberri de Altzo. Se introdujeron un mayor numero de viguetas oblicuas ligando los postes verticales de la trama, pero nunca se recurrio a la utilizacion de piezas curvas, que eran muy frecuentes en otras regiones de Europa. Solamente a mediados del siglo XVII se puso de moda el empleo de una gruesa horquilla de arbol invertida, colocada en el vertice superior de la fachada para sostener la cumbrera del tejado como aun se puede ver en lugares como Ateaga (Anoeta). En Elkeita (Asteasu), sin embargo, estan bajo las correas de la armadura.

    Los caseríos de madera


    Los caseríos que conservan una buena parte de su fachada principal cerrada con madera soportan la leyenda de ser los mas antiguos de Guipúzcoa. En realidad son solo una variedad barata y muy vistosa de la arquitectura entramada, en la que la red de viguetas se ha forrado externamente con un mamparo de tablas verticales machihembradas o clavadas.

    120. El esqueleto de casi todos los caserios del siglo XVI y XVII es de postes de roble, como los del soportal de Gomestio, Arrasate. © Xabi Otero


    121. Las fachadas de madera resultaban muy utiles para mantener ventilado el pajar, pero al mismo tiempo eran muy fragiles. El viejo camarote de tablas de Gaztelu (Bergara) ya no existe, en su lugar hay un muro de ladrillo. © Xabi Otero


    Su periodo de vigencia historica fue el siglo XVI y la primera mitad del XVII, y su ambito de aplicación los caseríos que deseaban disponer de soportal y necesitaban un material ligero que no cargase la viga maestra del mismo. La planta baja se fabricaba siempre en piedra, pero ello no excluia que el esqueleto o la estructura portante fuese de gruesos postes de roble, como todavia puede verse, entre otros muchos, en Urbizu Bekoetxe de Idiazabal.
    En la mayor parte de los caseríos guipuzcoanos antiguos con fachada de tablas, estas aparecen solo en el tramo central del frontis, como en Izar Haundi de Zumarraga, siendo mucho menos frecuentes los casos en los que se extienden a todo lo ancho del edificio. En Gaztelu, en Bergara, donde esto ocurria desde 1530, han sido eliminadas tras una obra reciente. Lo cierto es que este tipo de estructuras son muy fragiles y ademas dificiles de aislar del frio y la humedad, lo que hace bastante problemático su mantenimiento en la actualidad. Hoy la madera solo se conserva, y se repone, con relativa frecuencia en la parte alta del camarote, como en el cinco veces centenario Lazpiur de Bergara, donde sirve para facilitar la ventilacion del pajar.

    122. A principios del siglo XVII se añadio al caserio Igartubeiti (Ezkio-Itsaso) un nuevo soportal corrido y un amplio camarote cerrado con tablas. © Xabi Otero


    Un genero especificamente guipuzcoano de los caseríos de madera lo constituyen ciertos edificios a los que a principios del siglo XVII se les añadio un cuerpo adosado a la fachada delantera, con una amplisima hera porticada en la planta baja y sobre ella un desahogado granero con paredes de tabla, montado sobre una banda de postes. El ejemplo mejor conservado es sin duda Igartubeitia de Ezkio-Itsaso, pero aun sobreviven algunos de sus otros congeneres, como Arandi, en Ormaiztegui, que fue casa natal del general carlista Tomas de Zumalacarregui, o Izarre Haundi en Gabiria, y Aginaga en Azkoitia. Parecen muy arcaicos, pero en realidad corresponden a un estado evolucionado de la vivienda vasca, aunque realizado con medios pobres.

    Los caseríos con soportal de arcos


    En lo que concierne a calidad constructiva y de diseño arquitectonico, los caseríos con soportal definido por grandes arcos de piedra labrada se encuentran en el punto de evolucion historica mas alto de la casa popular guipuzcoana. Su solidez, condiciones de habitabilidad y elegante aspecto tienen muy pocos competidores de su misma estatura en el panorama de la arquitectura rural europea.

    124. Los cinco grandes arcos de piedra labrada del caserio Gurmendi (Zarauz) son fruto de una tierra de buenos canteros y de una larga tradicion de arquitectura rural realizada por maestros de solida experiencia. © Xabi Otero


    125. Eguren (Bergara) pertenece a la primera generacion de caserios con arcos que a mediados del siglo XVII se popularizaron en la cuenca superior del rio Deba. © Xabi Otero


    Su difusion esta ligada al gran desarrollo que conocio el oficio de la canteria norteña en los tiempos del Barroco. Nacieron a mediados del siglo XVII y se implantaron con éxito entre los labradores mas acomodados, que miraban con confianza los tiempos a causa de la beneficiosa aclimatacion del maiz.

    126. Los grandes caserios del siglo XVIII con soportal de arcos de silleria, como Lardabuño (Zizurkil), son las viviendas rurales de mayor calidad que han existido en Guipuzcoa. © Xabi Otero


    127. Los arcos de Agarre (Bergara) son un añadido tardio al conjunto del viejo caserio y su horreo. © Xabi Otero


    El area en la que aparecen en mayor numero coincide con el cuadrante sudoccidental de Guipúzcoa. Hay caseríos de uno, dos y hasta cinco grandes arcos abiertos en la base de la fachada. Sin embargo, asi como los de una y dos roscas de piedra son comunes en la zona este de Bizkaia, en el vale alaves de Aramaiona y en todo el noroeste de Navarra, los que tienen tres o mas constituyen una variedad de casa rural vasca unica y exclusiva del territorio guipuzcoano.
    Estos ultimos son los de imagen mas señorial. A menudo se trata de gigantescas granjas de tres y cuatro pisos, como Lardamuño, en Zizurkil, con mas de 500 m2 de planta acogidos bajo un enorme manto de tejas. Lamentablemente esta imagen queda mutilada en muchos casos, porque con el abandono de las funciones agricolas del portico se extendio la costumbre de tapiar algunos de los arcos para ampliar la cocina y otras dependencias. Así ha ocurrido en casas de tanto abolengo como Laskibar de Irura, Eduhegi de Bergara y Madalena de Segura.
    Uno de los avances mas importantes que se notaron al comenzar a proliferar los caseríos con arcos y muros de carga fue que el edificio podia crecer en altura sin poner en peligro su estabilidad. Este hecho permitio que a mediados del siglo XVIII se empezase a ocupar el piso superior con funciones de vivienda, aumentando el numero de alcobas e introduciendo un espacio mas noble que se utilizaba como salon para recibir a los invitados en las ceremonias familiares, como bodas, bautizos y velatorios. El aumento de un piso se nota bien en los ejemplares mas evolucionados, como Gurrutxaga de Zumarraga y Lapatza de Antzuola, pero es todavia inexistente en la generacion de los precursores, como Irazabal Etxeberri de Bergara.

    Los caseríos sin soportal


    La ultima generacion de caseríos guipuzcoanos, la del siglo XIX, renuncio al uso de los soportales, tanto a los que estaban construidos con arcos como a los que se hacian con un gran dintel de madera. Era, en parte, una apuesta por mantener un estilo de vida mas reservado y discreto, encerrado en el grupo familiar, pero tambien una respuesta a la necesidad de racionalizar la arquitectura domestica.

    128. Zubin (Amezketa) es un caserio de reducidas dimensiones y modesta factura, rehecho a principios del siglo XIX. Su estructura descansa en tres momumentales postes de roble que se alzan en el interior. © Xabi Otero


    129. Casi todas la casas rurales de Guipuzcoa se rehicieron a principios del siglo XIX, y muchas de ellas, como es el caso de Sorabilla (Andoain). Adoptaron la forma del caserio sin soportal. Son edificios severos y ordenados, de muy buena construccion. © Xabi Otero


    En la practica parecia significar el triunfo de la tipologia de caserio mas arcaica, la de la casa de piedra de tradicion gotico-renacentista, pero había algunas diferencias importantes, fruto de mas de tres siglos de evolucion. En principio, al hacer una comparacion superficial, resultaba que las granjas modernas estaban edificadas con peores materiales, ya que carecian de las grandes vigas de roble y de los arcos de silleria de las casas del siglo XVI; pero en contrapartida resultaban mas comodas de habitar: tenian amplias ventanas y numerosas entradas de luz natural, estaban mejor aisladas, disponian de dormitorios dignos e independientes, poseian cocinas con chimeneas funcionales y resultaban mas adecuadas para el trabajo con la cosecha y los animales.

    130. En Orexa son muy frecuentes los caserios como Ormaetxe Garai: sin soportal, pero con un elegante arco de medio punto al estilo del norte de Nafarroa. © Xabi Otero


    131. Durante el siglo XIX se colonizaron muchos espacios marginales y se roturaron antiguos terrenos de bosque y pasto comunal. Los caserios que construyeron los nuevos labradores seguian modelos similares a Arno-Ate, Elgoibar, en su sencillez de lineas y ausencia de soportal. © Xabi Otero


    Los primeros ejemplares, como Igor Txiki de Ernialde, aun ofrecen el sabor rustico de la piedra labrada por canteros tradicionales, que destaca sobre el blanco de la cal en series de ventanas iguales y bien ordenadas, siguiendo el criterio de racionalidad que se imponia a todas las construcciones de la epoca del Neoclasicismo. En los edificios mas tardios solo se pueden ver grandes caserones, como Arane Goikoa de Eskoriatza, en los que el orden de puertas y ventanas se mantiene de manera rigida y monotona, pero estas tienen pobres dinteles de madera o ladrillo enlucido.
    Hoy puede considerarse que este es el tipo de caserio mas difundido en Guipúzcoa, aunque en muchos casos, detrás del maquillaje de una fachada de apariencia moderna, se esconde la compleja estructura de un edificio centenario que, a su manera, ha tratado de adaptarse al ritmo de los tiempos.

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    Re: Caseríos

    La ornamentación

    La madera


    Partiendo de la constatacion de que la mayor parte de los caseríos guipuzcoanos son obras con grandes virtudes constructivas pero de una marcada sobriedad plastica y ornamental, incluso si se los compara con otros modelos de casa popular vasca, debe reconocerse, sin embargo, que la madera es el tipo de soporte que mas a menudo utilizaron para tallar adornos y motivos decorativos.
    El periodo mas brillante de la carpinteria popular guipuzcoana fue el comprendido entre los siglos XVI y XVII, y en el se percibe que los artesanos locales, ademas de tener un repertorio de figuras propio, estaban perfectamente informados de los gustos y temas ornamentales mas difundidos en las regiones vecinas, desde el Sur de Francia hasta el Duero.

    132. Mensulas geometricas del siglo XVI, con una tecnica de talla que favorece los efectos del claroscuro. © Xabi Otero


    133. Otabardi (Asteasu). Los canes de la vigueria del tejado son los lugares preferidos por los carpinteros del siglo XVII y XVIII para realizar tallas ornamentales. © Xabi Otero


    Las decadas centrales del siglo XVI conocieron un gran florecimiento de la talla en madera, del que los caseríos participaron activamente. En esta epoca la decoracion se concentra principalmente en los antepechos de las fachadas de tabla o entramado y en las mensulas y jabalcones del tejado. Se utilizaba un vasto repertorio de figuras geometricas labradas a azuela y formon, buscando el contraste de planos y marcando los efectos de claroscuro. Las formas mas habituales fueron los sogueados, mondaduras, cabezas de clavo, puntas de diamante, palmetas, maclas, estriados y ocasionalmente helices solares y rosetas biseladas; un repertorio, en suma, que tiene en el coro de La Antigua de Zumarraga su mas completa expresion.

    134. Uno de los alfeizares de las ventanas de Ierobi Haundi (Oiartzun), fue labrado al estilo clasicista, en el siglo XVII. © Xabi Otero

    1
    35. Harrillaga Haundi (Usurbil). Durante los siglos XVII y XVIII se difunde en la cuenca del Oria la moda de utilizar como soportes horquillas naturales del roble colocadas boca abajo. © Xabi Otero


    En las casas de entramado, y sobre todo en las que tienen algún voladizo, tambien suele ser habitual durante la primera mitad del siglo XVI tallar una de las vigas horizontales con una franja de arquillos conopiales rehundidos, como los que se ven en Txulaene Goikoa de Oiartzun o en Aritzeta Erdi de Alkiza, haciendo uso de un tema de procedencia vascofrancesa.
    Otros puntos de la casa que reciben una atencion especial por parte de los carpinteros renacentistas son las zapatas de los postes y las zancas de las escaleras. En ambos casos el recurso mas usual es el de dulcificar la arista viva de la madera con series de mondaduras.

    136. Canes tallados. Las cabezas de las correas se decoran con volutas y motivos sogueados. © Xabi Otero


    137. Galeria de ventanas con arquillos conopiales tallados en el cargadero, en Aritzeta Erdi (Alkiza), del siglo XVI. © Xabi Otero


    La carpinteria popular guipuzcoana del siglo XVII se enfoca a resaltar otros puntos de interes. Su labor se concentra entonces en la talla de las cabezas de las correas del tejado, que se decoran con volutas vegetales, tanto mas carnosos cuanto mas se impone la estetica barroca. La voluta acostumbra a llevar tallado en la parte central un cordoncillo o una ristra de perlas, como se aprecia nitidamente en Otabardi de Asteasu. En esta epoca tambien son abundantes los barrotes de madera torneados con formas de vaso, frecuentes en las barandas de balcones y escaleras.
    La figura humana esta muy escasamente representada, pero hay algunas interesantes excepciones, como las mascaras labradas en Arrillaga Haundi de Usurbil y en Zumitza de Alkiza.

    Antepecho de ventana con tipicas tallas del siglo XVI. © Xabi Otero



    La piedra


    La ornamentacion en piedra estaba reservada a los caseríos mas ricos de Guipúzcoa y habitualmente se dosificaba en pequeñas cantidades. Cada epoca demostro tener sus preferencias muy bien definidas, casi siempre afines al lenguaje artistico del momento. Así, durante la primera mitad del siglo XVI los unicos adornos en los que el cantero podia demostrar su talento como tallista eran los medallones protectores –con el monograma de Cristo escrito en caracteres goticos- que se colocaban en la puerta principal, y en las molduras de enmarque de las ventanas, pudiendo considerarse la figura de las anclas perfiladas en el dintel de Makutso de Oiartzun como un caso de expresividad absolutamente excepcional.


    139. Columna toscana de un soportal de Antzuola (siglo XVII). © Xabi Otero

    En el siglo XVII el numero de piezas labradas aumenta ligeramente. Siguen cuidandose los enmarques de las ventanas mas nobles, ahora con molduras cajeadas de tipo clasicista, como las del caserio Elorrieta de Asteasu, y ademas se difunden mucho las tallas heraldicas con la aparicion de ostentosos escudos que a menudo llevan inscripciones indentificando las armas del apellido familiar y el año de construccion del edificio. En algunos casos, como en Iriarte Bekoa de Antzuola, aparecen airosas columnas de orden toscano ayudando a sostener el vuelo de la viga del soportal, pero su numero es casi insignificante en comparacion con lo que suele ser habitual en las comarcas orientales de Bizkaia.

    141. Ventana trilobulada de Oiartzun (siglo XVI). © Xabi Otero



    142. Escudo de armas de Alkiza Lete (Alkiza) y reloj de sol de principios del siglo XVII. © Xabi Otero


    En el siglo XVII siguen destacandose los blasones armeros como el elemento mas cuidado de la talla artistica en piedra, recargandose de guarnicion, mascarones y rocalla. En este periodo muchos de los caseríos mas nobles, como el imponente Azpikoetxe de Berastegi, adoptan la costumbre ya avanzada en el siglo anterior de recercar todas las ventanas de la fachada principal con molduras de placas lisas que forman unas caracteristicas orejetas en los vertices, claramente identificables con las sobria estetica del barroco norteño. Los caseríos del siglo XIX apenas tienen trabajos de ornamentacion realizados en piedra, salvo nuevos escudos de talla nitida y afilada, y algunas grandes placas que recuerdan la fecha de inauguracion del edificio y el nombre de su promotor, como ocurre en Orbe Haundi de Bergara.


    143. El anagrama de Cristo (IHS) en letras goticas constituye el tipo de decoracion en piedra mas antiguo de los caserios guipuzcoanos. © Xabi Otero



    144. Ventana de Asteasu con molduras clasicistas (siglo XVII). © Xabi Otero





    145. Ventana de Alkiza con molduras de placas barrocas (siglo XVIII). © Xabi Otero



    El hierro


    En una tierra que en buena parte ha logrado sobrevivir gracias a la forja y exportacion del hierro sorprende la poca cantidad de este metal que ha llegado a ser utilizado para la ornamentacion de los caseríos.


    146. Aldaba barroca (siglo XVIII). © Xabi Otero



    147. Puerta de forja (siglo XVI). © Xabi Otero


    En el siglo XVI, cuando los vascos casi no tenian competidores en Europa en la produccion siderurgica, el unico elemento con cierto encanto decorativo realizado en hierro que podia encontrarse en las casas de labranza guipuzcoanas eran las pesadas puertas metalicas de los muros cortafuegos, que solian adornarse con gruesos anillos colgantes y algunas sencillas incisiones geometricas en el pasador.


    148. Cerrojo con decoraciones incisas y flores buriladas en el pasador (siglo XVI). © Xabi Otero


    149. Cabezas de clavos ornamentales para puertas. Todos son del siglo XVII: los mas antiguos son los romboides y los mas recientes los flordelisados o estrellados. © Xabi Otero


    En el siglo XVII los trabajos de forja salieron al exterior y se concentraron en los herrajes de las puertas: clavos con cabeza romboidal o en estrella, chapas de bocallave de perfil sinuoso y en algunos casos gruesos aldabones. Por otra parte, aunque tanto durante este siglo como el siguiente los guipuzcoanos lograron fama de habilisimos rejeros, sus productos raramente llegaron a los caseríos, ya que su elevado precio solo los hacia aptos para ser utilizados en iglesias y palacios. Cuando en las casas de labranza se encuentran rejas en las ventanas de la planta baja habitualmente son secillos barrotes de cuadradillo colocados en el siglo XIX, y solo en muy raras ocasiones se ven los atractivos perfiles conicos o con cogollos vegetales propios de epocas anteriores.

    150. Anilla para atar cabalgaduras, decorada con incisiones (siglo XVI). © Xabi Otero


    151. Llave. © Xabi Otero


    El panorama de los accesorios y adornos artisticos del caserio es discreto, como le corresponde a un edificio que a lo largo de la historia solo ha aspirado a hacer mas llevadera la dura vida de los hombres del campo. Sin embargo no es en el terreno facil de los ornamentos donde el caserio juega la partida de su belleza. La fascinacion que despierta nace al ver surgir su silueta entre la niebla, con su volumen rotundo y sus formas solidas, antiguas y perdurables. Allí esta el caserio: el anciano señor de los valles.


    152. Bisagra. © Xabi Otero

    Los herrajes de forja artistica no estaban al alcance de muchos caserios.






    http://bertan.gipuzkoakultura.net/bertan4/caste/7.php

  14. #34
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    Re: Caseríos

    Es cierto que el derecho tradicional de herencia en Guipúzcoa y Vizcaya favorecía la viabilidad económica del caserío y el equilibrio del territorio. Proporcionaba la célebre prosperidad del campo que señalan varios viajeros extranjeros, sobre todo del XVIII, una vez superados los últimos conflictos terrestres con Francia en la década de los veinte y antes de la zozobra que supondrían la Guerra de la Convención y, sobre todo, la de Independencia. Pero lo conseguía al precio de una cierta "injusticia" para con el resto de hijos. Esa es una de las razones por las que desde el siglo XV --como bien señala Juaristi, al margen de lo que se opine de este autor en otros temas-- Guipúzcoa y Vizcaya se dedicarán a "bombear" población sin descanso hacia el servicio de las armas, el trabajo en la administración, a la Iglesia o la emigración al resto de España y a América. Los segundones del caserío tenían que buscarse al vida fuera del ámbito familiar.

    Todavía hoy en día se llama "la legítima" a la parte de la herencia que cada hijo debe recibir --al margen de la voluntad del testador-- allí donde no rige un derecho distinto, como por ejemplo en Navarra. Este sistema es más "justo" para con los herederos pero no está exento de problemas, como el momento del reparto o el hecho de que tiende a fragmentar el territorio.

  15. #35
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    Re: Caseríos

    Cita Iniciado por Juan del Águila Ver mensaje
    Es cierto que el derecho tradicional de herencia en Guipúzcoa y Vizcaya favorecía la viabilidad económica del caserío y el equilibrio del territorio. Proporcionaba la célebre prosperidad del campo que señalan varios viajeros extranjeros, sobre todo del XVIII, una vez superados los últimos conflictos terrestres con Francia en la década de los veinte y antes de la zozobra que supondrían la Guerra de la Convención y, sobre todo, la de Independencia. Pero lo conseguía al precio de una cierta "injusticia" para con el resto de hijos. Esa es una de las razones por las que desde el siglo XV --como bien señala Juaristi, al margen de lo que se opine de este autor en otros temas-- Guipúzcoa y Vizcaya se dedicarán a "bombear" población sin descanso hacia el servicio de las armas, el trabajo en la administración, a la Iglesia o la emigración al resto de España y a América. Los segundones del caserío tenían que buscarse al vida fuera del ámbito familiar.

    Todavía hoy en día se llama "la legítima" a la parte de la herencia que cada hijo debe recibir --al margen de la voluntad del testador-- allí donde no rige un derecho distinto, como por ejemplo en Navarra. Este sistema es más "justo" para con los herederos pero no está exento de problemas, como el momento del reparto o el hecho de que tiende a fragmentar el territorio.
    Gracias Juan del Aguila, mi duda no era tanto si eso ocurría, sino si: ¿no existía preeminencia de los fueros locales sobre las leyes castellanas?.
    ¿O es que no estaban estos aspectos de la sucesión recogidos en los fueros?

  16. #36
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    Re: Caseríos

    Pues sinceramente no lo sé, puede ser que no, pero me suena raro que los fueros no recogiesen y "blindasen" precisamente las cuestiones del derecho sucesorio cuando en cualquier mundo esencialmente rural, como era la Guipúzcoa de aquellos tiempos, los asuntos de sucesión y herencia son quizás los más importantes. Quizás sea cierto y lo que ese sistema pretendía era evitar que los hijos desposeídos recurriesen a las leyes comunes como derecho supletorio con el conflicto que eso supondría. En las famosas "noticias" de Gorosabel no encuentro nada que explícitamente establezca las cuestiones sucesorias, así que puede ser verdad.

    http://www.ingeba.euskalnet.net/klas...ia/marnoti.htm

  17. #37
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    Re: Caseríos

    En una palabra, por más cierto que sea que la legislación civil castellana ha regido y rige en Guipúzcoa, como regla general de derecho, no por eso ha dejado de tener esta provincia sus leyes especiales en determinados puntos, y ocupándose en otros de acomodar las disposiciones generales a sus necesidades particulares.
    Quizás aquí...

    http://www.ingeba.euskalnet.net/klas...a/nindice9.htm

  18. #38
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    Re: Caseríos

    Efectivamente, aunque como casi siempre las cosas son un poco más complejas que como nos las cuentan.

    No obstante esta determinación, se halla que las Juntas celebradas en la villa de Tolosa por el mes de Mayo de 1696 volvieron a tomar en consideración este asunto, que se consideraba en el país por tan interesante al bien de las familias. Así, pues, hicieron una ordenanza, por la cual se disponía que cualquiera persona pudiese dar por contrato entre vivos o como última voluntad a uno de sus hijos o hijas, o al nieto de estos, todos sus bienes muebles y raíces, derechos y acciones. Establecía además que los padres /198/ podían apartar a los otros hijos o hijas y descendientes legítimos «con cualquiera cosa o cantidad, poca o mucha, que les quisiesen señalar.» Concluía la misma que los hijos, hijas, o descendientes de éstos, no pudiesen pedir ni demandar cosa a1guna contra la voluntad y disposición de los padres o ascendientes legítimos, no obstante lo prescripto en la indicada ley de Madrid. Las razones que descuellan en el acuerdo hecho por aquellas Juntas sobre esta materia pueden reducirse a tres. Era la. primera de esterilidad y cortedad de las haciendas libres de la provincia; segunda, los muchos pleitos que resultaban sobre legítimas; tercera, los perjuicios que se seguían de la partición de bienes entre muchos interesados. De estas tres razones, la primera y tercera apenas pueden satisfacer bajo el aspecto económico. A la verdad, ni es cierto que todas las haciendas libres fuesen estériles y cortas, ni su partición entre varios herederos podía en términos regulares producir los males que se suponían, a lo menos si esta .operación no se llevaba a un extremo. Si por lo demás los pleitos que se indicaban eran un verdadero inconveniente, digno de atenderse por el legislador, debían atribuirse, no al contexto de aquella ley, sino al empeño de los mismos padres en obrar en los arreglos de sus familias contraviniendo a sus disposiciones. La letra de estas se halla en verdad bien terminante y clara, y su espíritu no puede ofrecer dudas.

    Pero, como ya se ve, la ordenanza. mencionada no se limitaba a alzar la prohibición impuesta por la ley de Madrid a los padres para mejorar a las hijas por vía de dote o casamiento en el tercio y quinto por contrato entre vivos. Yendo ella todavía mucho más adelante, quería que se facultase a los primeros para dejar todos sus bienes a un solo hijo o hija, separando a los demás de la, participación de las herencias con cualquiera cosa o cantidad, poca o mucha, que les señalasen. /199/ Era esto, en una palabra, introducir entre nosotros la ley navarra, aplicada de las de las Doce Tablas, según las cuales los padres gozaban de una omnímoda libertad en esta materia. No es este el lugar ni la ocasión de examinar esta gravísima cuestión de legislación, renovada por ilustrados jurisconsultos en estos presentes tiempos, encomiando unos las ventajas de semejante facultad, impugnándola otros por los inconvenientes que la achacan. Lo que no admite duda es que el sistema propuesto por la provincia contenía una medida muy radical, contraria a las máximas de la legislación castellana observada constantemente desde tiempo inmemoria1, en oposición por lo tanto con los usos y costumbres nacionales. Sus antiguos códigos, el Fuego Juzgo y el Fuero Rea1, confirmados por las leyes de Toro, consignan la facultad de los padres para mejorar a uno de los hijos o hijas en el tercio y quinto de sus bienes. Pero al mismo tiempo reservan de semejante libertad al resto de sus herencias a título de legítimas en las que no pueden perjudicar a los hijos; sistema con el cual se ha creído haber combinado una racional facultad de los padres en la disposición de sus bienes, evitando los abusos que pudieran resultar de una absoluta libertad. Así pues las ordenanzas dispuestas por la provincia en el sentido expresado se presentó al Consejo de Castilla para su aprobación, según había acordado la misma. El fiscal de Su Majestad, a quien se pasó el expediente, impugnó la pretensión de la provincia, fundándose para el efecto en que era contraria a las leyes del reino, en cuyo concepto se denegó la confirmación por aquel supremo Tribunal; y aunque se suplicó de esta providencia, se mandó guardar lo decretado. Tal fue el contexto del auto ejecutoriado dictado en 19 de Enero de 1697, según los antecedentes de la materia que obran en el archivo de la provincia.

    /200/ Con la precedente declaración quedó terminado así este negocio, y por consiguiente en pleno rigor en Guipúzcoa la citada ley de Madrid. Los pleitos que antes de ella parece resultaban en las familias, debieron también excusarse después de ella; a lo menos no había ya justo motivo para promoverlos, sabiendo cada cual a qué atenerse en materia de legítimas. Esto no obstante, se ve que a los cincuenta años, o sea, en las Juntas de Azcoitia de 1747, el representante de la unión de Sayaz volvió a llamar la atención de las mismas sobre el propio asunto. Representó principalmente la conveniencia de no dividirse las haciendas, los muchos pleitos que resultaban sobre aumento de legítimas, la necesidad de poner remedio a ellos autorizando a los padres para señalarlas a los hijos a su arbitrio, a la manera que se hacía en Navarra, Aragón y Vizcaya. Dijo además que en el caso de no adoptarse este sistema, al menos se debería determinar un tiempo limitado para el uso de las acciones competentes en materia de legítimas. Bajo este concepto, propuso que para rescindir las renuncias no hubiese más término que el de veinte años entre presentes y treinta entre ausentes, y que en cuanto a legítimas no fuesen oídos, si no las reclamaren dentro de treinta años entre presentes y cuarenta entre ausentes, debiendo en todo caso exceder la lesión dos veces más de la cantidad recibida. Aquellas Juntas remitieron esta exposición a la Diputación; y aunque del registro de las del año inmediato consta haberse adoptado lo propuesto por una comisión, no se ve que el asunto hubiese tenido resultado.

  19. #39
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    Re: Caseríos

    Magnífico. Gracias Juan del Águila,

  20. #40
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