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Tema: Caseríos

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  1. #1
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    Re: Caseríos

    Defender la casa del padre





    Proteger el caserio con la ayuda del cielo


    Se dice que la casa tenia para los vascos un carácter sagrado de templo familiar, sin embargo, este concepto religioso de la vivienda, muy extendido entre los pueblos antiguos, se ha ido diluyendo velozmente hasta extinguirse durante el ultimo siglo. Afortunadamente algunos etnografos, como Jose Miguel de Barandiaran, aun llegaron a tiempo de captarlo antes de su desaparicion, en visperas de la Guerra Civil, cuando todavia formaba parte de una estructura organizada de ritos y creencias. En ella se entremezclaban los elementos magicos cristianos con abundantes referencias mas primitivas, pertenecientes a un arraigado universo mitico naturalista.
    98. Maria Manterola espera ante la puerta del caserio Aranburu Zahar (Aia), protegida por los ramos de San Juan y por una estampa moderna del Sagrado Corazon de Jesus. © Xabi Otero

    99. IHS. El anagrama de Cristo protege la entrada del caserio © Xabi Otero


    Muchas de aquellas practicas –que todavia sobreviven parcialmente como gestos tradicionales, aunque sin su antiguo contenido de fe- tenian como fin invocar al cielo o a otras fuerzas invisibles la protección de la casa y de la familia que moraba en su interior.
    La flor del cardo evoca la figura del sol y atrae su proteccion contra los malos espiritus. © Xabi Otero

    Las crucecitas de madera talladas y bendecidas el dia de la Santa Cruz se clavan en las puertas de la casa para impedir el paso de cualquier influencia maligna. Era necesario renovarlas cada año. © Xabi Otero



    Las grandes cruces pintadas en los muros de la solitaria Venta de Iturrioz (Aia) garantizan la paz y la proteccion divina a todos los moradores y visitantes de la casa. © Xabi Otero

    ¿Quién podia amenazar la vida del caserio? Eran muchos los peligros reales o imaginarios que causaban temor a los labradores guipuzcoanos. El mas terrible de todos el fuego del rayo, que todos los años provocaba varios incendios en la Provincia; pero tambien la envidia o mala voluntad de los vecinos, que podia acarrear algún maleficio que hiciese enfermar a la familia o a sus ganados. La presencia de extranjeros, de brujas, lamiak y otros seres fantasticos tambien debia ser conjurada mediante los ritos oportunos para evitar que alterasen la tranquilidad del hogar.
    La seguridad se lograba colocando en la casa signos y objetos que actuaban como talismanes protectores. Muchos eran de tipo cristiano, como los anagramas “IHS” que se hicieron frecuentes en los arcos de los caseríos de principios del siglo XVI, y, como la cruz, que aparece con distintas variantes en todas las epocas: cruces de piedra sobre la cumbrera del tejado, crucecitas bendecidas de madera que se clavan en las puertas, cruces pintadas con cal en torno a las ventanas y cruces, en fin, talladas en vigas y dinteles.
    Algunas plantas y arbustos tambien tenian virtudes protectoras. Sobre todo el laurel, cuyas ramas acompañaban al caserio desde el mismo instante en que se terminaba de construir la cubierta. Por su parte, la flor del cardo se consideraba particularmente eficaz para ahuyentar a los malos espiritus y se creia que el espino albar tenia el poder de alejar el rayo.

    Unidos contra el fuego


    Los ritos magicos no eran suficientes para evitar que un rayo o un simple accidente domestico causasen con reiterada frecuencia el incendio y la destruccion completa de los caseríos. Para paliar estos desastres se crearon desde antiguo asociaciones voluntarias de seguros mutuos en las que cada uno de los socios miembros se comprometia a aportar cierta cantidad de dinero para sufragar la reconstruccion del edificio siniestrado. Una de las mas tempranas fue la que fundaron un grupo de vecinos que tenian propiedades en Azpeitia en 1541 por medio de la “Escritura de Concordia en razon de los incendios de casas y sus reparos” y otra, que tuvo larga vida y en la que incluso llegaron a integrarse algunos labradores vizcainos, fue la “Hermandad de Casas Germadas” creada en Bergara en 1657, que contaba con mas de trescientos caseríos asociados a mediados del siglo XVIII.
    103. Bovedas interiores del caserio Larrañaga (Azpeitia), construido en 1712 a prueba de incendios. © Xabi Otero

    104. La iluminacion de los caserios mediante rollos de vela y candiles de aceite provocaba frecuentes accidentes de consecuencias desastrosas. © Xabi Otero


    Las cantidades que se recaudaban por este sistema eran importantes y permitian afrontar con cierto desahogo la reedificacion de la granja arruinada. Para evitar fraudes se exigía a quien recibiese la indemnizacion que en breve plazo de tiempo construyese un caserio completo de dimensiones y calidad regulares, y que no se conformase con hacer algunas reparaciones o alzar una simple borda.
    Los propietarios de caseríos en alquiler solian incluir la derrama del seguro contra incendios en los pagos de la renta, de manera que sin ningún esfuerzo economico por su parte estaban cubiertos frente a cualquier eventualidad.

    Caseríos a prueba de incendios


    105. La Hermandad de Casas Germadas, fundada en 1657, era una de las asociaciones de seguros mutuos que ayudaban a reconstruir los caserios incendiados de Guipuzcoa. En este libro se inscribian los nombres de los socios. © Xabi Otero

    106. Caserio Larrañaga (Azpeitia). Movido por su obsesion de luchar contra el fuego, Martin de Abaria encargo al maestro Lazaro de Laincera el proyecto de un caserio unico en su genero: un edificio de dos plantas, con tres naves definidas por arcos y pilares de piedra, y cubiertas con diferentes tipos de bovedas. © Xabi Otero


    Mucho mas eficaces que los conjuros y plegarias en la batalla contra el fuego fueron algunas originales soluciones arquitectonicas que desde principios del siglo XVI se adoptaron para proteger los caseríos guipuzcoanos.
    107. Puerta blindada. Muchos caserios guipuzcoanos del siglo XVI tenian las alcobas separadas del resto de la vivienda por un grueso medianil y por las noches cerraban el paso de comunicación entre ambas zonas mediante una puerta de hierro forjado. © Xabi Otero

    Una de las mas extendidas de aquel periodo fue la de crear un muro interior que aislase las alcobas del resto de la vivienda, en especial de los focos de incendio mas habituales, que eran la cocina y la cuadra. Concretamente en el establo, la iluminacion de candiles de aceite y la presencia del ganado moviendose entre grandes montones de helecho seco constituían una combinacion mortifera. En la fabricacion del muro cortafuegos que separaba los dormitorios se excluian todos los elementos combustibles e incluso la puerta que permitia cruzarlo, que por las noches se cerraba con llave, no era de madera sino de chapas de hierro roblonadas.
    A partir de los años finales del siglo XVII la difusion de los elementos de piedra en la estructura de los caseríos dificulto la propagacion de incendios en su interior y en la mayor parte de los casos se hizo frecuente la construccion de un solido medianil transversal que cumplia las funciones de cortafuegos.
    Todos los caseríos de Guipúzcoa fueron ganando en seguridad, pero sin duda ninguno llego tan lejos en la adopcion de medidas preventivas como la casa Larrañaga de Urrestilla. Este caserio centenario se quemo en febrero de 1711 y su dueño, el cantero Martin de Abaria, quiso asegurarse de que nunca mas volveria a arder, de modo que encargo al maestro montañes Lazaro de Laincera un proyecto desconcertante en el que tanto los soportes como los suelos y techos debian estar realizados en piedra. El resultado fue un edificio unico en su especie, con veintiun bovedas de diferentes tipos en su interior pero que reproduce fielmente las funciones y la imagen externa de un caserio corriente.

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  2. #2
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    Re: Caseríos

    Los tipos de caserío

    Una de las caracteristicas mas sorprendentes de la arquitectura rural guipuzcoana es la extraordinaria variedad de tipos de caserio que existen en un pequeño territorio de tan solo 1.977 km2. Las explicaciones a la espectacular riqueza de formas vernaculas son multiples: por una parte la fragmentacion natural de la geografia de Guipúzcoa, compartimentada en valles mal comunicados entre si, habria posibilitado el desarrollo de algunas tradiciones constructivas muy localistas; por otra, la estratificacion economica de los labradores seria la causa de la difusion de diferentes modelos de vivienda ajustados a la personalidad especifica de cada uno de los grupos sociales. Tambien los factores de tipo natural han debido de ejercer una gran influencia, en especial la mayor disponibilidad de un determinado material constructivo –madera o piedra- en relacion a los demas.

    En cada uno de los pueblos de Guipuzcoa conviven diferentes tipos de caserios. La variedad depende de la antigüedad de cada casa y de los recursos economicos de los propietarios.

    Sin embargo la razon que mejor explica la gran diversidad de caseríos existentes –aun en areas muy proximas y sin marcadas diferencias sociales o ecologicas- es que, a pesar del carácter de conservadurismo repetitivo que generalmente se suele atribuir a la arquitectura popular, el caserio vasco ha demostrado ser siempre muy receptivo a los cambios historicos, tanto en lo que se refiere a la incorporacion de nuevas tecnicas constructivas, como a la rapida asimilacion de las modas artisticas. Para entender la gran variedad de cambios que ha provocado esta receptividad cultural hay que saber que practicamente todos los caseríos que hoy estan en pie fueron edificados en un plazo de cuatrocientos años, de 1500 a 1900, y que cada generacion tenia un modo de hacer ligeramente distinto al de sus antepasados y descendientes.
    Cada tecnica y cada forma tienen su propio tiempo de vigencia historica y un ritmo diferente de asimilacion, transformacion y decadencia. Conociendolos se pueden ordenar los diversos tipos de caseríos en grandes familias y ubicarlos en una epoca especifica, superando en algo la habitual indefinicion y ambigüedad cronologica en la que se mueve la interpretacion de las creaciones populares.
    Aun asi es dificil hacer una sintesis de todas las especies de caseríos existentes. La variedad es tan amplia que lo que aquí se puede recoger solo alcanza a ser una breve galeria de fachadas de algunos de los tipos mas nitidos y representativos, pero es obvio que la realidad de los mas de once mil caseríos de Guipúzcoa es mucho mas rica y depara multitud de sugestivas singularidades.

    Los caseríos renacentistas de piedra


    Algunos de los primeros caseríos conocidos de Guipúzcoa tienen sus cuatro fachadas construidas en piedra. Presentan un aspecto hosco y hermetico, y a veces se les ha confundido con antiguas torres que hubieran perdido los pisos superiores. Sin embargo, las amplias dimensiones de la planta y la total ausencia de elementos defensivos –entre otros muchos detalles- prueban que fueron autenticas casas de labranza.
    Estos caseríos, de los que Legarre, en Altzo, constituye un magnifico ejemplo, no tienen soportal ni ningún otro espacio cubierto que sirva de transicion entre la vivienda y el campo exterior, lo cual constituye un hecho bastante frecuente en Guipúzcoa pero poco habitual en el resto de la cornisa cantabrica. La entrada a la casa se efectua a traves de una puerta con arco de silleria abierta en un lateral de la fachada. Dicho arco suele ser todavia de silueta gotica en los primeros años del siglo XVI, pero luego se transforma en una elegante rosca semicircular durante el resto de la centuria.

    110. El caserio Legarre (Altzo) se edifico a principios del siglo XVI y pertenece a la primera generacion de caserios de Euskalherria. Tiene solidos muros exteriores de piedra y una estructura de postes de madera con lagar de viga en el interior. © Xabi Otero


    111. Las ventanas del caserio Makutso (Oiartzun) estan ricamente decoradas con molduras y tallas de anclas, cruces y pajaros. © Xabi Otero


    Un segundo arco, de mayor tamaño, da acceso a al cuadra, de forma que el espacio de la familia y el espacio del ganado quedan clara e higienicamente delimitados desde el exterior.
    Los ejemplares mas primitivos, como el propio Legarre, apenas tenian ventanas y todas las que hoy lucen han sido abiertas mucho mas tarde. Sin embargo este aire de maciza fortaleza, muy nitido aun en casos como Etxezabal de Astigarribia (Mutriku), desaparecio rapidamente y hacia 1525 ya proliferaban las casas con numerosos huecos de luz y ventilacion, que casi siempre adoptaban la forma de ventanas dobles o germinadas, con asientos de piedra empotrados en el interior del muro. La galeria de ventanales del rico caserio Makutso, en Oiartzun, simboliza muy bien aquel deseo de abrirse al sol y la naturaleza que caracterizo a la arquitectura renacentista, por contraste con el tenebrismo medieval. Ademas, sus dinteles tallados con grandes anclas navales nos trasladan al espiritu de la epoca, evocando la memoria de un hombre que quiso ser recordado entre sus vecinos por su vinculacion a la mar.

    112. Las puertas de los caserios mas antiguos de Guipuzcoa tienen arcos de piedra apuntados, como este de Astigarribia (Mutriku). © Xabi Otero


    113. La calidad y el trabajo de la piedra empleada en los caserios mas antiguos es superior a la de epocas mas recientes. © Xabi Otero


    caseríos de piedra y sin soportal se han seguido construyendo a lo largo de toda la historia, aunque las puertas con arco dejaron de utilizarse a principios del siglo XVII. Sin embargo en muchos casos se les añadieron tardiamente grandes porticos enlosados, como puede comprobarse en Albizua y Agarre de Bergara, lo que demuestra que el modelo de casa totalmente cerrada no llego a satisfacer plenamente las necesidades de los labradores guipuzcoanos.



    115. Makautso (Oiartzun) es casi un palacio rural renacentista, pero la organización de sus espacios interiores es la propia de una casa de labranza. Las dos puertas de entrada sirven para diferenciar el acceso de los hombres y el de los animales. © Xabi Otero



    Los caseríos de entramado


    Los edificios con fachada de estructura entramada a la vista constituyen una de las familias mas prolificas del conjunto de los caseríos guipuzcoanos. Comenzaron a construirse muy pronto, a principios del siglo XVI, y posteriormente, aunque han conocido variaciones tecnicas sustanciales, han seguido desarrolandose hasta el siglo XIX.

    116. Ierobi Haundi (Oiartzun) es uno de los mejores ejemplos de estructuras de entramado cuajadas de ladrillo realizados en el siglo XVII. © Xabi Otero


    117. Fragmento de entramado relleno de piedra porosa de toba en Altzo Muño. © Xabi Otero


    La base comun de todos ellos es la de lograr ensamblar una red de viguetas de madera de distintas dimensiones, que se sostengan por si mismas en un plano vertical. Los huecos de dicha red se rellenan posteriormente con mamposteria enlucida con argamasa y cal, o bien con ladrillo, que por su hermoso color y elevado precio se acostumbraba a dejar a la vista del espectador. La relativa ligereza y solidez de este tipo de estructuras permite a la casa ganar mayor altura y crear voladizos, aunque en el campo guipuzcoano estos fueron menos frecuentes de lo que se ha solido pensar.
    El tipo de ensamblaje utilizado y la ordenacion de las maderas de la trama son los que permiten distinguir la edad de las distintas estructuras. En los ejemplos de caseríos de entramado mas antiguos, como pueden serlo Agerre (Irura) y Aritzeta Erdi (Alkiza), las viguetas componen figuras de cuadrilateros o rectangulos muy altos y regulares, cuajados con mamposteria. Apenas existen tornapuntas o piezas oblicuas, pero cuando aparecen se unen a los demas elementos con ensamblajes de perfil mixtilineo.
    Los entramados rellenos de ladrillo no parecen ser comunes antes de mediados del siglo XVI, fuera de edificios de cierta nobleza, como la casa de Legazpi en Zumarraga. Sin embargo cuando se popularizan en el mundo de los caseríos guipuzcoanos consiguen arraigar con una vitalidad desconocida en otros territorios vascos. Logran una gran aceptacion en toda la cuenca del Oria, pero en contrapartida el ladrillo es practicamente desconocido en la arquitectura popular del Deba. Muchos de los artesanos tejeros que lo producian eran trabajadores estacionales que venian del norte de los Pirineos y tal vez por esta razon es mas facil de encontrar en zonas proximas a la frontera. A favor de esta hipotesis jugaria su abundancia en el entorno de Donostia, con bellos ejemplos como Urruzmendi en Usurbil, y Aliri o las otras casas de Zubieta. En cualquier caso, se constata que su empleo deja de ser usual a mediados del siglo XVIII. Su edad de oro había sido el siglo XVII, que es cuando se construyeron caseríos tan racionales y armoniosos como Ierobi Haundi de Oiartzun y cuando se rehicieron otros mas rudos, como Aranburu Zahar en Aia.

    118. Las estructuras de entramado eran baratas y ligeras, y permitian construir a un precio razonable enormes caserios como Etxehaundi (Lizartza). © Xabi Otero


    119. Los caserios con fachada de entramado, como Lizarralde, Bergara, fueron los mas populares en Guipuzcoa durante los siglos XVII y XVIII. © Xabi Otero


    El entramado relleno de mamposteria estuvo mucho mas extendido, tanto en el espacio como en el tiempo. Se aplico por igual a grandes caseríos sin soportal, como Etxeaundi, en Lizartza, que a caserones porticados como Etxeberri de Altzo. Se introdujeron un mayor numero de viguetas oblicuas ligando los postes verticales de la trama, pero nunca se recurrio a la utilizacion de piezas curvas, que eran muy frecuentes en otras regiones de Europa. Solamente a mediados del siglo XVII se puso de moda el empleo de una gruesa horquilla de arbol invertida, colocada en el vertice superior de la fachada para sostener la cumbrera del tejado como aun se puede ver en lugares como Ateaga (Anoeta). En Elkeita (Asteasu), sin embargo, estan bajo las correas de la armadura.

    Los caseríos de madera


    Los caseríos que conservan una buena parte de su fachada principal cerrada con madera soportan la leyenda de ser los mas antiguos de Guipúzcoa. En realidad son solo una variedad barata y muy vistosa de la arquitectura entramada, en la que la red de viguetas se ha forrado externamente con un mamparo de tablas verticales machihembradas o clavadas.

    120. El esqueleto de casi todos los caserios del siglo XVI y XVII es de postes de roble, como los del soportal de Gomestio, Arrasate. © Xabi Otero


    121. Las fachadas de madera resultaban muy utiles para mantener ventilado el pajar, pero al mismo tiempo eran muy fragiles. El viejo camarote de tablas de Gaztelu (Bergara) ya no existe, en su lugar hay un muro de ladrillo. © Xabi Otero


    Su periodo de vigencia historica fue el siglo XVI y la primera mitad del XVII, y su ambito de aplicación los caseríos que deseaban disponer de soportal y necesitaban un material ligero que no cargase la viga maestra del mismo. La planta baja se fabricaba siempre en piedra, pero ello no excluia que el esqueleto o la estructura portante fuese de gruesos postes de roble, como todavia puede verse, entre otros muchos, en Urbizu Bekoetxe de Idiazabal.
    En la mayor parte de los caseríos guipuzcoanos antiguos con fachada de tablas, estas aparecen solo en el tramo central del frontis, como en Izar Haundi de Zumarraga, siendo mucho menos frecuentes los casos en los que se extienden a todo lo ancho del edificio. En Gaztelu, en Bergara, donde esto ocurria desde 1530, han sido eliminadas tras una obra reciente. Lo cierto es que este tipo de estructuras son muy fragiles y ademas dificiles de aislar del frio y la humedad, lo que hace bastante problemático su mantenimiento en la actualidad. Hoy la madera solo se conserva, y se repone, con relativa frecuencia en la parte alta del camarote, como en el cinco veces centenario Lazpiur de Bergara, donde sirve para facilitar la ventilacion del pajar.

    122. A principios del siglo XVII se añadio al caserio Igartubeiti (Ezkio-Itsaso) un nuevo soportal corrido y un amplio camarote cerrado con tablas. © Xabi Otero


    Un genero especificamente guipuzcoano de los caseríos de madera lo constituyen ciertos edificios a los que a principios del siglo XVII se les añadio un cuerpo adosado a la fachada delantera, con una amplisima hera porticada en la planta baja y sobre ella un desahogado granero con paredes de tabla, montado sobre una banda de postes. El ejemplo mejor conservado es sin duda Igartubeitia de Ezkio-Itsaso, pero aun sobreviven algunos de sus otros congeneres, como Arandi, en Ormaiztegui, que fue casa natal del general carlista Tomas de Zumalacarregui, o Izarre Haundi en Gabiria, y Aginaga en Azkoitia. Parecen muy arcaicos, pero en realidad corresponden a un estado evolucionado de la vivienda vasca, aunque realizado con medios pobres.

    Los caseríos con soportal de arcos


    En lo que concierne a calidad constructiva y de diseño arquitectonico, los caseríos con soportal definido por grandes arcos de piedra labrada se encuentran en el punto de evolucion historica mas alto de la casa popular guipuzcoana. Su solidez, condiciones de habitabilidad y elegante aspecto tienen muy pocos competidores de su misma estatura en el panorama de la arquitectura rural europea.

    124. Los cinco grandes arcos de piedra labrada del caserio Gurmendi (Zarauz) son fruto de una tierra de buenos canteros y de una larga tradicion de arquitectura rural realizada por maestros de solida experiencia. © Xabi Otero


    125. Eguren (Bergara) pertenece a la primera generacion de caserios con arcos que a mediados del siglo XVII se popularizaron en la cuenca superior del rio Deba. © Xabi Otero


    Su difusion esta ligada al gran desarrollo que conocio el oficio de la canteria norteña en los tiempos del Barroco. Nacieron a mediados del siglo XVII y se implantaron con éxito entre los labradores mas acomodados, que miraban con confianza los tiempos a causa de la beneficiosa aclimatacion del maiz.

    126. Los grandes caserios del siglo XVIII con soportal de arcos de silleria, como Lardabuño (Zizurkil), son las viviendas rurales de mayor calidad que han existido en Guipuzcoa. © Xabi Otero


    127. Los arcos de Agarre (Bergara) son un añadido tardio al conjunto del viejo caserio y su horreo. © Xabi Otero


    El area en la que aparecen en mayor numero coincide con el cuadrante sudoccidental de Guipúzcoa. Hay caseríos de uno, dos y hasta cinco grandes arcos abiertos en la base de la fachada. Sin embargo, asi como los de una y dos roscas de piedra son comunes en la zona este de Bizkaia, en el vale alaves de Aramaiona y en todo el noroeste de Navarra, los que tienen tres o mas constituyen una variedad de casa rural vasca unica y exclusiva del territorio guipuzcoano.
    Estos ultimos son los de imagen mas señorial. A menudo se trata de gigantescas granjas de tres y cuatro pisos, como Lardamuño, en Zizurkil, con mas de 500 m2 de planta acogidos bajo un enorme manto de tejas. Lamentablemente esta imagen queda mutilada en muchos casos, porque con el abandono de las funciones agricolas del portico se extendio la costumbre de tapiar algunos de los arcos para ampliar la cocina y otras dependencias. Así ha ocurrido en casas de tanto abolengo como Laskibar de Irura, Eduhegi de Bergara y Madalena de Segura.
    Uno de los avances mas importantes que se notaron al comenzar a proliferar los caseríos con arcos y muros de carga fue que el edificio podia crecer en altura sin poner en peligro su estabilidad. Este hecho permitio que a mediados del siglo XVIII se empezase a ocupar el piso superior con funciones de vivienda, aumentando el numero de alcobas e introduciendo un espacio mas noble que se utilizaba como salon para recibir a los invitados en las ceremonias familiares, como bodas, bautizos y velatorios. El aumento de un piso se nota bien en los ejemplares mas evolucionados, como Gurrutxaga de Zumarraga y Lapatza de Antzuola, pero es todavia inexistente en la generacion de los precursores, como Irazabal Etxeberri de Bergara.

    Los caseríos sin soportal


    La ultima generacion de caseríos guipuzcoanos, la del siglo XIX, renuncio al uso de los soportales, tanto a los que estaban construidos con arcos como a los que se hacian con un gran dintel de madera. Era, en parte, una apuesta por mantener un estilo de vida mas reservado y discreto, encerrado en el grupo familiar, pero tambien una respuesta a la necesidad de racionalizar la arquitectura domestica.

    128. Zubin (Amezketa) es un caserio de reducidas dimensiones y modesta factura, rehecho a principios del siglo XIX. Su estructura descansa en tres momumentales postes de roble que se alzan en el interior. © Xabi Otero


    129. Casi todas la casas rurales de Guipuzcoa se rehicieron a principios del siglo XIX, y muchas de ellas, como es el caso de Sorabilla (Andoain). Adoptaron la forma del caserio sin soportal. Son edificios severos y ordenados, de muy buena construccion. © Xabi Otero


    En la practica parecia significar el triunfo de la tipologia de caserio mas arcaica, la de la casa de piedra de tradicion gotico-renacentista, pero había algunas diferencias importantes, fruto de mas de tres siglos de evolucion. En principio, al hacer una comparacion superficial, resultaba que las granjas modernas estaban edificadas con peores materiales, ya que carecian de las grandes vigas de roble y de los arcos de silleria de las casas del siglo XVI; pero en contrapartida resultaban mas comodas de habitar: tenian amplias ventanas y numerosas entradas de luz natural, estaban mejor aisladas, disponian de dormitorios dignos e independientes, poseian cocinas con chimeneas funcionales y resultaban mas adecuadas para el trabajo con la cosecha y los animales.

    130. En Orexa son muy frecuentes los caserios como Ormaetxe Garai: sin soportal, pero con un elegante arco de medio punto al estilo del norte de Nafarroa. © Xabi Otero


    131. Durante el siglo XIX se colonizaron muchos espacios marginales y se roturaron antiguos terrenos de bosque y pasto comunal. Los caserios que construyeron los nuevos labradores seguian modelos similares a Arno-Ate, Elgoibar, en su sencillez de lineas y ausencia de soportal. © Xabi Otero


    Los primeros ejemplares, como Igor Txiki de Ernialde, aun ofrecen el sabor rustico de la piedra labrada por canteros tradicionales, que destaca sobre el blanco de la cal en series de ventanas iguales y bien ordenadas, siguiendo el criterio de racionalidad que se imponia a todas las construcciones de la epoca del Neoclasicismo. En los edificios mas tardios solo se pueden ver grandes caserones, como Arane Goikoa de Eskoriatza, en los que el orden de puertas y ventanas se mantiene de manera rigida y monotona, pero estas tienen pobres dinteles de madera o ladrillo enlucido.
    Hoy puede considerarse que este es el tipo de caserio mas difundido en Guipúzcoa, aunque en muchos casos, detrás del maquillaje de una fachada de apariencia moderna, se esconde la compleja estructura de un edificio centenario que, a su manera, ha tratado de adaptarse al ritmo de los tiempos.

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    Re: Caseríos

    La ornamentación

    La madera


    Partiendo de la constatacion de que la mayor parte de los caseríos guipuzcoanos son obras con grandes virtudes constructivas pero de una marcada sobriedad plastica y ornamental, incluso si se los compara con otros modelos de casa popular vasca, debe reconocerse, sin embargo, que la madera es el tipo de soporte que mas a menudo utilizaron para tallar adornos y motivos decorativos.
    El periodo mas brillante de la carpinteria popular guipuzcoana fue el comprendido entre los siglos XVI y XVII, y en el se percibe que los artesanos locales, ademas de tener un repertorio de figuras propio, estaban perfectamente informados de los gustos y temas ornamentales mas difundidos en las regiones vecinas, desde el Sur de Francia hasta el Duero.

    132. Mensulas geometricas del siglo XVI, con una tecnica de talla que favorece los efectos del claroscuro. © Xabi Otero


    133. Otabardi (Asteasu). Los canes de la vigueria del tejado son los lugares preferidos por los carpinteros del siglo XVII y XVIII para realizar tallas ornamentales. © Xabi Otero


    Las decadas centrales del siglo XVI conocieron un gran florecimiento de la talla en madera, del que los caseríos participaron activamente. En esta epoca la decoracion se concentra principalmente en los antepechos de las fachadas de tabla o entramado y en las mensulas y jabalcones del tejado. Se utilizaba un vasto repertorio de figuras geometricas labradas a azuela y formon, buscando el contraste de planos y marcando los efectos de claroscuro. Las formas mas habituales fueron los sogueados, mondaduras, cabezas de clavo, puntas de diamante, palmetas, maclas, estriados y ocasionalmente helices solares y rosetas biseladas; un repertorio, en suma, que tiene en el coro de La Antigua de Zumarraga su mas completa expresion.

    134. Uno de los alfeizares de las ventanas de Ierobi Haundi (Oiartzun), fue labrado al estilo clasicista, en el siglo XVII. © Xabi Otero

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    35. Harrillaga Haundi (Usurbil). Durante los siglos XVII y XVIII se difunde en la cuenca del Oria la moda de utilizar como soportes horquillas naturales del roble colocadas boca abajo. © Xabi Otero


    En las casas de entramado, y sobre todo en las que tienen algún voladizo, tambien suele ser habitual durante la primera mitad del siglo XVI tallar una de las vigas horizontales con una franja de arquillos conopiales rehundidos, como los que se ven en Txulaene Goikoa de Oiartzun o en Aritzeta Erdi de Alkiza, haciendo uso de un tema de procedencia vascofrancesa.
    Otros puntos de la casa que reciben una atencion especial por parte de los carpinteros renacentistas son las zapatas de los postes y las zancas de las escaleras. En ambos casos el recurso mas usual es el de dulcificar la arista viva de la madera con series de mondaduras.

    136. Canes tallados. Las cabezas de las correas se decoran con volutas y motivos sogueados. © Xabi Otero


    137. Galeria de ventanas con arquillos conopiales tallados en el cargadero, en Aritzeta Erdi (Alkiza), del siglo XVI. © Xabi Otero


    La carpinteria popular guipuzcoana del siglo XVII se enfoca a resaltar otros puntos de interes. Su labor se concentra entonces en la talla de las cabezas de las correas del tejado, que se decoran con volutas vegetales, tanto mas carnosos cuanto mas se impone la estetica barroca. La voluta acostumbra a llevar tallado en la parte central un cordoncillo o una ristra de perlas, como se aprecia nitidamente en Otabardi de Asteasu. En esta epoca tambien son abundantes los barrotes de madera torneados con formas de vaso, frecuentes en las barandas de balcones y escaleras.
    La figura humana esta muy escasamente representada, pero hay algunas interesantes excepciones, como las mascaras labradas en Arrillaga Haundi de Usurbil y en Zumitza de Alkiza.

    Antepecho de ventana con tipicas tallas del siglo XVI. © Xabi Otero



    La piedra


    La ornamentacion en piedra estaba reservada a los caseríos mas ricos de Guipúzcoa y habitualmente se dosificaba en pequeñas cantidades. Cada epoca demostro tener sus preferencias muy bien definidas, casi siempre afines al lenguaje artistico del momento. Así, durante la primera mitad del siglo XVI los unicos adornos en los que el cantero podia demostrar su talento como tallista eran los medallones protectores –con el monograma de Cristo escrito en caracteres goticos- que se colocaban en la puerta principal, y en las molduras de enmarque de las ventanas, pudiendo considerarse la figura de las anclas perfiladas en el dintel de Makutso de Oiartzun como un caso de expresividad absolutamente excepcional.


    139. Columna toscana de un soportal de Antzuola (siglo XVII). © Xabi Otero

    En el siglo XVII el numero de piezas labradas aumenta ligeramente. Siguen cuidandose los enmarques de las ventanas mas nobles, ahora con molduras cajeadas de tipo clasicista, como las del caserio Elorrieta de Asteasu, y ademas se difunden mucho las tallas heraldicas con la aparicion de ostentosos escudos que a menudo llevan inscripciones indentificando las armas del apellido familiar y el año de construccion del edificio. En algunos casos, como en Iriarte Bekoa de Antzuola, aparecen airosas columnas de orden toscano ayudando a sostener el vuelo de la viga del soportal, pero su numero es casi insignificante en comparacion con lo que suele ser habitual en las comarcas orientales de Bizkaia.

    141. Ventana trilobulada de Oiartzun (siglo XVI). © Xabi Otero



    142. Escudo de armas de Alkiza Lete (Alkiza) y reloj de sol de principios del siglo XVII. © Xabi Otero


    En el siglo XVII siguen destacandose los blasones armeros como el elemento mas cuidado de la talla artistica en piedra, recargandose de guarnicion, mascarones y rocalla. En este periodo muchos de los caseríos mas nobles, como el imponente Azpikoetxe de Berastegi, adoptan la costumbre ya avanzada en el siglo anterior de recercar todas las ventanas de la fachada principal con molduras de placas lisas que forman unas caracteristicas orejetas en los vertices, claramente identificables con las sobria estetica del barroco norteño. Los caseríos del siglo XIX apenas tienen trabajos de ornamentacion realizados en piedra, salvo nuevos escudos de talla nitida y afilada, y algunas grandes placas que recuerdan la fecha de inauguracion del edificio y el nombre de su promotor, como ocurre en Orbe Haundi de Bergara.


    143. El anagrama de Cristo (IHS) en letras goticas constituye el tipo de decoracion en piedra mas antiguo de los caserios guipuzcoanos. © Xabi Otero



    144. Ventana de Asteasu con molduras clasicistas (siglo XVII). © Xabi Otero





    145. Ventana de Alkiza con molduras de placas barrocas (siglo XVIII). © Xabi Otero



    El hierro


    En una tierra que en buena parte ha logrado sobrevivir gracias a la forja y exportacion del hierro sorprende la poca cantidad de este metal que ha llegado a ser utilizado para la ornamentacion de los caseríos.


    146. Aldaba barroca (siglo XVIII). © Xabi Otero



    147. Puerta de forja (siglo XVI). © Xabi Otero


    En el siglo XVI, cuando los vascos casi no tenian competidores en Europa en la produccion siderurgica, el unico elemento con cierto encanto decorativo realizado en hierro que podia encontrarse en las casas de labranza guipuzcoanas eran las pesadas puertas metalicas de los muros cortafuegos, que solian adornarse con gruesos anillos colgantes y algunas sencillas incisiones geometricas en el pasador.


    148. Cerrojo con decoraciones incisas y flores buriladas en el pasador (siglo XVI). © Xabi Otero


    149. Cabezas de clavos ornamentales para puertas. Todos son del siglo XVII: los mas antiguos son los romboides y los mas recientes los flordelisados o estrellados. © Xabi Otero


    En el siglo XVII los trabajos de forja salieron al exterior y se concentraron en los herrajes de las puertas: clavos con cabeza romboidal o en estrella, chapas de bocallave de perfil sinuoso y en algunos casos gruesos aldabones. Por otra parte, aunque tanto durante este siglo como el siguiente los guipuzcoanos lograron fama de habilisimos rejeros, sus productos raramente llegaron a los caseríos, ya que su elevado precio solo los hacia aptos para ser utilizados en iglesias y palacios. Cuando en las casas de labranza se encuentran rejas en las ventanas de la planta baja habitualmente son secillos barrotes de cuadradillo colocados en el siglo XIX, y solo en muy raras ocasiones se ven los atractivos perfiles conicos o con cogollos vegetales propios de epocas anteriores.

    150. Anilla para atar cabalgaduras, decorada con incisiones (siglo XVI). © Xabi Otero


    151. Llave. © Xabi Otero


    El panorama de los accesorios y adornos artisticos del caserio es discreto, como le corresponde a un edificio que a lo largo de la historia solo ha aspirado a hacer mas llevadera la dura vida de los hombres del campo. Sin embargo no es en el terreno facil de los ornamentos donde el caserio juega la partida de su belleza. La fascinacion que despierta nace al ver surgir su silueta entre la niebla, con su volumen rotundo y sus formas solidas, antiguas y perdurables. Allí esta el caserio: el anciano señor de los valles.


    152. Bisagra. © Xabi Otero

    Los herrajes de forja artistica no estaban al alcance de muchos caserios.






    http://bertan.gipuzkoakultura.net/bertan4/caste/7.php


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