En este último parte, con todos mis respetos, el amigo Morillo se columpia de mala manera. No veo por qué no habría que acariciar la cabeza de un niño adoptado por maricones; por el contrario, creo que un niño expuesto a la corrupción moral de un modo tan brutal exige mucho más cariño. No encuentro nada reprobable en la actitud del ministro, tan reprobable por otras muchas razones.