Y esta es la otra cara de esa misma moneda...
Solidaridad.Net: ZARA, este imperio también tiene esclavos
ZARA, este imperio también tiene esclavos
¿Alguna vez han oído el chiste del país de más de 6 millones de parados y el tercer hombre más rico del mundo? Pues aunque no tiene mucha gracia, uno no deja de leerlo en la prensa cada vez que se informa sobre Amancio Ortega, su imperio y su fortuna.
La gracia parece consistir en hacernos creer que la fortuna acumulada de “San Amancio” no tiene nada que ver con la actual crisis de paro en España ni con la explotación de hombres, mujeres y niños, aquí y en países empobrecidos. Es el mito del magnate bonachón “hecho a sí mismo” sin apego por la riqueza, pero que posee una fortuna equivalente a 2 millones de salarios medios en España.
El imperio Inditex ha tenido dos episodios claves en su explosión comercial y los dos están basados en mecanismos para explotar más y mejor abaratando su producción hasta límites que avergonzarían a cualquiera.
En la década de los 90, Inditex producía sus prendas en talleres semiclandestinos (subcontratados) basados en cooperativas de trabajadoras distribuidas a lo largo de la costa gallega. Su sistema de producción, denominado “just in time” se basa en ir fabricando a medida de la demanda, eliminando así el stock y haciendo recaer sobre el pequeño taller la exigencia de adaptarse sobre la marcha al pedido. Esto ya fue denunciado en estas mismas páginas de Autogestión porque combinaba periodos de trabajo en jornadas de más de 12 horas diarias, con tiempos sin ningún encargo donde las cooperativistas tenían que seguir asumiendo el coste de las máquinas y los talleres.
El segundo momento clave de Inditex se sitúa justo antes de la crisis, en los años de bonanza, con las cifras de paro más bajas de la democracia. Con una legislación internacional a medida y sin ningún tipo de trabas por parte de las administraciones y los sindicatos, Inditex deslocalizó la producción para poder explotar más. Sus talleres se trasladaron de España, donde dejó a cientos de miles de trabajadores en paro (en su mayoría mujeres) a países empobrecidos sin regulación laboral.
A pesar del ocultamiento mediático de los medios de comunicación españoles, desde su deslocalización, Inditex ha acumulado una infinidad de denuncias por violación de los derechos humanos.
El año pasado la organización holandesa Centre for Research on Multinational Corporations denunció que empresas españolas como Inditex, El Corte Inglés o Cortefiel reclutan niñas en India para elaborar sus prendas en régimen de semiesclavitud.
La federación de ONG´s Setem en su campaña Ropa Limpia encontró que el 25% de los talleres clandestinos en Tánger (Marruecos) confeccionaban ropa para Inditex. Según Setem “El trabajo infantil es generalizado. Niñas de entre 12 y 16 años ocupan puestos de última categoría, cortando hilos o transportando cajas de tela de una cadena a otra. Algunos niños cosen a máquina antes de los quince años. A veces sufren malos tratos físicos y también acoso sexual”.
La opinión pública creada en 2008 tras la emisión de un reportaje de la BBC sobre la fabricación de prendas de Zara en Bangladesh obligó a la compañía a cerrar sus talleres en ese país y desencadenó la dimisión del director de responsabilidad social. Los trabajadores de los talleres se quejaban de las pésimas condiciones de trabajo, de jornadas laborables de más de 10 horas, sueldos míseros… “Si cometemos un mínimo error, nos golpean o nos lo deducen de nuestros salarios” denunciaba una de las trabajadoras.
Uno de los casos más sonados a nivel internacional fue la denuncia que el Ministerio de Trabajo Brasileño presentó contra Inditex después de liberar a quince trabajadores, entre ellos una menor, que estaban encerrados en talleres y obligados a confeccionar ropa para Zara. El caso llegó hasta los tribunales y Zara prefirió pagar 1.5 millones de euros para invertir en programas sociales en Brasil antes de que se siguiesen aireando las condiciones de sus trabajadores.
Hace apenas unos meses, en el acto de presentación de resultados de Inditex, celebrado en un lujoso hotel madrileño, un periodista de la televisión pública francesa France2 sorprendió a su presidente, Pablo Isla, cuando le preguntó públicamente sobre la complicidad de Inditex en la esclavitud infantil en Asia. Tuvieron que venir periodistas de un país vecino para que ese día, en vez de hablar del crecimiento del 10% de la empresa, se hablase de los niños esclavos, por muy “improcedente” y “fuera de lugar” que le pareciese a Pablo Isla.
La deslocalización de Inditex, que no es más que un eufemismo que significa la “esclavización” de la producción, es una vuelta de tuerca más en su estrategia para conseguir mayores beneficios con costes de producción casi nulos. El imperio de Zara es el paradigma de nueva empresa capitalista sin ningún tipo de control que opera en todo el mundo y que va dejando atrás riadas de parados y explotados. Miles de esclavos son los verdaderos dueños de la riqueza que se ha apropiado Amancio Ortega, hasta llegar a ser el tercer hombre más rico del mundo.
El ejemplo de Inditex muestra que no hay crisis, sino ROBO. Los medios de comunicación han jugado un sucio papel ocultando la sangre que había bajo las alfombras de este imperio. Han dado aire a las protestas contra la clase política y los bancos, pero nadie se atreve a tocar a nuestras multinacionales. Estas empresas, han sido las grandes beneficiadas con las reformas, y también con el miedo que generan las actuales cifras de paro, que llevan a aceptar condiciones de trabajo indignas.
A esta manipulación contribuyen también organizaciones como Greenpeace, que el pasado noviembre montó una campaña “contra” Inditex porque una investigación encontró productos químicos peligrosos en sus prendas. Para Greenpeace es más importante que las prendas de Zara estuvieran manchadas con sustancias supuestamente tóxicas a que estén manchadas con la sangre de niños esclavos. Estas campañas colaboran a desenfocar las causas y a aparcar lo sustancial, que no es sino la acuciante necesidad de poner en cuestión todo un sistema salvaje que fabrica pobres y explotados en serie.
A pesar de que en el resto de los países Inditex es la vergüenza de la explotación, en España todos los políticos, de un lado y de otro, buscan su foto junto al magnate, todos los medios de comunicación alaban su proyección internacional, todos los jueces han mirado a otro lado ante las denuncias de explotación. Mención especial merecen los sindicatos, que no han abierto la boca mientras Inditex se iba a esclavizar en el tercer mundo, ni una palabra de solidaridad con los explotados de otros países. Tampoco protestaron porque esta política tuviese como consecuencia el paro para miles de familias aquí. Ambas cosas hay que gritarlas juntas. En un mundo globalizado, o la denuncia es internacionalista o se está sirviendo al poder. El paro y la explotación son dos caras de la misma moneda.
Cerca de mi casa una pintada en un muro que dice: “Odiaba a los inmigrantes hasta que me convertí en uno de ellos”. Hoy día, más allá de nuestras fronteras, ya hay voces clamando justicia ante los atropellos del imperio de Zara. Son ya muchas los movimientos sociales o sindicatos de países empobrecidos que mantiene una lucha contra la explotación. ¿No es hora ya de solidarizarnos con su lucha? ¿o vamos a esperar a que la esclavitud se extienda a España y sea la que haga desaparecer nuestras colas del INEM?
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