Re: ¿Porqué avanza el protestantismo en Hispanoamérica?
Iniciado por
Migel Ánjel
Hola, mi nombre es Miguel Ángel; no sé como percibas tú tu hispanismo,
No sé a quién se refiere concretamente con esa apreciación sobre el sentimiento hispano. A mi no, evidentemente, aunque a partir de ahora no lo sé.
pero considero que no debes vincular hispanismo con catolicismo.
¿No se debe vincular? ¿Podría usted definir qué es Hispanismo y qué Catolicismo? Le hago esta pregunta doble porque no alcanzo a comprender la desvinculación que hace usted, no la entiendo ni en base a la Historia, ni al devenir de España como evangelizadora en América y considerando que era entonces la gran nación católica.
Yo soy cristiano evangélico y soy mexicano, pero también me siento orgulloso de mi herencia hispánica
Supongo que entonces se siente orgulloso de su herencia católica, ¿o no?
es más, nosotros los cristianos
¿Insinúa usted que sólo son cristianos los evangélicos?
utilizamos la Biblia editada por Casiodoro de Reina y revisada por Cipriano de Valera, la cual creo has de conocer. Esta Biblia (RV) es -por no alardear- la obra máxima de las letras castellanas del Siglo de oro español, y en ella encontramos la verdad fidedigna de la fe cristiana.
ya, ¿y qué tiene que ver con lo que está afirmando, quizás reforzar lo que dice?
Predicamos la sola salvación espiritual a través de la fe en Jesucristo y no en obras como son los sacramentos
Me temo que siguiendo Los Evangelios esto no es exacto, pues si bien Cristo enseña en que quien cree en Él vivirá eternamente, también nos indica a través de diversas parábolas que hay que hacer obras, pero esto es otro tema en el que se puede entrar en otro hilo. En cuanto a los sacramentos son signos eficaces de la gracia instituidos por N.S. Jesucristo para santificarnos. Por tanto, si usted afirma tener fe en Jesucristo no alcanzo a entender por qué no lo hace en esa gracia instituida por Él.
Es más, me atrevo a pensar que somos nosotros los cristianos los que nos arraigamos más al hispanismo porque nunca dejaremos de hacer proselitismo (como tú dices) con aquella gran Biblia española.
Y vuelve a insistir con lo de "nosotros los cristianos" en referencia indirecta a los evangélicos, así pues, cuando quiera empezamos a hablar de falacias lógicas, además de verdades religiosas e históricas. Y, el mandato de N.S. Jesucristo no es el de hacer proselitismo, pues no hablamos de un partido político, secta, o cualquier otra organización humana que tiene militantes y simpatizantes, sino de predicar el Evangelio para dar a conocer la Verdad revelada.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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