Hoy que tengo un poco más de tiempo, añadiré mi granito de arena al debate.
Pinochet es un personaje bastante complejo. En muchos aspectos era un liberal, por ejemplo en lo económico, y entre los muchos aspectos criticables de su gobierno está su inexcusable postura a favor de los ingleses en la cuestión de las Malvinas. No olvidemos el diferendo sobre la cuestión del canal del Beagle, felizmente resuelta gracias a la intervención del Vaticano. El pueblo chileno, sin embargo, no ve con malos ojos a los argentinos y las relaciones son bastante cordiales.
Pinochet no era tradicionalista, pero sí era un ferviente católico. Eso sí, un católico liberal y por tanto influido por la marea vaticanosecondista. Después del Concilio, ya no se consideraba que hubiera que prohibir las religiones no católicas (en todo caso, antes se toleraban en aquellos lugares --por ejemplo Francia o Alemania con los protestantes o Ceuta y Melilla con los musulmanes-- donde había un sector importante de la población que no era católico, a fin de evitar peleas; y en Chile ya había bastantes canutos, aunque no tantísimos como por desgracia hay hoy; es uno de los países donde más rápido se extienden). No tiene nada de extraño que se mantuviera la costumbre del Te Deum ecuménico después del Concilio. Para colmo, hasta asistían el imán de Santiago y el rabino jefe. Ahora bien, como católico que era, aunque liberal, no dejó de tener ciertos gestos como encomendarse a la Virgen del Carmen, patrona de Chile, antes del golpe que salvó a Chile del comunismo y de la angustiosa situación en que se encontraba en ese momento. En cuanto a lo de la masonería, si bien es cierto que en su juventud se apuntó o lo apuntaron a la secta, lo cierto es que nunca asistió a una tenida ni tuvo nada que ver con ella en su vida.
En 1973 Chile era un desastre en todos los sentidos, como suele suceder en todos los países que abrazan regímenes de izquierda (no es que los de derecha no traigan también la ruina, pero éstos siguen un proceso muy lento de deterioro moral y social, mientras que los primeros suelen ser más fulminantes; en el fondo es lo mismo). Cuando el golpe del 11 de septiembre de 1973 había, no digo escasez, sino falta de todo en las tiendas. Quedaba pan para tres días, sin exagerar. Como se puede comprobar en las hemerotecas, en el mismo Congreso los diputados instaban a los militares a levantarse para salvar al país, mientras que en las calles las amas de casa hacían caceroladas (tan comunes hoy en día en manifestaciones izquierdistas, quién lo iba a decir) para protestar porque no tenían nada para comer. Había clamor popular, aunque actualmente nos parezca extraño, pero como ha explicado Alacrán, en aquella época no era tan raro, y más en Hispanoamérica.
Una década después de haber regresado de la Fértil Provincia, como la llamó Ercilla, ignoro cómo estará la cosa, pero habiendo vivido tantos años allí y conocido a Chile tanto con Pinochet como después de él, puedo afirmar por experiencia que la mitad de la población lo odiaba pero la otra mitad lo idolatraba. No olvidemos que cuando se retiró tras perder el referéndum, lo perdió por un margen mínimo de noes. Y por raro que parezca, entre la gente sencilla del pueblo había muchos que añoraban a Pinochet, no sólo adversarios, lo mismo que entre gente de clase alta había muchos que lo detestaban por sus convicciones democráticas.
No tiene nada de extraño que Lefebvre lo elogiase. También la revista Fuerza Nueva, que mi padre adquiría cada semana, lo elogiaba y presentaba como un modelo. No dejaba de ser liberal, pero había salvado a Chile del comunismo y lo había sacado del Tercer Mundo. Hoy en día Chile está a la cabeza y a un nivel bastante europeo, sin la miseria que se ve en otras partes. Muchos veían un paralelo entre el 11 de septiembre y el 18 de julio y entre Pinochet y Franco, con todas las matizaciones que se puedan hacer. De hecho, admiraba a Franco y fue el único que se tomó la molestia de cruzar el charco para asistir a su entierro en vez de mandar a su embajador o su ministro de exteriores. Procesos parecidos: golpe que salva del comunismo, desarrollismo y progreso y propagación de los males del liberalismo. Unas de cal y otras de arena.
Como digo, es un personaje complejo, con sus pros y sus contras.
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