Re: Historia de Asturias
ganos nobles que le fueron fieles, entre los cuales figura en primer término un tal Teudis, del cual la historia no nos ha trasmitido mas que el nombre, sin que nos queden detalles acerca de esta revuelta.
En las crónicas musulmanas se encuentra la memoria de una tregua que se estableció por aquel tiempo entre el Rey de Astúrias y el Califa cordobes Alhakem, motivada sin duda por los acontecimientos que acabamos de narrar. Pero tan pronto como Alfonso vid asegurada la tranquilidad de sus Estados, y destruidos los gérmenes de las revueltas que tanto habian trabajado los anteriores reinados, comenzó de nuevo sus excursiones contra los sarracenos, ya para asegurar el territorio conquistado, ya tambien para extenderle lo posible. No obstante, conociendo todavía la debilidad de sus fuerzas, comparadas con las de los poderosos Califas, que contaban con innumerables recursos, se mantenia más bien á la defensiva con el objeto de no distraer demasiado sus tropas y exponerlas á peligrosos choques.
Por otra parte, los árabes no fijaban mucho su atencion en aquel pequeño Estado, del cual no podrian sacar grandes riquezas, y ocupados en la organizacion de sus dominios y en su florecimiento, desdeñaban aquella pequeña nubecilla que comenzaba á dibujarse en el lejano horizonte, y que debia estallar con el tiempo sobre sus cabezas con desolador estruendo.
La batalla de Lodos, por otra parte, habia demostrado á los musulmanes que la posesion de las montañas de Astúrias no merecia la pena de los peligros que en ellas se arriesgaban, y por este motivo dejaron por bastante tiempo descansar á Alfonso, dándole ocasion para que se dedicase á las obras de la paz, con las cuales llevó sus dominios á un estado de florecimiento casi inconcebible, dadas las circunstancias en que se encontraba.
Al cabo de algun tiempo vióse de nuevo provocado Alfonso en sus Estados por dos poderosos ejércitos musulmanes. Habíase, sin duda, olvidado en gran parte el desastre de Lutos, y el Califa de Córdoba comenzaba acaso á mirar como denigrante para su poderío la existencia del reino de Astúrias. Los caudillos Abdalah-ben-Maheli y Abdelkerim, al mando de numerosos escuadrones, invadieron por diversos puntos el territorio asturiano, llevando la destruccion y el estrago por todas las comarcas que atravesaban. Alfonso, ocupado á la sazon en las importantes construcciones con que embelleció á Oviedo, á donde habia trasladado la corte, como punto más céntrico, reunió apresuradamente cuantos recursos militares pudo allegar y salió al encuentro de los musulmanes.
Eran, sin embargo, las fuerzas de Alfonso muy inferiores á las de los enemigos, y urgente, por lo tanto, el evitar que las huestes agarenas se pusiesen en comunicacion. Alcanzaron los astures á las tropas de Abdalah en Neharon , y las derrotaron, poniendo en fuga desordenada á la caballería que, alcanzando en su retirada al otro ejército musulman, introdujo en él el desórden, ayudando de este modo á los cristianos que pudieron fácilmente desbaratarle.
Los caudillos de ambos ejércitos musulmanes quedaron en el campo de batalla, y los pocos combatien
tes que pudieron salvarse llevaron al Califa de Córdoba la noticia de tan desastrosa jornada.
Fueron sobremanera ventajosas para Alfonso las consecuencias de tan señalada victoria, que le permitió salir de la guerra defensiva, en que hasta eutónces habia permanecido, á la ofensiva. Por este motivo vemos desp ues de esta época á los cristianos poseer el territorio que existia entre los rios Miño y Duero, si bien debia volver de nuevo al poder de los musulmanes.
Poco despues consignan las historias la expedicion del Califa de Córdoba Abderraman, hijo de Alhakem, por el territorio que media entre el Miño y el Duero. Si bien los cronistas cristianos no hablan de ella, los árabes refieren que Abderraman 3e apoderó de Zamora, y de otros varios puntos, y que venció á los cristianos, causándoles grandes pérdidas. Con este motivo añaden los historiadores árabes, que los asturianos se vieron precisados á reducirse al abrigo de sus montañas, dejando el país llano en posesion de sus enemigos.
Por todos estos incompletos relatos podemos juzgar, sin embargo, del encarnizamiento de la lucha, de las contínuas peripecias que en ella se observaban y de la constancia que tenian que desplegar los montañeses para contrarestar tan poderosos enemigos.
Una de las últimas tareas del largo reinado de Alfonso fué apagar una rebelion, aunque distinta de las que hasta entónces habian trabajado su reinado.
Sublevóse la ciudad deMérida contra el Califa Abderraman por los años de 828, á instigaciones de un oscuro funcionario llamado Mohamad-ben- Aldeljebir, al cual suponen algunos, sin fundamento, miembro de la familia del Califa. Alentado Mohamad por los ejemplos que en los reinados anteriores se habian presentado, y presa de una inquieta y desmesurada ambicion, se puso á la cabeza de los descontentos, é intentó fundar un reino independiente y elevarse de este modo de su oscura condicion al rango de soberano.
No tardó el Califa de Córdoba en dirigirse contra los revoltosos, poniendo sitio á la ciudad de Mérida, que no quiso entregarse á las primeras insinuaciones que se le hicieron. El ambicioso Mohamad mantenia entre los suyos el espíritu de energía necesario para continuar las hostilidades, y Abderraman vió levantarse enfrente del suyo un poder que presentaba trazas de aparecer cada vez más amenazador, si no se ahogaba en su mismo orígen.
Pero las tropas del Califa fueron rechazadas con gran pérdida de los muros de Mérida, y Mohamad pudo disfrutar al fin la satisfaccion del triunfo. Sin embargo, éste habia de ser más transitorio y efímero de lo que el ambicioso musulman juzgaba.
En efecto, conociendo Abderraman el peligro que el pernicioso ejemplo de Mohamad envolvia, y temiendo que la tea de la insurreccion propagase el incendio por el resto de sus Estados, no ligados entre sí por muy sólidos vínculos, allegó grandes recursos, y.al frente de un numeroso ejército se dirigió sobre la rebelde ciudad.
Vióse de nuevo Mohamad desplegar gran actividad y energía, reanimar el espíritu de los suyos y re
chazar los repetidos asaltos que las tropas del Califa verificaban con frecuencia. Pero á pesar de los esfuerzos de los defensores de la ciudad, el cerco iba estrechándose cada dia más, y el desaliento y la fatiga apoderándose de muchos de los soldados de Mohamad. Este jamás quiso hablar de capitulacion; conocia demasiado que para él no habria salvacion posible si caia en poder de sus enemigos, y sólo cuando vió ya perdida toda esperanza de resistencia, abandonó con algunos de los suyos la ciudad, y se refugió en el territorio del Rey de Astúrias.
Dió hospitalidad Alfonso al fugitivo Mohamad, bien fuese por escuchar la voz de la clemencia, ya porque de esta suerte creyese servir á los intereses de su reino; pero si fueron estas sus miras, es indudable que salieron frustradas, pues introducia de esta suerte en el seno de sus propios dominios una ambicion que habia demostrado ya que no se detenia en los medios, 'cualesquiera que estos fuesen, cuando se trataba de alcanzar el fin apetecido.
Establecióse Mohamad con su gente en las cercanías de la ciudad de Lugo, en donde recibió de la liberalidad del Monarca asturiano tierras y auxilios de toda clase. Bien pronto la residencia de Mohamad se .convirtió en el punto de reunion de todos los musulmanes descontentos, que corrian á unirse al rebelde, atraidos por las muestras que habia dado de resolucion y energía.
Los cronistas hacen ascender el número de muslimes que se refugiaron con el insurgente de Mérida á más de cincuenta mil, cifra que creemos algun tanto exagerada, si bien las historias musulmanas calculan en cuarenta mil á los revoltosos que alzaron en aquella ciudad el estandarte de la rebelion. De todas maneras, grande debió ser la confianza que Mohamad tenia en sus recursos, cuando al cabo de poco tiempo de residir en Lugo, lanzó de nuevo el grito de la insurreccion contra su bienhechor Alfonso, apoderándose de una importante fortaleza y castigando desde este punto al país circunvecino con contínuas algaradas.
A traves de las incompletas relaciones que sobre este asunto, como sobre la mayor parte de los de aquel tiempo , nos han quedado, no pueden comprenderse las causas que impulsaron á Mohamad á romper todos los lazos de la gratitud, y á arriesgarse á una empresa que tantos peligros encerraba. Viendo sin duda el acrecentamiento de los suyos y sintiéndose siempre arrastrado por una desmesurada ambicion, trataria de realizar en Galicia lo que en Mérida habia visto frustrado, creyendo acaso mas fácil el desmembrar un floron de la Corona de Alfonso para formar con él un Estado independiente, que luchar contra las huestes del poderoso Abderraman.
Sin duda esperaba en los momentos de apuro conquistarse el perdon de Abderraman por su pasada rebelion, ofreciéndole en cambio los países que conquistase de los cristianos.
No obstante, los acontecimientos debian pasar de otra manera. Alfonso con sus huestes acudió á sofocar en su orígen el movimiento, y despues de derrotar las tropas que Mohamad acaudillaba, tomó el castillo
en donde todavía se guarecian algunos de los suyos, con gran matanza de los sarracenos.
Hé aquí relatadas con el mayor órden y claridad que nos ha sido posible, las empresas militares en que tomó parte este heróico príncipe durante su largo y glorioso reinado. Cuando recibió de Veremundo I la Corona, el Estado de Astúrias no sólo estaba reducido á las montañas, sino que ni en ellas se sostenian sus moradores por esfuerzo propio , sino recurriendo en la mayor parte de las ocasiones á ruinosos tratados que la tradicion ha convertido en vergonzosos tributos.
Los aguerridos montañeses habian perdido gran parte de su heróico ardimiento por la perjudicial indolencia de los princípes que habian sucedido á Fruela, y áun durante el reinado de este Monarca, el valor que debió haberse ejercitado contra el enemigo de la patria, se empleó en desastrosas revueltas y luchas intestinas.
A la sucesion regular y ordenada que cierra el camino á la inquieta ambicion , siguieron repetidas usurpaciones que impidieron el desarrollo hácia el exterior, gastando en bastardos fines las fuerzas de la naciente Monarquía.
Al empuñar Alfonso las riendas del Estado, tenia necesidad de excitar en sus pueblos el entusiasmo, bastante apagado por los continuos tratos y convenios con los enemigos de la patria, y despues de organizar sus fuerzas, imponerles con hazañas brillantes el respeto á las fronteras del pequeño reino.
Por este motivo lo vemos hacer tan heróicos esfuerzos en la batalla de Lutos, más notable por lo que contribuyó á reanimar el abatido espíritu de sus pueblos, que por las ventajas positivas é inmediatas que de ella pudieran resultar.
Este completo éxito alcanzado en los primeros momentos de su advenimiento al Trono, preparó los tributos consiguientes que despues obtuvo , haciendo resplandecer de un modo más brillante la estrella que alumbraba la causa dela independencia nacional.
Y es tanto más notable el resultado de los repetidos esfuerzos de Alfonso, si consideramos que se vió precisado á luchar contra el poderoso Califato de Córdoba, y precisamente en la época en que habia adquirido mayor preponderancia. Si en los anteriores reinados uo se hubiera olvidado casi por completo la verdadera mision del Estado ; si en vez de monarcas indolentes, que sólo pensaban en mantenerse en el poder por medio de imprudentes concesiones, hubiesen ocupado el sólio guerreros insignes , como Pelayo y Alfonso el Católico, el Monarca de que nos ocupamos hubiera conseguido extender y asegurar sus conquistas fuera de los límites de los montes Erbáceos.
Es bastante, sin embargo, para la gloria de Alfonso el haber reanimado el espíritu algun tanto decaido de sus pueblos; el haber excitado de nuevo el entusiasmo nacional, enseñando á sus montañeses el camino de la victoria , tanto en Lutos como en Anceo y Santa Cristina.
Al ocuparnos de este reinado, no podemos pasar en silencio una notable tradicion que con él se relaciona, y que ha suministrado abundante motivo á I03 poetas de todos los tiempos. Ya conocerá el lector que nos referimos á la leyenda de Bernardo del Carpio.
Cuando las tradiciones son de todo panto anteriores á la historia escrita; cuando se refieren á remotos tiempos, de los caales no nos resta documento ni monumento alguno, son un precioso recurso para el historiador, sobre todo si sabe interpretarlas y darlas significacion, teniendo siempre presentes las prescripciones de la sana crítica.
Bajo este punto de vista, siempre nos han merecido las tradiciones de los pueblos gran veneracion y respeto; y por extraordinarias y sobrenaturales que pudiesen ser, intentamos, hasta donde alcanzan nuestras escasas fuerzas, el reducirlas á su verdadera y genuina expresion. Si es cierto que con frecuencia desfiguran los hechos, exagerándolos á impulsos del entusiasmo popular; si tambien lo es que muchas veces, en lugar de un acontecimiento ó de un personaje, resumen y sintetizan una época entera ó las acciones de todo un pueblo, no es ménos evidente que contribuyen á arrojar gran luz sobre la historia, tanto más, cuanto que escasean ó faltan por completo las demas fuentes históricas.
Pero cuando la tradicion es coetánea ya de ks tiempos históricos, cuando la vemos nacer y desarrollarse al lado de las crónicas y de los documentos escritos, sólo nos merece fe" y nos parece digna de ser tenida en cuenta, si está en armonía con el espíritu que domina en los demas documentos y viene á darles más fuerza y autoridad.
Si en vez de esto se pone en contradiccion con los asertos unánimes de los cronistas coetáneos á los hechos que se refieren; si se la ve brotar posteriormente sin razon alguna de existencia; si la vemos crecer y desarrollarse paulatinamente á impulsos más bien de la poesía erudita que de la que tiene su orígen en el entusiasmo popular, esta tradicion nos merece poco ó ningun crédito, por más que la hallemos consignada en notables escritos.
En este caso se encuentra la tradicion que se refiere á Bernardo del Carpio, con la cual se ha tratado de anublar bastante la memoria y los hechos de Alfonso el Casto. Veamos de qué modo aparece en la historia, con lo cual examinaremos los títulos que tiene para ser creida ó desechada.
Ni el cronista Sebastian , ni el Albedense, que escribieron en el siglo ix, y que por lo tanto son contemporáneos de Alfonso, nada dicen que pueda servir de márgen ni de fundamento á la tradicion de Bernardo del Carpio, ni tampoco se encuentra referencia alguna sobre estos sucesos en los demas cronistas coetáneos, tanto cristianos como musulmanes.
Hasta el siglo xn no empieza á figurar en las historias el importante suceso de la derrota sufrida por Carlo-Magno en las gargantas de Roncesvalles, y ni áun entónces aparece en ella la figurá de Bernardo del Carpio ni de Alfonso el Casto. Estábales reservado el hacerse por primera vez eco de las creaciones populares á los cronistas D. Rodrigo y D. Lúeas, pertetenecientes al siglo xm, es decir , cuatro siglos más tarde de los acontecimientos á que la tradicion se refiere. Sin embargo, el arzobispo D. Rodrigo no deja de
exponer, con entera claridad, que si bien estas relaciones circulaban entre el pueblo, las consideraba como fábulas destituidas de todo fundamento, ejemplo que no siguieron los demas cronistas que se apoyaron en la narracion de D. Rodrigo, dando, por el contrario, mas fuerza á la tradicion adicionándola con todos los detalles que su fantasía les pudo sugerir.
Sin embargo, las mas palmarias pruebas de la falsedad de esta tradicion se deducen simplemente de su misma narracion, por cuyo motivo creemos necesario, segun el método que nos hemos propuesto, dedicarle en este lugar algunas líneas.
Supone la tradicion que Alfonso tenia una hermana llamada Jimena, que olvidó sus deberes, no sólo de princesa, sino tambien de dama, sosteniendo livianos amores con Sancho Diaz, titulado conde de Saldaña, con la expresa voluntad de su hermano. El fruto de estos amores clandestinos fué el héroe de esta tradicion , que no sabemos por qué lleva como distintivo, unido á su nombre, el apellido del Carpio. Pinta tambien la tradicion el furor que se apoderó del Rey Casto al tener noticia de las criminales relaciones de su hermana, por cuyo motivo la relegó al fondo de un monasterio, encerrando á su amante en el castillo de Luna, despues de haberle impuesto la terrible pena de privarle de la vista.
No se dice nada acerca de la niñez y primera juventud de Bernardo, que aparece en la tradicion como un valeroso paladin, llevando á cabo asombrosas hazañas con el piadoso fin de obtener de su tio Alfonso el perdon, ó por lo menos la libertad del infortunado autor de sus dias.
Por lo demas, la tradicion, que por lo general no se muestra nunca en extremo escrupulosa con respecto á la cronología, presenta á Alfonso dispuesto á colocar el reino de Astúrias bajo el dominio del poderoso Carlo-Magno, lo que incitaá Bernardoá estipular un convenio con los moros para destrozar las huestes del emperador de Alemania.
De este modo, el desastre que algun tiempo ántes habia sufrido en Roncesvalles la retaguardia de los francos, á su paso para Francia, de parte de los escaldunas ó vascos, se encuentra relacionado con estos sucesos en la tradicion de Bernardo del Carpio. Pero no contentos los cronistas con hacer representar al héroe de la tradicion un principal papel en la jornada de Roncesvalles, repiten esta hazaña, casi con idénticos pormenores, por los tiempos de Alfonso III, figurando en ella de nuevo Bernardo.
Esta vez , como siempre, continúa este personaje solicitando de la clemencia del rey la restitucion de su apasionado padre, sin que tengan en cuenta los que se entretienen en adornar tales patrañas, que por aquella época el padre de Bernardo debia ser, por lo menos, centenario.
En una palabra, tales el cúmulo de anacronismos, de tal manera se violenta en las narraciones de los historiadores posteriores al siglo xm la cronología, la. historia y hasta el sentido comun, que no dudamos en afirmar que esta tradicion nos merece muy poco crédito. Hemos creido, sin embargo, deber darle un lugar en estas páginas, por la importancia que ha adquirido
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
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