Vaticano II
Segunda Sesión
Sexta intervención: 26 de noviembre de 1963
Sobre la “libertad religiosa”
“Ninguna discusión fue tan intensa como la de "libertad religiosa," probablemente porque ninguno interesaba tanto a los tradicionales enemigos de la Iglesia. Ella es el objetivo principal del liberalismo. Los liberales, masones y protestantes son plenamente conscientes de que con ella pueden golpear en el corazón de la Iglesia Católica: hacerla aceptar el derecho común de la sociedades civil y, así, reducirla a una mera secta como las demás hasta hacerla incluso desaparecer, porque la verdad no puede conceder derechos al error sin negarse a sí misma y desaparecer por ende.
Debe señalarse que este tema fue objeto de un debate dramático en la última sesión de la Comisión Central Preparatoria del Concilio. De hecho, se elaboraron dos esquemas sobre el mismo tema: uno por el Secretariado para la Unidad, dirigido por el Cardenal Bea; otro, por la Comisión Teológica presidida por el Cardenal Ottaviani. Ya sólo el título de los esquemas era significativo: el primero “De Libertate Religiosa”, que es la expresión de la tesis liberal; el segundo, “De Tolerantia Religiosa”, que simplemente se hacía eco de la enseñanza tradicional de la Iglesia. El enfrentamiento entre los dos cardenales no se hizo esperar y el Cardenal Ruffini exigió apelar a la autoridad superior.
Pero, de hecho, se pasó a consultar a los miembros. Y ya fue posible en aquel momento tener una idea de los que estaban a favor de mantener la doctrina de la fe y de los que consideraba que la evolución moderna exigía nuevas actitudes, incluso aunque éstas contradijeran la doctrina y magisterio constante de la Iglesia.
Conociendo el rechazo de todos los esquemas al inicio del Concilio y en vista de la composición de las comisiones, era de esperar que la tesis del Cardenal Bea sería la recogida en el nuevo esquema. El obispo de Brujas, Mons. de Smedt, se destacó por su agresividad y tenacidad, apoyado por los padres Murray, Congar y Leclerc.
Tomaron exactamente los mismos argumentos del liberalismo sobre "dignidad humana", "conciencia", "no-coacción" y tomando buen cuidado de no definir los términos ni de distinguir entre actos internos y externos, privados y públicos y confundiendo, además, la libertad psicológica con la libertad moral.
Todo esto había sido estudiado por los moralistas y canonistas; los Soberanos Pontífices ya tuvieron buen cuidado de hacer todas las distinciones necesarias, en particular el Papa León XIII con su encíclica ‘Libertas’ y también el Papa San Pío X. Pero los católicos liberales tienen un único objetivo: llegar a un acuerdo con el mundo moderno, satisfacer las aspiraciones del hombre moderno. Ya no tienen oídos para la verdad, el sentido común, la Revelación, ni el Magisterio de la Iglesia.
Llegan incluso a proclamar barbaridades. Así el P. Congar, en el boletín ‘Etudes et Documents’ de la Secretaría del Episcopado francés (15 de junio de 1965) escribió: “Lo nuevo en esta enseñanza en relación con la doctrina de León XIII e incluso de Pío XII -aunque por entonces el movimiento ya empezaba a hacerse sentir- es la base peculiar de esta libertad, que es buscada no ya en la verdad objetiva de bien moral o religioso, sino en la calidad ontológica de la persona humana”.
¡Así pues, la libertad religiosa ya no se fija con relación a Dios sino con relación al hombre! Este es exactamente el punto de vista liberal.
La frase del esquema citado en la intervención: "La Iglesia Católica reivindica como derecho de la persona humana, etc." es monstruosa, y resulta odioso otorgar esta reivindicación a la Iglesia Católica.”
Texto de la intervención
Enmienda al Cap. V sobre el "Ecumenismo"
(Entregada a la Secretaría, no leída públicamente)
“Venerables Hermanos:
Todos los argumentos de este Cap. V respecto a la "libertad religiosa" se basan en afirmar "la dignidad de la persona humana". Se dice, en efecto, pág. 4, §3: “Así, el hombre que obedece sinceramente su conciencia entiende obedecer a Dios mismo, aunque a veces de manera confusa y a su modo, y este hombre debe ser juzgado digno de respeto”.
Bien. Para poder aceptar esta afirmación, es necesario distinguir lo siguiente: “Debe considerarse digno de respeto“: digo pura y simplemente:¡No!"
Bajo cierto aspecto, distingo otra vez: según su intención de obedecer a Dios: sí. Según su error: no. Según el error, el hombre no es y no puede ser digno de respeto.
¿De donde procede la dignidad del hombre? La persona tiene su dignidad según su perfección. Pero la perfección de la persona humana consiste en el conocimiento de la verdad y la adquisición del Bien. Este es el comienzo de la vida eterna, que "que te conozcan a Ti, único Dios verdadero y a Jesucristo a quien tú has enviado" (Jn. XVII, 3). Por lo tanto, siempre y cuando se aferre al error, la persona humana está rebajando su dignidad.
La dignidad de la persona humana no consiste en la libertad, considerada apartada de la verdad. De hecho, la libertad es buena y verdadera sólo en la medida que se rige por la verdad. "La verdad os hará libres" dijo nuestro Señor, es decir, "la verdad os dará la libertad." El error es de por sí una ilusión objetiva, si ya no subjetiva. Y por Nuestro Señor también conocemos al que "cuando habla mentiras, las habla de su propio fondo" (Jn. VIII, 44). Entonces, ¿cómo es posible decir de una persona humana que es digna de respeto, cuando hace un mal uso de su inteligencia y libertad, incluso aunque no haya culpabilidad por su parte?
La dignidad de la persona también proviene de la integridad de su voluntad ordenada al verdadero Bien. Ahora bien, el error engendra el pecado. "La serpiente me engañó", dijo Eva, que fue la primera pecadora. Ninguna verdad puede ser más evidente. Es suficiente con reflexionar sobre las consecuencias del error que atañe a la santidad del matrimonio, santidad del mayor interés para el género humano. Este error en la religión gradualmente llevó a la poligamia, al divorcio, al control de la natalidad, es decir, a la caída de la dignidad humana, sobre todo en la mujer.
Por tanto, ciertamente hay desacuerdo entre la doctrina católica y las afirmaciones de la pág. 5: “La Iglesia Católica reivindica, como un derecho de la persona humana, que a nadie se le puede impedir llevar a cabo y proclamar sus deberes públicos y privados para con Dios y los hombres..., de acuerdo a la luz de su conciencia, incluso aunque se halle en el error“.
Al contrario, el orden universal creado por Dios, ya sea natural o sobrenatural, está en oposición esencial a esta declaración. Efectivamente, Dios fundó la familia, la sociedad civil y sobre todo la Iglesia, para que todos los hombres puedan reconocer la verdad, estén prevenidos contra error, realicen el bien, estén preservados del escándalo y así alcancen la felicidad temporal y eterna.
En verdad, es oportuno recordar las claras palabras de Pío IX en su encíclica ‘Quanta Cura’: “Contrariamente a la enseñanza de las Sagradas Escrituras de la Iglesia y de los Santos Padres, no dudan en pretender que: la mejor condición de la sociedad es aquélla en que no se reconoce a la autoridad el poder para reprimir por sanciones legales a quienes violan la religión católica, a no ser en la medida que lo exige la paz pública" (Denzinger, Fuentes del Dogma Católico, 1689-1690).
Conclusión: el capítulo sobre "libertad religiosa" tiene que elaborarse nuevamente, de conformidad con el principio acorde a la doctrina católica: “Para la propia dignidad de la persona humana, el error de suyo debe ser reprimido para evitar su propagación, a menos que por su represión se prevea un mal mayor que por su tolerancia.”
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(CONTINÚA)
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