Pero eso, que algo huele a podrido en nuestra Iglesia, es algo que ya sabíamos... A mi me cuesta mucho no adoptar definitivamente las tesis sedevacantistas. Y, creo que ya lo he dicho en multitud de ocasiones, hace un tiempo que de la mayor parte de cosas que oigo proveniente de la actual Iglesia, vengan tanto de sacerdotes, obispos, cardenales como del mismísimo papa, me veo obligado siempre a hacerlas pasar antes de admitirlas por mi humilde, pero inexorable, támiz de mi particularísimo análisis más o menos crítico. Y así no se puede continuar, porque de esta forma estoy segurísimo de errar continuamente. Pero, lamentablemente, ha dejado de ser ya para mi el Vaticano, el lugar de referencia, la roca firme, que necesito. Y eso me produce mucho temor y tristeza.
Con Ratzinger, doctrinalmente hablando, todavía sentía confianza. Pero Francisco me ofrece el mismo respeto que cualquier persona que me encuentre por la calle. Y digo ésto, como digo, con tristeza... Otra cosa es que me guste más o menos su discursito político; pero las palabras del Santo Padre no creo que deban de inspirarme ese tipo sentimientos o ideas.
Como digo, sinceramente, hace algún tiempo que me cuesta muchísimo no adoptar definitivamente los postulados sedevacantistas y dejarme de hacer tantísimos encaje de bolillos.
Un saludo
Marcadores