Estimado sr. Alacrán.Pregunta Vd:
¿Dónde digo que Dios, prohibe cosas que... civilmente pueden ser lícitas para un no creyente e incluso para un católico, ...y tener derecho civilmente a hacer algo contrario a la ley de Dios?
Vd escribió ésto en su primer mensaje (aparentemente parece lo mismo):
Tampoco pretendemos que la ley civil penalice todo lo que prohibe la ley de Dios u obligue al cumplimiento de los mandamientos de la Iglesia.
Afirmar que la ley civil pueda no penalizar un determinado comportamiento moral no es lo mismo, ni real ni aparentemente, que afirmar que tal comportamiento sea un derecho natural de las personas o moralmente lícito.
Pongo de nuevo el ejemplo del culto privado de las religiones falsas. El Estado puede no penalizarlo, pero ello no significa que lo considere lícito o un derecho. El sr. Gótico manipula mis palabras (puede que no con mala fe) dando por sobreentendido algo que no he escrito, que no pienso, que jamás he dicho, que contradice todo cuanto he manifestado públicamente en decenas de artículos, discursos y conferencias, incluyendo esta sobre la libertad religiosa -a la que se refiere Gótico- en la que sostengo que
al referirse más concretamente a las sociedades políticas, el Vaticano II exige tan solo que respeten la libertad religiosa de todos sus súbditos, omitiendo recordar expresamente que los Estados con mayoría de católicos tienen la obligación moral (no sólo la posibilidad, sino la obligación) de profesar la fe católica, por medio del culto público a Dios, la inspiración cristiana de las leyes y la defensa del patrimonio religioso del pueblo.
La doctrina tradicional católica enseñó siempre, además, que los Estados católicos pueden tolerar el culto privado de las confesiones no católicas, pero no el culto público. El Concilio Vaticano II entiende que el derecho de los acatólicos a manifestarse públicamente, debe ser respetado por los Estados, con la única condición de que no atente contra el bien común y el orden moral objetivo.
Aparentemente, al menos, existe en este tema una contradicción entre el Magisterio preconciliar y el conciliar, que afecta, obviamente, a un asunto tan importante para nosotros como es la Unidad Católica de España.
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