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Tema: Ortodoxia económica en «un país en vías de desarrollo»: crecimiento-pleno empleo-S.S.

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    Martin Ant está desconectado Miembro Respetado
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    Re: Ortodoxia económica en «un país en vías de desarrollo»: crecimiento-pleno empleo-

    Fuente: Apuntes y documentos para la historia del tradicionalismo español, 1939-1966, Tomo 26, 1964, Manuel de Santa Cruz, páginas 39 – 43.



    LA NUEVA LEY DE BASES DE LA SEGURIDAD SOCIAL


    El núcleo fundacional de la Regencia de Estella seguía lanzando irregularmente la publicación «Tiempos Críticos». Temas constantes en ella eran los ataques a Franco, a la dinastía liberal y a la política de colaboración de los seguidores de Don Javier. El número de marzo de 1964 incluye, además, una violenta reacción a los primeros rumores de un restablecimiento de relaciones con la Unión Soviética. Pero lo más interesante de este número, por su doctrina y por su profetismo, es una denuncia del carácter socialista de la nueva Ley de Bases de la Seguridad Social. Ciertamente, no hubo manera de hacerle comprender a Franco que la Seguridad Social, como su nombre indica, es de la sociedad, y solamente con carácter subsidiario, del Estado. Éste, con la cuestión Foral, es uno de los mayores abismos doctrinales entre Franco y el Tradicionalismo. Copiamos:




    La Seguridad Social… socialista


    En el desmedido afán que la Revolución en España –vístase de forma “monárquica”, republicana o dictatorial– siempre ha tenido por copiar lo extranjero, también siempre ha llegado tarde. Es decir, con notable retraso en relación con las fórmulas extranjeras.

    La actual forma revolucionaria que tiraniza a España no es una excepción en la regla.

    Con la nueva Ley de Bases de la Seguridad Social –recientemente aprobada por eso que llaman Cortes y no lo son–, se lanza abiertamente al socialismo franco, hasta ahora más o menos encubierto, más o menos mitigado en formas socializantes.

    Se afirma que la nueva Seguridad Social es una “reestructuración a nivel europeo”.

    A “nivel europeo” de Francia, que en 1945 implantó un sistema parecido. Pero lo implantó un Gobierno socialista.

    A “nivel europeo” de Inglaterra, que en 1946 impuso a sus obreros un sistema similar. Pero lo impuso un Gobierno laborista, o sea, también socialista.

    A “nivel europeo” de los países nórdicos dominados por el socialismo.

    A “nivel europeo” de Bélgica, de Holanda, de Alemania, de Italia, todas en balanceo, buscando un difícil equilibrio, entre el liberalismo y el socialismo, balanceo entrañablemente querido por las democracias cristianas.

    Reestructuración, pues, a un “nivel europeo” que es socialista.

    Y que por aquél congénito retraso de la Revolución española, nos llega aquí veinte años más tarde.



    El Plan de Desarrollo… socialista


    Es argumento de algunos que se han opuesto a la nueva Ley de Bases de la Seguridad Social, que ésta va en contra de las premisas liberales del Plan de Desarrollo Económico y que, por lo mismo, es un lastre que dificultará el desenvolvimiento del mismo Plan.

    Pero la Ley de Bases afirma (punto IV de la Exposición de Motivos): “La revisión del sistema se ha conectado con el Plan de Desarrollo Económico, con el fin de facilitarle uno de sus supuestos esenciales, y en la convicción de la estrecha interrelación existente entre el desarrollo económico y social.”

    Y dice bien la Ley de Bases, y piensan erróneamente aquellos mal informados opositores.

    Porque la economía planificada es muy propia del socialismo y bastante contraria al “dejar hacer” del liberalismo. Y más cuando la planificación y su ejecución está dictada, dirigida y controlada por el Estado.

    Por lo tanto, a desarrollo económico socialista debe corresponder desarrollo social socialista.

    En suma, el actual Estado lleva las cosas a tales extremos, impone una tal clase de socialismo estatal que, si mañana alcanzase el Poder un régimen socialista, sólo tendría que cambiar el nombre del Estado de hoy, pero no las estructuras montadas por ese mismo Estado.



    Principios socialistas de la nueva Ley


    Para el socialismo, el Estado lo es todo. Sin el Estado nada puede concebir el socialismo. Es, en definitiva, un totalitarismo.

    Y no olvidemos que nacional-socialismo era el totalitarismo de Hitler. Y socialista era el totalitarismo fascista de Mussolini.

    Puede dársenos, pues, el socialismo por denominaciones diversas y por apariencias externas diferentes. Sometido descaradamente a internacionales o aparentemente independiente en cada país. De forma total o parcial. Pero, en definitiva, son los mismos perros con distinto collar.

    La nueva Ley de Bases de la Seguridad Social ha tenido, al menos, la gallardía de no decir que era católica. Ni a todo lo largo de su extensa Exposición de Motivos, ni en su especial punto 1º. de “Justificación y directrices de la Ley”, se menciona para nada la doctrina social de la Iglesia. ¡Enhorabuena por la sinceridad! Aunque, a decir verdad, le sería muy difícil y complicado a la nueva Ley el mentar las Encíclicas sociales de los Papas y desarrollar luego sus principios que las contradicen.

    Afirma el epígrafe II de la Base Preliminar de la nueva Ley que “la Seguridad Social constituye función esencial del Estado”. Y el IV de la misma Base: “Corresponde al Estado la regulación, organización administrativa, jurisdicción e inspección de la Seguridad Social”. Y el V: “Todos los organismos, instituciones y servicios de la Seguridad Social quedan bajo la directa dependencia del Ministerio de Trabajo.” Y el VIII: “El Gobierno dictará las disposiciones necesarias para coordinar los órganos y servicios de la Seguridad Social con los que cumplan funciones afines a aquélla.”

    Socialismo de Estado, totalitarismo puro que, por si alguien no quiere todavía entenderlo, se acentúa después en las demás Bases que incluyen en la Seguridad Social a los trabajadores por cuenta ajena en todas la ramas de la actividad económica (agricultura, industria, comercio, administración y servicios), a los trabajadores por cuenta propia o autónomos, a los socios-trabajadores de cooperativas de producción, a los servidores domésticos, a los estudiantes, a los funcionarios públicos, a los trabajadores del mar.

    En fin, los únicos que se escapan son el Clero y el Ejército.

    Pero todo se andará, porque la Ley admite como sistemas especiales a encuadrar en su Seguridad Social “los que con tal carácter establezca o autorice el Ministerio de Trabajo”.

    En definitiva, todo por el Estado y todos para el Estado. Y nada sin el Estado. El socialismo no podía encontrar mejor sistema que le fuera fiel y le sirviera mejor.


    * * *


    La familia en la nueva Seguridad Social


    La Ley dice que su Seguridad Social se encarga del régimen de protección a la familia. Y, por lo tanto, termina con el sistema de Plus Familiar que satisfacían directamente las empresas y fija “una asignatura mensual uniforme” por esposa y por cada hijo.

    Introduciendo, en las asignaciones a los hijos, una novedad: la remuneración por hijo natural.

    La familia cristiana, unida sacramentalmente, queda, pues, en plano de igualdad con la unión ilegítima.

    Conste que nada tenemos contra los hijos naturales, víctimas inocentes del pecado de sus padres. Pero como da la casualidad que esas asignaciones no las perciben los hijos, sino su padre o su madre, sean solteros o adúlteros, o cosas peores, no nos parece digna, ni adecuada, esa protección al “amor libre”. Claro que el “amor libre” es socialista y es justo que una ley socialista lo proteja.

    Las viudas, para percibir pensión, deben, en la nueva Ley, o haber cumplido determinada edad o estar incapacitadas para el trabajo.

    O sea, que las viudas jóvenes y aptas para trabajar se quedan sin pensión. Y si la mujer se ha preparado para las altas misiones cristianas de esposa y madre, reina del hogar, y no tiene oficio determinado, ¿qué hace si enviuda?

    Y de los hijos niños de la viuda joven, ¿quién cuidará?

    La Ley no responde a esas preguntas, ni tiene en cuenta esos supuestos.

    El Estado socialista quiere que la mujer trabaje. El hogar, la familia, son secundarios para el socialismo. Nada le importa que la mujer no sepa ser esposa ni madre. Lo que le interesa es que tenga un oficio y trabaje.

    Al Estado socialista no le importa la vida de los hijos en la familia. Tiene montadas sus organizaciones propias para separar a los hijos de sus padres y cuidarlos el mismo Estado. Por lo tanto, no se preocupe por sus hijos la viuda joven. Ya se los arrancará de su lado el Estado. Ella, a trabajar.

    La socialista Ley de Bases de la Seguridad Social tiene dos lagunas. El montaje de establecimientos asistenciales para recoger e internar a los hijos de las viudas jóvenes. Y el complementar la Ley de Arrendamientos Urbanos con un artículo que diga que la viuda joven no se quedará sin vivienda por ser inquilina única. O bien prever el montaje de residencias para viudas jóvenes si por la Ley de Arrendamientos Urbanos se las puede echar a la calle.

    Como la nueva Ley de Bases tiene que empezar a regir en 1965, hay tiempo para enmendar esas lagunas en su texto articulado. Si se quiere jugar a socialistas, menester es apechugar con todas las consecuencias.

    Al final hay un recuadro que dice:

    El argumento con que se cortó en la respectiva Comisión de las “Cortes” toda oposición a la nueva Ley de Bases, además de la obediencia debida al amo, fue que el actual sistema tenía un agujero deficitario de diecisiete mil millones de pesetas causado porque las inversiones hechas con el dinero de los obreros habían obedecido a exigencias políticas y no económicas. Con la nueva Ley el Estado podrá disponer del dinero de los obreros, con mayor impunidad y en mayores cantidades, en inversiones políticas ajenas a la Seguridad Social.
    Última edición por Martin Ant; 24/03/2019 a las 01:52

  2. #2
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    Re: Ortodoxia económica en «un país en vías de desarrollo»: crecimiento-pleno empleo-

    Fuente: Cruzado Español, Números 193 – 194, 1 y 15 Abril 1966, página 15.



    CONTROL INTERNACIONAL DE EMPRESAS ESPAÑOLAS


    «En conexión con la Banca Urquijo, la B.P.P.-B., Lehmann Brothers y la Banca Schroeder Wagg han creado la Corporación Española de Financiación Internacional, que se propone tomar el control de diversas empresas españolas.

    Otras sociedades, que tienen intenciones parecidas, han sido igualmente formadas: la Anglo-Spanish Investments Trusts, la Espagne-Investissements, el Banco del Desarrollo Económico Español. Este último tiene por principales accionistas: la International Finance Corp. (U.S.A.), el grupo americano Morgan, la Barclay´s Bank de Londres, la Banca de Rothschild Hermanos de París, y el Deutsche Bank de Frankfurt».

  3. #3
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    Re: Ortodoxia económica en «un país en vías de desarrollo»: crecimiento-pleno empleo-

    Fuente: Cruzado Español, Número 268, 15 de Mayo de 1969, última página.



    EL SOCIALISMO FABIANO

    Por Santiago Jaime Illescas


    Hace ya tres cuartos de siglo que en Inglaterra alentaba un grupo de intelectuales socialistas, convencidos de que las doctrinas de Marx y Engels terminarían por imponerse al mundo sin remedio. Y aceptada esta fatalidad, era necesario librar, primero a la querida Britania, y después al mundo, de las molestias de un socialismo implantado por métodos revolucionarios.

    Había que introducir de manera gradual el socialismo para no alarmar a la gente, poco convencida de sus excelencias. Y para rendir la fortaleza de los «burgueses» –pensaron– ningún método mejor que el usado para combatir al púnico Aníbal por el General romano Quinto Fabio, quien siempre evitó el choque frontal, el enfrentamiento franco, para llevar al cartaginés a combatir en pequeños sectores aislados, hasta que el cansancio del enemigo, provocado por el constante y múltiple asedio, permitiera asestarle el golpe definitivo.

    Entre los componentes de ese histórico grupo estaban gente tan significada como Bernard Shaw; la teósofa loca, peligrosa, Annie Besant; Ramsay McDonald; y Sidney Webb, más tarde Lord Passfield, junto con su mujer Beatrice. Todos ellos inconcebiblemente adeptos, en mayor o menor grado, de la Gnosis, con sus extrañas creencias y prácticas.

    A la Sociedad Fabiana, fundada por los anteriores, que nunca tuvo más de 4.000 miembros, se le debe acreditar el éxito obtenido por el socialismo en Inglaterra, si fuera posible calificar aquello que allí está sucediendo como un éxito.

    La Sociedad Fabiana misma fue la máquina elaboradora de los planes socializantes encubiertos, y la escuela de entrenamiento para los dirigentes socialistas, escritores, oradores.

    El plan establecía que se había de hablar, para empezar, no de la implantación de un Estado socialista, sino de un «Estado de bienestar».

    La socialización se iría aplicando de un modo gradual, según las circunstancias lo fueran permitiendo.

    El movimiento fabiano evitaría, al introducirse, proponer la posesión por el Estado de la tierra y las industrias. Pero en cambio, sí, se trabajaría por que, lo más pronto posible, el Estado se apoderara de las grandes funciones esenciales: el crédito, la energía eléctrica, los transportes y los minerales básicos; el resto del sistema podría quedar en manos de los particulares, aunque sujeto a la planeación elaborada por el Estado.

    Se buscaría dominar a los dirigentes de las uniones gremiales para, por medio de ellos, dirigir la mente de los trabajadores.

    La rama política de la Sociedad Fabiana cooperaría con el Partido Liberal en el poder, hasta tanto adquiriera la fuerza suficiente para desplazarlo, como sucedió más adelante, cuando esa rama se había convertido en el Partido Laborista.

    Los componentes del grupo fabiano deberían introducirse en todos los organismos educadores, informadores y normadores de la opinión pública, e influir sobre sus miembros: maestros, clérigos, escritores.

    El plan tuvo un completo, y, diríamos, feliz desarrollo, si no fuera porque a él se debe, en grandísima parte, el acelerado descenso que en todos los órdenes ha sufrido Inglaterra; que, si no se ha hundido definitivamente, es gracias al auxilio económico de los contribuyentes capitalistas yanquis, que son, en resumidas cuentas, quienes pagan el costoso experimento. Y que pueden pagarlo por eso, porque son capitalistas. «Si hay una oración que el religioso socialista inglés debería dirigir a Dios todos los días es la de: “¡Dios salve a los Estados Unidos de caer en el socialismo!”», dice el estadounidense John T. Flynn en su obra The Road Ahead, muy recomendable para el animoso y joven diplomático yanqui que, en llegando, lueguito «se abrió de capa», vaticinando la próxima y feliz instauración del socialismo en todo el universo mundo.

    Sobre las diferencias existentes entre el socialismo fabiano y el socialismo bolchevique, basta ver lo escrito por el fabiano G. D. H. Cole en la Enciclopedia Británica, acerca de que: «la distinción entre el socialismo representado por los varios partidos socialistas y laboristas de Europa y América, y el socialismo representado por los rusos, es únicamente de táctica y estrategia, y no de objetivos. El comunismo (ruso, chino, etc.) no es sino el socialismo alcanzando por medios revolucionarios, que hacen de su método un artículo de fe».

    Por otro lado, Bernard Shaw, en su obra Fabian Essays in Socialism, asegura que el gigantesco experimento ruso necesariamente se inclinará cada vez más hacia el fabianismo. Y parece que esto es nada menos que el «revisionismo».

    Pero lo peor de todo fue que la Sociedad Fabiana extendió su acción hasta los Estados Unidos.

    Desde 1898, el matrimonio Webb recorrió los Estados Unidos para reforzar a la sociedad fabiana norteamericana, y para instruir a sus miembros sobre los mejores métodos de infiltración a emplearse en los medios estudiantiles y en los centros de enseñanza. Amén de sobre otras cosillas igualmente interesantes.

    El libro The Great Deceit, editado por la «Veritas Foundation», señala hasta qué punto el fabianismo, rebasando el nivel de las universidades, llegó a las altas esferas gubernamentales, como la Corte Suprema, «cuyas decisiones son de vital importancia para la supervivencia de los Estados Unidos como pueblo libre».

    Señala también la misma obra los peligros que ofrece para el mundo libre esta clase de comunismo solapado. Más peligroso que el comunismo franco, objeto de mayores repulsas, conforme pasa el tiempo, debido a los métodos brutales que usa para imponerse.

    La política incierta seguida por muchos dirigentes estadounidenses, favorable a los intereses del comunismo internacional, se explica por las influencias que ellos recibieron de los «cerebros» del fabianismo en las universidades de donde provienen.

    Los sociólogos izquierdistas, como George Elliot Howard, son los creadores, desde 1901, de la «Psicología Social», que no es sino la serie de procesos, conocida hoy como el «lavado cerebral», para hacer que los pensamientos y las acciones de los hombres se amolden a los planes socialistas.

    Con este ingenioso procedimiento fue como los comunistas embozados empezaron a desquiciar las mentes de los jóvenes estudiantes, para convertirlos en seres sin ideas propias, meros repetidores de los dogmas, y dóciles instrumentos de sus designios.

    Como dentro de los plantes fabianos estaba la conquista de los clérigos para su causa, no parece del todo infundada la creencia, externada por observadores católicos en varias partes de América, de que el fabianismo es el motor de los movimientos socializantes con membrete cristiano.

    Terminan los autores del libro arriba citado preguntándose si existe una dirección única del socialismo fabiano. Y, ante la duda existente, comparan a ese «submundo» con la Mafia siciliana. Dado que el fabianismo, igual que ella, «no existe como organización formal, no tiene cuarteles, no tiene generales, sede, estatutos escritos, ni listas de miembros». Gente es, ésa, que trabaja aisladamente o en grupos, cada uno de modo independiente; pero cooperando con todos los otros para orientar hacia sus propios intereses la vida económica de un área dada. «No es, por lo tanto, una sola Mafia, sino una infinita red de mafias».

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    Re: Ortodoxia económica en «un país en vías de desarrollo»: crecimiento-pleno empleo-

    Fuente: La Vanguardia, 31 de Julio de 1977, página 29.



    El Banco Mundial concede su último crédito a España


    Madrid, 30.– El crédito que el Banco Mundial ha concedido a España por valor de 18 millones de dólares, destinados a financiar parcialmente un plan del Ministerio de Industria para desarrollar la investigación tecnológica y reducir la dependencia del exterior en este campo, es el último crédito que recibirá nuestro país del banco.

    El Banco Mundial tiene como finalidad ayudar a los países en vías de desarrollo, y considera que España es un país desarrollado.– Europa Press.

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