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Tema: Historia de la Iglesia en Alemania (1816-1950): el 'Kulturkampf', Bismarck, etc.

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  1. #1
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    Re: Historia de la Iglesia en Alemania (1816-1950): el 'Kulturkampf', Bismarck, etc.

    E) Resistencia católica. El Zentrum.

    Las leyes ataban bien todos los cabos y no escatimaban penas: deposición, confiscación, prisión, internamiento, destierro. Pero también la resistencia católica se organizó. Es cierto que las parroquias y los obispados vacantes se multiplicaban; en 1874 fueron internados los obispos Ledokowsky, de Gnesen-Posen; Eberhardt, de Tréveris,y Melchers, de Colonia. En 1875 fueron depuestos Martin, de Paderborn y Förster de Breslau; en 1876, Brinckmann, de Münster, y el arzobispo de Colonia, y en 1877, Blum, de Limburgo. Pero Roma había provisto a toda eventualidad; cada obispo debía transmitir a la Santa Sede una lista de sacerdotes que sucesivamente substituirían en la administración de la diócesis a los que iban cayendo víctimas de la persecución. También envió 380 ejemplares de facultades con dispensas matrimoniales para cierto número de deanes. De esta suerte se gobernaban las diócesis.

    Providencialmente, el Zentrum contaba en el parlamento con cuatro personalidades de alta talla: l. Windhorst, llamado Pequeña Excelencia, de gran habilidad polémica, muy temible en las disputas parlamentarias; Hermann von Mallinkrodt y los hermanos Pedro y Augusto Reichensperger. La orden del jefe Windhorst fue de resistencia pasiva.

    Las elecciones de 1877 demostraron que el Canciller de Hierro comenzaba a flaquear, ya que el partido liberal perdió 25 puestos. León XIII, al subir al trono en 1878, anunció su elección al Emperador manifestándole el dolor de la lucha y el deseo de reanudar las relaciones.

    Efectivamente, Bismarck, con pasmo de todos, se entrevistó con mons. Mazella, nuncio de Munich, en Kissingen; se puso al habla con el cardenal secretario Franchi, y en 1879 inició las negociaciones oficiales con Jacobini, nuncio en Viena. También el Papa, en un breve al obispo de Colonia, indicaba su disposición a hacer algunas concesiones. Por táctica política, Bismarck pretextaba no tener prisa y que solo se trataba de un modus vivendi. Empezó por presentar algunos proyectos de arreglo; pero el Zentrum los rechazaba por insuficientes. En 1882 se presentó un proyecto de ley que pasó por encima del gobierno gracias al Zentrum en unión de los conservadores. En él se autorizaba al gobierno a llamar a los obispos depuestos.

    Bismarck había dicho solemnemente a los embajadores en 1872: Nosotros no iremos a Canosa, aludiendo a la humillación del medieval Enrique IV. Pero lo cierto es que poco a poco iba caminando hacia Canosa. Entre el Vaticano y Bismarck se iba acortando la distancia.

    Bismarck hacía a León XIII el honor de elegirle como árbitro en la cuestión con España sobre las Islas Carolinas, y a su vez, León XIII resolvía amigablemente el conflicto de Colonia, creando a Melcherscardenal de curia y nombrando en su lugar para arzobispo de Colonia a Krementz, que era grato al Canciller de Hierro. Falk, ministro de cultos, hubo de dimitir en 1879. Los obispos volvieron a las diócesis. Por fin, en 1886 se llegó a una revisión de las leyes de mayo: se suprimieron los tres años de estudio universitario para los seminaristas y el examen de Estado, se permitió la apertura de seminarios y convictorios para su formación, y quedó suprimido el derecho de apelación.

    Bismarck quería subordinar la revisión de estas leyes al apoyo que le prestara el Zentrum en su plan septenal militar y acudió con esta pretensión al Vaticano; pero Windhorst se opuso, alegando que el Zentrum no obedecía al Papa en cuestiones meramente políticas. De este modo supo eludir el compromiso.

    En 1887 se vio a otra revisión de las leyes de mayo; el artículo 5º autorizaba al ministerio para abrir la puerta de Prusia a las órdenes religiosas. Efectivamente, en 1894 entraron los redentoristas y padres del Espíritu Santo, si bien el Consejo federal mantuvo todavía la ley contra los jesuitas.

    Bismarck perdió el favor y la confianza del Emperador y, desde 1890 hasta 1898, en que murió, llevó una vida oscura y retirada de todo cargo público.

    (continúa)
    Última edición por ALACRAN; 13/02/2019 a las 18:30
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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    Re: Historia de la Iglesia en Alemania (1816-1950): el 'Kulturkampf', Bismarck, etc.

    4. Cambio de Siglo.

    Los efectos de esta persecución fueron en gran parte benéficos, pues la Iglesia quedó libre del servilismo josefinista y febroniano y se acostumbró a volverse hacia Roma, y los católicos se organizaron magníficamente. El nuevo emperador Guillermo II (1888-1918) aunque protestante, se mostró comprensivo y partidario del orden; se comenzaba a temer al socialismo. En este sentido, reinó cierta armonía entre el gobierno y el Zentrum para bien del catolicismo y de la cuestión social.

    Sin embargo, aparecían ciertos puntos oscuros; los católicos alemanes se quejaban de ciertas trabas puestas por el Estado a su actividad, y en la provisión de funcionarios públicos reinaban ciertas preferencias protestantes y prusianas en concreto. En algunos Estados había poca tolerancia religiosa; en el Este alemán, la prusificación se confundía con la protestantización, y en las escuelas iba mermando el influjo católico. El Zentrum presentó en 1892 una ley sobre las escuelas, y en 1900 un proyecto de tolerancia; pero fueron rechazados por el Reichstag.

    Hubo algunos roces internos de bastante consideración: la tendencia denominada Reformkatholicismus, suscitada en 1897, y que no hay que confundir con el modernismo, siendo tan sólo el ala opuesta del integralismo; la cuestión del arte por el arte, de que tanto se disputó en 1898, y la controversia sobre el carácter del partido del Zentrum, que apasionó los ánimos en 1906; pero, sobre todo, el problema de la confesionalidad o aconfesionalidad de las asociaciones obreras entre la tendencia de Berlín y la exigencia de Colonia, consumió mucha tinta y tiempo. Ya indicamos cómo resolvió esta cuestión Pío X en su encíclica Singulari quadam, de 1912.
    Otro punto de divergencia en el seno del catolicismo lo ofrecieron las diversas corrientes modernistas e integristas en las ciencias eclesiásticas que, sin embargo, en Alemania no tuvieron el carácter agudo de otros países.

    Y vino la Primera Guerra europea. Mucho tuvo que sufrir la Alemania católica; la paz de Versalles privó al Reich de unos cuatro millones y medio de católicos. Además, la miseria y la desesperación arrojaron a muchos en brazos del socialismo con la revolución de 1918; la religión pareció naufragar como partidaria del antiguo régimen. Pero Alemania con el auxilio del Zentrum y de todos los católicos y conservadores halló su camino, y en la Constitución de Weimar de 1919, salió el nuevo Estado, en que la religión tenía su puesto; los artículos relativos a la Iglesia fueron un compromiso entre los partidarios socialdemócratas y los burgueses, si bien sonaban a separación entre Iglesia y Estado. Es decir, que quedaba roto el sistema antiguo protestante de supremacía del Estado en materias religiosas y quedaba asegurada la libertad de creencias y conciencias. El Estado se declaraba neutral en este punto. Por lo tanto, el catolicismo salió ganando en libertad e igualdad.

    Pronto se fueron estableciendo institutos religiosos, especialmente la Compañía de Jesús, que en el destierro había desarrollado una admirable labor científica.

    En vez de la nunciatura prusiana, se estableció en 1920, la nunciatura para Alemania en Berlín. Mons. Eugenio Pacelli (futuro Pío XII), que desde 1917 era nuncio en Munich, se trasladó a Berlín. En 1924, se firmaba un concordato con Baviera; en 1929, otro con Prusia y, en 1932, otro con Baden.
    Última edición por ALACRAN; 22/02/2019 a las 18:33
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

  3. #3
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    Re: Historia de la Iglesia en Alemania (1816-1950): el 'Kulturkampf', Bismarck, etc.

    El nacionalsocialismo.

    A principios de 1933, sucedió en Alemania otra revolución: la revolución nazi. Era el triunfo de la reacción contra el tratado de Versalles y contra la revolución marxista de 1918. El 30 de enero de 1933, el presidente Hindenburg llamó a Adolfo Hitler al cargo de canciller del Reich. En las elecciones de marzo obtenía el partido el 44% de los escaños; muy pronto el nacionalsocialismo era dueño de todo el Reich. De igual manera que el fascismo en Italia, el nazismo tendía al totalitarismo estatal; era enemigo declarado del parlamentarismo, de la democracia, del liberalismo, del judaísmo y del marxismo.El peligro estaba en la exageración de los derechos del Estado y de las ideas racistas; muchos de sus corifeos sostenían un crudo paganismo en materia religiosa.

    A su empuje tuvieron que disolverse los demás partidos, aun el Zentrum (1930-32), que desde 1917 había prestado excelentes cancilleres al Reich como Brüning. En este nuevo estado de cosas se imponía otro arreglo con la Santa Sede: el 20 de julio de 1933 se llegó al Concordato con el Reich nazi. En teoría, el concordato era excelente y salvaguardaba los intereses de ambos poderes, así como la libertad de la religión. En la práctica, las cosas fueron por otros derroteros. Pío XI, en su encíclica de 1937, Mit Brennender Sorge, indicaba las grandes preocupaciones de la Santa Sede por la suerte del catolicismo en Alemania, sometido a una sorda y a veces brutal persecución legal. Con cualquier pretexto, por las vías de la policía o de la fuerza, se violaban los más sacrosantos derechos de la familia y de la Iglesia.

    Terminada la guerra en 1945, con la humillación más absoluta del nacionalsocialismo, la desaparición trágica de Hitler y la mayor catástrofe que ha sufrido Alemania a lo largo de la historia, se han reconocido detalles sumamente significativos sobre la persecución religiosa realizada por los nazis. El mismo romano pontífice Pío XII, con su palabra autorizada, ha expresado todo el horror que le producían las horribles vejaciones de que se hizo objeto a la Iglesia católica. En su alocución de 2 de junio de 1945 afirmaba: "Los hombres del nacionalsocialismo procuraban sistemáticamente la destrucción de las organizaciones católicas, públicas y privadas; la opresión ejercida sobre la conciencia de los ciudadanos, en especial de los empleados del Estado; la denigración sistemática, mediante una propaganda artera y rigurosamente organizada, de la Iglesia, del clero, de los fieles, y de sus instituciones, su doctrina y su historia; el cierre, la disolución y la confiscación de casas religiosas y otros institutos eclesiásticos y, finalmente, el aniquilamiento de la prensa y de la actividad editorial católica.

    Ahora bien, esto no era una exageración producida por el fanatismo de unos funcionarios o secuaces del régimen; era el resultado de una doctrina y el plan de su actuación. Así como afirmaba uno de sus más significados dirigentes, el plan del racismo iba “dirigido contra todos los católicos que confiesan su sumisión a la Iglesia romana”. En su ideología enteramente naturalista y pagana, se sentían, como dice el mismo dirigente Hauer, “amenazados por el catolicismo político, que no reconoce las ideas del Estado totalitario ni la teoría de la raza, necesarias para una Alemania pura y triunfante”. Mucho más dramáticamente lo expresó el célebre Rosenberg, quien en su obra “El mito del siglo XX” trataba de desacreditar y destruir al cristianismo y a la Iglesia católica.

    El catolicismo, por su parte, ha dado durante este tiempo las pruebas más evidentes de su entereza y vitalidad. Ya Pío XI en la citada encíclica Mit Brennender Sorge daba gracias a los católicos por la valentía con que defendían sus convicciones cristianas. A lo largo de la guerra y de toda la lucha frente al nacionalsocialismo, fueron apareciendo multitud de héroes católicos del temple del jesuita P. Rupert Meyer, de Munich. En diferentes ocasiones, hubo de correr sangre de mártires. Es digna de particular elogio la conducta del episcopado, dos de cuyos más significados representantes fueron el cardenal Faulhaber de Munich y el obispo (luego cardenal) Von Galen, de Münster.

    Conviene notar la conducta del episcopado alemán, que ha insistido en sus conferencias de Fulda y sus pastorales comunes, en las prácticas para la vida cristiana en nuestros tiempos, particularmente las de 1947 a 1950. Los grandes congresos de Katholikentage han vuelto a reanudarse. El catolicismo gozó de más libertad. La Sociedad Görresiana para el fomento de las ciencias ha vuelto de nuevo a la vida. La prensa y publicaciones científicas católicas aparecían ya en nuevo apogeo y avance manifiesto. Solo en la Alemania Oriental comunista tropezaba el catolicismo con insuperables dificultades.
    Última edición por ALACRAN; 22/02/2019 a las 18:45
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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