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Tema: Hay “otro” bicentenario

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  1. #1
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    http://diariocorreo.pe/ultimas/notic...istorico-sobre

    15:47 | Guayaquil - El historiador colombiano Armando Martínez hizo un descubrimiento en el Archivo Nacional de Ecuador que podría modificar la historia.
    En una caja no clasificada de número 595 halló un documento de puño y letra de José Gabriel Pérez, quien fuera secretario de Simón Bolívar, en donde se relata los detalles de la entrevista del 26 de julio de 1822 entre San Martín y el Libertador en Guayaquil.
    Según universo.com, el documento fue encontrado durante una investigación para el programa de posdoctorado en Historia de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador, que desarrolla el investigador, Armando Martínez.
    El rector de esta Universidad y también historiador, Enrique Ayala, explicó que este documento es una especie de "wikileaks reservado" de la época republicana y habla sobre el contenido de la entrevista entre el protector del Perú, José de San Martín y el Libertador Presidente de Colombia, Simón Bolívar.
    Sobre el encuentro se ha generado un inconcluso debate. Se presume que fue "secreta", que lo que allí dijeron sus protagonistas se llevaron a la tumba. Así, se han escrito desde documentos apócrifos preparados para el efecto hasta versiones de ficción literaria sobre el hecho, según Ayala Mora.
    El informe sobre esta reunión se redactó el 29 de julio de 1822 y se envió en una carta al general Antonio José de Sucre, entonces Intendente de Quito. Consta en el libro "copiador" del secretario general de Bolívar, que era como 'la sombra' de Bolívar y hasta ahora era desconocida por la historiografía latinoamericana.
    Los libros "copiadores" son aquellos que se conservan en la oficina de origen como respaldo a la correspondencia en épocas en que no había papel carbón, fotocopias o microfilms.
    El historiador colombiano explicó que en ese documento se establece que la temática principal giró sobre el liderazgo geopolítico del Perú.
    "El general San Martín estaba desengañado de sus generales que lo habían acompañado desde Argentina y consideraba que lo habían abandonado en Lima. Como estaba listo para retirarse de la escena política e irse a Mendoza (Argentina) quería dejar instaladas las bases del nuevo gobierno que merecía el Perú. Él consideraba que allí no debería instalarse un gobierno democrático porque allí no convenía, sino consideraba que desde Europa debía llegar un príncipe solo y aislado a mandar en el Perú".
    Sin embargo, de acuerdo a este documento, Simón Bolívar contesta que esto "no conviene a la República de Colombia, ni conviene la introducción de príncipes europeos (...) y que él se opondría si pudiera pero no lo va a hacer porque respeta las determinaciones que adopten los peruanos".
    Bolívar propuso en esta conversación la creación de la Federación de Estados Americanos como la base de la existencia de Sudamérica. La sede sería Guayaquil por la posición equidistante del continente. Este propósito no se pudo concretar después por la resistencia del Perú. A esta Federación, Bolívar creía que Chile debía entrar pero no Argentina por las disputas internas y guerras civiles.
    El informe dice que esta reunión fue privada, no oficial y por lo tanto no tenía un objetivo político, ni militar.
    El origen del documento parece ser que durante la década de 1970 se recibió en el Archivo quiteño una donación de cinco volúmenes de documentos de la primera mitad del siglo XIX que fueron agregados al final del fondo especial.
    El Tercio de Lima dio el Víctor.

  2. #2
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    Cita Iniciado por Ordóñez Ver mensaje
    Guayaquil: Revelan documento histórico sobre generales Bolívar y San Martín - Correo

    15:47 | Guayaquil - El historiador colombiano Armando Martínez hizo un descubrimiento en el Archivo Nacional de Ecuador que podría modificar la historia.
    En una caja no clasificada de número 595 halló un documento de puño y letra de José Gabriel Pérez, quien fuera secretario de Simón Bolívar, en donde se relata los detalles de la entrevista del 26 de julio de 1822 entre San Martín y el Libertador en Guayaquil.
    Según universo.com, el documento fue encontrado durante una investigación para el programa de posdoctorado en Historia de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador, que desarrolla el investigador, Armando Martínez.
    El rector de esta Universidad y también historiador, Enrique Ayala, explicó que este documento es una especie de "wikileaks reservado" de la época republicana y habla sobre el contenido de la entrevista entre el protector del Perú, José de San Martín y el Libertador Presidente de Colombia, Simón Bolívar.
    Sobre el encuentro se ha generado un inconcluso debate. Se presume que fue "secreta", que lo que allí dijeron sus protagonistas se llevaron a la tumba. Así, se han escrito desde documentos apócrifos preparados para el efecto hasta versiones de ficción literaria sobre el hecho, según Ayala Mora.
    El informe sobre esta reunión se redactó el 29 de julio de 1822 y se envió en una carta al general Antonio José de Sucre, entonces Intendente de Quito. Consta en el libro "copiador" del secretario general de Bolívar, que era como 'la sombra' de Bolívar y hasta ahora era desconocida por la historiografía latinoamericana.
    Los libros "copiadores" son aquellos que se conservan en la oficina de origen como respaldo a la correspondencia en épocas en que no había papel carbón, fotocopias o microfilms.
    El historiador colombiano explicó que en ese documento se establece que la temática principal giró sobre el liderazgo geopolítico del Perú.
    "El general San Martín estaba desengañado de sus generales que lo habían acompañado desde Argentina y consideraba que lo habían abandonado en Lima. Como estaba listo para retirarse de la escena política e irse a Mendoza (Argentina) quería dejar instaladas las bases del nuevo gobierno que merecía el Perú. Él consideraba que allí no debería instalarse un gobierno democrático porque allí no convenía, sino consideraba que desde Europa debía llegar un príncipe solo y aislado a mandar en el Perú".
    Sin embargo, de acuerdo a este documento, Simón Bolívar contesta que esto "no conviene a la República de Colombia, ni conviene la introducción de príncipes europeos (...) y que él se opondría si pudiera pero no lo va a hacer porque respeta las determinaciones que adopten los peruanos".
    Bolívar propuso en esta conversación la creación de la Federación de Estados Americanos como la base de la existencia de Sudamérica. La sede sería Guayaquil por la posición equidistante del continente. Este propósito no se pudo concretar después por la resistencia del Perú. A esta Federación, Bolívar creía que Chile debía entrar pero no Argentina por las disputas internas y guerras civiles.
    El informe dice que esta reunión fue privada, no oficial y por lo tanto no tenía un objetivo político, ni militar.
    El origen del documento parece ser que durante la década de 1970 se recibió en el Archivo quiteño una donación de cinco volúmenes de documentos de la primera mitad del siglo XIX que fueron agregados al final del fondo especial.

    Aquí hay un video que habla del tema.




  3. #3
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    Muy buenos aportes, Mexispano.

    Esto recién empieza.
    Mexispano dio el Víctor.



    Imperium Hispaniae

    "En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."







  4. #4
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    Cita Iniciado por Erasmus Ver mensaje
    Muy buenos aportes, Mexispano.

    Esto recién empieza.

    Y lo que falta.

    A ver, que les parece esto








    Proclama de los tlaxcaltecas, invitando a los indios de la Nueva España para resistir a Napoleón.

    Tlaxcala a 4 de junio de 1810.
    NÚMERO 18 - Tomo II



    Muy poderoso señor.—

    Si todas las ciudades de este vasto continente deben manifestar su lealtad a nuestro amado rey y señor Don Fernando VII, (que Dios guarde) ¿cuánto más obligada lo estará Tlaxcala, que como la primera de ellas ha sido con frecuencia regraciada por la piedad de nuestros soberanos monarcas, en premio del vasallaje que rindió pronta y gustosa a la corona de España? Sí, poderoso señor, esta misma Tlaxcala es la que al cabo de doscientos noventa y un años de aquella feliz época, tiene hoy el distinguido honor de renovar a los pies del dosel de vuestra alteza su constante e indudable lealtad, y de protestar bajo el más solemne y religioso juramento, que por Dios nuestro señor y los santos evangelios, presta en las poderosas manos de vuestra alteza que quiere (y lo quiere absolutamente) morir bajo la distinguida apreciada dominación de su amado rey y señor Don Fernando VII; justificado gobierno del Real Consejo de Regencia que en su soberano nombre manda, y de la alta protección de vuestra alteza.

    Admita pues vuestra alteza en las actuales circunstancias que el despreciable e impío José Bonaparte intenta seducir a los habitantes de este dilatado imperio, nuestra fiel sincera protesta, nacida de unos corazones humillados a la corona de España; dígnese elevar nuestros constantes propósitos y homenajes a los sagrados pies del trono; y en calificación de nuestra incorruptible y firme lealtad, tenga vuestra alteza la de oír la adjunta respuesta que el gobernador de naturales, dio a la proclama de 24 de abril último, que con sumisa reverencia pasamos a sus supremas manos.—

    Dios guarde la alta persona de vuestra alteza los muchos años que para su mejor gobierno necesita este opulento y dilatado reino.



    Sala capitular de la muy noble, insigne y siempre leal ciudad de Tlaxcala a 4 de junio de 1810.—

    José Muñoz.—
    Don Juan Tomás Altamirano.—
    Don Juan Faustino Magiscatzin.—
    José Martín de Molina.—
    don Mariano Francisco Vázquez.—
    Tomás Ruiz.—
    Licenciado José Daza y Artazo.—
    Diego Vicente de Lisa.—
    Manuel María Sánchez y Toraez.—
    Nicolás José Rugerio.—
    Don José Maria de Aro.—
    Francisco de Torres Torija.



    Respuesta que después de haber leído en la sala capitular del palacio de la muy noble insigne y siempre leal ciudad de Tlaxcala la proclama del excelentísimo e ilustrísimo señor virrey, que fue de este reino doctor don Francisco Javier de Lizana, fecha 24 de abril del presente año de 1810, dio a nombre del ilustre ayuntamiento y su provincia, don Juan Tomás Altamirano, gobernador de naturales y administrador de sus propios y rentas en 17 de mayo, después de haberse recibido el día anterior 16 del señor presidente coronel don José Muñoz, gobernador político y militar de esta ciudad y provincia, del muy ilustre cabildo y demás autoridades de toda ella, el juramento de fidelidad y obediencia al soberano Consejo de Regencia de España e Indias, en representación de la augusta real persona de nuestro muy amado monarca y señor Don Fernando VII de Borbón el católico.



    Señor gobernador presidente.—

    No ha olvidado ni olvidará jamás Tlaxcala el feliz día 23 de septiembre de 1519 en que dando a todo el orbe evidente testimonio de su fidelidad a la augusta corona de España, tuvo la incomparable dicha de que rayase en su extendido territorio la sagrada luz del Santo Evangelio.

    Sí señor, aquel asombroso día que nuestros amados hermanos los españoles, y su incomparable caudillo Hernando, consiguieron de nuestros bizarros ascendientes, una paz con circunstancias de triunfo tan durable y de firmes esperanzas para la universal conquista de esta Nueva España se conserva indeleble en nuestros anales, y constante en nuestra fidelidad, y humilde reconocimiento al católico monarca.

    Somos los tlaxcaltecas tan puntuales en seguir y venerar las máximas y ejemplos de nuestros mayores, que sin duda está impresa y vinculada en la sangre que nos circula la loable costumbre de no prescindir de ellos.
    En aquel venerable consistorio de nuestros sabios ancianos, donde el senado, después de controvertido el punto difusamente por todos sus aspectos, resolvió ceder y transmitir sus derechos, territorios y propiedades a la monarquía española.

    Derramaron nuestros venerables mayores (quizá movidos de superior impulso) todas las máximas que algún día debían servir de regla inalterable, y fija a sus sucesores y descendientes.

    Ellos conocieron por los vaticinios y señales del cielo, que habían precedido, era llegado el tiempo en que cesando la idolatría, debía darse culto al verdadero Dios, creador único de cielos y tierra, confirmando este conocimiento con abrazar la fe católica y recibir los primeros las sagradas aguas del bautismo.

    Ellos nos prescribieron con riguroso mandato, y casi espantoso anatema la constante y firme lealtad, que debemos guardar y profesar al rey católico de España, y a sus legítimos sucesores calificando esto con los poderosos auxilios de todas clases, y numerosas tropas que pródigamente franquearon a su predilecto Cortés para la conquista.

    Y ellos por último dejaron vinculada como herencia en nuestros corazones la firme resolución de morir primero antes que faltar a la divina religión que profesamos, y al soberano monarca que gustosa y rendidamente obedecemos.

    De aquí es que en puntual observancia de esto, yo y los cuatro alcaldes de las ilustres cabeceras de que se compone esta provincia, enseñamos continuamente a todos los naturales o hijos que la verdadera católica religión es el sólido fundamento en que estriban y permanecen las repúblicas; que sin ella no hay estado seguro; que el temor santo de Dios es la base de la justicia y equidad de donde dependen las sabias y buenas leyes que nos gobiernan; que en un estado o república no conviene más que un culto, porque la variedad de ellos es un semillero de discordia, que produce la división tarde o temprano.

    (¡Oh Francia, tú que has visto por tus propios ojos tan sangrientas tragedias en tu reino, por esta causa, no puedes negarlo!) Que sólo la verdadera católica religión tiene derecho de establecerse en todas partes sobre las ruinas de la superstición porque sólo ella lleva consigo el carácter de santa, y las infalibles pruebas de su verdad, y que esta puntual observancia apoyada sobre la constante lealtad al soberano es el verdadero sistema en que han de vivir y permanecer.

    Así siente y enseña, ilustre señor presidente, este nobilísimo ayuntamiento, y así está cuidadosamente educada por nosotros toda la valerosa nación tlaxcalteca, la que protesta estar pronta a derramar gustosa toda su sangre en defensa de nuestro amado monarca el señor don Fernando VII (que Dios guarde) prometiendo como lo tiene jurado, que nunca reconocerá por su rey, dueño y señor, a otro que su augusta real persona, al que de la distinguida casa de Borbón legítimamente le sucediere, o al Real Consejo de Regencia, en quien se reúne actualmente la potestad regia.

    Ya ha oído vuestra señoría los verdaderos y sólidos fundamentos en que se apoya nuestro justo procedimiento: ahora dígnese prestarme su prudente atención, para que le manifieste nuestros firmes propósitos e irrevocables sentimientos sobre la proclama que se nos acaba de hacer saber.

    En el escandaloso y procaz procedimiento actual de la Francia, que precisamente ha de constituir una vergonzosa época a esta infeliz nación en los anales del tiempo, el oprobio que más sobresale, y la tizna al mirar el dilatado cuadro de sus inmensas maldades es el desprecio con que su intruso héroe, o tirano emperador Napoleón, mira, trata y atropella a nuestra santa católica religión: siguiendo después su calificada e insaciable codicia, que lo induce y arrastra miserablemente a la infame solicitud, con que sin omitir intriga alguna de cuantas puede inventar la maldad pretende por medio del engaño, sorpresa y mala fe, hacerse dueño y señor de todos los cetros de Europa para colocar a sus hermanos y otros confidentes de su iniquidad.

    Dejo aparte esforzar la admiración que causa contemplar a un hombre que levantado, del polvo de la nada de la tierra (por más que hayan dicho sus aduladores para esclarecerlo) de la más obscura estirpe, intente llevar al cabo, o consumar tan difícil empresa, pues tal intento, aunque esfuerce mis débiles combinaciones registrándolo por todos sus ángulos, no le hallo otro principio que una superior y sobrenatural permisión que lo toma por instrumento, tolerando sus maldades para castigar a los hombres que han provocado con las suyas a la soberana justicia, puesto que los grandes efectos que hemos visto en esta parte, no pueden atribuirse a causas ordinarias; y paso a contraerme solamente a las ridículas promesas e insultantes castigos con que nos amenaza su tirano hermano José.

    Este alucinado hombre, de cuyo título le contemplo indigno, pues por su asquerosa lascivia, le conviene mejor el de bestia, se esfuerza desdichadamente en sus atrevidas y ridículas proclamas a tratarnos como iroqueses y hotentotes, por la avilantez, con que por medio de sus infelices emisarios las ha introducido, y los ridículos y falsos datos de que desgraciadamente se vale para reducirnos, los cuales tan lejos están de conseguirla que sólo han granjeado en el concepto de mi nación, el desprecio, ludibrio y abominación.

    Desestima pues Tlaxcala, y los ciento y diez pueblos de que se compone su dilatada provincia, las promesas con que ese villano, intruso corso intenta alucinarnos, contemplándolas como fruslerías, que sin hacernos la más leve impresión las ponemos en el grado del más ínfimo desprecio: ¡qué debilidad! ¡qué ignorante flaqueza! Introducirse a hablarnos como soberano, con expresiones de que se avergonzaría usar el más estúpido y villano esportillero...

    ¿Tan ajeno de razón y de combinaciones nos contempla ese casta de víbora, que no medite han de originar sus ofertas en nosotros la mayor irrisión; pues antes de darles asenso hemos de recordar sus inicuos e infames procederes con nuestros amados hermanos los de la antigua España? ¡Oh cómo se engaña y se engañan con él los pérfidos traidores que están a su lado! Bien conoce por experiencia alguno de ellos la propensión y carácter de los tlaxcaltecas, incapaces de corromperse ni arredrarse nunca, y mucho menos cuando median los altos respetos de religión, rey, y patria, y podía haberlo desengañado; pero la nota general que deprime falsamente la racionalidad de los indios, lo indujo desde luego a contemplarlos como ignorantes, sin reflejar que verdaderamente no lo son, y que los tlaxcaltecas hacen punto de honor y alarde, de ser en todo exactos imitadores de las costumbres, pundonor y manejo de sus amados los españoles.

    No señor, no hay que temer ni remotamente por nuestra parte, todos, todos constantemente profesamos el carácter, lealtad y buena fe española, y por propensión íntima de nuestra sangre aborrecemos y detestamos hasta el nombre de francés; a más de que estamos sólidamente cerciorados del sistema que se ha propuesto el intruso y pérfido José, de acuerdo con su vil hermano Napoleón, y sabemos positivamente que sólo los anima una insaciable codicia, que los pone en vergonzoso paralelo con los más cautelosos ladrones, y que nuestra opulenta y feraz América, es el punto de atribución a donde se dirigen las líneas de sus diabólicas maquinaciones.

    ¿Mas para qué me esfuerzo?

    Todo el mundo tiene noticia por la historia, de la lealtad tlaxcalteca, y ella aunque el infierno se conjure, no, no faltará jamás con el amparo divino y de su celestial patrona de Ocotlán, (en quien vincula todas sus esperanzas de defensa) a su santa religión, católico amado rey e ilustre patria, procurará, sí, mantener hasta el último aliento su concepto, y también con vigor concitará toda la nación indiana de esta América occidental, para que la acompañe en sus firmes resoluciones y propósitos...

    Imperial México, que eres cabeza y metrópoli de ella, esclarecidos gobernadores de las valerosas parcialidades de Santiago y San Juan, indios bizarros de las demás ciudades, provincias y pueblos de este dilatado y opulento continente, Tlaxcala, que es decir, la primera ciudad de este nuevo mundo, logra hoy la satisfacción de dirigiros la voz de la razón desde su retiro, por las urgentes circunstancias con que se intenta por un loco enemigo obscurecer nuestras glorias: alarma indios vigorosos, contra el tirano opresor de nuestra querida España que pretende también serlo nuestro, mirad que solicita con proclamas seductoras engañaros, Tlaxcala os lo asegura bajo de su palabra de honor.

    Ea pues, alerta caros compatriotas contra sus astucias y suspicaz malicia, empuñemos valerosos nuestras acostumbradas armas, uníos hermanalmente con nosotros que estamos ansiosos y prontos a ayudaros, e imitando a nuestros valientes españoles, cubramos y sostengamos los puntos a donde el sabio gobierno, que actualmente rige, nos destine: muera José Bonaparte y todos sus infames secuaces y satélites, y defendamos animosos mirando el impávido rostro de la muerte con majestuosa serenidad, y contemplándola como medio adecuado para adquirir la eterna felicidad, defendamos digo, indios intrépidos de la América occidental, a nuestra católica, única y santa religión con su apostólica cabeza, a nuestro justamente amado rey, dueño y señor don Fernando VII, y a nuestra dulce, opulenta y querida patria.—

    Dice don Juan Tomás Altamirano.





    Fuente:

    J. E. Hernández y Dávalos. Historia de la Guerra de Independencia de México. Seis tomos. Primera edición 1877, José M. Sandoval, impresor. Edición facsimilar 1985. Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana. Comisión Nacional para las Celebraciones del 175 Aniversario de la Independencia Nacional y 75 Aniversario de la Revolución Mexicana. Edición 2007. Universidad Nacional Autónoma de México.

    Versión digitalizada por la UNAM: Proyecto Independencia de M




    Fuente:

    Proclama de los tlaxcaltecas, invitando a los indios de la Nueva Espaa para resistir a Napolen.
    Hyeronimus y MexicoCatolico dieron el Víctor.

  5. #5
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    4 DE OCTUBRE, DIA DE LA INDEPENDENCIA DEL URUGUAY


    4 de Octubre, una fecha que para muchos pasara de largo, pero es un dia como hoy pero de 1828, donde se ratifica la Convención Preliminar de Paz celebrada en Rio de Janeiro (si amigos, nuestra Independencia no fue en la Florida sino fue acordada, en Río de Janeiro) el 28 de Agosto del mismo año.

    La Convención, presidida por el Emperador Dom Pedro I del Brasil (masón), y firmada por dos porteños: Juan Ramón Balcarce (masón) y Tomás Guido (masón), y 3 brasileños: Marqués de Aracaty (masón), Jósé Clemente Pereira (masón) y Joaquín de Oliveira Alvarez (masón), y si, no había ningún "oriental" en aquella pomposa victoria de los Intereses Británicos.

    El articulador de todo, nuestro amigo, Prócer del Uruguay y de los uruguayos, Lord Ponsonby, que tiene una placa en Montevideo y una calle, que se la pasamos a mostrar en imágenes.

    La placa, ubicada cercana al obelisco de los Constituyentes donde muere la avenida 18 de Julio (principal arteria montevideana), el obelisco esta protejido por la calle "Lord Ponsonby" en un lado, junto con la calle "Lord Canning" por el otro lado, entre el medio del obelisco y las 2 calles, hay 2 placas, una con la cara de Canning en su honor, y otra con la cara de Ponsonby, hábil diplomático que se encargo de amputar y segregar de la Argentina la Banda Oriental, creando un Estado Tapón ("Buffer State" lo llamo el) entre Brasil y Argentina: El Uruguay.



    Lord Ponsonby.jpg




    Fuente:

    https://es-la.facebook.com/nomasmentirasuruguay

    GiulioRudolph dio el Víctor.

  6. #6
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    EL ABRAZO DE AYACUCHO

    Antes de iniciarse la decisiva batalla de Ayacucho, que selló el fin de las guerras de independencia de Hispanoamérica, los jefes de ambos ejércitos acordaron que 80 hombres de cada bando, parientes de primer grado, se... acercasen al centro del campo para poder saludarse antes de matarse cordialmente. Pudo verse a hermanos enfrentados abrazándose entre sí, o padres que eran oficiales en el ejército del Rey abrazándose con sus hijos que luchaban en las tropas independentistas.

    Unas últimas palabras, "No ataques por mi flanco, hermano", "Esos malditos libros franceses..." "Cumpla con su deber, hijo", "Estoy orgulloso de usted, padre"... Luego el acero, el fuego, el polvo y la sangre.

    Algunas semanas después, en el Parlamento inglés, el Primer Ministro Canning dirá eufórico, frotándose las manos: "La cosa está hecha, el clavo está puesto. Hispanoamérica es libre y si nosotros no gobernamos tristemente nuestros asuntos, será inglesa".


    ayacucho.jpg




    Fuente:

    https://es-la.facebook.com/pages/El-...20078674699744

  7. #7
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    En Buenos Aires una importante avenida se llamaba Canning hasta que se lo cambiaron por Scalabrini Ortiz, en homenaje al escritor e historiador peronista Raúl Scalabrini Ortiz, quien denunció en algunas de sus obras los intereses británicos en el Río de la Plata. Igual sigue habiendo una localidad llamada Canning cerca de donde vivo.

    Bien decía el padre Castellani que todos los que tienen monumentos en Buenos Aires están en el infierno (lo mismo para otras capitales hispanoamericanas).



    Imperium Hispaniae

    "En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."







  8. #8
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    Cita Iniciado por Erasmus Ver mensaje
    Bien decía el padre Castellani que todos los que tienen monumentos en Buenos Aires están en el infierno (lo mismo para otras capitales hispanoamericanas) .

    Pues con la cantidad de azufre que han de despedir esos monumentos, deberíamos estar permanentemente en estado de emergencia ambiental.

  9. #9
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    En la tumba del Almirante Cochrane (el mismo que curiosamente se encontraba en el Océano Pacifico y "ayudo" en el momento que las tropas de San Martín llegan a Chile para que este pase por mar al Perú), en Londres en la Catedral de Westminster, se puede leer:

    G.C.B. Almirante de la flota que por con su confianza su genio y su ciencia y su extraordinaria audacia, por sus esfuerzos heroicos en la causa de la libertad y de sus espléndidos servicios por igual, en su propio país, Grecia, Brasil, Chile y Perú logró que su nombre fuera archivado en algunas ilustraciones en todo el mundo por su valor, patriotismo y caballerosidad.


    En inglés:

    Tenth earl of Dondonald, baron Cochrane of Dondonald of parsley and of ochiltree in the peerage of scotland marquess of maranham in the empire of Brazil. G.C.B.


    Donde esta enterrado el Almirante Cochrane, en Londres en la Catedral de Westminster, se puede leer:

    Admiral of the fleet who by the confidence which his genius his science and extraordinary daring inspired, by his heroic exertions in the cause of freedom and his splendid services alike to his own country greece brazil chili and peru achieved a name illustrations throughout the world for courage patriotism and chivalry.



    3807_468805156564419_255862246_n.jpg




    Fuente:

    https://es-la.facebook.com/nomasmentirasuruguay

  10. #10
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    En su calidad de Presidente del Supremo Gobierno Mexicano, José María Morelos escribe al Presidente de los Estados Unidos, excitándolo a reconocer la independencia de México.

    Puruarán, 14 de julio de 1815.


    Excmo. Sr. Presidente de los Estados Unidos del Norte.



    Cansado el pueblo mexicano de sufrir el enorme peso de la dominación española y perdida para siempre la esperanza de ser feliz bajo el gobierno de sus conquistadores, rompió los diques de su moderación y arrostrando dificultades y peligros que parecían insuperables a los esfuerzos de una colonia esclavizada, levantó el grito de su libertad y emprendió valerosamente la obra de su regeneración.

    Confiábamos en la protección del cielo, que no podía desamparar la justicia notoria de nuestra causa, ni abandonar la rectitud y pureza de nuesrtas intenciones, dirigidas exclusivamente al bien de la humanidad.

    Confiábamos en el brío y entusiasmo de nuestros patriotas, decididos a morir primero que volver al yugo afrentoso de la esclavitud; y confiábamos, finalmente, en la ayuda poderosa de los Estados Unidos, quienes así como nos habían guiado sabiamente con su ejemplo, nos franquearían con generosidad sus auxilios, previos los tratados de amistad y de alianza en que presidiese la buena fe y no se olvidasen los intereses recíprocos de una y otra nación.

    Los desastres, que traen consigo las alternativas de la guerra, y en que alguna vez nos ha precipitado nuestra misma inexperiencia, jamás han abatido nuestros ánimos, sino que, sobreponiéndonos constantemente a las adversidades e infortunios, hemos sostenido por cinco años nuestra lucha, convenciéndonos prácticamente de que no hay poder capaz de sojuzgar a un pueblo determinado a salvarse de los horrores de la tiranía.

    Sin armas a los principios, sin disciplina, sin gobierno, peleando con el valor y el entusiasmo, nosotros hemos arrollado ejércitos numerosos, hemos asaltado con asombro plazas fortificadas, y por fin hemos llegado a imponer al orgullo de los españoles acobardados ya, por más que en sus papeles públicos afecten serenidad y anuncien cada día más próXima la extinción del fuego que abrasa nuestros hechos y asegura el éxito de nuestros afanes.

    Nuestro sistema de gobierno, habiendo comenzado, como era natural, por los más informes rudimentos, se ha ido perfeccionando sucesivamente, según que lo han permitido las turbulencias de la guerra y hoy se ve sujeto a una Constitución cimentada en máximas a todas luces liberales y acomodada en cuanto ha sido posible al genio, costumbres y hábitos de nuestros pueblos, no menos que a las circunstancias de la revolución.

    Con el transcurso del tiempo, recibirá modificaciones y mejoras a medida que nos ilustre la experiencia; pero nunca nos desviaremos una sola línea de los principios esenciales que constituyen la verdadera libertad civil.

    Entretanto, nos lisonjeamos de que la sanción y promulgación de nuestro Decreto Constitucional y la efectiva organización de nuestro gobierno, ha derramado la consternación en los corazones emponzoñados de nuestros enemigos, dando un golpe de muerte a sus esperanzas, al paso que ha llenado de júbilo a nuestros nacionales, inspirándoles nuestro ardor para continuar en nuestra gloriosa empresa.

    En esta sazón, puntualmente se nos ha presentado la mil veces deseada oportunidad de procurar nuestras relaciones con el gobierno de esas venturosas provincias, y aprovechando los momentos preciosos que nos ha traído una serie de incidentes encadenados por la mano de la providencia, nos apresuramos a realizar nuestras intenciones, con la satisfacción de que esta tentativa no correrá la suerte que otras anteriores, sino que conducida felizmente hasta el cabo, llenará nuestros designios, proporcionando el complemento de los planes primitivos de nuestra restauración política.

    Nos alienta sobre manera para insistir en esta solicitud, la íntima persuación en que siempre hemos vivido, de que siendo amigas y aliadas las Américas del Norte y Mexicana, influirán recíprocamente en los asuntos de su propia felicidad y se harán invencibles a las agresiones de la codicia, de la ambición y de la tiranía.

    Tanto, que nos hemos adelantado a creer que esta importante liga merecerá de contado la aprobación de los dignos representantes de la Nación Angloamericana y de todos sus ciudadanos, tan recomendados por su ilustración y por sus virtudes sociales.

    La sinceridad y el espíritu filantrópico que caracterizan a ambas naciones; la facilidad y prontitud con que pueden comunicarse mutuamente sus auxilios; el bello enlace que resultará de dos pueblos, el uno privilegiado por la feracidad y producciones tan ricas como variadas de su suelo, y el otro distinguido por su industria, por su cultura y por su genio, que son los manantiales más fecundos de la riqueza de los Estados: todo conspira a justificar nuestras ideas, formando desde ahora la perspectiva mas halagüeña, si una y otra república llegan a unirse por medio de tratados de alianza y de comercio que, apoyados en la razón y en la justicia, vengan a ser los vínculos sagrados de nuestra común prosperidad.

    El Supremo Congreso Mexicano, ocupado de estas grandiosas miras y para que este gobierno pueda, conforme al estilo adoptado justamente por las naciones, abrir negociaciones y celebrar tratados con esas provincias, ha nombrado Ministro Plenipotenciario al Excmo. Sr. Lic. José Manuel de Herrera, autorizándole con las más amplias facultades, y ha dictado también las instrucciones necesarias para el efecto.

    En consecuencia, este Supremo Gobierno Mexicano, a nombre del mismo Congreso y de la Nación que representa, eleva lo expuesto al superior conocimiento de V.E., suplicándole que con los seis documentos legales que se acompañan, se sirva enterar de todo al Congreso General de los Estados Unidos, y en su augusta presencia recomiende nuestras pretensiones, ceñidas a que se reconozca la Independencia de la América Mexicana, se admita al expresado Excmo. Sr. Lic. don José Manuel de Herrera, como Ministro Plenipotenciario de ella cerca del Gobierno de dichos Estados, y en esta virtud se proceda en la forma conveniente a las negociaciones y tratados que aseguren la felicidad y la gloria de las dos Américas.

    Dios guarde a V.E. muchos años.

    Palacio Nacional del Supremo Gobierno Mexicano en Puruarán, a 14 de julio de 1815.

    Ausente el señor Cos.
    José María Morelos, Presidente.
    José María Liceaga.
    Remigio de Yarza, Srio de Gobierno.



    Fuente:
    Ernesto Lemoine Villicaña. Morelos, su vida revolucionaria a través de sus escritos y de otros testimonios de la época. Universidad Nacional Autónoma de México. Primera edición. México, 1965. p. 563-565.
    Nota de Ernesto Lemoine Villicaña: National Archives Dept. of State, Washington, D.C.


    Copia mecanuscrita proporcionada por Antonio Martínez Báez. Fue éste otro de los documentos que llevó consigo Herrera a los Estados Unidos, y según indagaciones de Martínez Báez, no llegó a las manos de su destinatario, o, por lo menos, no existe constancia de que se le haya dado curso alguno.


    morelos-sentimientos.jpg



    Fuente:

    En su calidad de Presidente del Supremo Gobierno Mexicano, Jos Mara Morelos escribe al Presidente de los Estados Unidos, excitndolo a reconocer la independencia de Mxico.

  11. #11
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    Martín de Álzaga y Olavarría

    HÉROE DE LA DEFENSA Y RECONQUISTA DE BUENOS AIRES CUANDO EL SIGLO XIX NACÍA.


    Nos consta que la Historia siempre ha oficiado de Tribunal aunque no siempre diera veredictos acertados. Pero, afortunadamente, el ne...cesario revisionismo histórico nos permitió investigar a este notable (para bien o mal según la óptica de distintos historiadores) personaje, no criollo sino vasco. Uno de los tantos que a su manera dio todo por una nación siempre en ciernes,

    Éste será<el caso de Martín de Älzaga, protagonista de importancia irrefutable sin mención alguna en las páginas de nuestro pasado. Sus críticos lo han catalogado de traficante de negros, monopolista y defensor a ultranza de la Corona española, sin detenerse a sopesar el momento histórico que Álzaga quiso aprovechar (la invasión de Bonaparte a España y sus reyes encarcelados en francia) para crear un nuevo sistema político-comercial. Por supuesto, dicha coyuntura sería aprovechada a medias cuando fuera fusilado por "conspirador".

    No obstante, desde las memorias escritas por Gaspar Santa Coloma surge claro que Álzaga consiguió desbaratar la CONSPIRACIÓN ANTONINI, que le cupo destacadísma durante las Invasiones Inglesas y que muchísimo tuvo que ver en la recuperación de la Colonia y nada se ha explicado sobre la verdadera finalidad que tuvo la Asonada patriotíca por él liderada el 01 de enero de 1809.

    Martín de Álzaga nació en Ibarra de Aramoya, provincia de Áraba, Euskadi, según su partida de nacimiento, el 11 de noviembre de 1755, entre las nueve y las diez de la mañana.Fueron sus padres Francisco de Álzaga y Manuela Olavarría. Sus abuelos paternos fueron Domingo de Álzaga y Josefa Munarve. Sus abuelos maternos fueron Juan ochoa Olavarría y Francisca de madina. Por último, digamos que el cura que firmó su partida de nacimiento se llamaba Antonio Echabarría.

    Martín de Álzaga siempre vivió en su caserío familiar, pero las estrategias de su padre respecto del nuevo continente descubierto hicieron que se embarcase hacia tierras americanas.

    Llegó al puerto de Buenos Aires con doce años y fue recibido en el puerto por el comerciante más poderoso del Virreynato del Río de la Plata, vasco y amigo de su padre. Trabajó con él hasta los veintidos años hasta convertirse en un hombre hábil para el mundo de la política y los negocios. Al independizarse, abrió su propia casa de comercio y con el paso de los año llegó a explotar las rutas marítimas comerciales desde Buenos aires a Lima y desde Chile, cruzando el Océano Atlántico, hasta Madrid.

    Durante su gestión pública, Martín de Álzaga ostentó los cargos de:

    1- DEFENSOR DE POBRES
    2-ALCALDE DE PRIMER VOTO
    3-PRIOR DE CONSULADO

    Sería como Alcalde de Primer Voto donde alcanzaría el mayor protagonismo de su dilatada labor política al abortar la Conspiración Antonini y expulsar dos veces a los ingleses, al crear el ejército, planear distintas operaciones militares hasta comandarlas. Debió ocupar el lugar del jefe militar Santiago de Liniers y hacerse cargo de la reconquista de la ciudad, puesto que éste estaba a punto de rendirse ante las tropas invasoras, escondido en las chacras alejadas de la ciudad.

    Creador del partido Republicano, tuvo entre sus aliados más importantes a Mariano Moreno, Julián Leiva, Juan Larrea y Domingo Matheu. también fue un personaje decisivo en la semana de mayo para incidir en la caída del virrey Cisneros

    Innumerables cambios políticos,al paso de los años invalidaron su poderío y fue acusado por el Primer Triunvirato como conspirador y tras un juicio sumario, carente de validez legal, fue fusilado el o6 de julio y su cuerpo exibido en la actual Plaza de mayo durante dos días, en la que fue considerada la acción más cruenta de la época.

    Profesor de Historia EZEQUIEL SEGOVIA


    Martin de Alzaga.jpg




    Fuente:

    https://es-la.facebook.com/pages/El-...type=1&theater


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    Re: Hay “otro” bicentenario

    Apogeo y decadencia de la arrogancia mexicana


    Por:
    Luis González y González


    Se ha comprobado que toda autoestima está basada en un error. Los mexicanos lo sabemos. Somos, alternativamente y de acuerdo a la ocasión, ya leales enemigos de nosotros mismos, ya chauvinistas recalcitrantes. Ambos juicios hijos de la exageración y el autoengaño. El ojo agudo y la pluma sarcástica del muy amado y extrañado Luis González y González, recién fallecido, nos recuerdan que ya éramos hace doscientos años lo que somos ahora: un pueblo en la adolescencia.

    La historiografía oficial de México viene empeñándose, desde la época de la Reforma, en el olvido en algunas ocasiones y en la difamación en otras, del último episodio de la guerra que nos hizo independientes de España. Después de las grandes proezas y el asesinato de Morelos, se acostumbra referir a las volandas las guerras de guerrillas, la terquedad de los encerrados en fuertes y reductos y la deslumbrante y efímera campaña de Francisco Xavier Mina. La historia de bronce parecer pedir disculpas por tener que ocuparse de los guerrilleros Villagrán y Osorno quienes robaban cosas y vidas en los alrededores de Pachuca y los llanos de Apam, y los no menos temibles Gómez de Lara (el Huacal), Gómez a secas (el Capador), los Ortiz, Bocardo, y Pedro el Negro.

    Los historiadores oficiales vuelven a presumir su lenguaje florido a propósito de los resistentes. Narran con términos de discurso patriótico cómo el cura Marcos Castellanos se hace fuerte en un islote de la laguna de Chapala; Ramón Rayón repele varios asaltos a su fortaleza de Cóporo; Ignacio López Rayón resulta invulnerable en el encierro de Zacatlán; Manuel Mier se remonta a Cerro Colorado, Pedro Moreno al Sombrerete y Pedro Ascencio al Barrabás. Viene enseguida el panegírico del español Francisco Xavier Mina quien en 1817 desembarca en la Nueva España para luchar junto a los insurgentes. Por último se trae a juicio a un personaje del que se afirma que “siendo niño cortaba los dedos de los pies de las gallinas”; siendo adolescente, dio un golpe con el puño a un criado del plantel educativo donde fue mal estudiante; siendo joven, fue indolente, injusto y golpeador en su papel de empresario agrícola; siendo militar, “la espada de la represión se tiñó en sus manos de sangre insurgente hasta la empuñadura”. Según el proyanqui Lorenzo de Zavala, los mismos jefes españoles apenas llegaban a emparejarse en crueldad con este hombre que respondía al apelativo de Agustín de Iturbide.

    El pueblo mexicano de 1821 vio al personaje y su conducta de muy diferente manera. A comienzos de ese año, Iturbide propuso el Plan de Iguala o de las Tres Garantías. Se garantizaba en él la católica como religión de estado, las buenas relaciones entre todos los grupos sociales y la independencia absoluta de España. Además, proponía un gobierno monárquico constitucional y un rey prefabricado en alguna de las casas reinantes de Europa. El Plan de Iturbide fue bien recibido por todos, menos por la mayoría de los gachupines residentes en la Nueva España. El virrey Juan O´Donoju vio las cosas tan perdidas para su rey, que el 24 de agosto de 1821, mediante el Tratado de Córdoba, ratifica en lo esencial el Plan de Iguala. El 27 de septiembre, Agustín de Iturbide, en actitud de ídolo popular, hizo su entrada a la metrópoli de la nueva nación por fin independiente.

    Javier Ocampo ha reunido en Las ideas de un día las opiniones acerca de Agustín de Iturbide que circularon a raíz de la consumación de la independencia; es decir, en el otoño de 1821 y el invierno de 1822. Según Ocampo, “con verdadera emoción, la figura de Iturbide aparece en toda la excelsitud, grandeza y eminencia”. Un poeta de Tepotzotlán lo proclama “regalo divino”, “héroe sin segundo” e “Iturbide inmortal”. Un poeta de Tepic escribe:

    Ese que ves con tanta fama y nombre
    hoy en públicas voces aplaudido
    es el grande Iturbide, es aquel hombre
    cuyas proezas a la fama han excedido.

    Un tercer poeta se refirió a Iturbide como “al que todos seguimos con la ciega adhesión”. Otro, entre centenares de versificadores mediocres y malos, salió con los siguientes versos:

    Héroe sin par, la América te llama
    entre todos sus hijos el querido,
    porque entre el natural y el adoptivo
    ninguno ha merecido tanta fama...
    No se olvida de Hidalgo, Allende, Aldana,
    pero éstos con la muerte y la violencia
    faltaron a su plan y su obediencia.
    Tú eres el Benjamín idolatrado
    que sin perderle un hijo, haz afianzado
    su religión, su unión, su independencia.

    Mientras un vate de Guadalajara le grita: “A ti se te ha debido destrozar la melena del León Hispano”; otro de Puebla prorrumpe: “Cual aurora disipas las nieblas”. Iturbide fue el tema mayor y más socorrido de la poesía cívica del lustro 1820-1824.

    Un contador extrae de su ronco pecho un rosario de loas para Agustín de Iturbide: “Confusión de España, admiración de Europa, honor de América, héroe original sin ejemplo en la historia”. Otro de tantos panegiristas en prosa dice: “cuantos elogios se han hecho y hacen de sus virtudes morales muy políticas, no se acercarán jamás a sus merecimientos”. No se pueden atribuir a mera lisonja la enorme cantidad de epítetos iturbidistas procedentes de todos los rumbos de la patria y todas las capas del hojaldre social: “Varón de Dios, héroe invictísimo, Iturbide generoso, antorcha luminosa de Anáhuac, inmortal libertador, columna de la Iglesia, ínclito héroe, Iturbide el magnánimo, ángel tutelar del nuevo imperio, héroe inimitable, padre amoroso, salvador de la patria, Iturbide amado, héroe sin ejemplo en la historia, hombre excelente, padre de la patria, Iturbide sin par”.

    La consumación de la independencia inspira, en la parte nacionalista de la sociedad mexicana, además de aclamaciones para Iturbide, un verdadero torrente de panegíricos a la patria, sin duda producto de una fe en México muy honda y sentida. En mi ensayo sobre el optimismo nacionalista, cuya publicación data de 1948, exhibí algunos textos de optimismo arrogante, dados a la publicidad, en periódicos y folletines, a continuación de la victoria del águila mexicana sobre el melenudo león hispano. Entre otros, cité párrafos de los redactores de la Gaceta Imperial de México donde se dice: “Después de trescientos años de llorar el continente rico de la América Septentrional la destrucción del Imperio de Moctezuma, un genio [¿adivine quién?] en el corto período de siete meses consigue que el Águila Mexicana vuele libre desde el Anáhuac hasta las provincias más remotas del Septentrión anunciando a los pueblos que está restablecido el Imperio más rico del globo”. En otro número de la Gaceta se dijo: Nuestro país, “por su ubicación, riqueza y feracidad denota haber sido creado para dar la ley al mundo todo, por uno de aquellos extraordinarios acontecimientos de las virtudes humanas, comienza ya a figurar entre las naciones grandes”.

    Veinte años después del artículo de marras, Xavier Ocampo recluta muchos otros testimonios de nacionalismo arrogante. Los escritores, en periódicos, folletos, hojas volantes y pintas murales proclaman la grandeza de México recién independiente. Casi todos la sitúan en el futuro próximo. Por ejemplo, Tornel y Mendívil, en una hoja volante, escribe: “Hoy asoman los crepúsculos y todo anuncia que brillará el solo al cabo de la prolongada noche de tres siglos. Hoy México... se eleva a la clase de un pueble grande”. Otro mexicano entusiasta asegura: “ni Apeles con su pincel, ni Homero con su pluma, ni el mismo Apolo con su armoniosa lira bastan a describir dignamente los bienes imponderables que le aguarda a México”. Uno de tantos plumíferos prorrumpe: “en las armas seremos terribles y respetables... Se establecerá la Constitución... se pondrá el comercio libre, se fomentarán las artes, se dará salvoconducto a todas las naciones para que puedan... venir a nuestras floridas y ricas tierras... Si ahora apenas contamos seis millones de almas ¿no serán después veintiséis millones de almas?, ¿y quién nos vencerá?” En San Miguel el Grande el señor cura les predica a sus feligreses: En el amanecer patrio “florecerá por todas partes la armonía, el orden, la justicia y la felicidad”. Otro autor del momento le lanza a su México el piropo siguiente: “nación rica, opulenta, señora de las riquezas del mundo”.

    Agustín de Iturbide jamás puso en duda que acababa de libertar el país más rico de la tierra. Según él, apenas recién liberado, ya figuraba al lado al lado de las grandes potencias del viejo y del nuevo continente. Los hombres que colaboraban con Iturbide en la hechura de un primer gobierno mexicano creían que iban a gobernar un paisote que en breve sería la “admiración del universo”. Se encuentran miles de voces que insisten en las inmensas posibilidades del territorio mexicano, en las virtudes de los nacidos en este suelo sin par y en los subidos quilates de los valores de la cultura mexicana. Lo común fueron los aires de grandeza al unísono con Iturbide que en su perorata del 28 de septiembre de 1821 prometió poner columnas para convertir al mexicano en “el imperio más grande y respetable”.

    Mientras todos hablaban con fe ciega en el próximo futuro de México, algunos, desde una postura engreída maldecían de España y sobre todo de los españoles “que siendo nada en [su tierra], se han venido a nuestro suelo en busca de fortuna”, donde “se vuelven soberbios” hasta considerarse “de una especie poco menos que divina”. También se llega al desprecio de los otros pueblos de Europa, según lo exhibe el siguiente botón: “Dejemos a los pueblos de Europa averiados con sus habitudes y carcomidos con la misma broma de su vejez”. Fray Servando Teresa de Mier solía decir: “Cuando uno deja nuestros climas abundantes, templados y deliciosos para ir a la Europa, siente la misma desventaja que sentiría Adán saliendo del Paraíso a la tierra de abrojos y espinas”.

    Con todo, la seguridad en las riquezas y méritos de la nación recién liberada y el desprecio hacia otras naciones fue flor de un día. Con inusitada rapidez se pasó del gozo al pozo. Pocos meses después de haber sostenido que la Providencia destinaba a los mexicanos para ser “de aquí en adelante los maestros y reformadores del mundo” empezó a sonar la cantinela del no se nos hace el anhelado Paraíso. ¿Por qué el alborozo tan grande que acompaña a la victoria de Iturbide se esfuma tan rápidamente? Al parecer la élite responsable del destino de México después de la elevación y caída de Agustín de Iturbide abre de pronto los ojos a una realidad fea y con verrugas, a una noche que les espanta con su oscuridad.

    A ver a México con pesimismo contribuyen muchos factores. Quizá los más antiguos fueron de índole económica. Un señor que sólo se atreve a poner las iniciales de su nombre, en su segunda Proclama, y todavía en medio del nacionalismo optimista, osa decir: “La minería, el ramo del trabajo, el comercio... y en fin las columnas todas en que se apoya el Imperio para atender a sus urgencias, son unos ramos paralizados”. De un momento a otro los eufóricos y arrogantes súbditos de Iturbide se percatan del atraso de la agricultura, “la situación lamentable de los labradores”, el caos en la hacienda pública, los pocos barcos que llegaban el puerto de Veracruz, la desaparición de un intercambio mercantil entre Cavite y Acapulco, la decadencia de la industria y especialmente la dificultades de la minería. Entonces se calcula que la producción minera baja de 30 millones de pesos en 1810 a sólo 6 en 1821. El valor de la cosecha agrícola se contrajo a la mitad y el del producto de la industria a un tercio. En 1822 los ingresos del erario público apenas llegaron a nueve millones y pico de pesos, y los gastos fueron de más de trece millones. Por otra parte, el naciente país recibió en herencia un adeudo público de 76 millones. No se necesitaba mayor profundidad de pensamiento para ver que la hacienda pública estaba condenada a un estado de bancarrota y a caer en manos de usureros.

    A ojos vistas la crisis económica se acompañaba de la conducta de los militantes libertadores. A unos les dio por ejercer el despotismo; a otros, por declararse mal pagados; a casi todos, por la corrupción y el desorden. Apenas comenzaban a gobernar el emperador Iturbide con el nombre Agustín I, cuando un ilustre borlotero, el brigadier Antonio López de Santa Anna, se sublevó en Veracruz. En enero de 1823, el general Antonio Echávarri, enviado por el emperador para combatir al brigadier rebelde, pacta con el enemigo. En marzo, Agustín I se quita la corona y sale del país. Los sucesivos mandamases de México se llamarían presidentes, y por veinticinco años accederían al poder, por la fuerza de las armas, cincuenta gobiernos militares, once de ellos presididos por el general Santa Anna. Por un cuarto de siglo la vida de la nación estará a mercede de logias masónicas divididas, nefastos embajadores de Estados Unidos, militares ambiciosos, intrépidos bandoleros e indios nómadas. Naturalmente ningún optimismo podía prosperar en esa situación de discordia.

    En los años treinta de aquel siglo, a sólo dos lustros de distancia del término de las guerras de independencia, la élite pensante de México descree en la posibilidad de redimir a la patria con sus propios recursos económicos y humanos. Es bien conocida la frase del capitán de la fracción europeizante: “perdidos somos sin remedio si la Europa no viene pronto a nuestro auxilio”. Algo semejante llega a creer don Lorenzo de Zavala, uno de los líderes del grupo proyanqui, si bien para él y sus corifeos el salvador posible de México se llamaba Estados Unidos. Uno y otro eran pesimistas; ambos creyeron en el colonialismo. Como quiera, ni Alamán ni Zavala llegaron a la desesperación total. Hubo algunos más abatidos que ellos, los de la frase: “En México no queda nada que esperar”. Para quienes todas las esperanzas se habían desvanecido no había posibilidad de resistencia frente a las invasiones de un extraño enemigo. México se abate a tal punto que un puñado de aventureros, encabezados por Esteban Austin, le roba a la nación el enorme territorio de Texas. Un decenio después los pochos de entonces, los incrédulos en la política de expansión de Estados Unidos, los creyentes en que el tiempo de las conquistas militares era costumbre de otras épocas, ven cómo su ídolo se engulle a Texas, traspone el río de las Nueces, se apodera de Nuevo México y de California, y por último, con el ejército introducido por Veracruz, toma la capital de la República, desde donde impone el Tratado de Guadalupe.

    El robo de Texas, seguido de la derrota del 48 y la pérdida de más de la mitad e territorio patrio, acabó de volver más oscuro y denso del pesimismo de nuestra gente. Apenas a veinticinco años de distancia del más arrogante de los optimismos se llega a concebir una patria física y culturalmente miserable e incapaz de autogobierno. El más lúcido de los mexicanos de entonces, don Lucas Alemán, exhibe el pesimismo de 1850 en los siguientes términos: “Se podrá aplicar a la nación mexicana de nuestros días lo que un célebre poeta dijo de uno de los más famosos personajes de la historia romana: ‘No ha quedado más que la sombra de un nombre en otro tiempo ilustre’”. Todas las esperanzas de un porvenir mejor se desvanecen por unos años.


    Luis González y González, historiador oriundo de San José de Gracia, Michoacán, 1925-2003, miembro de El Colegio Nacional, y desmitificador antisolemne de la historia mexicana. Entre sus publicaciones destacan Pueblo en Vilo, y El Oficio de Historiar.
    Reproducido con la autorización de El Colegio de Michoacán.




    Fuente:

    Apogeo y decadencia de la arrogancia mexicana | Tedium Vitae





    alegoria de la patria liberada 1834.jpg


    Anónimo, Alegoría de Hidalgo, La Patria e Iturbide, 1834. Imagen tomada del libro: Guadalupe Jiménez Codinach, México. Su tiempo de nacer, 1750-1821, México, Fomento Cultural Banamex, 2001, pp. 290-291.






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