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Tema: "Genio de España" y otros textos de Ernesto Giménez Caballero

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  1. #1
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    Re: "Genio de España" y otros textos de Ernesto Giménez Caballero

    VI. LA EXPERIENCIA TOTAL DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA

    Cuando muchas gentes se preguntan el porqué del perdurar de la República y se asombran de que la República española adquiera como ''un ritmo tradicional'', se olvidan de que la República significa en estos momentos españoles la concentración intensiva de todos esos remedios de tres siglos de tradición arbitrista. Son tres siglos de experiencias parciales los que sustentan esta experiencia total que es la República española presente.

    Si se cortara una sección de esta República -como se secciona una materia para someterla a análisis químico-, nos encontraríamos una contextura de vieja, lenta formación.

    Todas las añosas creencias de que la salvación de España estaba en ''lo cultural'' -esa corriente que va desde el siglo XVIII hasta Giner de los Ríos- culmina en ese instrumento de prueba de las "Misiones pedagógicas", alma de la política cultural de la República, como señaló su ministro o servidor D. Fernando de los Ríos.

    Todas las seculares suposiciones de que la salvación de España estaba en la ''economía interior" --que van desde Gracián hasta la ''despensa y escuela'' de Costa, culminan en todos esos proyectos militares, agrarios, laboristas, industriales y financieros que tienen sus sedes en los Ministerios de Guerra, Marina, Obras Públicas, Trabajo y Hacienda.

    Todos los interesados cálculos de que la salvación de España estaba en "la libertad" -que van desde las Cortes de Cádiz hasta la trenza incombustible de Echegaray- culminan en ese separar Iglesia de Estado, mujer de marido, hijo de padre, cuyo asiento reside en el Ministerio de Justicia.

    Todas las consabidas aseveraciones de que la salvación de España estaba en "la política indígena'' -que van desde Villalar hasta los estigmatizadores del austracismo y del borbonismo- culminan en la tónica socialista y demócrata.

    La generación amortiguada

    Todas las características de lo 98 parecen integradas en el volumen de la actual República española. ¿Verdad?

    Todos los hombres del 1898, están como integrados en ella. Unamuno satisface su religión laica. Valle Inclán, su afán de tesoros. Baroja, sus figuras masónicas e intrigantes. Azorín, su entusiasmo por Francia. Benavente, su mordacidad sobre lo equívoco. Maeztu, su placer de ver embajadores a sus compañeros de bohemia. La generación filial tampoco rechista, si no es para breves rectificaciones, como Ortega. Para sonreír y fumar puros como Pérez de Ayala. Para hablar de anécdotas, de glosas y de recaídas, como d'Ors. Todas las características de lo 98 -parecen, sí- fundidas al volumen de la segunda República española.

    Todas, menos una. Precisamente la fundamental, la generatriz de esa generación y de todas las generaciones espirituales que acompañan a los trece. 98 de España: esa, la del grito, la de la rebeldía, la de la disconformidad.

    Causa asombro -y a veces asco- contemplar a tanta fiera espiritual como eran esas almas españolas, casi profesionales del grito, ahora sosegadas, adormiladas y beneplácitas, tumbadas a la sombra de la Historia española, sin más afán que ese triste, burgués, de consolidar, ahorrar y perdurar. Causa pena y -a veces- desprecio, contemplar su ya consumada y rápida vejez. Su falta repentina de alientos para gritar el gran grito, la mágica contraseña que vino a través de los siglos de boca en boca, y que era un simple: ¡NO!

    Tampoco en los jóvenes se ve cundir esa consigna nacional revolucionaria, juvenil y hermosa.

    Mi grito

    Si yo me he atrevido a blandirla y la he pedido para mí como única herencia que deseo del 98, si yo gracias a ella me he creído y creo ''nieto del 98'', no es por vanidad ni por insensatez. Bastárame ver que el país dormía en la placidez canonjil de sus rectores, y mi grito se hubiera sofocado.

    Pero es que este grito mío, de nieto del 98, vuelve una vez más a coincidir con el ansia secreta inédita e intrahistórica del país.

    Es que el país cree también que esos remedios tradicionales de la cultura, de la libertad, de lo económico y del indigenismo terminan en el vacío; son como callejones de atrayente entrada, pero sin salida alguna.
    Ve que la cultura no se reduce a pedagogía, Que la libertad es una teoría parlamentaria. Que lo económico es un mito adjetivo, pero no sustancial. Y que el indigenismo en España pudiera ser una oclusión para una vida internacional y ambiciosa.

    Yo no niego la fatalidad de la República española. Quien vea bien el presente de España debe verlo en republicano. Debe estimar lo que se significa esa conciencia comunera y castellana que representa Manuel Azaña. (La mayor responsabilidad de una Monarquía es la de derivar a República. Así como la mayor excelencia de una República es la de ascender a Imperio.)

    Pero de eso a aceptar como absoluto todo eI sistema mítico que ha puesto en práctica, va justamente mi discrepancia, mi ¡no! Ese sistema mítico y cuadrangular resultará tan heroico y urgente, tal vez, como el remedio tridentino de Loyola en el XVII. Pero como ése del tridentismo, opera sobre una trayectoria mortalmente herida.

    ¿Muere o resucita España?

    España quiere ser nación de nuevo. Pero para pasar a un nuevo ideal de sobre-nación. Para afiliarse a un gran servicio humano, ecuménico y -por tanto- divino.

    Es posible que la España republicana sea una España sucedánea a la de Primo de Rivera: es decir, un último esfuerzo por conservar siquiera la sombra del nombre, la sombra de una unidad y de una convivencia secular. Y es posible que tras esta experiencia última España se despeñe en una balcanización, en un medievalismo anárquico y desesperado, vigilado e intervenido por alguna gran protectora de Balcanes, como es Francia.

    Pero es también posible que la España actual sea como aquella de Cisneros: una introducción al gran salto ideal. Una preparación enérgica para reanudar la grande y única tradición que tuvo España por los siglos de los siglos, la base de su afán auténtico y de su auténtica gloria: aquella de dar al César lo que era del César. Y a Dios lo que era de Dios. Genio de España.
    Última edición por ALACRAN; 31/12/2020 a las 17:39
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

  2. #2
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    Re: "Genio de España" y otros textos de Ernesto Giménez Caballero

    A continuación Giménez Caballero critica "La España Invertebrada" de Ortega y Gasset:

    SEGUNDA PARTE

    LOS HUEVOS DE LA URRACA (NOTAS A ORTEGA)

    ... La última saeta o el martirio de San Sebastián

    No es un azar que el ex libris o paradigma del libro de D. José Ortega y Gasset, La España invertebrada (esto es: del último de los ''remedios sobre la enfermedad hispánica"), fuese un saetario disparando su último venablo hacia el infinito. (¿Hacia el infinito?)

    No, hacia el infinito, no. Disparada en el mes de mayo de 1922 esa saeta -tras ocho años de perforaciones aéreas fué a clavarse, como en la leyenda cristiana de las flechas, sobre el cuerpo desnudo de San Sebastián.

    La flecha del Sagitario orteguiano significaba la última deshacinacíón o desvertebración de España.

    Tras el Pacto de 1898, tras la pérdida del último vestigio colonial (y los arbitrismos terapéuticos de aquella generación finisecular), Ortega simbolizaba la definitiva agonía: la quema del último cartucho, el retrotraer el problema de España a su deshacinación total, a su desvertebramiento, al disparo de lo último que quedaba a España: una sumaria unidad nacional.

    Ortega es el índice espiritual que preludia el último 98 de España: el del Pacto o Martirio de San Sebastián; aquel Pacto en que -estío de 1930- España se desvertebra definitivamente, y, entre copa y copa de vino en un banquete, se acepta la desmembranza de Cataluña, se plantea lo "estatutario" de las regiones, la restricción del verbo unitario de España, la oxidación de la Espada, el arrinconamiento de la Cruz y el puntapié a la Corona. Aquel último 98, que sitúa de nuevo a España en los umbrales de una nueva Edad Media.

    Deber por encima de devoción

    Al hablar de este modo sobre lo que significa la España invertebrada de Ortega y Gasset, en la ruta terapéutica de los remedios españoles, no se crea que ello obedece a una pura ligereza juvenil o a un deseo, imperdonable, de dar a mi maestro cuchillada.

    Con todo el dolor y todo el orgullo que ello trae consigo, he de atreverme a mirar hoy, cara a cara, ese libro que hasta ayer constituyó para mí como un devocionario de ideas, como una intangibilidad de puntos de vista, como una especie de dogma intelectual, por mí acatado y reverenciado humildemente.

    Piénsese que quien esto asegura lo asegura en verdad. Pues la España invertebrada de Ortega fué el viario por donde deslicé mis energías espirituales de español hasta el presente. Sobre esa España de Ortega yo fundé las esperanzas de mi Gaceta Literaria: es decir, del aceptar una hermandad regional de lenguas, una libertad absoluta de conciencia, un mito a ultranza de la Cultura por la Cultura y del Arte por el Arte; una creencia central de que la salvación de España estaba en lo minoritario, sobre todo si esto de lo minoritario tenía un fundamento ''rubio'', ''vital'' y ''franco''. (Ahora analizaremos estas expresiones.)

    Si ahora -al cabo de mi leal experiencia de español que vive dramática y abnegadamente, paso a paso, la historia de su país- me atrevo a declarar el derrumbe de ese libro por lo menos frente a mí mismo (el tiempo dirá si este derrumbe es también objetivo)-, ello obedece a que los imperativos que me obligan a tal acción son superiores a los de mi pasión, a los de mi respeto y afecto por Ortega y Gasset, autor de la España invertebrada. Ello obedece a que siento mi deber por encima de mi devoción. (...)

    Un libro tímido

    Yo calificaría el libro de Ortega y Gasset (La España invertebrada) como el "temor a las últimas consecuencias". Calificativo un tanto paradójico para el libro de un filósofo. Es decir, para el libro de un profesional de la consecuencia. Pero ello es cierto. Y si no lo tomase a mal Ortega y Gasset, yo me lanzaría a afirmar que su libro es un ''libro tímido''.

    Históricamente, la España invertebrada de Ortega y Gasset se halla situada en esa atmósfera que el mismo Ortega denominó grave e irónicamente ''atmósfera de hospital''; esto es, en ese ámbito terapeuta que caracteriza todas las recetas arbitristas sobre la enferma España, todos esos pareceres, cuya síntesis he agrupado en la primera parte de este libro.

    La España invertebrada es la legítima heredera de esa Biblioteca farmacológica y específica, cuyos grandes boticarios se dan, sobre todo en el siglo XIX y principios del XX. Y cuya nómina fundamental vale la pena de transcribir:

    SIGLO XIX
    1826. J. Sempere y Guarinos: Consideraciones sobre las causas de la grandeza y de la decadencia de la Monarquía española.
    1840. A. Duverine: Cuadro histórico de los abusos y espíritu de reforma política en España.
    1852-54. Cánovas del Castillo: Historia de la decadencia de España. (Y otra serie de obras del "restaurador" sobre el mismo tema.)
    1861. E. T. Buckle: Historia de la civilización en España.
    1869. Dr. Letamendi: Ensayo teórico-práctico sobre los medios de mejorar la situación económica de España.
    1875. J. Ruiz León: Un arbitrio para gobernar a España.
    1876. Juan Valera: Del influjo de la Inquisición y del fanatismo religioso en la decadencia de la literatura española.
    1878. Manuel Pedregal: Estudios sobre el engrandecimiento y la decadencia de España.
    1878. J. Sánchez de Toca: Cómo vino la decadencia de España.
    1886. V. Almirall: España tal como es.
    1887. F. Picatoste: Estudios sobre la grandeza y decadencia de España.
    1888. Pompeyo Gener: Herejías.
    1890. Lucas Mallada: Los males de la patria y la futura revolución española
    1891. J. T. Salvany: España a fines del siglo XIX.
    1892. Conde de Romanones: Biología de los partidos políticos.
    1892. J. Puyol Alonso: La vida política en España.
    1894. Juan Valero de Tornos: España en fin de siglo.
    1897. Angel Ganivet: Idearium español.
    1898. J. Elías de Molíns: España y su porvenir.
    1898. Joaquín Pavón: Nuestra generación se impone.
    1898. R. Salillas: Hampa.
    1899. Damián Isern: Del desastre nacional y sus causas.
    1899. Vital Fite: Las desdichas de la patria.
    1899. R. Macías Picavea: El problema nacional. Hechos, causas, remedios
    1899. R. María de Labra: El pesimismo de última hora.
    1899. Ramiro de Maeztu: Hacia otra España.
    1899. J. Rodríguez Martínez: Los desastres y la regeneración de España.
    1899. E. Pardo Bazán: La España de ayer y la de hoy.
    1899. Luis Morote: La moral de la derrota.
    1900. C. Silió: Problemas del día.


    SIGLO XX
    1901-2. Joaquín Costa: Oligarquía y caciquismo. Y la mayoría de sus obras.
    1901. G. de Azcárate: España tras la guerra.
    1905. V. Gay: Constitución y vida del pueblo español.
    1906. E. L. André: El histrionismo español.
    1906. M. Santos Oliver: Entre dos Españas.
    1908. R. Padilla: España actual.
    1910. R. Sánchez Díaz: Europa y España.
    1911. S. Valentí Camps: Vicisitudes y anhelos del pueblo español.
    1912. Unamuno: Del sentimiento trágico de la vida.
    1912. Juan Guixé: Problemas de España.
    1914. J. Juderías: La leyenda negra y la verdad histórica.
    1914. A. Bonilla: M. Menéndez y Pelayo.
    1915. J. Senador Gómez: Castilla en escombros.
    1915. J. Deleito: Sobre el aislamiento de España.
    1916. M. de Unamuno: En torno al casticismo.
    1917. R. Altamira: Psicología del pueblo español.
    1919. P. Sáinz Rodríguez: Las polémicas sobre la cultura española.
    1920. G. Maura y Gamazo: Algunos testimonios .... contra la falsa tesis de la decadencia nacional.
    19.... Azorín y Pío Baroja: Obras (passim).
    1922. José Ortega y Gasset: España invertebrada.

    Esta lista no es más que la continuación de aquellas publicadas por Menéndez Pelayo en su Ciencia Española, tomo III, 4.ª edición, págs. 223-26.

    Análisis

    La España invertebrada es, pues, como el último cabo en la serie de arbitrismos que desde tres siglos se comienzan a producir en nuestro país buscando el "gran remedio'' a la disolvencia, a la muerte de la nación. Es la heredera e-de los ''Cinco Remedios''.

    Cierto que tras 1922 se han producido otros ensayos meritorios en este sentido. Algo de terapéutica se encierra en la España del Cid, de D. Ramón Menéndez Pidal (1929). También habría que señalar algunos notables ensayos de E. d'Ors, de Américo Castro, de Ramón Pérez de Ayala, de ''Andrenio'', de Gregorio Marañón y de Luis Araquistain. Y, desde luego, la España de Salvador de Madariaga.

    Pero ninguno de tales ensayos tiene una integridad superior a ese "ensayo de ensayo'' que es la España invertebrada, cuya primera edición apareciera en el mayo del 22 y la segunda ya en el octubre del mismo año, aumentada de unas cuarenta páginas y corregido su lenguaje en algunos lugares. Lo cual significa la avidez con que se leyó y la influencia que pudo ejercitar.

    No conozco ningún análisis serio y concienzudo de este libro. Tal vez porque mereciera de ciertas gentes un absoluto desprecio, y, de otras, una acatación absoluta. Pero ni con reverencia absoluta ni con absoluto desdén se logra la comprensión de un libro como ese de Ortega que -quiérase o no- ha señalado una marca en la conciencia espiritual del ''concepto de España''.

    Y si no se logra la comprensión, mal puede soñarse en una crítica y en una victoria sobre lo comprendido. Sólo partiendo de la inteligencia de un pensamiento se puede examinar lo que lleva dentro ese pensamiento. Y esa será mi actual tarea, tras haber convivido la ''atmósfera hospitalaria'' del pensamiento orteguiano...

    (continúa)
    Última edición por ALACRAN; 31/12/2020 a las 19:01
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

  3. #3
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    Re: "Genio de España" y otros textos de Ernesto Giménez Caballero

    Continúa la crítica de Giménez Caballero a Ortega y Gasset:

    ***

    (...) LA ZONA OSCURA

    Pertenece a esa zona oscura, confusa, sombría, alguna de estas palmarias inconsecuencias que vamos a citar ejemplarmente.
    (...)

    2) El tema de lo "franco"

    Sabido es que el ''quid'' original de la España invertebrada reside en ese hallazgo orteguiano que pudiéramos Ilamar de ''lo franco". Es decir, en ese remedio que distingue a la terapéutica orteguiana de toda la farmacología anterior.

    Para Ortega la raíz de la enfermedad de España no está en lo económico, lo libertario, lo indigenista y lo cultural, sino en algo de puro laboratorio eugenésico, en una especie de clínica vacunatoria de Europa, en el vitalismo de lo franco.

    Para la formación de las cuatro naciones europeas (Francia, Inglaterra, Italia y España) entraron, según Ortega, tres ingredientes: la raza autóctona, el sedimento romano y la inmigración germánica (página 146).

    Para Ortega, la desgracia española consistió en que de esos tres ingredientes, el decisivo (página 147), fuera el último, la vitalidad germánica. Porque la vacuna visigoda, recibida en el brazo de España, no era lo suficientemente eruptiva, venía ya en malas condiciones, debilitada por su contacto romano (página 148).
    En cambio, Francia tuvo la suerte de recibir una vacunación perfecta y saludable. (...)

    Y es lo curioso que lo intenta demostrar con España. Demostrar que en España la debilidad del feudalismo (página 158) (gran síntoma de haber prendido la vacuna vital germánica) fue la causa de que el imperio español durase sólo desde 1480 a 1600 (página 163). Y que España no se vertebrase definitivamente.

    Pero lo sorprendente es que Ortega no demuestre cómo Francia -con su magnífico virus- no logra un imperio... hasta Napoleón. E Inglaterra hasta la reina Victoria. E Italia... hasta que Mussolini se salga con la suya, si se sale algún día.

    Y mucho más sorprendente, que la ternera de ese virus maravilloso, la misma Alemania, no alcance unidad nacional hasta anteayer. Y que cuando quiso ensayar durante la Edad Media un Imperio, fracasase. Y cuando lo quiere reiterar en 1914... termine en el Tratado de Versalles. Desde ese punto de vista causaría asombro Portugal, lleno de sangre negra, y con el tercer imperio del mundo.

    Y no menor asombro: el que pueblos tan rubios, puros e indómitos como los escandinavos, crisol de vikingos, de reyes bárbaros, de dinastías egregias... hayan terminado en unas modestas naciones de socialistas, demócratas y pacifiqueros.

    Indudablemente, España está a punto de deshacerse. Eso es cierto. Pero ¡cuatro siglos de perduración imperial! son muchos siglos para que pueda sentirse envidiosa de no haber sido lo bastante ''franca'' en aceptar el ingrediente mágico. La vertebración indómita.

    Lo que sucedió es que ese mágico ingrediente del ''vitalismo franco'' que constituye el único quid original de la España invertebrada de Ortega, no era un descubrimiento original más que... ''en el Mediterráneo''.

    No fue descubrimiento eso del ''vitalismo rubio'' más que en esta España mediterránea, latina, decadente, donde Ortega -dócil a sus padres del 98- recoge fielmente sus imperativos de ''europeizarnos'', de ''germanizarnos'', de aceptar la tesis pangermanista de lo ario, de lo rubio, de lo vital que la gran propaganda alemana de la anteguerra -y las complacencias larvadas del anticatolicismo y de la masonería- habían hecho llegar hasta las páginas de la aldea de un Baroja, hasta los puritanismos carlylianos de un Unamuno, hasta la delicuescencia exquisita de un ''Azorin'' por la dulce Francia.

    Es ese momento ya histórico del pangermanismo en España: cuando Hinojosa busca lo germánico en nuestro Derecho. Menéndez Pidal en nuestra Épica, Melquiades Alvarez en el ''reformismo'' de origen protestante. Baroja en el color del pelo. Y los médicos acuden a Alemania por el fermento milagroso. Y los militares. Y los ingenieros. Y los pedagogos para poner muchos cristales en las escuelas. ¡Luz! ¡Mehr Licht! ¡Ah!, ''lo franco'', nuevo Lourdes del aldeanismo hispano, así fuese entonces ''intelectual'' tal aldeanismo. Se generaliza la cerveza como bebida de ''minorías selectas''. En las cervecerías alemanas de Madrid se espuma El Sol (1917), cuyas titulares góticas encerraron todo el secreto de esa generación que creyó en el ''virus germánico'' como, salvador de todas las gripes nacionales.

    ¿Qué de extrañar si Ortega -el coetáneo terapeuta de la gripe nacional-formulase su remedio de ''lo germánico, de lo franco'', como el decisivo de lo español? (...)

    La tesis ''rubia'' de Ortega, no es sólo un error terapéutico respecto a la genialidad de España: es algo más grave: una herejía. La máxima de las herejías que puede escuchar España, genio antirracista por excelencia: pueblo, que dio a los problemas de raza una solución de fe, pero nunca de sangre. España no asimiló al judío, al protestante o al morisco porque fueran morenos o blondos, sino porque aceptaron o no su credo. (...)

    Ahora bien: no está en mi ánimo llevar la censura del ''germanismo en España'' hasta el absoluto. ¡Lejos de mí, la burla por lo germánico en España! Pues ya se verá más adelante que entre los ''fundamentos geniales de España'', está el sustrato germánico.

    De lo que me sonrío es de la manera falsa y herética de interpretar ese fermento rubio, Ortega y su época. Ortega no se atreve a reconocer la forma en que ese fermento nos fué útil y mágico a España: la forma de las dinastías y de la mística occidental. Mística de sangre y mística de libertad. Pero de ello hablaremos a su debido tiempo.
    (...)

    4) El tema de ''lo selecto".

    Para Ortega lo franco es la "forma", la "minoría'', ''lo que moldea'', ''lo aristárquico''. El resto es masa, materia, pueblo. Como a España nos llega lo germano muy viciado, nuestras minorías son malas y escasas. Y todo queda en

    pueblo y lo que el pueblo no ha podido hacer, se ha quedado sin hacer" (página 143).

    "Mírese por donde plazca el hecho español de hoy, de ayer o de anteayer, siempre sorprenderá la anómala ausencia de una minoría suficiente". "Este fenómeno explica toda nuestra historia, inclusive aquellos momentos de fugaz plenitud" (págs 144-45).

    "Compárese el conjunto de la historia de Inglaterra o de Francia con nuestra historia nacional, y saltará a la vista el carácter anónimo de nuestro pasado, contrastando con la fértil pululación de personalidades sobre el escenario de aquellas nacíones" (pág 144). (...)

    A toda esa serie de proposiciones -¡heréticas y mezquinas frente al genio de España!- bastaría oponerles el mismo argumento orteguiano citado anteriormente. Castilla fue capaz de crear por un quid divinum, independiente de todo quid racial, de todo fermento franco, la más amplia estructura nacional.

    Una estructura -por emplear términos de nuestro filósofo- supone jerarquía de planos o valores.

    Pero el propio Ortega nos lo confirma ¡con el caso mismo de España!

    "Castilla ha hecho a España". "Inventa Castilla grandes empresas incitantes". "Se pone al servicio de altas ideas jurídicas, morales, religiosas". "Dibuja un sugestivo plan de orden social". "Impone la norma de que todo hombre mejor, debe ser preferido a su inferior, el activo al inerte, el agudo al torpe, el noble al vil" (página 64).

    ¿De dónde -pues- se sacaría Castilla esa ''estructuración'' y esa correlación excelsa de minorías y de masas, si en Castilla todo era pueblo?

    Pero además de suceder la "estructuración de España'' sucede la de América.

    "Maravilloso acontecimiento". "Lo maravilloso no fué la conquista -sin que yo pretenda mermar a ésta su dramática gracia-, lo importante, lo maravilloso fue la colonización".

    "Nadie puede negar sus dimensiones como hecho histórico de alta cuantía. Para mí es evidente que se trata de la úníca verdadera, sustantivamente grande que ha hecho España" (página 165).

    "España pertenece a la grey de naciones occidentales que han hecho el más sublime ensayo de gobierno universal" (página 169).

    Ya sabemos que para Ortega lo grande de España, como lo de Roma, es la capacidad divina y sublime de estructurar pueblos. Pero lo que seguiremos sin saber, es cómo Ortega cohonesta este estructurar pueblos ''de Castilla, y de gobierno universal de Castilla", a base de... pura masa, sin fuertes minorías selectas, sin ingrediente ''franco''.

    Según Ortega, hacer una España y una América, se pudo lograr "sin fuertes temperamentos que concentren en su propia persona una gran energía social''.

    Es decir: que las figuras de un Hernán Cortés o de un Pizarro, de un Cid, de un Fernán GonzáIez, de un Fernández de Córdoba, de un Cisneros, fueron algo anónimo y no selecto. (Por no citar más que unos cuantos capitanes de lo español.) Y que las figuras de un Santo Domingo, de un San Ignacio, de una Santa Teresa, fueron trozos amorfos de la masa hispánica que no concentraron energías sociales "para realizar obras de orden material y moral''.

    Para Ortega-sin duda- un Cervantes o un Goya, no fueron ''capaces de una sensibilidad artística poderosa".

    Cierto que España no produce una ''personalidad autónoma que adopte ante la vida una actitud individual o consciente''.

    Pero ello se debió sin duda a dos cosas: una, la dicha por Ortega: que España, como Roma, era torpe para la faena científica y muy apta para su peculiaridad de crear pueblos. Y otra: que España esperaba el siglo XX para que la nacieran filósofos y charladores, capaces de organizar el protofenómeno de la historia, esto es, la conversación (página 179), la tertulia. Es decir, esperaba el momento feliz, España, de poder parecerse ya un poquito a Francia, a Inglaterra. Precisamente en estos momentos en que dejaba España de parecerse a España.

    Precisamente: cuando España, petulante de minorías selectas, perdía hasta la sombra de sí misma como creadora de pueblos; perdía ''la maravillosa América'' y hasta la menos maravillosa región de Cataluña, por no citar otras desvertebraciones de cuyo nombre más vale no acordarse.

    Podría continuar analizando más inconsecuencias de nuestro máximo profesional de la consecuencia, en su obra capital de la "España invertebrada". Por ejemplo, podría mostrar la contradicción palpable que supone declararse por un lado, medievófilo y antimoderno (página 154), y por otro, gran querenciador de la "personalidad autónoma ante la vida" (página 143), que es lo que constituye la base de la anti edad media, el fundamento del modernismo, del humanismo, de lo renacentista.

    Pero mi tarea se desproporcionaría fuera de los límites morales y literarios que me tengo trazados. Me parece suficiente el examen realizado en la "zona oscura y confusa" de la "España invertebrada", para portar el conocimiento de que a un máximo lógico, consecutor y crítico, se le puede hallar la crisis, la incongruencia y el ilogismo. Me parece suficiente haber destacado en esa ''zona sombría'' del sistema orteguiano, la razón de sus sinrazones; la nulidad de sus falsas luces. Es decir, la ausencia de fundamentos exactos para manifestar solemnemente ante la historia, que España estuviese ''invertebrada''.


    Última edición por ALACRAN; 04/04/2021 a las 20:51
    Kontrapoder dio el Víctor.
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

  4. #4
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    Re: "Genio de España" y otros textos de Ernesto Giménez Caballero


    LA ZONA PERSPICAZ


    Ahora bien: si el libro famoso de Ortega posee esa ingénita ''zona oscura, arbitraria, caprichuda y falsa'', también tiene otra como ya advertíamos llena de perspicuidades meridianas, subida sobre altos miraderos. Una zona desde la que Ortega otea con claridad el horizonte, entornando los ojos en supremo esfuerzo visual, y apercibiendo lo que el corazón de Ortega se niega, en última instancia, a aceptar: por timidez, por cobardía, por falta de fuerzas morales e históricas; por presentimiento vago de que aceptándolo, hubiese quedado invalidado automáticamente frente a su propia generación (la generación "francamente romántica''). Y, además, porque aceptándolo en honrada consecuencia se hubiese venido abajo toda la tesis fundamental de su propio libro: la ''invertebración española".

    (...)

    Me parecen suficientemente graves, rotundos y conclusivos los textos desplegados en este metódico examen de la ''zona solar y clara'' de la obra de Ortega, para preguntarnos doloridos y atónitos: ¿Cómo un ojo experto, cual el orteguiano, que afirma ser ''un defecto ocular el que impide al español la percepción acertada de las realidades colectivas" (página 13), al corregir él, ese defecto, y alcanzar la percepción acertada de algunas de las realidades colectivas, cierra los ojos y se vuelve de espaldas?

    ¿No será Ortega mismo esa urraca que él cita pamperamente:

    Que en un lado pega los gritos
    Y en otro pone los huevos?

    Para mí el fenómeno de pegar en un lado el grito, la mirada, y poner los huevos en otro, es el mismo que ya sucedió en el siglo XVII y que por cierto subrayó Ortega mismo hablando de Cervantes: un fenómeno de hipocresía histórica. Es el mismo fenómeno hipócrita del siglo XVII, sólo que al revés.

    Entonces, un Descartes, un Cervantes, pegaban los gritos de sus devociones en Loreto, en el Escorial, es decir, en Roma. Pero ponían los huevos en ... la Enciclopedia, nacida de esos mismos huevos. Y así ahora: Ortega pone su devoción, su pánico religioso, en el Templo de la Humanidad que es el Parlamento, el Liberalismo y Ginebra. Pero los huevos, los gérmenes, a pesar suyo, tornan al otro lado.

    La misión de uno es bien sencilla; dar el grito ahora donde están los huevos. Y seguir poniendo los huevos el acento, el coraje y el valor donde también los gritos. Sin miedo a equívocos ya. Sin terror a la consecuencia. Sin importar a uno la excomunión del peor de los espíritus existentes en España desde tres siglos: el espíritu hipócrita de la urraca.

    Mi misión es tan sencilla y alegre que me parece renacer a una vida pura de niño, mirando sinceramente a los ojos leales de mi madre, de mi pueblo. Me parece como en aquel método biológico elemental haber vuelto al más simple texto del alma hispánica: ''dar al César lo del César y a Dios lo de Dios''. Genio de España.



    continúa


    Última edición por ALACRAN; 04/04/2021 a las 20:54
    Kontrapoder dio el Víctor.
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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