No es nada nuevo este tipo de presiones que realizan las empresas para que sus trabajadores cumplan una jornada laboral muy superior a la que marcan las leyes laborales y el convenio colectivo. Yo puedo contar mi caso particular. Comencé a trabajar a los 23 años, como técnico especialista en electrónica industrial en una empresa madrileña que fabricaba circuitos electrónicos para las CPU's de las máquinas tragaperras de una conocida marca. Inicialmente, las condiciones de trabajo era fabulosas (de lunes a viernes, en horario de 8h a 15h) y con un salario digno de ingeniero superior. Cuatro pagas extra, incluida en ellas la famosa paga de beneficios que instauró en España el franquismo, etc, etc..
Y también me ocurrió como a este señor, que durante los primeros meses, yo también hacía de manera voluntaria horas extraordinarias. Salía de mi jornada normal de trabajo a las tres de la tarde, me iba a comer a un restaurante de la zona, y a las cinco de la tarde comenzaba la jornada extra, que se prolongaba hasta las ocho de la tarde. Y hasta los sábados (fuera del horario habitual) se hacían horas por la mañana. Por ahí no tragué nunca... Gracias a esa cantidad ingente de horas, unidos a los buenos salarios por jornada normal que la empresa pagaba, la gente obtenía unos jornales magníficos (en 1981, un simple operario de cadena de montaje, en aquella empresa, cobraba trescientas o cuatrocientas mil pesetas de la época... algo más de dos mil eurillos, que diríamos hoy en día). Ahora bien, con ese dinero uno era el rey de Java. Recordemos que la entrada de un cine costaba 300 pesetas y una buena cena en un restaurante no pasaba de las dos mil pesetas... Un recorrido de taxi de punta a punta de Madrid, y de noche.. jamás superaba las mil y pico pesetas, etc, etc...
Yo era supervisor de una de las tres cadenas de montaje existentes, por lo que mi salario era bastante superior. Pero, un día pensé que estaba echando demasiadas horas y que estaba cambiando mi valioso tiempo por oro en forma de pesetillas. Y un día dejé de hacer horas extra y limitarme a cumplir la jornada laboral que marcaba el Convenio Colectivo. Y aún así mi salario continuaba siendo, sencillamente, excelente. Todos cobrábamos muy por encima de lo que marcaba el convenio. Hasta ahí, ninguna queja...
Sin embargo, al igual que a este hombre, me llamaron varias veces al departamento de personal amenazándome con tomar represalias conmigo. En aquellos días, despedir a un trabajador no era tan fácil como ahora... Me fueron degradando de categoría laboral quizás para tocarme el orgullo profesional, pensarían... (o cualquier bobería de esas...). Pero estaban obligados a mantenerme salario porque la ley no permitía reducirlo. Me llevaron a galeras (como llamábamos en la empresa a las cadenas de montaje) a apretar tuercas y poner bombillas, vestido con un mono azul mahón. Pero yo no claudicaba de mi postura. Finalmente acabé llevando carritos cargados con piezas de recambio de una nave almacén a otra... Había pasado de trabajar en un despacho con hilo musical, bata blanca y aire acondicionado a llevar un mono azul, y tener que empujar un carro con piezas de desguace de montacargas en montacargas, y pasando en verano un calor horrendo.
Finalmente, fui yo el que me marché de esa empresa, porque encontré otro lugar donde seguir trabajando, cobrando un salario un poco inferior (pero más que suficiente) y sin tener la obligación de 'echar horas'.
Aunque, eso sí, cobrando todavía mi salario de técnico especialista. Yo creo que era el mozo de almacén más caro del mundo... Y además, no consiguieron despedirme.
La legislación española de aquellos tiempos nos protegía.
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Por lo que vemos, cualquier trabajador como yo, que en estos días de desregulación y de poner el culo y tragar con las condiciones que manda el negrero de turno, si se empeña en desear tener, además de un trabajo, una familia o tiempo libre... sencillamente acaba en la calle. Y lo peor es que esta política empresarial está llevándose a cabo por señores muy católicos ellos que siempre se quejan de que las familias en España ya no son como antes, y de que el índice de natalidad es uno de los más bajos del planeta.
Como leemos que le ha ocurrido a este pobre hombre, si se quiere trabajar en España, es preciso renunciar a más tiempo libre que el que la libertad del negrero-empresario graciosamente te otorgue, sin tomar en cuenta las legislaciones laborales ni los convenios colectivos existentes.
Para que luego digan los liberales de mierda que desrregular y flexibilizar la legislación laboral beneficia a todos, comenzando por los propios trabajadores.
¡¡¡Y UNA MIERDA!!!
¡VIVA LA REGULACIÓN LABORAL INFLEXIBLE DEL FRANQUISMO!
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