En mi caso particular, he mantenido una visión crítica (y así lo he reflejado en varios artículos en este Foro) sobre la literatura económico-social que ha venido manteniendo el mundo tradicionalista en los últimos dos siglos en su enfrentamiento con las nuevas ideas y realidades ecónomicas surgidas a raíz de la Revolución Industrial en adelante (aunque éstas tuvieran un origen bastante anterior a dicha Revolución, así como las discusiones económicas en torno a dichos problemas surgidos en el mundo moderno).Me parece fenomenal esto de la Obra Nacional Corporativa y casa bastante con la idea que tengo yo. Pero me pregunto qué opinan algunos carlistas que son partidarios de reducir el Estado a su mínima expresión, que niegan el papel rector del Estado en la economía, o que consideran "estatista" y "socialista" todo lo que sea salirse de la iniciativa privada. Pienso ahora mismo en algunas intervenciones de Martin_Ant, pero también en otras muchas personas que vengo leyendo en Internet. Cito algunos párrafos con la correspondiente explicación:
Por supuesto no me refiero aquí a los ingentes y sacrificados trabajos en el orden práctico realizados por todas estas organizaciones católicas para tratar de paliar los estragos reales provocados por el capitalismo (creación de corporaciones, montes de piedad, cajas de ahorros, cooperativas, etc...), sino a las obras teóricas y doctrinales en las que se trataba de buscar una explicación última y verdadera al fenómeno del capitalismo.
Evidentemente, de lo que he leído, la Comunión también participaba de esa misma literatura y de las ideas e interpretaciones que en ellas se vertían acerca del origen del mal económico (las cuales a su vez condicionaban las respuestas acerca de las posibles soluciones del problema).
Entiéndaseme lo que quiero decir: la filosofía subyacente en cuanto al objetivo o finalidad a conseguir, subrayada en toda esa literatura, es correcta (es conveniente señalar, también, su ratificación por el Magisterio eclesial en las encíclicas papales preconciliares), entendiendo, por dicha finalidad, la conjugación o armonía entre la libertad de los miembros de la comunidad política para tomar sus decisiones asociándose libremente en distintas organizaciones, corporaciones o como quiera llamárseles (evitando así el estatismo) con la necesaria coordinación que el poder político supremo ha de ejercer en algunas ocasiones en que el bien común lo requiera (evitando así el individualismo-comunitarismo que fomenta la ideología liberal).
El problema por tanto no está en la filosofía común que, en lo económico-social, mueve a todos eso movimientos tradicionalistas (Comunión legitimista en España, los tradicionalistas en Francia, los distributistas anglosajones, etc...); el problema está -y de ahí mi crítica- en el insuficiente análisis que en sus obras hacen del problema económico-social del mundo moderno, en particular y principalmente, del análisis del dinero y del sistema financiero, así como de su decisiva y determinante (no digo condicionante, sino determinante) influencia en la economía real o material. Obviamente, como la previa visión que tengamos del problema condicionará las posibles soluciones que avancemos para remediarlo (como señalé antes) dichas soluciones arrastrarán la misma insuficiencia que se originió en el previo análisis del problema.
En este sentido, Kontrapoder, hay varios juicios en el Plan sobre aspectos contingentes (es decir, que no afectan a la cosmovisión que subyace a todo el conjunto) con los que no estoy de acuerdo; pero no creo que haya en el mismo nada que se pueda considerar contrario a una filosofía corporativa-foral contraria tanto al individualismo liberal como al estatismo socialista. Los dos ejemplos que señala usted al final yo no los veo como de carácter estatista. Cuando habla de la regulación de la producción y los precios, se refiere como órganos reguladores a las distintas corporaciones u organizaciones creadas por la sociedad, pero no al Estado o poder político supremo. Y en cuanto a su reconocimiento-autorización por el poder politico es algo completamente distinto a su constitución-creación por dicho poder político o Estado (como ocurriría, en este último caso, en un régimen estatista).
Como digo: la filosofía económico-social que trasluce el documento es correcta y no es distinta a cualquier otra -al menos que yo haya visto- de la literatura doctrinal de pensadores tradicionalistas españoles: esto es, la promoción de la propiedad social entre los españoles, distinguiéndola de la propiedad privada capitalista anticomunitaria-antisocial del liberalismo y de la propiedad estatal o "nacionalizada" del fascismo-socialismo (véase, por ejemplo, para más información el libro de Eloy Landaluce, "Carlismo y Socialismo", 1976).
Pero ahora bien, eso no quiere decir, repito, que el análisis del problema y la correspondiente solución sean completos y, por tanto, del todo correctos. Es ahí en donde entra mi constante defensa del trabajo de C. H. Douglas. Pronto pondré un ensayo completo sobre el mismo.
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