APÉNDICE 5
Fuente: Franco, ¿no era normal? Uno de sus hechos injustificable: la persecución a los carlistas, Tomás Echeverría, páginas 103 – 105.
CARTA DEL PRÍNCIPE REGENTE DON JAVIER A LA JUNTA NACIONAL CARLISTA DE GUERRA
6 marzo 1937
A Mis Delegados en la Junta Nacional Carlista de Guerra.
Mis queridos amigos:
Me hago perfecto cargo de la tortura en que os encontráis todos, sin exceptuar a nadie, con respecto al asunto de Mi Jefe Delegado. Veo vuestras dudas y vacilaciones precisamente por el deseo de acertar y conseguir que cese la sanción, ya que todos os solidarizáis con él, y anheláis que ejerza la Jefatura con más efectividad, con más eficacia, y con toda dignidad.
Pues bien: no os atormentéis más, haced lo que Yo os mando, pues hay que confiar en la misericordia de Dios, que ha de prestarme en el cargo sus asistencias. Llevad esta carta al Generalísimo, presentaos a él, habladle con sinceridad y respeto, y Yo espero que acompañado todo esto de Oraciones a Dios Nuestro Señor, hemos de conseguir nuestros legítimos deseos.
Si, contra nuestras esperanzas, el resultado no fuese satisfactorio, ya hablaríamos sobre vuestras dimisiones.
Entre tanto, lleno de confianza en Dios y en vuestra lealtad y celo, queda vuestro afectísimo
FRANCISCO JAVIER DE BORBÓN
CARTA DEL PRÍNCIPE REGENTE DON JAVIER AL GENERALÍSIMO
6 marzo 1937.
Excmo. Sr. Don Francisco Franco Bahamonde
Generalísimo y Jefe del Estado Español
Excmo. Sr.:
Profundo dolor me causó el destierro de mi representante en España, Sr. Fal Conde, y de manera especial la noticia de que su proceder había merecido calificaciones durísimas que imputaban delitos contra la Patria, a quien, en todo momento, tanto y tan abnegadamente la ha servido, y representa dignamente a los españoles meritísimos encuadrados en los Requetés.
Creyendo que la medida habría de perturbar las conciencias, y temiendo que repercutiera en el extranjero, decidí callar y mandar a mis leales en carta a Mi Junta de fecha 6 de enero, que guardaran el mismo silencio, para eludir toda responsabilidad en esos perjuicios, y evitar cualquier agravación de los mismos, en la esperanza, por Mi parte, de que no tardaría V. E. en revocar su acuerdo. Lo mismo Fal Conde, en su resignado destierro, que todos los Tradicionalistas españoles, han demostrado una vez más, que se deben a la Patria, ante la que saben ofrendar sus intereses, aún legítimos, de partido.
Lo que no han podido evitar es que, día por día, la ausencia de Fal Conde causa en los Requetés del frente una insatisfacción que les produce la clara visión del distanciamiento entre el Jefe del Movimiento Nacional por derecho de caudillaje, a cuya obediencia se sujetaron por orden de Mi Jefe Delegado, y éste que, representando en España la Causa de la Monarquía, recoge además la confianza de los carlistas que profesan estos ideales eternos e irrenunciables.
Esa interior amargura de los Requetés ha llegado a punto de hacer imposible la continuación de Mis Delegados de la Junta Nacional, que me han presentado sus dimisiones, y Yo, antes de aceptarlas, tengo necesidad de remitirlos a V. E. para que le pidan se alce el destierro de Mi Jefe Delegado, y se busque la fórmula de marchar en lo sucesivo en tal compenetración –habida cuenta de la subordinación y disciplina que tienen aceptada– que permita nuestra colaboración más eficaz, que no aspira a cargos públicos, de los que por otra parte, parece que hay designio de alejarlos, y sí sólo a obtener las facilidades necesarias para rendir un mayor esfuerzo guerrero y dar al Estado la savia de la doctrina salvadora que esta gloriosa Comunión ha conservado a costa de infinitos sacrificios, y siempre con la lealtad más acrisolada de que hay ejemplo en la Historia de España.
Espero confiadamente ser atendido en Mi petición, y como Príncipe Regente, Sucesor en tal cargo de los heroicos Reyes proscritos, complázcome en consignar que es la primera vez, en más de un siglo, que el Representante de la Legitimidad ha podido dirigirse a los Poderes Públicos Españoles, porque hasta ahora no han sido éstos ejercidos con los títulos y por las personas exigidas por el honor de España. Sea ésta la explicación de Mi fundada esperanza y, al par que le felicito por la dirección y éxitos de la campaña, me satisface testimoniarle mi particular devoción.
FRANCISCO JAVIER DE BORBÓN
NOTA VERBAL DE LA JUNTA NACIONAL CARLISTA DE GUERRA AL GENERALÍSIMO, QUE ENTREGA A ÉSTE, PERSONALMENTE, EN AUDIENCIA DEL DÍA 10 DE MARZO DE 1937.
La Junta Nacional de la Comunión Tradicionalista ha recibido del Príncipe Regente, Don Javier de Borbón Parma, la orden de entregar a V. E. el documento que dicho Augusto Señor le dirige, y que en este momento ponemos en sus manos.
La Junta aprovecha esta ocasión para reiterarle una vez más la lealtad con que los Requetés y la Comunión entera, viene sirviendo, desde el primer día, la Causa de la Patria, encarnada hoy en la persona de V. E.
La lealtad de los tradicionalistas, su generosidad en el esfuerzo, y su espíritu de disciplina son notorios. Estas virtudes han resplandecido con luz de ejemplaridad, acatando, como han acatado, con respeto profundo, la orden de extrañamiento de su Jefe D. Manuel Fal Conde, quien sin la más leve protesta, en silencio doloroso, abandonó el territorio de la Patria.
No debemos entrar en el estudio del hecho material que provocó la sanción. Pero lo que podemos afirmar con dignidad es que la intención fue recta y patriótica. Estamos seguros que el claro juicio de V. E. apreciará, como nosotros sostenemos por nuestro honor, en el acto del Sr. Fal Conde, la falta de esa intencionalidad sin la cual, jurídicamente, no puede haber delito. Si alguna duda hubiera podido haber en esto, el rendimiento con que se ha cumplido la sanción habría sido bastante para disiparla enteramente. Y si, a pesar de todo, aún existiese, suplicamos con vehemencia que se abra la más amplia información. Nos ofrecemos a todo; no hay en nuestro espíritu un solo repliegue oculto. Nada ansiamos tanto como que V. E. llegue a conocernos a fondo, porque ansiamos también que nuestra colaboración con V. E. en los altos afanes de estos graves días, sea cada vez más íntima, más cordial, sin recelos ni dudas, sin sombras, hasta llegar a la unidad del espíritu, raíz única de toda obra fecunda. Y hoy reiteramos estas afirmaciones por nuestro honor y por el honor de nuestros muertos.
Leerá V. E. en el documento del Príncipe, que los Vocales de esta Junta Nacional han presentado su dimisión. Esta actitud nuestra era obligada. Si, a pesar de la falta de intencionalidad, se mantiene la sanción impuesta al Sr. Fal Conde, un deber de compañerismo, de lealtad personal, de sentido jerárquico, nos obliga, no mediado delito, a tomar esta determinación que nadie, mejor que un soldado, sabrá estimar en lo que tiene de honrada y caballerosa.
Pero tenemos otra razón para dimitir, que diremos a V. E. con entera sinceridad. El mantenimiento del destierro prolongado del Sr. Fal Conde, por un hecho al que no acompañó intención delictiva, determina que la actuación de la Comunión en general, y de los Requetés en particular, aun dentro de su proverbial obediencia y disciplina, carezca de aquella interior satisfacción, necesaria siempre para la eficacia de la colaboración, y que nosotros nos sentimos impotentes para devolverles. Ocultar esto, sería adulación indigna; diciéndole con respeto y verdad, cumplimos el más difícil, pero a la vez, el más alto deber con los gobernantes.
No queremos terminar sin sumarnos con el mayor empeño a la petición que el Príncipe hace a V. E. Pedimos que se levante la sanción contra el Sr. Fal Conde. Su falta de intención dolosa, y la necesidad de restablecer la satisfacción interior en la lealísima Comunión Tradicionalista, esperamos que inclinen a V. E. a consentir la reintegración de nuestro Jefe a la Patria.
Salamanca, 10 de marzo de 1937.
Marcadores