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Tema: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

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  1. #1
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (X)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 17/05/2020.
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    Gracias mil, titísimo Escrutopo, por hacerme llegar las felicitaciones que toda la plutocracia globalista te ha transmitido, genuflexa ante tu ojo sin párpado, en las misas negras que se han oficiado para conmemorar la creación de una renta mínima. Nuestros adoradores se merecían este premio, que les permitirá convertir en chatarra a millones de trabajadores, sin temor a revueltas sociales hasta que quiebre el sistema.

    Pero no pienses que mi única pretensión era contentar a nuestros adoradores y devolverles con creces el dineral que desde hace décadas destinan a sobornar a la izquiedra caniche. Creando esta renta mínima anhelo, sobre todo, ganar almas; quiero decir, arrebatárselas a nuestro Enemigo. Como no se te escapa, titonísimo titán, el trabajo digno es la actividad en la que confluyen todas las potencias y facultades humanas -inteligencia, voluntad, creatividad…- y a través de la cual el hombre mejora el mundo y se perfecciona como persona. De ahí que los carcamales de tu generación concibierais la idea grandiosa de desnaturalizar el trabajo, imponiendo un economicismo materialista que lo supeditaba al capital; de este modo, los hombres se sintieron una pieza más (y cada vez peor remunerada) de la cadena de producción y renegaron de un trabajo alienante. Pero hacía falta una vuelta de tuerca más; hacia falta animalizar a esas personas alienadas, dándoles una renta mínima que, a la vez que las mantenga en la ociosidad envilecedora, les deje llevar una vida plebeya sin vínculos ni compromisos, infectada de acedia y hastío vital, de haraganería y desapego, de aversión hacia todas esas potencias y facultades que antaño les permitían perfeccionarse mediante el trabajo, también de una vaga rabia vengativa.

    Y esa rabia vengativa del hombre subsidiado y ocioso encontrará su desahogo mordiendo las llamadas -con inspiración de tu sobrinito Orugario, que se disfraza de becaria súcuba para comer el tarro y otras cositas más carnosas a la izquierda caniche- «grandes fortunas», luego a las «fortunitas» y ya por último a los simples «ricos», que para entonces serán quienes tengan una nómina y un pisito. Utilizando esta semántica maliciosa me propongo, titoncete lindo, inspirar en quienes cobren la renta mínima la creencia de que aún podrían cobrar más con tan sólo pillar cacho de esos ricos en diverso grado. Pues no se trata de ayudar al pobre, sino de envilecerlo de rencor y envidia de los bienes ajenos; y estos sentimientos sórdidos, ascendidos a la categoría de virtudes democráticas, permitirán a su vez empobrecer al resto de la sociedad (empezando por las «grandes fortunas», siguiendo por las «fortunitas» y acabando por los «ricos» de nómina y pisito modesto), hasta fundirlos a todos en una pobreza de alimañas subsidiadas y subsidiantes que pastorearán nuestros adoradores plutócratas.

    Ante todo, esputillo Escrutopillo, hay que evitar que las fortunas -grandes o pequeñas- se orienten hacia el ahorro, que estimula la inversión productiva y el empleo mediante el préstamo social. Y para ello hay que machacarlas con expolios que las dirijan hacia los paraísos fiscales y hacia los pelotazos especulativos que molan a nuestros adoradores plutócratas. Así infestaremos de odios la sociedad entera, condenando a una parte a la ociosidad y la envidia de los bienes ajenos y a la otra a las angustias del escamoteo financiero. Y conseguiremos, titajo gargajo, que unos y otros se pierdan, abrasados por la solicitud terrena, convirtiendo esta España coronavírica en un nido de áspides que intercambian sus venenos, mientras chapotean en la ruina. Y, entretanto, tú y yo pegándonos la vidorra padre, de misa negra en fiesta blanca.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...4_noticia.html

  2. #2
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XI)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 22/05/2020.
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    ¡Mentira me parece, tito Escrutopocho, que albergues esos temores, siendo un diablo que hilaba tan fino! Y a un viejito chocho que fue tan fino hilador como tú habrá que regalarle una rueca. Dices que contemplas con inquietud -pues te hace temer por la estabilidad de un gobierno tan favorable a nuestros propósitos- los bandazos irracionales del doctor Sánchez, el secretismo con el que destruye informes, oculta la identidad de sus «expertos» o escamotea un «portal de transparencia», las arbitrariedades esotéricas con las que justifica el estado de alarma o dosifica esa mamonada de la «desescalada»... ¿Se puede saber de qué pezuña chocheas, carcamalote mío?

    El hombre es un repugnante híbrido, hecho de carne y espíritu: como espíritu, se orienta hacia un objeto eterno y estable; como carne, sus pasiones y anhelos cambian constantemente. Los paganos no lograron equilibrar estos dos elementos, de tal manera que la apetencia de un objeto eterno propia del espíritu se mezclaba con las veleidades de la carne; y así necesitaban, para mantenerse entretenidos, un batiburrillo de misterios eleusinos y taumaturgias a cada cual más superferolítica, porque los espíritus de sus adeptos estaban tan agitados como su carne y deseosos -igual que su carne estaba deseosa de novedosas orgías- de ritos iniciáticos que cambiasen cada día, anagnórisis abracadabrantes, ensalmos enigmáticos que convertían sus templos en una discoteca de magias potagias. Y todo ello, coronado por la guinda de los sacrificios cruentos, a veces humanos, que lo dejaban todo salpicado de sangre.

    Con estos desórdenes del espíritu acabó la Encarnación de nuestro Enemigo, que enalteció la asquerosa carne humana, brindándole también un objeto eterno y estable en el que podía mirarse amorosamente. Y así la carne, sin abandonar su naturaleza, pudo «religarse» con el espíritu y encontrar un nuevo equilibrio que ya no necesitaba los esoterismos patidifusos de antaño, sino que se hacia visible a través de los sacramentos (¡sólo de pensar en ellos me viene una lipotimia!), que se completaban a través de actos carnalísimos como una caricia o una imposición de manos; y con elementos tan cotidianos como el agua o el aceite. O como el pan o el vino, que se alían para coronarlo todo con un (¡aggghhh!) sacrificio incruento que trae la paz a las almas.

    Nuestra astucia, titirrititín de cuernos mellados y rabo flácido, consiste en apartar a los humanos de nuestro Enemigo, de tal modo que sus espíritus desnortados acaben adoptando las agitaciones irracionales de la carne, al estilo pagano. Y, para lograrlo, hay que brindarles religiones sustitutorias. ¿Y qué otra cosa son las ideologías en boga, titón chochón? Pero las ideologías a palo seco, con su único sacramento del papelito en la urna, sus soñolientas misas parlamentarias y su propaganda fidei de tertulietas politiquillas, son más aburridas que un infierno sin parrilladas. Así que, para mantener a estas gentes exaltadas, hay que amenizar el sucedáneo religioso con bandazos irracionales, secretismos, ocultamientos y escamoteos, arbitrariedades esotéricas y desquiciadas que dejen pasmados a sus adeptos y a la vez los tornen más crédulos y fanáticos. ¿No has visto con qué brío aplauden en los balcones y en las calles parten crismas a los fachas? Y todo ello coronado con un sacrificio cruento de millones de puestos de trabajo y ruinas familiares y empresariales. Pues a los espíritus que han perdido su objeto eterno sólo les resta acatar las veleidades irracionales de quienes los mangonean. Definitivamente, si no adviertes mi maniobra es que estás gagá. Te mandaré por mensajero la rueca, tituso; pero ten cuidado, no te pinches con el huso.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...1_noticia.html


  3. #3
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XII)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 25/05/2020.
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    Nunca pude imaginar, ¡oh amadísimo tito Escrutopo!, que las inofensivas eutrapelias que tu sobrino Orugario te dedica te hayan hecho considerar la posibilidad de apartarme de la misión que me asignaste, aprovechando la plaga coronavírica.

    ¡Precisamente ahora, que estoy trabajando para que el patriotismo, en lugar de fermento de virtudes que a todos los españoles una, se convierta en acicate de vicios que a todos los encizañe y divida! No hace falta que te diga, idolatrado tito, que en todos los españoles hay un patriotismo instintivo, una querencia o apego a su tierra que les engendra añoranza cuando los apartan de ella; pero este patriotismo instintivo puede volverse malo o bueno según se ordene por la razón o se enfangue de sentimientos viles. Y el primero de esos sentimientos viles es, por supuesto, la envidia del bien ajeno, que la ideología izquierdista convierte en «virtud cívica», disfrazándola de igualdad. La persona envenenada de esta ideología siente, como cualquier hijo de vecino, querencia o apego a su tierra y a sus muchas hermosuras; pero enseguida descubre que tales hermosuras no son suyas, sino de otros. Y como la envidia es tristeza del bien ajeno, esas hermosuras ya no despiertan en él admiración o atracción, sino una suma de tristezas que acaban cuajando en resentimiento hacia la patria. Por eso algunos ven en la bandera un escupitajo lanzando sobre su dignidad por quienes poseen (o él cree que poseen) las cosas hermosas de las que él carece (o cree que carece). Y piensa que, cada vez que alguien enarbola una bandera, le está rebozando por los morros que él no tiene casa en el pueblo, ni una novia tan guapa, ni una barriga tan lozana como el tipo que enarbola la bandera (aunque las tenga, pero no son exactamente las del tío que enarbola la bandera, que son las que él codicia). Así, la bandera acaba simbolizando las cosas que él no tiene, que a tantos compatriotas ponen alegres y a él inmensamente furioso. En estos días coronavíricos estoy preocupándome de instilar esa furia en la gente adscrita al negociado de izquierdas, reverendísimo tito; y los resultados no pueden ser más óptimos, como puedes comprobar asomándote a la cochiquera de las redes sociales.

    Pero no creas que descuido a la gente de derechas, en la que entretanto inspiro un patriotismo chillón. En cierta ocasión, el detestable Pemán se declaró «contento, y no orgulloso, de ser español» y una señora de derechas lo acusó de ser un mal patriota. Entonces Pemán escribió una Tercerita magistral como todas las suyas (¡qué placer que ya nadie lea a este maestro!) en la que aclaraba a la señora exaltada que el pecado del orgullo era, precisamente, lo que distinguía al falso patriota. Pues el amor a la patria se muestra con virtudes recatadas (sacrificio, abnegación, generosidad) y no con pecados engreídos (orgullo, vanidad, idolatría). A continuación, Pemán explicaba a esta señora que el patriotismo es una de las formas de piedad, que es la virtud de reverencia que se profesa a las cosas que consideramos especialmente valiosas, como una madre; a la que se puede amar abnegadamente, pero no orgullosamente, si es puta o borracha. Y así también se ama a la patria cuando está enferma. Yo no sé lo que es amar a una madre o a una patria, titísimo adorado; pero sospecho que nadie puede amarlas cuando son putas o están enfermas sin ver en ellas, con todos sus defectos, «cosas de Dios». Por eso es tan importante apartar a los españoles del Enemigo, enviscándolos de odios recíprocos. Si los españoles no pueden amar a sus compatriotas, a los que ven, ¿cómo van a amar a su patria, a la que no ven? Como decía el aborrecible Castellani, «en la práctica, el amor a la patria se resuelve en amor al prójimo; y si no es amor al prójimo, nada es»..

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...2_noticia.html

  4. #4
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XIII)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 30/05/2020.
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    Imagino que ya sabrás, titarraco Escrutopo, que la izquierda lamerona de mis palominos ya impuso el invento de la renta mínima que le inspiré. Así nuestra devota plutocracia globalista podrá mandar tranquilamente a millones de trabajadores españoles a la chatarrería, segura de que no habrá revueltas. Estoy exultante de las muchísimas almas que ganaremos al Enemigo, envilecidas primero por una vida ociosa y después rabiosas cuanto descubran que el engañabobos tiene fecha de caducidad.

    Pero no pienses, titonudo magno, que tu sobrino Orugario se duerme en los laureles, tras triunfo tan arrollador y destructivo. Leyendo al odioso Gustave Thibon me encontré con una reflexión sobre la importancia vital de unas instituciones fuertes para la supervivencia de las comunidades humanas. ¿Qué institución gozaba todavía, en esta España azotada por la plaga coronavírica y el derrumbe moral, de un prestigio a prueba de bomba? ¡Acertaste, sibilino y pitonísimo tito! ¡La Guardia Civil! Y mira que los carcamales de generaciones anteriores hicisteis esfuerzos por desacreditarla, poniéndola a las órdenes de los enemigos del pueblo, para que apiolase carlistas en emboscadas traicioneras y facilitase la desamortización. Pero, sin duda, los golpes más rastreros a la institución los propinaste tú mismo, ¡oh titoceronte de doble cuerno!, permitiendo a los guardias civiles formar «asociaciones para la defensa y promoción de sus derechos e intereses profesionales» que han metido en la institución el veneno del sindicalismo y el guirigay de la bandería política. Y no hay que olvidar la canallada que urdiste, permitiendo que los nombramientos de coroneles y generales fuesen de libre (e interesada) designación de cada Gobierno, que así puede promocionar a sus lacayuelos. Pero hacía falta asestar a esta institución secular la puñalada definitiva que la presentase como una camarilla al servicio del tiranuelo de turno, que pone y quita a sus mandos a capricho, como en un tabladillo de la farsa, y los destituye por la vía rápida si no minimizan con suficiente ardor el clima adverso o se niegan a prevaricar. Y que luego, para contentarlos, les sube el sueldo, como quien tira un huesecillo a un perro.

    ¡Lo que no consiguieron las tensiones políticas, ni la inquina separatista, ni las bombas etarras, ni las orgías de Luis Roldán, ni los poemas de García Lorca, lo ha conseguido tu sobrinito! En un santiamén, la institución abnegada que lleva en su divisa el honor y la sangre de muchos heroes caídos en acto de servicio ha sido arrastrada por el fango, humillada y presentada ante los ojos de una multitud atónita como una panda de fámulos encargada de tapar las vergüenzas al tiranuelo que los mangonea y acallar la voz del discrepante. Y, para mayor ensañamiento, titáceo cetáceo, no he encomendado el estropicio a un malvado colosal, sino a un trepa vanidosillo, otrora venerado por la derechona por decretar cazas de faisanes. Estos trepas vanidosillos son mucho más eficaces para nuestra causa que los fanáticos, que se mueven por ideas fijas y acaban obcecándose; en cambio, los trepas vanidosillos hacen en cada momento lo que, cegados por su narcisismo insaciable y su afán de medro, creen que les conviene; que, por supuesto, es siempre lo que nos conviene a nosotros. Y así, lo mismo nos sirven para humillar cruelmente a las familias de los militares muertos en el Yak 42 que para hundir en el fango a la Guardia Civil. Basta con que les hagamos ojitos, disfrazados de íncubos oseznos, para que nos canten el bolero: «Si tú me dices ven, lo dejo todo».

    Es una gozada que haya trepas tan arrastrados y serviles, porque todo lo que tocan lo arrastran al servilismo, incluidas las instituciones más dignas y prestigiosas.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...3_noticia.html

  5. #5
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XIV)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 31/05/2020.
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    Te confesaré, eminentísimo tito Escrutopo, que a veces me aburro como una ostra mientras envisco de odios cainitas a los españoles. Ha apostatado de una manera tan exagerada este pueblo antaño tan creyente que ya ni siquiera puede atisbar aquella metodología del amor que inauguró la Encarnación de nuestro Enemigo. Pero la forma que tienen los españoles de odiarse es tan primaria y visceral y taruga que, como puedes imaginarte, un espíritu puro y orgulloso como yo se deprime. Así hasta que en mi vida apareció Cayetana, el majestuoso cisne negro de la derecha, cuya inteligencia gélida y desapasionada humilla y fulmina a todos sus contrincantes con tan sólo parpadear. ¡Al fin alguien digno de mí, a quien puedo dedicar derretidos epitalamios! De inmediato, caí rendido a sus pies de Venus de las pieles; y, mientras besaba devotamente su cuello de garza real, le inspiré la idea de injuriar malignamente al vicepresidente coletudo, que siempre anda tocándole las narices con la sangre azul que circula por sus venas.

    Por supuesto, me cuidé de que la injuria fuese diabólica en el sentido pleno de la palabra. Y se me ocurrió que Cayetana rebozase por los morros al coletudo los pecados de su padre; alevosía que, viniendo de una liberal que cree en la inmaculada concepción del hombre, resulta todavía más pérfida. Nuestro Enemigo, durante su Encarnación, dejó claro que los hijos no heredan los pecados de los padres, tampoco su ceguera ni sus fraperías, que además pueden servir para que la gloria divina se manifieste, mediante el milagro de la conversión. Pero mi diosa Cayetana, proterva y esbeltísima, señaló al coletudo como «hijo de terrorista», vástago de una estirpe maldita que predestina su alma y ulcera su carne con un estigma indeleble. ¡Cuán gloriosamente ardieron mis medulas al escucharla! ¡Polvo seré, mas polvo enamorado de su lengua viperina!

    Pero mi diosa Cayetana iba a alimentar todavía más el encendido fuego en que me quemo. En una entrevista de ABC, insistía en que el hijo del frapero es, como su padre, «un antidemócrata que trabaja contra el orden constitucional», a diferencia de otros «reformistas» y «demócratas» admirables como Santiago Carrillo. ¿No te provocó un orgasmo instantáneo este sofisma, oh titofante de colmillos retorcidos? ¿No te hizo desmayarte, atreverte, estar furioso, áspero, tierno, liberal, sobre todo liberal, constitucional y demócrata? ¿No te derretiste de gusto al escuchar que Carrillo, nuestro capataz en Paracuellos que jamás renegó de aquella matanza, es alabado por mi diosa Cayetana, mientras el frapero que repartía octavillas y su hijo coletudo merecen su feroz anatema? ¿Adviertes cómo mi diosa ha divinizado la Constitución, a la que exige idolatría, sin importarle un ardite la sangre inocente derramada, cuya expiación considera innecesaria, con tal de que se haga profesión de fe constitucionalista para poder chupar del bote democrático, como hizo Carrillo? Que, por lo demás, es lo mismo que ha hecho el hijo del frapero, sólo que ni él ni su padre han ordenado matar a nadie.

    No hace falta que te diga que las palabras de mi diosa Cayetana han encandilado a la derecha. Y tampoco que el vicepresidente coletudo tomará cumplida venganza. Porque mi diosa Cayetana no ha logrado (¡qué palote me pone su petulancia ciega!), acabar con la «superioridad moral» de la izquierda, ni con el «síndrome de Estocolmo» de la derecha, como ella -en pleno subidón de anfetaminas liberales- piensa. Sus palabras sólo han logrado envenenar al hijo del frapero, que sabrá cómo tomar atroz desquite. Arrodillémonos, ¡oh titagarto reptiliano!, ante mi diosa Cayetana, por azuzar tan brillantemente la metodología del odio.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan-manuel-prada-cartas-sobrino-diablo-202005312351_noticia.html

  6. #6
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XV)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 05/06/2020.
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    Nunca en mi vida se había reído tu sobrinito Orugario con carcajadas tan estruendosas como cuando recibí tu última carta, en la que me preguntas desasosegado si alguna de las denuncias que se han interpuesto contra los mariachis del doctor Sánchez, acusándolos de mentir u ocultar la verdad sobre la plaga coronavírica, tiene visos de prosperar y restablecer la justicia. ¡Se ve que los años te volvieron medroso, amén de carcamal! La justicia es a los regímenes partitocráticos, ¡oh titopótamo Escrutopo!, lo mismo que el himen a los lupanares: una quimera inencontrable y totalmente fiambre que sólo se puede invocar cínicamente, mientras se persevera en el puterío.

    Recuerda, titarraco lindo, que -como advertía la piojosa de Simone Weil- el fin último de la partitocracia es alimentar a las masas de pasiones sectarias y matar en sus almas el sentido de la verdad y la justicia. Y en España, donde las pasiones sectarias alcanzan densidad de mugre, a una mayoría de españoles que votan a las oligarquías de izquierdas les parece de perlas todo lo que los mariachis del doctor Sánchez hagan, así sea dejar que los ancianos se pudran sin respiradores artificiales o fomentar el contagio multitudinario en manifas antifas, como también les parece de rechupete que el trepilla Marlaska, héroe de la operación Faisán y el Yak 42, deponga un zurullo de exorbitado diámetro sobre el artículo 126 de la Constitución. A las hordas partitocráticas, ¡oh titánico tito!, la verdad y la justicia se la refanfinflan; y sólo desean que salga triunfante su facción frente a la contraria, como el forofo futbolero sólo desea que gane su equipo, aunque sea con goles en fuera de juego, falsos penaltis y sobornos al árbitro.

    Y, además, las oligarquías partitocráticas se protegen entre sí. «Perro no come perro», titingo tilingo. Aunque ahora las facciones en la oposición galleen mucho, llegada la hora de la verdad opondrán todo tipo de trabas y fomentarán todo tipo de inmunidades para que la Justicia no caiga sobre los mariachis del doctor Sánchez, que así podrán entrar en la ronda de las puertas giratorias. Pero tu inquietud viene sobre todo por los jueces, pues temes que haya algún locatis imbuido de sentido de la justicia que dicte sentencia contra estos queridos bellacos. Y no te digo yo que no haya alguno, entre los jueces de tropa, capaz de arrostrar por amor a la justicia el escrache y el ostracismo; pero sus sentencias serían de inmediato revocadas por los tribunales superiores, que son enteramente sistémicos y al servicio de la partitocracia, de cuyas almorranas maman. Pues ya sabes, ¡oh titanosaurio rex!, que en España no existe separación de poderes; y que la elección de los miembros del Consejo General del Poder Judicial es un burdo apaño entre oligarquías. Tampoco debes olvidar, en fin, que en España el Derecho ha dejado de ser determinación de la justicia, para convertirse en un barrizal positivista nacido del arbitrio del poderoso de turno, que utiliza las leyes para imponer su voluntad.

    Conque estáte tranquilo, tituso pituso, que en la España partitocrática no se hará justicia. Y así, la injusticia no reparada envenenará (todavía más) la convivencia, azuzando deseos de venganza a través de esa septicemia moral llamada resentimiento. Y es que, como advertía el pulgoso de Castellani, el resentimiento se irradia concéntricamente de zona en zona anímica, hasta contaminar incluso el entendimiento; y sólo puede curarse allá donde actúa la Gracia del Enemigo, convirtiendo el odio a la injusticia padecida en «hambre y sed de justicia» para el prójimo, para el vecino, para el compatriota. Pero nada de esto sucederá mientras en España reine la partitocracia, que es el mejor katejon contra la acción de la Gracia jamás inventado por nuestra Legión.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...8_noticia.html

  7. #7
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XVI)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 07/06/2020.
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    Me pides, ¡oh dilectísimo titarrapata Escrutopo!, que te exponga las razones por las que sostengo que nuestro dilecto doctor Sánchez saldrá airoso de la plaga coronavírica. Habría que empezar señalando que el hombre moderno es por naturaleza progresista, por mucho que se crea conservador o liberal. El hombre moderno, como tú mismo me revelaste, es alguien a quien domina el miedo a «Lo Mismo de Siempre», esa pasión tan valiosa para nuestros intereses, causa de la herejía en la religión, de la infidelidad en el matrimonio y de la inconstancia en la amistad. Y, en política, causa de ese anhelo tan fatuo de «conquistar nuevos derechos y libertades».

    Por eso, como decía el gordo seboso de Foxá, «querer combatir el comunismo con la democracia es como ir a cazar un león llevando como perro a una leona preñada de león; pues ella lleva en su entraña al comunismo». El problema es que la conquista de todos esos derechos y libertades no evita que el dinero siga llenando los bolsillos de unos pocos. Y los incautos acaban dándose cuenta del truco, desarrollando una envidia y una angurria de dinero espantosas; y entonces acude solícita la izquierda, prometiéndoles hacer de Robin Hood vengador. Y, una vez que alcanza el poder, la izquierda -a la vez que amplia democráticamente la multitud de pobres sin inquietar en absoluto a los auténticos ricos- puede utilizar los derechos y libertades «conquistados» para hacer biopolítica, implantando a su conveniencia pensamientos y deseos, instilando miedos y fobias, instaurando conductas y modos de vida, inventando sexualidades de diseño que se convierten en «premisas vitales» indiscutibles. De este modo, a la vez que se anula la conciencia individual, se moldea el inconsciente colectivo.

    Y esta biopolítica puede lograr hazañas formidables. Repara en esas manadas de españoles progresistas que se manifiestan contra la muerte de un negro en Estados Unidos, a la vez que consideran fachas a quienes se manifiestan contra la muerte de cuarenta mil compatriotas de todos los colores. O que aceptan encantados que el Gobierno haya dejado de suministrarles datos sobre los muertos diarios por coronavirus; pues odian que les hablen de la muerte, que es la expresión más impepinable de «Lo Mismo de Siempre». La anulación de la conciencia individual y el moldeamiento del inconsciente colectivo, que en las personas habitadas por el Enemigo es tarea imposible, en las masas apóstatas es tan fácil como escachar huevos; pues cuando el espíritu del hombre no se orienta hacia un objeto eterno, todo su mundo interior se compone de mentecateces en batiburrillo que facilitan su trabajo al manipulador de turno.

    En este contexto a la derecha sólo le resta, si desea alcanzar el poder, ser la chacha que barre los estropicios causados por la izquierda, cada vez que se enfadan los mandamases del pudridero europeo. ¿Y no nos hallamos ahora ante una de esas ocasiones?, te preguntarás. En aboluto, titanguijuela de mis canalillos y entretetas. En la anterior crisis económica, las exigencias de austeridad de los mandamases del pudridero europeo dieron alas a los llamados «movimientos ultras», que son la bicha del europeísmo besucón de nuestros esfínteres. Así que esta vez, para evitar que la bicha se desmande, han dado la orden de regar con un manguerazo de millones a los Estados miembros y miembras, que de este modo podrán inflar la deuda a lo burro y devolver los préstamos en plazos mucho mas elásticos; lo que, junto al expolio de las clases medias, permitirá al doctor Sánchez repartir gallofas a porrillo entre su clientela. Duerme tranquilo, ¡oh titarabajo pelotero!, que tenemos doctor Sánchez para rato.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...1_noticia.html

  8. #8
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XVII)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 13/06/2020.
    ______________________

    racias mil por tus piropos, titirrititín Escrutopo, que guardo en mi corazón mohoso. Pero si me felicitas tan efusivamente por inspirar a un ministrillo expresiones como «crisis constituyente» o «debate constituyente», ¡tendrás que besar mis pezuñas y servirme de orinal cuando conozcas el plan que he diseñado para que tal situación se haga realidad en esta España coronavírica que me has encomendado destruir! La Constitución del 78, ese bodriete nihilista que los carcamales de tu generación inspirasteis -con sus anfibologías, aporías y sofismas- para ir minando a los españoles, contiene sin embargo un procedimiento de reforma demasiado alambicado que dificulta esa «crisis constituyente» que yo ahora me dispongo a suscitar. Te explico a continuación el plan que he diseñado para instaurar el caos y la liberación de los peores instintos; plan sobre el que advierte con todo lujo de detalles en sus obras el hijodelagrán de Donoso Cortés, al que afortunadamente ningún demócrata lee.

    Nos convenía, en primer lugar, que hubiese un gobierno de escuela socialista. Las escuelas liberales son antiteológicas y escépticas, y sólo se preocupan por las cuestiones materiales; en cambio, las escuelas socialistas tienen teología, lo que las hace más fuertes y propicias a nuestros intereses. Y la teología de las escuelas socialistas, ¡oh titarraco pajarraco!, se caracteriza por santificar las pasiones más abyectas: el odio, la envidia, el resentimiento, todas esas flores pútridas del alma que el liberalismo abona con su estiércol materialista, el socialismo las convierte en virtudes democráticas, disfrazándolas de igualdad, solidaridad, justicia social y otras paparruchas eufónicas. De este modo, el socialismo crea -pemíteme que cite al hijodelagrán de Donoso- «una nueva atmósfera social en que las pasiones se mueven libremente, comenzando por destruir las instituciones políticas, religiosas y sociales que las oprimen».

    ¿Y qué institución hay que destruir primero, titonudo de mis deyecciones y moquitos, para provocar una «crisis constituyente»? ¡La monarquía, por supuesto! Pues la monarquía tiene algo de último obstáculo (katejon) que las escuelas socialistas aborrecen, aun en presencia de los reyes más vendidos, degenerados o peleles. Y la razón última de esta aversión socialista a la monarquía, aun a la más desfondada o pervertida, aun a la más genuflexa y temblona, es en última instancia la misma razón por la que nosotros odiamos al Enemigo. En la figura del Rey siguen resonando misteriosamente aquellas palabras del Enemigo a Poncio Pilato: «No tendrías ningún poder sobre mí si no te hubiera sido dado del cielo». Hay que cargarse la monarquía, o las desvaídas escurrajas de monarquía que todavía subsisten, para asegurarnos de que nunca más un gobernante en España asuma un poder «dado del cielo». ¡Piensa lo terrible que sería que mañana hubiese un rey como el Enemigo manda! Así que he aprovechado la concupiscencia de bienes materiales del anterior Monarca para relanzar ese deslizamiento político que el hijodelagrán de Donoso explica, desde la monarquía hasta la anarquía, con estación en la monarquía constitucional y en la república; que a su vez produce un deslizamiento religioso, desde la fe en nuestro Enemigo al ateísmo, con estación en el deísmo y el panteísmo. Y estos dos deslizamientos provocarán la gran «crisis constituyente» que nosotros estamos anhelando, ¡oh titoncete de mis epidídimos!, esa magnífica aurora en la que España definitivamente se convierta en el paraíso donde nuestra Legión pueda retozar y regarlo todo con su vómito. ¡Arrodíllate ante tu sobrinín Orugario, pedazo de vejestorio!

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...1_noticia.html

  9. #9
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XVIII)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 14/06/2020.
    ______________________

    S
    in duda, titísimo Escrutopo, debemos felicitarnos por la muerte ignominiosa de esos miles de ancianos en las residencias convertidas en morideros coronavíricos, con el estrambote siniestro de los negociados partitocráticos tratando de endosar la mortandad al adversario. Pero tú y yo sabemos que nuestro triunfo es sólo aparente.

    Fuisteis los carcamales de tu generación quienes conseguisteis destruir la institucion familiar, haciendo odiosos para los hombres modernos los frutos fecundos de la tradición. Así lograsteis borrar del corazón humano la concepción de las sucesivas generaciones humanas como eslabones unidos de una cadena (vinculum) que se brindan mutuamente apoyo y fortaleza. Para ayudar a los ancianos a sobrellevar sus padecimientos, el mundo todavía regido por la tradición contaba con una auténtica comunidad familiar que cuidaba de ellos y los confortaba, haciendo presente -mediante la ofrenda de sus desvelos- al Enemigo en sus vidas. Pero los carcamales de tu generación hicisteis creer a los hombres que su vida sería más plena si rompían las cadenas de la tradición y se convirtían en eslabones sueltos y desvinculados. Y así, el hombre autónomo se «independizó» de la familia que reprimía el libre desarrollo de su personalidad, para convertirse en una mónada satisfechísima que ya no tiene que cargar con el lastre de sus viejos, a los que aparca en un moridero, para que otros cuiden mercenariamente de ellos. Sólo que ese hombre autónomo que se desentendió de sus padres ignora que su destino será aún peor, pues su cuerpo acabará también pudriéndose en un moridero; mientras que su alma ya se está pudriendo, mientras consume bulímicamente series de Netflix y porno gratis durante toda la cuarentena.

    Pero para que en este mundo sin tradición los hombres que han abandonado a sus viejos puedan dormir tranquilos hay que imponer una visión de la vejez como edad excedente, sobrante, superflua. Hay que borrar de las almas la noción cristiana de la vida como drama, en la que la escena final es siempre la más importante y la que dota de sentido a todas las anteriores. Y, por supuesto, hay que hacer olvidar que en la vejez florece lo que el cabrito de Cicerón llamaba el «brillante regalo de la edad», el consejo y la autoridad que, por no estar contaminados los viejos por el ansia de poder, son el mejor antídoto contra las traiciones a la patria y las confabulaciones clandestinas con sus enemigos; todos esos actos criminales, en fin, a los que los ansiosos gobernantes jovenzuelos son tan proclives, como se comprueba en la España coronavírica.

    Y ya que la vejez no puede ser «curada» mediante la medicina, la medicina se debe encargar de apacentar a los viejos hasta los rediles de la muerte. Rediles que, en circunstancias de bonanza, serán plácidos como una inyección de morfina. Pero que, en circunstancias de crisis coronavírica, serán rediles angustiosos, en los que los viejos perecerán muy lentamente, entre estertores y paroxismos de asfixia, abandonados de sus familias y privados de los últimos sacramentos, para después pudrirse durante unos cuantos días, antes de arder en el horno crematorio. Todo sería perfecto para nuestra causa, ¡oh titurbitáceo calabazón!, si el Enemigo, al que se le impidió la entrada por la via sacramental, no se hubiese colado en esos morideros por otras vías misteriosas, para mirar a los ojos a quienes lo imploraron. Porque el Enemigo siempre se sale con la suya in extremis, por mucho apoyo que nos brinde la chusma gobernante y partitocrática. Y es que el apoyo de esta chusma reñida entre sí es el apoyo inútil de los eslabones sueltos, mientras el Enemigo sigue haciendo cadena con los hombres que lo invocan.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...1_noticia.html

  10. #10
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XIX)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 19/06/2020.
    ______________________

    Nunca como ahora, ¡oh titángano Escrutopo!, había sido tan necesaria mi presencia en esta España coronavírica como ahora que decae el llamado estado de alarma. Digo «llamado» porque, como tú y yo bien sabemos, ha sido en realidad un experimento de biopolítica con el que hemos acrecentado nuestro dominio sobre las almas de estas gentes, mediante el control de los espacios que habitan, de sus relaciones personales y hasta de sus pensamientos secretos (que desde ahora serán transparentes para sus tiranos mediante nanotecnología). Gracias a este dominio de las almas estoy consumando el golpe de Estado antropológico que me habías encomendado, cuyo propósito es adelgazar la condición humana de estas gentes, hasta tornarla reptiliana.

    ¿Has visto ese emocionante vídeo en el que un médico reconoce con desparpajo que los viejos se pudren -¡mala suerte!- sin recibir tratamiento alguno que alivie su agonía en los morideros llamados residencias? ¿Y esa conmovedora grabación en la que el comisario madrileño del doctor Sánchez instruye a los alcaldes de su negociado partitocrático para «retorcer el tema de las residencias» y «capitalizar el descontento»? ¿No te parece grandioso que las facciones partitocráticas se lancen unas contra otras los muertos, como si fuesen viscosos zurullos o condones con regalito? ¿Y qué te parece que el doctor Sánchez y sus mariachis oculten las defunciones diarias que causa la plaga sin que nadie proteste por el manejo? ¿Y sabes por qué, en el fondo, nadie protesta? Por la misma razón por la que tampoco nadie se escandaliza de que hayan dejado morir a los viejos; por la misma razón por la que a nadie importa que los negociados partitocráticos «capitalicen» los muertos. Todas estas impiedades sacrílegas son posibles porque estas gentes no quieren saber nada de la muerte; porque sus almas gangrenadas por la apostasía -almas ya reptilianas- rehúyen confrontarse con las verdades de ultratumba.

    Todo esto lo ha logrado tu sobrinito Orugario exaltando y a la vez denigrando la naturaleza humana, según la estrategia que me enseñasteis los carcamales de tu generación. Por un lado les hago creer que son semidioses: «Españoles -les digo, para engatusarlos-, sois libres e iguales, sois soberanos, sois dioses de vosotros mismos, sois reyes de la creación, la ciencia y el progreso, vuestros cuerpos son fuente de todos los placeres, que debéis beber sin recato, mientras exprimís a los pobres si sois ricos o desvalijáis a los ricos si sois pobres». Pero, ¡ay, titarapo gusarapo!, llega entonces el coronavirus, que borra de un plumazo esa visión exaltante; y entonces les hago creer que son gusanos: «Españoles -los denigro, para hundirlos-, vuestras vidas acabarán en un moridero cualquiera, sin amor ni consuelo. Todas vuestras ilusiones de grandeza y soberanía, todos vuestros anhelos -aun los que creíais más nobles- no son más que sublimaciones del instinto sexual, que desde vuestro subconsciente freudiano se transmuta en una ridícula ansia de belleza, en un grotesco anhelo de fraternidad, en una absurda fe religiosa. No sois más que un patético manojo de pulsiones penevulvares».

    De ahí que estas gentes no quieran saber nada de sus muertos, que les recuerdan su destino fatal, y dejen que sus politicastros los utilicen para sus «capitalizaciones», o los oculten con maldad serpentina. Así olvidan que cada uno sus cuerpos, deshechos por la edad o el coronavirus, brotarán un día con nueva vida y florecerán como rosas bajo el sol de la inmortalidad. Pero como ellos han renunciado a ese sol, nosotros les ofreceremos, ¡oh titaracha pestilente!, un chaletito muy cuqui con vistas al lago de fuego y azufre, que también calienta que es un primor.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...8_noticia.html

  11. #11
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XX)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 21/06/2020.
    ______________________

    Te confieso, ¡oh dilectísimo tito Escrutopo!, que he hecho un viaje relámpago a los Estados Unidos. Allí he podido disfrutar de la adoración de las multitudes: pues la chusma de aquellas tierras (y, por gregarismo, la chusma de todo el orbe) hinca la rodilla en tierra, en gozosa parodia siniestra de la genuflexión ante el Enemigo; y quien no se arrodilla ante el Enemigo sólo puede arrodillarse ante nosotros, o ante nuestras obras. Estados Unidos, tan admirado por todos los panolis derechoides del orbe, siempre fue, ¡oh titotálamo chocheante!, un vivero de odios, como corresponde a una nación nacida de un espíritu sectario y puritano que, a la vez que instaura el zurriburri religioso (toda la purrela y porrusalda luteranoide), postula un falso comunitarismo que no es sino individualismo de grupo, reconocimiento entre sí de los que son de la misma secta, raza o bandería. O sea, un patchwork social que acaba, inevitablemente, en delicioso pandemónium, como ocurre siempre con todos los avatares de Babel.

    Frente a este ideal puritano y sectario, tan favorable a nuestros intereses, España instauró en aquellas tierras un ideal completamente disolvente de nuestra acción: el Enemigo había hecho nacer a todos los hombres de una misma pareja; más tarde, había querido que su Hijo se pasease por el mundo en carne mortal, como un descendiente más de aquella primera pareja; y, ya por último, había entregado su poder al Papa, que a su vez se lo había alquilado a los reyes españoles en aquellas regiones del planeta. De lo que se deducía que los habitantes de aquellas regiones eran súbditos del rey español, fieles al Papa e hijos del Enemigo, por ser descendientes todos -como cualquier rey o papa- de aquella primera pareja. Así España hizo realidad la odiosa unidad universal de todos los hombres en torno a una paternidad común, en donde las razas se funden gozosamente. Luego, este ideal español sufrió traiciones, como sucede en cualquier empresa humana, pues algunos conquistadores y encomenderos españoles escucharon nuestros consejos; pero frente a ellos hubo siempre un fraile jopu inspirando a los reyes leyes protectoras de los nativos americanos que fundaron el «derecho de gentes».

    Los carcamales de tu generación, para extender en América el odio a España, presentasteis ante la chusma los abusos personales de algunos encomenderos y conquistadores de nuestra cuerda como crímenes institucionalizados. Y conseguisteis un birlibirloque genial, convirtiendo a un fraile jopu como Bartolomé de las Casas en icono antiespañol, como si fuese un proscrito de la monarquía hispánica, en lugar de un consejero de la mayor privanza del emperador Carlos, que promulgó las Leyes Nuevas de Indias siguiendo sus consejos. Pero hacía falta una vuelta de tuerca mayor, así que he propuesto a la chusma embriagada de odio que en estos días se arrodilla ante nuestras obras la remoción de estatuas que evoquen aquella empresa inspirada por el Enemigo. Pues derribando esas estatuas, ¡oh titocondria paramecia!, se borrará mas fácilmente de las almas el principio de unidad universal de los hombres en torno a la paternidad común del Enemigo. Así nosotros podremos imponer a esas gentes ya huérfanas la unidad gregaria de pandemónium y hormiguero que las atraerá hacia las tinieblas.

    Y, por supuesto, pronto trasladaré esta fiebre de derribar estatuas que simbolicen aquella empresa a la España coronavírica; pues el españolito apóstata y resentido siempre ha sido una cacatúa orgullosa de regurgitar todos los topicazos de la Leyenda Negra. Me relamo el bálano, cuando pienso en la cantidad de pedestales vacíos de los que pronto dispondremos, para honrar a los lacayos de nuestra Legión.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...9_noticia.html

  12. #12
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XXI)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 27/06/2020.
    ______________________

    He comprobado, ¡oh titodídimo Escrutopo!, que cuando los hombres niegan nuestra existencia empiezan de inmediato a ver por doquier demonios de carne y hueso. Así ocurre en la España coronavírica, donde las gentes uncidas al yugo del negociado de izquierdas perciben en todo lo que hacen o proponen las gentes uncidas al yugo del negociado de derechas una obra maligna; y viceversa. Y piensan -¡pobres ilusos!- que, una vez que las gentes de la maligna ideología adversa hayan sido derrotadas, el mal desaparecerá de la faz de la tierra. Pero, en su afán fatuo de arrancar la cizaña, arrancan también el trigo; y la cizaña esparce su semilla también en sus corazones, invadiéndolos a su vez de malignidad. No advierten que todas sus acciones antagónicas, que se alimentan entre sí creyendo combatirse, están guiadas por una inteligencia que les supera, que es la nuestra. Y el entrechocar constante de sus acciones antagónicas acaba agotándolos de tal modo que terminan por aceptar un simulacro o parodia de unidad.

    Primero logré que las facciones partitocráticas se agotaran en trifulcas absurdas en torno, por ejemplo, a las restricciones de la movilidad. Al negociado de derechas, los carcamales de tu generación lo envenenasteis con el fantasma de la libertad; y al negociado de izquierdas con la pulsión de la ingeniería social. Así que la derecha se obsesionó con la mamonada de recuperar la libertad de movimientos, olvidando que las almas verdaderamente libres no la necesitan, como demostró el execrable Juanito de Yepes, que escribió (¡vade retro!) el Cántico espiritual en una mazmorra inmunda. Y, mientras el negociado de derechas clamaba por la libertad de movimientos y se entretenía con el delicioso macguffin del cambio de fase, creyendo grotescamente que así combatían la ideología adversa, el negociado de izquierdas se dedicaba tranquilamente a hacer biopolítica. Ahora el negociado de izquierdas les ha regalado al fin la libertad de movimientos, para que se contagien a gusto en terrazas atestadas y playas convertidas en hormigueros; y el negociado de derechas se ha quedado desfondado y bizcochable. Así puedo pasar a fomentar un simulacro o parodia de unidad.

    La única unidad verdadera es la que se logra mediante la asunción de la Verdad y la Justicia, que son nombres del Enemigo. Pero la unidad que yo me dispongo a fomentar para facilitar la «reconstrucción» (en vano trabajan los albañiles cuando el Enemigo no construye la casa) se logrará mediante el llamado «consenso político», que es la mixtura de errores de izquierdas y derechas. Después de no lograr ponerse de acuerdo en cuestiones tan de sentido común como quedarse quietecitos, se pondrán de acuerdo en las mayores perversidades. Para ello, el consenso político recolecta las opiniones más alejadas del sentido común -como el doctor Frankenstein recolectaba miembros de los más diversos cadáveres para fabricar su monstruo- y elabora una síntesis caprichosa que, por supuesto, admite discrepancias menores, para que la discusión sobre esos matices (igualmente erróneos) encienda con renovados bríos la demogresca. Así, ¡oh titirrititín lindo!, matamos dos pájaros de un tiro: por un lado, restauramos el consenso político, cuyo fin último es el reparto oligárquico del poder por turnos; y por otro, conseguimos que la convivencia degenere en un gatuperio aturdidor, una disociedad donde podremos retozar como niños sobre una nube de algodón azucarado. Y, a rebufo del consenso, la derecha que clamaba contra la restricción de la movilidad tragará desfondada y bizcochable leyes educativas perversas y otros primores de la ingeniería social que tu sobrinito Orugario guisa mientras espanta (o sea, maravilla) mocosas con su rabo.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...5_noticia.html

  13. #13
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    Entrevista a Juan Manuel de Prada, con ocasión de la aparición de su libro "CARTAS DEL SOBRINO A SU DIABLO ". Por Cristina López Schlichting.

    https://www.cope.es/programas/fin-de...mijJVxGpprXrkU.

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