«Cartas del sobrino a su diablo (X)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 17/05/2020.
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Gracias mil, titísimo Escrutopo, por hacerme llegar las felicitaciones que toda la plutocracia globalista te ha transmitido, genuflexa ante tu ojo sin párpado, en las misas negras que se han oficiado para conmemorar la creación de una renta mínima. Nuestros adoradores se merecían este premio, que les permitirá convertir en chatarra a millones de trabajadores, sin temor a revueltas sociales hasta que quiebre el sistema.
Pero no pienses que mi única pretensión era contentar a nuestros adoradores y devolverles con creces el dineral que desde hace décadas destinan a sobornar a la izquiedra caniche. Creando esta renta mínima anhelo, sobre todo, ganar almas; quiero decir, arrebatárselas a nuestro Enemigo. Como no se te escapa, titonísimo titán, el trabajo digno es la actividad en la que confluyen todas las potencias y facultades humanas -inteligencia, voluntad, creatividad…- y a través de la cual el hombre mejora el mundo y se perfecciona como persona. De ahí que los carcamales de tu generación concibierais la idea grandiosa de desnaturalizar el trabajo, imponiendo un economicismo materialista que lo supeditaba al capital; de este modo, los hombres se sintieron una pieza más (y cada vez peor remunerada) de la cadena de producción y renegaron de un trabajo alienante. Pero hacía falta una vuelta de tuerca más; hacia falta animalizar a esas personas alienadas, dándoles una renta mínima que, a la vez que las mantenga en la ociosidad envilecedora, les deje llevar una vida plebeya sin vínculos ni compromisos, infectada de acedia y hastío vital, de haraganería y desapego, de aversión hacia todas esas potencias y facultades que antaño les permitían perfeccionarse mediante el trabajo, también de una vaga rabia vengativa.
Y esa rabia vengativa del hombre subsidiado y ocioso encontrará su desahogo mordiendo las llamadas -con inspiración de tu sobrinito Orugario, que se disfraza de becaria súcuba para comer el tarro y otras cositas más carnosas a la izquierda caniche- «grandes fortunas», luego a las «fortunitas» y ya por último a los simples «ricos», que para entonces serán quienes tengan una nómina y un pisito. Utilizando esta semántica maliciosa me propongo, titoncete lindo, inspirar en quienes cobren la renta mínima la creencia de que aún podrían cobrar más con tan sólo pillar cacho de esos ricos en diverso grado. Pues no se trata de ayudar al pobre, sino de envilecerlo de rencor y envidia de los bienes ajenos; y estos sentimientos sórdidos, ascendidos a la categoría de virtudes democráticas, permitirán a su vez empobrecer al resto de la sociedad (empezando por las «grandes fortunas», siguiendo por las «fortunitas» y acabando por los «ricos» de nómina y pisito modesto), hasta fundirlos a todos en una pobreza de alimañas subsidiadas y subsidiantes que pastorearán nuestros adoradores plutócratas.
Ante todo, esputillo Escrutopillo, hay que evitar que las fortunas -grandes o pequeñas- se orienten hacia el ahorro, que estimula la inversión productiva y el empleo mediante el préstamo social. Y para ello hay que machacarlas con expolios que las dirijan hacia los paraísos fiscales y hacia los pelotazos especulativos que molan a nuestros adoradores plutócratas. Así infestaremos de odios la sociedad entera, condenando a una parte a la ociosidad y la envidia de los bienes ajenos y a la otra a las angustias del escamoteo financiero. Y conseguiremos, titajo gargajo, que unos y otros se pierdan, abrasados por la solicitud terrena, convirtiendo esta España coronavírica en un nido de áspides que intercambian sus venenos, mientras chapotean en la ruina. Y, entretanto, tú y yo pegándonos la vidorra padre, de misa negra en fiesta blanca.
https://www.abc.es/opinion/abci-juan...4_noticia.html
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