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Tema: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

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  1. #1
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XVII)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 13/06/2020.
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    racias mil por tus piropos, titirrititín Escrutopo, que guardo en mi corazón mohoso. Pero si me felicitas tan efusivamente por inspirar a un ministrillo expresiones como «crisis constituyente» o «debate constituyente», ¡tendrás que besar mis pezuñas y servirme de orinal cuando conozcas el plan que he diseñado para que tal situación se haga realidad en esta España coronavírica que me has encomendado destruir! La Constitución del 78, ese bodriete nihilista que los carcamales de tu generación inspirasteis -con sus anfibologías, aporías y sofismas- para ir minando a los españoles, contiene sin embargo un procedimiento de reforma demasiado alambicado que dificulta esa «crisis constituyente» que yo ahora me dispongo a suscitar. Te explico a continuación el plan que he diseñado para instaurar el caos y la liberación de los peores instintos; plan sobre el que advierte con todo lujo de detalles en sus obras el hijodelagrán de Donoso Cortés, al que afortunadamente ningún demócrata lee.

    Nos convenía, en primer lugar, que hubiese un gobierno de escuela socialista. Las escuelas liberales son antiteológicas y escépticas, y sólo se preocupan por las cuestiones materiales; en cambio, las escuelas socialistas tienen teología, lo que las hace más fuertes y propicias a nuestros intereses. Y la teología de las escuelas socialistas, ¡oh titarraco pajarraco!, se caracteriza por santificar las pasiones más abyectas: el odio, la envidia, el resentimiento, todas esas flores pútridas del alma que el liberalismo abona con su estiércol materialista, el socialismo las convierte en virtudes democráticas, disfrazándolas de igualdad, solidaridad, justicia social y otras paparruchas eufónicas. De este modo, el socialismo crea -pemíteme que cite al hijodelagrán de Donoso- «una nueva atmósfera social en que las pasiones se mueven libremente, comenzando por destruir las instituciones políticas, religiosas y sociales que las oprimen».

    ¿Y qué institución hay que destruir primero, titonudo de mis deyecciones y moquitos, para provocar una «crisis constituyente»? ¡La monarquía, por supuesto! Pues la monarquía tiene algo de último obstáculo (katejon) que las escuelas socialistas aborrecen, aun en presencia de los reyes más vendidos, degenerados o peleles. Y la razón última de esta aversión socialista a la monarquía, aun a la más desfondada o pervertida, aun a la más genuflexa y temblona, es en última instancia la misma razón por la que nosotros odiamos al Enemigo. En la figura del Rey siguen resonando misteriosamente aquellas palabras del Enemigo a Poncio Pilato: «No tendrías ningún poder sobre mí si no te hubiera sido dado del cielo». Hay que cargarse la monarquía, o las desvaídas escurrajas de monarquía que todavía subsisten, para asegurarnos de que nunca más un gobernante en España asuma un poder «dado del cielo». ¡Piensa lo terrible que sería que mañana hubiese un rey como el Enemigo manda! Así que he aprovechado la concupiscencia de bienes materiales del anterior Monarca para relanzar ese deslizamiento político que el hijodelagrán de Donoso explica, desde la monarquía hasta la anarquía, con estación en la monarquía constitucional y en la república; que a su vez produce un deslizamiento religioso, desde la fe en nuestro Enemigo al ateísmo, con estación en el deísmo y el panteísmo. Y estos dos deslizamientos provocarán la gran «crisis constituyente» que nosotros estamos anhelando, ¡oh titoncete de mis epidídimos!, esa magnífica aurora en la que España definitivamente se convierta en el paraíso donde nuestra Legión pueda retozar y regarlo todo con su vómito. ¡Arrodíllate ante tu sobrinín Orugario, pedazo de vejestorio!

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...1_noticia.html

  2. #2
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XVIII)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 14/06/2020.
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    S
    in duda, titísimo Escrutopo, debemos felicitarnos por la muerte ignominiosa de esos miles de ancianos en las residencias convertidas en morideros coronavíricos, con el estrambote siniestro de los negociados partitocráticos tratando de endosar la mortandad al adversario. Pero tú y yo sabemos que nuestro triunfo es sólo aparente.

    Fuisteis los carcamales de tu generación quienes conseguisteis destruir la institucion familiar, haciendo odiosos para los hombres modernos los frutos fecundos de la tradición. Así lograsteis borrar del corazón humano la concepción de las sucesivas generaciones humanas como eslabones unidos de una cadena (vinculum) que se brindan mutuamente apoyo y fortaleza. Para ayudar a los ancianos a sobrellevar sus padecimientos, el mundo todavía regido por la tradición contaba con una auténtica comunidad familiar que cuidaba de ellos y los confortaba, haciendo presente -mediante la ofrenda de sus desvelos- al Enemigo en sus vidas. Pero los carcamales de tu generación hicisteis creer a los hombres que su vida sería más plena si rompían las cadenas de la tradición y se convirtían en eslabones sueltos y desvinculados. Y así, el hombre autónomo se «independizó» de la familia que reprimía el libre desarrollo de su personalidad, para convertirse en una mónada satisfechísima que ya no tiene que cargar con el lastre de sus viejos, a los que aparca en un moridero, para que otros cuiden mercenariamente de ellos. Sólo que ese hombre autónomo que se desentendió de sus padres ignora que su destino será aún peor, pues su cuerpo acabará también pudriéndose en un moridero; mientras que su alma ya se está pudriendo, mientras consume bulímicamente series de Netflix y porno gratis durante toda la cuarentena.

    Pero para que en este mundo sin tradición los hombres que han abandonado a sus viejos puedan dormir tranquilos hay que imponer una visión de la vejez como edad excedente, sobrante, superflua. Hay que borrar de las almas la noción cristiana de la vida como drama, en la que la escena final es siempre la más importante y la que dota de sentido a todas las anteriores. Y, por supuesto, hay que hacer olvidar que en la vejez florece lo que el cabrito de Cicerón llamaba el «brillante regalo de la edad», el consejo y la autoridad que, por no estar contaminados los viejos por el ansia de poder, son el mejor antídoto contra las traiciones a la patria y las confabulaciones clandestinas con sus enemigos; todos esos actos criminales, en fin, a los que los ansiosos gobernantes jovenzuelos son tan proclives, como se comprueba en la España coronavírica.

    Y ya que la vejez no puede ser «curada» mediante la medicina, la medicina se debe encargar de apacentar a los viejos hasta los rediles de la muerte. Rediles que, en circunstancias de bonanza, serán plácidos como una inyección de morfina. Pero que, en circunstancias de crisis coronavírica, serán rediles angustiosos, en los que los viejos perecerán muy lentamente, entre estertores y paroxismos de asfixia, abandonados de sus familias y privados de los últimos sacramentos, para después pudrirse durante unos cuantos días, antes de arder en el horno crematorio. Todo sería perfecto para nuestra causa, ¡oh titurbitáceo calabazón!, si el Enemigo, al que se le impidió la entrada por la via sacramental, no se hubiese colado en esos morideros por otras vías misteriosas, para mirar a los ojos a quienes lo imploraron. Porque el Enemigo siempre se sale con la suya in extremis, por mucho apoyo que nos brinde la chusma gobernante y partitocrática. Y es que el apoyo de esta chusma reñida entre sí es el apoyo inútil de los eslabones sueltos, mientras el Enemigo sigue haciendo cadena con los hombres que lo invocan.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...1_noticia.html

  3. #3
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XIX)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 19/06/2020.
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    Nunca como ahora, ¡oh titángano Escrutopo!, había sido tan necesaria mi presencia en esta España coronavírica como ahora que decae el llamado estado de alarma. Digo «llamado» porque, como tú y yo bien sabemos, ha sido en realidad un experimento de biopolítica con el que hemos acrecentado nuestro dominio sobre las almas de estas gentes, mediante el control de los espacios que habitan, de sus relaciones personales y hasta de sus pensamientos secretos (que desde ahora serán transparentes para sus tiranos mediante nanotecnología). Gracias a este dominio de las almas estoy consumando el golpe de Estado antropológico que me habías encomendado, cuyo propósito es adelgazar la condición humana de estas gentes, hasta tornarla reptiliana.

    ¿Has visto ese emocionante vídeo en el que un médico reconoce con desparpajo que los viejos se pudren -¡mala suerte!- sin recibir tratamiento alguno que alivie su agonía en los morideros llamados residencias? ¿Y esa conmovedora grabación en la que el comisario madrileño del doctor Sánchez instruye a los alcaldes de su negociado partitocrático para «retorcer el tema de las residencias» y «capitalizar el descontento»? ¿No te parece grandioso que las facciones partitocráticas se lancen unas contra otras los muertos, como si fuesen viscosos zurullos o condones con regalito? ¿Y qué te parece que el doctor Sánchez y sus mariachis oculten las defunciones diarias que causa la plaga sin que nadie proteste por el manejo? ¿Y sabes por qué, en el fondo, nadie protesta? Por la misma razón por la que tampoco nadie se escandaliza de que hayan dejado morir a los viejos; por la misma razón por la que a nadie importa que los negociados partitocráticos «capitalicen» los muertos. Todas estas impiedades sacrílegas son posibles porque estas gentes no quieren saber nada de la muerte; porque sus almas gangrenadas por la apostasía -almas ya reptilianas- rehúyen confrontarse con las verdades de ultratumba.

    Todo esto lo ha logrado tu sobrinito Orugario exaltando y a la vez denigrando la naturaleza humana, según la estrategia que me enseñasteis los carcamales de tu generación. Por un lado les hago creer que son semidioses: «Españoles -les digo, para engatusarlos-, sois libres e iguales, sois soberanos, sois dioses de vosotros mismos, sois reyes de la creación, la ciencia y el progreso, vuestros cuerpos son fuente de todos los placeres, que debéis beber sin recato, mientras exprimís a los pobres si sois ricos o desvalijáis a los ricos si sois pobres». Pero, ¡ay, titarapo gusarapo!, llega entonces el coronavirus, que borra de un plumazo esa visión exaltante; y entonces les hago creer que son gusanos: «Españoles -los denigro, para hundirlos-, vuestras vidas acabarán en un moridero cualquiera, sin amor ni consuelo. Todas vuestras ilusiones de grandeza y soberanía, todos vuestros anhelos -aun los que creíais más nobles- no son más que sublimaciones del instinto sexual, que desde vuestro subconsciente freudiano se transmuta en una ridícula ansia de belleza, en un grotesco anhelo de fraternidad, en una absurda fe religiosa. No sois más que un patético manojo de pulsiones penevulvares».

    De ahí que estas gentes no quieran saber nada de sus muertos, que les recuerdan su destino fatal, y dejen que sus politicastros los utilicen para sus «capitalizaciones», o los oculten con maldad serpentina. Así olvidan que cada uno sus cuerpos, deshechos por la edad o el coronavirus, brotarán un día con nueva vida y florecerán como rosas bajo el sol de la inmortalidad. Pero como ellos han renunciado a ese sol, nosotros les ofreceremos, ¡oh titaracha pestilente!, un chaletito muy cuqui con vistas al lago de fuego y azufre, que también calienta que es un primor.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...8_noticia.html

  4. #4
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XX)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 21/06/2020.
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    Te confieso, ¡oh dilectísimo tito Escrutopo!, que he hecho un viaje relámpago a los Estados Unidos. Allí he podido disfrutar de la adoración de las multitudes: pues la chusma de aquellas tierras (y, por gregarismo, la chusma de todo el orbe) hinca la rodilla en tierra, en gozosa parodia siniestra de la genuflexión ante el Enemigo; y quien no se arrodilla ante el Enemigo sólo puede arrodillarse ante nosotros, o ante nuestras obras. Estados Unidos, tan admirado por todos los panolis derechoides del orbe, siempre fue, ¡oh titotálamo chocheante!, un vivero de odios, como corresponde a una nación nacida de un espíritu sectario y puritano que, a la vez que instaura el zurriburri religioso (toda la purrela y porrusalda luteranoide), postula un falso comunitarismo que no es sino individualismo de grupo, reconocimiento entre sí de los que son de la misma secta, raza o bandería. O sea, un patchwork social que acaba, inevitablemente, en delicioso pandemónium, como ocurre siempre con todos los avatares de Babel.

    Frente a este ideal puritano y sectario, tan favorable a nuestros intereses, España instauró en aquellas tierras un ideal completamente disolvente de nuestra acción: el Enemigo había hecho nacer a todos los hombres de una misma pareja; más tarde, había querido que su Hijo se pasease por el mundo en carne mortal, como un descendiente más de aquella primera pareja; y, ya por último, había entregado su poder al Papa, que a su vez se lo había alquilado a los reyes españoles en aquellas regiones del planeta. De lo que se deducía que los habitantes de aquellas regiones eran súbditos del rey español, fieles al Papa e hijos del Enemigo, por ser descendientes todos -como cualquier rey o papa- de aquella primera pareja. Así España hizo realidad la odiosa unidad universal de todos los hombres en torno a una paternidad común, en donde las razas se funden gozosamente. Luego, este ideal español sufrió traiciones, como sucede en cualquier empresa humana, pues algunos conquistadores y encomenderos españoles escucharon nuestros consejos; pero frente a ellos hubo siempre un fraile jopu inspirando a los reyes leyes protectoras de los nativos americanos que fundaron el «derecho de gentes».

    Los carcamales de tu generación, para extender en América el odio a España, presentasteis ante la chusma los abusos personales de algunos encomenderos y conquistadores de nuestra cuerda como crímenes institucionalizados. Y conseguisteis un birlibirloque genial, convirtiendo a un fraile jopu como Bartolomé de las Casas en icono antiespañol, como si fuese un proscrito de la monarquía hispánica, en lugar de un consejero de la mayor privanza del emperador Carlos, que promulgó las Leyes Nuevas de Indias siguiendo sus consejos. Pero hacía falta una vuelta de tuerca mayor, así que he propuesto a la chusma embriagada de odio que en estos días se arrodilla ante nuestras obras la remoción de estatuas que evoquen aquella empresa inspirada por el Enemigo. Pues derribando esas estatuas, ¡oh titocondria paramecia!, se borrará mas fácilmente de las almas el principio de unidad universal de los hombres en torno a la paternidad común del Enemigo. Así nosotros podremos imponer a esas gentes ya huérfanas la unidad gregaria de pandemónium y hormiguero que las atraerá hacia las tinieblas.

    Y, por supuesto, pronto trasladaré esta fiebre de derribar estatuas que simbolicen aquella empresa a la España coronavírica; pues el españolito apóstata y resentido siempre ha sido una cacatúa orgullosa de regurgitar todos los topicazos de la Leyenda Negra. Me relamo el bálano, cuando pienso en la cantidad de pedestales vacíos de los que pronto dispondremos, para honrar a los lacayos de nuestra Legión.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...9_noticia.html

  5. #5
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XXI)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 27/06/2020.
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    He comprobado, ¡oh titodídimo Escrutopo!, que cuando los hombres niegan nuestra existencia empiezan de inmediato a ver por doquier demonios de carne y hueso. Así ocurre en la España coronavírica, donde las gentes uncidas al yugo del negociado de izquierdas perciben en todo lo que hacen o proponen las gentes uncidas al yugo del negociado de derechas una obra maligna; y viceversa. Y piensan -¡pobres ilusos!- que, una vez que las gentes de la maligna ideología adversa hayan sido derrotadas, el mal desaparecerá de la faz de la tierra. Pero, en su afán fatuo de arrancar la cizaña, arrancan también el trigo; y la cizaña esparce su semilla también en sus corazones, invadiéndolos a su vez de malignidad. No advierten que todas sus acciones antagónicas, que se alimentan entre sí creyendo combatirse, están guiadas por una inteligencia que les supera, que es la nuestra. Y el entrechocar constante de sus acciones antagónicas acaba agotándolos de tal modo que terminan por aceptar un simulacro o parodia de unidad.

    Primero logré que las facciones partitocráticas se agotaran en trifulcas absurdas en torno, por ejemplo, a las restricciones de la movilidad. Al negociado de derechas, los carcamales de tu generación lo envenenasteis con el fantasma de la libertad; y al negociado de izquierdas con la pulsión de la ingeniería social. Así que la derecha se obsesionó con la mamonada de recuperar la libertad de movimientos, olvidando que las almas verdaderamente libres no la necesitan, como demostró el execrable Juanito de Yepes, que escribió (¡vade retro!) el Cántico espiritual en una mazmorra inmunda. Y, mientras el negociado de derechas clamaba por la libertad de movimientos y se entretenía con el delicioso macguffin del cambio de fase, creyendo grotescamente que así combatían la ideología adversa, el negociado de izquierdas se dedicaba tranquilamente a hacer biopolítica. Ahora el negociado de izquierdas les ha regalado al fin la libertad de movimientos, para que se contagien a gusto en terrazas atestadas y playas convertidas en hormigueros; y el negociado de derechas se ha quedado desfondado y bizcochable. Así puedo pasar a fomentar un simulacro o parodia de unidad.

    La única unidad verdadera es la que se logra mediante la asunción de la Verdad y la Justicia, que son nombres del Enemigo. Pero la unidad que yo me dispongo a fomentar para facilitar la «reconstrucción» (en vano trabajan los albañiles cuando el Enemigo no construye la casa) se logrará mediante el llamado «consenso político», que es la mixtura de errores de izquierdas y derechas. Después de no lograr ponerse de acuerdo en cuestiones tan de sentido común como quedarse quietecitos, se pondrán de acuerdo en las mayores perversidades. Para ello, el consenso político recolecta las opiniones más alejadas del sentido común -como el doctor Frankenstein recolectaba miembros de los más diversos cadáveres para fabricar su monstruo- y elabora una síntesis caprichosa que, por supuesto, admite discrepancias menores, para que la discusión sobre esos matices (igualmente erróneos) encienda con renovados bríos la demogresca. Así, ¡oh titirrititín lindo!, matamos dos pájaros de un tiro: por un lado, restauramos el consenso político, cuyo fin último es el reparto oligárquico del poder por turnos; y por otro, conseguimos que la convivencia degenere en un gatuperio aturdidor, una disociedad donde podremos retozar como niños sobre una nube de algodón azucarado. Y, a rebufo del consenso, la derecha que clamaba contra la restricción de la movilidad tragará desfondada y bizcochable leyes educativas perversas y otros primores de la ingeniería social que tu sobrinito Orugario guisa mientras espanta (o sea, maravilla) mocosas con su rabo.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...5_noticia.html

  6. #6
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XXII)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 27/06/2020.
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    A tu sobrinín Orugario, ¡oh puritanísimo tito Escrutopo!, le gusta más la sicalipsis que a un tonto una tiza. Y en la España coronavírica disfrutamos ahora de una amenísima historia sicalíptica, protagonizada por el vicepresidente coletudo y una de sus becarias, con la que tal vez echó alguna guedeja al aire y se cruzó por guasá comentarios procaces. Alguno de estos comentarios acabó saliendo publicado, para escarnio público del vicepresidente coletudo, porque a la becaria le gustaba presumir entre sus amistades. Pero tan chusco enredo ha tenido un estrambote soberbiamente diseñado por tu sobrinín. Ya sabes, ¡oh castísimo titopótamo!, que nada me procura tanto placer como humillar a los humanos, haciendo burla de sus debilidades carnales; pues así la arcilla que nuestro Enemigo empleó para modelarlos se embadurna de babosos flujos genitales.

    De este modo, los abogadetes del vicepresidente coletudo cayeron en la misma trampa que aquellos censores de la película Mogambo que, por querer tapar un adulterio, aliñaron un incesto. Y aquí, por querer tapar las guedejas al aire de su líder carismático y las indiscreciones de la becaria cotorrona, los abogadetes aliñaron diversos chanchullos que remataron combinándose con el fiscal (risum teneatis) anticorrupción. Ahora los ingenuos se escandalizan de este contubernio, como si en España los fiscales que cuspidean no fuesen jenízaros al servicio de la ideología gubernativa, nombrados a dedo para que puedan hacer todas las barrabasadas que convienen al poderoso de turno.

    Los españoletes atrapados en el bucle partitocrático no saben que -como desvelase el hijodelagrán de Donoso-, a medida que desciende el termómetro religioso, asciende el termómetro político. Y en la España coronavírica, donde el termómetro religioso marca temperaturas glaciales, no hay institución del Estado que no sea pasto de la más despepitada bandería política. Y del mismo modo que, en las sociedades religiosas, los mozos se metían a curas, para administrar al pueblo los sacramentos, en las sociedades infestadas por el veneno de la bandería política, los mozos se meten a jueces y fiscales, para administrar a las masas una parodia ideologizada de la Justicia (pues el Derecho se ha convertido en un barrizal positivista al servicio del poderoso de turno). Naturalmente, del mismo modo que en las sociedades auténticamente religiosas se colaba algún cura descreído, en las sociedades infestadas por el veneno de la bandería política puede colarse algún juez o fiscal probo que no está dispuesto a convertirse en jenízaro de la ideología gubernativa; pero para estos intrusos el sistema destina los puestos más subalternos, negándoles toda promoción. Mientras que los jueces y fiscales que cuspidean son todos jenízaros despepitados, que forman asociaciones partitocráticas y salen en las televisiones escupiendo consignas atufadas de ideología de garrafón, que disfrazan con una grotesca jerga leguleya. Consignas que el consejo de la magistratura o jenizatura no castiga, sino que premia con ascensos.

    Pero los españoles habitan en un Mátrix democrático y se niegan a aceptar que son esclavos de la más formidable forma de totalitarismo, que es la que convierte el Derecho en una monstruosa «Gorgona del poder», según la expresión de Kelsen. Y donde los fiscales son las culebrillas que la Gorgona del poder exhibe, a modo de cabellera, para imponerse; culebrillas que ahora salen en auxilio de unas guedejas al aire. Y así, las culebrillas fiscales y las guedejas al aire pueden entrelazarse amorosamente, cual vid que entre el jazmín se va enredando; pues en España el poder ejecutivo y el judicial se amanceban más que las becarias cotorronas.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...9_noticia.html

  7. #7
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XXIII)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 03/07/2020.
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    Aunque todavía me resten, ¡oh dilectísimo titarraco!, unas pocas semanas para concluir mi labor de devastación en la España coronavírica, quiero empezar una recapitulación de mis logros. Puesto a elegir una de las infinitas maldades perpetradas durante esta misión que me haga sentir orgulloso, elegiría el encumbramiento del doctor Simón como icono y referente moral del negociado progresista. Siempre devoto de tus enseñanzas, he descubierto que el mal disfrazado de bien es un veneno mucho más eficaz y demoledor para las almas que el mal a rostro descubierto. Y de este veneno me he servido para encumbrar a este doctor ful, heraldo pimpante de todas las mentirollas e intoxicaciones gubernativas, que durante meses disuadió del empleo de mascarillas para después -cuando sus amos las tornaron obligatorias- reconocer con muy garboso desparpajo que lo había hecho porque había desabastecimiento. Y todo dicho con esa glamurosa afonía y esos jerséis gualtrapas que ponen palotes a sus fans.

    Como bien sabes, ¡oh titirrititín picolín!, nada me divierte más que humillar a estos asquerosos humanos. Así se me ocurrió que, para humillar al negociado progresista, no había argucia más denigrante que convertirlo en idólatra de un enchufado pepero (o pepeiro, para ser más respetuosos con la procedencia del enchufe) y de currículum más magro que el de una beccaría o becaria. No pienses, sin embargo, que el enchufado pepeiro es un hombre pérfido, ni siquiera malicioso; por el contrario, es un buenazo tremendo, un mandado ejemplar, capaz de soltar las mentirollas e intoxicaciones gubernativas con una afabilidad beatífica y conmovedora, de insuperable fuerza persuasiva. ¿Cómo va a reprimir el negociado progresista sus ansias de tatuarse el nombre o de sudar la camiseta con la efigie de un cacho de pan semejante?

    Y aquí, envidioso de mi éxito rutilante, te harás cruces (del revés) tratando de explicarte cómo los españoles progresistas transigen con las afónicas trolas del doctor Simón, como la superlativa y desternillante de las mascarillas, que son La Parrala de la España coronavírica. Olvidas que son hombres modernos; y los hombres modernos, como explicaba el admirable Marcuse, se caracterizan por reclamar «el derecho de la razón autónoma a reconfigurar la realidad, aun en contradicción con los hechos». Así nacieron las ideologías, estructuras de pensamiento (o, en su versión degenerada y terminal ahora triunfante, meras colecciones de consignas) que niegan la realidad de las cosas y la someten a la voluntad humana, cada vez más fanatizada. Así, el progresista puede «reconfigurar» la figura del doctor Simón, «olvidando» todas las mentirollas e intoxicaciones que ha soltado risueñamente, sin importarle un pimiento la verdad. Que, por supuesto, en su conciencia ha dejado de existir; pues estas ideologías no son propiamente utopías, sino más bien -permíteme emplear el término foucaultiano- «heterotopías» que permiten a sus adeptos crear su propia realidad, desentendiéndose de las que crean los otros negociados (en esto consiste el sublime pluralismo democrático). Y encerrado en su «heterotopía», el negociado progresista puede -sin contacto alguno con la realidad, aunque hieda a cadaverina- idolatrar al enchufado pepeiro reconvertido en benigüigüi sociata como si de un héroe (con o sin mascarilla) se tratase, y emocionarse con sus trolas afónicas, y revolverse furioso si alguien osa toser sus jerséis gualtrapas, a los que cada día afeito las bolitas, para que el doctor Simón esté más pimpolludo. Te confieso que yo también lo amo tiernamente, como el Enemigo amaba la obra salida de sus manos. Y amándolo me siento buenecito, carcamalote mío.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...9_noticia.html

  8. #8
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XXIV)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 06/07/2020.
    ______________________

    Me preguntas con indisimulable regocijo, ¡oh tito capullérrimo!, por la verdadera causa de los rebrotes que padece la España coronavírica, muchos más de los que la propaganda sistémica reconoce. Y a la vez me afeas que en mis cartas deslice los juegos de palabras más escabrosos y procaces. ¿Olvidas, acaso, que -al igual que tú- soy un espíritu puro? Si introduzco en mis cartas esas guarradas que tanto te exasperan es por parodiar la vida sórdida de estos seres inferiores constantemente sometidos a estímulos sexuales. No puedo soportar que estos arcillosos hijos de Adán y Eva hayan sido llamados por el Enemigo a la bienaventuranza que nosotros hemos rechazado. Tu sobrinito es al menos tan casto como tú, titodídimo Escrutopo; pero a diferencia de ti, que te has vuelto más sequizo que un prepucio disecado, me humedezco provocando rebrotes coronavíricos en estos gusanos prisioneros de la lujuria. No hay placer comparable a verlos, viscosos como caracoles, sacudirse el manubrio, gracias al porno gratuito que la plutocracia les suministra, como al perro sarnoso se le suministran unos menudillos pútridos con séquito de moscas. O arrastrarse detrás de la churri o maromo que les alivie la comezón.

    Los carcamales de tu generación destruisteis a todos estos chimpancés evolucionados con la llamada «liberación sexual», aquella religión erótica avizorada por el cabronazo de Chesterton que, «a la vez que exalta la lujuria, prohíbe la fecundidad». Y esta religión erótica, administrada a modo de soma, los ha convertido en piltrafas merodeadas de anhelos adulterinos y aberrantes pulsiones penevulvares, una arcilla degenerada en fango que necesita explorarse todos los orificios. Y así, incapacitados para la vida familiar, convertidos en un gurruño genital, se los entregamos a nuestros devotos plutócratas, para que -tras enchufarlos a una renta mínima- puedan ser apilados en los vertederos humanos con suscripción a Netflix que les han preparado.

    Ya no pueden renunciar a la religión erótica que los ha convertido en cerdos más apestosos que los de la piara de Circe, titirrititín lindo. Y para estos cerdos fatalmente enganchados a su soma inventé yo aplicaciones como Tinder o Grindr, que durante los últimos meses han provocado miles de contagios en todo el mundo sin que nadie se entere (pues la propaganda sistémica de esto no dice ni pío). ¿He escrito nadie? Nos enteramos nosotros, por supuesto, pero también la patulea que hemos puesto al frente de los gobiernos. ¿No has advertido cómo esa patulea, a la vez que cerraba todos los negocios y destruía alegremente las economías nacionales, no se atrevía en cambio a desactivar estas aplicaciones que propician, además del canje de ladillas, el contagio masivo? Y es que la patulea gobernante sabe bien que el reparto de soma es indispensable para su subsistencia.

    Así que no hace falta que te diga que no paro de sembrar rebrotes entre la pobre chusma ansiosa de arrimar cebolleta. Todas las mañanas salgo a corretear (en realidad a contonearme), disfrazada de súcubo, con mi top melonero y mis mallas apretonas, y cuando acabo la exhibición tengo más de cincuenta peticiones de amistad en el Tinder, toda una caterva de fracasados que me trajino, uno por uno o en bukake mogollónico, exonerándolos de los trámites del cortejo (que me dan todavía más asco que sus secreciones pulgosas) e infestándolos de coronavirus. Y esta semana última, por supuesto, me he apuntado también a Grindr y he cambiado mi disfraz de súcubo por el de íncubo de pelo en pecho, convirtiéndome -permíteme citar al tipejo de Quevedo- en un «ruiseñor de los putos». Comprenderás que, después de prestar estos servicios ímprobos a la causa del rebrote, me desquite eutrapélicamente ensartando procacidades.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...4_noticia.html

  9. #9
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XXV)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 11/07/2020.
    ______________________

    Por supuesto, ¡oh veneradísimo tito Escrutopo!, me he preocupado, siguiendo tus indicaciones, de aprovechar la plaga coronavírica para resaltar las hipocresías indecentes sobre las que se asienta la vida de este pueblo apóstata. Así ocurrió con la escabechina de ancianos en los morideros llamados residencias, que volvió a probar que un pueblo que se ha desentendido del Enemigo acaba desentendiéndose también de sus progenitores; pues allá donde no se cuida al padre común, al que sólo hay que rezar, mucho menos se cuida a los padres particulares, a los que hay que limpiar el culo cuando llegan a viejos.

    Y, si así actúan con sus propios padres, ¿cómo van a actuar con los negros que vienen a hacer los trabajos que ellos desprecian? Habrás reparado, ¡oh potito emético!, en la obra maestra que he aliñado con los temporeros coronavíricos de la huerta de Lérida. Por un lado, he desenmascarado el farisaico discurso fachita, que pretende impedir la entrada en España a los negros, como si la patulea autóctona estuviese dispuesta a doblar el espinazo y hacer los trabajos del campo. Por otro lado, he desenmascarado el miserable discurso progre, que pretende facilitar la entrada en España de los negros, a los que luego se paga un jornal misérrimo y se hacina en ergástulos que son un maravilloso cónclave pulgoso y coronavírico. Pero los discursos progre y fachita son tan sólo el haz y el envés de la misma moneda, encargados cada uno de halagar los impulsos emocionales de su respectiva parroquia: impulsos lloricosos del progrerío, que lagrimea cuando los negros son «rescatados» por la plutocracia en el mar, desentendiéndose de su posterior destino en los ergástulos; impulsos fanfarrones del facherío, que rabia porque los negros se muevan libremente por España, olvidando que la fruta que les endulza el verano ha sido recoletada por callosas manos negras, pues los nenes españoles sólo doblan el espinazo para bajar al pilón o pilona y tomar su dosis de soma penevulvar.

    Y estos discursos progre y fachita, más falsotes ambos que el disfraz de súcubo que me pongo para seducir rijosos, sirven para ocultar la raíz del problema. Que no es otra, ¡oh titodrilo carcamalote!, sino la demolición de la economía natural (o sea, «la administración razonable de los bienes que se necesitan para la propia vida», según enseña el jopu de Aristóteles) que los sucesivos gobiernos partitocráticos perpetraron para que la plutocracia internacional pudiese instaurar el reinado de la crematística, que -como el jopu de Aristóteles también enseña- es el «arte de enriquecerse sin límites». Y para que nuestros adoradores plutócratas pudieran enriquecerse sin límites, hubo que arrinconar la fuente primordial de la economía natural, que es la tierra nutriente de la que el Enemigo hizo brotar toda forma de vida. Así, los frutos de la tierra fueron sacrílegamente relegados y remunerados ínfimamente, de tal modo que la dedicación a tareas agrícolas y ganaderas fuese considerada un oficio propio de parias; mientras que las operaciones crematísticas se convirtieron en el fundamento de una economía perversa. Y así, mientras nuestros adoradores plutócratas se enriquecen con fondos de inversión que especulan con la distribución de los alimentos y los gobiernos reparten paguitas entre la juventud haragana, la agricultura malvive a duras penas contratando negros por jornales misérrimos y hacinándolos en ergástulos donde el coronavirus florece con esplendor primaveral.

    Esta chusma no recuperará el sentido de la economía natural mientras no vuelva a rezar al Enemigo que les entregó en heredad la tierra. Sólo entonces acogerá a esos negros como hermanos, como hizo el capullo de Filemón con su esclavo Onésimo. Hasta que tal cosa no ocurra, podemos divertirnos confrontándolos con sus hipocresías.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...7_noticia.html

  10. #10
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XXVI)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 12/07/2020.
    ______________________

    En estos días me lo paso pipa, ¡oh titoniso Escrutopo!, inspirando en las distintas regiones españolas el uso obligatorio de la mascarilla. Me provoca orgasmos encadenados comprobar cómo estas gentes apóstatas, que renegaron del velo y del ayuno y de la estameña que antaño les ayudaban a salvar sus almas, se calzan en cambio estos bozales más aflictivos que cualquier cilicio, pensando grotescamente que así salvarán sus cuerpos. Sobre la mascarilla los «expertos» dijeron al principio que no servía para nada, llegando a ridiculizar por aprensivos a los que se la ponían; luego empezaron a recomendarla tímidamente, para terminar exigiéndola en determinadas circunstancias. Pero tu sobrinín Orugario está ahora inspirando que se imponga irracionalmente en toda ocasión y circunstancia, para humillar más ensañadamente a la chusma arcillosa.

    A veces me acusas de no respetar el juramento titocrático que me obliga a venerar los méritos de los carcamales de tu generación. Pero toda esta mascarada desquiciada de las mascarillas hubiese sido por completo imposible si los carcamales de tu generación no hubieseis fundado la idolatría de la Ciencia, que junto al desaforado culto a la Democracia y la exaltación del Placer y de la Carne completa la santísima trinidad de la religión antropólatra. Esta idolatría de la Ciencia nada tiene que ver, por supuesto, con la indagación científica, que se dedicaba a explorar la naturaleza para comprender mejor sus causas y llegar así a la primera, que es el Enemigo; sino que aspira (empresa por completo quimérica) al dominio utilitario de la naturaleza, colocándose por encima del bien y del mal (pero sobre todo del Bien, renegando de su fuente). Todo intento de adentrarse en la naturaleza sin reconocer la existencia de una primera causa está, sin embargo, condenado al fracaso; y así la idolatría de la Ciencia no tardó en convertirse en un batiburrillo de «avances» desnortados, fragmentarios, contradictorios entre sí, un barrizal cientifista que en lugar de alumbrar la naturaleza la tornó más turbia, hasta hacerla inextricable.

    Esta condición confusionaria de la idolatría de la Ciencia se está probando con creces, ¡oh titoflero floripondio!, durante esta plaga coronavírica, donde los «expertos» de la Organización de Mamporreros Satánicos (OMS) se divierten lanzando mensajes contradictorios, dictaminando un día que el contagio se produce por contacto directo y al día siguiente que se produce a través del aire. O dictaminando un día que los enfermos sólo pueden contagiar si muestran síntomas y al día siguiente afirmando que también pueden contagiar los asintomáticos. O dictaminando un día que el organismo humano desarrolla anticuerpos contra el coronavirus, para decir lo contrario al día siguiente. O…

    En realidad, ¡oh titotenusa cateta!, estos dictámenes de la Ciencia no son más que la cháchara de unos farsantes que improvisan sobre la marcha, incapaces de penetrar los misterios de la naturaleza, puesto que niegan su primera causa. Pero la chusma apóstata, al haber expulsado el Enemigo de sus almas, ya no puede hacer otra cosa sino obedecer borreguilmente esas indicaciones contradictorias. Así que este verano, mientras se siguen contagiando irremisiblemente, los españoles se pasearán como almas en pena (o más bien como zombis lobotomizados, puesto que han renegado de su alma) con su absurda mascarilla, temblones y genuflexos ante mis caprichos, anticipando los tormentos que les aguardan en el infierno, donde les sustituiremos la mascarilla por una mordaza de hierro candente que les sellará los labios por toda la eternidad, para que no puedan quejarse. Aunque son tan serviles que, si les dejáramos abrir el pico, en lugar de quejarse se dedicarían a darnos las gracias, como ahora hacen con los botarates que los gobiernan.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...1_noticia.html

  11. #11
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XXVII)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 17/07/2020.
    ______________________

    Debo reconocer, ¡oh titorroide hemorrágico!, que a veces esta chusma arcillosa logra conmoverme vivísimamente. Como bien sabes, desde niño me florecieron unas almorranas del tamaño de cocochas de merluza, que se disponen en siete círculos concéntricos, festoneando mi ano -pebetero siempre humeante-, a modo de siete faralaes. Pues, ¿querrás creer que así, exactamente así, dispusieron la escenografía de la tenida celebrada en el Palacio Real? Un pebetero en el centro y siete círculos en derredor, formados por adoradores nuestros, todos ellos con una cara de cococha pútrida que daba gloria verlos, dispuestos todos a lamer mis almorranas. ¿Cómo no voy a emocionarme? Pero, como la intención es lo que cuenta, les puse a todos mascarilla, para que no se les viese salivar golosones ante las cámaras. Hay que cuidar las formas, para que los televidentes lobotomizados no se pispen de nuestras ceremonias.

    ¿Por qué sé que eran todos adoradores nuestros? Por la sencilla razón, ¡oh titolopendra cochinilla!, de que quien no reza al Enemigo, reza al diablo (y me perdonarás si parafraseo al requetejopu de Léon Bloy). Para que esta chusma arcillosa pudiera rezarnos inventamos los minutos de silencio, que el capullo de Foxá llamaba «la cáscara vacía de la oración»; pero, como los hombres que han abandonado al Enemigo son enseguida poseídos por el horror vacui, esa cáscara vacía necesita colmarse con un sucedáneo. Del mismo modo que las barrigas que no están llenas de alimento se llenan de aire (y entonces entonan borborigmos), las almas que no están llenas de oraciones al Enemigo se llenan de oraciones a nuestra Legión (y entonces las infestamos).

    ¡Homenaje a las víctimas del coronavirus, lo denominaron! Al escuchar tamaña burla, tintinearon alborozadas mis almorranas, como si fuesen perendengues. Un homenaje es un acto de amor; pero sólo se puede amar aquello que se conoce. Y las víctimas del coronavirus -muchas más que las reconocidas por nuestros adoradores, que en el homenaje burlón repetían un número absurdo, como en un sorteo de la lotería- nadie las conoce, porque son muchos miles. Un muerto -decía el venerable Stalin- es una tragedia, pero muchos miles de muertos son pura estadística. Y como no se puede amar una pura estadística, los hombres que no han sido infestados celebran una misa y ofrecen ante el altar esos muertos anónimos al Único que los conoce personalmente y tiene contados los pelos de sus cabezas. Por eso, en la guerra, frente a los homenajes sin amor al Soldado Desconocido que organizaban nuestros dilectos liberales, los cabrones de los carlistas homenajeaban amorosamente a sus héroes con una misa, porque -como reza su execrable lema- «Ante Dios nunca serás héroe anónimo».

    Pero en este homenaje ninguna víctima del coronavirus ha sido honrada, porque ninguno de nuestros adoradores (y mucho menos nosotros) puede ver en ellos sino pura estadística. O, como escribía el hijodelagrán de José María Pemán, en uno de los poemas más asquerosamente sublimes de la poesía española: «Nadie es nada. Todos son/ sílabas que se resumen/ en un romance sin nombre/ y en un olvido sin cruces». Así nos los ofrecen nuestros adoradores, ¡oh titaracha pestilente!, para nuestro regocijo: convertidos en una nada sin nombre y en un olvido sin cruces.

    Y sin embargo… ¿Sabes cómo acaba el poema de Pemán? «Pero Dios sabe sus nombres/ y los separa en las nubes». Por mucho que los adoradores de tu sobrino Orugario honren su augustísimo pebetero, el Enemigo siempre tiene la última palabra, y pone nombre a cada muerto. Y así todo nuestro gozo termina en un pozo.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...1_noticia.html.

  12. #12
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    «Cartas del sobrino a su diablo (XXVIII)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 19/07/2020.
    ______________________

    Usurpando esta tribuna, ¡oh titirrititín lindo!, tu sobrinito Orugario impedirá a ese Prada que antes la ocupaba celebrar sus bodas de plata como colaborador en ABC. Conviene, aprovechando los estragos de la plaga coronavírica, dejar sin tribunas a tipejos repugnantes como este Prada, empeñados en su fidelidad al Enemigo. Los carcamales de tu generación nos enseñasteis que a los «intelectuales» se les gana por la vanidad; pero tipejos como este Prada, en su fidelidad fanática al Enemigo, han renunciado (¡a la fuerza ahorcan!) a las pompas mundanas. Así que resulta mucho más eficaz encauzarlos sutilmente hacia el pesimismo, de forma que sean percibidos como profetas de calamidades cuyos dicterios provocan rechazo. Y este rechazo, a su vez, genera en ellos una disposición a la mordacidad agria, al exabrupto feroz, a la santa ira; lo que definitivamente les granjea una aversión furibunda no solamente entre los descreídos de izquierdas y derechas, sino también entre el catolicismo pompier, que gusta tanto de la literatura plácida y burguesorra cuyo suministro jamás debemos interrumpir.

    Para ello debemos cuidar con paternal esmero a los «intelectuales» sistémicos que garantizan la consolidación de los paradigmas culturales que interesan a nuestra Legión. Y, para que esta oligarquía intelectual sea completamente útil a nuestra causa, conviene que en ella haya «intelectuales» de izquierdas y derechas que tengan entretenidas a sus respectivas parroquias, fingiendo una disputa enconada y sin cuartel en fruslerías y chuminadas, mientras mantienen posturas unánimes en las cuestiones que verdaderamente interesan a nuestra Legión. Naturalmente, el «intelectual» de derechas deberá defender, por ejemplo, el capitalismo con más ardor que el «intelectual» de izquierdas, dejando que éste a su vez defienda con más brío, pongamos por caso, el aborto y la barra libre penevulvar, para mantener la ilusión de la discrepancia; pero ambos, en el fondo, defienden calamidades complementarias. Nuestro auténtico enemigo será el «buscador del logos»; es decir, quien se atreva a denunciar las argucias ideológicas de esta oligarquía intelectual a nuestro servicio. Y para combatir a estos impertinentes «buscadores del logos», ningún instrumento más eficaz que la fantasía del pluralismo, donde el enjambre de opiniones sistémicas acaba condenando a la irrelevancia o al pintoresquismo a la voz auténticamente discrepante. Este pluralismo, además, favorece el desgaste de las masas en una «demogresca» que, jaleada por la oligarquía intelectual, reclamará con mayor denuedo su chute de derechos de bragueta, o de libertad de mercado, o de cualquier otra droga nihilista que la satisfaga. Hasta que esas drogas nihilistas convierten a las masas en hordas de alimañas, como acaba de pasar en Estados Unidos; y entonces los intelectuales que las han apacentado y nutrido de nihilismo se rasgarán las vestiduras, como han hecho todos esos caraduras sistémicos en el manifiesto de la revista «Harper’s». A estos chupópteros les ha ocurrido como al papá liberal en aquella novela del joputérrimo de Dostoievsky, Los demonios, cuando descubre los desmanes que perpetra su nene terrorista y le pregunta horrorizado qué se propone hacer. A lo que el nene responde muy sereno: «¡Padre, completo la labor que tú has iniciado!».

    Se trata, en definitiva, de que estos «intelectuales» nos ayuden a cegar en las almas de la chusma arcillosa la fe al Enemigo. Pues, como enseñaba el miserable de Unamuno, cuando deja de interesar la inmortalidad, cuando se deja de creer en ella o al menos de desearla, el arte se vuelve cáscara sin meollo y entretenimiento inane. Que es lo que suministran nuestros «intelectuales». Para ellos, todos nuestros mimitos.

    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...6_noticia.html.

  13. #13
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    Re: «Cartas del sobrino a su diablo» por Juan Manuel de Prada.

    Entrevista a Juan Manuel de Prada, con ocasión de la aparición de su libro "CARTAS DEL SOBRINO A SU DIABLO ". Por Cristina López Schlichting.

    https://www.cope.es/programas/fin-de...mijJVxGpprXrkU.

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