«Cartas del sobrino a su diablo (XIV)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 31/05/2020.
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Te confesaré, eminentísimo tito Escrutopo, que a veces me aburro como una ostra mientras envisco de odios cainitas a los españoles. Ha apostatado de una manera tan exagerada este pueblo antaño tan creyente que ya ni siquiera puede atisbar aquella metodología del amor que inauguró la Encarnación de nuestro Enemigo. Pero la forma que tienen los españoles de odiarse es tan primaria y visceral y taruga que, como puedes imaginarte, un espíritu puro y orgulloso como yo se deprime. Así hasta que en mi vida apareció Cayetana, el majestuoso cisne negro de la derecha, cuya inteligencia gélida y desapasionada humilla y fulmina a todos sus contrincantes con tan sólo parpadear. ¡Al fin alguien digno de mí, a quien puedo dedicar derretidos epitalamios! De inmediato, caí rendido a sus pies de Venus de las pieles; y, mientras besaba devotamente su cuello de garza real, le inspiré la idea de injuriar malignamente al vicepresidente coletudo, que siempre anda tocándole las narices con la sangre azul que circula por sus venas.
Por supuesto, me cuidé de que la injuria fuese diabólica en el sentido pleno de la palabra. Y se me ocurrió que Cayetana rebozase por los morros al coletudo los pecados de su padre; alevosía que, viniendo de una liberal que cree en la inmaculada concepción del hombre, resulta todavía más pérfida. Nuestro Enemigo, durante su Encarnación, dejó claro que los hijos no heredan los pecados de los padres, tampoco su ceguera ni sus fraperías, que además pueden servir para que la gloria divina se manifieste, mediante el milagro de la conversión. Pero mi diosa Cayetana, proterva y esbeltísima, señaló al coletudo como «hijo de terrorista», vástago de una estirpe maldita que predestina su alma y ulcera su carne con un estigma indeleble. ¡Cuán gloriosamente ardieron mis medulas al escucharla! ¡Polvo seré, mas polvo enamorado de su lengua viperina!
Pero mi diosa Cayetana iba a alimentar todavía más el encendido fuego en que me quemo. En una entrevista de ABC, insistía en que el hijo del frapero es, como su padre, «un antidemócrata que trabaja contra el orden constitucional», a diferencia de otros «reformistas» y «demócratas» admirables como Santiago Carrillo. ¿No te provocó un orgasmo instantáneo este sofisma, oh titofante de colmillos retorcidos? ¿No te hizo desmayarte, atreverte, estar furioso, áspero, tierno, liberal, sobre todo liberal, constitucional y demócrata? ¿No te derretiste de gusto al escuchar que Carrillo, nuestro capataz en Paracuellos que jamás renegó de aquella matanza, es alabado por mi diosa Cayetana, mientras el frapero que repartía octavillas y su hijo coletudo merecen su feroz anatema? ¿Adviertes cómo mi diosa ha divinizado la Constitución, a la que exige idolatría, sin importarle un ardite la sangre inocente derramada, cuya expiación considera innecesaria, con tal de que se haga profesión de fe constitucionalista para poder chupar del bote democrático, como hizo Carrillo? Que, por lo demás, es lo mismo que ha hecho el hijo del frapero, sólo que ni él ni su padre han ordenado matar a nadie.
No hace falta que te diga que las palabras de mi diosa Cayetana han encandilado a la derecha. Y tampoco que el vicepresidente coletudo tomará cumplida venganza. Porque mi diosa Cayetana no ha logrado (¡qué palote me pone su petulancia ciega!), acabar con la «superioridad moral» de la izquierda, ni con el «síndrome de Estocolmo» de la derecha, como ella -en pleno subidón de anfetaminas liberales- piensa. Sus palabras sólo han logrado envenenar al hijo del frapero, que sabrá cómo tomar atroz desquite. Arrodillémonos, ¡oh titagarto reptiliano!, ante mi diosa Cayetana, por azuzar tan brillantemente la metodología del odio.
https://www.abc.es/opinion/abci-juan-manuel-prada-cartas-sobrino-diablo-202005312351_noticia.html
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