La vida está repleta de momentos alegres y momentos amargos; son éstos los que nos hacen valorar una felicidad que presuponíamos nuestra, regalada y merecida; pero el tiempo nos hace comprender que la alegría, y la dicha no son gratuitas, y siempre llega el momento inexorable en que el destino nos golpea y nos hace ver lo frágil de nuestra condición.

Por mi experiencia sé que de todo trance – por malo que sea y aún en el caso en el que sea irreparable – se puede salir y es más, debe servirnos para conocernos mejor a nosotros mismos y utilizarlo de apoyo para lanzarnos hacia adelante, pues la vida es un camino tortuoso y nada sencillo pero en el que siempre hay que avanzar.

Un cordial saludo