Estimado Toronjo:
No es del caso extenderse en lo tocante a la trascendencia que tiene el arte sagrado y su simbolismo, de lo que se han escrito notables y esclarecedoras obras (ver entre otras la del P. Saenz “El icono, esplendor de lo sagrado”.
Es innegable que lo sagrado en el arte es de vital significación y ya desde antiguo se diferenció con toda claridad la distinción entre las disciplinas sacras y las profanas.
El catolicismo se distinguió del judaísmo entre otras cosas esenciales (por la Santísima Trinidad, la Encarnación del Verbo, la Santísima Virgen, los dogmas católicos, etc.), en que ellos no representan la imagen de Dios ni obviamente la de Nuestro Señor en la cual ni siquiera creen.
No debemos olvidar la herejía iconoclasta y sus consecuencias; ni el arte moderno que resulta en la mayoría de los casos una burla del arte sacro, o al menos una notoria ignorancia del mismo.
De allí que no sea lo mismo cualquier imagen que se nos presente de Jesucristo.
Como bien dijo Zamora en los “años de plomo”, en nuestro país, se llegaron a repartir “estampitas” con un Jesús “liberador” cuya cara era similar a la del Che y portaba un fusil en su hombro derecho (aún conservo una de ellas).
Coincido que lo importante no es la imagen en sí, sino lo que ella representa.
Y precisamente aquí radica lo trascendente del arte saco, de modo que no es igual una imagen que, llevándolo a una burda exageración, nos presente a un ángel con cuernos a aquella en que se representaba a los ángeles en los íconos.
En este caso particular y concreto, si existe una imagen que la Santa a quién se le apareció Jesús de la Misericordia sostiene que es la figura que ella vió, resulta inconcebible que de buenas a primeras aparezca vaya a saber quién y tergiverse dicha representación con otra que, por cierto, no tiene nada que ver con la auténtica.
Por otra parte con que autoridad se suplanta una imagen por otra?
Vaya lo sintéticamente expuesto como un comentario a mero título reflexivo y en rescate del vero arte sacro.
Un abrazo
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