Revista FUERZA NUEVA, nº 468, 27-Dic-1975
«GARCÍA MORENTE: EL SACERDOTE»,
Conferencia del P. Santiago Cornejo en el aula de FUERZA NUEVA (18-Dic- 1975)
En el aula de FUERZA NUEVA el pasado 18, don Cecilio Santiago Cornejo, dentro del VII Ciclo de Conferencias, habló de «García Morente, el Sacerdote». Don Cecilio Santiago Cornejo fue profesor en el seminario del que habría de ser un gran sacerdote. Precisamente al empezar su disertación, el párroco arcipreste de San Jerónimo el Real explica que, si ya Rafael Gambra habló de él como filósofo, él lo hará como sacerdote.
“El centenario de Manuel García Morente pasa en silencio, hurtado por la gran prensa y por quienes más obligación tenían. La universidad le ha olvidado. El alto mundo académico y todo el personal culto. Y quien más se ha distinguido en el olvido ha sido la Iglesia y en concreto la diócesis de Madrid”, dirá don Tomás Marín Pérez, presentador.
Don Santiago Cornejo recuerda en breves palabras la estancia en París, durante la guerra, de Manuel García Morente. Recuerda su conversión. Y el “hecho extraordinario” clave de la vida del gran filósofo. Luego las conferencias en Hispanoamérica, Tucumán, Buenos Aires… Y la prisa, siempre, que ya en estos momentos hace presa en García Morente por ser sacerdote. De vuelta en España se recogerá en el convento mercedario de Poyo (Pontevedra), donde va a asimilar la filosofía cristiana y católica.
Tras un intento fallido de instalar un pequeño grupo mentor de García Morente, en Rozas de Puerto Real, con funciones de seminario, la preparación se va a dar definitivamente en Madrid. Lo primero que hace es examinarse de Filosofía. “Los miembros del jurado éramos tres”, dice Santiago Cornejo.
Los tiempos del seminario fueron muy duros, especialmente para él, ya mayor y acostumbrado a un tipo de vida menos parca. Pasó frío y la comida era escasa. No había ventanas ni puertas. No había ascensor y tenía que subir todos los días cinco pisos. Era disciplina, obediencia y sencillez espantosas. Se examinaba cada dos meses. Asimilaba poco a poco la Teología y dejando gradualmente la filosofía kantiana, de la que no podría llegarse a desprender del todo por lo arraigada que la tenía. La prisa era su constante: “Primero que me den el pase; luego lo que sea”, solía decir.
El 21 de diciembre de 1940 fue ordenado. Su primera misa fue el 1 de enero de 1941. La misa era para él su vida. Su piedad, profunda y equilibrada. Alguna vez, creyéndose sólo en la capilla, se postraba totalmente ante el Sagrario. En cuanto a su humildad, había que verle después del sermón de la Purísima, que fue una obra de arte, pero con algunas inexactitudes. Él nunca quiso dar clase en la Universidad. Y su laboriosidad, sus constantes visitas a la prisión de Yeserías, fue su constante; todas las semanas se confesaba.
El 7 de diciembre de 1942 fallecía. “Desde la otra vida, su influencia es mayor que cuando vivió”, explica don Santiago Cornejo. “Ha habido numerosas conversiones y vocaciones de su ejemplo”. “En la misma sacristía donde dijo: «No tengo fe», el día en que se casó, se pondría treinta años después el roquete y saldría a predicar”.
Y las palabras sobre el perfil espiritual de García Morente fueron muy aplaudidas. Presidía, como siempre, nuestro fundador, Blas Piñar.
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