Revista FUERZA NUEVA, nº 65, 6-Abr-1968
EL “CATOLICISMO ABIERTO” DEL SEÑOR ARANGUREN
El profesor Aranguren ha hablado en Barcelona, en la cátedra jesuítica de la “Escuela de Teología para seglares”. ¿Nueva Teología?...
Fracasado el movimiento “Pax”( https://hispanismo.org/crisis-de-la-iglesia/28609-infiltracion-comunista-en-la-iglesia-en-el-postconcilio.html ) en Polonia, a pesar de las conexiones que todavía mantiene con organizaciones católicas en varios países occidentales y entre ellos notoriamente España, los teóricos marxistas han lanzado otra teoría para “dialectizar” a la Iglesia por dentro. Kolakowski, en el semanario ateo “Argumenty” publicaba, en 7 de mayo de 1961, la nueva interpretación marxista, que bajo el título genérico de catolicismo abierto es un intento profundo y peligroso no sólo de “desalineación”, sino de “cortar las raíces sociales de la religión”, que era la consigna leninista para catapultar todos los bastiones sociales, estructuras y vidas cristianas.
El catolicismo abierto, según Kolakowski, “está dispuesto a coexistir con el socialismo y a entrar en competencia con él en el plano ideológico. Ese catolicismo se esfuerza al mismo tiempo por asimilar cierto número de valores culturales nacidos fuera del cristianismo, no sólo en el terreno material, sino también en el terreno del pensamiento; se esfuerza en adaptar y ajustar al cristianismo ciertos valores creados por el pensamiento laico, comprendido el marxismo. La intención final del llamado catolicismo abierto es que se llegue a la convicción de que “creyentes y no creyentes son miembros de una sola e idéntica sociedad, partícipes de la misma cultura y de la misma tradición. Físicamente están también forjados de la misma forma. Es esta una verdad que merece ser recordada” O sea, se intenta que los católicos olviden totalmente su condición de bautizados y sus conceptos de familia y sociedad, mezclados y al servicio del ateísmo. La táctica marxista queda así programada: propaganda atea, laicización progresiva de las instituciones, orientar el “sentimiento religioso” hacia fuera de la Iglesia, hacia la “interiorización”. Finalmente, catolicismo abierto o religión católica sin doctrina cristiana.
El profesor Aranguren, pionero del catolicismo abierto
Le faltaba el profesor Aranguren una nueva perla a su corona de impulsor de cierto catolicismo español. Y ha sido en Barcelona, y nada menos que en la “Escuela de Teología para Seglares” domiciliada en la Casa de las Congregaciones Marianas de la Compañía de Jesús, en el “Forum Vergés”, donde José Luis López Aranguren, desde la misma tribuna en que en otras ocasiones han perorado el abbé Louis Evely, Enrique Miret Magdalena, José María González Ruiz, Manuel Bonet Muixí, Jorge Pujol, ha desarrollado su conferencia con el título “En torno a un uso abierto de la religiosidad católica”.
No queremos atribuir a Aranguren ningún concepto que pueda desorbitar su “teoría” sobre los cuatro puntos en que él sitúa el uso de la religión.
Las mismas palabras de Aranguren son suficientemente elocuentes y pormenorizadas de lo que en un plan más abstracto propugna Kolakowski.
Así desarrolla literalmente su “teoría” Aranguren:
En el primer (punto) establecí el que podíamos llamar catolicismo cerrado u ortodoxia muy definida. Del que ya no se duda de su misma ortodoxia. Se limita a contenerse en lo definido y establecido a través de los años, por encima de las heterodoxias o renovaciones. Este es el caso de nuestro país. Todo lo que se escribe hoy (1968) en España está dentro de este apartado. Todo lo que hacemos, por muy avanzado que parezca: ecumenismo y diálogo con los marxistas, aproximación a los ateos, no tiene nada que ver con la ortodoxia. Todo ello pertenece a la moral de unos que practican un catolicismo tradicional y ortodoxo.
En el segundo me referí a aquellos que, respirando nuevos aires, establecen alguna renovación en las formas que no atentan de por sí a la ortodoxia, sino que se deciden a dar un paso más hacia adelante de lo establecido hasta ahora por la jerarquía: el caso de las prácticas litúrgicas no totalmente canónicas, misas domésticas, etc. Aquí también caben los medios de la limitación de la natalidad, las relaciones sexuales. Esto, más que heterodoxo es escandaloso. Produce el escándalo natural de lo novedoso, pero se entiende que puede llegar a ser de uso normal por la ortodoxia tradicional.
Y nos encontramos con que lo que hasta ahora podía ser ilícito y tachado de heterodoxo llegue a ser lícito. Los embarcados en este grupo tienen la conciencia tranquila porque piensan en la futura licitud de sus prácticas en virtud de la rápida mutación del catolicismo. Es una situación relativizada, puente de heterodoxia-ortodoxia con conciencia total de catolicismo.
En el tercer punto situé a aquellos que no establecen una división tajante entre catolicismo y no catolicismo. Ser o no ser es una distinción que tiene los márgenes de ambos lados. Éstos, aun sintiéndose católicos, relativizan su confesionalismo del mismo modo que lo hacen con los límites de su uso de la religiosidad.
Y en el cuarto punto establecí lo que propiamente era el título de la conferencia. La utilización exterior, la que viene de fuera, que no se considera católica, pero que usa del catolicismo en la medida que sus necesidades no confesionales le llaman a integrarse en la religiosidad, en el culto e incluso en la participación de los sacramentos. Esta utilización exterior, nacida especialmente en los países donde el pluralismo religioso es acusado o donde la secularización ha hecho fuerte mella, tiende a aumentar de forma notoria”.
Este es el resumen, explicado por el mismo Aranguren, de su conferencia.
El historicismo dialéctico de Aranguren
Cualquiera entiende -Aranguren, en primer término- que ninguno de los cuatro grados que él presenta de catolicismo, ni siquiera el que llama ortodoxo es verdadero catolicismo. Pero la dialéctica de Aranguren estriba en la simple descripción de estos supuestos usos de catolicismo que, no enjuiciados ni discriminados, presentan falsas perspectivas y dejan impactos malévolos en las mentes y conciencias de los oyentes.
Pablo VI ha puesto de manifiesto el error “de aquéllos que desearían de una manera permanente poner en tela de juicio unas verdades y leyes que están ya claras y establecidas, continuar el proceso dialéctico del Concilio, atribuyéndose competencia para introducir sus propios criterios innovadores o subversivos, en el análisis de los dogmas, de los estatutos, de los ritos, de la espiritualidad de la Iglesia Católica, para nivelar su pensamiento y su vida con el espíritu de los tiempos”. Posteriormente, el mismo Pablo VI ha repetido: “No os dejéis penetrar malamente por la mentalidad relativista, que destruye el concepto de verdad objetiva; quizá sea precisamente el dejarse llevar por esta forma cómoda de pensar lo que de oscuridad al horizonte religioso y tristeza al espíritu. de quien debe ser su profeta”. Más recientemente, ha dicho el propio Pablo VI: “De ningún modo es admisible que los fieles sean inducidos a una forma de pensar distinta, como si hoy día se permitieran algunas cosas por el magisterio del Concilio, antes declaradas por la Iglesia como intrínsecamente malas: ¿Cómo no ver surgir aquí el malvado relativismo moral y ser puesto plenamente en entredicho todo el patrimonio doctrinal de la Iglesia?”
Más grave todavía
Aparte de las implicaciones transformadoras y contradictorias con el pensamiento católico que suponen la limitación de la natalidad, el diálogo con los marxistas, las relaciones sexuales, que deben ser admitidas, derrumbarían toda la doctrina católica en su proyección personal, familiar y social. Aranguren, sin énfasis, como norma aceptable, desliza que “lo que hasta ahora podía ser lícito y tachado de heterodoxia llegue a ser lícito”. La Santa Sede, en 1956, reprobó pudiera enseñarse esta moral de situación: “Según la opinión y doctrina de estos autores, todo lo que hoy se presenta como postulado absoluto de la ley natural descansa sobre dicho concepto de naturaleza existente, y, por consiguiente, no puede ser más que relativo y mudable, pudiendo siempre adaptarse a toda situación…”, declaraba la Santa Sede en 2 de febrero de 1956.
La más detonante de las tribunas
Que Aranguren lleve en su maleta a la mercancía del catolicismo abierto de Kolakowski era previsible para quien haya estudiado su larga peripecia intelectual. Todavía, en “El Ciervo”, en 1967, Cerezo Galán se descolgaba con estos ditirambos: “A Aranguren no se le perdona fácilmente su crítica de un catolicismo cesarista y reaccionario… No se le perdona su esfuerzo por promover un catolicismo social y liberal, más de vida interior que de poderío externo, más de carisma y misterio que de reglamentación canónica, aunque ha sido refrendado por el espíritu nuevo del Concilio”.
También “Destino” del 19 de agosto de 1967, con Manuel Jiménez de Parga, exclamaba: “La sociedad española no tolera nada de eso. Se siente incómoda con la presencia activa y eficiente de hombres como José Luis L. Aranguren. Y cuando surge la oportunidad es implacable en el desquite. De momento, el extraordinario maestro no enseñará desde su cátedra de esta Universidad”.
¡Ya ve el lector, lo que el “extraordinario maestro” se dedica a enseñar! Pero si no tiene una cátedra en la Universidad, tiene la puerta abierta en la Casa de las Congregaciones Marianas de la Compañía de Jesús, en el “Fórum Vergés”, en Barcelona, para allí, en un ambiente politizado y pasional, administrar impunemente la síntesis del catolicismo abierto del teórico ateo Kolakowski.
Y esto sí que es doloroso que suceda en una casa de la Compañía de Jesús, por lo que supone de manifiesta infidelidad al espíritu y a la letra de lo que sentía San Ignacio de Loyola. El glorioso fundador de la Compañía de Jesús, en una de sus cartas, escribe: “De ninguna manera parece deberse sufrir, así en las universidades como en los colegios, a lectores o profesores de quienes hay sospecha de que pervierten a la juventud; mucho menos los que abiertamente son herejes, y hasta los escolares en quienes se vea que no puede fácilmente haber enmienda, parece que deberían absolutamente ser despedidos”. Después del discurso de Pablo VI a la Congregación General de la Compañía de Jesús, es incomprensible que una conferencia como la de Aranguren se pueda dar en una “Escuela de Teología para Seglares”, a un auditorio juvenil, y sin que hasta el presente se haya publicado una nota desautorizando a quien tan abiertamente contradice la doctrina católica, los documentos conciliares y el magisterio de Pablo VI.
Sabiduría de un prelado
Monseñor García Goldaraz, arzobispo de Valladolid, ha publicado una lúcida exhortación en la que afirma: “Mucho se ha clamado contra el dogmatismo de la Iglesia. En materia de fe no caben ambigüedades, la Iglesia se mueve en un plano de lo sobrenatural, ha recibido unas verdades reveladas con la misión específica de custodiarlas fielmente, transmitirlas e interpretarlas magisterial e infaliblemente. No puede renunciar a sus prerrogativas y a su misión, porque entonces habría dejado de ser la Iglesia de Jesucristo. Resulta paradójico comprobar que no pocos de los que se atreven a lanzar tales acusaciones contra la Iglesia exponen sus ideas con auténtica obsesión de carismáticos, atacando a cuantos no las aceptan y constituyéndose en pontífices máximos de la única verdad”. (…)
En fin, después de escuchar a Aranguren en Barcelona, pretendiendo justificar lo injustificable, en una casa de la Compañía de Jesús, no he podido menos que recordar una vieja carta de Erasmo: “Donde quiera que reina el luteranismo, allí la ruina de la literatura. Sólo dos cosas buscan: dinero y mujer. Todo lo demás se lo da su evangelio, a saber, licencia para vivir a su placer”.
Que es lo mismo que el catolicismo abierto de Kolokowski. Sin una nota pública que desautorice tanta verborrea progresista, como se aplica cuando se trata de misas en desagravio por la defenestración de un crucifijo (*).
Esto a lo mejor debe ser catolicismo cerrado.
Jaime TARRAGÓ
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