Revista FUERZA NUEVA, nº 563, 22-Oct-1977
De Paracuellos al Palacio de Oriente
El efusivo saludo del Rey a Carrillo durante un acto protocolario en ocasión de la reciente visita del presidente de Méjico a España, perfectamente apreciado en las fotos de prensa; la no menos efusiva cordialidad con que el secretario general del Partido Comunista es recibido asiduamente en la Moncloa, en donde últimamente ha estado seis horas conversando con Suárez, y tras lo cual no es aventurado hablar de un total entendimiento Gobierno-Partido Comunista, hace meditar no sólo cerca de cómo ha “cambiado la tortilla” de manos de quienes jamás podíamos pensar tal cosa a tenor de su propia historia política y de los juramentos prestados en defensa del Movimiento Nacional, sino que no es osado ya asombrarse de la facilidad con la que Carrillo, al servicio de la anti-España, del internacionalismo marxista, del comunismo apátrida, ateo y materialista, ha logrado saltar de las fosas de Paracuellos del Jarama, tan bien conocidas por él como comisario de Orden Público en el Madrid rojo, hasta la cota inimaginable por nadie, incluido él mismo, de ser huésped bien recibido en el Palacio Real.
“Si cosas has de ver que harán hablar a las piedras” que dijo el Cid, como expresión de lo insólito en la marcha de la nación, no cabe duda de que la “carrera” de Carrillo, máximo exponente del comunismo español, ha sido meteórica, asombrosa y capaz también hacer hablar a las piedras.
¿Quién podía pensar que el mayor enemigo de cuanto representó el triunfo de las armas nacionales el 1 de abril de 1939, cuando, “cautivo y desarmado el Ejército Rojo, las tropas nacionales habían conseguido sus últimos objetivos”, fuese recibido al lado y con las mismas deferencias por parte de quienes encarnan el Poder que los generales victoriosos?
¿Quién podía suponer que el adversario del Estado, cuya legalidad aún rige (1977) y que es la misma resultante de un ordenamiento jurídico nacido de la ideología y principios básicos que simboliza el 18 de Julio de 1936, fuese el poder en la sombra de un Gobierno cuyas principales figuras fueron ministros y altas jerarquías en el Régimen que Carrillo ha ayudado a dinamitar? ¿A quién podía ocurrírsele pensar que quien no se ha recatado en proclamar su cruel mandato y responsabilidad organizativa del “maquis” que asoló parte del país años atrás, con la muerte de tantos inocentes y cientos de guardias civiles, policías y soldados, tuviese que ser saludado ahora como prohombre político y digno ciudadano por eso mismos guardias, policías y soldados, cuando entra como invitado al palacio de los Reyes o la sede del presidente del Gobierno?
Es la más clara subversión de valores que nadie haya podido presenciar en nuestra nación. Es la consumación de una larga trayectoria donde se entremezclan la audacia, el rencor, el miedo y sobre toda la traición. Es una realidad triste, descorazonante para los hombres de honor y patriotismo, pero también, aunque amarga, una gran lección que nos da la historia a través de estos hechos cotidianos de los que somos ahora testigos de cargo, sin duda alguna.
Porque cuando la Monarquía instaurada por Francisco Franco, cuando el Rey, que ha jurado respetar y hacer respetar los Principios del Movimiento Nacional, tiene a bien recibir en su casa como amigo (y quién sabe si mañana como depositario de la confianza de la Corona para la gobernación del Reino) al que tiene tal pasado y es la encarnación de tan antitéticos valores que el estado de derecho representa, a tenor de su propia constitucionalidad vigente, el español medio, el hombre de la calle tiene todo el derecho a preguntarse asombrado y alarmado sobre cuál es el camino por el que esté discurriendo la administración y el mando supremo de la Patria (…)
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