Revista FUERZA NUEVA, nº 521, 1-Ene-1977
Carrillo
La “detención” de Santiago Carrillo (Navidad, 1976) ha planteado, de cara a la opinión pública, una serie de realidades de toda índole que se pueden señalar muy concretamente.
Por ejemplo, la organización casi perfecta del Partido Comunista al demostrar que puede movilizar, en muy breve espacio de tiempo -prácticamente cuatro horas-, a unos miles de seguidores capaces de “montar” una manifestación de protesta en pleno centro de Madrid, “regar” de octavillas toda la capital y hacer “pintadas” masivas en todas partes.
La capacidad de tergiversación de la noticia y su influencia en los medios de comunicación social, por parte del PCE, en torno a la detención de su secretario general, resulta asombrosa y grave, así como las concomitancias del partido con otros no solo marxistas, sino demócratas -cristianos o no-, que se han apresurado a rasgarse las vestiduras por tal detención y han corrido, como si de cosa propia se tratase, a mover y presionar en todos los campos para lograr la libertad de Carrillo y denunciar su prisión, como si fuese un atentado a los derechos de la persona humana por parte del Gobierno.
Por otro lado, en este caso se ha puesto de manifiesto, igualmente, como periódicos que se autodenominan “independientes” actúan al servicio del comunismo en sus informaciones y, sobre todo, en sus editoriales. Un ejemplo claro lo tenemos en “El País” y “Diario 16”, que se están forzando al máximo por presionar al Gobierno en pro de la libertad de Carrillo y falsear su detención con argumentos falaces, demagógicos y opuestos a la misma línea que siguen cuando se trata de supuestos culpables de ideología contraria a la que en sus páginas defienden (1)
Así, mientras que a estos periódicos les parece bien (no discrepan al menos) la acción vindicativa y jurídica de ciertos países que aún juzgan a supuestos “criminales de guerra”, pese a que haya transcurrido el tiempo de prescripción de tales delitos, consideran lógico que en el caso de los crímenes de Carrillo -auténticos genocidios como el de Paracuellos- sean hechos pasados ya no perseguibles, dado el tiempo transcurrido, y a la par busquen, en hipotéticas conculcaciones legales, fórmulas que permitan la libertad del secretario general del Partido Comunista español.
Es chocante, aunque lógico, observada la influencia en estos diarios del PCE, contemplar cómo se permiten discutir y enjuiciar la acción de la Ley en este caso, al mismo tiempo que se formulan comentarios y se insinúan modos de presión hacia los jueces, todo ello en busca de maneras para que Carrillo salga libre de sus acusaciones.
Sin embargo, estos diarios se olvidan, al parecer de que no sólo son delitos prescritos o amnistiables los que pueden ser objeto de detención de este dirigente del PCE. Aparte del ahora motivo de su detención y procesamiento -asociación ilegal-, existe otro no amnistiable, cual es el de incitación al terrorismo y dirección, aun cuando sea desde el exterior, de las distintas partidas “guerrilleras” que actuaron en España, especialmente de los años 1946 a 1956, tiempo éste en el que se realizaron, por parte de tales “guerrillas”, mandadas, apoyadas y sostenidas por el PCE, bajo la dirección de Carrillo, auténticos crímenes que, de acuerdo con nuestro vigente Código Penal (1977), y no por ninguna ley especial, aún no están prescritos ni comprendidos -por su condición de terrorismo- en la reciente amnistía otorgada por el Rey (2). Delitos que, si no nos equivocamos, se encuentran, además, dentro de sumario abierto por la jurisdicción castrense de la IV Región Militar. (…)
Parece, sin duda, que Carrillo, que no es particularmente ningún héroe, se ha visto forzado tanto a su pública aparición en la célebre rueda de prensa como su posterior actuación (y quién sabe si a propiciar su detención), en contra de su íntima voluntad y, desde luego, a costa de un miedo cerval a ser liquidado por elementos contrarios o de su propio partido, como estratagema para culpar a los “ultras” de esta acción en provecho del mismo PCE.
De este modo no resulta extraño que un individuo ateo como es él, abiertamente contrario a la idea de la divinidad, dijese la frase “Gracias a Dios que son ustedes policías” -según corre el rumor- cuando fue detenido por funcionarios del Cuerpo General al salir de la casa donde había estado reunido con los miembros del Comité Central del partido, que serían también, posteriormente, detenidos y encarcelados.
Y es que, paradójicamente, Santiago Carrillo se encuentra ahora más seguro en la dulce prisión de la enfermería de Carabanchel, con trato de favor, que recorriendo las calles madrileñas, jugando a “Pimpinela Escarlata” o a conspirador decimonónico, pues él bien sabe que hay todavía gentes que se han juramentado ejecutarle tan pronto como se topen con él en la calle.
Ramón de Tolosa
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