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Tema: La “Pasionaria”: a las órdenes de Stalin, en España y en la URSS

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    La “Pasionaria”: a las órdenes de Stalin, en España y en la URSS

    La “Pasionaria” (1895-1989): agente a las órdenes de Stalin, en España y en la URSS.

    Al frente del comunismo español en la República, avisó de su inminente asesinato a Calvo Sotelo en las Cortes (julio de 1936): "Este señor ha hablado aquí por última vez", dijo textualmente.

    Poco después, durante la Guerra, La Pasionaria fue la principal responsable de la eliminación de Andrés Nin y de los trotskistas en las batallas internas que sostuvieron los bandos marxistas en Barcelona (1937)

    Pero el artículo hace hincapié especialmente en su labor represiva de la disidencia comunista española exiliada en la URSS(1939-1977), junto con Carrillo, tras la Guerra Civil


    Revista FUERZA NUEVA, nº 526, 5-Feb-1977

    "LA PASIONARIA, UN VAMPIRO ESTALINISTA"

    El Comité Ejecutivo del Partido Comunista de España, como está mandado, se prepara para presentar de nuevo en sociedad a Dolores Ibarruri, La Pasionaria, presidente de este ejército soviético indígena dedicado a sujetarnos a la URSS para siempre jamás, a honor y gloria de la democracia inorgánica. Muchos conocen algo de la biografía carnicera de Santiago Carrillo, el de Paracuellos, mejor tratado, a pesar de sus miles de crímenes, que los que eructan alguna frase o epíteto desagradables a algún personaje. Todavía hay clases.

    “Méritos”

    Pero la lista de méritos de Dolores Ibarruri, La Pasionaria, merece capítulo aparte (…). Nuestros apuntes serán un recuerdo de lo que otros han dicho de ella. Así seremos más imparciales, que es la mejor arma para que se conozca la talla de esta hembra. Heleno Saña, en “La Internacional Comunista 1919-1945” (1972), describe así nuestra protagonista:

    La figura visible de la obediencia de cadáver a Moscú era Dolores Ibarruri, que Franz Borkenau ha llamado una de las carreristas más indignas e inmorales de todo el movimiento mundial. Dolores Ibarruri era una vasca de extracción proletaria; de joven y en sus primeros años de matrimonio pasó muchas necesidades materiales. Más tarde se separó de su marido -un minero socialista- y envió a sus dos hijos a la Unión Soviética para poder entregarse con mayor desenvoltura sus actividades revolucionarias. Elegida diputado en febrero de 1936, gozaba de bastante popularidad entre las masas.

    Mientras de puertas afuera, de cara a la galería, Dolores Ibarruri era presentada por el partido como el símbolo de la mujer española sufrida y abnegada, su preocupación esencial era, en realidad, sus amores con Francisco Antón, un señorito madrileño veinte años más joven que ella, que había logrado hacer carrera política en los primeros meses de la guerra. Los amoríos de La Pasionaria con su joven amante eran, naturalmente, conocidos de los miembros dirigentes del partido y de la Comintern. José Díaz, que temía que este amancebamiento trascendiese al dominio público y fuese utilizado por los enemigos políticos del partido, había afeado a La Pasionaria su tardía pasión, lo que despertó un odio encendido de Dolores Ibarruri contra el secretario general. Los agentes de la Comintern, por el contrario, juzgaron las cosas desde otro punto de vista. Una Pasionaria que se dedicaba a pasar las noches en un confortable hotelito del partido con un joven burócrata mientras su propio marido estaba en el frente, era un instrumento ideal para utilizarlo sin temor a que ofreciese resistencia.

    Pasionaria olvidó que era la mujer de un minero -observa Jesús Hernández-; se olvidó de que tenía dos hijos con tantos años como su amante; olvidó que su esposo, Julián Ruiz, se batía en los frentes del Norte; olvidó el decoro y el pudor; se olvidó de sus años y de sus canas y se amancebó con Antón, sin importarle la indignación de cuantos sabían y conocían sus ilícitas relaciones. Togliatti, Codovilla y Stepanov -que ya preparaban a Pasionaria para heredar en vida a José Díaz- complacieron a ésta”.

    He ahí, a grandes rasgos, algo sobre Dolores Ibarruri. Pero hay más.

    Las fieras se despedazan

    Carlos Rojas, en “Diez figuras ante la guerra civil” (1973), pormenoriza cómo La Pasionaria fue la principal responsable de la eliminación de Andrés Nin y de los trotskistas. Esta es su información:

    El 16 de junio (1937), el coronel Ortega, comunista y director general de Seguridad revela a Jesús Hernández y a José Díaz, encamado éste al entonces con su crónica duodenitis, haber telegrafiado a Burillo a cuanto miembro del POUM le denuncien Antonov-Ovseenko y Stashevsky, cónsul y encargado de negocios, respectivamente, de la URSS en Barcelona. El mandato lo recibe Ortega una hora antes del Comité Central: La Pasionaria, Checa, Codovilla, Togliatti y Orlov, juntados a espaldas de Díaz y Hernández. Enfurecidos éstos, persónanse en el buró político. Pretende La Pasionaria capear la tormenta e inquiere por la salud de José Díaz. Replícale Díaz, mordaz y airado. Afirma aprovecharon su ausencia y dolencia para detener los mandamases del POUM, en un acto de intriga política. Codovilla sugiere a Hernández un asueto. Encréspase éste todavía más. Dolores Ibarruri despliega desdén cuando Hernández pide por qué no informó Orlov al Comité Central del desacuerdo suyo y de Díaz en aquel menester. “Sí nos informaron -asegura ella-. Pero como era urgente y no teníamos posibilidad de convocar al Buró Político en pleno para tratar una simpleza, nos pareció correcto resolver sin esperar a más”. A la postre, Codovilla cancela la disputa y asienta su autoridad. El asunto del POUM resolvióse con La Pasionaria y Checa, por hallarse éstos a mano. En otras materias, se consultó con Hernández y Díaz. ¡Cuidadito, pues, con lo que se dice y con las afirmaciones temerarias!”

    La Pasionaria es pieza clave en la persecución a muerte contra Andrés Nin y el POUM. Heleno Saña detalla lo siguiente:

    Poco después de su detención, Andrés Nin fue secuestrado por la GPU y llevado a una de las checas de que esta organización disponía en España. Su desaparición dio pasto a toda clase de especulaciones y bulos. Durante varias semanas, el Gobierno guardó silencio sobre el paradero del jefe del POUM. Por fin, el 4 de agosto de 1937, el ministro de Justicia publicó una nota declarando que Nin había sido detenido y puesto, junto con sus compañeros de partido, a disposición del Tribunal de Espionaje y Alta Traición. Pero esta nota oficial no contribuyó a tranquilizar a la opinión pública, pues no aclaraba la desaparición de Nin ni arrojaba luz sobre su verdadero paradero. Negrín y sus acólitos no podían, por otra parte, dar cuenta de lo que realmente había ocurrido con Nin, pues éste, después de ser apaleado y torturado brutalmente, había sido ejecutado en secreto por los verdugos de la GPU. De acuerdo con el acta de acusación elaborada más tarde por los comunistas para borrar su crimen, Nin fue conducido de Barcelona a Valencia y de Valencia a Madrid, desde donde fue trasladado a Alcalá de Henares, en cuya cárcel fue liberado por agentes de la Gestapo infiltrados en las Brigadas Internacionales, los cuales, naturalmente, no dejaron de olvidar en la celda de Nin una cartera con documentos comprometedores escritos en alemán, circunstancia que había de permitir a la GPU afirmar que el jefe del POUM era un agente de Hitler.

    Para explicar su desaparición, los comunistas difundieron la patraña de que el jefe del POUM se hallaba oculto en algún lugar del bando nacional, en Berlín o en Roma... La eliminación de Nin, sin juicio y por la espalda, no había sido el objeto básico de su detención. Lo que la NKVD perseguía era arrancarle una confesión falsa y hacerlo comparecer ante un Tribunal Especial. Con este fin fue conducido a una de las checas de la NKVD y sometido a toda clase de torturas físicas y morales. (…) Nin soportó la crueldad de la tortura y el dolor del refinado tormento. Al cabo de unos días su figura humana sería convertida en un montón informe de carne tumefacta (...) No podía prolongarse durante mucho tiempo esta situación. Entregarlo con vida significa una doble bandera de escándalo. Todo el mundo hubiera podido comprobar los espantosos tormentos físicos a que se la había sometido y, lo que era más peligroso, Nin podía denunciar toda la infame trama montada por los esbirros de Stalin en España. Y los verdugos decidieron acabar con él”.

    De todo esto, Dolores Ibarruri, en “El único camino” no dice una palabra. Pero aún no se ha terminado.

    En el infierno soviético

    Es cosa sabida que Enrique Castro, en “Mi fe se perdió en Moscú”, y El Campesino sufrieron el cruel desengaño que han experimentado innumerables comunistas. Igualmente, Jesús Hernández, en otro tiempo stalinista feroz. No menos enigmática es la muerte de José Díaz, secretario General del Partido Comunista de España. Heleno Saña comenta:

    En cuanto a José Díaz, el secretario general vivió, hasta su prematura muerte, medio secuestrado en una clínica de Tiflis (Georgia, URSS), sin poderse oponer a los manejos de Dolores Ibarruri. La versión oficial sobre su muerte fue la de que el secretario general había sido víctima de su enfermedad; el rumor predominante entre la colonia española era el que Díaz se había suicidado. De acuerdo con el testimonio de El Campesino, Díaz fue defenestrado por agentes de la GPU. Díaz no era ningún cobarde. Quería vivir. No era el tipo de hombre que pone fin a su tragedia personal por medio del suicidio. Stalin ordenó para él un entierro con todos los honores”.

    ¿Puede aclarar todo esto Dolores Ibarruri?

    El mismo Heleno Saña narra sobre la tragedia de los españoles refugiados en la URSS y el masoquismo de los jefes, entre los que destaca Dolores Ibarruri. Nos dice Heleno Saña:

    La conducta de los líderes comunistas españoles en Rusia -o de una parte de ellos- fue indigna en todos los sentidos, pues no solo se sometieron incondicionalmente a las consignas de la Comintern -es decir, del Politburó ruso y de la GPU-, sino que asistieron sin protestar a las penalidades, humillaciones y persecuciones sufridas por los refugiados españoles. Mientras ellos vivían rodeados de todas las comodidades y privilegios materiales, la colonia española (compuesta de militantes comunistas y sus familias) era víctima del hambre, del frío, de la tuberculosis y la más sombría desesperación. Los españoles que intentaron protestar contra las inhumanas condiciones de vida impuestas por los rusos, eran acusados en seguida por Dolores Ibarruri y sus acólitos de hostilidad a la Unión Soviética (…)

    Especialmente vergonzosa fue la actitud de La Pasionaria y compañía con respecto a los niños refugiados. Cuando en 1943, salí yo de la Unión Soviética -testimonia Jesús Hernández- el problema que más profundamente me había distanciado del resto de la dirección del PC español fue precisamente el de los niños y jóvenes, reclamados por sus padres o que habían expresado deseos de regresar a España junto a sus familiares, y que la obstinación criminal de Pasionaria y Antón retenían en la URSS, hasta educarlos como buenos bolcheviques, pues -decía Pasionaria- no podemos devolverlos a sus padres convertidos en golfos y en prostitutas, ni permitir que salgan de aquí convertidos en furibundos antisoviéticos. Y mientras La Pasionaria afirmaba preocuparse por la moral bolchevique de los niños y jóvenes españoles que el hambre y la tuberculosis habían empujado a la golfería callejera, no tenía en realidad más preocupación que la de asegurarse la compañía de su amante y protegido Francisco Antón, la única persona que en verdad le importaba. Era la de Pasionaria -dice Hernández- una de esas pasiones seniles que en el desenfreno saltan sobre toda clase de obstáculos y que a ella habría de llevarla hasta el sacrificio de su propio hijo, Rubén Ruiz, capitán del Ejército Rojo, se haría matar en la URSS para huir de la vergüenza de ver a su padre comido de piojos y muerto de hambre en una fábrica de Rostov, y a quien, además, no le permitieron visitar, por prohibición expresa de su madre, mientras veía a Antón vivir espléndidamente y pasarse por Moscú en el automóvil de su madre”.

    ¿Es algo todo esto? Pues téngase presente que es una mínima parte de esta vida tan negra.

    La Pasionaria, mandamás dentro de la Iglesia

    El progresismo es el Partido Comunista dentro de la Iglesia. La infiltración en las organizaciones de la Iglesia, en los seminarios, en las órdenes religiosas, es cosa sabida. La Pasionaria ha sido la que más ahincadamente ha propugnado esta política. Ya en 21 de junio de 1958, en “Le Drapeau Rouge”, escribía:

    Con ocasión de las recientes huelgas se ha manifestado un movimiento de solidaridad internacional hacia los trabajadores españoles procedente de la Federación Sindical Mundial, de la Confederación Internacional de los Sindicatos Libres y de la Organización Internacional de los Obreros Católicos, que puede tener repercusiones en el interior de España y allanar la vía para el acuerdo entre las diferentes fuerzas de oposición obrera de nuestro país… Fiel a su política unitaria, el Partido Comunista buscará el entendimiento con todos los grupos de las capas sociales de la oposición, cualquiera que sea su origen o sus creencias religiosas… En esta etapa de declinación de la Dictadura se ve también surgir en la misma política y manifestarse en las filas obreras una nueva fuerza que no puede subestimarse ni ser rechazada manteniéndose sobre una plataforma estrecha y sectaria, sino que es necesario estimar en función de lo que ella significa actualmente y de lo que ella podrá significar mañana: la democracia cristiana, que prepara sus cuadros, que les de influencia a consecuencia de su participación en la oposición contra la Dictadura, y con la cual será necesario contar en las luchas políticas de mañana. Las comunicaciones obreras católicas se muestran muy activas. Tanto en los conflictos del trabajo que se desarrollan en Navarra y Vizcaya, y últimamente en Cataluña y Guipúzcoa, como en las elecciones sindicales, los obreros católicos han adoptado una posición combativa que es radicalmente diferente de aquella que tuvieron en el pasado las viejas organizaciones obreras católicas”.

    Y en uno de los informes del Comité Central del Partido Comunista ya se constataba:

    La política de reconciliación nacional propugnada por el Partido Comunista va acusando perspectivas de desarrollo dentro de fuerzas político-sociales no proletarias… Facilita el desarrollo de corrientes democráticas y progresistas en las filas del catolicismo, especialmente entre la juventud católica…Y entre sacerdotes y seminaristas, profesores y estudiantes universitarios, en los nuevos grupos políticos y entre los obreros católicos”.

    ¿Nos podría decir el actual obispo de Salamanca, doctor don Mauro Rubio y don Tomás Malagón, consiliarios que fueron de la JOC y de la HOAC, así como la misma Conferencia Episcopal Española, cuántos dirigentes comunistas han salido de las organizaciones católicas, tanto de estudiantes como de obreros? Pues el éxito no ha sido de los hombres de la Iglesia. Ha sido del ateísmo comunista que ha engañado a los que no han predicado la auténtica doctrina de la Iglesia, en su aspecto social. No quisiéramos estar en el pellejo de tales responsables. La Pasionaria, diabólicamente, se puede apuntar un tanto ganado a los imbéciles y apóstatas que han facilitado tal acción.

    La Pasionaria, a las órdenes de Santiago Carrillo

    Enrique Líster, tan cargado de hechos sangrientos –“si mi pluma valiera tu pistola de capitán, contento moriría”, cantaba el “humanitario” Antonio Machado-, en su libro “¡Basta!”, inserta una carta gravemente acusadora contra Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri. Escribe Líster:

    Yo pienso, camarada Dolores, que los dirigentes tenemos deberes cuyo olvido significaría una traición. Y, sobre todo, cuando se es Dolores Ibarruri, presidente del Partido Comunista de España, se debe de responder a lo que ese nombre y ese cargo representa. Pienso que cuando se es Dolores Ibarruri y presidente del Partido Comunista de España no se debe tomar, no se tiene derecho a tomar posición por una fracción del Partido como tú lo estás haciendo con la fracción de Carrillo. Pienso, camarada Dolores, que tú no tienes derecho a echar en la balanza el peso de tu personalidad y de tu cargo sin conocer la opinión de todos los camaradas que contigo compartimos la responsabilidad de dirigir el Partido, en el que debe ser su verdadero órgano de dirección, y no lo es, el Comité Central. Tú, camarada Dolores, no tienes derecho a actuar y comportarte como el presidente de una fracción del partido. Tú tienes la obligación de ser el presidente de todos los militantes del Partido Comunista de España.

    El mismo Líster detalla una confidencia de Vicente Uribe sobre el binomio Carrillo-Pasionaria. Son palabras de Uribe a Líster:

    Todo lo que te he contado explica por qué a Carrillo le fue posible mi liquidación política. Yo era el responsable de la dirección del trabajo, en parte, de los años en que se cometieron esas fechorías y esos crímenes, y aunque muchas veces no estaba de acuerdo, me faltó el valor para ponerme a ellas y así me fui comprometiendo y hundiéndome cada día más. Carrillo me ha acusado de no estudiar y de ir abandonando el trabajo. Es cierto, Carrillo sabía todo eso y lo fomentaba, porque esa era la forma de irme liquidando. Cuando me di cuenta, era demasiado tarde, había perdido toda confianza en mí mismo y todo hábito de trabajo sistemático y organizado. Así es como Carrillo me pudo golpear a mansalva; porque sabía que yo no me defendería. Y lo mismo le pasará a Dolores. Ella ha aprobado en unos casos, y tolerado en otros, muchas de las injusticias y crímenes que se han cometido. Carrillo la tiene agarrada por ese pasado y cada vez la irá aislando más de los camaradas más sinceros y la irá rodeando de sus propios incondicionales. (…) Dolores odia ferozmente a Carrillo, pero después de 1956 le ha cogido miedo y no está dispuesta a enfrentarse con él. Prefiere ir tirando y figurando en el grado que Carrillo le deje, que cada vez será menos”.

    Y lo que Uribe denunciaba a Líster era que, en las acciones subversivas contra la paz de España, “Carrillo y Antón se aprovechaban de esa lucha justa para deshacerse de auténticos comunistas. De hombres que no habían cometido más delito que el de tener entre sus camaradas un prestigio ganado en la lucha o que sabían demasiado sobre las actividades de los otros dos compadres, que no se doblaban a las exigencias de ellos o a causas aún más inconfesables”. (“¡Basta!” de Enrique Líster, página 151).

    Al servicio de Carrillo está La Pasionaria, la misma que el 16 de junio de 1936, en el Congreso de Diputados de la República, después de un discurso de Calvo Sotelo, le increpaba así: “Este hombre ha hablado por última vez”. Así como Margarita Nelken añadía: “Este hombre ha de morir con los zapatos puestos”. (“José Calvo Sotelo” de Felipe Acedo Colunga, pág. 312). La misma Pasionaria que intervenía en el maquis que ejercía su bandidaje en el Valle de Arán. La Pasionaria se dice que estuvo en Viella (Lérida). La misma Pasionaria que, ahora, dice que ella pertenecía al Apostolado de la Oración y se derrite de elogios al cardenal Tarancón. Ignoramos por qué clase de ciencia esotérica, el Partido Comunista, con Carrillo y La Pasionaria se necesita para “apuntalar” la Monarquía. En fin, siempre el liberalismo y la Monarquía liberal, la del sufragio universal y corrompida por la Masonería, han sido suicidas. Por esto hemos refrescado algo de esta figura desgraciada. Nos consta que en Moscú lloraba ante una amiga suya de juventud, considerándose totalmente infeliz. Pero el comunismo quiere maniatar a España. Que no se nos diga que no somos originales. En este caso hemos seguido a Unamuno, que nos dice que la originalidad es “repetir a tiempo”.

    Jaime TARRAGÓ


    Última edición por ALACRAN; 25/02/2022 a las 14:03
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: La “Pasionaria”: a las órdenes de Stalin, en España y en la URSS

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    En relación con una autobiografía de La Pasionaria, entonces exiliada en Moscú…


    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 51, 30-Dic-1967

    EL BURÓ DE REDACCIÓN

    Rafael García Serrano

    ¡Santo cielo, qué aburrido es leer libros comunistas! Están todos cortados por el mismo patrón, emplean los mismos argumentos, la misma fraseología, idénticos adjetivos. Yo me atrevo a suponer que hay un buró encargado de redactar aburridamente los libros de los capitostes marxistas, y después un superburó que se encarga de aburrirlos algo más por las mismas razones estéticas que llevaban a don Eugenio d’Ors a oscurecer alguna de sus glosas que le había salido demasiado clara.

    Es muy difícil que en un libro comunista brote algo, espontáneo. Mi cultura en esta materia está limitada casi absolutamente a la guerra de España y a alguna de las versiones más o menos oficiales que se han dado en torno a otras guerras: la mundial número 2, el Vietnam y algunas rebeliones anticolonialistas. Todos los libros se parecen como se parecen los soldados en un desfile vistos desde el relativo olimpo de un helicóptero. Y si en alguno de ellos brilla una pizca de personalidad, uno puede asegurar inmediatamente que el “tovarich” que firma esa obra, es un comunista español, porque por muy ortodoxo que sea no puede evitar, de alguna manera, que le piquen las pulgas de la pelliza de Viriato.

    Es curioso observar lo distinto que escribe, por ejemplo, un Jesús Hernández antes o después de mandar a paseo la línea del partido. “Negro y rojo”, estilísticamente hablando, no se parece ni un poco a “Yo, ministro de Stalin en España”. En cambio, el libro de Enrique Líster y éste que hoy me ocupa –“El único camino”, de Dolores Ibarruri- son gemelos. La irrenunciable condición española que alienta, incluso a su pesar, en ambos agentes rusos, hace que sus libros, dentro de aquella monotonía general que pareció iniciarse con don Carlos Marx, tengan destellos personales y a veces brillantes. Ya lo comenté a propósito de Enrique Líster.

    Pues bien, cuando La Pasionaria se impone un poquito al buró de redacción consigue, como en los primeros capítulos del libro -referentes a su dramática infancia y juventud en los barrios mineros de Vizcaya-, una vibración comunicativa que llega a calar en el lector. Su misión desesperada, solanesca y real de las condiciones infrahumanas en que el capitalismo hacía vivir a los mineros mientras éstos no se asociaron para defenderse, me traía a la memoria inolvidables párrafos de José Antonio sobre las buenas razones del socialismo.

    Por el contrario, cuando La Pasionaria se deja llevar por los expertos del buró, aquella prosa sencilla y viva se transforma en un bodrio apabullante capaz de arrancar bostezos a las pirámides de Egipto. Entonces salen cosas tan deliciosas como ésta: “Le voy a enseñar a usted mi pequeño hijo” o se califica al coronel Casado de “alimaña cobarde y escurridiza”, o se hace el elogio de la guerra de la “Independencia” de España “defendida” a base de batallones cipayos, cuyos nombres son Thaelman, Dimitrov, Dombroski, Edgar André, o Comuna de París. (Por contra) ¿Qué unidad nacional se bautizó con los nombres de Tercio de Requetés de Adolfo Hitler, o Bandera de Falange del Duce, o Batallón Oliveira Salazar, pongo por caso, de nombres con los que se nos reprocha constantemente una ayuda que nunca hemos negado, a cambio de la enorme que recibió el Ejército Rojo, negándolo a rotos según pintase?

    No hay en todo el libro -que equivale a unas memorias personales y que con ese buen aire arranca- el menor esfuerzo intelectual. Todo está previsto, como en las comedias que entusiasman a la burguesía. Todo está cuidadosamente alineado, compuesto con ortodoxa corrección, de tal modo que desafío a cualquiera a que encuentre, en las ciento noventa mil palabras que componen el abrumador texto, ni una sola vez este apellido: Stalin. Otro tanto ocurre con el libro de Líster. ¿Puede admitirse como testimonio de nada, y menos de un hecho histórico del calibre de la guerra de España, una serie de documentos personales en los que no aparece el nombre de aquél a quien bendecían a todas horas dignatarios del virreinato soviético de la categoría de Dolores Ibarruri o Enrique Líster? ¿Qué especie de verdad es la que nos pueden contar si comienzan por negarnos la existencia alusiva de aquél a quien loaban y cuyo retrato magnificaron en plazas, calles y fachadas, cuyo nombre trepaba a los callejeros, ya en honor del cual se organizaban procesiones laicas que hubieran hecho palidecer de envidia a los canónigos de Salamanca?

    Por supuesto, también La Pasionaria nos da su ración de doctrina cristiana llevada a la práctica y nos cuenta cómo salvó a unas monjitas y hasta sospecho que todavía las tiene escondidas por si acaso un día quiere solicitar la venia de Franco para venir a España. Su capítulo de las monjitas hubiera hecho llorar a nuestros más acreditados inquisidores de la época de la Contrarreforma, con perdón.

    Ya ven, ni Líster ni La Pasionaria osan escribir el nombre de Stalin, al cual le deben hasta el aliento que respiran.

    En fin, que el libro es una editorial de “Mundo Obrero”, pero en el largo. Y que, sin embargo, hubiera podido ser un libro de arrastre nada más que con seguir la tónica de sus primeras páginas. Pero el buró es el buró, compañeros.

    Última edición por ALACRAN; 22/04/2022 a las 14:23
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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