Del NUCLEO DE LA LEALTAD:
Reino de Castilla por Las Españas
«Los Pueblos hispánicos se hicieron en torno de una creencia religiosa: la de que la Providencia ha dispensado a todos los hombres una gracia suficiente para la salud. Sobre esta idea hemos fundado nuestras instituciones políticas. Si todos los hombres pueden salvarse, todos deben poder mejorar de condición, entiéndase bien que se dice “poder mejorar”, no mejorar a secas. Que mejoren o no de condición deberá depender de sus merecimientos. Las instituciones no han de estorbar, sino que han de favorecer, el ascenso social de los que lo merezcan. En ese espíritu se inspiraban las leyes de Indias.
Y hubo un tiempo en que el negro, el indio, el zambo, el cholo y el mulato estaban persuadidos de que había un Rey de Castilla que defendería su justicia si fuera necesario.
El catolicismo español llevaba implícito el ideal de cristianizar al mundo entero y de elevar, en lo posible, a todos los caídos. Ahora nos hemos olvidado de todo eso. De cada veinte hombres cultos no habrá apenas uno que se dé cuenta de que América no fue descubierta por el progreso de las artes de la navegación, ni por codicia, sino por el convencimiento de que los habitantes de sus tierras ignotas podían salvarse lo mismo que nosotros, ni de que lo maravilloso de esta gloria, con la que de un solo golpe creamos la unidad física del globo, la unidad moral del género humano y la posibilidad de la Historia Universal, no está en el pasado, sino en el porvenir, en cuanto marca, lo mismo en lo social que en lo internacional, el derrotero que hemos de seguir en lo futuro para hacer de la Humanidad una sola familia. [...]
Don Eusebio Zuloaga me contaba que no hace muchos años le guió un cacique indio por las montañas de Bolivia. El indio se apoyaba en un bambú que tenía en el puño una vieja onza española.
«¿Quién es ese?» -le preguntó Zuloaga, señalando con el dedo la efigie de la onza-.
«El Rey de Castilla, mi Rey» -repuso el indio-.
«¿Cómo tu Rey? Aquí en Bolivia tenéis un presidente» -observó Zuloaga-.
Pero el indio se lo explicó todo: «Ese presidente lo nombra el Rey de Castilla. Si no fuera por eso, ¿crees tú que yo me dejaría mandar por un mestizo?».
Sin duda ha habido gobernantes en Bolivia que, hasta hace pocos años, han querido fortalecer su prestigio haciendo creer a los indios que los designaba el Rey de España. Ello no muestra sino que la obra protectora de los indios, a que se dedicó durante tres siglos la Monarquía Católica española, por medio de toda organización gubernativa y eclesiástica, ha echado raíces tan profundas en los Pueblos de América, que no pueden concebir otra autoridad legítima que la que ella designa. Y lo que aquí se significa (porque los Gobiernos se legitiman mucho más por su bondad que por su origen) es que la misión de todo Estado hispánico ha de consistir en fortalecer a los débiles, en levantar a los caídos, en facilitar a todos los hombres los medios de progresar y mejorarse, que es confirmar con obras la fe católica y universalista».
Ramiro de Maeztu, Defensa de la Hispanidad.
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