Re: Ciencia y fe
Mi interés, más bien pasión diría yo, por la Astronomía (léase Astrofísica, Cosmología) me viene desde pequeño. No es que entonces yo entendiese o supiese de ello, que va, mi actitud era más bien similar a la de un primitivo levantando la vista al cielo y quedándome con la boca abierta. A ello contribuía mucho que desde la casa de mis padres se veía perfectamente la cúpula de un observatorio de la que siempre esperé ver asomarse algo así como un cañón, ¡qué ingenuidad! Pero al llegar la noche si había ocasiones en las que se percibía durante un rato una línea de luz. Habiendo fallecido mi abuelo materno, recibí de él varias cosas y entre ellas había unos prismáticos de una de las mejores y más afamadas marcas. Eso me condujo al siguiente paso y ese a otro y otro más. Con los años fui ampliando equipo y acumulando conocimientos. Y llegó un momento en el que con una edad ya mucho más madura empezaron las preguntas, las cuales son fáciles de imaginar.
Buscaba, quería ver a Dios, algo que por razones obvias no podía ser, pues no está ahí, en alguna galaxia o en una constelación. Eran los primeros momentos, tenía muchas preguntas, pero no tenía dudas. Y es que hoy soy consciente de que partía de una posición privilegiada para mi: buscaba, si, pero como creyente. Por decirlo de alguna forma, quería creer más todavía.
Y las respuestas empezaron a llegar con Los Evangelios, y con la Filosofía, con la Cosmología, con la Teología, con los libros, más que con los instrumentos. Entonces empecé a deslindar unas actividades de otras, porque, además, también comprendí que para conocer la obra de Dios no hace falta poner el ojo sobre un vidrio por perfecto y bueno que éste sea, sino que basta con mirar alrededor con los ojos del cuerpo, y los ojos del espíritu que Él nos ha dado.
La lógica, el sentido común, la capacidad de raciocinio, es la mejor prueba de su existencia. Pero si se prefiere el absurdo, lo ilógico, lo irracional, dicho en sentido de no razonar y dejarse llevar de los prejuicios o de una ideología, entonces nunca se llega a nada. Un fumador que quiera dejar su vicio no lo puede hacer entre fumadores, debe aislarse de ellos. Un ateo, un agnóstico, que quiera plantearse cuestiones trascendentales debe aislarse de otros ateos, de otros agnósticos, porque el ruido de éstos no le dejará escuchar en su espíritu y mente la tenue voz de Dios.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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