Todo el mundo permite la posibilidad del geocentrismo excepto David Palm. Una lectura obligada
R. Sungenis: En la obsesión, de una década ya de duración, del Sr. Palm por desacreditar al geocentrismo, hemos llegado ya al núcleo principal de la discusión. La primera fase de la misma sirvió para mostrar al Sr. Palm y a su mentor el Sr. MacAndrew que Albert Einstein admitía la posibilidad del geocentrismo. La única respuesta del Sr. Palm a este hecho consistía en la espuria afirmación de que no podemos valernos de Einstein porque no creemos en las teorías de Einstein, ¡mientras que ellos sí!
Ya que ellos no podían aprovecharse de Einstein en sus intentos de refutación, entonces intentaron virar el debate hacia la física de Newton, esperando que Newton pudiera ser su salvador y que no permitiera la posibilidad del geocentrismo. Más adelante, sin embargo, mostraré el perfecto acuerdo entre Newton y Einstein, a partir de sus propias palabras. Ambos permiten la posibilidad del geocentrimo como una realidad científicamente viable.
Para poner la guinda al pastel, también añadiré a Galileo, Weinberg y Mach para mostrar que todos los grandes nombres de la física están en desacuerdo con los intentos del Sr. Palm de querer arrojar al geocentrismo fuera del escenario científico.
En mis libros yo presento una lista de docenas de científicos de reconocido prestigio que concuerdan en que el geocentrismo es científicamente aceptable. El único problema con todos estos científicos es que, debido a sus prejuicios filosóficos y su antipatía por la Iglesia Católica, no se dedican a promover la viabilidad del geocentrismo. Ellos enseñan el heliocentrismo, aún cuando todos ellos admiten que éste no tiene a su favor ninguna prueba científica.
Antes de empezar, me gustaría declarar la forma en que el Sr. Palm se ha conducido en estos debates. En primer lugar, él me ha atacado personalmente, en público, de muchas formas y durante muchos años. Él cuelga sus acusaciones en su página web, pero nunca ni una sola vez ha contactado conmigo para preguntarme si esas acusaciones eran ciertas o incluso para obtener mi versión de los hechos. Él simplemente acusa y se cree que sus conocimientos limitados constituyen la última palabra en todo el asunto. Sus calumnias las hace por una razón: para dañar mi reputación y hacer que la gente desconfíe de mí. Es éste el pecado de calumnia; aunque desafortunadamente el Sr. Palm está lejos de admitir que él haya pecado contra mí.
En segundo lugar, con el fin de mantener mis argumentos lejos de algunas de las gentes a las que él quiere difundir sus ataques, el Sr. Palm mantiene una lista secreta de personas a las que envía sus artículos críticos. Él no quiere compartir esa lista conmigo y, de esta forma, no puedo enviarles mis refutaciones. La mayoría de ellas nunca podrán ver lo que he escrito aquí o las otras docenas de refutaciones que he escrito, y llegarán a pensar que los argumentos del Sr. Palm son incontestables. Pero esta vez voy a poner un pequeño inconveniente al Sr. Palm. Estamos enviando esta refutación a la mayoría de la gente a la que creemos –con más o menos muy poco error, con seguridad– que el Sr. Palm envía sus artículos. Muy bien podemos jugar dos al juego al que quiere jugar el Sr. Palm.
En tercer lugar, he desafiado al Sr. Palm a un debate público delante de un auditorio en más de una ocasión, pero él firmemente lo ha rechazado. Mi objetivo, por supuesto, es exponer al Sr. Palm a un interrogatorio público para así poder desvelar sus bulos científicos y parar de una vez sus ataques difamatorios. En lugar de aceptar valientemente el desafío, él prefiere tratar de golpearme amparándose detrás de su ordenador. Como se puede ver, el Sr. Palm no juega limpio.
En cuarto lugar, el Sr. Palm ha realizado recientemente un ataque personal hacia mis estudios de pregrado, afirmando que yo no puedo decir que “Soy un especialista en física que se cambió a una especialización en religión” ya que no me licencié con el título de especialista en física (aún cuando yo cursé más de la mitad de las clases de física requeridas para ello). La táctica aquí, por supuesto, es hacer parecer como si yo no tuviera ningún conocimiento de física como para poder, como gusta decir al Sr. Palm, “abordar todo el mundo de la física” con el geocentrismo.
En primer lugar, realmente no se necesita mucha física para derribar la cosmología moderna, ya que cualquiera que tenga incluso un pequeño conocimiento de ciencia puede observar, a la vista de las extravagantes teorías que son arrojadas alrededor nuestro hoy en día, que la moderna cosmología constituye un cuerpo de teorías quebradas. La física es mucho más simple que eso. Es especialmente simple cuando uno conoce las respuestas correctas de antemano, como yo las conozco procedentes de la divina revelación y de las decisiones oficiales de la Iglesia.
Irónicamente, el único aquí que no posee ninguna formación en física es David Palm. Y aún así, en esta actual acometida él trata de sacar conclusiones en materia de física, como si él fuera un Newton o un Einstein, diciéndonos que el geocentrismo no puede funcionar, por ejemplo, “porque no podemos calcular la fuerza de las estrellas.” Dígaseme por favor, ¿cómo puede alguien sin ninguna formación en física sacar tales tendenciosas conclusiones, especialmente cuando acusa a su oponente –yo– de no tener ningún derecho a sacar conclusiones en materia de física puesto que no completé mi especialización en física? Dejo a cada cual que juzgue.
Sin embargo, sigamos adelante. Creo que se podrá ver que el Sr. Palm ha querido arrancar este pez con un mordisco tal que no será capaz de poder tragárselo y se ahogará con él en adelante durante un buen tiempo.
El diálogo comienza:
Palm: Realmente esto es muy simple: el geocentrismo carece de toda evidencia básica. Colgado el 30 de Octubre de 2015, por David Palm.
En disputas que se mantienen durante un largo tiempo, a veces viene bien volver a lo esencial. Una conversación reciente con un preguntador puso de relieve otra vez de nuevo la incapacidad del nuevo geocentrismo para sostenerse sobre sus dos patas en el momento en el que se ve confrontado con el desafío más elemental. Mi interlocutor me pedía una explicación simple de por qué el geocentrismo no es viable desde un punto de vista científico. Antes de proceder a exponer esa explicación simple, señalé una sola condición: la contrarréplica geocéntrica no debería apelar a la Relatividad General (RG). Esa condición era necesaria porque sabía que ése sería el primer lugar al que ellos acudirían. Los geocentristas consiguen darse mucha cuerda apelando de manera fraudulenta a la RG, al desplegar varias afirmaciones del tipo de “La Relatividad General permite la posibilidad del geocentrismo” o “Mira, incluso los famosos científicos X e Y están de acuerdo en que el geocentrismo es plausible” (véase, por ejemplo, “¿Contexto cualquiera? Los (literalmente) increíbles geocentristas golpean de nuevo”.) Esta táctica retórica ha sido efectiva en engañar a algunas personas haciéndoles pensar que el geocentrismo realmente goza del apoyo de la ciencia y de los científicos modernos. Pero la apelación a la Relatividad General por parte de los geocentristas es ilegítima. ¿Por qué? Porque los geocentristas son aquéllos que defienden la pretendida verdad de que la Tierra es el centro exacto y que no se mueve. Ellos insisten en que ella constituye el único, absoluto sistema de referencia. Los nuevos geocentristas clamorosamente rechazan la Relatividad General, la cual inherentemente excluye los conceptos de un centro absoluto y de un reposo absoluto (para las pruebas de su rechazo de la RG véase aquí). No hace falta ser un genio para entender que uno no puede a la vez rechazar una teoría y simultáneamente apelar a ella con el fin de apoyar la propia opinión de uno. Esto es lo que el Dr. Alec MacAndrew ha denominado la Gran Incoherencia existente en el mismo corazón del nuevo geocentrismo. Él escribe: “Ciertamente resulta profundamente incoherente e ilógico invocar en apoyo de sus afirmaciones a aquella física que ellos mismos consideran equivocada, ateísticamente motivada, un producto de la degeneración moral y de las dolencias médicas de su autor, y que no constituye más que una ciencia ficción: hacer eso huele más bien a desesperación”. (“Here Comes the Sun”, p. 17). Y: “Ahora bien, un científico honesto que rechaza una teoría en particular, no se revuelve a continuación en la siguiente frase y usa aquélla en apoyo de su causa: al rechazarla, está proclamando que ella no constituye una buena descripción de la realidad, por tanto, ¿cómo puede él de manera lógica y justa usarla en apoyo de su idea, la cual presuntamente él cree que es la que efectivamente refleja la realidad? Por supuesto que él no puede hacer eso (o no debería). El hecho de que los neogeocentristas dependan de una teoría que ellos detestan y rechazan constituye la Gran Incoherencia en el corazón del neogeocentrismo, la cual siempre ha estado ahí y que ellos nunca han tenido éxito en solucionarla (“There He Goes Again”, p. 2).
R. Sungenis: Aquí el único que usa de la “retórica” es el Sr. Palm. Se le ha dicho repetidamente que toda apelación que realizamos a la Relatividad General (RG) es únicamente para mostrar la dudosa fundamentación de su propia posición. Yo siempre he utilizado esta metodología cuando debato con mis oponentes. ¿Por qué? Porque no hay mejor argumento para derrotar a tu oponente que utilizar las propias creencias de tu oponente para desacreditarle. En otras palabras, usamos la RG porque el Sr. Palm cree en la RG; pero resulta que la RG apoya la posibilidad del geocentrismo. Por tanto, ¿por qué no íbamos a querer utilizar la RG?
Por supuesto, este golpe noqueador obliga al Sr. Palm a intentar darle la vuelta a la tortilla pretendiendo afirmar que estamos usando la RG como una de nuestras más confiables fuentes de evidencia en apoyo del geocentrismo, lo cual sencillamente no es verdad. De nuevo repetimos: únicamente usamos la RG porque el Sr. Palm y el resto de la ciencia moderna usa la RG (o por lo menos su mentor, Alec MacAndrew, usa la RG y el Sr. Palm se limita a mirar desde el banquillo). Al Sr. Palm se le ha dicho esto varias veces, pero él parece tener dificultad en admitirlo, por lo que se limita a seguir usando la misma falacia una y otra y otra vez.
Palm: La Relatividad General (RG) inherentemente excluye un centro absoluto y un movimiento absoluto. Los nuevos geocentristas rechazan clamorosamente la RG (de nuevo, véase aquí.) Con el fin de poder evitar esa Gran Incoherencia, los geocentristas deberían dejar a un lado toda referencia a la Relatividad General. Su opinión necesita apoyarse sobre sus propias patas. Constituye su carga y obligación el mostrar cómo su propia teoría resulta viable por sí misma, considerando las evidencias que ya poseemos. Y es precisamente aquí en donde todo se les desmorona. El geocentrismo en sentido estricto fue rechazado por todos los astrónomos y científicos en activo muchas décadas antes de que la Relatividad General o la cosmología del Big Bang entraran en escena. Y resulta bastante seguro decir que continuará siendo rechazado incluso en el caso de que aquellas teorías mencionadas sean sustituidas por otras teorías. ¿Por qué? Porque para que las teorías científicas sean viables han de estar respaldadas por evidencias empíricas. ¿Puede el geocentrismo sostenerse a sí mismo, sin necesidad de apelar a la RG? ¿Puede aportar evidencias empíricas que respondan incluso a las más elementales cuestiones? No. Como el Dr. MacAndrew ha expuesto muy bien en “Here Comes The Sun: How the Geocentrists Persist in Scientific and Logical Errors”, la gravedad del Sol domina nuestro sistema solar. La explicación científica de por qué la Tierra no cae hacia el Sol es porque está orbitando al Sol, justo igual que los otros planetas. Y esto significa que se está moviendo y que no es ni siquiera el centro de nuestro sistema solar, mucho menos del universo entero. La única forma alternativa en que esto podría funcionar sería si hubiera algunas otras masas que perfecta y continuamente contrarrestaran la enorme influencia gravitacional que el Sol ejerce sobre la Tierra. Y es aquí donde los geocentristas piensan que tienen una “salida”: ellos dicen que nuestro problema es que estamos mirando a nuestro sistema solar de manera aislada, sin tener en cuenta la influencia del resto de cuerpos en el universo. Robert Sungenis dice, “cada noche vemos que hay innumerables estrellas que rodean la Tierra. Cada una de esas cinco mil trillones de estrellas poseen gravedad, y esa gravedad afectará la forma en que el Sol y la Tierra reaccionan el uno con el otro, especialmente si la Tierra es puesta en el centro de esa gravedad” (“Karl Keating´s “Scientific” Attempt to Debunk Geocentrism”, p. 2). Así pues, de acuerdo con él, es la gravedad de las “cinco mil trillones de estrellas” lo que evita que la Tierra se precipite hacia el Sol. Pero esto genera dos insuperables problemas. Primero: a causa de las grandes distancias implicadas, las estrellas y galaxias distantes sencillamente no proporcionan suficiente influencia gravitacional para poder contrarrestar la cercana gravedad del Sol. Como el Dr. MacAndrew demuestra en su trabajo, aún si uno pusiera todos los cúmulos de galaxias que se encuentran a una distancia de 2,5 mil millones de años luz a un lado de la Tierra, y los colocáramos más cerca de lo que realmente están, su tirón gravitacional combinado sería todavía “30 millones de veces menor que el campo gravitacional del Sol sobre la Tierra” (véase “Here Comes the Sun”, p. 5).
R. Sungenis: A esto ya se respondió en mi refutación a MacAndrew en “There Goes the Sun” en (There Goes the Sun: A Rebuttal to Alec MacAndrew | Galileo Was Wrong), pero por alguna razón el Sr. Palm no lo menciona. Pero permítaseme añadir aún más refutación a esto.
En primer lugar, MacAndrew no tiene ninguna forma de probar cuánto de lejos están las estrellas, puesto que la única prueba empírica que tenemos (el paralaje estelar) no puede ir más allá de 300 años luz, y en realidad solamente es preciso a menos de 100 años luz. Es más, nunca se ha probado que la luz viaje a velocidad c (186.000 millas por segundo) en el espacio profundo, sino solamente en nuestro ambiente terrestre. Tercero, puesto que MacAndrew cree en la RG, él debería saber que la RG permite la posibilidad de que la luz pueda ir a cualquier velocidad (sí, una verdadera contradicción en las dos teorías de Einstein y que simplemente se pasa por alto en el ámbito académico moderno).1 Por tanto, el argumento de Palm acerca de la distancia es insustancial.
El corrimiento al rojo no puede ayudar a Palm tampoco ya que el corrimiento al rojo no constituye un marcador de distancias probado. Existen docenas de teorías de por qué se produce el corrimiento al rojo, pero ninguna lo sabe a ciencia cierta. De hecho, es posible que a uno le interese saber la historia real que está detrás del corrimiento al rojo. Posee una “conexión geocéntrica”. El corrimiento al rojo como marcador de distancias fue inventado por Edwin Hubble en 1937 con el expreso propósito de eliminar la evidencia procedente del corrimiento al rojo que mostraba a la Tierra en el centro del universo. Aquí dejamos lo que dijo Hubble sobre este asunto cuando encontró que el corrimiento al rojo de las galaxias situaba a la Tierra en el centro del universo:
“Tal condición implicaría que ocupamos una posición única en el universo, análoga, en cierto sentido, a la antigua concepción de una tierra central. Esta hipótesis no puede ser refutada, pero resulta molesta y solamente sería aceptada como último recurso a fin de salvar los fenómenos… La molesta suposición de una localización preferente debe ser evitada a toda costa.
“Tal posición preferente, por supuesto, es intolerable; es más, representa una discrepancia con la teoría, porque la teoría postula la homogeneidad. Por tanto, a fin de restaurar la homogeneidad, y escapar al horror de una posición única, las desviaciones respecto de la uniformidad, que son introducidas por los factores de recesión, han de ser compensadas por el segundo término que representa efectos de curvatura espacial. No parece haber ninguna otra escapatoria.” 2
Así pues, a fin de evitar tener a la Tierra en el centro, Hubble inventó el “universo en expansión”. Éste saca al centro fuera del universo y convierte al universo en un globo gigante, con superficie solamente. A continuación, Hubble pone las galaxias en la superficie del globo (incluyendo la Vía Láctea en la que se encuentra la Tierra), y entonces, obviamente, nada podría estar en el centro ya que la superficie de un globo no posee centro ninguno. A continuación él dijo que veríamos el corrimiento al rojo por todas partes a las que miráramos porque el universo-globo se estaba expandiendo y, de esta forma, cada una de las galaxias se estarían alejando las unas de las otras (NB: cuando la fuente de luz se aleja, eso crea un corrimiento al rojo en la longitud de onda de la luz). Se trataba de una forma ingeniosa de escapar del geocentrismo, pero no había ni la más remota prueba en favor de ella. Incluso el propio Hubble admitía que se trataba una teoría ad hoc para salvar el status quo.
Como podemos ver, Hubble era justamente igual que David Palm: tenía un profundo odio al hecho de tener a la Tierra en el centro del universo a causa de sus creencias filosóficas y políticas, por lo que intentó desesperadamente crear un universo que quitara a la Tierra del centro.
Dicho sea de paso, sin embargo, yo no soy el único que propuso que las innumerables estrellas afectan a nuestro sistema solar. Esto lo propuso Ernst Mach a finales del siglo XIX, el famoso físico alabado por Albert Einstein por esta nueva visión de la mecánica gravitacional. Mach descubrió que las leyes de Newton, si quedaban confinadas al sistema solar, aparecían fuera de lugar e inadecuadas. Aquí dejamos la contribución de Mach, por cortesía del propio Einstein, que es quien nos da la siguiente descripción:
“Sin embargo, como E. Mach ha mostrado, este argumento no es correcto. Uno no tiene por qué considerar la existencia de tales fuerzas centrífugas en tanto que originadas a partir del movimiento de K´ [la Tierra]; uno bien podría igualmente dar cuenta de ellas en tanto que resultantes del efecto rotacional medio de masas distantes, detectables [estrellas], que se manifiesta en las inmediaciones de K´ [la Tierra], mientras que K´ [la Tierra] es considerada como estando en reposo. En caso de que la mecánica de Newton no permitiera la posibilidad de esta visión, entonces bien podría constituir el fundamento para establecer los defectos de esa teoría…” 3
¿Se podría haber dicho mejor?
Así pues, si Palm no cree que las estrellas puedan afectar nuestro entorno, entonces es él el único que se encuentra totalmente fuera de lugar. Todo el mundo lo ve. Todos los físicos del mundo no pueden evitar verlo, ya que es ahí justamente a dónde les conduce la física moderna. La única diferencia entre Mach y Einstein es en CÓMO ese efecto de las estrellas alcanza a la Tierra, y es ahí donde ellos se separaron. Mach creía que ese efecto era instantáneo; Einstein creía que quedaba limitado por c.
En un intento por diluir la contribución de Mach, el Sr. Palm (el mismo que no posee formación alguna en física) concluye en su única nota a pie de página lo siguiente:
Huelga decir que los nuevos geocentristas componen su falaz apelación a la RG sencillamente asumiendo el Principio de Mach; una conjetura, y no una teoría, que ni está asentada ni está ampliamente aceptada.
¿Realmente es así, amigo? Así pues, permítasenos recapitular las afirmaciones del Sr. Palm:
(1) El Sr. Palm dice que no podemos apelar a la RG para defender el geocentrismo sencillamente porque no creemos en la RG y él sí (una lógica que resulta fatua);
(2) Él dice que no podemos usar el Principio de Mach porque se trata de una “mera conjetura” y no está ampliamente aceptada, aún cuando, como hemos visto más arriba, Einstein avaló a Mach frente a Newton, y Palm no nos da nombres de físicos que rechacen a Mach. 4
Así pues, resulta bastante obvio que el juego al que el Sr. Palm quiere jugar es el de intentar rechazar dos teorías físicas que él se da cuenta que apoyan al geocentrismo. ¿No es cierto que hay algo aquí que huele a podrido? Así parece.
Por desgracia, el Sr. Palm continúa diciendo:
Un lector ignorante de las distinciones cruciales puede fácilmente ser engañado por sus citas selectivas a partir de varios físicos.
R. Sungenis: ¿“Citas selectivas”? Puesto que el Sr. Palm hace esa acusación para acusarnos de “engañar” a nuestros lectores, ¿no requeriría esto que él proporcionara al menos uno o dos ejemplos para probar su alegato? Sin embargo se ha puesto claramente de manifiesto que el Sr. Palm se encuentra únicamente en una expedición de pesca, esperando poder poner algún anzuelo de duda en la mente del lector limitándose a arrojar una acusación arbitraria de mala fe.
Continúa diciendo Palm:
Si los neogeocentristas realmente piensan que el Principio de Mach es correcto, entonces ¡permítaseles por todos los medios demostrar matemáticamente por qué debe serlo!
R. Sungenis: Ya lo han demostrado. Pero el Sr. Palm no lo entendería, aún si lo leyera. Esto es porque él no entiende de física, especialmente de física teórica; pero eso es lo que ocurre cuando te conviertes en el juguete de un ateo como Alec MacAndrew para hacer su voluntad, y no tienes ninguna forma de juzgar si lo que MacAndrew dice es correcto o no.
El Dr. Julian Barbour, un físico que aparece en nuestra película, The Principle, proporciona páginas y páginas de matemáticas usando el Principio de Mach en todos sus libros. Él es uno de los más respetados físicos de hoy en día y colabora con varios físicos machianos a lo largo de todo el mundo. Curiosamente, después de todas sus matemáticas, en uno de sus libros él realiza la siguiente declaración conclusiva: “De esta forma, incluso ahora, tres siglos y medio después de la condenación de Galileo por la Inquisición, todavía resulta extraordinariamente difícil decir de manera categórica si la tierra se mueve y, si es así, en qué sentido preciso.” 5
Podría añadir docenas de esos físicos. Más abajo cito al físico Andre Assis para proporcionar las matemáticas de cómo el Principio de Mach ha sido demostrado matemáticamente. Quizás el Sr. Palm se tome el tiempo necesario para leerlas y aprender algo en lugar de intentar pretender que no están ahí. Por cierto, la obra de Assis, así como la de todas las otras personas que proporcionan las matemáticas del Principio de Mach, se incluyen en mi libro, Galileo Was Wrong, pero nunca vemos al Sr. Palm referirse a ellos, aunque él bien sabe que están ahí.
De hecho, a instancia mía, el físico Dr. Luka Popov de Croacia escribió un artículo sobre cómo el Principio de Mach convalida al geocentrismo, y fue revisado por expertos y aceptado por el European Journal of Physics en 2013. Esto en cuanto a la acusación del Sr. Palm al hablar de “conjetura” y de “no aceptada ampliamente”.
Permítasenos fijarnos en otro físico que ha aplicado las matemáticas para llegar a un sistema geocéntrico. Aquí dejamos lo señalado por el famoso físico Max Born, acerca del trabajo de Hans Thirring:
“… De esta forma, podemos volver al punto de vista de Ptolomeo de una ‘Tierra inmóvil’. Esto significaría que usamos un sistema de referencia rígidamente fijo a la Tierra, en el que todas las estrellas se encuentran realizando un movimiento rotacional con la misma velocidad angular alrededor del eje de la Tierra… uno tiene que mostrar que la métrica transformada puede ser considerada como producida, de acuerdo con las ecuaciones de campo de Einstein, por masas rotantes distantes [estrellas]. Esto fue realizado por Thirring. Él calculó un campo originado a partir de una esfera hueca, de paredes gruesas, rotante, y demostró que dentro de la cavidad se comportaba como si hubiera fuerzas centrífugas y otras fuerzas inerciales habitualmente atribuidas al espacio absoluto. De esta forma, desde el punto de vista de Einstein, Ptolomeo y Copérnico tienen igualmente razón. El punto de vista que se elija es un asunto de mera conveniencia. 6
En otras palabras, Thirring nos está diciendo que la RG de Einstein sostiene que si todo el campo estelar rotara alrededor de la Tierra y la Tierra permaneciera inmóvil, entonces las estrellas producirían todos los efectos inerciales que son reivindicados por el modelo heliocéntrico (es decir, fuerzas centrífugas, de Coriolis y de Euler), lo cual es precisamente lo que yo he estado diciendo sobre el modelo geocéntrico. Como tal, no hay ninguna diferencia dinámica entre el geocentrismo y el heliocentrismo. Entonces, ¿por qué el Sr. Palm está diciendo que el geocentrismo no es admisible, es decir, si es que él cree en las teorías de Einstein como él afirma hacerlo? Al menos Einstein fue honesto con su propio teoría (es decir, que ella permite la posibilidad del geocentrismo). La única cosa que al Sr. Palm se le ocurre replicar es que no tenemos derecho a usar la teoría de Einstein.
En tercer lugar, como he señalado anteriormente, el universo es una bola esférica y los objetos celestes están situados dentro de ella. Como tales, todos los objetos celestes seguirán la trayectoria circular del universo esférico a medida que éste rota. No tienen ninguna otra elección en este asunto, por decirlo así. Y no importa si la Tierra está en el centro o no: todos los objetos celestes girarán prácticamente alrededor del centro puesto que el universo esférico los lleva consigo. Tal y como lo admite el famoso físico a escala mundial, George F. R. Ellis:
Yo puedo construir [para] usted un universo esféricamente simétrico con la Tierra en su centro, y usted no puede refutarlo basándose en observaciones. Usted únicamente podría excluirlo por motivos filosóficos. En mi opinión no hay absolutamente nada malo en ello. Lo que sí quiero sacar a la luz es el hecho de que estamos usando criterios filosóficos a la hora de elegir nuestros modelos. Una gran cantidad de cosmología trata de ocultar esto (Scientific American, Octubre 1995).
Pero permítasenos hacer la siguiente cuestión. Si el universo está rotando, ¿por qué todos los objetos celestes no se precipitan hacia el perímetro del universo a causa de la fuerza centrífuga que hay sobre ellos (igual que las ropas en el ciclo de centrifugado de una máquina lavadora)? La respuesta es la gravedad. Por ejemplo, todas las estrellas en el hemisferio universal oriental tirarán de todas las estrellas del hemisferio universal occidental, y viceversa. Puesto que unas están tirando de las otras a causa de sus respectivas gravedades, ¿que es lo que las impedirá colapsarse eventualmente las unas con las otras? La respuesta es la fuerza centrífuga, que es un tirón radial hacia fuera que contrarresta el tirón radial hacia dentro de la gravedad. De nuevo otra vez, tal y como Thirring declaraba más arriba para el sistema geocéntrico, a medida que el universo gira éste crea una fuerza centrífuga hacia fuera en contra del tirón hacia dentro de la gravedad.
¿Puede el universo ser construido de tal forma que la fuerza combinada hacia dentro de la gravedad pueda quedar precisamente equilibrada con el tirón hacia fuera de la fuerza centrífuga? Por supuesto. Eso es precisamente lo que Dios hizo. Él conocía todas las fuerzas. Él conocía la velocidad exacta necesaria para que el universo rotara a fin de crear la fuerza centrífuga precisa necesaria para contrarrestar la gravedad.
¿Se puede pensar que Dios puede hacer esto, o sería demasiado difícil para Él? Aparentemente, en el nuevo giro dado por el Sr. Palm a su argumento, él piensa que resulta demasiado difícil para Dios hacer todos los cálculos necesarios. Dios puede hacer el cuerpo humano, con sus billones de células interactuando las unas con las otras de maneras asombrosas pero, de acuerdo con el Sr. Palm, Dios no puede hacer que todos los cuerpos celestes del universo queden en equilibrio porque resultaría demasiado difícil para Él.
Quizás el Sr. Palm tome consuelo en el hecho de que incluso Einstein, su mentor, intentó crear ese mismo equilibrio en el universo empleando su ecuación tensorial G = 8 π T. En donde G es el tirón hacia dentro de la gravedad, mientras que 8 π T es el tirón hacia fuera de la energía. Eso proporcionaba el equilibrio del universo de forma tal que pudiera tener una duración de infinito, (al menos ése era el tipo de universo que el ateo Einstein quería a fin de escapar a la idea de creación por Dios).
Incluso Galileo pensó que era posible (al final de su vida). Dos años antes de su muerte, renunció totalmente a la teoría heliocéntrica que él había sostenido durante 40 años diciendo lo siguiente:
“La falsedad del sistema Copernicano no debería bajo ningún concepto ponerse en duda, sobre todo por los Católicos, puesto que poseemos la inquebrantable autoridad de la Sagrada Escritura, interpretada por los más eruditos teólogos, cuyo consenso nos da certeza en relación a la estabilidad de la Tierra, situada en el centro, y al movimiento del sol alrededor de la Tierra. Las conjeturas empleadas por Copérnico y sus seguidores al mantener la tesis contraria están todas ellas suficientemente refutadas por el más sólido argumento derivado de la omnipotencia de Dios. Él es capaz de llevar a cabo en diferentes formas, en realidad, en un número infinito de formas, cosas que, de acuerdo con nuestra opinión y observación, parecen ocurrir en una forma en particular. No deberíamos acortar la mano de Dios ni insistir atrevidamente sobre algo que está más allá de los límites de nuestra competencia.” 7
Pero el Sr. Palm no piensa que eso sea posible. Su divinidad aparentemente no es tan omnipotente como la de Galileo. El Sr. Palm es como la persona a la que Galileo escribió la anterior carta, Francesco Rinuccini. Rinuccini estaba tan indignado con el repentino rechazo de Galileo al heliocentrismo, que intentó borrar de la carta la firma de Galileo. 8 Afortunadamente, se salvó lo suficiente de la firma como para que nosotros pudiéramos conocer que se había intentado deliberadamente estropearla.
Palm: Y los geocentristas tienen un segundo y aún más serio problema. No sólo el campo gravitacional de esas masas distantes no es ni remotamente suficiente, sino que además para que ellos puedan contrarrestar exactamente los campos gravitacionales del Sol (y, en menor medida, los de la Luna y los otros planetas), esas masas contrarrestantes tendrían que estar moviéndose constantemente y estar perfectamente posicionadas en cada segundo de cada día de cada año, a fin de que la Tierra pudiera permanecer inmóvil. Esto ha sido expuesto muy bien con varios buenos gráficos por Gary Hoge en “As the Universe Turns”. No hay ninguna evidencia empírica en absoluto de que los demás cuerpos en el universo estén constantemente moviéndose en la forma precisa necesaria para contrarrestar la enorme gravedad del Sol.
R. Sungenis: Lo primero de todo, “la enorme gravedad del Sol” sirve para que los planetas giren alrededor de él y, gracias a Dios, la gravedad del sol es lo suficientemente fuerte como para poder hacerlo pues, si no fuera así, los planetas no girarían alrededor del sol sino que se irían a la deriva dentro del espacio.
En segundo lugar, el Sr. Palm no se da cuenta de que el Sol funcionaría de la misma manera tanto si la Tierra estuviera en el centro del universo como si no. Como señalamos más arriba, puesto que el sol y las estrellas son llevadas consigo por el universo esférico a medida que éste rota alrededor de la Tierra, el sol y las estrellas continuarán girando alrededor del centro ya que se ven forzadas a tener que girar junto al universo. La única cuestión es: ¿qué es exactamente aquello alrededor de lo cual están girando? La respuesta es: ellas giran alrededor del centro de masas del universo. El centro de masas es el punto infinitesimal exacto alrededor del cual giran todos los cuerpos en rotación. Esto es así porque se trata del punto en el que toda la gravedad y todas las fuerzas inerciales se equilibran.
La siguiente cuestión es, ¿podría la Tierra compartir un centro de masas con el universo y verse, así, inafectada por el Sol y los planetas? La respuesta es sí, tal y como concuerdan en ello Einstein, Thirring, Mach, Assis, Popov, y todos los otros científicos que hemos citado. La Tierra podría ocupar el centro de masas del universo y no verse afectada por ninguna de las fuerzas siempre y cuando se cumplieran todos los requerimientos físicos (esto es, tamaño, velocidad, distancia, masa) necesarios para ello. ¿Quién conoce cuáles deberían ser esos requerimientos? Sólo Dios, puesto que Él es el único que sabe lo que se requiere para formar un universo. Todo lo que podemos hacer es mostrar a la gente que esto resulta posible utilizando incluso la física rudimentaria que conocemos hoy día.
Si el Sr. Palm no quiere creer a los científicos citados más arriba (o todavía desea rechazar a Einstein ya que él solamente acepta a Einstein; o todavía desea descartar a Mach porque no es tan popular como Einstein), quizás él quiera creer a Isaac Newton cuando dijo lo mismo que decimos nosotros. Puesto que el Sr. Palm y el Sr. MacAndrew han insistido en desviar el debate hacia Newton, entonces no pueden tener objeción ninguna en que usemos a Newton. Aquí dejamos lo que Newton escribió en la Proposición 43:
“A fin de que la Tierra esté en reposo en el centro del sistema del Sol, los Planetas y los Cometas, se requiere tanto de la gravedad universal como de otra fuerza añadida que actué sobre todos los cuerpos igualmente, conforme a la cantidad de materia en cada uno de ellos, y que sea igual y opuesta a la gravedad acelerativa con que la Tierra tiende hacia el Sol… Puesto que dicha fuerza es igual y opuesta a su gravedad hacia el Sol, la Tierra podría ciertamente permanecer en equilibrio entre esas dos fuerzas y quedar en reposo. Y, de esta forma, los cuerpos celestes podrían moverse alrededor de la Tierra en reposo, como en el sistema Ticónico.” 9
Así pues, ahí lo tenemos. El caso ya está cerrado. Newton permite la posibilidad de aquello mismo que David Palm niega. Todo el mundo pensaba que la mecánica de Newton no permitía la posibilidad del geocentrismo, pero aquí vemos que incluso Newton mismo se daba cuenta, especialmente después de sus conversaciones con Christiaan Huygens, de que si él expandía sus propias leyes fuera del sistema solar, el sistema geocéntrico pasaría a ser viable, que es precisamente lo que Mach y Einstein decían.
No soy simplemente yo quien está afirmando esto sobre Newton. Aquí dejamos lo que el físico de renombre mundial, Steven Weinberg, dijo recientemente sobre esa proposición de Newton, en total acuerdo con el propio Newton:
“Si tuviéramos que adoptar un sistema de referencia como el de Tycho en donde la Tierra estuviera en reposo, entonces las galaxias distantes parecerían estar ejecutando giros circulares una vez al año y, en relatividad general, este enorme movimiento crearía fuerzas similares a las de la gravitación, las cuales actuarían sobre el Sol y los planetas y les daría los movimientos de la teoría Ticónica. Newton parece haber tenido un atisbo de esto. En la no publicada ‘Proposición 43’ que no llegó a introducirla en los Principia, Newton reconoce que la teoría de Tycho podría ser cierta siempre que alguna otra fuerza, además de la gravitación ordinaria, actuara sobre el Sol y los planetas.” 10
Esa “alguna otra fuerza” muy probablemente sea la fuerza centrífuga, y Weinberg dice que la Relatividad General concuerda con Newton en relación a esta fuerza. ¿Por qué? Porque como hemos señalado más arriba, Einstein dice que:
“Uno no tiene por qué considerar la existencia de tales fuerzas centrífugas en tanto que originadas a partir del movimiento de K´ [la Tierra]; uno bien podría igualmente dar cuenta de ellas en tanto que resultantes del efecto rotacional medio de masas distantes, detectables [estrellas], que se manifiesta en las inmediaciones de K´ [la Tierra], mientras que K´ [la Tierra] es considerada como estando en reposo.” 11
Así pues, ¿quién es aquí el único que está fuera de lugar? Es David Palm. Él es el único que está diciendo que es imposible el geocentrismo. Que juzgue por sí mismo.
Para una mayor verificación de este modelo, el físico brasileño Andre Assis muestra todas las matemáticas que posiblemente al Sr. Palm le pudiera interesar ver:
Como hemos visto, Leibniz y Mach subrayaron que el sistema geocéntrico Ptolemaico y el sistema heliocéntrico Copernicano eran igualmente válidos y correctos… la visión del mundo Copernicana, que habitualmente se presenta como habiendo sido demostrada como cierta por Galileo y Newton… la atracción gravitacional entre el sol y los planetas, la tierra y los otros planetas no caen hacia el sol porque poseen una aceleración en relación con las estrellas fijas. La materia distante en el universo ejerce una fuerza, – mg āmf , sobre los planetas acelerados, manteniéndolos en sus órbitas anuales.
En el sistema Ptolemaico, la tierra se considera que está en reposo y sin rotación en el centro del universo, mientras que el sol, los otros planetas y las estrellas fijas giran alrededor de la tierra. En la mecánica relacional esta rotación de la materia distante produce una fuerza (8.17)12 tal que la ecuación del movimiento toma la forma de la ecuación (8.47).13 Ahora bien, la atracción gravitacional del sol queda equilibrada por una fuerza centrífuga gravitacional real causada por la rotación anual de las masas distantes alrededor de la tierra (con uno de sus componentes teniendo un periodo de un año). De esta forma la tierra podría permanecer en reposo y a una distancia del sol esencialmente constante. La rotación diaria de las masas distantes alrededor de la tierra (con un periodo de un día) produce una fuerza centrífuga gravitacional real que achata a la tierra en los polos. El péndulo de Foucault aparece explicado a través de una fuerza de Coriolis real que actúa sobre las masas en movimiento sobre la superficie de la tierra en la forma de –2mgūme x ωUe en donde ūme es la velocidad del cuerpo testigo en relación con la tierra y ωUe es la rotación angular de las masas distantes alrededor de la tierra. El efecto de esta fuerza será el de mantener el plano de oscilación del péndulo rotando en conjunción con las estrellas fijas. 14
Palm: Cuando recientemente se vio confrontado una vez más con este rompecabezas, el geocentrista Rick Delano siguió dos caminos predecibles. Primero, él inmediatamente apeló a (redoble de tambores… ¡lo han adivinado!) la Relatividad General, aún cuando él rechaza la Relatividad General y aún cuando él explícitamente declaró que tal apelación estaba fuera de lugar, por las obvias razones que di más arriba: él rechaza la Relatividad General y, por tanto, no puede apelar a ella.
R. Sungenis: Una vez más, obsérvese cómo el Sr. Palm sienta arbitrariamente sus propias reglas acerca de lo que puede o no puede argumentar su oponente. No resulta sorprendente que el Sr. Palm nunca quiera admitir que el Sr. Delano se servía de la Relatividad General únicamente para mostrar que la misma ciencia a la que se adhiere el Sr. Palm a fin de defender su cosmología favorita era la misma ciencia que permitía la posibilidad del geocentrismo. En otras palabras, el Sr. Palm es un hipócrita desde el punto de vista científico.
Palm: Y, en cualquier caso, los conceptos de reposo absoluto y centro absoluto están excluidos en la Relatividad General; por lo que toda apelación explícita a ella destruye su argumento.
R. Sungenis: Si el Sr. Palm está intentando decir que la RG no puede decidir entre si la Tierra rota en un universo fijo o si el universo rota alrededor de una Tierra fija, entonces sí, la RG no es “absoluta”. Pero permanece el hecho de que la RG permite la posibilidad de un universo que rota alrededor de una Tierra fija y, de esta forma, el geocentrismo es igual de viable que el heliocentrismo. Desafortunadamente, esto no es lo que se enseña en nuestras escuelas hoy en día, y no es lo que el Sr. Palm enseña. En lugar de ello, el Sr. Palm trata de alejar a la RG de estas discusiones ya que él no quiere que nadie sepa que la RG apoya al geocentrismo. Ésta es la señal propia de un hombre que está desesperado.
Palm: En segundo lugar, cayó en el ridículo y el insulto (y justo ahora que iba a redirigir al lector hacia esa conversación, me encuentro con que mi interlocutor parece haberla descolgado.). Lo que no hizo fue responder a la pregunta. ¿Cuál es la evidencia empírica de masas en el universo que, en cada instante de tiempo, contrarrestan el enorme tirón gravitacional del Sol y los planetas en nuestro sistema solar? Sobre esa cuestión, DeLano permaneció en silencio.
R. Sungenis: Sí, igual de silencioso que lo está el Sr. Palm en admitir que su mismísima propia ciencia, la Relatividad General, apoya al geocentrismo, no lo rechaza. Pero en realidad, no hay ningún silencio por nuestra parte, puesto que al Sr. Palm se le ha dicho la razón de por qué incluso Newton permitía la posibilidad del geocentrismo. El Sr. Palm sencillamente no quiere aceptarla y, con el fin de disuadir a la gente, crea tales rompecabezas como el de pretender que Dios no puede situar todas las masas celestes de manera apropiada a fin de permitir que pueda tener lugar el geocentrismo.
Palm: Por tanto, aquí tenemos el resultado final: Para que el geocentrismo sea viable, los geocentristas tendrían que proporcionar evidencia empírica tanto de la existencia como del movimiento preciso de masas que en cada instante de tiempo se encuentran posicionadas perfectamente para contrarrestar la enorme gravedad del Sol y los otros planetas, permitiendo así que la Tierra quedara inmóvil.
R. Sungenis: No, no tenemos por qué hacer eso. Todo lo que necesitamos hacer es presentar el hecho de que las fuerzas de gravedad y las fuerzas inerciales se equilibren, tal y como en ello han insistido Newton, Weinberg, Mach, Born, Einstein, Assis y todos los demás. El Sr. Palm es el único que está intentando negar esto. Si él quiere afirmar otra cosa distinta, entonces a él le corresponde citar a físicos que rechacen ese planteamiento tradicional del asunto. ¿Hay algún científico que el Sr. Palm pueda mostrarnos que diga que la única forma de que podamos conocer el efecto de las estrellas sobre la Tierra sea el de que debamos saber la gravedad y el movimiento exactos de todas y cada una de las estrellas? No, ninguno, puesto que es un absurdo basar la física teórica en semejantes pruebas pedantes y superfluas. Nosotros dejamos los detalles a Dios. Todo lo que podemos hacer es mostrar que ese modelo sí puede funcionar.
Desafortunadamente, la única persona que vemos que cita el Sr. Palm es a Alec MacAndrew, una persona a la que nadie reconoce como una autoridad en la actual corriente principal en el mundo de la física. Por el contrario, yo siempre, desde que empecé a escribir mis libros y a hacer mis películas, he hecho un hábito de la práctica de citar únicamente a los más prestigiosos y respetados físicos del mundo. Todos ellos, desde el primero hasta el último, reconocen la viabilidad científica del geocentrismo. La mayoría, sin embargo, no lo prefieren, a consecuencia de sus creencias filosóficas. No hay ninguna sorpresa en ello. La mayoría de ellos son ateos, y una Tierra central es la última cosa con la que querrían encararse. Por supuesto, la única refutación que el Sr. Palm da es afirmar que las citas que yo hago son “selectivas”, pero no ha dado ni un solo ejemplo de esa parcialidad selectiva. Eso manifiesta una muy pobre educación académica. Dígame, ¿son “selectivas” las citas que yo he dado más arriba de Einstein, Mach y Newton, o, por el contrario, dan una muy buena idea de lo que cada una de esas personas pensaba sobre este tema?
Tal y como están las cosas, el Sr. Palm vive en un mundo de sueños creado por él mismo. Ni acepta el hecho de que la mayoría de los físicos de renombre mundial permiten la viabilidad del geocentrismo, ¡ni tampoco cree que Dios pueda crear lo que los físicos han reconocido como algo perfectamente viable! Quizás él debería recibir una lección de Galileo, el hombre que rechazó su lealtad al heliocentrismo antes de morir.
Palm: No hay tal evidencia empírica.
R. Sungenis: Eso es porque el Sr. Palm no entiende el universo geocéntrico. No se necesitan estrellas que se estén moviendo para hacerlo funcionar o para hacerlo estable. Las estrellas en movimiento no son más que otro bulo que el Sr. Palm está intentando lanzar a su mezcla sin tener ninguna evidencia científica acerca de su necesidad (y todo esto en un hombre que no posee ninguna formación en física). Todo lo que necesitamos es aquello que Thirring, Assis y Popov proporcionaron matemáticamente y que los otros físicos han reconocido teóricamente (esto es, Newton, Mach, Einstein, Weinberg, Ellis, Hawking, Born, y el resto).
Pero el Sr. Palm tiene un interés creado en intentar hacer el asunto demasiado complicado. Él no quiere que funcione. Él quiere destruirlo. Pero eso es lo mismo que usar un martillo para intentar destruir el puente de Golden Gate. El hecho es que el Sr. Palm en diez años no ha indicado ni un solo científico que concuerde con él en que ese modelo no puede funcionar. Ni uno solo.
Palm: Por tanto, el geocentrismo no es una teoría científica viable. Ésa es la razón por la que los geocentristas no tienen el apoyo de ni un solo físico o astrónomo en activo.
R. Sungenis: Eso es falso, y lo más triste es que el Sr. Palm lo sabe, puesto que se le ha dado información previamente, y ahora hemos añadido a Newton a la lista. Simplemente no se puede confiar en que el Sr. Palm dé una representación exacta del actual estado de cosas.
Palm: En tanto que teoría científica que proporcione una explicación coherente de lo que observamos, el geocentrismo constituye un fracaso.
R. Sungenis: Aquí la única cosa que “constituye un fracaso” son los argumentos del Sr. Palm. Él no ha presentado ni un solo argumento demostrativo en todos sus escritos durante los últimos diez años que desacredite al geocentrismo. Pero le agradezco su valiente intento, puesto que lo que realmente ha hecho es fortalecer diez veces más los argumentos geocéntricos.
Palm: Realmente es así de sencillo. Pero no debería sorprendernos. Esto es lo que ocurre cuando se pone al método científico patas arriba. El geocentrismo moderno se remonta a una teología defectuosa, que se dedica a dictar inquebrantables conclusiones “científicas”, en busca de evidencias que las apoyen.
R. Sungenis: Permítaseme recordar quién fue el precursor en esto de “poner al método científico patas arriba”. Esa persona fue Albert Einstein, digámoslo sin tabúes. Aquí dejamos a continuación la otra versión de la historia:
Después del experimento de Michelson-Morley de 1887 que mostraba que la Tierra no se estaba moviendo a través del espacio, el mundo científico se encontraba fuera de sí, consternado. Tal y como lo señala el biógrafo de Einstein:
“El problema que ahora encaraba la ciencia era considerable. Pues parecía haber solamente tres alternativas. La primera era que la Tierra estaba quieta, lo que significaba echar a pique toda la teoría Copernicana, y eso era impensable.”15
Todo el mundo en el establishment de la física veía las mismas implicaciones, y todos ellos estaban muy preocupados. Tal y como lo describen varios autores:
Los datos [de los interferómetros] eran casi increíbles… Sólo había una otra posible conclusión que se pudiera sacar: que la Tierra estaba en reposo. Esto, por supuesto, era absurdo. 16
Siempre la velocidad de la luz era precisamente la misma… De esta forma, el fallo [de Michelson-Morley] en observar diferentes velocidades de la luz en diferentes momentos del año sugería que la Tierra debía estar “en reposo”… Era, por tanto, el sistema ‘preferente’ para medir el movimiento absoluto en el espacio. Si bien hemos sabido desde los tiempos de Galileo que la Tierra no es el centro del universo. ¿Por qué debería estar en reposo en el espacio?17
En el intento por explicar el experimento de Michelson-Morley… se sugirió la idea de que la Tierra pudiera estar estacionaria… Semejante idea no fue considerada seriamente, puesto que ello significaría, en efecto, que nuestra Tierra ocuparía una posición omnipotente en el universo, con todos los cuerpos celestes rindiéndole homenaje al girar alrededor de ella.18
Incluso Michelson no pudo evitar reconocer las implicaciones de su experimento:
Esta conclusión contradice directamente la explicación del fenómeno de la aberración que generalmente se ha estado aceptando hasta ahora, y que presupone que la Tierra se mueve. 19
La “otra alternativa” consistía simplemente en una teoría ad hoc que tanto Lorentz como Einstein inventaron a fin de poder negar que la Tierra estuviera quieta. Primero apareció Hendrik Lorentz en 1892. Él afirmaba que el experimento de Michelson hacía parecer como si la Tierra no se estuviera moviendo únicamente porque su aparato se encogía o contraía contra el éter en el espacio (se encogía justo lo suficiente como para dar tal apariencia). ¡Qué conveniente! Pero él se veía forzado a dar semejante respuesta, pues de lo contrario hubiera tenido que admitir que la Tierra no se estaba moviendo en el espacio y que la Iglesia Católica tenía razón.
Durante aproximadamente una década después, nadie salió a la palestra con una mejor explicación. Así, en 1905, Einstein se vio obligado a aceptar la hipótesis de la “contracción” de Lorentz, pero no le gustaba la causa que Lorentz daba para la contracción –la presión ejercida por el éter contra el aparato– ya que no había ninguna evidencia científica de que el éter hiciera encoger los objetos.
Así pues, Einstein decidió eliminar el éter y postular que la contracción tenía que tener lugar a partir de un misterioso “principio de la naturaleza” en virtud del cual los objetos se encogían cuando se movían. En otras palabras, se encogían a causa de algún mágico proceso que no ha sido explicado por Einstein ni por sus seguidores HASTA EL DÍA DE HOY. De hecho, Einstein fue acusado por sus críticos de violar el principio metafísico de la causa y efecto o principio de causalidad. Sin embargo, eso no le importó a Einstein. Él había conseguido mantener a la Tierra en movimiento y todo el mundo era feliz. Nadie tenía ya por qué hacerse Católico. El hecho irónico es que, sin embargo, nadie nunca ha conseguido medir ninguna contracción. Simplemente se asumió que tenía que ser así porque, bueno, ‘todo el mundo sabía que la Tierra se estaba moviendo’, igual que todo el mundo sabía que el Emperador tenía sus ropas puestas.
No solamente Lorentz y Einstein dieron al mundo esta teoría ad hoc e indemostrable de los objetos que se contraen, a fin de hacer parecer que la Tierra todavía seguía moviéndose, sino que también “pusieron la ciencia patas arriba” al añadir la dilatación del tiempo y el incremento de la masa. La razón por la que se vieron forzados a ello es simple. Si un objeto se está moviendo de un punto A a un punto B pero se está contrayendo a medida que se está moviendo, entonces el objeto no va a poder alcanzar el punto B al mismo tiempo en que lo haría si no se estuviera encogiendo. Por tanto, a fin de poder compensar este problema, Einstein tenía que incrementar el tiempo en que el objeto viajaba hacia el punto B. Voila! Ya tenemos la dilatación del tiempo añadida a la mezcla.
Eso no es todo. Si el objeto se encoge mientras viaja hacia el punto B, entonces se vuelve más denso y, de esta forma, la masa debe incrementarse en proporción con su volumen.
Así pues, para recapitular, Einstein “puso al método científico patas arriba” al inventar las teorías ad hoc de:
(1) la contracción de la longitud,
(2) la dilatación del tiempo,
(3) el incremento de la masa.
Y lo hizo para así poder escapar al simple hecho de que el experimento de Michelson-Morley de 1887 mostraba que la Tierra no se estaba moviendo a través del espacio, tal y como la Iglesia Católica dijo 300 años antes.
Irónicamente, Einstein sabía que la inmovilidad de la Tierra era una de las soluciones al problema. Tal y como lo señala su biógrafo:
Mientras Einstein lidiaba con las implicaciones cosmológicas de la Teoría General, la primera de aquellas alternativas, la idea medieval de un universo con la Tierra en el centro, fue efectivamente descartada…20
En realidad fue “descartada” no como consecuencia de ninguna prueba científica sino sólo porque, después de haber tenido cuatro siglos de Copernicanismo inculcado en las cabezas de todos desde la niñez, resultaba “impensable” creer que la humanidad se hubiera equivocado y que la Tierra estuviera realmente inmóvil en el espacio.
Pero había que pagar un precio por mantener esa presuposición. Al rechazar algo que era “impensable”, crearon algo que era inmanejable e incontrolable. Si la Tierra no se movía, entonces la ciencia había de sufrir una transformación y, de esta forma, Einstein se vio obligado a inventar toda una nueva física. O, como dice el Sr. Palm, “poner al método científico patas arriba”. En consecuencia, la teoría de la Relatividad sugirió principios y postulados que hasta aquel entonces habrían sido considerados completamente absurdos por los anteriores científicos; todo ello en un esfuerzo por tratar de dar respuesta a los numerosos experimentos que mostraban que la Tierra estaba inmóvil en el espacio. En aquel entonces The Times de Londres llamaba a la Relatividad de Einstein “una afrenta al sentido común.”21 Ciertamente lo era, y lo sigue siendo.
Así pues, tomaremos prestadas las palabras del Sr. Palm citadas más arriba: “Realmente es así de sencillo. Pero no debería sorprendernos.”
¿Por qué? Porque Albert Einstein era un ateo, un hombre inmoral, y un virulento anticristiano, y específicamente anticatólico. La última cosa que Einstein y sus colegas ateos querían admitir era que la Iglesia Católica hubiera tenido razón en 1616 y 1633 cuando condenó su Copernicanismo y su Relatividad. Einstein y sus colegas ateos harían cualquier cosa con tal de evitar semejante situación embarazosa, incluso, tomando prestadas las palabras del Sr. Palm, aunque ello significara “poner al método científico patas arriba”, que es precisamente lo que Einstein hizo cuando inventó su Relatividad en 1905, ya que no había absolutamente ni una sola prueba de que un cuerpo se contrajera cuando se movía.
Lo irónico de todo esto es que Einstein se vio forzado a tener que inventar la Relatividad General diez años después en 1915 como consecuencia de la debilidad de la teoría Especial (ya que la teoría Especial no incluía ni la gravedad ni la aceleración y, por ello, realmente no podía aplicarse prácticamente a ningún sitio del universo). Pero cuando hizo eso, rápidamente descubrió que, al mismo tiempo que él intentaba usar la teoría Especial para mantener a la Tierra moviéndose y fuera del centro, la teoría General, como señalamos anteriormente, permitía la posibilidad de que la Tierra no se estuviera moviendo y se encontrara en el centro del universo. Se puede decir sin más que Einstein se había caído en su propia trampa, pero pocos se han hecho conscientes de ello.
Debemos también mencionar que la teoría General contradecía dos importantes aspectos más de la teoría Especial. (1) La teoría Especial dice que no hay éter y que los objetos se encogen por sí mismos; pero la teoría General dice que sí hay éter, pero no hace ninguna afirmación acerca de que los objetos se encojan al moverse; y (2) la teoría Especial dice que la velocidad de la luz es constante y nunca podría variar en el espacio vacío; pero la teoría General dice que la luz, y CUALQUIER objeto material, puede viajar a cualquier velocidad en el espacio vacío. Imagínense.
De nuevo, éste es un perfecto ejemplo de cómo “poner la ciencia patas arriba” para así poder alcanzar la meta deseada. La meta era mantener a la Tierra moviéndose y fuera del centro, para que así los ateos como Einstein no necesitaran inclinarse ante el Dios que hizo la Tierra. Ellos no cejarían en retorcer y darle la vuelta a la física todo lo que fuera necesario hasta haber conseguido sus deseos.
De hecho, la mayor parte de la cosmología moderna ha consistido en un continuo esfuerzo detrás de otro en mantener a la Tierra fuera del centro, cuando resulta que la evidencia científica la pone en el centro. Esto es lo que muestra con cuidadoso detalle nuestra película, The Principle, y nuestro DVD, Journey to the Center of the Universe.
Os corresponde a vosotros descubrir la verdad.
Robert Sungenis
18 de Noviembre de 2015.
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1 “Si hubiera presentes campos gravitacionales las velocidades tanto de los cuerpos materiales como la de la luz podrían asumir cualquier valor numérico dependiendo de la intensidad del campo gravitacional. Si uno considera al tiovivo rotante [tierra] estando en reposo, el campo gravitacional centrífugo asumiría valores enormes a grandes distancias, y resulta congruente con la teoría de la Relatividad General el que las velocidades de los cuerpos distantes pudieran exceder los 3 x 108 m/sec [c] bajo estas condiciones” (An Introduction to the Theory of Relativity, William G. V. Rosser, 1964, p. 460).
2 The Observational Approach to Cosmology, 1937, pp. 50-59.
3 Hans Thirring, “Über die Wirkung rotierender ferner Massen in der Einsteinschen Gravitationstheorie”, Physikalische Zeitschrift 19, 33, 1918, traducido: “On the Effect of Rotating Distant Masses in Einstein´s Theory of Gravitation”.
4 De hecho, Palm tendría dificultades en defender su tesis contra un físico como el Dr. Julian Barbour, el cual aparece en nuestra película, The Principle. Barbour muestra que el Principio de Mach está vivo y en perfectas condiciones entre muchos físicos modernos de hoy en día.
5 Absolute or Relative Motion, p. 226.
6 Max Born, Einstein´s Theory of Relativity, 1962, pp. 344-345.
7 Le Opere Di Galileo Galilei, p. 316, cita a pie de página #2.
8 Stillman Drake, Galileo at Work: His Scientific Biography, pp. 418-419.
9 Para aquéllos que estén interesados, tengo una copia del texto manuscrito de la Proposición 43 de Newton en mi libro, Galileo Was Wrong. The Church Was Right, Volumen 1, 11ª edición, y en Geocentrism 101, 4ª edición.
10 Steven Weinberg, To Explain the World: The Discovery of Modern Science, HaperCollins, 2015, pp. 251-252.
11 Hans Thirring, “Über die Wirkung rotierender ferner Massen in der Einsteinschen Gravitationstheorie”, Physikalische Zeitschrift 19, 33, 1918, traducido: “On the Effect of Rotating Distant Masses in Einstein´s Theory of Gravitation”.
12 FIm = – Φmg [āmS + ωUs x (ωUs x rmS) + 2 ūmS x ωUs + rUS x dωUs / dt, p. 176.
13 ∑Nj=1 Fjm – Φmg [āmS + ωUs x (ωUs x rmS) + 2 ūmS x ωUs + rUS x dωUs / dt = 0, p. 185.
14 André Koch Torres Assis, Relational Mechanics, pp. 190-191.
15 Einstein: The Life and Times, 1984, pp. 109-110.
16 Bernard Jaffe, Michelson and the Speed of Light, p. 76.
17 Adolf Baker, Modern Physics & Antiphysics, pp. 53-54.
18 Arthur S. Otis, Light Velocity and Relativity, p. 58.
19 Albert A. Michelson, “The Relative Motion of the Earth and the Luminiferous Ether”, American Journal of Science, Vol. 22, Agosto 1881, p. 125.
20 Einstein: The Life and Times, p. 267.
21 Einstein: The Life and Times, p. 101. En 1920, el físico Oliver Lodge dijo que la Relatividad era “repugnante para el sentido común”, y de los relativistas dijo que “por mucho que podamos admirar su habilidad y capacidad, me pregunto si no deberían ser considerados como Bolcheviques y arrancados de nuestro entorno” (“Popularity Relativity and the Velocity of Light,” Nature, vol. CVI, 4 Noviembre 1920, p. 326).
NOTA: la tienda del telepredicador aquí no.
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