Selección natural por Juan Manuel de Prada
Hay expresiones que adquieren un poder de sugestión tan desmesurado que anulan la razón y actúan a modo de mantras, creando entre las gentes una suerte de 'suspensión de la incredulidad'. Una de esas expresiones sugestivas es, sin duda, la llamada 'selección natural', uno de los dogmas más inatacables del evolucionismo.
Mediante la 'selección natural' tiende a explicarse la transición desde los homínidos al hombre, pero también el origen de otras especies animales y vegetales. Se afirma que algunos individuos -los más 'aptos'- tienen una mayor capacidad de adaptación ambiental, lo que redunda en una mayor capacidad genesíaca y de supervivencia, mientras que los 'menos aptos' no sobreviven ni logran reproducirse con igual pujanza. El concepto explica la supervivencia de los más aptos, pero no explica la aparición de los mismos. El propio Darwin, en El origen de las especies, reconoce que la 'selección natural' es una mera metáfora: «En el sentido literal de la palabra -leemos-, la selección natural es un término falso». Y es que para 'seleccionar' (para elegir o preferir) es imprescindible una inteligencia que discierna. Al decir 'selección natural' estamos atribuyendo a la naturaleza propiedades que no tiene, la estamos 'humanizando' al modo en que lo hacen las religiones primitivas o las películas de Walt Disney. De ahí que el propio Darwin reconozca que es más correcto hablar de «supervivencia de los más aptos», un hecho evidente que, sin embargo, no explica el mecanismo que 'selecciona' a los individuos según su grado de aptitud, ni tampoco de qué manera se transformarían esos individuos más aptos, hasta conformar otra especie.
La realidad es que la 'selección natural' no tiene propiedades 'creativas". No puede crear órganos ni funciones nuevas en un organismo, mucho menos transformar una especie en otra. Actuando -por ejemplo- sobre los monos, la 'selección natural' se quedaría con los monos más fortachones, con los monos más fecundos, con los monos más resistentes a las enfermedades; es decir, la 'selección natural' haría que los monos fuesen cada vez más monos, no que fuesen menos monos y más hombres. Por lo demás, desde el punto de vista biológico (que es el punto de vista evolucionista), el mono es un ser superior al hombre, porque tiene más aptitudes para la supervivencia. Si mañana abandonamos a un hombre y a un mono en la selva, descubriremos que el mono está mucho mejor dotado por la naturaleza para la supervivencia: el hombre no puede trepar a los riscos y a los árboles para protegerse de un incendio o de una fiera, el hombre no dispone de una pelambre que le permita protegerse de una insolación o de una helada, etcétera. Es decir, la 'selección natural' elegiría al mono y descartaría al hombre.
El hombre, desde luego, es infinitamente superior a cualquier mono gracias a su inteligencia. Pero si mañana apareciese un mono inteligente que se estremeciere ante la titilación de los astros o se quedare extasiado ante los trinos de los pájaros, que entonare madrigales a la amada o se interrogare sobre su destino de ultratumba, sus propios congéneres lo repudiarían; y sería inexorablemente descartado por la selección natural, pues acabaría mostrándose incapacitado para las cosas propias de su especie. Tiene muchas más posibilidades de sobrevivir un hombre haciéndose el mono que un mono haciéndose el hombre. Tal vez por eso -permítasenos la eutrapelia- hoy quienes más dinero ganan, quienes más aplauso y votos obtienen, son auténticos homínidos.
El resultado de la 'selección natural' consiste más bien en un efecto estabilizador que elimina a los individuos que se desvian del tipo, permitiendo la supervivencia de los que se mantienen fieles a él. Así que, a la postre, la 'selección natural' se puede entender como una metáfora a través de la cual se ilustra que la naturaleza permite la supervivencia de aquellos animales que se mantienen fieles a su tipo: las ratas, ratas; los monos, monos; los hombres, hombres. En cambio, no advertimos que actúe como una fuerza capaz de transformar una especie en otra. Y es que las características de todo organismo están programadas hasta el último detalle a través de la información genética que se transmite de los progenitores a sus descendientes, permitiendo que un animal engendre otro de su misma especie. Para que pudiera engendrar otro animal distinto, habría que alterar por completo esa información genética. Y esto la 'selección natural' no puede hacerlo, porque sólo actúa (y metafóricamente) sobre el organismo ya formado, no sobre sus genes.
Entonces, ¿cómo se producen las mutaciones orgánicas que exige la evolución de las especies? Trataremos de responder a esta pregunta en un próximo artículo.
https://www.abc.es/xlsemanal/firmas/...n-natural.html
Mutaciones por Juan Manuel de Prada
Veíamos en un artículo anterior que la 'selección natural' no actuaba como una fuerza capaz de transformar una especie en otra. Para lograr tal cosa, se requieren mutaciones; esto es, alteraciones al azar en la composición química de los genes, concretamente en el ácido desoxirribonucleico (ADN), donde está codificada la información hereditaria. Con razón se ha dicho que en las moléculas de ADN se halla inscrito el 'lenguaje de la vida', no sólo en un sentido analógico, sino incluso literal. Pero un cambio al azar en el lenguaje de un texto tiende inevitablemente a deteriorarlo. A veces se dice irónicamente que las erratas pueden mejorar un escrito; pero es cuando se desea denigrar el estilo de su autor. Una errata, un cambio al azar en el lenguaje, lo deteriora; y lo mismo sucede cuando en un organismo se produce una mutación al azar.
Para mejorar un texto, como para mejorar el ADN, hace falta una inteligencia. La inmensa mayoría de las mutaciones estudiadas en laboratorio han sido dañinas o incluso letales para los organismos en los que se han producido; y sólo en casos excepcionales han resultado neutras, bien porque el gen alelo (procedente del otro progenitor) suple la función del gen dañado, bien porque la mutación ha introducido un cambio insignificante que no afecta la viabilidad del organismo. De ahí que, cuanto más grande es una mutación, más peligrosa resulta para el organismo; y cuando es de una magnitud tal que puede cambiar la especie, el organismo muere. Las mutaciones 'favorables' de las que nos hablan los científicos son, en realidad, muestras de la variabilidad genética que tiene todo organismo, que hace que en determinadas circunstancias se 'expresen' genes que estaban presentes, pero reprimidos, porque su funcionamiento no era necesario. Nunca son mutaciones 'creativas' capaces de producir novedades biológicas (ojos, plumas, sangre caliente, etcétera) que expliquen la aparición de nuevas especies biológicas en 'evolución', desde la bacteria hasta el hombre.
Pero es que, además, para que estas mutaciones 'creativas' expliquen la evolución de las especies tendrian que transmitirse a la descendencia; es decir, tendrían que afectar a las células germinales y ser dominantes, prevaleciendo sobre el gen alelo. Y, por si fuera poco, tendrían que ocurrir miles de mutaciones simultáneamente (¡al azar!) en un mismo sistema genético, para así poder sumarse, dando origen a un órgano nuevo. Pero tal concentración de mutaciones mediante el puro azar resulta imposible, tan imposible como convertir mediante una concentración de erratas el prospecto de una lavadora en un soneto perfecto. Un organismo es un conjunto infinitamente complejo de estructuras integradas que funcionan como una máquina perfectamente conjuntada; no es un mecano que se pueda ir modificando por partes que, al sumarse, produzcan su transformación en otro organismo. Si las mutaciones no se producen simultáneamente no sirven para nada, sino que más bien son un estorbo para la supervivencia: a un mono unas piernas de hombre no le servirían de nada si su pelvis siguiese siendo de mono; y una pelvis humana tampoco le serviría de nada si mantuviese una columna vertebral de mono; y así sucesivamente. O, dicho más exactamente, le serviría para ser victima de la 'selección natural'. Para que las mutaciones en verdad produjeran un cambio de especie deberian aparecer simultáneamente y producir un reordenamiento radical de todo el genoma. Sólo así se puede producir un ser viviente viable. Y tal cosa -que no negamos que pueda ocurrir- tiene un nombre especifico: se denomina 'milagro'.
Richard Goldschmidt, un prestigioso genetista alemán, después de dedicar toda su vida al estudio de las mutaciones, concluyó que es absolutamente imposible que expliquen la transformación de las especies. A esta imposibilidad hay que añadir, además, el problema capital de la inteligencia humana, que establece una diferencia no de grado, sino de naturaleza con la inteligencia de cualquier otra especie animal. Pretender explicar la inteligencia humana a partir de mutaciones al azar actuando sobre los genes de otra especie animal es por completo grotesco.
Así pues, la 'selección natural' nos demuestra que sobreviven los individuos más fieles al tipo; lo cual conserva las especies, no las transforma. Y las mutaciones son absolutamente incapaces de explicar tan siquiera la aparición de un órgano nuevo. La 'evolución de las especies' se trata, en realidad, de un dogma de fe; de una fe extrañísima que, a la vez que niega los milagros, trata de explicarlos con teorias rocambolescas.
https://www.abc.es/xlsemanal/firmas/...ok-seo-ok.html
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